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La Comunidad del Anillo
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Текст книги "La Comunidad del Anillo"


Автор книги: John Ronald Reuel Tolkien



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2



De la hierba para pipa



Hay otra cosa entre los antiguos Hobbits que merece mencionarse; un hábito sorprendente: absorbían o inhalaban, a través de pipas de arcilla o madera, el humo de la combustión de una hierba llamada hojao hierba para pipa, quizá una variedad de la Nicotiana. Hay mucho misterio en el origen de esta costumbre peculiar, o de este «arte», como los Hobbits preferían llamarlo. Todo lo que se descubrió en la antigüedad sobre el tema fue recopilado por Meriadoc Brandigamo (más tarde Señor de Los Gamos), y puesto que él y el tabaco de la Cuaderna del Sur son parte de la historia que sigue, sus comentarios en la introducción al Herbario de la Comarcamerecen ser citados aquí.

«Este arte —dice– es el único que podemos reclamar como de invención nuestra. En qué época empezaron a fumar los Hobbits es un enigma; todas las leyendas e historias familiares lo dan por sabido; durante años la gente de la Comarca fumó diversas hierbas, algunas malolientes, otras aromáticas. Pero todos los documentos concuerdan en un punto: Tobold Corneta de Valle Largo en la Cuaderna del Sur fue el primero que cultivó un verdadero tabaco de pipa en los días de Isengrim II, alrededor del año 1070 del Cómputo de la Comarca. Los mejores cultivos todavía provienen de ese distrito, especialmente las variedades que ahora se conocen como Hoja Valle Largo, Viejo Toby y Estrella Sureña.

»No está registrado cómo el viejo Toby obtuvo la planta, pues murió sin decírselo a nadie. Sabía mucho sobre hierbas, aunque no era viajero. Se cuenta que en su juventud iba a menudo a Bree; ciertamente nunca se alejó de la Comarca más allá de Bree. Por lo tanto es muy posible que haya conocido esta planta en Bree, donde hoy se da bien en la vertiente sur de la colina; los Hobbits de Bree pretenden haber sido los primeros fumadores de esta hierba. Aseguran, por supuesto, que se adelantaron en todo a la gente de la Comarca, a quienes llaman “colonos”; pero en este caso la pretensión es, a mi entender, probablemente cierta, pues todo indica que fue en Bree donde nació el arte de fumar la verdadera hierba, y desde allí se extendió en el curso de los últimos siglos entre los Enanos y algunos otros pueblos, como los Montaraces, los Magos y los vagabundos que iban y venían aún por aquella antigua encrucijada de caminos. El centro y hogar de este arte se encuentra, pues, en la posada de Bree, El Poney Pisador, propiedad de la familia Mantecona desde épocas remotas.

»Al mismo tiempo, mis propias observaciones en los viajes que hice al sur me convencieron de que la hierba no es originaria de nuestra región, sino que vino del Anduin inferior hacia el norte, traída, creo yo, del otro lado del Mar por los Hombres de Oesternesse. Crece en abundancia en Gondor, y allí es más grande y exuberante que en el norte, donde nunca se la encuentra en estado salvaje; florece sólo en lugares cálidos y abrigados, como Valle Largo. Los Hombres de Gondor la llaman galenas dulce, y la aprecian por la fragancia de las flores. Desde esas tierras la habrían llevado al norte remontando el Camino Verde durante los largos siglos que median entre la llegada de Elendil y nuestros días. Pero hasta los Dúnedain de Gondor nos otorgan este crédito: los Hobbits fueron los primeros que la fumaron en pipa. Ni siquiera los Magos lo intentaron antes que nosotros. Aunque un Mago que conocí adquirió este arte mucho tiempo atrás, mostrándose tan hábil como en todas las otras cosas a las que llegó a dedicarse.»


3



De la ordenación de la Comarca



La Comarca se dividía en cuatro distritos, las Cuadernas, denominadas del Norte, del Sur, del Este y del Oeste, y éstas a su vez en regiones que aún llevaban los nombres de algunas de las viejas familias principales, aunque en la época de esta historia esos nombres no se encontraban sólo en las regiones respectivas. Casi todos los Tuk vivían aún en las Tierras de Tuk, lo que no ocurría con muchas otras familias, tales como los Bolsón o los Boffin. Más allá de las Cuadernas estaban las Fronteras Este y Oeste: el país de Los Gamos (p. 136); y la Frontera Occidental añadida a la Comarca en el año 1462 (CC).

La Comarca en ese entonces apenas tenía «gobierno». Las familias cuidaban en general de sus propios asuntos y dedicaban la mayor parte del día al cultivo y consumo de alimentos. En otras cuestiones eran por lo común gente generosa, tranquila y poco ambiciosa, de modo que las heredades, granjas, talleres y pequeñas industrias tendían a conservarse invariables durante generaciones.

La antigua tradición que hablaba de un rey de Fornost o Norburgo, como lo llamaban muy al norte de la Comarca, se conservaba todavía, por supuesto. Pero no hubo rey durante casi mil años, y las ruinas de Norburgo estaban cubiertas de hierba. Sin embargo, los Hobbits se acordaban aún de pueblos salvajes y criaturas malignas (como los trolls) que no habían oído hablar del rey. Atribuían al antiguo rey todas las leyes esenciales y por lo general las aceptaban de buen grado, ya que eran Los Preceptos (como ellos decían) a la vez antiguos y justos.

Es verdad que la familia Tuk ocupó una posición preeminente durante mucho tiempo; pues el cargo de Thain había pasado de los Gamoviejo a los Tuk algunos siglos antes, y desde entonces el jefe Tuk había llevado siempre ese título. El Thain era jefe de la asamblea de la Comarca y capitán del acantonamiento y la hobbitería en armas. Pero como la tropa y la asamblea eran convocadas sólo en casos de emergencia, que ya no ocurrían, la dignidad del Thain era apenas nominal. A la familia Tuk se la respetaba especialmente, pues seguía siendo numerosa y muy rica, y tenía la capacidad de producir en cada generación personajes recios, de costumbres peculiares y temperamento aventurero. Estas últimas cualidades, sin embargo, eran más toleradas (en los ricos) que generalmente aprobadas. No obstante, se mantuvo la costumbre de llamar El Tuk al jefe de la familia, y se agregaba al nombre —si era necesario– un número, como por ejemplo Isengrim II.

El único oficial verdadero en la Comarca era en esa época el Alcalde de Cavada Grande (o de la Comarca), y que era elegido cada siete años en la Feria Libre de las Quebradas Blancas, en Lithe, es decir, en el solsticio de verano. Como alcalde, su casi única obligación consistía en presidir los banquetes en las fiestas de la Comarca, que se celebraban con frecuencia. Pero a la alcaldía se agregaban los oficios de Jefe de Correos y Primer Oficial, de modo que el alcalde ordenaba tanto los servicios de mensajeros como los policiales. Éstos eran los únicos servicios de la Comarca, y los mensajeros los más numerosos y los más atareados. Los Hobbits no eran todos instruidos, de ningún modo; pero los que lo eran escribían constantemente a todos los amigos y algunos parientes que vivían más allá de una tarde de marcha.

Oficiales era el nombre que los Hobbits daban a sus policías o al equivalente más cercano. Por supuesto, no llevaban uniforme (cosas así eran completamente desconocidas), sino una simple pluma en el sombrero, y en la práctica eran guardias campestres, más que policías, y se ocupaban más de los animales extraviados que de las gentes. En toda la Comarca sólo había doce: tres en cada Cuaderna, para trabajos internos. Un cuerpo bastante mayor, que variaba de acuerdo con la necesidad, estaba dedicado a «batir las fronteras» e impedir que la Gente del Exterior de cualquier clase, grandes o pequeños, molestaran demasiado.

En la época en que empieza esta historia, los Fronteros, como se los llamaba, se habían multiplicado mucho. Había numerosos informes y quejas acerca de personas y criaturas extrañas que merodeaban fuera o dentro de los lindes: primer signo de que todo no estaba completamente en orden, como lo había estado siempre, excepto en cuentos y leyendas de otro tiempo. Muy pocos prestaron atención a tales indicios, y ni siquiera Bilbo tenía aún noción de lo que esto presagiaba. Habían pasado sesenta años desde que emprendiera el memorable viaje, y era viejo hasta para los Hobbits, quienes con frecuencia alcanzaban los cien años, pero era evidente que todavía conservaba mucho de la considerable fortuna que había traído de vuelta. Cuánto, o cuán poco, no lo había revelado a nadie, ni siquiera a Frodo, su sobrino favorito. Y todavía guardaba en secreto el anillo que había encontrado.


4



Del descubrimiento del anillo



Como se cuenta en El Hobbit, un día llegó a la puerta de Bilbo el gran Mago, Gandalf el Gris, y con él trece enanos: nada menos que Thorin Escudo-de-Roble, descendiente de reyes, y doce compañeros de exilio. Bilbo salió con ellos, del todo perplejo, en una mañana de abril del año 1341 del Cómputo de la Comarca, a la búsqueda del gran tesoro: el tesoro oculto de los Reyes Enanos de la Montaña, debajo de Erebor en Valle, lejos al este. La búsqueda fue fructífera, y dieron muerte al Dragón que custodiaba el tesoro. Sin embargo, aunque antes del triunfo final se libró la Batalla de los Cinco Ejércitos, en la que murió Thorin, y se realizaron muchas proezas, el asunto habría incumbido apenas a la historia posterior o sólo hubiera merecido algo más que un comentario en los largos anales de la Tercera Edad, de no haber mediado una causa fortuita: el grupo fue asaltado por orcos en un alto paso de las Montañas Nubladas, en el camino hacia las Tierras Ásperas, y sucedió que Bilbo se perdió un tiempo en las profundas y negras minas subterráneas de los orcos, bajo la montaña, y allí, tanteando en vano en la oscuridad, posó la mano sobre un anillo, caído en el piso de un túnel. Se lo guardó en el bolsillo. En ese momento el hallazgo pareció casual.

Tratando de encontrar la salida, Bilbo siguió descendiendo a las profundidades de la montaña, hasta que no pudo continuar. En el fondo de la galería había un lago helado, lejos de toda luz, y en una isla rocosa, en medio de las aguas, vivía Gollum. Era una pequeña y aborrecible criatura; impulsaba un botecito con un pie ancho y plano, acechando con ojos pálidos y luminosos; metía los dedos largos en el agua, sacaba un pescado ciego, y se lo devoraba crudo. Se alimentaba de cualquier cosa viviente, aun orcos, si podía apresarlos y estrangularlos sin lucha. Era dueño de un tesoro secreto que había llegado a él en pasadas edades, cuando todavía vivía a la luz: un anillo de oro que hacía invisible a quien lo usaba. Era lo único que amaba, su «tesoro» y hablaba con él aunque no lo llevaba consigo. Lo mantenía oculto y a salvo en un agujero de la isla, excepto cuando cazaba o espiaba a los orcos de las minas.

Quizá habría atacado a Bilbo inmediatamente, si cuando se encontraron hubiese llevado el anillo; pero no fue así, y el hobbit tenía en la mano una daga de los Elfos, que le servía de espada. Para ganar tiempo, Gollum desafió a Bilbo al Juego de los Enigmas, diciéndole que propondría un enigma, y si Bilbo no podía resolverlo, lo mataría y se lo comería. Pero si Bilbo lo derrotaba, haría lo que él quisiera, y le mostraría la salida a través de los túneles.

Perdido sin esperanza en las tinieblas, y no pudiendo avanzar ni retroceder, Bilbo aceptó el desafío. Se plantearon mutuamente distintos acertijos. Por fin Bilbo ganó, quizá más por buena suerte que por inteligencia, pues mientras pensaba en algún otro acertijo, encontró en el bolsillo el anillo que había recogido y olvidado y exclamó: ¿Qué tengo en el bolsillo?Gollum no pudo responder, aunque consiguió que Bilbo aceptara tres respuestas.

Las autoridades, es cierto, difieren acerca de si esta última era una simple pregunta o un verdadero enigma, de acuerdo con las reglas estrictas del juego; pero todos están de acuerdo en que después de aceptar y tratar de adivinar la respuesta, la promesa ataba a Gollum. Bilbo lo obligó a mantener su palabra, pues se le ocurrió la idea de que ese ser escurridizo podía ser falso, aunque tales promesas eran sagradas, y aun las criaturas más malignas siempre habían temido romperlas. Pero después de pasar tantos años solo en la oscuridad, el corazón de Gollum era negro, y abrigaba la traición. Se escabulló y retornó a su isla no muy lejana, en las aguas oscuras, de la que Bilbo nada sabía. Allí, pensaba, estaba el anillo. Se sentía ahora hambriento y enojado; pero una vez que tuviese el «tesoro» con él, ya no temería ningún ataque.

Pero el anillo no estaba en la isla; lo había perdido o había desaparecido. El grito penetrante de Gollum estremeció a Bilbo, quien todavía no entendía lo que había pasado. Gollum había encontrado por fin la respuesta al enigma, pero demasiado tarde. ¿Qué tiene en el bolsillo?, gritó. Los ojos le brillaban como una llamarada verde cuando volvió rápidamente sobre sus pasos, decidido a asesinar al hobbit y recobrar el «tesoro». Justo a tiempo, Bilbo vio el peligro y huyó ciegamente por el pasaje, alejándose del agua; y una vez más la buena suerte lo salvó. Porque mientras corría metió la mano en el bolsillo, y el anillo se le deslizó suavemente en el dedo; de modo que Gollum pasó a su lado sin verlo cuando iba a vigilar la puerta de salida para que el «ladrón» no escapase. Bilbo siguió cautelosamente a Gollum, que corría maldiciendo y hablando consigo mismo sobre su «tesoro». Por esta charla Bilbo entendió al fin, y la esperanza acudió a él en las sombras; había encontrado el maravilloso anillo y con él la probabilidad de escapar de los orcos y de Gollum.

Por fin se detuvieron frente a una abertura oculta que llevaba a las puertas inferiores de las minas, en la ladera oriental de las montañas. Allí Gollum se agazapó, acechando, husmeando y escuchando. Bilbo estuvo tentado de atravesarlo con la espada, pero le dio lástima, pues aunque tenía el anillo, que era su única esperanza, no lo utilizaría como ayuda para matar a la maldita criatura a traición. Por último, armándose de coraje, saltó por encima de Gollum en la oscuridad y huyó pasaje adelante perseguido por los gritos de odio y desesperación de su enemigo: ¡Ladrón! ¡Ladrón! ¡Bolsón! ¡Te odiaré siempre!


Cosa curiosa, pero ésta no es la historia que Bilbo contó al principio a sus compañeros. Les dijo que Gollum le había prometido un regalo, si él, Bilbo, ganaba en el juego; pero cuando Gollum fue a la isla descubrió que el tesoro había desaparecido: era un anillo mágico que le habían regalado en un cumpleaños mucho tiempo atrás. Bilbo sospechaba que ése era el anillo que había encontrado, y como había ganado el juego, le correspondía por derecho. Pero como en aquel momento se encontraba en un apuro, no había dicho nada, y dejó que Gollum le mostrase la salida al exterior más como recompensa que como regalo. Bilbo asentó este informe en sus memorias, y parece que nunca lo alteró, ni siquiera después del Concilio de Elrond. Evidentemente sigue apareciendo así en el Libro Rojo y en varias copias y resúmenes. Pero muchos ejemplares contienen la verdadera versión (como una variante), derivada sin duda de notas de Frodo o Samsagaz, pues ambos conocieron la verdad, aunque parece que no desearon cambiar nada de lo que el viejo hobbit había escrito.

Gandalf, sin embargo, en seguida puso en duda la historia original de Bilbo, y quiso saber algo más del anillo. Al fin obtuvo la verdadera historia después de mucho preguntar a Bilbo, lo que por un tiempo enfrió las relaciones entre ellos; el mago entendía que la verdad era importante. Aunque no se lo dijo a Bilbo, pensó que era también importante y perturbador saber que el buen hobbit no había dicho la verdad desde el principio, cosa bastante contraria a su costumbre. La idea de un «regalo», sin embargo, no era mera invención del hobbit. Se la había sugerido a Bilbo, y así lo confesó, lo que alcanzó a oír a Gollum, quien en efecto denominó al anillo muchas veces «regalo de cumpleaños». También esto le pareció a Gandalf extraño y sospechoso, pero no descubrió la verdad al respecto hasta muchos años después, como se verá luego en este libro.


De las posteriores aventuras de Bilbo muy poco hay que decir aquí. Con ayuda del anillo escapó de los orcos que guardaban la puerta y se reunió con sus compañeros. Usó el anillo muchas veces mientras iba de un lado a otro, principalmente para ayudar a sus amigos, pero guardó el secreto todo lo que pudo. Ya en su casa nunca habló de él con nadie, excepto con Gandalf y Frodo; y ningún hobbit de la Comarca supo de la existencia del anillo, o por lo menos así lo creyó él. Sólo a Frodo mostró el informe del viaje que estaba escribiendo.

Colgó la espada, Dardo, sobre el hogar, y la maravillosa cota de malla, regalo de los Enanos, tomada del tesoro escondido del Dragón, la prestó a un museo: la Casa de los Mathoms de Cavada Grande. Pero en una gaveta, en Bolsón Cerrado, conservó la vieja capa y el gorro que había llevado en sus viajes. En cuanto al anillo, lo guardó siempre en un bolsillo sujeto a una hermosa cadena.

Volvió a su hogar en Bolsón Cerrado el 22 de junio de su quincuagesimosegundo año (1342 CC), y nada digno de mención sucedió en la Comarca hasta que el señor Bolsón comenzó a preparar la celebración de su cumpleaños centesimodecimoprimero (1401 CC). En ese punto comienza esta Historia.


NOTA SOBRE LOS ARCHIVOS DE LA COMARCA



A fines de la Tercera Edad el papel desempeñado por los Hobbits en los importantes acontecimientos que llevaron a la inclusión de la Comarca en el Reino Reunido despertó en ellos una mayor curiosidad por su propia historia, y numerosas tradiciones que hasta entonces habían sido sobre todo orales, fueron recogidas y consignadas por escrito. Las más grandes familias se interesaron también en los acontecimientos del Reino en general, y muchos de sus miembros estudiaron las historias y leyendas antiguas. Al concluir la Cuarta Edad había ya en la Comarca numerosas bibliotecas que contenían muchos libros de historia y archivos.

Las más importantes de esas colecciones eran sin duda las de Torres de Abajo, las de Grandes Smials y las de Casa Brandi. El presente relato del fin de la Tercera Edad fue sacado en su mayor parte del Libro Rojo de la Frontera del Oeste. Fuente principal para la historia de la Guerra del Anillo, se llama así por haber sido conservado mucho tiempo en las Torres de Abajo, residencia de los Belinfantes, Guardianes de la Frontera del Oeste 3. El libro fue en un principio el diario personal de Bilbo, que lo llevó a Rivendel. Frodo lo trajo luego a la Comarca junto con muchas hojas de notas, y en los años 1420-1421 (CC) completó casi del todo la historia de la guerra. Pero anexados a esas páginas, y conservados con ellas, probablemente en una caja roja, había tres gruesos volúmenes encuadernados en cuero rojo que Bilbo le entregó como regalo de despedida. A estos cuatro volúmenes se le sumó en la Frontera del Oeste un quinto con comentarios, genealogías y algunas otras referencias a propósito de los hobbits de la Comunidad.

El Libro Rojo original no se conserva, pero se hicieron muchas copias, sobre todo del primer volumen, para uso de los descendientes de los hijos del señor Samsagaz. Sin embargo, la copia más importante fue conservada en Grandes Smials y se escribió en Gondor, sin duda a petición del biznieto de Peregrin y completada en 1592 en el Cómputo de la Comarca (172 de la Primera Edad). El escriba del Sur añadió la nota siguiente: «Findegil, escriba del rey, termina esta obra en IV 172. Es copia fiel del Libro del Thain de Minas Tirith, por orden del rey Elessar, del Libro Rojo de Periannath, que fue traído por el Thain Peregrin cuando se retiró a Gondor en IV 64».

El Libro del Thain fue así la primera copia del Libro Rojo y contiene muchas cosas hasta entonces omitidas o perdidas. En Minas Tirith se le añadieron numerosas anotaciones y citas en lenguas élficas, y se le agregó una versión abreviada de parte de la Historia de Aragorn y de Arwen, que no se refiere a la guerra. Se supone que la historia completa fue escrita por Barahir, nieto del intendente Faramir, poco después de la muerte del rey. Pero la copia de Findegil es importante porque sólo ella reproduce la totalidad de las «Traducciones del élfico» que Bilbo llevara a cabo. Se ha comprobado que esos tres volúmenes son una obra de gran talento y erudición, y que entre los años 1403 y 1418 Bilbo se sirvió de todas las fuentes tanto orales como escritas de que disponía en Rivendel. Pero como Frodo aparece citado pocas veces, pues esas páginas se refieren casi exclusivamente a los Días Antiguos, no diremos más aquí.

Como Meriadoc y Peregrin llegaron a ser cabezas de grandes familias, manteniendo siempre alguna relación con las gentes de Rohan y Gondor, en las bibliotecas de Gamoburgo y Alforzada se encuentran muchas cosas que no aparecen en el Libro Rojo. En Casa Brandi abundaban los libros que trataban de Eriador y la historia de Rohan. Algunos fueron compuestos o comenzados por el mismo Meriadoc, aunque en la Comarca se lo recuerda sobre todo por el Herbario de la Comarcay el Cómputo de los Añosdonde estudió las relaciones de los calendarios de la Comarca y de Bree con los de Rivendel, Gondor y Rohan. Meriadoc escribió también un breve tratado, Palabras y Nombres Antiguos de la Comarca, donde se interesa particularmente en descubrir el parentesco de la lengua de los Rohirrim con algunas palabras de la Comarca, como mathom, y los elementos antiguos en los nombres topográficos.

Los libros de Grandes Smials tenían menos interés para las gentes de la Comarca, aunque son en verdad importantes para la historia más general. Ninguno de ellos era de mano de Peregrin, pero él y sus sucesores reunieron muchos manuscritos de los escribas de Gondor, principalmente copias y resúmenes de historias y leyendas relativas a Elendil y sus herederos. Sólo aquí en la Comarca es posible encontrar abundante material para la historia de Númenor y el ascenso de Sauron. La Cuenta de los Años 4fue compuesta sin duda en Grandes Smials a partir de unos textos reunidos por Meriadoc. Aunque las fechas son a menudo conjeturales, sobre todo para la Segunda Edad, merecen alguna atención. Es posible que Meriadoc haya obtenido información de Rivendel, que visitó muchas veces. Aunque Elrond habìa partido, sus hijos permanecieron largo tiempo junto con algunos Altos Elfos. Se dice que Celeborn fue a vivir allí tras la marcha de Galadriel, pero no hay ninguna noticia sobre el día en que partió al fin hacia los Puertos Grises, y con él desapareció el último testigo de los Días Antiguos en la Tierra Media.



LIBRO PRIMERO




1



UNA REUNIÓN MUY ESPERADA



Cuando el señor Bilbo Bolsón de Bolsón Cerrado anunció que muy pronto celebraría su cumpleaños centesimodecimoprimero con una fiesta de especial magnificencia, hubo muchos comentarios y excitación en Hobbiton.

Bilbo era muy rico y muy peculiar, y había sido el asombro de la Comarca durante sesenta años, desde su memorable desaparición e inesperado regreso. Las riquezas que había traído de aquellos viajes se habían convertido en leyenda local, y era creencia común, contra todo lo que pudieran decir los viejos, que en la Colina de Bolsón Cerrado había muchos túneles atiborrados de tesoros. Como si esto no fuera suficiente para darle fama, el prolongado vigor del señor Bolsón era la maravilla de la Comarca. El tiempo pasaba, pero parecía afectarlo muy poco. A los noventa años tenía el mismo aspecto que a los cincuenta. A los noventa y nueve comenzaron a considerarlo «bien conservado», pero «sin cambios» hubiese estado más cerca de la verdad. Había muchos que meneaban la cabeza pensando que eran demasiadas cosas buenas; parecía injusto que alguien tuviese (en apariencia) una juventud eterna, y a la vez (se suponía) bienes inagotables.

—Tendrá que pagar —decían—. ¡No es natural, y traerá problemas!


Pero tales problemas no habían llegado, y como el señor Bolsón era generoso con su dinero, la mayoría de la gente estaba dispuesta a perdonarle sus rarezas y su buena fortuna. Se visitaba con sus parientes (excepto, claro está, los Sacovilla-Bolsón) y contaba con muchos devotos admiradores entre los hobbits de familias pobres y poco importantes. Sin embargo, no tuvo amigos íntimos, hasta que algunos de sus primos más jóvenes fueron haciéndose adultos.

El primo mayor, y el favorito de Bilbo, era el joven Frodo Bolsón. Cuando Bilbo cumplió noventa y nueve, adoptó a Frodo como heredero y lo llevó a vivir consigo a Bolsón Cerrado; las esperanzas de los Sacovilla-Bolsón se desvanecieron del todo. Ocurría que Bilbo y Frodo cumplían años el mismo día: el 22 de septiembre. «Mejor será que te vengas a vivir aquí, muchacho», dijo Bilbo un día, «y así podremos celebrar nuestros cumpleaños cómodamente juntos». En aquella época, Frodo estaba todavía en la «veintena», como los hobbits llamaban a los irresponsables veinte años que median entre los trece y los treinta y tres.


Pasaron doce años más. Los Bolsón habían dado siempre bulliciosas fiestas de cumpleaños en Bolsón Cerrado; pero ahora se tenía entendido que algo muy excepcional se planeaba para el otoño. Bilbo cumpliría ciento once años, un número bastante curioso y una edad muy respetable para un hobbit (el viejo Tuk había alcanzado sólo los ciento treinta; y Frodo cumpliría treinta y tres, un número importante: el de la mayoría de edad).

Las lenguas empezaron a moverse en Hobbiton y Delagua: el rumor del próximo acontecimiento corrió por toda la Comarca. La historia y el carácter del señor Bilbo fueron de nuevo el tema principal de conversación, y las gentes más viejas descubrieron que los cuentos del pasado eran de pronto bien recibidos por todos.

Nadie tuvo auditorio más atento que el viejo Ham Gamyi, conocido comúnmente como «el Tío». Contaba sus historias en La Mata de Hiedra, una pequeña posada en el camino de Delagua, y hablaba con cierta autoridad, pues había cuidado el jardín de Bolsón Cerrado durante cuarenta años, y anteriormente había ayudado al viejo Cavada en esas mismas tareas. Ahora que envejecía y se le endurecían las articulaciones, el trabajo estaba a cargo generalmente de su hijo más joven, Sam Gamyi. Tanto el padre como el hijo tenían muy buenas relaciones con Bilbo y Frodo. Vivían en la Colina misma, en Bolsón de Tirada número 3, justo debajo de Bolsón Cerrado.

—El señor Bilbo es un caballero hobbit muy bien hablado, como he dicho siempre —declaró el Tío.

Decía la verdad, pues Bilbo era muy cortés con él, y lo llamaba «maestro Hamfast» y lo consultaba constantemente sobre el crecimiento de las legumbres; en materia de tubérculos, especialmente de patatas, reconocía al Tío como autoridad máxima en las vecindades (incluyéndose él mismo).

—¿Quién es ese Frodo que vive con él? —preguntó el viejo Nogales de Delagua—. Se apellida Bolsón, pero dicen que es mitad Brandigamo. No entiendo por qué un Bolsón de Hobbiton ha de buscar esposa en Los Gamos, donde la gente es tan extraña.

—Claro que son extraños —intervino Papá Dospiés, el vecino del Tío—. Sí, viven en la orilla mala del Brandivino y a la derecha de Bosque Viejo. Un lugar siniestro y tenebroso, si es cierto la mitad de lo que se cuenta.

—¡Tienes razón, Pa! —dijo el Tío—. No porque los Brandigamo de Los Gamos vivan en Bosque Viejo; pero son una familia rara, parece. Se divierten con botes en ese gran río, y eso no es natural; no me asombra que no salga nada bueno; pero de cualquier modo el señor Frodo es un joven hobbit tan agradable como el que más. Muy parecido al señor Bilbo, y no sólo en el aspecto. Al fin y al cabo, el padre era un Bolsón. Hobbit decente y respetable, el señor Drogo Bolsón; nunca dio mucho que hablar, hasta que se ahogó.

—¿Se ahogó? —dijeron varias voces.

Habían oído antes este y otros rumores más sombríos, naturalmente; pero los hobbits tienen pasión por las historias de familia, y estaban dispuestos a oírlo todo de nuevo.

—Bien, así dicen—dijo el Tío—. Verán: el señor Drogo se casó con la pobre señorita Prímula Brandigamo; ella era prima hermana por parte de madre de nuestro señor Bilbo (la madre era la hija menor del viejo Tuk), y el señor Drogo era primo segundo. Así el señor Frodo es primo hermano y segundo del señor Bilbo, o sobrino por ambas partes, si ustedes me siguen. El señor Drogo estaba viviendo en Casa Brandi con el suegro, el viejo señor Gorbadoc, cosa que hacía a menudo (pues era de muy buen comer, y la mesa del viejo Gorbadoc estaba siempre bien servida), y salió a navegar por el Brandivino; se ahogaron él y su mujer; el pobre señor Frodo era niño aún.

—He oído que se fueron al río después de la cena, a la luz de la luna —dijo el viejo Nogales—, y que fue el peso de Drogo lo que hizo zozobrar la embarcación.

—Y yohe oído que ella lo empujó y que él tiró de ella y la arrastró al agua —dijo Arenas, el molinero de Hobbiton.

—No prestes atención a todo lo que se dice, Arenas —dijo el Tío, que no estimaba mucho al molinero—. No es necesario hablar de empujones y tirones. Los botes son bastante traicioneros aun para los pasajeros más apacibles. No le busquemos cinco pies al gato. De cualquier manera el señor Frodo quedó huérfano, desamparado, como se dice, entre aquellos extraños gamunos, y fue educado de algún modo en Casa Brandi. Una simple conejera, según dicen. El viejo señor Gorbadoc nunca tenía menos de doscientos parientes en el lugar. El señor Bilbo se mostró de veras bondadoso cuando trajo al joven a vivir entre gente decente.

”Pero reconozco que fue un rudo golpe para los Sacovilla-Bolsón. Pensaban quedarse con Bolsón Cerrado, cuando Bilbo desapareció y se lo dio por muerto. Y he aquí que vuelve, los echa, y sigue viviendo y viviendo, manteniéndose siempre joven, ¡bendito sea! Y de pronto presenta un heredero con todos los papeles en regla. Los Sacovilla-Bolsón nunca volverán a ver Bolsón Cerrado por dentro, o al menos así lo esperamos.

—He oído decir que hay una considerable cantidad de dinero escondida allí —dijo un extranjero, viajante de comercio de Cavada Grande en la Cuaderna del Oeste—, y que todo lo alto de la colina de ustedes está plagado de túneles atestados de cofres con plata, oro y joyas.

—Entonces ha oído más de lo que yo podría decir ahora —respondió el Tío—. No sé nada de joyas. El señor Bilbo es generoso con su dinero y parece no faltarle; pero no sé nada de túneles. Vi al señor Bilbo cuando volvió, unos sesenta años atrás, cuando yo era muchacho. A poco de emplearme como aprendiz, el viejo Cavada (primo de mi padre) me hizo subir a Bolsón Cerrado para ayudarlo a evitar que la gente pisoteara el jardín mientras duraba la subasta y he aquí que en medio de todo aparece el señor Bilbo subiendo la colina, montado en un poney y cargando unas valijas enormes y un par de cofres. No dudo de que esta carga fuera en su mayor parte ese tesoro que él trajo de sitios lejanos, donde hay montañas de oro, según dicen, pero no era tanto como para llenar túneles. Mi muchacho Sam sabrá más acerca de esto, pues allí entra y sale cuando quiere. Lo enloquecen las viejas historias y escucha todos los relatos del señor Bilbo. El señor Bilbo le ha enseñado a leer, sin que ello signifique un daño, noten ustedes, y espero de veras que no le traiga ningún daño.


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