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La Comunidad del Anillo
  • Текст добавлен: 5 октября 2016, 02:20

Текст книги "La Comunidad del Anillo"


Автор книги: John Ronald Reuel Tolkien



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”Un mortal que conserve uno de los Grandes Anillos no muere, pero no crece ni adquiere más vida. Simplemente continúa hasta que al fin cada minuto es un agobio. Y si lo emplea a menudo para volverse invisible, se desvanecerá, se transformará al fin en un ser perpetuamente invisible que se paseará en el crepúsculo bajo la mirada del Poder Oscuro, que rige los Anillos. Sí, tarde o temprano (tarde, si es fuerte y honesto, pero ni la fortaleza ni los buenos propósitos duran siempre), tarde o temprano el Poder Oscuro lo devorará.

—¡Qué aterrador! —dijo Frodo.

Hubo otro largo silencio. Sam Gamyi cortaba el césped en el jardín, y el sonido subía hasta el estudio.

—¿Cuánto tiempo hace que lo sabes? —preguntó Frodo por último—. ¿Cuánto sabía Bilbo?

—Bilbo no sabía más de lo que te dijo; estoy seguro —respondió Gandalf—. Ciertamente, nunca te habría dejado algo si hubiera pensado que podía hacerte daño, aunque yo le prometiera cuidarte. Pensaba que el anillo era muy hermoso, y útil en caso de necesidad, y que si había allí algo raro o que andaba mal era él mismo. Dijo que el anillo le ocupaba cada vez más la mente, cosa que lo inquietaba; pero no sospechaba que el anillo fuera el único culpable, aunque había descubierto que necesitaba que lo vigilaran, pues no siempre parecía tener el mismo tamaño y el mismo peso; se encogía o crecía de manera curiosa, y de pronto podía deslizarse fuera del dedo.

—Sí, me lo recomendó en su última carta —dijo Frodo—; por eso no lo saco de la cadena.

—Muy prudente —dijo Gandalf—. Pero en cuanto a su larga vida, Bilbo nunca la relacionó con el anillo; se atribuyó todo el mérito, y estaba muy orgulloso, aunque cada vez más inquieto y molesto. Delgado y estirado, decía. Señal de que el anillo lo estaba dominando.

—¿Cuánto tiempo hace que lo sabes? —le preguntó Frodo de nuevo.

—¿Saber? He sabido muchas cosas que sólo saben los sabios, Frodo. Pero si te refieres a lo que sé de este anillo en particular, bueno, todavía no sé, podría decir. Me falta una última prueba. Pero ya no pongo en duda mis sospechas.

”¿Cuándo empecé a sospechar? —musitó Gandalf, recordando—. Espera... fue el año en que el Concilio Blanco expulsó al Poder Oscuro del Bosque Negro, poco antes de la Batalla de los Cinco Ejércitos, cuando Bilbo encontró el anillo. El corazón se me ensombreció entonces, aunque sin saber todavía cuáles eran mis verdaderos temores. Me preguntaba a menudo cómo Gollum había obtenido un Gran Anillo, de un modo tan simple... Esto fue claro desde el principio. Después oí la extraña historia de Bilbo acerca de cómo lo había «ganado», y no pude creerlo. Cuando al fin le saqué la verdad, entendí en seguida que había estado defendiendo sus derechos al anillo. Algo parecido a la explicación de Gollum: «un regalo de cumpleaños». Las mentiras eran demasiado semejantes, a mi juicio, y al fin entendí: el anillo tenía un poder nocivo que actuaba inmediatamente sobre su dueño. Fue para mí el primer aviso de que las cosas no andaban bien. A menudo le dije a Bilbo que era mejor no usar esos anillos. Pero se ofendió, y no tardó en enojarse. No había muchas otras cosas que yo pudiera intentar. Yo no podía quitárselo sin causarle un daño mayor, y tampoco tenía derecho a hacerlo, de todos modos. Sólo me restaba esperar y observar. Quizá tendría que haber consultado a Saruman el Blanco, pero algo siempre me detenía.

—¿Quién es ése? —preguntó Frodo—. Nunca lo oí nombrar.

—Quizá no —respondió Gandalf—. Los hobbits no le interesan, ni le interesaron. Aunque es un grande entre los Sabios, el jefe de mi orden, el principal del Concilio. Tiene profundos conocimientos y un orgullo que ha crecido a la par, y se toma a mal cualquier intrusión. Ha estudiado mucho la ciencia de los Anillos de los Elfos, y ha buscado largo tiempo los secretos perdidos de la fabricación de los Anillos; pero cuando se debatió el asunto en el Concilio lo que accedió a revelarnos casi borró del todo mis temores. Mis dudas se echaron a dormir, pero con un sueño intranquilo. Continué observando y esperando.

”Todo parecía desarrollarse normalmente con Bilbo; los años pasaron; sí, pasaron, y parecía que no lo tocaban. Bilbo no mostraba signos de vejez; la sombra cayó sobre mí nuevamente, pero me dije: «Al fin y al cabo desciende por línea materna de una familia de longevos; hay tiempo aún. ¡Espera!»

”Y esperé hasta la noche en que Bilbo dejó esta casa. Bilbo dijo e hizo cosas entonces que me llenaron de un temor que ni las palabras de Saruman hubiesen podido calmar. Supe así que algo oscuro y mortal estaba operando, y me he pasado la mayoría de estos años tratando de descubrir la verdad.

—No hubo ningún daño permanente, ¿no? —inquirió Frodo con ansiedad—. Se pondrá bien con el tiempo, ¿no es así? Quiero decir: ¿podrá descansar en paz?

—Se sintió mejor inmediatamente —contestó Gandalf—. Pero sólo hay un Poder en este mundo que lo sabe todo acerca de los Anillos y sus efectos, y no hay poder conocido que lo sepa todo acerca de los hobbits. Entre los Sabios soy el único que estudia la ciencia hobbit: una oscura rama del conocimiento, pero colmada de raras sorpresas. Hay hobbits blandos como mantequilla, y otros resistentes como viejas raíces de árbol. Creo sinceramente que algunos podrían resistir a los Anillos mucho más de lo que la mayoría de los Sabios supone. No te preocupes por Bilbo.

”Por supuesto, tuvo el anillo muchos años y lo usó; la influencia tardará entonces algún tiempo en desaparecer, antes que pueda verlo de nuevo sin que le haga daño, por ejemplo. Hubiera podido seguir viviendo así largos años, y muy feliz; la influencia se detuvo cuando se libró del anillo; y él mismo decidió dejarlo, no lo olvides. No, ya no me inquieto por el querido Bilbo, que resolvió terminar con el anillo. Eres tú quien me hace sentir responsable. Desde la partida de Bilbo me he interesado profundamente en ti y en todos estos encantadores, absurdos y desvalidos hobbits. Si el Poder Oscuro se apoderase de la Comarca, sería un doloroso golpe para el mundo; si vuestros amables, alegres, estúpidos Bolger, Corneta, Boffin, Ciñatiesa y los demás, sin mencionar a los ridículos Bolsón, fuesen esclavizados...

—Pero ¿por qué nos esclavizaría? —preguntó Frodo estremeciéndose—. ¿Y para qué querría esos esclavos?

—Te diré la verdad —replicó Gandalf—; creo que hasta ahora, hasta ahora, grábalo en tu mente, el Poder Oscuro ha pasado por alto la existencia de los hobbits. Tendríais que estar agradecidos, pero vuestra seguridad es ya cosa del pasado. El Poder no os necesita: tiene sirvientes mucho más útiles, pero ya no olvidará a los hobbits. Le agradaría más verlos como esclavos miserables que felices y libres. ¡En todo esto hay maldad y venganza!

—¡Venganza! ¡Venganza de qué! Todavía no entiendo qué tiene que ver todo esto con Bilbo, conmigo y con nuestro anillo.

—Todo tiene que ver —dijo Gandalf—. Todavía no sabes en qué peligro te encuentras. Yo tampoco estaba seguro la última vez que vine, pero ha llegado la hora de hablar. Dame el anillo un momento.


Frodo lo sacó del bolsillo del pantalón, donde lo guardaba enganchado a una cadena que le colgaba del cinturón. Lo soltó y se lo alcanzó lentamente al mago. El anillo se hizo de pronto muy pesado, como si él mismo o Frodo no quisiesen que Gandalf lo tocara.

Gandalf lo sostuvo. Parecía de oro puro y sólido.

—¿Puedes ver alguna inscripción? —preguntó a Frodo.

—No —dijo Frodo—, no hay ninguna. Es completamente liso y no tiene rayas ni señales de uso.

—Bien, ¡entonces mira!

Ante la sorpresa y zozobra de Frodo el mago arrojó el anillo al fuego. Frodo gritó y buscó las tenazas, pero Gandalf lo retuvo.

—¡Espera! —le ordenó con voz autoritaria, echando a Frodo una rápida mirada, desde debajo de unas erizadas cejas.

No hubo en el anillo ningún cambio aparente. Un momento después Gandalf se levantó, cerró los postigos y corrió las cortinas. La habitación se oscureció, se hizo un silencio, y se oyó el ruido de las tijeras de Sam, ahora cerca de la ventana. El mago se quedó unos minutos mirando el fuego; luego se inclinó, sacó el anillo con las tenazas, poniéndolo sobre la chimenea, y en seguida lo tomó con los dedos. Frodo ahogó un grito.

—Está frío —dijo Gandalf—. ¡Tómalo!

Frodo lo recibió con mano temblorosa; parecía más pesado y macizo que nunca.

—¡Álzalo! —le ordenó Gandalf—, y míralo muy de cerca.

Frodo lo alzó y miró y vio líneas finas, más finas que los más finos rasgos de pluma, y que corrían a lo largo del anillo, en el interior y el exterior: líneas de fuego, como los caracteres de una fluida escritura. Brillaban con una penetrante intensidad, pero con una luz remota, que parecía venir de unas profundidades abismales.



—No puedo leer las letras ígneas —dijo Frodo con voz trémula.

—No —dijo Gandalf—, pero yo sí; son antiguos caracteres élficos. El idioma es el de Mordor, que no pronunciaré aquí. Esto es lo que dice en la lengua común, en una traducción bastante fiel.


Un Anillo para gobernarlos a todos. Un Anillo para encontrarlos,

un Anillo para atraerlos a todos y atarlos en las tinieblas.


”Sólo dos versos de una estrofa muy conocida en la tradición élfica:


Tres anillos para los Reyes Elfos bajo el cielo.

Siete para los Señores Enanos en casas de piedra.

Nueve para los Hombres Mortales condenados a morir.

Uno para el Señor Oscuro, sobre el trono oscuro

en la Tierra de Mordor donde se extienden las Sombras.

Un Anillo para gobernarlos a todos. Un Anillo para encontrarlos,

un Anillo para atraerlos a todos y atarlos en las tinieblas

en la Tierra de Mordor donde se extienden las Sombras.


Gandalf hizo una pausa, y luego dijo lentamente, con voz profunda: —Éste es el Dueño de los Anillos, el Anillo Único que los gobierna. Éste es el Anillo Único que el Señor Oscuro perdió en tiempos remotos, junto con parte de su poder. Lo desea terriblemente, pero es necesario que no lo consiga.

Frodo se sentó en silencio, inmóvil: el miedo parecía extender una mano enorme, como una vasta nube oscura que se levantaba en oriente y ya iba a devorarlo.

—¡Este anillo! —farfulló—. ¿Cómo rayos ha venido a mí?


—¡Ah! —dijo Gandalf—. Es una historia muy larga. Sólo los maestros de tradición la recuerdan, pues comienza en los Años Oscuros. Si tuviera que contártelo todo, nos quedaríamos aquí sentados hasta que acabe el invierno y empiece la primavera.

”Ayer te hablé de Sauron el Grande, el Señor Oscuro. Los rumores que has oído son ciertos. En efecto ha aparecido nuevamente, y luego de abandonar sus dominios en el Bosque Negro, ha vuelto a la antigua fortaleza en la Torre Oscura de Mordor. Hasta vosotros, los hobbits, habéis oído el nombre, como una sombra que merodea en las viejas historias. Siempre después de una derrota y una tregua, la Sombra toma una nueva forma y crece otra vez.

—Espero que no suceda en mi época —dijo Frodo.

—También yo lo espero —dijo Gandalf—, lo mismo que todos los que viven en este tiempo. Pero no depende de nosotros. Todo lo que podemos decidir es qué haremos con el tiempo que nos dieron. Y ya, Frodo, nuestro tiempo ha comenzado a oscurecerse. El Enemigo se fortalece rápidamente, y hace planes todavía no maduros, pero que están madurando. Tenemos mucho que hacer. Tendremos mucho que hacer aun cuando no mediara ese riesgo espantoso.



”Al Enemigo todavía le falta algo que le dé poder y conocimientos suficientes para vencer toda resistencia, derribar las últimas defensas, y cubrir todas las tierras con una segunda oscuridad: la posesión del Anillo Único.

”Los Señores Elfos le ocultaron los Tres Anillos, los más perfectos de todos, y él nunca los tocó o los mancilló. Los Reyes Enanos poseían siete, de los cuales pudo recuperar tres; los otros los devoraron los dragones. Les dio nueve a los Hombres Mortales, orgullosos y espléndidos: así los engañó. Hace tiempo fueron dominados por el Único y se volvieron Espectros del Anillo, sombras bajo la gran Sombra, los sirvientes más terribles. Hace tiempo. Pasaron años desde que los Nueve se fueron lejos, y sin embargo, ¿quién sabe? La Sombra crece otra vez, y ellos pueden volver, y volverán. Pero no hablaremos de esas cosas ni siquiera en una mañana de la Comarca.

”En resumen: ha conseguido reunir los Nueve. También los Siete, a menos que hayan sido destruidos. Los Tres permanecen todavía ocultos, pero eso ya no le interesa. Sólo necesita el Único, pues lo fabricó él mismo, es suyo, y en él dejó gran parte del poder que tenía anteriormente, cuando gobernaba a todos los otros. Si lo recupera los dominará otra vez, donde se encuentren, y hasta los Tres, y todo aquello que se haya hecho con estos anillos desaparecerá del todo, y él será más fuerte que nunca.

”Éste es el terrible peligro, Frodo. Él creyó que el Único había sido destruido, que los Elfos lo habían destruido, como tendría que haber sucedido en realidad. Ahora sabe que no fue así, y que lo encontraron hace un tiempo. Así que no hace otra cosa que buscarlo y buscarlo, incesantemente. Vive de esa esperanza, y esa esperanza es nuestro temor.

—¿Por qué, por qué no lo destruyeron? —exclamó Frodo—. ¿Cómo el Enemigo pudo perderlo, si era tan poderoso, y tan valioso para él?

Apretó el Anillo en la mano, como si ya viera unos dedos oscuros que se alargaban para robárselo.

—Se lo quitaron —respondió Gandalf—. El poder de resistencia de los Elfos era mayor mucho tiempo atrás; y no todos los Hombres se habían apartado de ellos. Los Hombres de Oesternesse acudieron entonces a ayudarlos. Éste es un capítulo de historia antigua que sería bueno recordar, pues en aquella época había también aflicción y oscuridad crecientes pero asimismo había mucho valor, y grandes hazañas que no fueron totalmente vanas. Quizá algún día te contaré toda la historia o la oirás por boca de alguien que la conozca mejor.

”Por el momento, pues necesitas saber sobre todo cómo el Anillo llegó aquí, lo que es bastante, no diré más. Fueron Gil-galad, el Rey de los Elfos, y Elendil, de Oesternesse, quienes derrocaron a Sauron, aunque murieron en la lucha. El hijo de Elendil, Isildur, cortó el Anillo de la mano de Sauron y se quedó con él. Sauron fue vencido; el espíritu desapareció, ocultándose por muchos años, hasta que la Sombra tomó nueva forma en el Bosque Negro.

”Pero el Anillo se había perdido. Cayó a las aguas del Río Grande, el Anduin. Desapareció cuando Isildur, que iba hacia el norte siguiendo la margen este del río, fue asaltado por los Orcos de la Montaña, cerca de los Campos Gladios. Los Orcos de la Montaña mataron a casi toda su gente. Isildur se zambulló en las aguas, el Anillo se le salió del dedo mientras nadaba, y entonces los orcos lo vieron, y lo mataron a flechazos.

Gandalf hizo una pausa.

—Allí, en los lagos oscuros, en medio de los Campos Gladios —continuó—, el Anillo murió para la tradición y la leyenda. Ahora sólo unos pocos conocen la historia, y el mismo Concilio de los Sabios no pudo descubrir más, pero al fin sé cómo continúa.


”Mucho después, pero aún en un pasado remoto, vivía junto a las márgenes del Río Grande, en los límites de las Tierras Ásperas, una gente pequeña, sedentaria, y diestra. Creo que eran de raza hobbit, emparentados con los padres de los padres de los Fuertes, pues amaban el río y a menudo nadaban en él, o construían pequeños botes de caña. Había entre ellos una familia de gran reputación, por ser más numerosa y más rica que la mayoría, encabezada por una abuela austera y docta en cuestiones tradicionales. El más preguntón y curioso de esa familia se llamaba Sméagol. Se interesaba en las raíces y orígenes subterráneos; se zambullía en lagos profundos, cavaba bajo los árboles y plantas, y abría túneles en los montículos verdes. Un día dejó de mirar hacia arriba, a la cima de las montañas, las hojas de los árboles o las flores que se elevaban en el aire; llevaba la cabeza y los ojos vueltos siempre hacia abajo.

”Sméagol tenía un amigo, Déagol, muy parecido, aunque de mirada más aguda, y no tan fuerte y rápido. En una ocasión tomaron un bote y fueron a los Campos Gladios donde crecían matorrales de lirios y junquillos. Una vez allí, Sméagol comenzó a curiosear por las márgenes, mientras Déagol permanecía sentado en el bote, pescando. De repente un pez grande picó el anzuelo, y antes de darse cuenta de lo que ocurría, Déagol se vio arrastrado al agua, hasta el fondo. Se dejó llevar, porque creyó ver algo brillante allá en el fondo del río, y conteniendo la respiración extendió la mano y lo alcanzó. Luego salió a la superficie, chorreando, con hierbas en los cabellos y un puñado de barro, y nadó hacia la orilla. Se quitó el barro de la mano, y oh qué era aquello, un hermoso anillo de oro que brillaba y centelleaba a la luz, y le alegraba el corazón. Sméagol había estado observándolo desde detrás de un árbol, y mientras Déagol se deleitaba mirando el anillo, se le acercó en silencio.

”«Dámelo, Déagol, mi querido», dijo Sméagol por sobre el hombro de su amigo.

”«¿Por qué?»

”«Porque es mi cumpleaños, querido, y lo quiero para mí», respondió Sméagol.

”«No me importa —contestó Déagol—. Ya te di un regalo; más de lo que estaba a mi alcance. El anillo lo encontré yo y me lo guardaré.»

”«¿De veras, querido?», dijo Sméagol, y tomó a Déagol por la garganta y lo estranguló, pues el oro era brillante y hermoso. Luego se puso el anillo en el dedo.

”Nadie pudo descubrir qué había sido de Déagol. Había sido asesinado lejos de la casa y el cadáver estaba bien escondido. Sméagol volvió solo y descubrió que la familia no podía verlo, cuando tenía puesto el anillo. El hallazgo lo entusiasmó, y ocultó el anillo empleándolo para descubrir secretos, y poniendo este conocimiento al servicio de fines torcidos y maliciosos. Alcanzó a tener ojo avizor y oído alerta para todo lo que fuera dañino. El anillo le había dado poder, de acuerdo con su talla moral. Se hizo muy impopular y los parientes se mantenían apartados (cuando él era visible). Lo pateaban y él les mordía los pies. Se acostumbró a robar y andar de aquí para allá, murmurando entre dientes y gorgoteando, y por eso lo llamaron Gollum. Lo maldijeron y le ordenaron que se fuera lejos. La abuela, deseando tener paz, lo expulsó de la familia y lo echó de la cueva.

”Gollum anduvo, vagabundo y a solas, lloriqueando por la crueldad del mundo; remontó el Río hasta un arroyo que fluía de las montañas, y siguió esa dirección. Pescó en lagos profundos con dedos invisibles y se comió los pescados crudos. Un día de mucho calor, estando agachado junto a un lago sintió que algo le quemaba la nuca y que una luz deslumbrante que venía del agua le lastimaba los ojos húmedos. Se preguntó qué sería eso, pues casi se había olvidado del sol. Por última vez miró hacia arriba, y lo amenazó con el puño.

”Cuando bajó los ojos, vio en la lejanía las cimas de las Montañas Nubladas de donde nacía el arroyo, y pensó de pronto: «Bajo aquellas montañas habrá fresco y sombra. El sol no podrá mirarme allí. Las raíces de esas montañas tienen que ser verdaderas raíces. Hay allí sin duda grandes secretos enterrados que nadie ha descubierto todavía».

”Gollum viajó pues durante la noche hacia las Tierras Altas y allí encontró una pequeña caverna de la que salía el arroyo sombrío. Fue abriéndose paso como un gusano hacia el corazón de las colinas y desapareció para el mundo. El Anillo bajó con él a las sombras, y ni siquiera aquel que lo había fabricado, cuando recobró de nuevo el poder, pudo averiguar qué había ocurrido.


—¡Gollum! —exclamó Frodo—, ¿Gollum? ¿Quieres decir que es el mismo Gollum que Bilbo encontró? ¡Qué espanto!

—Me parece que es una historia triste —dijo el mago—, que podría haberle sucedido a otros, también a algunos hobbits que he conocido.

—No puedo creer que Gollum estuviera emparentado con los hobbits, ni de lejos —dijo Frodo acalorado—. ¡Qué abominable idea!

—De todos modos es verdad —replicó Gandalf—. Sobre los orígenes de los hobbits, al menos, creo saber más que ellos mismos. Hasta la historia de Bilbo sugiere de algún modo ese parentesco; en el fondo de los pensamientos y la memoria tenían muchas cosas parecidas, y se entendían de modo notable; mucho mejor de lo que un hobbit podía entenderse, por ejemplo, con un Enano, con un Orco, o hasta con un Elfo. Piensa para empezar en los enigmas que los dos conocían.

—Sí —dijo Frodo—, aunque otros pueblos además de los hobbits tienen enigmas semejantes; y los hobbits no trampean. Gollum trampeaba siempre; trataba de sorprender descuidado al pobre Bilbo, y no me cabe duda de que se regocijaba en su maldad proponiendo un juego que terminaría dejándole una víctima fácil, y que en caso de derrota no le haría ningún daño.

—Me temo que sea demasiado cierto —dijo Gandalf—, pero pienso que en todo esto había algo más que tú todavía no ves, y es que Gollum no estaba totalmente perdido. Había demostrado tener una resistencia que nadie hubiera adivinado, ni siquiera los Sabios; como podía tenerla un hobbit. En la mente de Gollum había un rinconcito que aún no le pertenecía, y en el que penetraba la luz como por un resquicio en las tinieblas: la luz que venía del pasado. Era realmente agradable, me parece, escuchar de nuevo una verdadera voz, que despertaba recuerdos del viento, de los árboles, del sol sobre los pastos, y otras cosas olvidadas.

”Claro está, todo esto irritará todavía más en última instancia la parte malvada de Gollum; a menos que alguien pueda dominarla. A menos que alguien lo cure. —Gandalf suspiró:– ¡Ay! Le doy pocas esperanzas. Aunque no ninguna esperanza. No, aunque haya tenido el Anillo tanto tiempo que él mismo ya no recuerda desde cuándo. Pues no lo usaba desde hacía mucho; no lo necesitaba en la impenetrable oscuridad. Por cierto, no se ha desvanecido. Es delgado y fuerte todavía, pero aquella cosa estaba carcomiéndole la mente, y el tormento se había vuelto casi insoportable.

”Todos los «grandes secretos» escondidos en las montañas sólo habían sido noche vacía; no había nada más que descubrir, nada que valiera la pena, salvo sórdidas comidas furtivas y recuerdos de agravios. Se sentía completamente desdichado, odiaba la oscuridad y más aún la luz; odiaba todo, pero lo que más odiaba era el Anillo.

—¿Qué quieres decir? —dijo Frodo—. ¿No era su tesoro y lo único que le importaba de veras? Y si lo odiaba ¿por qué no se deshacía de él, o se iba, dejándolo allí?

—Tendrás que empezar a entender, Frodo, después de todo lo que has oído —respondió Gandalf—. Lo odiaba y lo amaba, como se odiaba y se amaba a sí mismo. No podía deshacerse de él, pues no era ya cuestión de voluntad.

”Un Anillo de Poder se cuida solo, Frodo. Puede deslizarse traidoramente fuera del dedo, pero el dueño no lo dejará nunca. Tendrá alguna vez la idea de pasárselo a otro, pero esto sólo al principio, cuando el poder comienza a manifestarse. Pero, que yo sepa, en toda la historia del Anillo sólo Bilbo fue capaz de ir más allá de la idea y llevarla a cabo. Necesitó de toda mi ayuda. Y aun así nunca hubiese dejado el Anillo, nunca se hubiera librado de él. No fue Gollum, Frodo, sino el Anillo mismo el que decidió. El Anillo abandonó a Gollum.

—Justo para encontrarse con Bilbo —dijo Frodo—. ¿Un orco no le hubiera convenido más?

—No es asunto de risa —dijo Gandalf—. No para ti. Fue el acontecimiento más extraño en toda la historia del Anillo: la llegada de Bilbo en ese momento y que pusiera la mano sobre él, ciegamente, en la oscuridad.

”Había más de un poder actuando allí, Frodo. El Anillo trataba de volver a su dueño. Se había escapado de la mano de Isildur, traicionándolo; cuando tuvo la oportunidad se apoderó del pobre Déagol, que fue asesinado, y después de Gollum, a quien devoró. Ya no podía utilizar más a Gollum, demasiado pequeño y vil; y mientras tuviera el Anillo no dejaría nunca aquellas aguas profundas. Ahora que el dueño despertaba una vez más y transmitía oscuros pensamientos desde el Bosque Negro, el Anillo abandonó a Gollum; para caer en manos de la persona más inverosímil: Bilbo de la Comarca.

”Detrás de todo esto había algo más en juego, y que escapaba a los propósitos del hacedor del Anillo: no puedo explicarlo más claramente sino diciendo que Bilbo estaba destinadoa encontrar el Anillo, y no por voluntad del hacedor. En tal caso, tú también estarías destinadoa tenerlo. Quizá la idea te ayude un poco.

—No —dijo Frodo—, aunque no estoy seguro de entenderte. Pero ¿cómo has sabido todo esto sobre el Anillo y sobre Gollum? ¿Lo sabes realmente o te lo imaginas?

Gandalf miró a Frodo, y le brillaron los ojos.

—Sabía mucho y he aprendido más, pero no te daré cuenta a ti de todo lo que hago. Los Sabios conocen bien la historia de Elendil, Isildur, y el Anillo Único. Tu Anillo ha demostrado ser el único por la inscripción en letras de fuego, aparte de toda otra evidencia.

—¿Cuándo lo descubriste? —interrumpió Frodo.

—Justo ahora, en esta habitación —respondió el mago con brusquedad—. Esperaba descubrirlo. He vuelto de viajes tenebrosos y largas búsquedas para hacer esta prueba final. Es la última, y ahora todo está demasiado claro. Descifrar la parte de Gollum y meterla en la historia me exigió cierto esfuerzo. Pude, en un principio, haber comenzado con suposiciones sobre Gollum, pero ya no supongo más. Lo sé, pues lo he visto.

—¿Has visto a Gollum? —exclamó Frodo, asombrado.

—Sí. No había otra cosa que hacer, evidentemente, y sólo faltaba saber si era posible. Lo busqué mucho, y al fin lo encontré.

—Entonces ¿qué ocurrió después de la huida de Bilbo? ¿Lo sabes?

—No tan claramente. Lo que te he contado es lo que conseguí sacarle a Gollum, aunque no fueron las mismas palabras. Gollum es un mentiroso y hay que desbrozar lo que dice. Por ejemplo, llamó al Anillo «regalo de cumpleaños», una y otra vez. Dijo que se lo había dado su abuela, quien tenía montones de cosas hermosas parecidas: una historia absurda. No dudo de que la abuela de Sméagol fuese una matriarca, una gran persona, a su manera; pero es disparatado decir que tenía muchos Anillos de los Elfos, y que los regalaba a los parientes. Sin embargo, en esta mentira había un grano de verdad.

”El asesinato de Déagol obsesionaba a Gollum, por lo que inventó una defensa, y se la contaba a su «tesoro» una y otra vez, mientras roía huesos en la oscuridad, hasta que casi llegó a creerla. Era su cumpleaños; Déagol tenía que darle el anillo; había aparecido para ser un regalo; era su regalo de cumpleaños, etcétera.

”Lo soporté tanto como pude, pero la verdad era desesperadamente importante y por fin tuve que mostrarme duro. Puse en él el miedo del fuego, y le saqué la verdadera historia, poco a poco, muy a disgusto y entre lloriqueos y rezongos. Gollum se veía a sí mismo como una víctima incomprendida. Pero cuando por último me contó su historia, incluyendo el juego de los enigmas y la huida de Bilbo, no quiso decir nada más, fuera de unas vagas alusiones. Había en él otro temor, más grande que el que yo le inspiraba. Murmuró que recobraría lo que era suyo. Le demostraría a la gente que no toleraba que lo trataran a empujones, lo arrastraran a un agujero, y luego le robaran. Gollum tenía ahora buenos y poderosos amigos. Lo ayudarían, y Bolsón pagaría su culpa. Ésta era la obsesión de Gollum; odiaba a Bilbo y maldecía su nombre. Y además sabía de dónde era Bilbo.

—¿Cómo lo descubrió? —preguntó Frodo.

—En cuanto al nombre, se lo dijo Bilbo mismo, muy tontamente. Luego no le fue difícil averiguar de qué país venía Bilbo; una vez que salió a la luz. Pues se atrevió a salir. El deseo de recobrar el Anillo era más fuerte que su temor a los orcos y a la luz. Pasó un año o dos y dejó las montañas. Como ves, aunque dominado por el deseo del Anillo, ya no pensaba que lo devoraban; comenzó a revivir un poco. Se sentía viejo, muy viejo, aunque menos tímido, y con mucha hambre.

”Seguía y seguirá temiendo la luz del sol y de la luna; pero era astuto y supo esconderse de la luz del día y del fulgor de la luna, y abrirse camino veloz y calladamente en lo profundo de la noche con pálidos ojos fríos para atrapar a pequeñas criaturas asustadizas o incautas. La nueva alimentación y el nuevo aire le dieron fuerza y audacia. Se encaminó hacia el Bosque Negro, como podía esperarse.

—¿Es allí donde lo encontraste? —preguntó Frodo.

—Sí, lo vi allí —respondió Gandalf—, pero antes Gollum había andado mucho, siguiendo el rastro de Bilbo. Era muy difícil enterarse de algo por boca de Gollum, pues se interrumpía constantemente con maldiciones y amenazas. «¿Qué tenía en los bolsillos? —repetía—. Yo no podía decírselo, no, mi tesoro. Fue un engaño y no una pregunta limpia. Sí, me engañó desde el principio. Quebrantó las reglas. Teníamos que haberle roto los huesos allí mismo. Sí, mi tesoro. ¡Y lo haremos, mi tesoro!»

”Ésta es una muestra de su charla; supongo que no querrás más. Lo oí durante días enteros. Pero a través de ciertas alusiones que dejó escapar entre gruñidos, saqué en limpio que sus fatigados pies lo habían llevado por fin a Esgaroth y hasta las calles de Valle, donde observó y escuchó en secreto. La noticia de los grandes acontecimientos había corrido por todas las Tierras Ásperas, donde muchos conocían el nombre de Bilbo y sabían de dónde había venido. No habían guardado en secreto nuestro viaje de regreso al oeste; los agudos oídos de Gollum pronto oyeron lo que querían oír.

—Entonces, ¿por qué no siguió persiguiendo a Bilbo? —preguntó Frodo—. ¿Por qué no llegó a la Comarca?

—Ah —respondió Gandalf—, ése es el punto. Creo que Gollum lo intentó; partió y volvió al oeste, hasta Río Grande, pero se desvió. Estoy seguro de que no lo acobardó la distancia. No, algo distinto lo llevó a otra parte. Así piensan los amigos a quienes les pedí que lo siguieran.

”Los Elfos de los Bosques fueron los primeros en rastrearlo; tarea fácil para ellos, pues las huellas de Gollum estaban todavía frescas. Atravesaron el Bosque Negro y volvieron, pero nunca lo alcanzaron. En el bosque corrían muchos rumores sobre él, historias terribles, aun entre los pájaros y las bestias. Los Hombres del Bosque hablaban de un nuevo terror, un fantasma que bebía sangre, que se subía a los árboles en busca de nidos, que se arrastraba por las cuevas en busca de niños, que se deslizaba por las ventanas en busca de cunas.


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