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Diario de la Guerra de España
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Текст книги "Diario de la Guerra de España"


Автор книги: Михаил Кольцов



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Busco respuesta a un problema candente. Deambulo por las calles, por los lujosos paseos y avenidas, por las estrechas callejuelas y callejones de la ciudad inmensa, maravillosa en su hermosura. Me fijo en los rostros de la juventud: ¿Qué está dispuesta a dar, qué puede dar a la guerra?

No son pocos los jóvenes catalanes que han ido al frente. Los hemos visto ante Zaragoza, ante Huesca y ante Madrid. Desde luego, Cataluña dará también a la República más combatientes, lo mismo que otras partes de España. Hombres bastan; lo que falta es con qué armarlos, que haya quien los instruya bien.

Pero ya antes de incorporarse al frente, estando aún aquí, en la retaguardia, todos estos millones de personas aptas para el trabajo pueden ayudar en la lucha. Cada par de manos es útil para la victoria. En Barcelona, incluso en los días de trabajo, resulta difícil abrirse paso a través de la muchedumbre ociosa. La gente llena los bulevares, las mesas de los cafés o, simplemente, está sentada a la puerta de sus casas.

Aunque sea desagradable, es necesario decirlo: durante la guerra mundial imperialista, la industria catalana producía para Francia varias veces más de lo que ahora produce para su propia España republicana.

Entonces, máquinas y hombres trabajaban día y noche. Los trenes en fila interminable pasaban por la frontera, hacia el norte. La fábrica Hispano-Suiza servía motores de aviación casi para la mitad de la flota aérea francesa. En Barcelona se producían ametralladoras, morteros, fusiles, cartuchos, obuses, piezas de ingeniería militar. Las excelentes fábricas catalanas de calzado y confección abandonaron el trabajo para las tiendas de lujo y durante las veinticuatro horas del día cortaban y cosían botas de soldado, uniformes, ropa interior, de abrigo, gorras, macutos. Se abrieron muchos nuevos talleres, emplearon en ellos a las mujeres, a los viejos y a los adolescentes: Cataluña entera se encontraba al pie de las máquinas.

Y no por ello nadaba en la abundancia ni mucho menos. Las dificultades de la Europa en guerra también la azotaban a ella. Escaseaban los víveres, había que hacer cola para el pan, para la leche, para el carbón... La dura mano de la intendencia del ejército francés, junto con los contratistas empresarios, pudo obligar a la máquina a funcionar sin interrupción.

Ahora la industria catalana no rinde ni la mitad de lo que podría rendir. Lo que produce dista mucho de ser, siempre, necesario al ejército. Todavía hoy de las fundiciones salen muebles para los vestíbulos de los teatros y camas de acero inoxidable para niños. Es increíble, pero es un hecho: aún no hace mucho, el Ministerio de la Guerra de España ha comprado en el extranjero tela caqui y zapatos para el ejército republicano.

¿Tienen de ello la culpa los obreros?

En lo más mínimo. La clase obrera catalana ofrece y está dispuesta a ofrecer en adelante todos los sacrificios para la guerra de liberación contra el fascismo. No es culpa suya si todavía no se ha puesto orden en la industria.

El gobierno todavía no ha promulgado el decreto de militarización y nacionalización de todas las ramas fundamentales y decisivas de la industria, pese a haber sido aprobado por todos los negociados, partidos y organizaciones. En Barcelona todavía ahora discuten entre sí dos comisiones gubernamentales —una local y la otra de Valencia– creadas para regular la producción de guerra.

En las empresas hacen y deshacen los «comités» de fábrica como mejor les parece, transformándose a veces en el peor tipo de empresarios, además, empresarios incapaces, con fraseología «revolucionaria» izquierdista. La nivelación de salarios adquiere a veces el carácter de un verdadero escarnio. Un obrero sin la menor calificación, aplicado en los trabajos más insignificantes, recibe al día dieciocho pesetas; un metalúrgico muy calificado en una fábrica de aviación, recibe dieciocho pesetas veinticinco céntimos; un ingeniero de la misma fábrica, diecinueve pesetas. Contra semejante estado de cosas luchan los obreros conscientes, los círculos sindicales y políticos. El Partido Socialista Unificado ha presentado al gobierno un proyecto de decreto acerca del salario progresivo por el trabajo a destajo. Pero esta cuestión no acaba de resolverse nunca.

La disciplina de producción en las fábricas es muy baja. Los demagogos aprovechan todos los pretextos para ausentarse del trabajo organizadamente. Por ejemplo, la manifestación de hoy, a despecho de las protestas del Partido Socialista Unificado, no se ha convocado para la tarde, después del descanso del mediodía, sino a las nueve de la mañana. Hoy Barcelona no trabaja con motivo de la manifestación, mañana no trabajará por ser domingo, pasado mañana no trabajará hasta el mediod ía por ser lunes. Total dos días y medio sin trabajar en plena guerra, en el momento en que media España está en manos del enemigo.

En Barcelona, actualmente, se pasa más hambre que en Valencia, en Alicante y en Albacete. En el centro de una región agrícola fértilísima, al lado del Aragón rico en cereales, a la orilla del mar, resulta que no hay en suficiente cantidad ni pan, ni verduras, ni pescado, ni azúcar. Los periódicos polemizan sobre este particular, las autoridades urbanas dan largas explicaciones. Se remiten a la falta de divisas para la compra de víveres, a la falta de barcos para el transporte. En realidad, una de las innumerables comisiones de regulación ha prohibido la exportación de las mercancías catalanas de más valor, declarando que ella misma organizaría dicha exportación. Permanecen inmovilizadas enormes reservas de mercancías para exportar, como son: almendras, avellanas, aceite, corcho, zinc, estaño y potasa. Al mismo tiempo, comerciantes privados, después de lograr que dichas mercancías se transporten a Valencia o Alicante, las mandan al extranjero y se embolsan las divisas.

No en vano ha hablado Companys, en su discurso, de los derrotistas. No los ha inventado. Los derrotistas abultan los fracasos y las deficiencias, profetizan la victoria de los fascistas, afirman que Cataluña tiene sus intereses propios, separatistas. En los barrios burgueses de Barcelona, pese a que esta ciudad es la que se encuentra más alejada del frente, se ven con mucha más frecuencia rostros hostiles, se oyen quejas con motivo de la guerra o, simplemente, exclamaciones dañinas.

El gobierno catalán, en su composición actual, lucha decididamente contra los derrotistas y los separatistas, castiga a los especuladores, a los desorganizadores de la producción, a los saboteadores, a los dañinos, a los espías. Durante los últimos meses, ha obtenido no pocos éxitos: de todos modos, hoy, las fábricas se parecen muchísimo más a fábricas de guerra que en mayo. Pero también en el trabajo del gobierno hay aún mucha complacencia, despreocupación y pérdida de tiempo en pequeñeces.

Entre las organizaciones políticas, de partido y sindicales, han cobrado nuevo vigor, ahora, los elementos de comprensión recíproca, la tendencia a la unidad, a la cohesión ante el enemigo común. Son menos los roces, los conflictos por nimiedades, las polémicas por la polémica misma, hay más seriedad y sentido de responsabilidad. Obliga a que así sea la situación, seria, decisiva. Lo exigen las amplias masas, que desean inflexiblemente luchar hasta la última gota de sangre con su mortal enemigo, el fascismo, y que necesitan, para ello, dos cosas: unidad y organización...



25 de septiembre


En Madrid se ha descubierto, ahora, una nueva organización de los facciosos —un sistema de trabajo clandestino, de espionaje, de sabotaje y terrorismo, con amplias ramificaciones—. Han sido detenidos centenares de agentes fascistas, entre ellos algunos muy destacados. Sin tocar ha quedado sólo la dirección, que vive tranquilamente en el centro mismo de Madrid, doblada la esquina de nuestra casa, al socaire de la ley y de la inmunidad diplomática.

Este centro rector, cobijado en el edificio de la embajada de Chile, unía a cuatro grupos que actuaban independientemente. El primero, denominado «Galán y Breu», nombres de los dos fascistas que lo dirigían, tenía por función el control, observación e inspección general de todas las fuerzas fascistas. Galán ha sido detenido.

El segundo grupo, militar y civil, tenía por misión entorpecer y sabotear el funcionamiento de la vida urbana de Madrid en todos sus aspectos, capturar los puntos neurálgicos de la capital —teléfonos, telégrafos, depósitos de víveres, tranvías y metro– en el momento de un nuevo ataque sobre Madrid y utilizarlos inmediatamente en beneficio de Franco. El grupo se encargaba de mantener el enlace con el territorio franquista.

Estaba constituido, este grupo, a base de unidades especiales denominadas «arios». El jefe del «año» tenía a sus órdenes 365 fascistas, divididos en «meses» y «semanas», con sus correspondientes jefes de «mes»y de «semana» al frente. El miembro de filas de la organización, se designaba por un determinado día, y recibía, como documento que lo testificaba, una hoja arrancada de un calendario. Los fascistas habían constituido seis destacamentos numerados desde el año 1930 hasta el de 1936.

El tercer grupo se denominaba «columna blanca». Estaban incluidos en él todos los fascistas refugiados en los edificios de las misiones extranjeras. Estos individuos no pueden salir a la calle: los detendría la guardia permanente que se encuentra junto a la entrada del edificio. Pero a través del personal de servicio de las embajadas, están en contacto con los espías de la ciudad y por la noche comunican por radio sus partes a los facciosos.

El cuarto grupo militar estaba dividido en «banderas», de 300 hombres cada una; la «bandera», a su vez, se dividía en «secciones», de 30 individuos, y «falanges», de 10. Su misión era: al producirse un nuevo ataque de los fascistas, comenzar otro concordante en la ciudad, irrumpiendo a tiros en casas, hoteles y estados mayores. Se habían formado ya diecisiete «banderas».

Se habían reclutado, para las «banderas», soldados de la guardia republicana de Madrid, de la guardia de transportes, de la guardia de los edificios ministeriales de Gobernación y de la Guerra, a individuos de las fuerzas autoblindadas de policía. Todos se hallan ahora detenidos.

Entre los conspiradores figuran no pocos destacados madrileños que habían ocupado cargos importantes durante la monarquía, durante el gobierno de Lerroux y durante el período dictatorial de Gil Robles. Por ejemplo, el ex director de telégrafos señor Pino y el capitán Cornejo, hermano de un ministro de Marina monárquico. El pájaro de más nota, entre los detenidos, ha resultado ser el chileno Manuel Asensio, especulador y espía, dueño de tres tiendas en Madrid y, al mismo tiempo, jefe de un «año». En las tiendas de Asensio, durante las horas de venta al público, se reunían los fascistas como si se tratara de compradores.

No es preciso decir qué victoria representa para los republicanos el haber descubierto la nueva organización fascista y haberla aplastado.



26 de septiembre


El descubrimiento de la nueva gran conspiración fascista ha conmovido a Madrid. Ayer y hoy, se ha convertido en el tema principal y único de las conversaciones —en las calles, tranvías, metro, fábricas, trincheras y colas en las tiendas de comestibles—. Se han celebrado numerosos mítines relámpago exigiendo el fusilamiento de los detenidos que participaban en la conjuración.

Siguen las detenciones. Se ha capturado a varios jefes de «meses»; los han denunciado, con la esperanza de ganarse su propio indulto, algunos de sus cómplices.

Aprovechándose de la poca vigilancia que se ejerce en las instituciones de Madrid, los conspiradores habían logrado celebrar sus reuniones en las salas de actos de los edificios ministeriales ahora desiertos. Mantenían la correspondencia con papel timbrado oficial, viajaban en los coches del gobierno, guardaban sus armas en los depósitos de armas del ejército mismo. Su aplomo y desfachatez llegaron hasta tal punto que el señor Pino, ex director general de telégrafos de Madrid, decidió tender un cable directo desde Madrid, a través de la línea del frente, hasta el dispositivo de los facciosos. Se tenía el propósito de tender el cable hasta las trincheras a plena luz del día, sin el menor disimulo, pasarlo luego, de noche, por la zona neutra y en el lugar preestablecido entregar su extremo a manos de los fascistas. Sólo la detención de Pino impidió llevar a cabo esta empresa realmente enternecedora.

Con motivo del descubrimiento de la conjuración, los representantes diplomáticos de Argentina y de Chile han hecho llegar al Ministerio de Relaciones Exteriores un mentís agridulce y sentimental. La misión argentina ha declarado que algunos de los detenidos no son funcionarios suyos, sino empleados de su sección de abastecimiento; sin embargo, declara la misión, está dispuesta a liquidar dicha sección de abastecimiento si realiza funciones que no le corresponden y si el gobierno lo considera necesario.

Todo este embrollo, que constituye un verdadero escarnio, saca literalmente de quicio a la población madrileña.

Otro de los motivos de indignación de los círculos republicanos de Madrid es el hecho de que casi la mitad de quienes han participado en la presente conjuración ya habían estado detenidos, acusados de apoyar a los facciosos, pero las autoridades judiciales los habían puesto en libertad. El periódico de izquierda republicana, Política,protesta contra el intolerable proceder de los tribunales: interrumpen las causas incoadas contra personas detenidas como miembros de la Falange Española.

Ayer nos hemos enterado de que se han descubierto nuevos nidos de fascistas en Barcelona, aproximadamente del mismo tipoy con los mismos métodos de trabajo. Desde el secretariado de Radio Nacional, en el centro de la ciudad, los fascistas cada día distribuían aproximadamente mil quinientos sobres con hojas fascistas. Una de las hojas comienza con la defensa del POUM y con ataques trotskistas contra el Partido Socialista Unificado, y termina con las palabras: «Viva el invencible Franco»...

Cabe decir con fundamento de causa que el trabajo de los órganos republicanos de contraespionaje y seguridad ha mejorado sensiblemente.



28 de septiembre


Nuestra juventud lee y estudia la historia de la guerra civil en Rusia. Pronto hará veinte años que los generales blancos —servidores del zar, de los terratenientes y capitalistas– dirigían sus regimientos hacia el Moscú rojo, hacia el Petrogrado rojo, contra la República Soviética. El ejército de obreros y campesinos, en una lucha larga, difícil y victoriosa, rechazó, luego derrotó y finalmente arrojó de su país, a los restos de las tropas zaristas de guardias blancos. Los generales blancos se colocaron tras los mostradores de los figones berlineses, empuñaron el volante de los taxis de París.

Esto pertenece a la historia. Nuestros niños y muchos jóvenes leen sobre estas cosas en los libros, como leen sobre la batalla de Mamái [21]sobre el falso Dmitri [22], el asedio de Sebastopol y otros lejanos sucesos.

Pero el falso Dmitri se pudrió hace tiempo, mientras que los generales blancos del siglo XX todavía viven. Impotentes para atacar otra vez a su antigua patria, vagan por el mundo deseosos de venganza.

Se han quedado sin poder, sin fuerza y sin fincas. Les ha quedado sólo odio, un odio insaciable contra el pueblo, contra cualquier pueblo, y contra los trabajadores, cualesquiera que sean, y ofrecen ese odio suyo como mercancía a buen precio, a «precio de coste», a todos los verdugos del pueblo armados. Ese odio se lo compran de buen grado, y ellos son felices cuando pueden matar, si no a obreros soviéticos, al menos a extranjeros, chinos, españoles.

El general ruso Fok, en 1920, mandaba la artillería en Perekop. [23]Perekop fue tomado por el Ejército Rojo. El general, junto con otros, huyó a Crimea y al extranjero.

En Í937. diecisiete años más tarde, ese general ha mandado la artillería del sector de Quinto, en Aragón, fortificado por los fascistas. Las tropas del pueblo español han tomado Quinto. El general Fok ha huido; al huir ha arrojado en Quinto la cartera de bolsillo y una maleta con los archivos de campaña.

El contenido de la cartera ya es conocido del lector. Ahora, en los días de calma entre combate y combate, ha habido tiempo para hojear los papeles de la maleta —cartas recibidas por el general, y copias de cartas enviadas por él—. No tendría sentido reproducirlas todas por entero, pero algunas cosas resultan muy aleccionadoras.


«Al señor Anatoli Fok, general de brigada. De acuerdo con el Estatuto de nuestra Unión, desde el día de la fecha hasta nuevas disposiciones, es usted nombrado representante junto a la asociación de ex combatientes del primer cuerpo de ejército, con todos los correspondientes derechos que se desprenden de los Estatutos. Está usted especialmente autorizado para representar a nuestra Unión, en todos los casos necesarios, ante diferentes personalidades, así como ante las organizaciones e instituciones francesas.

«Presidente: general Paul Shatilov. Secretario general: André Stanislavski, coronel de Estado Mayor.»

(Del mandato de la Unión Militar General, dado en París, el 21 de mayo de 1935)


«El día 3 del presente mes de agosto, se celebró, en París, una reunión de grados de todas las unidades de Drozdov. Presidió la reunión el jefe del grupo del primer cuerpo de ejército en Francia, general mayor Fok. En dicha reunión, se discutió la orden número 14 y la circular del general Kusonski del 28 de julio del presente año, relativas a la baja de la Unión Militar General, del general mayor Turkul, debida al irreductible deseo del general Turkul de fundar una organización política, encabezada por él, independiente de la Unión Militar General. «La reunión indicada no tuvo ni siquiera exteriormente el carácter de reunión de señores oficiales, y de ello es una evidente prueba el hecho de que asistieron a ella "damas" y el que algunos "discursos" fueron acompañados de aplausos. Semejante fenómeno habría podido darse en las reuniones de los miembros de las organizaciones sociales y políticas, pero de ningún modo militares. En las reuniones militares, comenzaron a darse tales espectáculos sólo en el año 1917, de triste memoria.

»En atención a la edad, a los años de servicio y a los méritos militares del general mayor Fok, me limito a hacerle objeto de amonestación por haber permitido y hasta presidido la manifestación en masa antidisciplinaria del 3 de agosto del año en curso por parte de los oficiales de las unidades de Drozdov...»

(De la orden del general Miller respecto a la Unión Militar

General de París, orden número 29, del 17 de agosto de 1936)


«... Ahora, después de lo arriba expuesto, resultará para usted completamente claro cuáles son las causas que me han movido a presentar mi baja de la Unión Militar General y mi deseo de no seguir colaborando con ustedes; asimismo, todas las circunstancias arriba señaladas indican de manera irrefutable en quién radica la fuente principal de la desorganización de la Unión Militar General y quién, con su actividad, le ha causado y le causa un daño irreparable, reduciéndola a la situación de una de las muchas organizaciones militares profesionales. Esa persona es usted. Considero que, para evitar el hundimiento definitivo de la Unión Militar General y volverla al cumplimiento de su tarea básica: la lucha activa contra el bolchevismo, es necesario que usted se retire del puesto que ocupa y encuentre el modo de ponerlo en las manos más firmes de una persona resuelta, inquebrantable, que comprenda rectamente la situación y lo que se ha de hacer en la lucha contra los bolcheviques. Confío en que usted, como yo, tiene plena conciencia de todo el daño que causa dirigirse al juicio público, por una parte. Por otra parte, espero que usted comprenda también la necesidad de su dimisión sin divulgar ampliamente todos los detalles, documentos y declaraciones testificales. Dispuesto a servir, A. Fok.»

(De una carta al general Miller)


«¡Querido Antón Vasílievich!

»Hace ya tres días que me encuentro en San Sebastián, con el general Shikarenkoy los capitanes KrivosheinyPolujin. ¿Cómo nos han recibido? Muy bien y cortésmente en todos sentidos. Quien de nosotros luche por la España nacional, contra la 111 Internacional, y también, dicho de otro modo, contra los bolcheviques, cumplirá con su deber ante la Rusia blanca.

»Saludos a todos los drozdovianos y a todos los miembros de la Unión de Combatientes, así como a tus caras damas. Tuyo, A. Fok.»

(De una carta al general Turkul)


«¡Querido Antón Vasílievich!

«Todos nosotros estamos inscritos. Para no llenar la carta con la descripción detallada de nuestra situación (cosa que puedes saber por V.V. Schavinski) te diré que todos nosotros estamos colocados como oficiales instructores, y la única circunstancia que me apena es la de que, por no saber la lengua española, no puedo proporcionar toda la utilidad de que —estoy convencido de ello– sería capaz... He de decirte que la clase obrera española, como la de todo el mundo, está envenenada por el comunismo y el marxismo. Así lo indican las plantas y fábricas que aquí están desiertas...

»Tengo que hacerte un ruego: comoquiera que estoy a la última pregunta por lo que a dinero se refiere, mándame un refuerzo, si te es posible. Para la correspondencia sigue válida la antigua dirección: Hotel España. Hay que añadir unas palabras amables indicando para quién es.»

(De una carta de A. Fok al general Turkul)


Los papeles del general Fok confirman documentalmente que una parte de los guardias blancos, ligados sobre todo con los invasores germanoitalianos, tenía sus cuentas pendientes con el general Miller, que ha desaparecido hace unos días.

Es curioso señalar que la prensa de París acusa directamente del rapto de Miller al general Turkul, con quien Fok mantenía correspondencia.

Las fieras de guardias blancos aún no se han ido al otro barrio. Como sucede con los animales de rapiña, se pelean entre sí, no pueden repartirse la limosna que les echan sus amos de hoy: los fascistas. Por el reparto de las limosnas subsidio de los Estados Mayores y servicios de espionaje germano y japonés, se dan todas las discusiones, escisiones, recíprocas intrigas y crímenes bandidescos. Dinero y sangre, espionaje y provocaciones, asesinatos y raptos, tal es la diaria prosa de los guardias blancos emigrados, otrora generales del ejército imperial ruso, hoy, generales de los jóvenes aplicados requetés, falangistas, samurais, camisas pardas y camisas negras.

Nuestra juventud oye contar a sus padres relatos sobre las luchas contra los servidores del zar; que sepa también que, incluso en nuestros días, esos decrépitos chacales aún se procuran el sustento nutriéndose con las sobras de expoliaciones ajenas y sangrientos festines.



29 de septiembre


¿Para qué puede servir un trimotor alemán Junker derribado, que ha caído envuelto en llamas? Para lo siguiente:

Las enormes piezas del cuerpo de esa ave mutilada y desfigurada, se colocan cuidadosamente en montones. Ahí está la caja torácica destrozada, ahí las largas piernas, ahí las alas dobladas y retorcidas, ahí casi toda la cola. Ahí está la larga escalera por la que los aviadores fascistas entraban en el vientre del ave de rapiña metálica. Todo ello está roto, ennegrecido por el humo de la gasolina, deformado, pero, al fin y al cabo, queda siendo lo que había sido en un principio: metal.

Dos mozos vienen por turno con un carrito a motor, colocan en él una porción de partes y tripas de Junker y las llevan al horno eléctrico. Ahí, el pájaro fascista se asa en su propia salsa; dicho de otro modo: el duraluminio se funde y vuelve a fundirse.

El horno está instalado en medio del patio de una fábrica; en torno, van y vienen los obreros, dan órdenes los contramaestres y hacen sus indicaciones los ingenieros. El horno en la fábrica de fundición mecánica, lo mismo que toda la fábrica, trabaja a más y mejor. Trabaja en Madrid, en un extremo de la ciudad, exactamente a un kilómetro de las líneas avanzadas de trincheras. En algún lugar, muy cerca, dispara la artillería, pero nadie se vuelve al oír el estruendo del cañón. El estruendo recuerda sólo que el ejército necesita obuses y que los obuses no se recogen de un árbol, como las aceitunas.

Había aquí una fabriquita pequeña, modesta, para materiales de canalización. Ahora en todas partes se han colocado nuevos tornos, martillos pilones, se han ampliado los talleres de modelado, moldeo y acabado. Se trabaja con energía, con entusiasmo. Se trabaja sin cesar, en tres turnos; los obreros no quieren salir del taller, piden permiso para quedarse una o dos horas más a fin de no dejar nada inacabado.

El viejo Para —regañón, colérico, pero jovial– es quien lleva aquí la dirección. En su blusa negra manchada, lleva cosidas las insignias de capitán. Es un viejo obrero metalúrgico, sin partido. Tiene dos hijos en el frente, y él hace ya medio año que no ha ido a dormir una sola noche a su casa. Se pasa las veinticuatro horas del día por los talleres, y a lo sumo, cuando es ya muy tarde, se tumba un poco en un duro colchón, en las oficinas.

Es digno de admiración ver cómo en el Madrid asediado, literalmente bajo el fuego enemigo, se ha organizado y se ha consolidado la industria de guerra de la República. La iniciativa obrera, el entusiasmo proletario han hecho verdaderamente maravillas. En Madrid trabajan ahora a plena marcha y sin cesar todas las empresas metalúrgicas y electrotécnicas que se han salvado de la artillería y de la aviación. Han aprendido y siguen aprendiendo a fabricar pertrechos de guerra de muchos tipos, mecanismos diversos de muchísima necesidad para la guerra.

El ejército republicano tenía una necesidad extrema de grandes reflectores antiaéreos. Ahora ya se puede decir: ¡a comienzos de verano había en todo el territorio de la República exactamente doce! Este aparato es muy costoso, complicado, y en España no se había fabricado nunca. Consta de novecientas catorce piezas distintas, entre ellas un espejo cóncavo de metro y medio de diámetro... Después de que en varias instancias el pedido fue considerado como imposible de cumplir, los madrileños pidieron que se lo encargaran a ellos. Tomaron un novísimo proyector extranjero, estudiaron sus diseños y comenzaron a construir proyectores, grandes y pequeños, aquí, bajo la dirección del viejo Parra. Lo hacen con enorme cuidado, con un entusiasmo admirable, puede decirse que con ardor.

Parra mete prisa a un joven obrero —porque no ha acabado una pieza—. El muchacho hace como si no lo oyera, sigue aplicándose con celo en la construcción de una pequeña arandela. Por fin se acerca sosteniendo en las palmas de las manos, una junto a la otra, dos piezas: la extranjera y la suya. La suya es mucho más limpia y exacta —así lo reconoce el propio Parra, tan regañón—. El pulidor se va, guiñando picaramente un ojo, lo cual, traducido del español al ruso, significa: «¡También nosotros sabemos dónde tenemos la mano derecha!»

Para nutrirse de materia prima, la fábrica ha creado brigadas especiales dedicadas a la recolección de metal. En la guerra hay muchos desperdicios; los muchachos de la fábrica recorren los campos de batalla y en cestos de mimbre recogen el metal utilizado. La operación de Brúñete proporcionó a la fábrica materia prima para tres semanas. Son importantes, sobre todo, los aviones derribados: esto es caza gorda —metales ligeros y no ferrosos...—. Los madrileños mandaron una expedición entera a Aragón y desde allí, poco a poco, en carros y en mulos fueron transportando chatarra. No hace falta decir que tienen brigadas para rebuscar en su propia ciudad.

El contramaestre Parra recorre los talleres, abre la puerta trasera y con gesto de anfitrión me muestra un espectáculo maravilloso. Sin dar crédito a mis propios ojos, veo cómo decena y media de hombres están terminando una gran excavación, de unos sesenta metros de anchura. Por uno de sus extremos se colocan los cimientos de ladrillo. Ahí mismo montan un horno de fundición.

—¡Construimos un nuevo taller de fundición! En el viejo ya no cabemos. Venga dentro de tres semanas para asistir al acto de la puesta en marcha.

El ejército de Franco se prepara para invernar en Madrid. Pero los obreros madrileños construyen, entretanto, nuevos talleres en sus fábricas. Mientras que dos hermanos empuñando sendos fusiles contienen, seguros de sí mismos, la presión del enemigo, su padre, con la misma seguridad en sí mismo, levanta un nuevo taller de la industria antifascista de defensa.

¿Es quizá un caso único el de este capitán obrero Parra con sus dos hijos en el frente y su edificación en Madrid?

Intento ver cómo se crean los nuevos grandes proyectores. El pedido se ha distribuido entre quince empresas distintas y en todas partes se trabaja con ahínco, en todas partes se respira entusiasmo, aunque sea con el estómago vacío.

Entre las cuatro paredes de un parque de automóviles sin una máquina, el obrero —también con insignias de capitán—Jesús Barreira Sánchez ha creado una fábrica de guerra completamente nueva. ¡De dónde no ha traído aquí máquinas! En un barrio populoso de Madrid, una empresa quedó en la primera línea de fuego, a doscientos metros de las trincheras fascistas. Desde luego, un obús había hundido el techo, había agujereado las paredes. Barreira decidió evacuar de allí los tornos y los depósitos de cobres. Con el cobre las dificultades no fueron excesivas: por la noche lo transportaban en borricos, por las mismas trincheras. Pero con las máquinas, ¡la que se armó! Cuando la brigada, de noche, empezó a dar golpes de martillo, los facciosos se imaginaron que se preparaba un gran ataque y cubrieron literalmente de obuses el edificio de la fábrica. Jamás podían figurarse que aquellos locos hubieran acudido a llevarse unas máquinas... Y a pesar de todo, los locos se salieron con la suya. Los tornos están fuera de peligro. Sus correas giran.

Barreira muestra su empresa, obra de cuatro meses. Cómo no: participa en la preparación de los proyectores. Pero, además de los proyectores, tiene qué mostrar. Aquí construye carros blindados: tiene preparados una docena entera. Y además algunos otros juguetitos... Piensa en el día de mañana —arriba, hay una escuela fabril, con adolescentes que aprenden el oficio de cerrajero y de mecánico—. Y ahí —bajamos al subterráneo—, ahí se ha abierto ni más ni menos que un túnel de cien metros, cubierto con cemento armado; sirve de tiro para probar los disparos de los carros blindados y, al mismo tiempo, de refugio antiaéreo para todos los trabajadores de la empresa. Ha sido construido en seis semanas.


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