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Los hermanos Karamazov
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Текст книги "Los hermanos Karamazov"


Автор книги: Федор Достоевский



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—¡Toma, «mamá» ! ¡Estas flores te las envía Iliucha!

Y le entregó las aplastadas flores, que había revolcado con su cuerpo por la nieve.

En este momento vio los zapatos de Iliucha en un rincón, cerca de la cama. La patrona acababa de ponerlos allí al arreglar la habitación. Eran unos zapatos viejos, remendados. Al verlos, el capitán levantó los brazos, echó a correr y cayó de rodillas junto a ellos. Cogió uno de los zapatos y lo cubrió de besos mientras gritaba:

—¡Iliucha, mi querido Iliucha! ¿Dónde están tus pies?

—¿Adónde lo has llevado, adónde lo has llevado? —preguntó la loca, desesperada.

Nina se echó a llorar. Kolia se apresuró a salir de la casa. Sus compañeros le siguieron, y Aliocha también.

—Dejémoslos llorar —dijo Alexei a Kolia—. No podríamos consolarlos. Después volveremos.

—Tienes razón: no podemos hacer nada —convino Kolia. Y añadió bajando la voz para que sólo Aliocha lo oyese—: ¡Qué pena tengo, Karamazov! ¡No sé lo que daría por verlo de nuevo con vida!

—Yo también —dijo Aliocha.

—¿Crees que debemos volver esta tarde? Ese hombre se emborrachará.

—Seguramente. Vendremos sólo tú y yo y estaremos un rato con Nina y su madre. Si viniéramos todos, le recordaríamos estos tristes momentos.

—La patrona está preparando la mesa para la comida de funerales. Vendrá el pope. ¿Crees que debemos asistir, Karamazov?

—Sí.

—No lo comprendo, Alexei. En horas tan amargas, reunirse para comer tortas. ¡Qué cosas tan extrañas tiene nuestra religión!

—Habrá salmón —dijo de pronto el muchacho que había descubierto Troya.

Kolia lo miró, indignado.

—Oye, Kartachov: te agradeceré que no molestes con tus tonterías, y menos a quien no te dirige la palabra e incluso desea olvidarse de que existes.

Kartachov enrojeció y no dijo nada. Pero poco después, cuando el grupo avanzaba por el camino, exclamó de pronto:

—¡Mirad! ¡La peña de Iliucha! Ahí quería enterrarlo el capitán.

Todos se detuvieron junto a la roca. Nadie se atrevía a hablar. Aliocha la contempló y en este momento acudió a su memoria algo que Snieguiriov le había referido hacía poco. Se trataba de la escena en que Iliucha había abrazado a su padre llorando y le había dicho: «¡Cómo te ha humillado, papá!» Este recuerdo conmovió profundamente a Aliocha. Después de recorrer con la mirada las caras inocentes de sus amiguitos, exclamó:

—¡Muchachos, quiero deciros unas palabras en este lugar!

Los niños le rodearon y concentraron en él sus miradas.

—Amigos míos, vamos a separarnos. Permaneceré todavía algún tiempo con mis hermanos. Uno de ellos partirá pronto en un convoy de deportados; el otro morirá, sin duda. Yo me marcharé de esta ciudad, seguramente para mucho tiempo. O sea que vamos a separarnos. Convengamos aquí, junto a la peña de Iliucha, no olvidarlo jamás y acordarnos siempre unos de otros. Aunque estemos veinte años sin vernos y cualquiera que sea nuestro futuro, debemos recordar el momento en que hemos enterrado a nuestro querido Iliucha, a ese compañero al que apedreasteis un día y después disteis todo vuestro afecto. Era un muchacho magnífico, un corazón bondadoso y valiente, que tenía el sentimiento del honor y se rebeló valerosamente contra la ofensa inferida a su padre. Debemos recordarlo toda la vida; tanto si alcanzamos una alta posición y se nos tributan grandes honores, como si caemos en el más triste infortunio. En ningún caso debemos olvidar este momento en que hemos otorgado nuestro amor a un ser ejemplar..., este momento en que tal vez nos hemos mostrado mejores de lo que somos...

»Oídme, palomas... Permitidme que os llame así, pues todos os parecéis a esas bellas y delicadas aves... Oídme, encantadores amiguitos. Tal vez no comprendáis ahora lo que os voy a decir, porque acaso no consiga expresarme con claridad; pero estoy seguro de que más adelante, cuando recordéis mis palabras, me daréis la razón. Sabed que no hay nada más noble, más fuerte, más sano y más útil en la vida que un buen recuerdo, sobre todo cuando es un recuerdo de la infancia, del hogar paterno. Se os habla mucho de vuestra instrucción. Pues bien, un recuerdo ejemplar, conservado desde la infancia, es lo que más instruye. El que hace una buena provisión de ellos para su futuro, está salvado. E incluso si conservamos uno solo, este único recuerdo puede ser algún día nuestra salvación. Tal vez lleguemos a ser malos, incapaces de abstenernos de cometer malas acciones; tal vez nos riamos de las lágrimas de nuestros semejantes, de los que dicen, como Kolia acaba de decir: «Quiero sufrir por toda la humanidad.» Pero, por malos que podamos llegar a ser..., ¡aunque Dios nos libre de la maldad!..., por malos que podamos llegar a ser, cuando recordemos estos instantes en que hemos enterrado a Iliucha, y lo mucho que lo hemos querido estos días, y las palabras que hemos cambiado junto a esta peña, ni el más cruel y burlón de nosotros osará reírse en su fuero interno de los buenos sentimientos que han llenado su alma en este instante. Es más, tal vez este recuerdo le impida obrar mal, tal vez se detenga y se diga: «Entonces fui bueno, sincero y honrado.» Y si se ríe, poco importa: es frecuente que nos riamos sin reflexionar, por ligereza. Os aseguro que, después de reírse, se dirá desde el fondo de su corazón: «Me he equivocado. No debo reírme de estas cosas.»

—Te comprendo, Karamazov —exclamó Kolia, fijando en él una mirada fulgurante—. Así ocurrirá.

Los demás niños se mostraron también impresionados y se dispusieron a expresar sus sentimientos, pero no se atrevieron a decir nada: se limitaron a concentrar en Aliocha sus miradas resplandecientes de emoción.

Alexei continuó:

—He dicho todo esto por si algún día llegamos a ser malos. Pero ¿por qué hemos de serlo? ¿No os parece, amigos míos, que no hay ninguna razón para que lo seamos? Seremos buenos, honrados y no nos olvidaremos unos a otros. Yo os doy mi palabra de que no olvidaré a ninguno de vosotros; de que siempre, por muchos años que pasen, me acordaré de estas caras que me miran ahora. Hace un momento, Kolia ha dicho a Kartachov que queríamos ignorar que existía. Pues bien, aunque me olvide de que Kartachov existe y de que se pone colorado por cualquier cosa, como cuando dijo que sabía quién había descubierto Troya, no podré olvidar esos ojos suyos que ahora me miran alegremente... Queridos amigos: seamos todos generosos y valientes como Iliucha; bravos, nobles e inteligentes como Kolia (inteligencia que con el tiempo irá aumentando) y modestos y amables como Kartachov. Pero no hay razón para que me refiera únicamente a Kartachov y a Kolia. A todos os quiero y os querré siempre igual. Y ya que nunca os faltará un lugar en mi corazón, puedo pediros que me llevéis toda la vida en el vuestro. ¿Quién nos ha unido en este hermoso sentimiento que deseamos conservar siempre en la memoria? Iliucha, ese bondadoso y gentil muchacho al que no dejaremos nunca de querer. ¡Nunca, nunca lo olvidaremos! ¡Será un bello recuerdo que llevaremos eternamente en nuestros corazones!

—¡Sí, eternamente! —gritaron con emoción todos los niños.

—Nos acordaremos de su cara, de su traje, de sus viejos zapatitos, de su ataúd, de su desdichado padre, al que él defendió solo contra toda la clase.

—¡No lo olvidaremos! ¡Era bueno y valiente!

—¡Cuánto lo quería! —exclamó Kolia.

—Queridos muchachos, amigos míos, ¡no temáis a la vida! ¡Es tan hermosa cuando se practica el bien y se es fiel a la verdad!

—¡Sí, sí! —gritaron entusiasmados los niños.

—¡Te queremos, Karamazov! —dijo una voz, sin duda la de Kartachov.

—¡Te queremos, te queremos! —repitieron todos. Y en los ojos de algunos brillaban las lágrimas.

—¡Viva Karamazov! —gritó Kolia.

—¡Conservemos eternamente el recuerdo de nuestro pobre amiguito! —repitió Aliocha, profundamente conmovido.

—¡Eternamente!

—Karamazov —dijo Kolia—, ¿es verdad eso que dice la religión de que resucitaremos después de morir y nos volveremos a ver todos? Si es así, nos encontraremos de nuevo con Iliucha.

—Sí, es cierto; todos resucitaremos y nos volveremos a ver —respondió Aliocha, sonriendo y rebosante de fe—. Y entonces hablaremos alegremente de las cosas pasadas.

—¡Eso será magnífico! —exclamó Kolia.

—Bueno, se acabó la charla —dijo Aliocha sin dejar de sonreír—. Ahora hemos de ir a la comida de funerales. No debemos extrañarnos de que se coman tortas en estas circunstancias. Es una antigua tradición que tiene su lado bueno. ¡Vamos ya, cogidos de la mano!

—¡Siempre iremos así: cogidos de la mano! —dijo Kolia. Y volvió a gritar con todas sus fuerzas—: ¡Viva Karamazov!

—¡Viva! —corearon todos los niños.


FIN


notes

Notas a pie de página


1Diminutivo de Dmitri, Demetrio

2San Lucas, 2, 29

3Diminutivo de Alexei

4San Juan, 20, 28.

5San Mateo, 19, 21.

6Cisma que se produjo en la Iglesia rusa a mediados del siglo XVII.

7Jefe de policía de distrito

8Compositor y director de orquesta famoso

9Metropolitano de Moscú en la época de Catalina II.

10Ilustre y culta dama amiga de Catalina II.

11Célebre favorito de Catalina II.

12Libro litúrgico que habla de los oficios de ciertas fiestas fijas

13Forma familiar y cariñosa de Anastasia

14Forma familiar y cariñosa de Nikita.

15San Mateo, 2, 18.

16San Lucas, 7, 47.

17Diminutivo de Mikhail.

18Diminutivo de Agrafena (Agripina).

19Era corriente ver en las mesas rusas tres clases de pan: blanco, moreno y negro.

20Bebida fermentada que se hace con malta, pan negro y otros ingredientes.

21Papilla hecha con patatas.

22Secta que apareció en Rusia en el siglo XVII y que se entregaba a ciertos ritos secretos y frenéticos.

23Famosos establecimientos de comestibles.

24Tiro de tres caballos

25Miembro de una secta de eunucos.

26San Marcos, 4, 24.

27No necesito su agradecimiento, señora. (Verso de la obra de Schiller El guante.)

28Diminutivo de Ilia

29Sosna, pino; so sna, sueños.

30Alejandro II, que abolió la esclavitud.

31San Mateo, 24, 36.

32San Juan, El Apocalipsis.

33San Mateo, 24, 27

34San Marcos, 5, 41

35Palabra rusa que significa «perro echado».

36Cierto tipo de coche de viaje.

37La revolución de diciembre de 1825.

38Cierto grado de religioso profeso.

39Cuando muere un simple monje y su cuerpo se traslada de la celda a la iglesia, así como al llevarlo, después de las honras fúnebres, de la iglesia al cementerio, se canta el versículo «¡Qué venturosa vida!» Si el difunto es un religioso profeso de segundo grado se canta el himno «Ayuda y protección».

40Basta es el título de una novela de Iván Turgueniev

41El escritor satírico Chtchedrine, fallecido en 1889, dirigi6 durante algún tiempo, con Nekrasov, la revista liberal El Contemporáneo, que más de una vez tuvo graves conflictos con la censura.

42Vocativo de pan, «señor» en polaco.

43«Si mi reina lo consiente...»

44«Este señor no ha visto a ninguna polaca.»

45«Este señor es un miserable.»

46«Puedes estar seguro.»

47Protagonista del famoso poema de Gogol

48«¿Qué hora es, caballero?»

49«Yo no me opongo. Yo no he dicho nada.»

50«Señores.»

51«Encantado, señor. Bebamos.»

52«Ilustrísimo.»

53«Muy bien dicho.»

54«¿Cómo no ha de amar uno a su patria?»

55«Es demasiado tarde, señor.»

56«Es lo mejor.»

57«Siéntense, señores.»

58«Cien rublos, doscientos rublos...»

59«Entre amigos no se habla en ese tono.»

60«¿Es una broma?»

61«¿Qué derecho tiene usted a hablar así?»

62«¿Qué quiere?»

63«¿En qué puedo servirle, señor?»

64«¿Tres mil, señor?»

65«¿Eso es todo?»

66«Me siento profundamente ofendido.»

67«Estoy asombrado.»

68Obstinada

69«Si quieres seguirme, ven; si no, adiós.»

70Comisario de policía de distrito.

71Grado de la jerarquia civil que equivale a la de teniente coronel.

72Las grandes reformas sociales, judiciales y administrativas de Alejandro II.

73Consejo de distrito que se encargaba del mantenimiento de los hospitales, las escuelas, etc.

74Testigos reclutados entre los habitantes de la población.

75De Silentium, poesía de Tiutchev.

76Señor coronel

77Funcionario de duodécima clase.

78Diminutivo de Nikolai

79Nastia, diminutivo de Anastasia; Kostia, diminutivo de Constantino.

80La «Tercera Sección», policía secreta para asuntos políticos, tenía su sede cerca del puente de las Cadenas.

81Famosa revista que se editaba en Londres y se introducía clandestinamente en Rusia.

82Nombre familiar de Petersburgo.

83Alejandro Gatsouk, editor de periódicos y almanaques.

84Palabras de Mestakov, personaje de El Revisor, de Gogol.

85En alemán, «Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espiritu Santo».

86Gogol, Almas muertas.

87Este castillo aparece en una novela titulada Los misterios de Udolphe, de Ann Radcliffe (1794), que tuvo gran éxito en toda Europa.

88San Juan, 10, 11.

89San Pablo. Epístola a los Efesios, 6, 4.

90Alusión a un epígrafe de La Campana, de Schiller.

91San Mateo, 7, 2; San Marcos, 4, 7.4.

92Banda de tela o de papel con imágenes que se coloca en torno de la cabeza de los difuntos.


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