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La Comunidad del Anillo
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Текст книги "La Comunidad del Anillo"


Автор книги: John Ronald Reuel Tolkien



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”«Si en verdad sólo buscas, como dices, registros de los días antiguos y de los comienzos de la ciudad, ¡lee! —me dijo—. Para mí, lo que fue es menos oscuro que lo que viene, y esa es mi preocupación. Pero a no ser que tu ciencia supere a la de Saruman, que estudió aquí durante mucho tiempo, no encontrarás nada que no me sea conocido, pues soy maestro del saber en esta Ciudad.»

”Así dijo Denethor. Y sin embargo hay allí en sus archivos muchos documentos que ya pocos son capaces de leer, ni siquiera los maestros, pues la escritura y la lengua se han vuelto oscuras para los hombres más recientes. Y a ti te digo, Boromir: encontrarás en Minas Tirith, y pienso que todavía casi sin leer, pues sólo Saruman y yo lo hemos visto desde la caída de los reyes, un pergamino de la mano misma de Isildur. Pues Isildur no se retiró directamente de la guerra en Mordor, como han dicho algunos.

—Algunos en el Norte, quizá —interrumpió Boromir—. Todos saben en Gondor que primero fue a Minas Anor y allí habitó un tiempo con su sobrino Meneldil, instruyéndolo, antes de encomendarle el Reino del Sur. En ese tiempo plantó allí el último retoño de Árbol Blanco, en memoria de su hermano.

—Pero en ese tiempo escribió también este pergamino —dijo Gandalf—, y eso no se recuerda en Gondor, parece. Pues el pergamino se refiere al Anillo, y ahí ha escrito Isildur:


El Gran Anillo pasará a ser ahora un adherencia del Reino del Norte; pero los documentos sobre él serán dejados en Gondor, donde también viven los herederos de Elendil, para el tiempo en que el recuerdo de estos importantes asuntos pudiera debilitarse.


”Y luego de estas palabras Isildur describe el Anillo, tal como lo encontró:


Estaba caliente cuando lo tomé, caliente como una brasa, y me quemé la mano, tanto que dudo que pueda librarme alguna vez de ese dolor. Sin embargo se ha enfriado mientras escribo, y parece que se encogiera, aunque sin perder belleza ni forma. Ya la inscripción que lleva el Anillo, que al principio era clara como una llama, se ha borrado y ahora apenas puede leerse. Los caracteres son élficos, de Eregion, pues no hay letras en Mordor para un trabajo tan delicado, pero el lenguaje me es desconocido. Pienso que se trata de una lengua del País Tenebroso, pues es grosera y bárbara. Ignoro qué mal anuncia, pero la he copiado aquí, para que no caiga en el olvido. El Anillo perdió, quizá, el calor de la mano de Sauron, que era negra y sin embargo ardía como el fuego, y así Gil-galad fue destruido; quizá si el oro se calentara de nuevo, la escritura reaparecería. Pero por mi parte no me arriesgaré a dañarlo de todas las obras de Sauron, la única hermosa. Me es muy preciado, aunque lo he obtenido con mucho dolor.


”Leí estas palabras, y supe que mi pesquisa había terminado. Pues como Isildur había supuesto, la lengua de la inscripción era de Mordor y los sirvientes de la Torre. Y lo que ahí se decía, era ya conocido. Pues el día en que Sauron se puso el Único por primera vez, Celebrimbor, hacedor de los Tres, estaba mirándolo, y oyó desde lejos cómo pronunciaba estas palabras, y así se conocieron los malvados propósitos de Sauron.

”Me despedí en seguida de Denethor, pero iba aún hacia el norte cuando me llegaron mensajes de Lórien: que Aragorn había estado allí, y que había encontrado a la criatura llamada Gollum. Lo primero que hice fue ir a buscarlo y escuchar su historia. No me atrevía a imaginar los peligros mortales a que habría estado expuesto.

—No hay por qué recordarlos —dijo Aragorn—. Si un hombre tiene que pasar delante de la Puerta Negra, o pisar las flores mortales del Valle de Morgul, conocerá el peligro. Yo también desesperé al fin y emprendí el camino de vuelta. Y he ahí que la fortuna me ayudó entonces y tropecé con lo que buscaba: las huellas de unos pies blandos a orillas de un estanque cenagoso. Las huellas eran frescas, de pasos rápidos, y no iban hacia Mordor; se alejaban. Las seguí por las orillas de las Ciénagas de los Muertos, y al fin lo alcancé. En acecho junto a una laguna, mirando las aguas estancadas mientras caía la noche, así atrapé a Gollum. Un barro verde le cubría el cuerpo. Nunca nos entenderemos, parece, pues me mordió, y yo no me mostré amable. No obtuve nada de su boca, excepto la marca de unos dientes. Creo que ésa fue la peor parte del viaje, el camino de vuelta, vigilándolo día y noche obligándolo a caminar delante de mí con una cuerda al cuello, amordazado, llevándolo siempre hacia el Bosque Negro, hasta que la falta de agua y comida lo ablandaron un poco. Al fin llegamos allí y lo entregué a los Elfos, como habíamos convenido, y me alegró librarme de él, pues hedía. Por mi parte espero no verlo más. Pero Gandalf llegó y tuvo con él una larga conversación.

—Sí, larga y fatigosa —dijo Gandalf—, pero no sin provecho. Ante todo, lo que me dijo de la pérdida del Anillo concuerda con lo que Bilbo nos ha contado por vez primera abiertamente. Aunque esto no importa mucho, pues yo había adivinado la verdad. Pero me enteré entonces de que el Anillo de Gollum procedía del Río Grande, cerca de los Campos Gladios. Y me enteré también de que lo tenía desde hacía tanto tiempo que habían pasado ya varias generaciones de la pequeña especie de Gollum. El poder del anillo le había alargado la vida más allá de lo normal, y sólo los Grandes Anillos tienen ese poder.

”Y si esto no es prueba suficiente, Galdor, hay otra de la que ya he hablado. En este mismo anillo que habéis visto ante vosotros, redondo y sin adornos, las letras a las que se refiere Isildur pueden todavía leerse, si uno se atreve a poner un rato al fuego esta cosa de oro. Así lo hice, y esto he leído:


Ash nazg durbatulûk, ash nazg gimbatul, ash nazg thrakatulûk agh burzum-ishi krimpatul.


Hubo un cambio asombroso en la voz del mago, de pronto amenazadora, poderosa, dura como piedra. Pareció que una sombra pasaba sobre el sol del mediodía, y el pórtico se oscureció un momento. Todos se estremecieron, y los Elfos se taparon los oídos.

—Nunca jamás se ha atrevido voz alguna a pronunciar palabras en esa lengua aquí en Imladris, Gandalf el Gris —dijo Elrond mientras la sombra pasaba y todos respiraban otra vez.

—Y esperemos que nadie las repita aquí de nuevo —respondió Gandalf—. Sin embargo, no pediré disculpas, Elrond. Pues si no queremos que esa lengua se oiga en todos los rincones del Oeste, no dudemos de que este anillo es lo que dijeron los Sabios: el tesoro del Enemigo, cargado de maldad; y en él reside gran parte de esa fuerza que nos amenaza desde hace tiempo. De los Años Oscuros vienen las palabras que los Herreros de Eregion oyeron una vez, cuando supieron que habían sido traicionados.


Un Anillo para gobernarlos a todos, un Anillo para encontrarlos, un Anillo para atraerlos a todos y atarlos en las Tinieblas.


”Sabed también, mis amigos, que aprendí todavía más de Gollum. Se resistía a hablar, y su relato no era claro, pero no hay ninguna duda de que estuvo en Mordor, y que allí le sacaron todo lo que sabía. De modo que el Enemigo sabe que el Único fue encontrado, y que desde hace tiempo está en la Comarca, y como sus sirvientes lo han perseguido casi hasta estas puertas, pronto sabrá, quizá ya sabe, ahora mismo, que lo tenemos aquí.


Todos callaron un rato, hasta que al fin Boromir habló.

—Una criatura pequeña es este Gollum, dijiste, pequeña, pero muy dañina. ¿Qué se hizo de él? ¿Qué destino le reservaste?

—Lo tenemos encarcelado, pero nada más —dijo Aragorn—. Ha sufrido mucho. No hay duda de que fue atormentado, y el miedo a Sauron es un peso que le oscurece el corazón. Sin embargo, soy el primero en alegrarse de que esté al cuidado de los Elfos del Bosque Negro. La malicia de Gollum es grande, y le da una fuerza difícil de creer en alguien tan flaco y macilento. Podría hacer aún muchas maldades, si estuviese libre. Y no dudo de que le permitieron salir de Mordor con alguna misión funesta.

—¡Ay! ¡Ay! —gritó Legolas, y el hermoso rostro élfico mostraba una gran inquietud—. Las noticias que me ordenaron traer tienen que ser dichas ahora. No son buenas, pero sólo aquí he llegado a entender qué malas pueden ser para vosotros. Sméagol, ahora llamado Gollum, ha escapado.

—¿Escapado? —gritó Aragorn—. Malas noticias en verdad. Todos lo lamentaremos amargamente, me temo. ¿Cómo es posible que la gente de Thranduil haya fracasado de este modo?

—No por falta de vigilancia —dijo Legolas—, pero quizá por exceso de bondad. Y tememos que el prisionero haya recibido ayuda de otros, y que estén enterados de nuestros movimientos más de lo que desearíamos. Vigilamos a esa criatura día y noche, como pidió Gandalf, aunque la tarea era de veras fatigosa. Pero según Gandalf había alguna posibilidad de que Gollum llegara a curarse, y no nos pareció bien tenerlo encerrado todo el tiempo en un calabozo subterráneo, donde recaería en los pensamientos negros de siempre.

—Fuisteis menos tiernos conmigo —dijo Glóin con un relámpago en los ojos recordando días lejanos, cuando lo habían tenido encerrado en los sótanos de los Reyes Elfos.

—Un momento —dijo Gandalf—. Te ruego que no interrumpas, mi buen Glóin. Aquello fue un lamentable malentendido, ya aclarado hace tiempo. Si hemos de discutir aquí todos los pleitos entre Elfos y Enanos, será mejor que suspendamos el Concilio.



Glóin se puso de pie e hizo una reverencia y Legolas continuó:

—En los días de buen tiempo llevábamos a Gollum a los bosques, y había allí un árbol alto muy separado de los otros al que le gustaba subir. A menudo le permitíamos que trepara a las ramas más elevadas, donde el viento soplaba libremente, pero montábamos guardia al pie. Un día se negó a bajar, y los guardias no tuvieron ganas de ir a buscarlo. Gollum había aprendido a sostenerse con los pies tanto como con las manos, y los guardias se quedaron junto al árbol hasta muy entrada la noche.

”Esa misma noche de verano, a la sazón sin luna ni estrellas, los orcos cayeron de pronto sobre nosotros. Los rechazamos al cabo de un tiempo; eran muchos y feroces, pero venían de las montañas y no estaban acostumbrados a los bosques. Cuando la lucha terminó, descubrimos que Gollum había desaparecido, y que habían matado o apresado a los guardias. Nos pareció evidente entonces que el propósito del ataque había sido liberar a Gollum, y que él lo sabía de antemano. Cómo esto había sido posible no pudimos entenderlo, pero Gollum es astuto, y los espías del Enemigo muy numerosos. Las criaturas tenebrosas que fueron ahuyentadas el Año de la Caída del Dragón, han vuelto en mayor número, y el Bosque Negro es de nuevo un sitio nefasto, fuera de los límites del reino.

”No hemos podido recapturar a Gollum. Le seguimos las huellas, entre las de muchos orcos, y vimos que se internaban profundamente en el Bosque, hacia el sur. Pero poco después las perdimos, y no nos atrevimos a continuar la caza, pues ya estábamos muy cerca de Dol Guldur, que es todavía un sitio maléfico, y que evitamos siempre.

—Bueno, bueno, se ha ido —dijo Gandalf—. No tenemos tiempo de buscarlo otra vez. Que haga lo que quiera. Pero todavía puede desempeñar un papel que ni él ni Sauron han previsto.

”Y ahora responderé otras preguntas de Galdor. ¿Qué se hizo de Saruman? ¿Qué nos aconseja en esta contingencia? Esta historia tendré que contarla entera, pues sólo Elrond la ha oído, y muy resumida. Es el último capítulo de la Historia del Anillo, hasta ahora.


—A fines de junio yo estaba en la Comarca, pero una nube de ansiedad me ensombrecía la mente, y fui cabalgando hasta las fronteras del sur; tenía el presentimiento de un peligro, todavía oculto, pero cada vez más cercano. Allí me llegaron noticias de guerra y derrota en Gondor, y cuando me hablaron de la Sombra Negra, se me heló el corazón. Pero no encontré nada excepto unos pocos fugitivos del sur; sin embargo me pareció que había en ellos un miedo del que no querían hablar. Me volví entonces al este y al norte y fui a lo largo del Camino Verde, y no lejos de Bree tropecé con un viajero que estaba sentado en el terraplén a orillas del camino, mientras el caballo pacía allí cerca. Era Radagast el Pardo, que en un tiempo vivió en Rhosgobel, cerca del Bosque Negro. Pertenece a mi orden, pero no lo veía desde hacía un año.

”«Gandalf —exclamó—. Estaba buscándote. Pero soy un extraño en estos sitios. Todo lo que sabía es que podías estar en una región salvaje que lleva el raro nombre de Comarca.»

”«Tu información era correcta —dije—. Pero no hables así si te encuentras con algún lugareño. En este momento estás muy cerca de los lindes de la Comarca. ¿Y qué quieres de mí? Tiene que ser algo urgente. Nunca fuiste aficionado a los viajes, si no son muy necesarios.»

”«Tengo una misión urgente —me dijo—. Las noticias son malas.» Miró alrededor, como si los setos pudieran oír. «Nazgûl —murmuró—. Los Nueve han salido otra vez. Han cruzado el Río en secreto y van hacia el oeste. Han tomado el aspecto de jinetes vestidos de oscuro.»

”Supe entonces qué era lo que yo había estado temiendo.

”«El Enemigo ha de tener alguna gran necesidad o propósito —dijo Radagast—, pero no alcanzo a imaginar que lo trae a estas regiones distantes y desoladas.»

”«¿Qué quieres decir?», pregunté.

”«Me han dicho que a donde van, los Jinetes piden noticias de una tierra llamada Comarca.»

”« LaComarca», dije, y sentí que se me encogía el corazón. Pues aun los Sabios temen enfrentarse a los Nueve, cuando andan juntos y al mando de ese jefe feroz, que antes fue gran rey y mago, y que ahora alimenta un miedo mortal. «¿Quién te lo ha dicho, y quién te envió?», pregunté.

”«Saruman el Blanco —respondió Radagast—. Y me mandó a decirte que si te parece necesario, él te ayudará, pero tendrías que pedírselo en seguida, o será demasiado tarde.»

”Y este mensaje me dio esperanzas. Pues Saruman el Blanco es el más grande de mi orden. Radagast es, por supuesto, un mago de valor, maestro de formas y tonalidades, y sabe mucho de hierbas y bestias, y tiene especial amistad con los pájaros. Pero Saruman estudió hace tiempo las artes mismas del Enemigo, y gracias a esto a menudo hemos sido capaces de adelantarnos a él. Fueron las estratagemas de Saruman lo que nos ayudó a echarlo de Dol Guldur. Era posible que hubiese encontrado alguna arma que haría retroceder a los Nueve.

”«Iré a ver a Saruman», dije.

”«Entonces tienes que ir ahora—dijo Radagast—, pues perdí mucho tiempo buscándote, y los días empiezan a faltar. Me dijeron que te encontrara antes del solsticio de verano, y ya estamos ahí. Aunque partieras ahora, es difícil que llegues a él antes que los Nueve descubran esa tierra que andan buscando. Por mi parte me vuelvo en seguida», y diciendo esto montó y se dispuso a partir.

”«¡Un momento! —dije—. Necesitaremos tu ayuda, y la de todas las criaturas que estén de nuestro lado. Mándales mensajes a todas las bestias y pájaros que son tus amigos. Diles que transmitan a Saruman y a Gandalf todo lo que sepan sobre este asunto. Que los mensajes sean enviados a Orthanc.»

”«Así lo haré», dijo Radagast, y se alejó al galope como si lo persiguieran los Nueve.


”No pude seguirlo en ese momento. Yo había viajado mucho ese día, y me sentía tan cansado como el caballo, y tenía que pensar algunas cosas. Pasé la noche en Bree, y decidí que no tenía tiempo de regresar a la Comarca. ¡Nunca cometí mayor error!

”No obstante, le escribí una nota a Frodo, y le pedí a mi amigo el posadero que se la enviase. Me alejé a caballo al amanecer, y al cabo de una larga marcha llegué a la morada de Saruman. Ésta se encuentra lejos en el sur, en Isengard, donde terminan las Montañas Nubladas, no lejos del Paso de Rohan. Y Boromir os dirá que se trata de un gran valle abierto entre las Montañas Nubladas, y las estribaciones septentrionales de Ered Nimrais, las Montañas Blancas de su país. Pero Isengard es un círculo de rocas desnudas que rodea un valle, como un muro, y en medio de ese valle hay una torre de piedra llamada Orthanc. No fue edificada por Saruman, sino por los Hombres de Númenor, en otra época; y es muy elevada y tiene muchos secretos; sin embargo no parece ser obra de verdaderos artesanos. Para llegar a ella hay que atravesar necesariamente el círculo de Isengard, y en ese círculo hay sólo una puerta.

”Tarde, una noche llegué a esa puerta, como un arco amplio en la pared de roca, y muy custodiado. Pero los guardias de la puerta ya habían sido prevenidos y me dijeron que Saruman estaba esperándome. Pasé a caballo bajo el arco, y la puerta se cerró en silencio a mis espaldas, y de pronto tuve miedo, aunque no supe por qué.

”Seguí a caballo hasta la torre de Orthanc, y tomé la escalera que llevaba a Saruman, y allí él salió a mi encuentro y me condujo a una cámara alta. Llevaba puesto un anillo en el dedo.

”«Así que has venido, Gandalf», me dijo gravemente; pero parecía tener una luz blanca en los ojos, como si ocultara una risa fría en el corazón.

”«Sí, he venido —dije—. He venido a pedirte ayuda, Saruman el Blanco», y me pareció que este título lo irritaba.

”«¡Pero qué me dices, Gandalf el Gris! —se burló—. ¿Ayuda? Pocas veces se ha oído que Gandalf el Gris pidiera ayuda, alguien tan astuto y tan sabio, que va de un lado a otro por las tierras, metiéndose en todos los asuntos, le conciernan o no.»

”Lo miré asombrado.

”«Pero si no me engaño —dije—, hay cosas ahora que requieren la unión de todas nuestras fuerzas.»

”«Es posible —me dijo—, pero este pensamiento se te ha ocurrido tarde. ¿Durante cuánto tiempo, me pregunto, estuviste ocultándome, a mí, cabeza del Concilio, un asunto de la mayor gravedad? ¿Qué te trae de tu escondite en la Comarca?»

”«Los Nueve han salido otra vez —respondí—. Han cruzado el Río. Así me dijo Radagast.»

”«¡Radagast el Pardo! —rió Saruman, y no ocultó su desprecio—. ¡Radagast el domesticador de pajaritos! ¡Radagast el Simple! ¡Radagast el Tonto! Sin embargo, la inteligencia le alcanzó para interpretar el papel que yo le asigné. Pues has venido, y ése era todo el propósito de mi mensaje. Y aquí te quedarás, Gandalf el Gris, y descansarás de tus viajes. ¡Pues yo soy Saruman el Sabio, Saruman el Hacedor de Anillos, Saruman el Multicolor!»

”Lo miré entonces y vi que sus ropas, que habían parecido blancas, no lo eran, pues estaban tejidas con todos los colores, y cuando él se movía las ropas cambiaban y refulgían, como irisadas, confundiendo la vista.

”«Me gusta el blanco», le dije.

”«¡El blanco! —se mofó—. Está bien para el principio. La ropa blanca puede teñirse. La página blanca puedes cubrirla de letras. La luz blanca puede quebrarse.»

”«Y entonces ya no es blanca —dije—. Y aquel que quiebra algo para averiguar qué es, ha abandonado el camino de la sabiduría.»

”«No necesitas hablarme como a uno de esos simplones que tienes por amigos —dijo Saruman—. No te he hecho venir para que me instruyas, sino para darte una posibilidad.»

”Se puso de pie y comenzó a declamar como si estuviera diciendo un discurso ensayado muchas veces.

”«Los Días Antiguos han terminado. Los Días Medios ya están pasando. Los Días Jóvenes comienzan ahora. El tiempo de los Elfos ha quedado atrás, pero el nuestro está ya muy cerca: el mundo de los Hombres, que hemos de gobernar. Pero antes necesitamos poder, para ordenarlo todo como a nosotros nos parezca, y alcanzar ese bien que sólo los Sabios entienden.»

”Saruman se acercó y me habló en voz más baja.

”«¡Y escucha, Gandalf, mi viejo amigo y asistente! Digo nosotros, y podrá ser nosotros, si te unes a mí. Un nuevo Poder está apareciendo. Contra él no nos servirán de nada las viejas alianzas. Ya no podemos poner nuestras esperanzas en los Elfos o el moribundo Númenor. Hay una sola posibilidad para ti, para nosotros. Tenemos que unirnos a ese Poder. Es el camino de la prudencia, Gandalf. Hay esperanzas de ese modo. La victoria del Poder está próxima, y habrá grandes recompensas para quienes lo ayuden. A medida que el Poder crezca, también crecerán los amigos probados; y los Sabios como tú y yo podríamos con paciencia llegar al fin a dominarlo, a gobernarlo. Podemos tomarnos tiempo, podemos esconder nuestros designios, deplorando los males que se cometan al pasar, pero aprobando las metas elevadas y últimas: Conocimiento, Dominio, Orden, todo lo que hasta ahora hemos tratado en vano de alcanzar, entorpecidos más que ayudados por nuestros perezosos o débiles amigos. No tiene por qué haber, no habrá ningún cambio real en nuestros designios, sólo en nuestros medios.»

”«Saruman —dije—, he oído antes discursos parecidos, pero sólo en boca de los emisarios que Mordor envía para engañar a los ignorantes. No puedo pensar que me hayas hecho venir de tan lejos sólo para fatigarme los oídos.»

”Saruman me miró de soslayo, e hizo una pausa, reflexionando.

”«Bueno, ya veo que este sabio camino no te parece recomendable —dijo—. ¿No todavía? ¿No si pudiésemos arbitrar otros medios mejores?»

”Se acercó y me puso una larga mano sobre el brazo.

”«¿Y por qué no, Gandalf? —murmuró—. ¿Por qué no? ¿El Anillo Soberano? Si pudiéramos tenerlo, el Poder pasaría a nosotros. Por eso en verdad te hice venir. Pues tengo muchos ojos a mi servicio, y creo que sabes dónde está ahora ese precioso objeto, ¿no es así? ¿Por qué si no, preguntan los Nueve por la Comarca, y qué haces tú en ese sitio?»

”Y mientras esto decía una codicia que no pudo ocultar le brilló de pronto en los ojos.

”«Saruman —le dije, apartándome de él—, sólo una mano por vez puede llevar el Único, como tú sabes, ¡de modo que no te molestes en decir nosotros! Pero no te lo daré, no, ni siquiera te daré noticias sobre él, ahora que sé lo que piensas. Eras jefe del Concilio, pero al fin te sacaste la máscara. Bueno, las posibilidades son, parece, someterme a Sauron, o a ti. No me interesa ninguna de las dos. ¿No tienes otra cosa que ofrecerme?»

”«Sí —dijo—. No esperé que mostraras mucha sabiduría, ni aun para tu propio beneficio, pero te di la posibilidad de que me ayudaras por tu propia voluntad, evitándote así dificultades y sinsabores. La tercera solución es que te quedes aquí, hasta el fin.»

”«¿Hasta el fin?»

”«Hasta que me reveles dónde está el Único. Puedo encontrar medios de persuadirte. O hasta que se lo encuentre, a pesar de ti, y el Soberano tenga tiempo para asuntos de importancia menor: pensar por ejemplo cómo retribuir adecuadamente a Gandalf el Gris por tantos estorbos e insolencias.»

”«Quizá no sea ése un asunto de importancia menor», dije, pero Saruman se rió de mí, pues mis palabras no tenían ningún sentido, y él lo sabía.


”Me tomaron y me encerraron solo en lo más alto de Orthanc, en el sitio donde Saruman acostumbraba mirar las estrellas. No hay otro modo de descender que por una estrecha escalera de muchos miles de escalones, y parece que el valle estuviera muy lejos allá abajo. Lo miré y vi que la hierba y la hermosura de otro tiempo habían desaparecido, y que ahora había allí pozos y fraguas. Lobos y orcos habitaban en Isengard, pues Saruman estaba alistando una gran fuerza y emulando a Sauron, aún no a su servicio. Sobre todas aquellas fraguas flotaba un humo oscuro que se apretaba contra los flancos de Orthanc. Yo estaba solo en una isla rodeada de nubes; no tenía ninguna posibilidad de escapar, y mis días eran de amargura. Me sentía traspasado de frío, y tenía poco espacio para moverme, y me pasaba las horas cavilando sobre la llegada de los Jinetes al Norte.

”De que los Nueve estaban otra vez activos, no me cabía ninguna duda, aun no teniendo en cuenta las palabras de Saruman, que quizá eran mentiras. Mucho antes de entrar en Isengard me habían llegado noticias en el camino que no podían inducir a error. El destino de mis amigos de la Comarca me preocupaba de veras, pero todavía abrigaba alguna esperanza. Y esperaba que Frodo se hubiese puesto en seguida en camino, como le había recomendado en mi carta, y que hubiera llegado a Rivendel antes que comenzara la mortal persecución.

”Tanto mi temor como mi esperanza resultaron infundados. Pues la raíz de mi esperanza era un hombre gordo en Bree, y la raíz de mi temor la astucia de Sauron. Pero los hombres gordos que venden cerveza tiene muchas llamadas que atender, y el miedo le atribuye a Sauron un poder que todavía le falta. Pero en el círculo de Isengard, prisionero y solo, no era fácil pensar que los cazadores ante quienes todos habían huido, o caído, fracasarían en la lejana Comarca.

—¡Yo te vi! —gritó Frodo—. Caminabas retrocediendo y avanzando. La luna te brillaba en el pelo.

Gandalf se detuvo asombrado y lo miró.

—Fue sólo un sueño —dijo Frodo—, pero lo recordé de pronto. Lo había olvidado. Ocurrió hace algún tiempo; después de haber dejado la Comarca, me parece.

—Entonces te llegó tarde —dijo Gandalf—, como verás. Yo me encontraba en un verdadero apuro. Y quienes me conocen bien convendrán en que pocas veces me he visto en una situación tan desgraciada, y que no las soporto bien. ¡Gandalf el Gris cazado como una mosca en la tela traicionera de una araña! Sin embargo, aun las arañas más hábiles pueden dejar un hilo flojo.

”Temí al principio, como Saruman sin duda se había propuesto, que Radagast hubiese sucumbido también. Sin embargo, yo no había llegado a distinguir nada malo en la voz o los ojos de Radagast, el día de nuestro encuentro. Si así no hubiese sido, yo no habría ido nunca a Isengard, o habría ido con más cuidado. Eso mismo pensó Saruman, y no había confesado sus propósitos y había engañado al mensajero. De cualquier modo hubiera sido inútil tratar de que el honesto Radagast apoyara la traición. Me buscó de buena fe, y por eso me convenció.

”Esto fue la ruina del plan de Saruman. Pues Radagast no tenía razones para no hacer lo que yo le había pedido, y cabalgó hacia el Bosque Negro donde contaba con viejos amigos. Y las Águilas de las Montañas volaron lejos y alrededor, y vieron muchas cosas: la concentración de lobos y el alistamiento de orcos; y los Nueve Jinetes que iban de acá para allá por las tierras; y oyeron rumores de la huida de Gollum. Y enviaron un mensajero para que me llevara esas noticias.

”Así ocurrió que una noche de luna, ya terminando el verano, Gwaihir el Señor de los Vientos, la más rápida de las Grandes Águilas, llegó de pronto a Orthanc; y me encontró de pie en la cima de la torre. Le hablé entonces y me llevó por los aires, antes que Saruman se diera cuenta. Yo ya estaba lejos cuando los lobos y los orcos salieron por las puertas de Isengard en mi persecución.

”«¿Hasta dónde puedes llevarme?», le pregunté a Gwaihir.

”«Muchas leguas —me dijo—, pero no hasta el fin de la tierra. Me enviaron a llevar noticias y no cargas.»

”«Entonces tendré que conseguir un caballo en tierra —dije—, y un caballo de veras rápido, pues nunca en mi vida tuve tanta prisa.»

”«Si es así te llevaré a Edoras, donde reside el Señor de Rohan —me dijo—, pues no está muy lejos.»

”Me alegré, pues en la Marca de los Jinetes de Rohan habitan los Rohirrim, los Señores de los Caballos, y no hay caballos como aquellos que se crían en el valle, entre las Montañas Nubladas y las Montañas Blancas.

”«¿Podemos confiar aún en los Hombres de Rohan, tú crees?», le dije a Gwaihir, pues la traición de Saruman había debilitado mi confianza.

”«Pagan un tributo de caballos —me respondió—, y todos los años mandan muchos a Mordor, o así se dice; pero no han caído aún bajo el yugo. Pero si Saruman se ha vuelto malo, como dices, la ruina de esta gente no podrá tardar mucho.»


”Poco antes del alba me dejó en tierras de Rohan, y he alargado demasiado mi historia. El resto tendrá que ser más breve. En Rohan descubrí que el mal ya estaba trabajando: las mentiras de Saruman; y el rey no quiso prestar atención a mis advertencias. Me invitó a que tomara un caballo y me fuera, y elegí uno muy a mi gusto, pero poco al suyo. Tomé el mejor caballo de aquellas tierras, y nunca he visto nada que se le parezca.

—Entonces tiene que ser una bestia muy noble —dijo Aragorn—, y saber que Sauron recibe tales tributos me entristece más que muchas otras noticias que pudieran parecer peores. No era así cuando estuve por última vez en esa tierra.

—Ni lo es ahora, lo juraría —dijo Boromir—. Es una mentira que viene del Enemigo. Conozco a los Hombres de Rohan, sinceros y valientes, nuestros aliados; aún viven en las tierras que les dimos hace mucho tiempo.

—La sombra de Mordor se extiende sobre países lejanos —respondió Aragorn—. Saruman ha caído bajo esa sombra. Rohan está sitiada. Quién sabe lo que encontrarás allí, si vuelves alguna vez.

—Por lo menos no creo que regalen caballos para salvar la vida —dijo Boromir—. Aman tanto a sus caballos como a sus familias. Y no sin razón, pues los caballos de la Marca de los Jinetes vienen de los campos del Norte, lejos de la Sombra, y la raza de estos animales, como la de los amos, se remonta a los días libres de antaño.

—¡Muy cierto! —dijo Gandalf—. Y hay uno entre ellos que debe de haber nacido en la mañana del mundo. Los caballos de los Nueve no podrían competir con él: incansable, rápido como el soplo del viento. Sombragrís lo llaman. Durante el día el pelo le reluce como plata, y de noche es como una sombra, y pasa inadvertido. Tiene el paso leve. Nunca un hombre lo había montado antes, pero yo lo tomé y lo domé, y me llevó tan rápidamente que yo ya había llegado a la Comarca cuando Frodo estaba aún en las Quebradas Túmulos, aunque salí de Rohan cuando él dejaba Hobbiton.

”Pero el miedo crecía en mí mientras cabalgaba. A medida que iba hacia el norte me llegaban noticias de los Jinetes, y aunque les ganaba terreno día a día, siempre estaban delante de mí. Habían dividido las fuerzas, supe; algunas quedaron en las fronteras del este, no lejos del Camino Verde, y otras invadieron la Comarca desde el sur. Llegué a Hobbiton y Frodo ya había partido, pero cambié unas palabras con el viejo Gamyi. Demasiadas palabras y pocas pertinentes. Tenía mucho que decirme de los defectos que afligían a los nuevos propietarios de Bolsón Cerrado.

”«No soporto los cambios —dijo—, no a mi edad, y menos aún los cambios para peor. Cambios para peor», repitió varias veces.

”«Peor es fea palabra —le contesté—, y espero que no vivas para verlo.»


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