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La Comunidad del Anillo
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Текст книги "La Comunidad del Anillo"


Автор книги: John Ronald Reuel Tolkien



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”«Piénsalo bien, pero no demasiado tiempo», dijo él.

”«El tiempo que me lleve pensarlo es cosa mía», respondió Dáin.

”«Por el momento», dijo él, y desapareció en la oscuridad.

”Desde aquella noche un peso ha agobiado los corazones de nuestros jefes. No hubiésemos necesitado oír la voz lóbrega del mensajero para saber que palabras semejantes encerraban a la vez una amenaza y un engaño, pues el poder que se había aposentado de nuevo en Mordor era el mismo de siempre, y ya nos había traicionado antes. Dos veces regresó el mensajero, y las dos veces se fue sin respuesta. La tercera y última vez, así nos dijo, llegara pronto, antes que el año acabe.

”Al fin Dáin me encomendó advertirle a Bilbo que el Enemigo lo busca, y averiguar, si esto era posible, por qué deseaba ese anillo, el más insignificante de los anillos. Deseábamos oír además el consejo de Elrond. Pues la Sombra crece y se acerca. Hemos sabido que otros mensajeros han llegado hasta el Rey Brand en Valle, y que está asustado. Tememos que ceda. La guerra ya está a punto de estallar en las fronteras occidentales de Valle. Si no respondemos, el Enemigo puede atraerse a algunos Hombres y atacar al Rey Brand, y también a Dáin.

—Has hecho bien en venir —dijo Elrond—. Oirás hoy todo lo que necesitas saber para entender los propósitos del Enemigo. No hay nada que podáis hacer, aparte de resistiros, con esperanza o sin ella. Pero no estáis solos. Sabrás que vuestras dificultades son sólo una parte de las dificultades del mundo del Oeste. ¡El Anillo! ¿Qué haremos con el Anillo, el más insignificante de los Anillos, la fruslería que es un capricho de Sauron? Ése es el destino que hemos de considerar.

”Para este propósito habéis sido llamados. Llamados, digo, pero yo no os he llamado, no os he dicho que vengáis a mí, extranjeros de tierras distantes. Habéis venido en un determinado momento y aquí estáis todos juntos, parecería que por casualidad, pero no es así. Creed en cambio que ha sido ordenado de esta manera: que nosotros, que estamos sentados aquí, y no otras gentes, encontremos cómo responder a los peligros que amenazan al mundo.

”Hoy, por lo tanto, se hablará claramente de cosas que hasta este momento habían estado ocultas a casi todos. Y como principio, y para que todos entiendan de qué peligro se trata, se contará la historia del Anillo, desde el comienzo hasta el presente. Y yo comenzaré esa historia, aunque otros la terminen.


Todos escucharon mientras la voz clara de Elrond hablaba de Sauron y los Anillos de Poder, y de cuando fueron forjados en la Segunda Edad del Mundo, mucho tiempo atrás. Algunos conocían una parte de la historia, pero nadie del principio al fin, y muchos ojos se volvieron a Elrond con miedo y asombro mientras les hablaba de los Herreros Elfos de Eregion y de la amistad que tenían con las gentes de Moria, y de cómo deseaban conocerlo todo, y de cómo esta avidez los hizo caer en manos de Sauron. Pues en aquel tiempo nadie había sido testigo de maldad alguna, de modo que recibieron la ayuda de Sauron y se hicieron muy hábiles, mientras que él en tanto aprendía todos los secretos de la herrería y los engañaba forjando secretamente en la Montaña de Fuego el Anillo Único, para dominarlos a todos. Pero Celebrimbor entró en sospechas y escondió los Tres que había fabricado; y hubo guerra, y la tierra fue devastada, y las puertas de Moria se cerraron.

Durante todos los años que siguieron, Celebrimbor buscó la pista del Anillo; pero como esa historia se cuenta en otra parte, y Elrond mismo la ha anotado en los archivos de Rivendel, no se la recordará aquí. Es una larga historia, colmada de grandes y terribles aventuras, y aunque Elrond la contó brevemente, el sol subió en el cielo y la mañana ya casi había pasado antes que él terminara.

Habló de Númenor, de la gloria y la caída del reino, y de cómo habían regresado a la Tierra Media los Reyes de los Hombres, traídos desde los abismos del océano en alas de la tempestad. Luego Elendil el Alto y sus poderosos hijos, Isildur y Anárion, llegaron a ser grandes señores, y fundaron en Arnor el Reino del Norte, y en Gondor, cerca de las bocas del Anduin, el Reino del Sur. Pero Sauron de Mordor los atacó, y convinieron la Última Alianza de los Elfos y los Hombres, y las huestes de Gil-galad y Elendil se reunieron en Arnor.

En este punto Elrond hizo una pausa y suspiró.

—Todavía veo el esplendor de los estandartes —dijo—. Me recordaron la gloria de los Días Antiguos y las huestes de Beleriand, tantos grandes príncipes y capitanes estaban allí presentes. Y sin embargo no tantos, no tan hermosos como cuando destruyeron a Thangorodrim, y los Elfos pensaron que el Mal había terminado para siempre, lo que no era cierto.

—¿Recuerda usted? —dijo Frodo asombrado, pensando en voz alta—. Pero yo creía —balbuceó cuando Elrond se volvió a mirarlo—, yo creía que la caída de Gil-galad ocurrió hace muchísimo tiempo.

—Así es —respondió Elrond gravemente—. Pero mi memoria llega aún a los Días Antiguos. Eärendil era mi padre, que nació en Gondolin antes de la caída; y mi madre era Elwing, hija de Dior, hijo de Lúthien de Doriath. He asistido a tres épocas en el mundo del Oeste, y a muchas derrotas, y a muchas estériles victorias.

”Fui heraldo de Gil-galad y marché con su ejército. Estuve en la Batalla de Dagorlad frente a la Puerta Negra de Mordor, donde llevábamos ventaja, pues nada podía resistirse a la lanza de Gil-galad y a la espada de Elendil: Aiglos y Narsil. Fui testigo del último combate en las laderas del Orodruin donde murió Gil-galad, y cayó Elendil, y Narsil se le quebró bajo el cuerpo, pero Sauron fue derrotado, e Isildur le sacó el Anillo cortándole la mano con la hoja rota de la espada de su padre, y se lo guardó.

Oyendo estas palabras, Boromir, el extranjero, interrumpió a Elrond. —¡De modo que eso pasó con el Anillo! —exclamó—. Si alguna vez se oyó esa historia en el Sur, hace tiempo que está olvidada. He oído hablar del Gran Anillo de aquel a quien no nombramos, pero creíamos que había desaparecido del mundo junto con la destrucción del primer reino. ¡De modo que Isildur se lo guardó! Esto sí que es una noticia.

—Ay, sí —dijo Elrond—. Isildur se lo guardó, y se equivocó. Tendría que haber sido echado al fuego de Orodruin, muy cerca del sitio donde lo forjaron. Pero pocos advirtieron lo que había hecho Isildur. Estaba solo junto a su padre en este último combate mortal, y cerca de Gil-galad sólo nos encontrábamos Círdan y yo. Pero Isildur no quiso oír nuestros consejos.

”«Lo guardaré como prenda de reparación por mi padre, y mi hermano», dijo, y sin tenernos en cuenta, tomó el anillo, y lo conservó como un tesoro. Pero pronto el Anillo lo traicionó y le causó la muerte, y por eso en el Norte se lo llama el Daño de Isildur. Y sin embargo la muerte era quizá mejor que cualquier otra cosa que pudiera haberle ocurrido.

”Esas noticias llegaron sólo al Norte, y sólo a unos pocos. No es nada raro que no las hayas oído, Boromir. De la ruina de los Campos Gladios, donde murió Isildur, no volvieron sino tres hombres, que cruzaron las montañas luego de muchas idas y venidas. Uno de ellos fue Ohtar, el escudero de Isildur, quien llevaba los trozos de la espada de Elendil; y se los trajo a Valandil, heredero de Isildur, quien se había quedado en Rivendel, pues era todavía un niño. Pero Narsil estaba quebrada, y ya no echaba luz, y todavía no la habían forjado de nuevo.

”¿Dije que la victoria de la última Alianza había sido estéril? No del todo, pero no conseguimos lo que esperábamos. Sauron fue debilitado, pero no destruido. El Anillo se perdió, y no alcanzamos a fundirlo. La Torre Oscura fue demolida, pero quedaron los cimientos; pues habían sido puestos con el poder del Anillo, y mientras haya Anillo nada podrá desenterrarlos. Muchos Elfos y muchos Hombres poderosos y muchos otros amigos habían perecido en la guerra. Anárion había muerto, e Isildur había muerto, y Gil-galad y Elendil no estaban más con nosotros. Nunca jamás habrá otra alianza semejante de Elfos y Hombres, pues los Hombres se multiplican y los Primeros Nacidos disminuyen, y las dos familias están separadas. Y desde ese día la raza de Númenor ha declinado, y ya tiene menos años por delante.

”En el Norte, luego de la guerra y la masacre de los Campos Gladios, los Hombres de Oesternesse quedaron muy disminuidos, y la ciudad de Annúminas a orillas del Lago Evendim fue un montón de ruinas, y los herederos de Valandil se mudaron y se aposentaron en Fornost en las altas Quebradas del Norte, y esto es ahora también una región desolada. Los Hombres la llaman Muro de los Muertos, y temen caminar por allí. Pues el pueblo de Arnor decayó, y los enemigos lo devoraron, y el señorío murió dejando sólo unos túmulos verdes en las colinas de hierbas.

”En el Sur el reino de Gondor duró mucho tiempo, y acrecentó su esplendor durante una cierta época, recordando de algún modo el poderío de Númenor, antes de la caída. El pueblo de Gondor construyó torres elevadas, plazas fuertes, y puertos de muchos barcos; y la corona alada de los Reyes de los Hombres fue reverenciada por gentes de distintas lenguas. La ciudad capital era Osgiliath, Ciudadela de las Estrellas, que el Río atravesaba de parte a parte. Y edificaron Minas Ithil, la Torre de la Luna Naciente, al este, en una estribación de la Montaña de la Sombra, y al oeste, al pie de las Montañas Blancas, levantaron Minas Anor, la Torre del Sol Poniente. Allí, en los patios del Rey, crecía un árbol blanco, nacido de la semilla del árbol que Isildur había traído cruzando las aguas profundas; y la semilla de ese árbol había venido de Eressëa, y antes aún del Extremo Occidente en el Día anterior a los días en que el mundo era joven.

”Pero mientras los rápidos años de la Tierra Media iban pasando, la línea de Meneldil hijo de Anárion se extinguió del todo, y el árbol se secó, y la sangre de los Númenóreanos se mezcló con la de otros hombres menores. Descuidaron la vigilancia de las Murallas de Mordor, y unas criaturas sombrías volvieron disimuladamente a Gorgoroth. Y luego de un tiempo vinieron criaturas malvadas, y tomaron Minas Ithil, y allí se establecieron y lo transformaron en un sitio de terror, llamado luego Minas Morgul, la Torre de la Hechicería. Luego Minas Anor fue rebautizada Minas Tirith, la Torre de la Guardia, y estas dos ciudades estuvieron siempre en guerra; Osgiliath, que estaba entre las dos, fue abandonada, y las sombras se pasearon entre sus ruinas.

”Así ha sido durante muchas generaciones. Pero los Señores de Minas Tirith continúan luchando, desafiando a nuestros enemigos, guardando el pasaje del Río, desde Argonath al Mar. Y ahora la parte de la historia que a mí me toca ha llegado a su fin. Pues en los días de Isildur el Anillo Soberano desapareció y nadie sabía dónde estaba, y los Tres se libraron del dominio del Único. Pero en los últimos tiempos se encuentran en peligro una vez más, pues muy a nuestro pesar el Único ha sido descubierto de nuevo. Del descubrimiento del Anillo hablarán otros, pues en esto he intervenido poco.


Elrond dejó de hablar, y en seguida Boromir se puso de pie, alto y orgulloso.

—Permitidme que ante todo, señor Elrond —comenzó—, os cuente algo más de Gondor, pues vengo en verdad del país de Gondor. Y será bueno para todos que se sepa lo que allí ocurre. Pues son pocos, creo, los que conocen nuestra ocupación principal, y no sospechan por lo tanto el peligro que corren, si acaso somos vencidos.

”No creáis que en las tierras de Gondor se haya extinguido la sangre de Númenor, ni que todo el orgullo y la dignidad de aquel pueblo hayan sido olvidados. Nuestro valor ha contenido a los bárbaros del Este, y ha restringido el terror de Morgul, y sólo así han sido aseguradas la paz y la libertad en las tierras que están detrás de nosotros, el baluarte del Oeste. Pero si ellos tomaran los pasos del Río, ¿qué ocurriría?

”Sin embargo esta hora, quizá, no esté muy lejos. El Enemigo Sin Nombre ha aparecido otra vez. El humo se alza una vez más del Orodruin, que nosotros llamamos Monte del Destino. El poder de la Tierra Tenebrosa crece día a día, acosándonos. El Enemigo volvió y nuestra gente tuvo que retirarse de Ithilien, nuestro hermoso dominio al este del Río, aunque conservamos allí una cabeza de puente y un grupo armado. Pero este mismo año, en junio, nos atacaron de pronto, desde Mordor, y nos derrotaron con facilidad. Eran más numerosos que nosotros, pues Mordor se ha aliado a los Hombres del Este y a los crueles Haradrim, pero no fue el número lo que nos derrotó. Había allí un poder que no habíamos sentido antes.

”Algunos dijeron que se lo podía ver, como un gran jinete negro, una sombra oscura bajo la luna. Cada vez que aparecía, una especie de locura se apoderaba de nuestros enemigos, pero los más audaces de nosotros sentían miedo, de modo que los caballos y los hombres cedían y escapaban. De nuestras fuerzas orientales sólo una parte regresó, destruyendo el único puente que quedaba aún entre las ruinas de Osgiliath.

”Yo estaba en la compañía que defendió el puente, hasta que lo derrumbamos detrás de nosotros. Sólo cuatro nos salvamos, nadando: mi hermano y yo, y otros dos. Pero continuamos la lucha, defendiendo toda la costa occidental del Anduin, y quienes buscan refugio detrás de nosotros nos alaban cada vez que alguien nos nombra. Muchas alabanzas y escasa ayuda. Sólo los caballeros de Rohan responden a nuestras llamadas.

”En esta hora nefasta he recorrido muchas leguas peligrosas para llegar a Elrond; he viajado ciento diez días, solo. Pero no busco aliados para la guerra. El poder de Elrond es el de la sabiduría y no el de las armas, dicen. He venido a pedir consejo, y a descifrar palabras difíciles. Pues en la víspera del ataque repentino mi hermano durmió agitado y tuvo un sueño, que después se le repitió otras noches; y que yo mismo soñé una vez.

”En ese sueño me pareció que el cielo se oscurecía en el este y que se oía un trueno creciente, pero en el oeste se demoraba una luz pálida, y de esta luz salía una voz remota y clara, gritando:


Busca la espada quebrada

que está en Imladris;

habrá concilios más fuertes

que los hechizos de Morgul.

Mostrarán una señal

de que el Destino está cerca:

el Daño de Isildur despertará,

y se presentará el Mediano.


”No comprendimos mucho estas palabras, y consultamos a nuestro padre, Denethor, Señor de Minas Tirith, versado en cuestiones de Gondor. Lo único que consintió en decirnos fue que Imladris era desde tiempos remotos el nombre que daban los Elfos a un lejano valle del norte, donde vivía Elrond el Medio Elfo, el más grande de los maestros del saber. Entonces mi hermano, entendiendo nuestra desesperada necesidad, decidió tener en cuenta el sueño y buscar a Imladris, pero el camino era peligroso e incierto, y yo mismo emprendí el viaje. De mala gana me dio permiso mi padre, y durante largo tiempo he andado por caminos olvidados, buscando la casa de Elrond, de la que muchos habían oído hablar, pero pocos sabían dónde estaba.


—Y aquí en Casa de Elrond se te aclararán muchas cosas —dijo Aragorn, poniéndose de pie. Arrojó la espada sobre la mesa, frente a Elrond, y la hoja estaba quebrada en dos—. Aquí está la Espada Rota.

—¿Y quién eres tú y qué relación tienes con Minas Tirith? —preguntó Boromir, que miraba con asombro las enjutas facciones del Montaraz y el manto estropeado por la vida a la intemperie.

—Es Aragorn hijo de Arathorn —dijo Elrond—, y a través de muchas generaciones desciende de Isildur, el hijo de Elendil de Minas Ithil. Es el Jefe de los Dúnedain del Norte, de quienes ya quedan pocos.

—¡Entonces te pertenece a ti y no a mí! —exclamó Frodo azorado, incorporándose, como si esperara que le pidieran el Anillo.

—No pertenece a ninguno de nosotros —dijo Aragorn—, pero ha sido ordenado que tú lo guardes un tiempo.

—¡Saca el Anillo, Frodo! —dijo Gandalf con tono solemne—. El momento ha llegado. Muéstralo a todos, y Boromir entenderá el resto del enigma.


Hubo un murmullo y todos volvieron los ojos hacia Frodo, que sentía de pronto vergüenza y temor. No tenía ninguna gana de sacar el Anillo, y le repugnaba tocarlo. Deseó estar muy lejos de allí. El Anillo resplandeció y centelleó mientras lo mostraba a los otros alzando una mano temblorosa.

—¡Mirad el Daño de Isildur! —dijo Elrond.

Los ojos de Boromir relampaguearon mientras miraba el Anillo dorado.

—¡El Mediano! —murmuró—. Entonces, ¿el destino de Minas Tirith ya está echado? Pero ¿por qué hemos de buscar una espada quebrada?

—Las palabras no eran el destino de Minas Tirith—dijo Aragorn—. Pero hay un destino y grandes acontecimientos que ya están por revelarse. Pues la Espada Rota es la Espada de Elendil, que se le quebró debajo del cuerpo al caer. Cuando los otros bienes ya se habían perdido, los herederos continuaron guardando la espada como un tesoro, pues se dice desde hace tiempo entre nosotros que será templada de nuevo cuando reaparezca el Anillo, el Daño de Isildur. Ahora que has visto la espada que buscabas, ¿qué pedirás? ¿Deseas que la Casa de Elendil retorne al País de Gondor?

—No me enviaron a pedir favores, sino a descifrar un enigma —respondió Boromir, orgulloso—. Sin embargo, estamos en un aprieto, y la Espada de Elendil sería una ayuda superior a todas nuestras esperanzas, si algo así pudiera volver de las sombras del pasado.

Miró de nuevo a Aragorn, y se le veía la duda en los ojos.

Frodo sintió que Bilbo se movía a su lado, impaciente. Era evidente que estaba molesto por Aragorn. Incorporándose de pronto, estalló:


No es oro todo lo que reluce,

ni toda la gente errante anda perdida;

a las raíces profundas no llega la escarcha,

el viejo vigoroso no se marchita.


De las cenizas subirá un fuego,

y una luz asomará en las sombras;

el descoronado será de nuevo rey,

forjarán otra vez la espada rota.


”No muy bueno quizá —continuó Bilbo—, pero apropiado, si necesitas algo más que la palabra de Elrond. Si para oírlo valía la pena hacer un viaje de ciento diez días, será mejor que escuches. —Se sentó con un bufido—. Lo compuse yo mismo —le murmuró a Frodo– para el Dúnadan, hace ya mucho tiempo, cuando me dijo quién era. Casi desearía que mis aventuras no hubieran terminado, y así yo podría ir con él cuando le llegue el día.

Aragorn le sonrió, y se volvió otra vez a Boromir.

—Por mi parte perdono tus dudas —dijo—. Poco me parezco a esas estatuas majestuosas de Elendil e Isildur tal como puedes verlas en las salas de Denethor. Soy sólo el heredero de Isildur, no Isildur mismo. He tenido una vida larga y difícil; y las leguas que nos separan de Gondor son una parte pequeña en la cuenta de mis viajes. He cruzado muchas montañas y muchos ríos, y he recorrido muchas llanuras, hasta las lejanas tierras de Rhún y Harad donde las estrellas son extrañas.

”Pero mi hogar está en el Norte, si es que tengo hogar. Pues aquí los herederos de Valandil han vivido siempre en una línea continua de padres a hijos durante muchas generaciones. Nuestros días se han ensombrecido, y somos menos ahora, aunque la Espada siempre encontró un nuevo guardián. Y esto te diré, Boromir, antes de concluir. Somos hombres solitarios, los Montaraces del desierto, cazadores; pero las presas son siempre los siervos del Enemigo, pues a éstos se los encuentra en muchas partes, y no solamente en Mordor.

”Si Gondor, Boromir, ha sido una firme fortaleza, nosotros hemos cumplido otra tarea. Muchas maldades hay más poderosas que vuestros muros y vuestras brillantes espadas. Conocéis poco de las tierras que se extienden más allá de vuestras fronteras. ¿Paz y libertad, dijiste? El Norte no las hubiera conocido mucho sin nosotros. El temor hubiese dominado pronto toda la región. Pero cuando unas criaturas sombrías vienen de las lomas deshabitadas, o salen arrastrándose de unos bosques que no conocen el sol, huyen de nosotros. ¿Qué caminos se atrevería alguien a transitar, qué seguridad habría en las tierras tranquilas, o en las casas de los simples mortales por la noche, si los Dúnedain se quedasen dormidos, o hubiesen bajado todos a la tumba?

”Y no obstante no nos dan las gracias, menos que a vosotros. Los viajeros nos miran de costado, y los aldeanos nos ponen motes ridículos. «Trancos» soy para un hombre gordo que vive a menos de una jornada de ciertos enemigos que le helarían el corazón, o devastarían la aldea, si no montáramos guardia día y noche. Sin embargo no podría ser de otro modo. Si las gentes simples están libres de preocupaciones y temor, simples serán, y nosotros mantendremos el secreto para que así sea. Ésta ha sido la tarea de mi pueblo, mientras los años se alargaban y el pasto crecía.

”Pero ahora el mundo está cambiando otra vez. Llega una nueva hora. El Daño de Isildur ha sido encontrado. La batalla es inminente. La Espada será forjada de nuevo. Iré a Minas Tirith.

—El Daño de Isildur ha sido encontrado, dices —replicó Boromir—. He visto un anillo brillante en la mano del Mediano, pero Isildur pereció antes que comenzara esta edad del mundo, dicen. ¿Cómo saben los Sabios que este anillo es el mismo? ¿Y cómo ha sido transmitido a lo largo de los años, hasta el momento en que es traído aquí por tan extraño mensajero?

—Eso se explicará —dijo Elrond.

—Pero todavía no, ¡te lo suplico, Señor! —exclamó Bilbo—. El sol ya sube al mediodía y necesito algo que me fortalezca.

—No te había nombrado —le dijo Elrond sonriendo—. Pero lo hago ahora. ¡Acércate! Cuéntanos tu historia. Y si todavía no la has puesto en verso, puedes contarla en palabras sencillas. Cuanto más breve seas, más pronto tendrás tu refrigerio.

—Muy bien —dijo Bilbo—, seré breve, si tú me lo pides. Pero contaré ahora la verdadera historia, y si a alguien se la he contado de otro modo —miró de soslayo a Glóin—, le ruego que la olvide y me perdone. Sólo desearía probar que el tesoro era de veras mío en aquellos días, y librarme del nombre de ladrón que algunos me pusieron. Pero quizá yo entienda las cosas un poco mejor ahora. De cualquier modo, esto es lo que ocurrió.


Para algunos de los que estaban allí la historia de Bilbo era completamente nueva, y escucharon asombrados, mientras el viejo hobbit, no de mala gana, volvía a relatar su aventura con Gollum, de cabo a rabo. No omitió ninguno de los enigmas. Hubiera hablado también de la fiesta y de cómo había dejado la Comarca, si se lo hubieran permitido; pero Elrond alzó la mano.

—Bien dicho, amigo mío —dijo—, pero ya es suficiente. Por el momento basta saber que el Anillo ha pasado a Frodo tu heredero. ¡Que él nos hable ahora!

Menos complacido que Bilbo, Frodo contó todo lo que concernía al Anillo desde el día en que había pasado a él. Hubo muchas preguntas y discusiones acerca de cada uno de los pasos del viaje, desde Hobbiton hasta el Vado del Bruinen, y todo lo que él podía recordar de los Jinetes Negros fue examinado con atención. Al fin Frodo se sentó de nuevo.

—No estuvo mal —le dijo Bilbo—. Habrías contado una buena historia, si no te hubiesen interrumpido de ese modo. Traté de sacar algunas notas, pero tendremos que revisarlas juntos algún día, si me decido a transcribirlas. ¡Hay capítulos enteros de temas de antes que llegaras aquí!

—Sí, es una historia bastante larga —respondió Frodo—. Pero a mí no me parece todavía completa. Hay partes que aún no conozco, sobre todo las que se refieren a Gandalf.


Galdor de los Puertos, que estaba sentado no muy lejos, alcanzó a oírlo.

—Hablas también por mí —exclamó, y volviéndose a Elrond le dijo—: los Sabios pueden tener buenas razones para creer que el trofeo del Mediano es en verdad el Gran Anillo largamente discutido, aunque pueda parecer inverosímil a aquellos que saben menos. Pero ¿no oiremos las pruebas? Y haré otra pregunta. ¿Qué hay de Saruman? Es muy versado en la ciencia de los Anillos, y sin embargo no se encuentra entre nosotros. ¿Qué nos aconseja, si está enterado de lo que hemos oído?

—Las preguntas que haces, Galdor —dijo Elrond—, están ligadas entre sí. No las he pasado por alto, y serán todas contestadas. Pero estas cosas tendrá que aclararlas Gandalf mismo, y lo llamo ahora en último lugar, pues es el lugar de honor, y en todos estos asuntos ha sido siempre la autoridad.

—Algunos, Galdor —dijo Gandalf—, pensarían que las noticias de Glóin y la persecución de Frodo bastan para probar que el trofeo del Mediano es de mucha importancia para el Enemigo. Sin embargo, es un anillo. ¿Entonces? Los Nazgûl guardan los Nueve. Los Siete han sido tomados o destruidos. —Al oír esto Glóin se sobresaltó, pero no dijo una palabra—. Los Tres, sabemos qué pasa. ¿Qué es entonces este otro anillo que él tanto desea?

”Hay en verdad un amplio espacio de tiempo entre el Río y la Montaña, entre la pérdida y el hallazgo. Pero la laguna que había en la ciencia de los Sabios ha sido llenada al fin. Aunque con demasiada lentitud. Pues el Enemigo ha estado siempre cerca, más cerca de lo que yo temía. Y quiso la buena ventura que hasta este año, este último verano, parece, no averiguara toda la verdad.

”Algunos aquí recordarán que hace muchos años me atreví a cruzar las puertas del Nigromante en Dol Guldur; examiné secretamente sus costumbres, y descubrí que nuestros temores tenían fundamento; el Nigromante no era otro que Sauron, nuestro antiguo Enemigo, que de nuevo tomaba forma y poder. Algunos recordarán también que Saruman nos disuadió de que emprendiéramos acciones contra él, y por mucho tiempo nos contentamos con vigilarlo. Al fin, mientras la sombra crecía, Saruman fue cediendo, y el Concilio se esforzó realmente y consiguió que el mal dejara el Bosque Negro... y esto ocurrió el mismo año en que se descubrió el Anillo. Rara casualidad, si fue casualidad.

”Pero ya era demasiado tarde, como Elrond había previsto. Sauron también había estado observándonos, y se había preparado para resistir nuestro ataque, gobernando Mordor desde lejos por medio de Minas Morgul, donde vivían los Nueve sirvientes, hasta que todo estuviese dispuesto. Luego cedió terreno ante nosotros, pero era una huida fingida, y poco después llegó a la Torre Oscura, y allí se manifestó abiertamente. Entonces el Concilio se reunió de nuevo, pues ahora sabíamos que estaba buscando el Único, aún con mayor avidez. Temimos entonces que supiera algo del Anillo que nosotros ignorábamos. Pero Saruman dijo no, repitiendo lo que ya nos había dicho antes: que el Único nunca aparecería de nuevo en la Tierra Media.

”«En el peor de los casos —nos dijo—, el Enemigo sabe que nosotros no lo tenemos, y que está todavía perdido. Pero lo que está perdido puede encontrarse, piensa. ¡No temáis! Esta esperanza se volverá contra él. ¿No he estudiado seriamente estas cuestiones? Cayó en las aguas del Anduin el Grande, y hace tiempo, mientras Sauron dormía, fue río abajo hacia el Mar. Que se quede allí hasta el Fin.»


Gandalf calló, mirando en el este, por encima del pórtico, los picos lejanos de las Montañas Nubladas, en cuyas grandes raíces el peligro del mundo había estado oculto tanto tiempo. Suspiró.

—Me equivoqué entonces —dijo—. Me dejé acunar por las palabras de Saruman el Sabio, pero si yo hubiera averiguado antes la verdad, el peligro sería menor.

—Todos nos equivocamos —dijo Elrond– y si no hubiese sido por tu vigilancia quizá las Tinieblas ya habrían caído sobre nosotros. ¡Pero continúa!

—Desde el principio tuve malos presentimientos, a pesar de las supuestas evidencias —dijo Gandalf—, y quise saber cómo había llegado esta cosa a Gollum, y cuánto tiempo la había tenido consigo. Monté pues una guardia pensando que no tardaría en salir de las tinieblas en busca de su tesoro. Salió, pero consiguió escapar, y no pudimos encontrarlo. Después, ay, descuidé el asunto, y me contenté con observar y esperar como hemos hecho demasiado a menudo.

”Pasó el tiempo y trajo muchas preocupaciones, y al fin mis dudas despertaron y se encontraron convertidas en miedo. ¿De dónde venía el anillo del hobbit? Y si mi miedo estaba justificado, ¿qué haríamos entonces? Había que decidirse. Pero no le hablé de mis temores a nadie, sabiendo qué peligroso podía ser un susurro intempestivo, si llegaba a oídos equivocados. En el curso de las largas guerras con la Torre Oscura la traición ha sido nuestro mayor enemigo.

”Eso fue hace diecisiete años. Muy pronto advertí que espías de toda clase, incluyendo a bestias y pájaros, se habían reunido alrededor de la Comarca, y mis temores crecieron. Pedí ayuda a los Dúnedain, que doblaron la guardia, y abrí mi corazón a Aragorn, el heredero de Isildur.

—Y yo —dijo Aragorn– aconsejé que diéramos caza a Gollum, aunque fuera demasiado tarde. Y como parecía justo que el heredero de Isildur reparara la falta de Isildur, acompañé a Gandalf en la larga y desesperanzada persecución.

Luego Gandalf contó cómo habían explorado de extremo a extremo las Tierras Ásperas, hasta las mismas Montañas de la Sombra y las defensas de Mordor.

—Allí nos llegaron rumores de Gollum, y supusimos que vivía en las lomas oscuras desde hacía tiempo, pero nunca lo encontramos, y al fin me desesperé. Y esa misma desesperación me llevó a pensar en una prueba que podía hacer innecesario ir en busca de Gollum. El anillo mismo podía decir si era el Único. Recordé unas palabras que había oído en el Concilio, palabras de Saruman a las que no había prestado mucha atención en aquel entonces. Las oía ahora claramente en mi corazón.

”«Los Nueve, los Siete y los Tres —nos dijo—, tienen todos una gema propia. No el Único. Es redondo y sin adornos, como si fuese de menor importancia, pero el hacedor del anillo le grabó unas marcas que quizá las gentes versadas aún podrían ver y leer.»

”No nos dijo qué eran esas marcas. ¿Quién podía saberlo? El hacedor. ¿Y Saruman? Por mayor que fuera su ciencia, debía de haber una fuente. ¿En qué mano, exceptuando a Sauron, había estado esta cosa, antes que se perdiera? Sólo en la mano de Isildur.

”Junto con este pensamiento, abandoné la caza y marché rápidamente a Gondor. En otras épocas los miembros de mi orden eran bien recibidos allí, pero sobre todo Saruman, que fue durante mucho tiempo huésped de los Señores de la Ciudad. El Señor Denethor me recibió más fríamente que en aquella época, y me permitió de mala gana que buscara en el montón de pergaminos y libros.


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