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Guerra y paz
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Текст книги "Guerra y paz"


Автор книги: Leon Tolstoi



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317Hay algo encantador en la sonrisa de la melancolía. Es como un rayo de luz en la sombra, un matiz entre el dolor y la desesperación, que muestra que el consuelo es posible.

318Venenoso alimento de una alma demasiado sensible, / tú, sin quien me es imposible la felicidad, / tierna melancolía, ah, ven a consolarme / ven a calmar los tormentos de mi retiro sombrío / y mezcla secreta dulzura / al llanto que siento fluir...

319Siempre tan encantadora y melancólica nuestra querida Julie.

320Querido, sé de muy buena fuente que el príncipe Vasili envía a su hijo a Moscú para casarlo con Julie.

321Natalia, los cabellos.

322Dólojov, el persa.

323¿Verdad que es admirable este Duport?

324Son las mujeres bonitas. [...] Será la más bonita de todas. Venga, querida condesa, y en prenda deme esa flor.

325Adoro a las jovencitas.

326¡Oh! ¡Deliciosa! ¡Encantadora!

327Gasa metálica.

328Está loco, loco de amor por usted.

329¡Qué deliciosa! Aunque ame a alguien, amiga mía, ésa no es razón para que se recluya en un claustro; y aunque estuviese prometida, creo que su novio desearía que se dejara ver en sociedad durante su ausencia antes de morir de aburrimiento.

330Una palabra, una sola, en nombre de Dios.

331¡Ah, qué pie, mi querido, qué mirada! ¡Una diosa!

332Si en mi salón usted se permite...

333No seré violento, no tema.

334Como hombre de honor.

335Tras las huellas de Monsieur [tras lo que otro despreció].

336Señor hermano mío, consiento en devolver el ducado al duque de Oldenburgo.

337Los buenos principios.

338Derramar la sangre de sus pueblos.

339Moscú, la ciudad santa.

340¡Esta vez sí que iremos lejos! ¡Oh, cuando él se mezcla en el asunto es que va de veras! ¡Míralo! ¡Viva el Emperador!... Ahí es tán las estepas de Asia... Un feo país. Hasta la vista, Beauché; te reservaré el mejor palacio de Moscú.. Hasta la vista. Buena suerte... ¿Has visto al Emperador? ¡Viva el Emperador!... Si me nombran gobernador de la India, Gérard, te haré ministro de Cachemira. ¡Viva el Emperador! ¡Viva! ¡Cómo huyen esos pícaros cosacos! ¡Viva el Emperador! ¿Lo ves? Yo lo he visto dos veces como te veo a ti. El pequeño cabo. Lo vi cuando imponía la cruz a uno de los veteranos. ¡Viva el Emperador!

341Al que quiere perder, le quita la razón.

342El rey de Nápoles.

343¡Viva el rey!

344¡Estos infelices no saben que mañana los dejo!

345Os hice rey para que gobernaseis a mi manera y no a la vuestra.

346De Bal-machéve. [...] Encantado de conocerlo, general.

347Y bien, general, al parecer ahora sólo queda la guerra.

348Sire, mi señor el Emperador no desea en absoluto la guerra, como Su Majestad puede ver.

349Realeza obliga.

350¡Oh, mi querido general! Deseo de todo corazón que los Emperadores lleguen a un acuerdo y que esta guerra, comenzada a mi pesar, concluya lo antes posible.

351No lo entretengo más, general: deseo éxito a su misión.

352Démelo, yo se lo haré llegar al Emperador.

353Sire, el Emperador mi señor...

354Los estremecimientos de mi pantorrilla izquierda son una señal para mí.

355Todo eso lo habría debido a mi amistad. ¡Qué hermoso reinado! ¡Qué hermoso reinado! [...] ¡Qué magnífico reinado habría podido ser el del emperador Alejandro!

356¡Un soberano no debe intervenir en el ejército más que cuando es general!

357Le doy mi palabra de honor de que tengo quinientos treinta mil hombres a este lado del Vístula.

358Y sin embargo, ¡qué hermoso reinado habría podido tener su Soberano!

359No lo entretengo más, general; recibirá mi carta al Emperador.

360Moscú, la santa.

361Tal como todos los caminos llevan a Roma, todos los caminos llevan a Moscú.

362Que el Emperador le tire a uno de la oreja.

363Bien: ¿no dice nada, admirador y cortesano del emperador Alejandro?

364Adiós, Andréi. Recuerda que el dolor nos lo envía Dios y que los hombres no son nunca culpables.

365Clave.

366Imbécil... al diablo con todo... de aquí nosaldrá nada bueno.

367Sería una guerra según todas las reglas de la táctica.

368Ya he dicho que todo esto se iría al diablo.

369En cuanto al que ha aconsejado este campamento de Drissa. [...] En cuanto a éste, Sire, que ha aconsejado el campamento de Drissa, no veo más solución que el manicomio o la horca.

370De este señor italiano, está muy bien [...] También está bien.

371Juego de niños.

372¿No es verdad, Excelencia?

373Sí, sí: ¿qué más hay que explicar?

374¡Me rindo!

375Comienza a ser peligroso hablar en francés por las calles.

376El honorabilísimo señor que me ha precedido. [...] A quien no tengo el honor de conocer.

377Carne de cañón.

378Mi buena amiga.

379Al salón diplomático de mi hija.

380Un hombre de mucho mérito.

381Todos sus esfuerzos se perderán en vano.

382Bueno: ¿saben ustedes la gran noticia? ¡El príncipe Kutúzov es mariscal! [...] Por fin hay un hombre.

383Pero dicen que está ciego, príncipe.

384Vamos, ve lo suficiente.

385Cuentan que se ruborizó como una señorita a quien le leyeran Joconde[de La Fontaine] diciéndole: “el Soberano y la patria te conceden este honor”.

386Puede que el corazón no tomara parte en eso.

387Obstáculos.

388¿Sabe lo que ha dicho al Emperador? [...] Lo conozco hace mucho tiempo.

389Moscú, la capital asiática de este gran imperio, la ciudad sagrada de los pueblos de Alejandro; Moscú, con sus innumerables iglesias en forma de pagodas chinas.

390Inteligentísimo y muy hablador.

391Si se da la batalla dentro de tres días, la ganarán los franceses, pero si se da más tarde, sólo Dios sabe qué puede ocurrir.

392El joven cosaco hizo sonreír a su poderoso interlocutor.

393En aquel hijo del Don.

394Mademoiselle Bourienne les hará los honores de Boguchárovo.

395Todo llega oportunamente a quien sabe esperar.

396No quieren saber nada: ahí está el mal.

397En la duda, amigo mío, abstente.

398Entren en sí mismos y en esa barca y procuren que no se convierta para ustedes en una barca de Caronte.

399Cuando se...

400Pobre señor.

401Es la comidilla de todo Moscú. Lo admiro a usted, palabra de honor.

402Quien se excusa, se acusa.

403Un poquitín enamorada del joven.

404Yo le haré los honores del campamento.

405¡Bueno! Entonces sabes más que cualquiera.

406La guerra debe ser llevada al espacio. No puedo expresarle la alta estima en que tengo esa idea.

407Sí [...] puesto que el objetivo consiste en debilitar al enemigo, no hay que reparar en la pérdida de hombres.

408Llevarla al espacio.

409Fuerte, fuerte, sigue.

410¡Nada de prisioneros! [...] Se hacen demoler. Peor para el ejército ruso. Sigue, fuerte. [...] Bueno, que entre M. de Beausset, y también Fabvier.

411Hasta pronto.

412Sire, todo París lamenta su ausencia.

413Siento haberlo obligado a hacer un viaje tan largo.

414Sire, esperaba por lo menos encontrarlo a las puertas de Moscú.

415¡Breve y enérgica!

416Vuestra Majestad es demasiado bondadoso

417Todo será hecho con orden y método.

418Y que la faz del mundo habría cambiado.

419La suerte estaba echada y no se podían volver atrás.

420Casa de la Emperatriz.

421Y bien, Rapp, ¿cree que haremos negocio hoy?

422¡Sin duda alguna, Sire!

423¿Recuerda, Sire, lo que hizo el honor de decirme en Smolensk? [...] La suerte está echada y no se puede volver atrás.

424Este pobre ejército está diezmado después de Smolensk. La fortuna es una verdadera cortesana, Rapp, siempre lo he dicho y ahora comienzo a experimentarlo. Pero, la Guardia, Rapp, la Guardia, ¿está intacta?

425¿Han repartido las galletas y el arroz a los regimientos de la Guardia?

426¿También el arroz?

427Eso es todo.

428Mañana tendremos que habérnoslas con Kutúzov.

429¡Ah! ¡Uno de los viejos!

430El calor latente.

431El bautismo de fuego.

432Gran reducto, reducto fatal y reducto del centro.

433Dígale al rey de Nápoles que... mediodía y que no veo clara mi jugada. Vaya...

434Y bien ¿qué ocurre ahora?

435Pato al que hemos hecho águila.

436Un fuego infernal.

437Váyase usted a...

438De los hombres de hierro.

439De haces de banderas y águilas enemigas.

440A ochocientas leguas de Francia no permitiré que mi Guardia sea destruida.

441El viejo señor [...] se ha instalado cómodamente.

442Del viejo señor.

443De la obstinación del viejo señor.

444¿Entonces no piensas, como los otros, que estamos obligados a retiramos?

445Todo lo contrario, Alteza; en las situaciones indecisas es siempre el más obstinado quien vence. Y mi opinión...

446¡Quieren más todavía!

447¡Dádselo!

448El campo de batalla ha estado soberbio.

449Mi cabeza, buena o mala, no puede contar más que con ella misma.

450¡Bueno, señores! ¡Ya veo que soy quien tiene que pagar los vidrios rotos!

451¡Ya está el egoísmo y la crueldad de los hombres! No podía esperar otra cosa.

452Bueno, sí, puede ser...

453Usted no se digna descender hasta mí, usted...

454Jesuita vestido de seglar.

455De sotana.

456Elena, tengo algo que decirte. [...] He tenido noticias de ciertos proyectos referentes a... ya lo sabes. Bueno, querida, tú sabes que mi corazón de padre se alegra de saber que... Has sufrido tanto... Pero, querida mía, no consultes más que tu corazón... ¡No te digo más!

457Oiga, Bilibin... Dígame como a una hermana qué debo hacer. ¿Cual de los dos?

458No me coge usted [desprevenido]; como buen amigo, he pensado muchas voces en este asunto.

459¡Éste es un verdadero amigo! Pero es que yo amo tanto a uno como al otro y no quiero causarles dolor alguno; daría mi vida por la felicidad de ambos.

460¡Una verdadera mujer! Eso es plantear claramente un problema. Querría estar casada con los tres a un tiempo.

461¡Oh, mamá! ¡No digas tonterías! Tú no entiendes nada. En mi posición, yo tengo ciertos deberes.

462Pero, mamá, ¿cómo no comprendes que el Santo Padre, que tiene facultad de conceder dispensas?...

463No, dígale que no quiero verlo, que estoy furiosa con él porque ha faltado a su palabra.

464¡Todos los pecados tienen perdón, condesa!

465Y ahora, querido amigo, ruego al Señor que lo tenga bajo su santa y poderosa protección. Su amiga, Elena.

466Proezas.

467¡Ya estamos!

468Estamos en vísperas de un desastre público y no me queda tiempo de ser amable con cuantos vienen a hablar conmigo. [...] Bueno, amigo mío, ¿y qué hace usted personalmente?

469Un consejo de amigo, querido. Váyase lo antes posible; no le digo más. A buen entendedor... [...] de los santos padres de la Compañía de Jesús.

470¡He aquí, por fin, la ciudad famosa! ¡Ahí está Moscú la Santa, la urbe asiática de innumerables iglesias. ¡Ya era hora! [...] “Una ciudad ocupada por el enemigo es como una doncella que ha perdido su honor."

471Pero mi clemencia está siempre dispuesta a descender sobre los vencidos.

472Que me traigan a los boyardos.

473Mi querida, mi tierna, mi pobre madre.

474Establecimiento dedicado a mi querida madre [...] Casa de mi madre.

475Habrá que decírselo, de todas maneras. [...] Pero, señores...

476¡Moscú desierta! ¡Qué acontecimiento tan inverosímil!

477El efecto teatral había fallado.

478Mantener la tranquilidad en Moscú y hacer salir a sus habitantes.

479Ahí está el populacho, la hez de la población, la plebe, a la que han soliviantado con su estupidez. Necesita una víctima.

480El populacho es terrible y odioso. Son como lobos que no se sacian más que con la carne.

481Yo tenía otros deberes. Había que calmar al pueblo. Otras muchas víctimas han muerto y mueren por el bien público.

482Mi línea de conducta habría sido bien distinta.

483He matado dos pájaros de un tiro.

484¡Retiradme esto!

485Aquellos miserables habían irrumpido en la sagrada ciudadela, se habían apoderado de los fusiles del arsenal y disparaban (¡miserables!) contra los franceses. Algunos fueron rematados a sablazos y se limpió al Kremlin de su presencia.

486Patriotismo feroz de Rastopchin.

487¿Es usted el amo?

488Hospedaje, hospedaje... alojamiento. [...] Los franceses somos buenos chicos, qué diablo. ¡Vaya! ¡No nos enfademos, viejito!

489Ah, sí, díganme, ¿no habla nadie francés en esta casa?

490¿No está herido?

491Creo que no... pero esta vez por un pelo... ¿Quién es este hombre?

492¡Lamento tanto lo que ha sucedido! [...] ¡Es un loco, un desventurado que no sabe lo que hace!

493¡Canalla, me las pagarás! [...] Nosotros somos clementes después de la victoria, pero no perdonamos a los traidores.

494Usted me ha salvado la vida. ¡Usted es francés!

495¡A otro con eso! [...] Ya me contará toda la historia. Encantado de encontrar a un compatriota. Bien, ¿qué hacemos con este hombre?

496¡Usted me ha salvado la vida! Usted es francés. ¿Me pide que lo perdone? Se lo concedo. Que se lleven a ese hombre.

497Ya se os llamará cuando hagáis falta.

498Mi capitán, en la cocina tienen sopa y pierna de cordero. ¿Se lo traigo?

499Sí, y también el vino.

500Le debo la vida y le ofrezco mi amistad. Un francés no olvida nunca un insulto ni un favor. Le ofrezco mi amistad. No le digo más.

501Capitán Ramballe, del 13.° ligero, condecorado por la acción del día 7. [...] ¿Puedo saber con quién tengo el honor de conversar tan agradablemente, en vez de estar en la ambulancia con la bala de aquel loco en el cuerpo?

502Por favor. Comprendo sus razones, seguramente es usted oficial o jefe... Ha combatido contra nosotros, pero eso no es cosa mía. Le debo la vida y eso me basta. Soy todo suyo. ¿Es usted gentilhombre? [...] Dígame su nombre de pila, si no le molesta. No le pido más, ¿Pierre, dice?... Magnífico. No deseo saber más.

503Sí, mi querido monsieur Pierre, le estoy muy agradecido por haberme salvado... de aquel loco... Ya tengo, sabe usted, bastantes balas en el cuerpo. Aquí una [...] es de Wagram y dos de Smolensk. [...] Y esta pierna, ya lo ve, no funciona bien. Fue en la gran batalla del día 7, en el Moskova... ¡Dios mío! Era hermoso, merecía la pena de verse, un diluvio de fuego. Nos dieron ustedes bastante que hacer, ya pueden estar orgullosos, ¡al diablo! A fe mía y a pesar de la tos que me gané, volvería a empezar ahora mismo. Compadezco a quienes no lo han visto.

504Yo estuve allí.

505¡Oh! ¿De veras? Tanto mejor. [...] Son ustedes unos enemigos de cuidado. El gran reducto se mantuvo firme, ¡caray! Y nos lo hicieron pagar caro. Tuve que ir al ataque tres veces, tal como me ve. Tres veces llegamos a los cañones y las tres nos echaron atrás como monigotes. Era magnífico, monsieur Pierre. Sus granaderos estuvieron soberbios ¡por Dios! Los vi seis veces seguidas cerrar sus filas y marchar como en una parada. ¡Qué hombres! Nuestro rey de Nápoles, que de eso entiende, tuvo que gritar: “¡bravo!”. ¡Oh, oh!... Es un soldado como nosotros [...] Tanto mejor, tanto mejor, monsieur Pierre. Terribles en la batalla... galantes... [...] con las mujeres así son los franceses, ¿no es verdad, monsieur Pierre .

506A propósito, dígame: ¿es verdad que todas las mujeres se han ido de Moscú? ¡Qué idea tan extraña! ¿Qué podían temer?

507¿Acaso las mujeres francesas no huirían de París si entraran allí los rusos?

508¡Ja, ja, ja! ¡Esto sí que es bueno! ¿París? Pero, París... París...

509Bueno, si no hubiera dicho que era ruso, habría apostado que era parisién. Tiene usted un no sé qué...

510He estado en París. Viví allí varios años.

511Ya se ve, ya se ve. ¡París! ...Un hombre que no conoce París es un salvaje. Los parisienses notan a dos leguas de distancia. París es Taima, la Duchesnois, Potier, la Sorbona, los bulevares... [...] No hay más que un París en el mundo. Usted ha estado en París y sigue siendo ruso; pues bien, no lo estimo menos por eso.

512Volviendo a sus mujeres, dicen que son muy hermosas. ¡Qué absurda idea esa de ir a sepultarse en las estepas cuando el ejército francés está en Moscú! ¡Qué gran oportunidad se han perdido! Sus mujiks, es otra cosa; pero ustedes, las gentes civilizadas, deberían conocernos mejor. Hemos conquistado Viena, Berlín, Madrid, Nápoles, Roma, Varsovia, todas las capitales del mundo... Nos temen, pero también nos aman. Es un placer conocernos. Y además, el Emperador...

513El Emperador [...] Acaso el Emperador...

514¡El Emperador! Es la generosidad, la clemencia, la justicia, el orden, el genio: eso es el Emperador. Se lo digo yo, Ramballe. Aquí donde me ve, hace ocho años era su enemigo. Mi padre fue un conde emigrado... Pero ese hombre me ha vencido. Me tiene en un puño. No pude resistir el espectáculo de la grandeza y la gloria con que ha cubierto Francia. Cuando comprendí lo que quería, cuando vi que nos preparaba un lecho de laureles, no pude menos que decirme: “Éste es un soberano”, y me entregué a él. Eso es. ¡Sí, amigo mío! Es el hombre más grande de los siglos pasados y venideros.

515¿Está en Moscú?

516No, hará su entrada mañana.

517¡Encantador este coronel de los würtemburgueses! Es alemán, pero buen tipo, si lo hubo. Aunque es alemán.

518A propósito, ¿sabe alemán usted?

519¿Cómo se dice asilo en alemán?

520Los alemanes son unas bestias, ¿verdad, monsieur Pierre? Y bien, otra botella de ese burdeos moscovita, ¿eh? Morel, nos calentará otra botella. ¡Morel!

521Parece que estamos tristes. [...] ¿Lo he ofendido tal vez? No, de veras, ¿tiene usted algo contra mí? ¿Tal vez se debe a la situación?

522Palabra de honor, aun sin hablar de lo que le debo, siento amistad por usted. ¿Puedo serle útil en algo? Disponga de mí para la vida o la muerte. Se lo digo con la mano en el corazón.

523Sí, amigo mío, caprichos de la fortuna. ¿Quién iba a decirme que sería soldado y capitán de dragones al servicio de Bonaparte, como lo llamábamos en otro tiempo? Y, sin embargo, aquí estoy en Moscú con él. Tiene que saberlo usted, amigo. Mi nombre es uno de los más antiguos de Francia.

524Pero todo esto no es más que la puesta en escena de la vida; el fondo es el amor... ¡El amor! ¿No es cierto, monsieur Pierre? ¿Otro vaso?

525El amor de los carreteros [...] el amor de los tontos.

526Recuerdos de Alemania, donde asilo se dice Unterkunft, los maridos comen coles y las muchachas son demasiado rubias.

527¡Toma!

528El amor platónico, las nubes...

529¿Qué busca ése ahí?

530Un niño en aquella casa. ¿No han visto a un niño?

531¡Toma! ¿Qué cuenta ése? ¡Vete a paseo!

532¿Un niño? [...] He oído gimotear a alguien en el jardín. Puede ser su chaval, de ese tipo. Hay que ser humanos...

533¡Daos prisa, vosotros! ¡Comienza a hacer calor!

534¡Ahí tienes a tu chaval! ¡Ah! Es una niña, ¡tanto mejor! ¡Hasta la vista, muchacho! Hay que ser humanos... Todos somos mortales, comprendéis...

535¡Deja a esa mujer!

536¡Vamos, nada de locuras!

537Tiene un puñal, teniente.

538¡Ah! Un arma. [...] Bueno, se lo explicarás al consejo de guerra. [...] ¿Habla francés?

539No tiene aspecto de hombre de pueblo.

540¡Oh! ¡Oh! Me parece que es un incendiario. [...] Pregúntale quién es.

541No les diré quién soy. Soy un prisionero; llévenme.

542¿Qué dice? Me trae a mi hija, a la que he salvado de las llamas.

543Dicen que la pobre condesa está muy mal. El médico habla de una angina de pecho.

544Angina. ¡Ah, es una enfermedad terrible!

545Dicen que los rivales se han reconciliado gracias a la angina.

546Según cuentan, el viejo conde es conmovedor. Lloró como un niño cuando el médico le dijo que el caso es peligroso.

547¡Ah! Sería una terrible pérdida: es una mujer embrujadora.

548Hablan ustedes de la pobre condesa [...] He enviado por noticias de ella. Me dicen que está un poco mejor... ¡Oh! Sin duda, es la mujer más encantadora del mundo. [...] Pertenecemos a dos bandos diferentes, pero eso no impide que la estime como se merece. ¡Es tan desgraciada!

549Sus informaciones pueden ser mejores que las mías [...] pero sé de buena fuente que ese médico es un hombre inteligentísimo y muy hábil. Es el médico de cabecera de la reina de España.

550El Emperador devuelve las banderas austríacas, banderas amigas y perdidas, que ha encontrado al borde del camino.

551Tal vez se trate del camino de Varsovia.

552Ya verán.

553Aunque extranjero [...] era ruso de corazón.

554Cuyas llamas habían iluminado su camino.

555¿Me trae malas noticias, coronel?

556Muy tristes, señor: el abandono de Moscú.

557¿Se habría entregado sin lucha mi antigua capital?

558¿Ha entrado ya el enemigo en la ciudad?

559Sí, Majestad. Moscú está reducida a cenizas. La he dejado en llamas.

560Veo, coronel, en todo lo que sucede, que la Providencia nos exige grandes sacrificios Estoy pronto a someterme en todo a su voluntad: pero dígame, Michaux, ¿cómo ha dejado al ejército, visto que abandonaba así mi antigua capital, sin un solo disparo? ¿No ha notado muestras de desaliento?

561Señor, ¿me permitís hablaros abiertamente, con lealtad militar?

562La exijo siempre, coronel. No me oculte nada, quiero saber absolutamente de que se trata.

563Majestad, Majestad, he dejado a todo el ejército, desde los jefes hasta el último soldado, sin excepción, en un estado de temor espantoso, terrible.

564Pero, ¿cómo? ¿Mis rusos se dejarán abatir por la desdicha?... ¡Jamás!

565Señor, sólo temen que Vuestra Majestad, llevado por la bondad de su corazón, se deje persuadir y llegue a firmar la paz. Arden en deseos de combatir y de probar a Vuestra Majestad, aun con el sacrificio de sus vidas, toda la devoción que os tienen...

566Bien, vuelva al ejército [...] Y diga a nuestros valientes, diga a todos nuestros buenos súbditos, por dondequiera que pase, que, cuando no me queden más soldados, yo mismo me pondré a la cabeza de mis queridos nobles y de mis buenos campesinos y agotaré así hasta los últimos recursos de mi imperio, que me ofrece más de lo que mis enemigos piensan. [...] Pero si estuviera decretado en los designios de la divina Providencia que mi dinastía había de dejar de reinar en el trono de mis antepasados, entonces, tras haber agotado todos los medios que hay en mi poder, dejaré crecer mi barba hasta aquí [...] y marcharé a comer patatas con el último de mis campesinos, antes que firmar la vergüenza de mi patria y de mi querida nación, cuyo sacrificio sé apreciar...

567Coronel Michaux, no olvide lo que le digo aquí; puede ser que un día lo recordemos con placer. O Napoleón o yo. Ya no podemos reinar juntos. He aprendido a conocerlo y no me engañará más...

568Señor, Vuestra Majestad firma en este momento la gloria de su nación y la salvación de Europa.

569Más vale tarde que nunca.

570Querido, entre otras cosas, que eres demasiado asiduo para con la rubia.

571Hay modos y modos.

572Que había salvado de las llamas

573El que no quiere confesar su nombre.

574¿Quién es usted?

575Mi general, usted no puede conocerme, porque yo no lo he visto nunca.

576Es un espía ruso.

577No, Excelencia. No, Excelencia [...] usted no ha podido conocerme. Soy un oficial de la milicia y no he salido de Moscú.

578¿Cómo puede probarme que no miente?

579¿Cómo puede probarme la verdad de lo que dice?

580Usted no es quien dice.

581¡Tiradores del 86, adelante!

582Esto les enseñará a seguir incendiando.

583¡Hija mía! La quiero y la conozco desde hace mucho tiempo.

584Gracias por haber venido, querida.

585La primera columna avanza... [...] la segunda columna avanza.

586Merodeando.

587Se hiciera volver a los popes.

588Que su genio no había imaginado nada más profundo, hábil y admirable.

589Cuánto sol, ¿verdad, M. Kiril? Diríase que estamos en primavera.

590Si se hicieran las marchas con un tiempo como éste...

591Además, M. Kiril, ya lo sabe: no tiene más que decir una palabra al capitán. ¡Oh! Es un... que no olvida. Dígaselo al capitán cuando haga la inspección, hará cuanto pueda por usted...

592¿Sabes, Saint-Thomas?, me decía el otro día: Kiril es un hombre culto que habla francés; es un señor ruso que ha sufrido desgracias, pero es un hombre. Comprende las cosas... Si necesitara algo, que me lo diga, no le negaré nada. Cuando una persona ha hecho estudios, sabes, le gusta la instrucción y la gente educada. Por usted lo digo, monsieur Kiril. En el asunto del otro día, si no llega a ser por usted, las cosas habrían ido mal.

593Está bien, está bien, gracias, pero te habrán quedado retales.

594Gracias, gracias, amigo, ¿y los retales?

595¡Platoche, eh, Platoche! ¡Tómalos para ti!

596Cabo, ¿qué van a hacer del enfermo?

597Corred.

598Y bien, ¿qué sucede?

599Podrá andar, ¡qué diablos!

600No, está agonizando...

601¿Quiere tener la amabilidad...?

602¡Adelante! ¡Maldita sea...! ¡Adelante, por treinta mil diablos!

603Los grandes batallones tienen siempre razón.

604¡Ah, es usted! [...] ¿Quiere comer algo? No tenga miedo... nadie le hará daño. [...] Entre, entre.

605Lanceros del 6.°

606¿La contraseña?

607Dígame, ¿está aquí el coronel Gérard?

608Cuando un oficial hace la ronda, el centinela no le pregunta la contraseña. [...] Pregunto si está aquí el coronel.

609¡Ése es hueso duro de roer!

610Los hará correr como conejos.

611¿Es usted Clément? ¿De donde diablos...?

612Si contaban ustedes con la cena, llegan tarde.

613¡Esos bandidos están por todas partes!

614Es un fastidio ir arrastrando esos cadáveres con uno. Sería mucho mejor fusilar a todos esos canallas.

615¡A vuestros puestos!

616¿Has comprendido, hijo?

617¡Ha comprendido usted, voto a...!

618A él le da igual... ¡Bandido!

619Ya he hecho bastante de emperador; es hora de que haga de general.

620De lo sublime [...] a lo ridículo no hay más que un paso.

621Caballero sin miedo y sin tacha.

622¡Oh, mis buenos y valientes amigos! ¡Éstos son hombres! ¡Mis buenos amigos!

623¡Viva Enrique IV! ¡Viva el rey valiente! [...] Ese diablo de...

624“Que tuvo el triple talento / de beber, de combatir / y de galante ser... ”

625Eso sólo es para decirme que no tengo en qué comer... Al contrario, puedo proporcionarle a usted todo lo necesario, hasta para dar banquetes.

626Sólo para decirle lo que le he dicho.

627Es un sacrilegio hacer la guerra a un pueblo como el suyo.

628Se está usted fosilizando, amigo.

629Querida María, creo que está durmiendo; ¡estaba tan cansado!

630No, señor Dessalles; pediré a mi tía permiso para quedarme.

631Yo se lo llevaré en seguida, señor Dessalles; buenas noches.

632Sin fe ni ley.

633Lema.

634Contad conmigo.

635Abrir un camino.

636¿Se encuentra indispuesto?

637Tolstói publicó estas páginas en 1888, en la revista Antigüedades Rusas, vol. III. Desde entonces han sido consideradas como “Apéndice” a su obra y así las publican casi todas las ediciones de Guerra y paz.

638Nota de Tolstói: Tras la publicación de la primera parte de mi novela y la descripción de la batalla de Schoengraben, conocí palabras de Nikolái Nikoláievich Muraviov-Karski a propósito de esa descripción, palabras que me confirman en mi convicción. Nikolái Nikoláievich Muraviov, general en jefe, declaró no haber leído nunca una descripción más exacta de aquella jornada, y añadió que por experiencia propia estaba persuadido de la imposibilidad de cumplir durante una batalla las órdenes del general en jefe.

639De todos modos, no se puede negar que el mismo Tolstói intentó «desgajar» ese texto final llamán dolo Epílogo. Los epílogos suelen ser flecos, generalmente poco relacionados con la obra narrativa misma, bastante parecidos a los prólogos. Su función se asemeja a la de los marcos en las grandes pinturas: sólo sirven para enmarcar.


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