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Cyteen 1 - La Traicion
  • Текст добавлен: 26 октября 2016, 21:27

Текст книги "Cyteen 1 - La Traicion "


Автор книги: C. J. Cherryh



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V

– Tienes una llamada—dijo el Cuidador y Justin se despertó del sueño en que había caído sin darse cuenta, acostado toda la noche en el sillón de la sala; el sonido hizo que se apoyara en el codo y el brazo y luego, mientras el Cuidador conectaba y atendía la llamada, sobre sus pies.

–Estoy aquí —dijo en voz alta al Cuidador, y oyó que éste repetía al teléfono:

Justin está aquí. Un momento, por favor.

Justin se pasó la mano por la cara áspera por la poca barba que tenía, y por los ojos que se negaban a abrirse.

–Estoy aquí —dijo con el corazón en un puño. Esperaba malas noticias.

–Buenos días —saludó—. Lamento molestarte a estas horas, Justin, pero ¿dónde está Grant?

–No lo sé —respondió. Hora. ¿Qué hora es?Se frotó los ojos y trató de enfocar los desvaídos números del reloj en la consola de la pared. Cinco de la mañana. Tiene que estar con Kruger ahora. Tiene que haber llegado—.¿Por qué? ¿No está contigo? —Miró más allá del arco, donde las luces todavía estaban encendidas, donde la cama de Grant aparecía intacta, prueba palpable de que todo era cierto, Grant se había marchado, todo lo que recordaba había pasado.

No puede ser que lo hayamos logrado.

–Justin, quiero hablar contigo en cuanto llegues hoy.

–Sí. —La voz se le quebraba. Había llegado la hora. Estaba temblando.

–A las 0800. Cuando entres. En el laboratorio del Ala Uno.

–Sí, sera.

El contacto se cerró. Justin se frotó la cara y cerró los ojos con fuerza, la mandíbula tensa. Sentía que iba a vomitar.

Pensó en llamar a su padre. O en ir a verlo.

Pero Ari le había dado tiempo de hacerlo, mucho tiempo; tal vez era lo que ella pretendía, o tal vez Ari estaba tratando de que él pensara que eso era lo que ella pretendía para que no lo hiciera. Tratar de ser mejor que ella era como intentar ganar a su padre.

Y él estaba tratando de hacer las dos cosas.

Se hizo el desayuno con tostadas y zumo; fue todo lo que logró meter en un estómago inapetente. Se duchó y se vistió y empezó a dar vueltas por la habitación, demorándose en cada detalle porque tenía mucho tiempo, demasiado tiempo hasta el momento preciso.

Era deliberado. Él lo sabía. Ella siempre actuaba por una razón determinada.

Grant tal vez estaba en manos de la policía.

Tal vez estaba en Reseune.

Tal vez estaba muerto.

Ari pensaba golpearlo, hacerlo reaccionar y grabarlo todo en una cinta. Se preparó para cualquier ataque de Ari, hasta lo peor; se preparó para decir, si es que tenía que decir algo:

–No sé, se marchó. Supuse que iba a verla a usted. ¿Cómo iba yo a imaginarme? Nunca había hecho algo como esto.

A las 0745, dejó el apartamento y tomó el ascensor hacia el vestíbulo principal; pasó la seguridad del Ala Uno, se dirigió a su propia oficina, abrió la puerta, encendió la luz. Igual que siempre.

Fue hasta el pasillo donde Jane Strassen ya estaba en su oficina, y le dio los buenos días. Dobló la esquina y tomó las escaleras hacia la sección de laboratorios al final del edificio.

Usó su tarjeta en la cerradura de seguridad de las puertas blancas y entró en el pasillo de pequeñas oficinas, todas cerradas. Más allá, una entrada de puerta doble conducía al sucio laboratorio del Ala Uno, donde reinaba el olor a alcohol, el frío y la humedad. Recordó sus días de estudiante en ese lugar. Las luces estaban encendidas. La habitación de frío a la izquierda tenía las puertas bien abiertas y una gran claridad salía desde el interior.

Él dejó las puertas exteriores y oyó voces. Florian salió por la puerta del laboratorio.

No era extraño que un estudiante estuviera allí, ni que los técnicos entraran y salieran: el Laboratorio Uno era viejo, estaba muy superado por las instalaciones del Edificio B, pero todavía era útil. Los investigadores lo usaban y lo preferían a la larga caminata de ida y vuelta hasta los grandes laboratorios de nacimiento en B, preferían el antiguo equipo manual a las modernas instalaciones automatizadas. Ari había frecuentado mucho el lugar últimamente. Llevaba a cabo gran parte de su trabajo personal en aquel laboratorio viejo y frío, el lugar más apropiado para su proyecto en el Ala Uno, pensó él.

El proyecto Rubin,se le ocurrió. Hasta ese momento, le había llamado la atención la presencia de Ari en ese lugar porque ella no necesitaba hacer esas cosas por sí misma, cuando contaba con excelentes técnicos que se encargaban del trabajo rutinario. Ahora lo comprendía.

Voy a supervisar el proceso yo misma..., quiero encargarme de ello de nuevo. Tal vez sea un poco de vanidad...

También era un lugar privado, el tipo de situación que él había tratado de evitar durante semanas.

–Sera lo está esperando —dijo Florian.

–Gracias —respondió él, con la voz meticulosamente normal—. ¿Sabes para qué?

–Supongo que usted lo sabe, ser —le contestó Florian. Los ojos oscuros no expresaban nada cuando el azi miró hacia la puerta del laboratorio de frío—. Puede pasar. Sera, Justin Warrick está aquí.

–Muy bien. —La voz de Ari salió flotando de la habitación.

Justin caminó hasta la puerta abierta del alargado laboratorio. Ari estaba sentada en un taburete de trabajo, junto a una mesa, con uno de los viejos separadores pasados de moda.

–Maldita sea —se quejó sin levantar la vista—. No me fío de este trasto. Ve a traerme uno de B. No tengo por qué soportar esto.

Levantó la vista y la forma brusca en que alzó la mano asustó a Justin cuando dejaba atrás la puerta del laboratorio. Se dio cuenta de que había movido la puerta, la cogió y volvió a cerrarla, afirmándola, frustrado ante su propia torpeza adolescente que lo amenazaba cuando más necesitaba aparentar seguridad.

–Maldita sea —murmuró Ari—. Jane y su maldita costumbre de ahorrar en todo. En cuanto la tocas, oscila. Tengo que hacerla arreglar. ¿Cómo estás esta mañana?

–Bien.

–¿Dónde está Grant?

El corazón de Justin latía a toda velocidad. Lo obligó a calmarse.

–No lo sé. Pensé que estaba con usted.

–Claro, claro. Grant robó un bote anoche. Saboteó el otro. Seguridad lo siguió hasta Kruger. ¿Qué sabes de todo eso?

–Nada. Nada de nada.

–Claro que no. —Ella se dio la vuelta sobre el taburete—. Tu compañero lo planeó todo.

–Supongo que sí. Grant es muy capaz .—Estaba resultando demasiado fácil. Ari era capaz de mucho, mucho más; de dar vueltas, en lugar de ir directa al grano. Se negó a sentirse aliviado, como si se dirigiera hacia un precipicio y la corriente lo arrastrara demasiado rápido. Florian todavía estaba fuera. No había testigos de lo que ella decía, ni de lo que podía ordenarle hacer. Había un cerrojo en la puerta exterior. Y tal vez había un grabador—. Ojalá me hubiera contado lo que planeaba.

Ari hizo chasquear la lengua.

–¿Quieres ver los informes de Seguridad? Salisteis juntos anoche. Tú volviste solo.

–Estaba buscando a Grant. Dijo que iba a pedir una bolsa para llevar las cosas. No volvió.

Ari levantó las cejas.

–Ah, vamos...

–Lo lamento. Eso es lo que hice.

–De verdad, me has desilusionado. Esperaba más inventiva de tu parte.

–Le he dicho todo lo que sé.

–Escúchame, amiguito. Lo que hiciste se llama robo,¿eres consciente? Ya sabes lo que pasa si Reseune presenta una acusación.

–Sí —dijo él, tan tranquilo, tan lleno de sugerencias como pudo—. Sí que lo sé.

–No estamos en Cyteen.

–Lo sé.

–Estás muy tranquilo. ¿Por qué?

–Porque usted no presentará acusaciones.

–¿Quieres apostar sobre eso?

Ella esperaba una reacción. Él le sonrió. Hasta ese momento, estaba bajo control; no sabía, no sabía si Grant estaba en manos de Ari o no.

–Estoy apostando —dijo y mantuvo la voz inexpresiva—. Me tiene a mí. No tiene a Grant. Mientras las cosas sigan bien conmigo y mi padre, Grant mantendrá la boca cerrada y todos estaremos bien.

–Por eso te quedaste.

Eso la había molestado. Ese acto irracional.

Él sonrió más todavía. Un triunfo leve, muy cuidadoso, en territorio contrario.

–Uno de los dos tenía que quedarse. Para asegurarle a usted que permaneceremos en silencio si todo va bien.

–Claro. ¿Jordan planeó todo esto?

Ahí sí reaccionó. Sabía que había reaccionado. Era una alabanza inesperada y ridícula.

–No —respondió.

–Tú lo hiciste. —Ari rió y a él le molestó la reacción, a pesar de que todos los movimientos del cuerpo de ella, su espalda contra el respaldo del taburete, su sonrisa astuta, todo indicaba que estaba sorprendida.

Ari jugaba con sus propias reacciones como lo hacía su padre, con toda su habilidad, hasta el final.

Y lo mismo debía hacer él. Se encogió de hombros, despectivo, como si tratara con un compañero.

–Muy astuto —dijo Ari—. Pero pusiste demasiado en manos de Grant.

Está muerto,pensó él, preparándose para la peor noticia que le podía comunicar. Tal vez me mienta sobre eso.

–Confío en él —replicó él.

–Hay un error en tu plan, supongo que lo sabes.

–¿Y cuál es?

–Jordan. No le va a gustar nada todo esto.

–Yo hablaré con él.

El muchacho empezó a temblar, el frío de los conductos de criogenia que corrían sobre sus cabezas pareció absorber todo el calor de su cuerpo. Sintió que su control se derrumbaba e hizo un tremendo esfuerzo por reagrupar las fuerzas. Era una táctica que le había enseñado su padre, esa aplicación alternada de tensión y alivio que estaba usando ella, mientras buscaba pistas en la dilatación de los ojos, las pequeñas tensiones de los músculos, todo sumergido en un ritmo como un esgrimista, arriba, abajo, arriba, abajo y luego algo fuera de ritmo en el momento en que él descubría las reglas del juego. Lo veía venir. Le sonrió, porque ahora había recuperado el control.

–Se divertirá mucho cuando se lo cuente —continuó Justin.

Una sonrisa lenta se derramaba sobre la cara de Ari; o era un punto para él o era una deliberada caída de la máscara para hacerle creer que era un punto.

–Desde luego, tienes coraje —dijo Ari—. Y no eres nada presuntuoso, ¿eh? Maldita sea, niño, el plan tienecabos sueltos, no estás realmente seguro de controlar todos los hilos, pero te lo concedo, es una excelente maniobra. Muy difícil de repetir, claro.

–No tengo que irme hasta que se vaya mi padre.

–Bueno, ¿ves?, ése es un problema. ¿Y cómo vamos a desenredar esta pequeña maraña? ¿Lo has pensado a fondo? Dime qué pasará cuando llegue el momento de que Jordan salga al mundo. Estoy muy interesada.

–Tal vez usted me plantee una oferta.

Ari le sonrió abiertamente.

–Ah, maravilloso. Eras tan callado. ¿Qué hiciste, tratar de robar las notas de los exámenes?

–Supongo que es usted quien debe saber eso.

–Ah, vamos. —Esta vez, Ari rió abiertamente—. Eres brillante. Me has enseñado una lección. A mi edad, lo valoro mucho. Realmente, debes de querer mucho a Grant para abandonar tu disfraz por él. Lo quieres mucho. —Se inclinó sobre la mesa, un codo sobre el mármol y lo miró con seriedad—. Déjame decirte una cosa, querido. Jordan te quiere... mucho. Mucho, mucho. Es evidente por tu comportamiento. Y debo decir que ha hecho un trabajo excelente con Grant. Los niños necesitan este tipo de educación. Pero cuesta un terrible precio. Somos mortales. Perdemos a la gente. Y realmente nos duele cuando a ellos les duele, ¿no es cierto? Las familias constituyen un gran problema. ¿Qué vas a decirle a Jordan?

–No lo sé. Tanto como sea necesario.

–¿Quieres decir tanto como sea necesario para que entienda que ha ganado?

Ruptura y reposición. El sólo le sonrió; se negaba a un debate con su maestra.

–Bueno —dijo ella—, esta vez Jordan debe estar orgulloso. No digo que sea un plan prudente. Sin embargo, a pesar de que el plan es muy inteligente, las razones son tremendamente estúpidas, pero claro, el amor nos vuelve estúpidos, ¿verdad? ¿Cómo crees que reaccionará Jordan si yo te acuso de esto?

–Hará públicas sus opiniones. Irá al Departamento. Y usted no quiere que haga eso.

–Bueno, pero tenemos muchas otras opciones, ¿no? Su hijo es en efecto culpable de robo, de vandalismo, de entrar en archivos que no le corresponden. Y hay tanto de eso que no tiene por qué pasar. Jordan puede hacer acusaciones, pero yo también; ya sabes que si esto se hace público, la cinta que tiene no va a funcionar, y no importa los intereses que se oculten en el trato. Lo dejarán solo sin pensárselo dos veces. Pero eso ya lo sabes. Es lo que hace que la cosa funcione, ¿no?, a menos que yo quisiera tomar medidas para recuperar a Grant y procesar a esos amigos tuyos. Eso es lo que se te ha ocurrido, ¿sabes? Que yo puedo hacer lo mismo que tú, quebrantar la ley; y si alguien hace público lo que hiciste y si tu padre tiene que oír tus razones personales, nuestras pequeñas sesiones privadas, ¿eh? Eso le va a molestar mucho, te lo puedo asegurar.

–Si yo voy a la corte, eso no beneficiará a nadie. Usted no puede permitirlo. Ahora tiene los votos del Concejo. Si quiere que las cosas se destruyan, póngale una mano encima a Grant, y yo hablaré. Espere y verá.

–Maldito espía —masculló ella lentamente—. Crees que lo dominas todo, ¿eh?

–Entiendo lo suficiente como para saber que mis amigos no van a usar una carta hasta que no la necesiten.

–¿Qué tenéis vosotros para dominar a los Kruger, para que ellos se arriesguen así por unos mocosos? ¿O crees que el otro bando no va a usaros a los dos, a ti y a tu padre? ¿Has pensado en eso?

–No tenía muchas oportunidades, ¿no le parece? Pero las cosas continuarán seguras mientras se mantenga el trato para el traslado de Jordan y usted no le ponga las manos encima a Grant. Si me llevan a mí a un psicotest, oirán muchas cosas, sobre el proyecto, quiero decir. Supongo que usted no querrá que empiecen a hacer preguntas sobre todo eso fuera de Reseune justo ahora.

–Maldito seas, joven peligroso. —Ari se inclinó y levantó un dedo en dirección a Justin—. ¿Jordan preparó esto?

–No.

–¿Te aconsejó?

–No.

–Increíble. Y no voy a ser la única sorprendida. Si esto va a la corte, el Departamento no va a creer en su inocencia. Y eso es lo que va a pesar cuando lleguemos a la votación, ¿no te parece? Así que mantengámoslo en secreto. Le puedes decir a Jordan lo que quieras, será una especie de punto muerto. No tocaré a Grant, no haré que arresten a los Kruger. Ni siquiera ordenaré que los asesinen. Ah, sí, podría hacerlo. Podría arreglar un accidente para ti. Y para Jordan. La maquinaria de la granja es tan peligrosa...

Justin estaba sorprendido y asustado. Nunca había esperado que ella fuera tan directa.

–Quiero que pienses una cosa —dijo Ari—. Lo que le digas a tu padre puede mantener esta situación estable, o hacerla estallar. No tengo ningún inconveniente en que Jordan vaya a ese puesto en Fargone. Y te diré exactamente el tipo de trato que quiero hacer para desenredar esta madejita que has organizado para nosotros. Jordan puede irse a Fargone en cuanto haya una oficina para él. Y cuando él se vaya desde la estación Cyteen, todavía estarás aquí. Harás que Grant lo siga apenas se abra el pasillo Hope y el proyecto Rubin esté bien encaminado. Tú tomarás la siguiente nave. Y todo eso hará que tú y tu padre sigáis con la boca cerrada hasta que yo termine mi proyecto. Los militares no dejarán que Jordan haga mucho ruido. Odian que los medios presten atención a sus proyectos. O... o podemos hacer saltar todo ahora mismo y discutirlo en la corte. Supongo que sé quién ganaría si decidiéramos de pronto traer a Rubin de vuelta a Cyteen y dejar las instalaciones en Fargone.

He caído en una trampa,pensó Justin. Pero, ¿cómo podía evitarla? ¿Qué he hecho mal?

–¿Estás de acuerdo? —preguntó ella.

–Sí. Siempre que usted cumpla con sus promesas. Y si yo vuelvo al ala de mi padre.

–Ah, no, eso no forma parte del trato. Tú te quedas aquí. Y lo que es más, tú y yo vamos a tener un trato permanente. Sabes que tu padre es un hombre muy orgulloso. Sabes lo que significaría para él tener que elegir entre ir al Departamento y perder todo eso por lo que tú luchaste o mantener la boca cerrada sabiendo lo que hiciste para que él tuviera su nuevo destino. Porque eso es lo que has hecho. Me has entregado todos los recursos legales y personales que necesito. Ya tengo una forma de mantener callado a tu padre, una forma fácil. No necesito hacerle daño. Y no tienes más que quedarte callado, hacer tu trabajo y esperar. Tienes exactamente la posición por la que has luchado: eres mi rehén para que yo lo libere y para conseguir que se porte bien. Así que lo que quiero que hagas, jovencito, es trabajar, darme los informes del BRX para cuando termines tu turno y mostrarme un buen trabajo. Haz lo que quieras: llama a tu padre, dile que Grant no está, dile lo que quieras. No puedo impedírtelo, desde luego. Y ven a mi Residencia, digamos a las 2100, y cuéntame lo que has decidido. O pensaré que has optado por otra salida.

Él todavía estaba pensando cuando Ari terminó; recorría de nuevo todo el proceso mentalmente y trataba de entender lo que ella quería decir; pero eso ya lo sabía. Trató de encontrar las trampas. Aquella en que lo había atrapado era fácil de ver. Pero estaba asustado por la invitación. Esa cita era el final de todo lo que había pasado hasta ese momento.

–Puedes irte —dijo ella.

Él salió caminando. Pasó junto a Florian en el laboratorio exterior, recorrió el vestíbulo y luego cruzó las puertas de seguridad. Se dirigió hacia arriba, a los vestíbulos comunes de las operaciones del Ala Uno. Alguien se cruzó con él por el camino y le dio los buenos días; casi había llegado a la oficina cuando se dio cuenta y no supo siquiera quién había sido.

No sabía cómo iba a enfrentarse con Jordan. Por teléfono, pensó. Le comunicaría las novedades por teléfono y luego se encontraría con él para comer. Y sobreviviría de algún modo. Jordan esperaría que su hijo estuviera confuso.

Ari tenía razón. Si Jordan resultaba involucrado, todos los tratos se irían al agua, y por lo que Justin intuía, Jordan no tenía cartas para jugar esa mano.

En el mejor de los casos, pensó, sigamos con todo hasta que pueda controlarme mejor y pensar si tengo que revelarle a Jordan toda la historia o no.

Costara lo que costase ese tiempo.

VI

—Lo que hicimos... —Justin hizo girar el vaso de vino, algo que mirar, cualquier cosa menos la cara de Jordan—. Lo que hicimos era lo que siempre habíamos planeado hacer si uno de los dos quedaba acorralado. Ella requirió a Grant para presionarme. Sé... sé que me dijiste que debía consultarte. Pero ella se nos echó encima y sólo había tiempo para llenar un formulario de protesta con el Departamento. Y eso hubiera sido demasiado tarde para Grant. Dios sabe a qué podía someterle antes de que pudiéramos conseguir una medida legal, si es que conseguíamos una. —Se encogió de hombros—. Y no la hubiéramos ganado a la larga: la ley está de su parte y esto lo hubiera estropeado todo justo cuando todo estaba en orden con el trato de Fargone, así que yo... yo me decidí por la única salida que me pareció posible. Seguí mi propio criterio. Es todo lo que puedo decir.

Era un almuerzo privado en la cocina del apartamento de Jordan. Paul los servía, bocadillos solamente, y ninguno de los dos mostraba tener apetito.

–Maldita sea —masculló Jordan. Había dicho muy poco hasta ese momento: simplemente había dejado que Justin se explicara—. Maldita sea, deberías haberme contado lo que pasaba. Te lo dije.

–No podía. Eso hubiera hecho que todas mis acciones parecieran obra tuya. No quería dejar rastros.

–¿Y qué? ¿Los has dejado?

–Bien claros en cuanto a mí, siento decírtelo. Pero esto forma parte del trato. Por eso decidí quedarme aquí. Ari tiene un recurso para dominarme. Tiene que usarme contra ti, al igual que se sirvió de Grant contra mí. Ahora ya no lo necesita a él, ¿te das cuenta?

–¡Claro que no lo necesita! Dios mío, hijo...

–No es tan malo. —Justin consiguió mantener la voz serena—. Me tiré un farol. Ella planteó el trato: tú consigues tu traslado en cuanto la instalación esté construida. Luego, yo consigo a Grant y él se va contigo. De esa forma...

–De esa forma tú te quedas aquí, donde ella podrá hacer lo que quiera.

–De esa forma —respondió él con calma, con cuidado—, sabe que puede tenerme aquí para mantenerte con la boca cerrada hasta que sus proyectos estén tan avanzados que resulte imposible detenerlos. Y los militares no te dejarán hacerlo público. Eso es lo que ella desea. Ya lo tiene. Pero incluso tiene un límite. Y de esa forma, todos saldremos de algún modo. Al final.

Jordan no dijo nada durante mucho rato. Luego, levantó el vaso de vino, tomó un sorbo y lo apoyó de nuevo.

Y siguió en silencio unos largos minutos.

–Nunca, nunca debí haberme quedado con Grant —dijo finalmente– cuando estallaron las cosas con Ari. Sabía que pasaría esto. Mierda, lo supe perfectamente durante todos estos años. Nunca, nunca aceptes favores de tus enemigos.

–Era demasiado tarde entonces, ¿no es cierto? —murmuró Justin. La forma directa en que su padre lo había dicho le dolía en los nervios, le llevó al borde de las lágrimas, una rabia sin objetivos—. Dios, ¿qué podíamos hacer?

–¿Estás seguro de que él está bien?

–No me atreví a preguntarlo. Creo que si Ari supiera algo me lo hubiera dicho. Yo lo organicé todo. Si el número que le di no contesta, los Kruger lo tendrán con ellos hasta que consiga una respuesta.

–¿El número de Merild?

Justin asintió.

–Dios. —Jordan se pasó la mano por el cabello para echarlo hacia atrás y lo miró con desesperación—. Hijo, Merild no podrá enfrentarse a la policía.

–Siempre has dicho, que si algo pasaba... Y siempre has afirmado que era amigo de los Kruger. Y Ari no va a llamar a la policía. Y no va a intentar nada por su cuenta. Me lo prometió. Tengo todos los hilos. En serio, creo que los tengo.

–Estás mucho más seguro de lo que deberías —le espetó Jordan—. Grant está en un lugar que no conocemos, los Kruger podrían tener a la policía en la puerta de la casa, Merild puede estar o no, por Dios, se pasea por todo el continente.

–Bueno, no podía llamarlo y avisarle, ¿no te parece?

Jordan estaba rojo de rabia. Tomó otro trago de vino y el nivel del vaso disminuyó mucho.

–Merild es abogado. Debe sujetarse a una ética.

–También tiene amigos. ¿No es cierto? Muchos amigos.

–No le va a gustar esto.

–Es lo mismo que si fuera yo, ¿no? —De pronto estaba a la defensiva, luchando en retirada—. Grant no es distinto. Merild lo sabe, ¿no? ¿Y dónde está la ética, si entrega a Grant a la policía?

–Tu no tienes mucho que decir al respecto. Si hubieras tenido el sentido común suficiente para irte con él, por Dios.

–¡Él no es nuestro! ¡Pertenece a los laboratorios! Que yo estuviera con él no lo hubiera hecho más legal.

–También eres un menor frente a la ley, y hay circunstancias atenuantes deberías estar fuera de aquí.

–Y entonces ellos lo llevarían a la corte y Dios sabe qué podrían encontrar para acusarnos. ¿No?

Jordan dejó escapar un largo suspiro y levantó la vista por debajo de las cejas.

Justin quería desesperadamente que Jordan dijera que no, que era un error, que había algo... Si lo decía, todo sería posible. Pero Jordan asintió en voz baja, y le destrozó las esperanzas.

–Así que ya está —dijo Justin—. ¿No? Y no tienes que hacer nada hasta que fijemos el trato. Te puedo decir si Ari me causa algún problema. ¿No te parece?

–¿Como has hecho esta vez? —recriminó Jordan.

–Mejor que esta vez. Te lo prometo. ¿De acuerdo?

Jordan levantó el sandwich y no contestó a la pregunta. No era justo. Justin lo sabía. Pero era lo único que tenían.

–No vas a quedarte aquí cuando me trasladen —determinó Jordan—. Ya pensaré en algo.

–Pero no le des nada.

–No estoy dándole nada, mierda. Ari no ha terminado. Mejor será que lo entiendas. Ella no mantiene los acuerdos si no le conviene. Grant es la prueba. Es muy capaz de cortar cuellos, hijo, y mejor será que consideres este factor la próxima vez que quieras engañarla con un truco de carta. A ella no le importamos más tú o yo o cualquiera de los sujetos de los laboratorios como el pobre azi de nueve años al que decide borrar la mente y enviar a otro laboratorio porque no va a salir bien como experimento o porque necesita espacio, ¡Dios mío! O los casos problemáticos que no quiere resolver, que no quiere que toque mi personal siquiera, porque de todos modos no va a usar de nuevo ese maldito grupo genético, y al final ya ha echado a perder tres azis saludables por ese asunto, así que asunto zanjado, los declara bajas porque no quiere tomarse tiempo para atenderlos, el experimento en que estaban terminó y eso es todo. No puedo probarlo porque no tengo los datos, pero sí que ha pasado. Y estás jugando al escondite con esa persona. A ella no le importa un carajo la vida de nadie, Dios ampare a sus sujetos experimentales de laboratorio, y ya está más allá de toda preocupación por lo que pueda pensar la opinión pública, a eso ha llegado, es tan inteligente que nadie entiende sus notas, sólo responde ante la ley de la Unión y tiene a esa ley en el bolsillo. No le importa nada, y todos estamos en su microscopio —Jordan empujó el plato y lo miró un momento antes de levantar la vista—. Hijo, no creas que va a tener piedad. Es capazde todo.

Él lo escuchaba. Lo escuchaba con mucha atención. Y recordaba a Ari diciendo que los accidentes eran muy frecuentes en Reseune.

VII

Su reloj marcaba las 2030 cuando salió de la ducha y lo levantó para ponérselo, en un apartamento totalmente silencioso y vacío deprimente.

Estaba casi contento de no pasar la noche allí, con el silencio y la habitación vacía de Grant, contento de forma parecida en que morderse el labio hace que duela menos un dedo magullado, más o menos así. Perder a Grant dolía más que cualquier otra cosa y la forma en que Ari lo perseguía constituía casi un antídoto para el otro dolor más agudo que le había causado.

Perra de mierda, pensó, y le dolieron los ojos, como si fuera a llorar, lo cual representaba una humillación que no estaba dispuesto a sufrir por causa de Ari. Grant era el factor que lo tenía desequilibrado, el lío en que estaba metido Grant era lo que hacía que las manos le temblaran hasta el punto de tener problemas con la gorra aerosol, y la estiraba todo el tiempo, rebotando alrededor del gabinete de espejos. Todo conspiraba para irritarlo, de forma que apoyó la botella con gestos controlados para sacar la cantidad que necesitaba.

Como preparar un cuerpo para el funeral, pensó. Todos en Reseune tenían algo que decir sobre el futuro de Justin Warrick, todos tenían una hipoteca sobre él, hasta su padre, que no le había preguntado si quería crecer con una R en el nombre y saber cada frase que iba a pronunciar antes de los cuarenta; gracias a Dios no tenía una cara fea, pero tampoco era original; una cara que conservaba todos los significados para los amigos de su padre, y también para sus enemigos; y Ari, que lo acorraló aquella primera vez en el depósito del laboratorio.

No había sabido cómo reaccionar; desde entonces, había deseado más de mil veces haberla tomado y darle lo que evidentemente no esperaba de un chico de diecisiete años con una mujer que podía ser dos veces abuela. Pero como tenía diecisiete años y no había pensado de antemano qué posibilidades tenía y estaba asustado y escandalizado, se había quedado helado y murmuró algún comentario idiota como que tenía que irse para una entrevista, ¿había recibido ella el informe que le había enviado sobre un proyecto cuyo número no podía recordar?

Le ardía la cara cada vez que lo recordaba. Había salido tan rápido por aquella puerta que se había olvidado la documentación y los informes y prefirió volver a escribirlos antes que volver a buscarlos. Ahora iba a esa cita con Ari, esa cita maldita e inevitable, con un sentimiento cuidadosamente cultivado de que tal vez podría recuperar parte de su autoestima si hacia las cosas correctamente.

Ella era vieja, pero todavía estaba en rejuv. Parecía tener unos cincuenta años y él había visto holografías de ella a los dieciséis, una cara que todavía no mostraba esa belleza dura de hoy. Como mujer que tenía seis veces la edad de Justin, todavía valía la pena mirarla, sus atributos eran los mismos que los de Julia Carnath en la oscuridad, se dijo con un cuidadoso cinismo, y mejor que Julia, al menos Ari lograba lo que quería. Tarde o temprano todos en Reseune se acostaban con todos los que tenían la categoría adecuada, y no resultaba tan extravagante que Ari Emory quisiera recordar su juventud con una réplica del hombre que habría sido tres veces demasiado joven para ella cuando él tenía diecisiete años. La situación tal vez se habría merecido una buena carcajada si la situación hubiera sido distinta y él no fuera el muchacho de diecisiete años metido en el asunto.

No estaba seguro de que pudiera hacer nada, pero se dijo que al menos sería una experiencia: la que él había tenido se limitaba a Julia, que al final le había pedido a Grant, y eso le había dolido tanto que nunca había vuelto a ella. Y ésa era la única experiencia amorosa de Justin, y estaba casi por decidir que Jordan tenía razón al ser misógino. Ari era una víbora, representaba todo lo malo, pero la clave de toda la situación, pensó ahora, era su propia actitud. Si él se desenvolvía como si llevara a cabo uno de sus trucos, como los llamaba Jordan, entonces Ari quedaría desarmada. Esa era la mejor forma de manejar el asunto, y eso era lo que había decidido hacer: ser un hombre, seguir adelante con el asunto, aprender de él (y por Dios que una mujer de la edad de Ari tendría bastante que enseñarle, en muchos sentidos), dejar que Ari hiciera lo que quisiese, llevar a cabo sus pequeños juegos y perder interés, o no.

Se imaginó que podría llegar a ocupar una página de las notas de Ari, que un muchacho de diecisiete años no iba a enamorarse de una mujer tan mayor, pero que una mujer de esa edad tal vez tendría la necesidad emocional de un compañero CIUD, atractivo, joven, de buen humor. Que ella quedara enganchada en el asunto.

Qué ella tuviera el problema y él la solución.

La edad y la vanidad podían ser la forma de manejarla, debilidades que nadie más podía encontrar en ella, porque nadie más era el muchacho de diecisiete años que ella deseaba.

VIII

Su reloj señalaba las 2105 cuando llegó a la puerta y llamó al timbre del apartamento de Ari, cinco minutos tarde porque quería que Ari se preguntara si iba a venir o si en lugar de eso él y Jordan habrían tramado algo; pero no más que cinco porque temía que si Ari lo pensaba, empezara algo que después no pudiera detener.


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