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Cyteen 1 - La Traicion
  • Текст добавлен: 26 октября 2016, 21:27

Текст книги "Cyteen 1 - La Traicion "


Автор книги: C. J. Cherryh



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–Tengo cosas muy serias que discutir con usted —dijo Nye, sin soltarle la mano—. Preocupaciones que eran primordiales para ella.

–Estaré encantado de verle cuando usted lo disponga, ser.

–Si tiene tiempo ahora...

No era el tipo de cosa que agradaba a Corain, encuentros súbitos, sin preparación. Pero era una relación nueva, una relación importante. Odiaba empezarla con una excusa y una negativa.

–Si lo prefiere —dijo y terminó en la oficina que había pertenecido a Emory, con Nye detrás del escritorio, sin Florian ni Catlin, sino con un azi llamado Abban, cuyo cabello plateado de la rejuv no tenía tintura, ninguna afectación, menos que Nye, cuyo cabello era plateado y castaño, y que obviamente debía de tener casi cien años. Probablemente el azi no tenía menos. Abban les sirvió café y Corain se sentó allí, pensando en los ojos políticos y periodísticos que observaban cada movimiento en el interior de aquellas oficinas, vigilando para saber quién llamaba, quién se quedaba y cuánto tiempo.

No había una forma agradable de afrontar las cosas.

–Ya sabrá usted —empezó Nye con tranquilidad, por encima del café– que muchas cosas han cambiado. Estoy seguro de que no le sorprenderé si le digo que voy a presentarme a la elección.

–No me sorprendería, no.

–Soy un buen administrador. No soy Ari. No sabría serlo. Me gustaría que el proyecto Hope se aprobara, ella lo deseaba mucho. Y, personalmente, tengo fe en él.

–Usted conoce mí opinión, supongo.

–Tendremos nuestras diferencias. Filosóficas. Si el electorado de Ciencias me elige, claro. —Un trago de café—. Pero lo más urgente, creo que usted lo entiende, es el caso Warrick.

El corazón de Corain se aceleró. ¿Trampa? ¿Propuesta?

–Es una tragedia terrible.

–Es un golpe devastador para nosotros. Como jefe, ex-jefe de Seguridad en Reseune, he hablado extensamente con el doctor Warrick. Y puedo decirle que fue una cuestión personal, una situación que se había producido...

–¿Está diciéndome que él ha confesado? Nye tosió, incómodo y bebió café, luego levantó la vista.

–Ari tenia problemas para mantenerse apartada de sus ayudantes de laboratorio. Eso fue lo que pasó. Justin Warrick, el hijo de Jordan Warrick, es una réplica. Se trataba de un viejo asunto entre la doctora Emory y Jordan Warrick.

Más y más confuso. Corain sintió una incomodidad irracional por esa franqueza en un desconocido. No pronunció ni una palabra en el espacio de tiempo que Nye le dejó para eso.

–Ari transfirió un Experimental que era casi de la familia Warrick —continuó Nye– para presionar al muchacho, para presionar a Jordan. Eso lo entendemos ahora. El muchacho actuó por su cuenta para proteger a su compañero, envió el azi a gente que consideraba amistades de su padre. Por desgracia (esta parte no ha quedado del todo clara) había otros vínculos que conducían al partido de Rocher. Y a los extremistas.

Maldita sea. Una evidencia como ésa significaba problemas. Claro que se suponía que debía sentir la amenaza.

–Rescatamos al azi, por supuesto —dijo Nye—. Eso es lo que está detrás de todo esto. Es imposible que el azi pudiera llegar hasta Ari: estaba bajo observación en el hospital. Pero Jordan Warrick descubrió lo que Ari había hecho con su hijo. Se enfrentó con ella en el laboratorio, a solas. Discutieron. Ari le golpeó; él respondió el golpe y ella dio de cabeza contra la mesa. Hasta ahí no era asesinato. Se convirtió en asesinato cuando él tomó un banco de laboratorio y lo usó para estropear los conductos, cerró la puerta del laboratorio de frío y subió la presión de la línea. Desgraciadamente, todas esas manipulaciones no fueron accidentales según los ingenieros.

–El Concejo determinará esto.

Asesinato entre dos Especiales. Y confesado con demasiada franqueza por un tercero, un tercer Especial peligroso. Corain se calentó la mano con la tacita; sentía una especie de frío.

–Warrick no quiere que esto vaya a juicio.

–¿No?

–La ley tiene un poder limitado sobre él, pero las reputaciones pueden sufrir daños irreparables. La del hijo, sobre todo.

–Esto significa, perdóneme, que alguien ha puesto mucho interés en que Warrick lo comprendiera. Nye meneó la cabeza con seriedad.

–El motivo tendrá que surgir en el juicio. No hay forma de evitarlo. Hay otras consideraciones para nosotros. Queremos reservar información en este caso. Por eso he querido hablar con usted, porque es importante que lo entienda. Sabemos lo de su trato con el doctor Warrick. Los dos sabemos que la audiencia podría profundizar mucho más en cuanto empezara. Poder político para todo. Y muy poca justicia. Merild tal vez hable que puede salir en ese punto no nos conviene a nosotros ni a ustedes, y aún menos al Departamento de Defensa o a la seguridad nacional. Ni siquiera a Jordan Warrick. Él confesó. No quiere testificar, no puede testificar bajo psicotest; y la evidencia del joven Justin bajo psicotest es un asunto delicado. No queremos usarla contra su padre. El muchacho ya ha pasado por un infierno y sería una crueldad innecesaria en un caso en que el asesino tiene inmunidad legal.

De repente la habitación le pareció muy cerrada. Corain pensó en grabadores. Estaba segurísimo de que había uno funcionando en algún lugar.

–¿Qué me pide usted?

–No queremos que los problemas de Ari se hagan públicos. No creemos que eso sirviera de nada. Por un lado, entendemos muy bien lo que provocó al doctor Warrick y sentimos simpatía por él. Por otro lado, tenemos miedo de que un interrogatorio saque a relucir la teoría de la conspiración. Nos gustaría mucho atrapar a Rocher, pero esa línea de ataque sólo le dará el foro que quiere y que no puede conseguir de otra forma, peor, le dará un derecho, de descubrimiento en esto. No creo que usted desee eso más que yo.

Grabadores. Mierda.

–Nosotros no tenemos nada que ocultar.

–No estamos hablando de tapar el asunto. Estamos hablando de evitar un dolor innecesario a un muchacho inocente. Jordan Warrick ya ha confesado. No quiere que su vida personal y la de su hijo se arrastren a la vista del público. La ley no puede borrarle la mente. Sólo le puede someter a un confinamiento estricto, apartarlo de su trabajo, lo cual a mi entender sería tan trágico como el acto que cometió.

Corain lo pensó un momento, sabiendo que había una trampa en alguna parte, en la situación o en la propuesta, una, pero no la veía por ningún lado.

–Quiere decir un pacto de no agresión. Nos enfrentamos a un caso de asesinato.

–Un caso con problemas de seguridad. Un caso en el que el asesino y la familia de la víctima y el territorio de residencia, todos, solicitan un pacto de no agresión. Si la meta fuera la justicia y no el foro político, la justicia estaría mejor servida por un acuerdo del Concejo a puertas cerradas.

–No hay precedentes.

–Hay que sentar un precedente alguna vez, en este caso, en favor de los sentimientos humanitarios. No habrá perdedores con este procedimiento. Excepto Rocher, que pierde su foro. Incluso Ari saldrá ganando. Lo último que querría sería que su muerte diera a Rocher una oportunidad para dañar la institución a la que dedicó su vida. Podemos instalar un edificio separado para el doctor Warrick, proveerle de todo lo que necesite para continuar con su trabajo. No queremos una venganza. Insistiremos en que se retire, por completo de la vida pública, porque no queremos que él tome ventaja de esta situación en cuanto se instale el nuevo edificio. Muy directamente, ser, los dos tenemos que evitar convertir este conflicto en una cuestión política. Y eso incluye al doctor Warrick. El pacto pospondrá el juicio indefinidamente, para evitar que rompa el silencio. No queremos quedarnos con las manos atadas.

–Tengo que pensarlo. Antes de aceptar, francamente, querría tener la oportunidad de hablar con el doctor Warrick en un lugar neutral. Es una cuestión de conciencia, espero que me comprenda. Muchos de nosotros, que podríamos ser la oposición natural al asunto, nos sentiríamos así.

–Claro. Le aseguro que lamento tener que hablar de esto el día del funeral de Ari, pero la vida continúa. Sí, así es.

–Lo entiendo, ser Nye. —Corain se terminó la pequeña taza de café, anotó en el fondo de su cerebro que debía averiguar cuánto valía el café verdadero, que merecía la pena disfrutar de esa extravagancia, que podía permitírselo, incluso a doscientos el medio kilo, que era el flete de Tierra a Cyteen. Otro nivel de su mente estaba diciéndose que había una cámara en alguna parte; y otro más, que todas las ventajas que había visto en la muerte de Ariane Emory estaban allí.

Si se podía hacer el pacto, si se hacía el pacto. Nye era muy inteligente. Tenía que ponerse a aprender sus señales como había aprendido las de Emory. El hombre constituía un enigma, una cifra desconocida procedente de un territorio que ninguno de sus observadores podía penetrar. Sólo Warrick. Y Warrick estaba perdido ahora. De eso no había duda.

Las cosas eran diferentes en la Unión. Desde el momento en que había explotado ese conducto, el curso de la historia había cambiado.

Estaban entrando en un período en el que el partido centrista tal vez podría obtener rápidas ventajas si no se quedaba enredado en aquellas discusiones que no hacían ganar a nadie y que no sacarían de su lugar a los expansionistas.

Los proyectos Rubin y Fargone seguramente deberían esperar. El proyecto Hope tal vez ya se había empezado, pero si querían llevar a cabo más expansiones y colonizaciones, el debate sería más intenso. Se podía esperar un período de ajuste dentro de Reseune, las personalidades que habían estado esperando durante los casi sesenta años de régimen autocrático de Emory (no cabía duda de quién había dirigido al director en Reseune, aun después de haber abandonado el puesto) saltarían y aferrarían tanto poder como pudieran dentro de la estructura administrativa.

Y eso también se aplicaba en otras alianzas, como las del Concejo.

Ludmilla de Franco era una canciller nueva. Nye lo sería. Poderoso. Ciencias iba a tener un principiante al timón, un principiante muy, muy inteligente, pero que no contaba con toda una red que lo apoyara. Y sin embargo... Dos de los cinco expansionistas eran sucesores ese año e Ilya Bogdanovitch tenía ciento treinta y dos años y ya estaba fallando.

Corain murmuró sus saludos, dio las gracias al sucesor de Reseune, expresó sus condolencias a la familia, y salió con la mente ocupada con la posibilidad, la posibilidad muy real, de una mayoría centrista en el Concejo.

Se le ocurrió que no había comentado el asunto de los azi eliminados. El asunto que interesaba a Merild. Ahora no podía volver y plantearlo. En realidad, no le gustaba mucho la idea de exponer el tema porque seguramente la orden había venido de Seguridad en Reseune por las razones que le había explicado Nye. Era moralmente repugnante. Pero no porque los azi que habían servido a Ariane Emory durante la mayor parte de sus ciento veinte años no fueran peligrosos. Había consecuencias psicológicas muy serias, según le habían dicho, cuando ocurría una pérdida como ésa; ningún ser humano criado como CIUD podía entender ese impacto, excepto tal vez el personal que trabajaba a diario con los azi. Le plantearía el asunto a Warrick. Le preguntaría si era cierto. O si creía que la orden en realidad había partido de Ariane Emory.

Maldición, mejor que no hablara del asunto. Los azi estaban muertos. Como Emory. Eso zanjaba el asunto. No veía utilidad alguna en poner eso sobre la mesa: el instinto le había dicho que no hablara del asunto.

Era el viejo proverbio. Trata con el diablo si el diablo tiene un electorado. Y no te quejes por el calor.

VIII

El almirante Leonid Gorodin se removió, incómodo, en la silla y tomó la taza que le ofrecían. Había ido a saludar y Nye le había dicho:

–Hay una cosa que quiero discutir con usted, sobre el asunto de Fargone, y el proyecto Rubin. Y Hope. ¿Tiene un momento?

Gorodin no solía discutir con la oposición o con los periodistas sin ayudantes, sin referencias, en una oficina que su personal no hubiera registrado antes. Pero el mismo instinto para la intriga que le advertía del peligro le decía también que era la única posibilidad de que dispondría para entrar en relaciones con la oposición sin que Corain se enterara.

Y los nombres eran los que quería oír.

–Le aseguro que odio ponerme a trabajar el día del funeral de Ari —dijo Nye—. Pero no hay más remedio. La situación se puede descontrolar muy fácilmente. —Tomó un sorbo de café—. Sabe que voy a presentarme para el cargo de Ari.

–Lo esperaba —dijo Gorodin—. Y también espero que gane.

–Es un momento crítico para nosotros. La muerte de Ari, la pérdida potencial de Warrick al mismo tiempo, es un doble golpe. No sólo para nosotros, sino también para la Unión, y para nuestros intereses nacionales. Comprenderá que dispongo de una máxima libertad de movimientos en Seguridad. Igual que Ari. Debo tenerlo. No voy a preguntarle nada, pero estoy relacionado con sus proyectos, trabajé con su predecesor durante la guerra.

–Me doy cuenta del nivel de su libre acción en Seguridad. Y de que tiene acceso privado a esos archivos. Y de que no piensa ponerlos en la investigación.

–Claro que no. No se discutirán esos archivos y no se entrevistará a nadie sobre esos proyectos, sólo podrá hacerlo el personal de rango equivalente. No tiene que preocuparse por las filtraciones, almirante. Ni por un juicio.

Gorodin sintió que el corazón le daba un salto en el pecho. Deseaba no haber oído aquello. Y podía haber grabadores, así que debía reaccionar con firmeza.

–¿De qué está hablando?

–Un pacto de no agresión. Warrick lo hizo. Ya ha confesado. El motivo fue chantaje y acoso sexual. Su hijo, ya me entiende. Con una situación complicada que, entre usted y yo, podría perjudicar mucho al muchacho. El trato de Warrick es simple: un lugar donde pueda continuar su trabajo. No aceptamos Fargone. Tiene que ser en Cyteen. Pero ya hemos hablado con Corain.

–Ya.

–Hace una hora. No mencioné los aspectos de Seguridad del asunto. Hablamos de política. Usted sabe, y yo sé, almirante, que hay elementos radicales involucrados en todo este asunto. Hay gente que va a querer examinar los testimonios obtenidos mediante psicotest y lo van a examinar muy a fondo. Hay elementos del testimonio de Justin Warrick que involucran el proyecto Fargone. Tienen que ser secreto de estado.

–¿Warrick lo discutió con su hijo?

–El motivo para la solicitud de traslado era el chico. Justin Warrick sabe más de lo que debería saber. Si ha habido filtraciones en esto, almirante, se debieron a Jordan Warrick y sólo a él. Y francamente, si vamos a juicio, lamento decirle que los hilos de la motivación tocan temas muy delicados. Pero si cortamos demasiado la transcripción, eso despertará otras sospechas, en algunas mentes, ¿no cree?

–Dios mío, su seguridad no vale una mierda. ¿Quién más lo sabe?

–Seguramente el azi que secuestraron. El de Justin.

–¡Señor!

–No es fácil que los muchachos de Rocher hayan podido con él. Es un Alfa y trabajaba como diseñador de cintas, el azi quiero decir. No es un sujeto fácil. Pero existe la posibilidad de que no supiera que tenía información confidencial. Por eso recurrimos a la oficina de Lu cuando necesitamos ayuda para sacarlo de allí. Necesitábamos rescatarlo vivo y someterlo a psicotest, en caso de que alguno escapara. Por suerte, acabamos con todos los secuestradores, o al menos eso creemos. Pero no estábamos engañándolos cuando dijimos que ese azi representaba un peligro para la Seguridad. Supongo que el ritmo de los acontecimientos fue demasiado rápido para todos. Ari iba a enviarme a la ciudad con un informe para Lu. Por desgracia...

–Usted no cree que Warrick tenga un motivo que involucre al azi y a Rocher...

–¿Cuándo mató a Ari? Un crimen pasional no empieza de esa forma. Pero cuando ella le pareció mal herida, él pensó que acababa de destruir su oportunidad para irse a Fargone. Así que la mató y trató de que pareciera un accidente. No lo hizo totalmente a sangre fría, pero tampoco fue del todo pasional. La odiaba. Lamento decir que Ari tenía graves defectos en lo que se refiere a muchachos adolescentes. Una gran mente. Y puntos de vista excéntricos, claro. Francamente, estamos ansiosos por evitar que ese aspecto de Ari salga a la luz, ante el público. Conspiraciones... no. No las hubo. Puede entrevistar a Warrick si quiere. O a su hijo. Tenemos su declaración bajo psicotest. No la de Jordan Warrick, claro; la de su hijo evidencia bastante bien la situación. También hay algunos vídeos que resultan, bueno, bastante explícitos. No pensamos borrarlos. Pero no queremos que caigan en manos de los servicios informativos. Es una historia muy antigua, sí. Chantaje. Un padre enfurecido. Un deseo de ocultar algo que se convierte en asesinato.

–Mierda. – Saquen a mi hijo de allá,había dicho Warrick. Y evidentemente había hablado en serio—. Mierda.

–Queremos cumplir con nuestros compromisos. El pacto que hemos previsto pondrá a Jordan Warrick en una instalación propia, bajo vigilancia. Y puede seguir trabajando para ustedes. Nosotros haremos las pruebas. No tiene que preocuparse por la integridad del doctor. Es una solución humana para conservar un talento que no podemos permitirnos el lujo de perder.

–Usted ya ha hablado con Corain.

–Dice que tiene que pensarlo. Intenté hacerle comprender que no hay desventajas para él si apoyael pacto. ¿Qué ganará si sigue adelante con el caso? Sólo Rocher y sus locos saldrían beneficiados. Y nosotros ya hemos perdido mucho con esto. No sólo la mente. Usted me entiende, todavía estamos comprometidos en los proyectos.

–La instalación Fargone.

–Creemos que el proyecto puede funcionar. Tal vez los militares puedan usar más de lo que se había planeado.

–Eso quiere decir que el proyecto Rubin queda relegado.

–Al contrario. Todavía creemos en ese proyecto.

–¿Sin la doctora Emory? —Gorodin aspiró con fuerza—. ¿Usted cree que puede llevarse a cabo? Nye permaneció en silencio durante un momento.

–Más —se dirigió al azi que los servía, y el hombre, gris y silencioso, se acercó y echó más bebida en las dos tazas.

Nye bebió, pensativo. Luego:

–¿Quiere detalles técnicos?

–Eso lo dejo para los científicos. Mi interés es práctico. Y estratégico. ¿Pueden seguir a partir de las notas de Emory?

–¿A quién preferiría que se hubiera duplicado? ¿A un químico que tiene un potencial extraordinario? ¿O a la propia Emory?

Gorodin tragó saliva.

–Está hablando en serio.

–Déjeme decirle una cuestión de los datos técnicos, por lo menos. El proyecto requiere un sujeto de quien se posea una gran cantidad de documentación a nivel bioquímico. No hay muchos sujetos de la calidad que queremos y que posean esa documentación. Ari y Rubin la tienen: Rubin por sus problemas de salud, Ari porque nació de Emory y de Carnath cuando los dos tenían más de un siglo de edad. Nació en los laboratorios de Reseune, claro. En un proceso que nosotros llevamos a cabo y sobre el cual tenemos informes muy precisos. Su padre murió cuando ella nació; su madre, cuando tenía siete años. Desde ese momento, la crió su tío Geoffrey. Sucedió a Geoffrey Carnath como directora de Reseune a los sesenta y dos años. Y fue el proyecto esencial de Olga Carnath, sujeto de estudio intensivo e información registrada día a día primero por su madre y después por Geoffrey Carnath. Basta decir que su documentación es igual a la de Rubin, sino más extensa. Más que eso, Ari siempre pensó que sería una de las Especiales afectadas por este proyecto. Dejó notas abundantes para su sucesora.

–Dios mío.

–¿Por qué no? Hizo los méritos necesarios. Ahora ha desaparecido, si sus teorías son correctas, tenemos que elegir entre recuperar a un químico que, francamente, no significa nada para nosotros, o a Ari, cuya mente, no dudo en decirlo, está al nivel de las de Bok o Strehler, investigadores que han tenido un profundo efecto en la seguridad nacional. Y podemos hacerlo.

–Está hablando en serio.

–Claro que sí. No existe razón alguna para abandonar el proyecto. Hay ciertos puntos esenciales: Warrick es uno. Mire, podemos estudiar muchos de los elementos de la vida de Ari, así que tenemos muchas posibilidades de obtener éxito.

–¿Y Rubin?

–Todavía podríamos seguir con eso. Sería útil como control. Y como tapadera dentro de la tapadera, por así decirlo. No quiero el proyecto Rubin en Reseune. No quiero que afecte a nuestros planes. El nombre del juego es revivir. Control intenso, Ari estaba acostumbrada a eso, pero su sucesora no debería tener contacto directo con alguien que esté pasando por lo mismo. Tendremos que llevar a cabo las dos mitades del proyecto Rubin en Fargone.

–Quiere decir que va a hacerlo, tenga o no permiso oficial.

–Estoy buscando ese permiso. Quiero salvar a Warrick. Quiero cooperar en todo con los militares. Necesitamos el tipo de seguridad y cobertura que ustedes pueden ofrecernos, al menos hasta que podamos sacar a la nueva Ari a la luz pública. Y entonces, será un proyecto de Reseune, un proyecto absolutamente civil. Eso es útil, ¿verdad?

–Dios. —Gorodin bebió la otra mitad de su café. Y levantó la taza hacia el azi.

–Abban —dijo Nye. El azi llegó hasta ellos y llenó la taza, mientras Gorodin empleaba el tiempo en pensar rápidamente.

–¿Qué tiene que ver esto con Warríck? —preguntó entonces, con cautela.

–Lo necesitamos. Necesitamos que siga con su trabajo.

–¿A él? ¿Para reconstruirla a ella? ¿Para trabajar con las cintas de ella?

–No. Eso no sería lógico. Estoy hablando de Reseune. Recuerde que tenemos que pensar en términos de veinte, cincuenta años. Warrick es joven todavía. Sólo ahora está demostrando toda su valía. Sus investigaciones se entrelazan con las de Ari. Para ser sincero: las notas de Ari son muy fragmentarias. Ella era un genio. Hay lagunas lógicas en sus notas, daba por supuestos datos de los que Ari podía prescindir y que no necesitaba anotar. No podemos garantizar el éxito: ningún proyecto de este tipo lo tiene asegurado. Sólo sabemos que hay mejores posibilidades con Ari, a quien conocíamos íntimamente, que con un desconocido. Ella dejó muchas cosas en código. Salta de punto a punto, sus notas son totalmente confusas, en un campo que ella misma construyó, claro. Si perdemos los datos esenciales de la vida de Ari, no podremos recuperar la vida como ella la vivió; si no tenemos cerca a ciertas personas para consultarlas, creo que nuestras oportunidades de hacer que este proyecto funcione no serán muchas. Finalmente, las notas de Ari podrían perder sentido. La matriz se pierde, ya sabe, la referencia social se hace irrecuperable. Pero ahora tenemos todo eso. Creo que podemos hacerlo. Sé que podemos hacerlo.

–Pero, de todas maneras, ¿de qué sirve todo esto aparte de recuperar a Emory? ¿Cuánta gente tendrá ese tipo de registro de su vida? ¿A qué podemos aplicarlo? No puede darnos a Bok.

–Emory misma no es despreciable. Emory, capaz de retomar el trabajo donde lo dejó, pero a los veinte años. Tal vez antes. No lo sabemos. Lo averiguaremos cuando llegue el momento. Quiero que me comprenda: lo que aprendamos al llevar a cabo este proyecto nos dirá la cantidad de datos que debemos tener para otros candidatos. Como Bok. Pero tenemos que ser muy cuidadosos esta vez. Porque si es cierto que siempre ocurre lo peor, debemos tomar todas las precauciones, recuperar todas las influencias. Conseguir a Ari de nuevo es el primer paso. Si va a haber una amplificación de su trabajo en la formación de personalidad, Ari es la clave. Ella es nuestra oportunidad. La conocemos. Podemos llenar las lagunas de la información y hacer correcciones si es necesario. No conocemos a Rubin, no hasta ese punto. Con él no tenemos la ventaja que representa Ari, ¿se da cuenta? Rubin se ha convertido en un lujo. Recuperar a Ari Emory constituye una necesidad. Podemos intentarlo solos, pero sería mucho más fácil si el Departamento de Defensa nos apoyara.

–Es decir, dinero. Nye negó con un gesto.

–Discreción. La capacidad necesaria para retener a Warrick. La capacidad para ocultar el proyecto. Autoridad para proteger nuestras investigaciones, y a nuestro sujeto, de Asuntos Internos.

–Ah. —Gorodin respiró hondo—. Pero eso es dinero, todo es dinero al fin y al cabo.

–Podemos cumplir nuestra parte del trato si usted pone fondos en el proyecto Rubin. Pero la protección a los sujetos es imprescindible. Todo depende de este factor.

Gorodin se reclinó en la silla y se mordió el labio. Y pensó de nuevo en los grabadores.

–¿Ha hablado con Lu?

–Todavía no.

–¿No ha mencionado esto a nadie fuera de Reseune?

–No, ni pienso hacerlo. Hemos tenido una filtración en Seguridad, con el azi. Ya la hemos cubierto. No habrá otra.

Gorodin lo pensó. Civiles con sus asuntos bajo protección militar. Una filtración y Dios sabe qué más. Demasiados aficionados.

Reseune quería empezar unaestrecha cooperación en un proyecto que, para Gorodin, maldita sea, inclinaría la balanza del poder hacia la Unión, irrevocablemente.

Ariane Emory y su experimento con un chico en Fargone le habían parecido mucho más seguros. Reseune tratando de resucitar a los muertos era... el caos; que cada uno trate de tomar la porción más grande. El todo vale.

Era una carga para el presupuesto de Defensa.

–No creo que haya problemas —dijo Gorodin—. Es simple: nos apropiamos de la instalación de Fargone. Invocamos el Acta de Secretos Militares. Podemos cubrir lo que necesite.

–No hay problema —dijo Nye—. No nos molesta eso. Mientras todo sea secreto de estado.

–Está bien —aceptó Gorodin.

–Así que lo catalogamos todo bajo la etiqueta de proyecto Rubin —dijo Nye—. Construimos la instalación en Fargone; trabajamos en el proyecto Rubin allí, bajo secreto estricto; y quedamos todavía más protegidos para el trabajo en Cyteen.

–¿Dos por el precio de uno? —Después de decirlo, a Gorodin le pareció que era una forma un poco grosera de hablar en el día del funeral de Emory. Pero, mierda, se trataba de su resurrección. No la identidad, había dicho Warrick, sólo la habilidad. Y ya eso era demasiado.

Estaba totalmente seguro de que Giraud Nye deseaba que Reseune mantuviera el control sobre el proyecto. El proyecto, es decir, un embrión en un tanque-útero y un chico que crecía en Reseune. Veinte años.

De pronto lo sumó a su edad. Tenía ciento veintiséis, y el tiempo se le iba entre los dedos. Al cabo de veinte años, serían ciento cuarenta y seis. Y Nye no era joven tampoco.

Por primera vez lo golpeaba la realidad: lo que había dicho Warrick sobre el factor tiempo en Reseune. Estaba acostumbrado a las dilaciones, en el sentido espacial de la palabra, que ciento cuarenta y seis años de tiempo en tierra serían muchos menos para él, que perdía meses de ese tiempo en días de salto en el espacio. Pero el tipo de tiempo que manejaba Reseune equivalía a una vida humana.

–Querríamos que ese segundo proyecto fuera en gran escala —continuó Nye—. Tener un estudio comparativo podría salvarnos en caso de crisis, y ya no podemos probar las teorías. La comparación nos dará las respuestas que necesitamos. No es un lujo.

Parte del proyecto Rubin en Fargone significaba parte de los datos al alcance de Gorodin. Y era una especie de seguro. Gorodin pretendía duplicarlo todo para asegurarse: en el equipo, o en la planificación. Economía espacial. Dos de cualquier cosa nunca era demasiado.

–Hágalo —dijo—. Con ello la protección será mucho más fácil. —Estaba a punto de aclararlo con Lu y los jefes de personal. Pero todos aceptarían cualquier trato que les prometiera aquel tipo de recompensa y pusiera el trabajo de Emory a disposición de Defensa.

Defensa albergaba muchos proyectos bajo su ala. Algunos acababan siendo rotundos fracasos. Los que funcionaban pagaban por el resto.

IX

Oía pasos junto a la puerta continuamente. Eran más de los acostumbrados. Había voces. Algunas de ellas le parecían conocidas; alguien se había detenido frente a su puerta, un grupo de gente que hablaba.

Por favor,pensó Justin. Por favor. Que alguien entre.Esperó un momento. Tenía miedo. Escuchó, sentado sobre el jergón que constituía todo el mobiliario de la habitación. Apretó las manos en el espacio vacío entre las piernas cruzadas.

–Llame a Ari —seguía diciendo a cualquiera que se le acercaba—. Dígale que quiero hablar con ella.

Pero eran azi. No tenían autoridad para pasar por encima de su supervisor. Y aunque seguía pidiéndolo, el supervisor no acudía.

Lo habían llevado a una celda de suicidas, con la puerta y las paredes acolchadas, sólo un lavabo, un retrete y el jergón. La luz siempre estaba encendida. La comida llegaba en envoltorios solubles en agua no mucho más pesados que el papel higiénico, sin utensilios. Se le habían llevado la ropa y le habían dado a cambio sólo un pijama de hospital, de papel blanco. No lo habían vuelto a interrogar. No le habían hablado. No sabía cuánto tiempo había transcurrido. Dormía, pero estaba inquieto por la depresión y la falta de estímulos de las luces o la actividad fuera de la celda. Y los destellos, seductores y destructivos. Se negaba a dejar que los destellos le dominaran en la soledad. Se negaba, aunque debería haberlos aceptado como un consuelo.

No a mí, seguía pensando mientras intentaba mantenerse despierto, lejos de los sueños. No por mi elección. No pertenezco a ella. No voy a pensar sus pensamientos.

Ari lo tenía como rehén, pensó. Lo tenía prisionero, y tal vez también a Grant para amenazar a Jordan y conseguir que no se presentara en el Departamento con acusaciones graves. Quizá también había arrestado a Jordan. Tal vez Jordan no podía ayudarlo. Pero de todos modos, tendría que venir la policía. Y no lo habían vuelto a someter a psicotest; no podrían someter a Jordan a una prueba con drogas.

Grant era el más vulnerable. Ella usaría a Grant contra Jordan, y a él también. No lo dudaba.

Esperaba que acudiera la policía. Asuntos Internos. El Departamento de Ciencias. Cualquiera.

Esperaba que la pequeña conmoción del exterior se tratara de eso.

Pero lo había esperado antes, muchas veces.

Seguramente Grant lo había esperado. Pero en lugar de eso, había llegado Seguridad y lo había llevado a una sesión de psicotest, más preguntas, estaba seguro.


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