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Cyteen 1 - La Traicion
  • Текст добавлен: 26 октября 2016, 21:27

Текст книги "Cyteen 1 - La Traicion "


Автор книги: C. J. Cherryh



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Oyó cómo se destrababa el cerrojo electrónico. Se abrió la puerta.

–Ser Nye quiere verlo —dijo uno de los dos azi; los dos de Seguridad—. Por favor, venga.

Justin se puso en pie. Sintió que le fallaban las rodillas. Avanzó hacia la luz, sabiendo que se dirigía a otra sesión de psicotest; pero al menos tendría la oportunidad de decirle algo a Giraud, al menos tendría la oportunidad de decirle algunas palabras antes de que le administraran las drogas.

Que lo dejaran caminar era lo último que esperaba. Estaba mareado, le dolían las rodillas y temblaba tanto que le resultaba difícil controlar la direccionalidad del cuerpo.

Destello otra vez. Y Florian...

Por el pasillo hacia la pequeña habitación vacía de psicotest que ya había visto antes. Llegó a la puerta abierta y se detuvo, mareado, desorientado por la sorpresa de que no fuera Giraud Nye quien lo contemplaba desde la mesa. Era un hombre robusto, de cara redonda, que durante un instante su mente insistió en convertir en la forma delgada de Giraud.

No era Giraud.

Era Denys Nye, que se levantaba de la silla con una mirada de preocupación y angustia.

–¿Dónde está Grant? —preguntó Justin—. ¿Dónde está mi padre? ¿Qué está pasando? —La voz se le quebró. Al llegar a la pequeña mesa le temblaron las piernas y se inclinó sobre el mueble ante la cara de Denys—. Tengo derecho a hablar con mi Familia, mierda. ¡Soy un menor!, ¡soy un menor, maldita sea!

–Siéntate —indicó Denys con un gesto—. Siéntate, por favor. Tráiganle algo de beber.

–¡No quiero beber! Quiero que me diga...

–Por favor —insistió Denys con sus modales apaciguadores, apenados, y volvió a pedírselo con la mano—. Por favor, siéntate. Tráiganle algo. Por favor, siéntate.

Justin se dejó caer sobre la silla. Presentía que estaba a punto de echarse a llorar. Apretó la mandíbula y respiró con rapidez hasta que recuperó el control. Y Denys se hundió en su asiento, cruzó las manos sobre la mesa frente a él y lo dejó calmarse mientras uno de los azi traía un vaso y lo dejaba sobre la mesa.

–¿Qué hay en esa bebida?

–Nada. Nada. Pobre muchacho. Maldita sea. ¿Te han dicho lo de Ari?

Eran palabras extrañas. No tenían sentido. Pasaron como un escalofrío a través de sus nervios.

–¿Qué dice de Ari? ¿Dónde está mi padre?

–Ari ha muerto, Justin.

Fue como si el mundo se derrumbara. Durante un momento, todo se desenfocó. De pronto se dio cuenta, como con un golpe, de dónde estaba. Dónde estaba, lo que le estaban haciendo y el silencio que reinaba alrededor.

Muerta. Dicho como si no fuera una muerte natural. Como si...

... ¿un accidente de avión?

... ¿algún loco, en Novgorod?

–Jordan descubrió lo que te estaba haciendo —dijo Denys, más amable que nunca—, y la mató. La encerró en el laboratorio de frío y la mató.

Justin permaneció sentado un momento. No era verdad. No era verdad. Jordan no tenía ni idea de lo que le estaba haciendo Ari. Él lo había ocultado todo. Y Ari no estaba muerta.

Ari no podía estar muerta.

–Jordan lo admite —continuó Denys con su voz tranquila—. Ya sabes que legalmente no pueden hacerle nada. La ley no puede tocarlo, no pueden someterlo a psicotest o a algo parecido. No bajo drogas. El lavado de cerebro queda descartado. Jordie está bien. Está a salvo. Te lo juro.

Justin temblaba. Levantó la taza y derramó parte del contenido mientras se la llevaba a la boca. Volvió a hacerlo cuando la bajó de nuevo. El líquido helado le mojó la rodilla. Las cosas no tenían sentido. No conseguía que la mente le funcionara.

–¿Y Grant? Le prometí que volvería. No volví...

–Grant todavía está en el hospital. Está a salvo. Jordan fue a verlo. Jordan irá a Novgorod esta tarde. Van a hacer un trato para que se vaya de Reseune.

–¡Eso es mentira, mierda!

Estaban empezando a emplear estrategias psicológicas de tensión con él. Lo había previsto. Se levantó con violencia y se encontró cara a cara con los dos azi que se movieron para detenerlo. Se quedó quieto, petrificado. Ellos lo imitaron.

–Muchacho. Justin. Por favor, siéntate. Escúchame.

–¡Ari no ha muerto! —aulló Justin—. ¡Es mentira! ¡Mentira! ¿Qué está tratando de hacerme? ¿Qué está tratando de hacerme ella?

–Dios, muchacho, siéntate. Escúchame. Tu padre no dispone de mucho tiempo. Por favor. ¡Maldito sea mi hermano con su miedo de llevarte al hospital! Mira. Siéntate.

Justin se sentó. No tenía ninguna alternativa. Ellos podían hacerle lo que quisieran.

–Escúchame, Justin. Asuntos Internos estuvo interrogando a Jordie; tu padre le pidió a Giraud que te mantuviera al margen del asunto. No quiere que la historia salga a la luz, ¿entiendes? No quiere que te sometan a psicotest. Giraud les negó el permiso. Directamente. Y Jordan lo apoyó. Pero mi hermanito se fue a la capital y lo dejó todo tal como estaba, y ellos me aseguraron que estabas bien. —Denys suspiró. Se estiró y puso la mano sobre la de Justin, encima de la mesa—. No estás bien. Maldición, el de Giraud no fue el primer psicotest al que te sometieron durante las últimas semanas, ¿no es cierto?

Justin arrancó la mano de debajo de la de Denys.

–¡No me toque!

–¿Quieres un sedante?

–No quiero nada. ¡Quiero salir de aquí! ¡Quiero hablar con mi padre!

–No. No quieres eso. No en ese tono de voz. ¿No lo entiendes? El se va. No volverá.

Justin lo miró fijamente. No volverá...

–El Concejo elaboró un plan —explicó Denys– para darle una instalación en Planys. No podrá viajar. No podrá hablarte por teléfono durante un tiempo. No quiero que lo pongas nervioso, hijo. Tiene que enfrentarse a una audiencia del Concejo mañana. Tiene que ir sereno. ¿Me oyes? Es muy importante.

Era verdad.

Había sucedido. Justin observó los ojos preocupados de Denys Nye con la sensación de que el mundo se había convertido en un caos y que iba a salir de él bajo una forma nueva y terrible que no incluiría a nadie que él amara.

–¿Quieres el sedante? Nada de trucos, Justin. Te lo juro. Sólo para que puedas descansar antes de hablar con él.

Justin tembló. Y se controló.

–No —dijo—. Quiero vestirme. Quiero asearme.

–Claro. —Denys le palmeó la mano—. Puedes usar la ducha del pasillo. Les dije que te trajeran la ropa. Justin asintió.

–Voy a hacer que Petros te examine.

–No.

–Cuando termines con esto. Cuando te sientas seguro de que todo está bien. Nadie te va a tocar, Justin. Ya has sufrido bastante, por Dios. ¿Tienes destellos?

La pregunta disparó uno. O el recuerdo, simplemente. Eso le avergonzó. Como una parte oscura y retorcida de sí mismo que siempre se parecía mucho a Ari. Que había aprendido que los actos de Ari eran buenos, mierda. Nunca permitiría que un técnico psíquico revolviera esa parte. Nunca querría que Jordan lo supiera, nunca querría que en su rostro se reflejara lo que ocurría en el lado oscuro de su mente. Y tal vez todos lo sabían.

Ari había dicho que tenía imágenes, y si Ari estaba muerta, los investigadores de la Casa las tenían. Lo tenían todo.

La única dignidad que le quedaba era dejar de notar que los demás lo sabían o admitir la verdad ante ellos.

–Escúchame, hijo. —La mano de Denys volvió a cerrarse sobre la suya. Era suave y cálida, y cualquier contacto humano le afectaba ahora terriblemente—. Hijo, no puedo disculpar a Ari por lo que hizo. Pero había otras cosas en ella...

El se apartó.

Comprendió que Denys sabía lo que estaba pasando. Vio el pensamiento en los ojos de Denys y trató de no ruborizarse.

–... además de lo que tú quieres creer —terminó Denys—. Yo lo sé. Oye. Óyeme. Fíjate bien en esto, ¿de acuerdo?

–Bien. Le sigo.

–Buen muchacho. Oye ahora. Jordie está encubriendo todo el asunto, por nosotros y por ti. Está mintiendo a la prensa y al Concejo. Les dice que lo hizo porque Ari no quería concederle el permiso. Les da todas las razones del mundo excepto la verdadera, y ellos no pueden someterlo a psicotest. Tienes que entender, Justin, tú eres... eres él, tanto como eres su hijo. Eso da mayor importancia a cualquier cosa que haya pasado entre tú y Ari. Y eso lo llevó, lo llevó al límite. Era un asunto muy antiguo entre él y Ari. Él entiende lo que te pasó. Sí. Supongo que me comprendes. Y te ama mucho. Pero parte de eso es su propio orgullo. ¿Entiendes? Los que trabajamos entre estas paredes sabemos lo retorcido y complicado que puede ser el amor de un padre o de una madre, y ella lo empujó demasiado, lo provocó demasiado. Todo lo que él ama ha desaparecido, excepto tú. Y tú puedes llevarte lo que le queda si vas a verlo con las emociones a flor de piel. Quiero que te controles. Que se vaya tranquilo. Que vea a su hijo en buen estado. Por él.

–¿Por qué no me dejan ir con él?

–Porque eres menor de edad. Por los tratos con Seguridad. Porque no logré que Giraud lo aceptara, te lo digo sinceramente. Seguridad, me dicen.

–¡Mentira!

–Oye, hijo. Voy a intentar que puedas tener privilegios de Seguridad y visitarlo. No ahora mismo. Tal vez no este año. Pero el tiempo y la tranquilidad van a hacer mucho por ti. Están muy asustados, temen que haya una conspiración, por el lío de Winfield-Kruger, quiero decir.

Dios, Dios. Culpa mía. Culpa mía.

–No pueden pensar que Jordan estaba metido en eso. Giraud hizo el psicotest. ¡Que lo pase de nuevo! Juro que él no sabía nada de nada.

–Desgraciadamente, hijo, eso es exactamente lo que Jordie quiere impedir: que te veas involucrado en la investigación. Este humo oculta un fuego. Lamento decir que Jordie se encontraba con un hombre llamado Merild, que tenía contactos que llegan a rincones muy oscuros. También tuvo citas secretas con determinados centristas muy encumbrados que están relacionados con Ianni Merino, el abolicionista. Y Rocher se destapó con una afirmación muy fuerte sobre la muerte de Ari que Merino no terminó de repudiar. Hay gente muy asustada en el gobierno, asustada por las investigaciones, temerosa de quedar manchada por asociación. Asuntos Internos pidió a Grant. Giraud tuvo que someterle a psicotest para dejarlos satisfechos.

–Dios mío...

–Tuvo que hacerlo. Te lo aseguro, hijo. Pero podrían haber sabido mucho más a través de ti. Justin, las olas que ha desatado la muerte de Ari son enormes. No puedes imaginarte hasta qué punto. El gobierno está en crisis. Hay carreras y vidas bajo amenaza. Existe una convicción casi universal de que todo este lío tuvo que ser político; de que las razones por las que ha cambiado la vida de todos no pueden ser sólo un científico insatisfecho que le rompió la crisma a Ari. Es humano pensar eso. Y el testimonio de Jordie, el hecho de que no puede declarar bajo psicotest, el hecho de que eliminaran a Catlin y a Florian por una especie de orden póstuma de Ari, hace que crean... Sí. Y van a creerlo. La gente presiente que algo está pasando. Quieren creer que algo está pasando. Crimen pasional, cometido por un diseñador de cintas. La gente siente escalofríos cuando le hablan de esto. Se supone que somos totalmente racionales. Jordie va a tener que llevar a cabo la mejor de sus actuaciones psicoanalistas frente al comité del Concejo, la mejor de su vida. Y por su bien, cuanto más tranquilas estén las cosas durante los próximos años, mejor. Debes ser paciente. Jordie tiene amigos. No es viejo. Cuarenta y seis no son muchos años. Puede sobrevivir a este furor, si no haces algo que arruine todo lo que preparamos.

Justin encontró el aire que necesitaba para respirar. Trató de pensar en lo que había dicho Denys. Trató de pensar en qué era lo mejor para su padre y en lo que su padre querría. Trató de nopensar. ¡Ah, Dios, no!, eran sus propios errores los que habían provocado toda la situación.

–¿Puedes controlarte? —le presionó Denys.

–Sí. Estoy bien. ¿Y Grant?

Dios, podrían lavarle el cerebro. ¡Florian muerto! ¡Y Catlin!

Giraud te lo va a asignar de nuevo. Ya no le pasaban cosas buenas. No lo creía. No confiaba en ellos.

–Ya lo ha hecho —continuó Denys– porque yo firmé los papeles. Termina este asunto con Jordan y podrás llevártelo del hospital. ¿Quieres el sedante, hijo?

Justin meneó la cabeza. Porque Jordan se daría cuenta si había drogas. Siempre sabía lo que le pasaba. Sí, por supuesto. Esperaba que...

Esperaba poder evitar los destellos si Jordan lo abrazaba. Hasta este punto habían llegado las cosas. Eso era lo que Ari le había hecho. Estaba perdiendo a su padre. No iba a verlo nunca más. Y ni siquiera podía decirle adiós sin sentir las manos de Ari tocándole.

–Estoy bien —dijo. Si no podía mentir a Denys y hacerlo creíble, tampoco podría engañar a Jordan. Tenía que empezar en aquel mismo momento a controlarse o no lo lograría.

X

Mikhail Corain miró al ayudante que había dejado la ficha sobre su escritorio.

–¿De Dell? —preguntó.

El ayudante asintió.

Corain hizo un gesto con la mano para despedir al ayudante, puso la ficha en el visor del escritorio y conectó la pantalla.

Dell Hewitt era miembro de Asuntos Internos. Era centrista y amiga de Ginny Green, la candidata centrista de Asuntos Internos en la última elección. Y, en aquellos tiempos agitados por investigaciones y comités que revolvían todos los rincones oscuros de Novgorod, había puesto más que su carrera en juego con lo que había dejado saber a Yvonne Hahner, que lo comentaría a Dellarosa en su equipo (y ella lo sabía). Tanto como enviarlo personalmente.

En cuanto a los azi Catlin y Florian no hay conclusión. Tal vez se ordenó la eliminación al margen del sistema. Tal vez dentro, por personas desconocidas. Tal vez Ariane Emory la ordenó porque no quería que los sometieran a psicotest. Quizá pensó que sería más humanitaria. Tal vez fue una especie de pacto de muerte que los azi mismos habían pedido. Reseune dice que se habrían visto muy afectados por la idea de perderla. Además, la entidad afirma que pertenecían a Seguridad, pero que tenían una fijación con Emory. Eran capaces de dañar a Reseune a favor de ella, de manera que el reentrenamiento hubiera resultado difícil o imposible si se deseaba evitar el lavado de cerebro, que la edad de los azi prohibía ese procedimiento. Giraud Nye se niega a abrir los libros de sus psicogrupos. La orden vino con el código personal de Ariane Emory, esto es cierto. Giraud cita consideraciones de segundad cuando se niega a permitir que Asuntos Internacionales examine los ordenadores.

Corain se tomó el café mantenido a temperatura por el calentador del escritorio. Doscientos cincuenta cred el medio kilo. Eran placeres bien cortos. Pero todo hombre debía darse algunos lujos, sobre todo uno que había sido un granjero en un lugar apartado la mayor parte de su vida.

Todo eso eran noticias viejas. Estaba desilusionado. Pensó en la larga lista de acciones que Reseune se había negado a permitir que hicieran los de Asuntos Internos y leyó las justificaciones legales. El personal legal de Reseune estaba ganando punto a punto. Y Asuntos Internos, en el nivel más alto de la Administración, no contestaba.

Y luego:

Asuntos Internos está investigando el rumor que corre en Reseune de que existían ciertos grupos genéticos que fueron controlados pero no almacenados. Eso significa que alguien pudo duplicar grupos genéticos que no deberían existir...

¿Cosa de los azi? Dios, se puede obtener un grupo genético de una muestra de sangre. De cualquier cosa. ¿Por qué robar uno de Reseune?

... como material de Experimentales y Especiales que de otro modo no puede obtenerse.

Robar grupos genéticos reales preparados para ser usados por Reseune requiere criogenia, lo cual puede detectarse en el cargamento a menos que se omita directamente en la declaración. Sin embargo, la lectura digital de un grupo genético es otra cuestión. Reseune, en la persona del administrador Nye, niega que exista tal actividad o que se haya dejado escapar documentación sin un informe al respecto.

También corre el rumor entre el personal de que se practican eliminaciones sin automación. Reseune está bloqueando esta investigación.

Corain se mordió el labio. Y pensó: No quiero saberlo. No ahora. La situación está demasiado delicada. Dios mío, si esto llega a la calle todos los pactos se irán al garete.

Una nota final de Dellarosa:

¿ Y si Emory estaba manipulando los grupos genéticos en persona? ¿O lo ordenó? ¿De qué vale un Especial para alguien que tiene acceso a un laboratorio de nacimientos?

Votos. Un sillón en el Senado. Apoyo del poder monetario. Corain tomó un trago de café. Estaba sudando.

La evidencia física sufrió daños por tratamiento inexperto en manos de la policía de Moreyville. Ciertas superficies en el laboratorio exterior y el laboratorio de frío muestran las huellas digitales de Jordan Warrick, las de Emory, las de los ayudantes azi, las de otros usuarios regulares del laboratorio, y las de un número de estudiantes que han venido a hacerse la prueba. La puerta también tiene esas marcas. La policía de Moreyville, que realizó la investigación preliminar, no tenía rastreadores de presencia. Más tarde las lecturas pierden sentido por la presencia de la policía y los residentes en el laboratorio. Se leyeron los informes de las puertas de seguridad y se corroboraron las idas y venidas que se habían anotado en los testimonios verbales. Y de nuevo, Reseune impide que los técnicos de Asuntos Internos accedan a los ordenadores.

La autopsia afirma que Emory murió por congelación, que la fractura de cráneo contribuyó a esa muerte por el hecho de que probablemente la víctima estaba inconsciente en el momento de la ruptura del conducto. Sufría de un fallo muy menor de la rejuv y tenía artritis en la rodilla derecha y un asma no muy grave; sus médicos sabían todo esto. El único resultado inesperado fue la presencia de un pequeño cáncer en el pulmón izquierdo, localizado, pero desconocido por su médico en el momento de la muerte. Era de un tipo raro, pero menos raro entre los primeros pioneros de Cyteen. El tratamiento habría sido la cirugía inmediata con quimioterapia posterior.

Ese tipo de cáncer responde al tratamiento, pero suele reaparecer y la prognosis combinada con otros problemas inmunológicos debidos a las dificultades en la rejuv habría dado muy mal pronóstico.

Dios.

De todos modos, se estaba muriendo.

XI

Justin respiró hondo unas cuantas veces para controlarse mientras avanzaba por el pasillo junto a Denys. Se había duchado, afeitado y llevaba su ropa de siempre, suéter azul, pantalones marrones. No temblaba. Había pedido tres aspirinas y se había asegurado de que eso era lo único que le administraban antes de tomárselas. Como tranquilizante era suficiente para calmarle los nervios, dado su estado de agotamiento.

Jordan parecía bien. Claro que sí. Jordan era así.

Dios, no puede haberla matado. No puede haberlo hecho. Le han obligado a decirlo. Alguien miente.

–Hola, hijo.

No era una de las pequeñas habitaciones frías de los interrogatorios. Era una oficina administrativa. Denys no iba a dejarlos solos. Se lo había explicado antes. Los azi también estaban presentes. Y había un grabador funcionando porque nadie confiaba en nadie y querían probar a los investigadores que no había sucedido nada en la entrevista.

–Hola —respondió Justin. Y pensó que debía ir y abrazar a su padre en un momento como ése, frente a todos los que después verían la cinta pero, mierda, Jordan no le facilitaba las cosas. Su padre tenía un aspecto reservado y tranquilo, y tenía cosas que decirle. Quería poner ciertas cosas en orden. Justin sólo tenía que despedirse. Y además era cuanto le permitirían decir. Cualquier otra cosa, cualquiera, podría ser un error que terminaría grabado en esa cinta y complicaría más la vida de todos.

Cosas como: Lamento haber tratado de arreglármelas sólo con Ari. Lamento no habértelo dicho. Lamento que tuvieras que enterarte por boca de otros.

Todo es culpa mía. Todo.

No nombres a Grant, le había advertido Denys. No lo nombres. Los comités querrán averiguar cosas sobre él si lo haces. Mejor será si se olvidan de que existe.

–¿Estás bien? —le preguntó Jordan.

–Muy bien. ¿Y tú?

–Hijo, yo... —A Jordan le temblaba la boca. Dios, va a perder el control. Frente a todos.

Me lo han contado todo. No tienes que añadir nada. Por favor. Jordan respiró hondo y se relajó de nuevo.

–Justin, quiero que sepas por qué lo hice. Ari ejercía una influencia que este mundo no necesitaba. Lo hice como cuando uno arregla una cinta defectuosa. No tengo remordimientos. Nunca los tendré. Fue una decisión totalmente lógica. Ahora otro se ocupa de dirigir Reseune y yo consigo el traslado que quería, a un lugar en donde no tendré a Ari detrás de mí, cambiándome los diseños y usando su nombre en trabajos que yo hice y ella cambió a su gusto. Soy libre. Lo que lamento es que todo haya estallado de esta forma. Soy mejor científico que lampista. Eso es lo que dicen los investigadores. Subí la presión y eso apareció en los informes del monitor.

La ira había estado allí desde el comienzo, una ira auténtica, profunda, poderosa. Al final se enfrió. Se convirtió en un recital, un papel aprendido, un acto que estaba pensado para que pareciera un acto. Justin agradeció aquella frialdad cuando Jordan le lanzó la pelota.

Sé por qué lo hiciste,estuvo a punto de decir, luego pensó que eso podía salir mal. Y dijo en cambio:

–Te quiero.

Y casi perdió el control. Se mordió el labio hasta hacerlo sangrar. Vio que Jordan también tenía la mandíbula rígida.

–No sé si me dejarán escribirte —dijo Jordan.

–Yo te escribiré.

–No sé si me darán las cartas. —Jordan logró reírse un poco—. Piensan que podemos pasarnos mensajes en cosas como hola, ¿qué tiempo hace por ahí?

De todas maneras, te escribiré.

–Creen... creen que hay una conspiración, mierda. No es cierto. Te lo juro, hijo. Nadie lo sabía y nadie debía enterarse. Pero fuera tienen miedo. La gente considera a Ari una persona política. Esa es la importancia que le dan. No ven en ella a la científica. No entienden lo que representa que alguien coja tu trabajo y lo retuerza, le dé la vuelta. No entienden que se violó una ética.

Se violó una ética. Dios. Está actuando para las cámaras. Lo primero era un discurso para el comité, pero lo último es un mensaje para mí. Si sigue con eso, lo van a atrapar.

Te quiero —dijo Jordan—. Más que a nada en el mundo.

Y extendió los brazos. Listo. La obra se terminaba. Los actores debían abrazarse. Ahora quedaba bien llorar un poco.

Ya no volvería a ver a Jordan. Ni a saber de él.

Tal vez nunca más.

Cruzó el pequeño espacio como un autómata. Se abrazaron durante mucho rato. Un largo rato. Justin se mordía el labio porque sólo el dolor lo mantenía centrado. Jordan lloraba. Justin sentía los sollozos, a pesar de que eran silenciosos. Pero tal vez eso ayudaría en el caso Jordan. Tal vez habían actuado bien ante las cámaras. Deseaba poder llorar. Pero por alguna razón estaba como anestesiado, excepto por el dolor y el sabor de la sangre.

Jordan había llevado demasiado lejos la comedia, se había mostrado demasiado frío, demasiado peligroso. No debería haber sonado así. Tal vez pondrían esa cinta en las noticias. La gente le tendría miedo. Tal vez pensarían que estaba loco. Como los Alfas que rebasan los límites. Como el clon de Bok. Tal vez eso lo separaría de su trabajo.

Casi gritó: Está mintiendo. Mi padre está mintiendo.Pero Jordan lo abrazaba. Jordan había hecho exactamente lo que quería. Jordan no había estado encerrado en una habitación durante una semana. Sabía lo que pasaba en el mundo, había estado en contacto con los investigadores. Jordan estaba llevando a cabo su papel, jugaba con la psicología de todos ellos, nada más. Se presentaría ante ese comité del Senado y conseguiría el mejor trato posible, y tal vez eso evitaría que la cinta apareciera en las noticias porque el trabajo de Jordan era muy importante para Defensa y los militares podían silenciar lo que quisieran.

–Vamos —dijo Denys.

Jordan lo dejó ir, lo dejó salir de la habitación. Justin se fue con Denys.

Y después, lloró. Se apoyó contra la pared junto a la puerta que acababa de cerrarse y lloró hasta que le dolieron las entrañas.

XII

Había pensado que ya no habría sorpresas.

Pero Petros Ivanov fue a su encuentro en la entrada del hospital, lo separó de la escolta de Seguridad y lo llevó hasta la habitación de Grant.

–¿Cómo está? —preguntó Justin antes de entrar.

–No está bien —dijo Ivanov—. Quería que lo supieras.

Ivanov le dijo otras cosas: que habían tenido que someterlo de nuevo a psicotest y que estaba en estado de shock, que lo sacaban al jardín todos los días en una silla, que le hacían masajes y lo bañaban. No le daban tratamiento porque Denys les decía que vendría Justin ese día y el siguiente y luego el otro, y tenían miedo de someterlo a otro psicotest porque había llegado al borde del abismo, y pensaban que tal vez podía haber palabras-código ilegales, palabras que no estuvieran en el informe psíquico.

–No —espetó antes de empujar la puerta. Y quería matar a Ivanov. Quería golpearlo hasta convertirlo en una pulpa roja y luego atacar al personal y a Giraud Nye para matar varios pájaros de un tiro—. No. No hay palabras-código. Maldita sea, yo le prometí que volvería. Estaba esperándome.

Grant seguía esperando.

Estaba peinado y parecía cómodo a menos que uno supiera que no se movía por sí solo. A menos que uno supiera que había perdido peso y que tenía la piel demasiado transparente, a menos que uno viera el vacío en sus ojos y le tomara la mano y advirtiera la ausencia de tono muscular.

–Grant —dijo Justin, sentándose al borde de la cama—. Grant, soy yo. Todo está bien. Grant ni siquiera parpadeó.

–Váyase —le dijo Justin a Ivanov con una mirada por encima del hombro. Ni siquiera trató de mostrarse cortés.

Ivanov se fue.

Justin se movió y deshizo con cuidado las correas que ataban a Grant. Estaba más tranquilo de lo que hubiera creído. Levantó el brazo de Grant y se lo puso sobre el regazo para hacerse un lugar donde sentarse y levantó un poco la cabeza de la cama. Luego se agachó y con dos dedos alrededor de la mandíbula de Grant, le volvió la cara hacia él. Era como mover un maniquí. Pero Grant parpadeó.

–¿Grant? Soy Justin.

Otro parpadeo.

Dios, había supuesto que Grant habría cruzado el umbral. Había pensado que encontraría un cadáver medio muerto y que no le quedaría más remedio que eliminarlo. Estaba preparado para eso, en cinco minutos, en el tiempo que llevaba recorrer el camino desde la primera puerta hasta la habitación de Grant, había pasado desde la esperanza de recuperar a Grant hasta la idea de perderlo. Ahora había completado el círculo.

Estaba asustado. Él estaría a salvo si Grant moría.

¡Dios! ¡Me odio por pensar así! ¿Dónde he aprendido a pensar de esta forma? ¿Dónde he aprendido a ser tan frío?

¿Será un destello?

¿Qué me hizo esa mujer?

Sintió que se dividía, sintió la histeria alzándose en él como la marea; y Grant no tenía que ver eso. Le temblaba la mano cuando cogió la de Grant. E incluso entonces recordó el apartamento de Ari, el aspecto de la habitación. Empezó a hablar para distraerse, sin saber lo que decía; no quería que asomara de nuevo la idea que le había pasado como un destello por la mente, como si fuera la de otra persona. Sabía que no podría volver a tocar a la gente sin sentir el contacto como algo sexual. No podría abrazar a un amigo. O a su padre. Seguía acordándose, día y noche; y sabía que era peligroso amar a alguien con la sordidez que reinaba en su mente, porque siempre estaba pensando cosas que horrorizarían al que se enterara.

Y porque Ari tenía razón, cuando se amaba a alguien, Ellos podían usarlo contra ti como habían hecho con Jordan. Grant era su punto vulnerable. Claro. Por eso le habían dejado tenerlo de nuevo.

Ahora ya no estaba solo. Algún día Grant lo dejaría expuesto frente a sus enemigos. Tal vez provocaría su muerte. O peor, quizá le haría lo mismo que él había hecho con Jordan.

Pero hasta entonces, no estaría solo. Hasta entonces, durante unos años, tendría algo que consideraba precioso. Hasta que Grant descubriera la sordidez que se ocultaba en él. O incluso después de que lo averiguara. Grant, que era azi, podía perdonarlo todo.

–Grant, estoy aquí; te prometí que vendría. Estoy aquí.

Tal vez para Grant todavía era aquella noche. Tal vez podía volver a ese momento y empezar de nuevo a la mañana siguiente.

Otro parpadeo, y otro.

–Vamos, Grant. Basta de tonterías. Los has engañado. Vamos. Apriétame la mano. Puedes hacerlo.

Los dedos se tensaron. Un poquito. El ritmo de la respiración se aceleró. Justin sacudió un poco a Grant, se estiró y le puso un dedo sobre la mejilla.

–Oye. ¿Me sientes, verdad? No voy a sacarlo. Soy yo, maldita sea. Quiero hablarte. Escúchame.

Los labios adquirieron tono muscular. Luego se relajaron de nuevo. La respiración se hizo difícil. Varios parpadeos rápidos.

–¿Me oyes? Grant asintió.

–Bien. —Justin temblaba. Trató de controlarse—. Tenemos un problema. Pero tengo permiso para sacarte de aquí si puedes despertarte.

–¿Ya ha amanecido?

Justin respiró con rapidez, pensó en decir que sí, luego pensó que la desorientación era peligrosa para Grant. Que Grant estaba preocupado. Que Grant podría resentir una mentira.

–Ha pasado un poco más de tiempo. Ha habido problemas muy graves. Te lo explicaré después. ¿Puedes mover el brazo ?

Grant lo movió, un poco. Después, levantó la mano.

–Estoy débil. Muy débil.

–De acuerdo. Te llevarán en el autobús. Podrás dormir en tu cama esta noche si me demuestras que eres capaz de sentarte.

El pecho de Grant se elevó y se hundió con rapidez. El brazo se movió, se arrastró, cayó a su lado como algo muerto. Inspiró e hizo un movimiento convulsivo con todo el cuerpo, levantando los hombros sólo lo suficiente para que la almohada se deslizara antes de caer de nuevo.

–Casi lo consigues —dijo Justin.

La comida tenía un gusto extraño. Demasiado fuerte. Hasta el cereal mojado le formaba una bola y hacía que le dolieran las mandíbulas. Comió casi la mitad del tazón, alimentado por Justin en la boca, e hizo un movimiento con la mano.

–Basta...

Justin parecía preocupado cuando él rechazó el resto del tazón.

–Es mucho para mí —dijo Grant. Hablar también representaba un esfuerzo, pero Justin parecía muy asustado. Grant se estiró y puso la mano sobre la de Justin porque eso resultaba mucho más fácil que hablar. Justin todavía lo miraba con los ojos llenos de angustia. Y Grant deseaba poder evitarle ese dolor, lo deseaba con toda el alma.


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