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Cyteen 1 - La Traicion
  • Текст добавлен: 26 октября 2016, 21:27

Текст книги "Cyteen 1 - La Traicion "


Автор книги: C. J. Cherryh



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Ari fue hasta la valla y la miró de cerca. Había visto cerdos y cabras en la Casa, pero nunca tan de cerca, porque tenía prohibido salir al patio. Era blanca y marrón. Tenía ojos extraños que la miraron, y ella la observó con una sensación rarísima porque aquel ser estaba pensando en ella, estaba vivo y pensaba en ella, y eso no podía hacerlo ni siquiera una IA.

–Vamos —urgió Catlin—. Nos van a descubrir.

Ella siguió a Catlin y Florian, se escondió debajo de una valla, como Florian, y lo siguió por una puerta y un lugar oscuro y luego otra puerta hasta salir de nuevo a la luz del día, que la cegó por el contraste.

Había un corral frente a ellos, y un gran animal que mezclaba cintas de memoria, cintas de la Tierra, cintas de cuentos de hacía mucho, mucho tiempo.

–Es un caballo —explicó Florian, y se levantó y trepó sobre el riel inferior de la valla.

Ella también lo imitó. Apoyó los codos contra el riel superior mientras Catlin se ponía junto a ella y la miraba con el corazón palpitante.

El caballo resoplaba y levantaba la cabeza y hacía volar la crin en el viento. Así se llamaba, crin. Tenía cascos, pero no como los de los cerdos y las cabras. Tenía una estrella blanca en la frente.

–Espere —dijo Florian y se bajó del riel y volvió adentro. Cuando regresó traía un balde y las orejas del caballo se alzaron y el animal se acercó a ellos y sacó la cabeza por encima de la valla para comer del balde.

Ari subió un poco más y sacó la mano y le acarició la piel. Despedía un olor intenso y parecía polvoriento y muy sólido. Sólido como Ollie. Sólido y cálido, como nada en la vida después de Ollie.

–¿Tiene una montura y una brida? —preguntó.

–¿Qué es eso? —se extrañó Florian.

–Para montarlo.

Florian parecía no entender y el caballo hacía ruido con la cabeza en el balde que él sostenía.

–¿Montarlo, sera?

–Acércalo al rincón.

Florian la obedeció y el caballo se acercó mucho al riel. Ella subió al último, sacó una pierna y empujó y aterrizó encima del caballo.

El caballo se movió con mucha brusquedad, ella se aferró a la crin para manejarlo. Era... era bonito. Muy fuerte y cálido.

Y de pronto, él dio como un saltito y agachó la cabeza y volvió a saltar, muy fuerte, y ella se soltó y viajó por el aire y voló como si no pesara nada, y el cielo y el riel dieron vueltas hasta que llegó al suelo.

¡Pumba!

Estaba boca abajo. Le dolía y no le dolía, como si hubiera una parte de ella que estuviera anestesiada, y sentía los huesos todos molidos.

Después la voz de Catlin.

–¡No la toques! ¡Cuidado!

–Estoy bien —murmuró ella, y percibió el olor de la sangre y el polvo, pero le resultaba difícil hablar porque no tenía aliento y le dolía el estómago. Movió la pierna y trató de levantarse apoyándose en un brazo y entonces le dolió en serio.

–¡Cuidado, cuidado, sera, no se mueva! —Tenía la rodilla de Florian en la cara y eso estaba bien, porque el dolor le quitó el aliento y cayó sobre la pierna de Florian en lugar de sobre su propia cara en el polvo—. ¡Catlin, ve a buscar ayuda! ¡A Andy! ¡Rápido!

–Creo que necesito una montura —musitó ella, pensando en eso, tratando de no llorar ni vomitar, porque le dolían todos los huesos, más que nunca en su vida, y el hombro y el estómago eran lo peor. Todavía sentía el polvo en la boca. Pensó que debía de tener el labio cortado.

–Ayúdame a levantarme —le pidió a Florian, porque aquella postura le hacía doler la espalda.

–No, sera, por favor, no se mueva, tiene un brazo roto.

Ella trató de levantarse sola, de mirar el brazo roto para ver qué aspecto tenía. Pero le dolía cada vez más y pensó que vomitaría si lo intentaba.

–¿Qué hizo el caballo? —le preguntó a Florian. No entendía eso.

–Levantó las piernas y entonces usted se cayó. No creo que quisiera hacerle daño, en serio, no es malo.

Había gente que corría. Ella los oyó, trató de moverse y verlos, pero Florian se lo impidió hasta que estuvieron todos alrededor, voces de azi, inexpresivas pero preocupadas, diciéndole que venían los doctores y que no se moviera.

Ella quería levantarse. Era feo estar así tirada en el polvo mientras todos la miraban y ella no podía verlos.

Pensó que Giraud le gritaría, sí; esa parte funcionaría bien.

Pero ojalá los médicos se dieran prisa.

X

Grant estaba sentado con la espalda apoyada en la pared acolchada y sintió un calambre en las piernas dobladas que sostenían el peso de Justin, un calambre que le estaba doliendo de veras, pero no pensaba moverse, no iba a mover ni siquiera las manos, una sobre los hombros de Justin y la otra sobre su frente, porque esas manos lo mantenían seguro, estable. No había movimientos en la celda, ningún sonido mientras el efecto de la droga desaparecía lentamente.

Seguridad no los abandonaría. Había dos guardias al otro lado de la pared de vidrio a prueba de sonidos en la celda de recuperación. Las reglas, decían, no permitían que nadie excepto un médico estuviera con un detenido en recuperación. Pero Giraud no había cumplido casi ninguna de las reglas hasta el momento. Hacía lo que quería; y para él era fácil obtener permiso.

Justin estaba despierto, pero todavía en un limbo de desintoxicación en que la más mínima sensación, el más leve sonido, se magnificaba y despertaba ecos. Grant mantenía el contacto físico con él, le hablaba de vez en cuando para ayudarlo.

–Justin. Soy Grant. Estoy aquí. ¿Cómo estás?

–Bien. —Los ojos de Justin, a medio abrir.

–¿Estás más despejado ahora? Un suspiro un poco más largo.

–Estoy bien. Todavía estoy muy abierto.

–Estoy contigo. No pasa nada. He estado aquí todo el rato.

–Bien —murmuró Justin y los ojos se le cerraron de nuevo, como sin control.

Grant no quería ir más allá. Giraud había limitado el psicotest a la visita con Jordan y la posibilidad de que Justin estuviera involucrado en la desaparición de Ari. Asegurar a Justin que no habría más preguntas era peligroso. Tal vez sí habría. Pedirle que le hablara cuando tal vez los estaban grabando era aún más peligroso, con el trank que le habían administrado. Giraud le había preguntado:

–¿Qué sientes sobre Ari?

Y Justin, con todos los umbrales reducidos al mínimo, había dicho:

–Me da lástima.

Hubo un movimiento en la casilla de vidrio. Grant levantó la mirada y vio a Denys Nye en la habitación con los guardias, lo vio intercambiar miradas, vio que los guardias se acercaban y abrían la puerta de la celda de recuperación para dejar pasar a Denys.

Grant lo miró con furia, cerró los brazos alrededor de Justin y le murmuró al oído:

–Justin, ser Denys está aquí; no tengas miedo, estoy contigo, no me voy.

Justin se dio cuenta. Abrió los ojos.

Denys caminaba sin hacer ruido para ser un hombre tan corpulento. Llegó cerca, se detuvo, se inclinó y dijo con mucha suavidad:

–Han encontrado a Ari. Está bien. El pecho de Justin se movió como si no tuviera suficiente aire.

–¿Es verdad? —preguntó—. Grant, ¿dice la verdad?

Grant miró a Denys con rabia, una cara preocupada, redonda, y dejó que sus palabras revelaran parte de su ira.

–Tal vez dicen la verdad. —Apretó los brazos de nuevo para que Justin sintiera su presencia.

–Es verdad —dijo Denys, se inclinó y mantuvo la voz muy tranquila—. Justin, lo siento. Lo siento mucho. En serio. Te compensaremos por esto.

El corazón de Justin le latía en la mano.

–Tranquilo —dijo Grant, con el corazón agitado también mientras calculaba el significado de las palabras de Denys. Porque nunca se había sentido tan furioso en toda su vida—. ¿Cómo va a hacer eso, ser? —le dijo a Denys, suave, suavemente—. La niña está a salvo. ¿Y el resto de los recursos de Reseune? Ustedes son estúpidos, ser. Arriesgan una mente cuyos límites ignoran, lo persiguen constantemente y lo tratan como si fuera el culpable de todos los males de Reseune, cuando nunca, nunca en toda su vida ha hecho daño a ningún ser humano, cuando Yanni Schwartz podría decirle a usted que tuvo que sacarlo del trabajo de tiempo real porque no toleraba ver sufrir a la gente. ¿Dónde está la vasta experiencia psicológica de Reseune si no se dan cuenta de que Justin no es capaz de hacer daño a nadie, ni siquiera a la gente que convierte su vida en un infierno?

–Grant —murmuró Justin—. Grant... Denys frunció el ceño.

–No —dijo en voz baja—. Lo sé, lo sé, lo que dice Grant es poco y sobre todo demasiado tarde, pero tiene razón. Ahora te vas a casa, te vas a casa. Por favor. Créeme. Hemos encontrado a Ari. Está en el hospital, sufrió una caída, pero todo está bien. Se escapó sola, se disfrazó, era una travesura, nada que tuviera que ver contigo, ya lo sabemos. No voy a quedarme aquí, sé que no tengo derecho a estar aquí, pero me sentí en la obligación de decirte que Ari está bien. Supuse que te gustaría saberlo porque no quieres hacerle daño, y Dios sabe que mereces un poco de cortesía después de esto. Y lo digo en serio. De alguna manera, haré algo para compensarte por todo esto, te lo prometo; dejo que se hagan demasiadas cosas por seguridad, pero esto no va a seguir así. Te lo prometo. —Puso una mano en el hombro de Grant—. Grant, viene un grupo de médicos. Lo llevarán por la ruta del túnel, hasta vuestra residencia y a casa, si quiere. O puede quedarse a descansar aquí hasta que se recupere. Lo que prefiera.

–A casa —dijo Grant—. ¿De acuerdo, Justin? ¿Quieres ir a casa ahora? Justin asintió con debilidad.

–Quiero ir a casa.

Cuidadosamente pronunciado. Más control que un momento antes. El brazo de Justin se retorció y se levantó y se quedó así, sobre el estómago, en esa forma cuidadosa en que se hacen las cosas en el retorno del control consciente.

–Te lo prometo —dijo Denys con cuidado—. No habrá más de esto.

Después se fue; la rabia se traslucía en la actitud de su cuerpo.

Grant estrechó a Justin y apoyó la cabeza contra la suya, sacando la tensión de sus propios músculos, porque Justin podía captar eso. Mente de azi. Tranquilo y firme.

–¿Ha estado Denys aquí? —preguntó Justin.

–Acaba de irse —dijo Grant—. Un rato más y nos iremos a casa. En serio. Han encontrado a Ari, no fue culpa tuya, lo saben. Puedes descansar ahora. Despiértate a tu ritmo. No voy a dejarte, ni por un momento.

Justin suspiró. Y se quedó quieto y callado.

XI

Ari volvió a casa en el autobús, a pesar de la cortísima distancia, y discutió con el tío Denys hasta que él la dejó caminar desde la puerta principal, de la mano, con el otro brazo en cabestrillo, pero después del viaje, todo aquello era más largo de lo que podía soportar, pensó. Se le doblaban las rodillas y estaba sudando debajo de la blusa y tuvieron que cortar la tela para ponerle el yeso.

No iba a salir en camisón frente a todo el mundo. Iba a caminar, claro. Estaba decidida.

Pero se sintió muy feliz de volver al apartamento del tío Denys y ver a Nelly, y a Catlin y a Florian, todos preocupados y contentos de verla. Hasta Seely parecía feliz.

Ari sintió que iba a llorar por lo feliz que estaba de verlos. Pero no lo hizo. Dijo:

–Quiero ir a mi cama. —Y el tío Denys la llevó mientras Nelly daba vueltas alrededor. No le quedaban fuerzas.

Nelly había abierto la cama. Poca-cosa estaba allí, en su lugar correspondiente. Las almohadas estaban bien ahuecadas. Se sintió muy cómoda cuando se quedó quieta, en la cama.

–Déjame ayudarte con la ropa —sugirió Nelly.

–No —dijo ella—, quiero descansar un poco, Nelly. Y el tío Denys admitió que era una buena idea.

–Tengo sed, Nelly —dijo ella, mientras el tío Denys se iba—. Quiero a Florian y a Catlin.

Así que Nelly salió y al cabo de un momento entraron Florian y Catlin, muy callados, muy serios, con la bebida.

–Estamos muy tristes —dijo Florian. Y lo dos parecían desgraciados.

Habían estado con ella en el hospital. Los dos se habían asustado mucho, se habían quedado con ella y parecía que iban a saltar al cuello de cualquiera que pareciera sospechoso. Pero finalmente tuvieron que irse a casa, porque ella lo ordenó, el tío Denys le aconsejó que lo hiciera, que estaban muy asustados y tristes y necesitaban descansar. Así que ella se despertó el rato suficiente para decirles que no había sido culpa de ellos y que se fueran a casa.

Volveré dentro de un rato, les prometió.

Y volvió.

El doctor Ivanov dijo que había tenido suerte de haberse roto sólo el brazo y no la cabeza .Y ella también comprendía que había tenido suerte. Seguía viendo el cielo y el suelo y sintiendo el golpe en los huesos.

El tío Denys también le dijo que había tenido suerte, que el caballo pudo haberla matado, y estaba muy, muy enfadado y preocupado.

Era verdad. Pero ella le dijo al tío Denys que no había sido culpa del caballo, simplemente se movió un poco.

–El caballo está bien, ¿verdad? —había preguntado.

–Sí, está muy bien —aseguró el tío Denys—. Muy bien. Tú eres la que nos preocupa.

Eso era agradable. La gente no era así en general. El doctor Ivanov se mostró amable con ella, las enfermeras le dieron refrescos sin alcohol, Florian y Catlin se quedaron con ella hasta que Ari los mandó a casa. La única cosa que no había conseguido era al tío Giraud: el tío Giraud no había ido a verla, pero de todos modos estaba demasiado cansada para quererlo cerca, era demasiado esfuerzo.

Ahora Florian y Catlin habían vuelto y ella estaba a salvo en su cama y realmente se sentía, como al margen de todo. Tranquila. Estaba contenta de que la gente se portara bien con ella, no porque no pudiera Trabajarlos sino porque estaba cansada y eso significaba mucho, mucho trabajo, y ahora quería quedarse ahí y que no le doliera un rato, después de haber bebido un poco.

–No es culpa vuestra —dijo a Florian y Catlin—. Fue idea mía, ¿no?

–No deberíamos haberla dejado, sera —murmuró Florian.

–Claro que sí —atajó ella, frunciendo el ceño muy rápido—. Vosotros hacéis lo que yo os digo. ¿No?

–Sí —dijo Catlin después de un momento—. Sí. Los dos parecieron más conformes después de eso.

Durmió toda la tarde con el brazo levantado como había dicho el doctor Ivanov para que no se le hinchara la mano. No creía que fuera a dar resultado porque siempre daba muchas vueltas cuando dormía, pero sí funcionó: se durmió, se despertó una vez cuando Nelly le trajo una pastilla y siguió durmiendo porque era su cama y su habitación, y las píldoras hacían que no le doliera y también le daban somnolencia.

Pero Nelly la despertó para la cena y tuvo que comer con la mano izquierda. El doctor Ivanov le había explicado cosas sobre la dominancia izquierda-derecha y le había dicho que no tenía que escribir hasta que le sacaran el yeso, pero que podía hacer cualquier otra cosa. El doctor Ivanov dijo que debía tener un Anotador que la ayudara con las lecciones, y a ella le gustó la idea.

Le dijo que tendría el yeso puesto durante tres semanas porque había hecho toda una serie de cosas para que se curara rápido, y que le iba a quedar como nuevo. Dijo que después tendría que hacer ejercicios para que el brazo se le pusiera fuerte otra vez. Ella estaba de acuerdo con eso. Tener un brazo roto era una aventura, pero no quería que fuera permanente.

Resultaba interesante tener el yeso y todo, y que todos estuvieran pendientes de ella. La forma en que cambiaba la gente cuando estaba preocupada era interesante. Pensó mucho en eso cuando se despertó.

Cenó, cosas que podía comer con los dedos, y quería que Florian y Catlin se quedaran en su habitación, porque ahora estaba despierta. Pero el tío Denys entró y le dijo que podían ir al cabo de un ratito, pero que en ese momento quería tener una charla con ella.

–No quiero —dijo ella e hizo un puchero, porque realmente le dolía y no era justo, el tío Denys se había portado bien todo el día y ahora todo se iba a poner al revés antes de que ella estuviera lista para eso, lo veía venir.

–No muy larga —insistió el tío Denys y cerró la puerta—. Y ni siquiera voy a mencionar que fuiste a la ciudad.

Eso no era lo que ella esperaba. Así que se sintió curiosa e incómoda al mismo tiempo, mientras Denys acercaba la silla de Nelly: estaba contenta de que su tío no se sentara en la cama porque allí estaba muy cómoda y él era tan grande...

–Ari —empezó Denys, inclinándose hacia delante, con los codos sobre las rodillas y la cara de preocupación—, Ari, quiero contarte por qué todos nos pusimos tan nerviosos, pero no es porque hayas ido a la ciudad: es por lo importante que eres y porque hay gente, gente que tal vez quiera hacerte daño si entran en Reseune. Por eso asustaste tanto a Seguridad.

Eso era serio. Tenía mucho sentido. Explicaba la presencia de Seguridad en las clases y el hecho de que ella fuera la única chica que conocía que tenía dos azi de Seguridad por compañía. Ari estaba interesada y asustada, porque las explicaciones de tío Denys tuvieran que ver con todo.

–¿Y quiénes son?

–Gente que habría hecho daño a tu predecesora si hubiera podido. ¿Sabes por qué ponen una R en un número CIUD?

–Porque son Replicantes.

–¿Sabes lo que significa? Ella asintió, convencida.

–Quiere decir que son mellizos de sus propias mamas y papas.

–¿Cualquier tipo de mellizos?

–No. Idénticos.

–Idénticos hasta en el grupo genético, ¿de acuerdo? Ella asintió.

–Tú no tienes una R en tu número. Pero podrías tenerla.

Eso la confundía. Y la asustaba. No tenía sentido.

–Presta atención, Ari. No lo pienses. Deja que yo te guíe en esto. Tu mamá, Jane Strassen, tenía una gran amiga, que murió, que murió de repente. Reseune iba a hacer otra como ella, eso significa que iba a hacer un bebé. Jane dijo que ella quería ese bebé, que quería criarlo ella misma, para ella, porque no quería que el bebé fuera de otra. Lo hizo por su amiga, que había muerto. Y cuando tuvo el bebé, lo amó tanto que ya fue suyo. ¿Entiendes, Ari?

Ari sentía un nudo muy frío en la garganta. Tenía frío, frío en todo el cuerpo, hasta la punta del cabello.

–¿Entiendes, Ari? Ella asintió.

–Jane es tu mamá. Eso es así, nada puede cambiarlo, nunca, Ari. Una mamá es alguien que te ama y te cuida y te enseña como hizo Jane.

–¿Por qué me dejó?

–Porque tenía que hacer algo que sólo ella podía hacer. Porque, después de Ari misma, Jane Strassen era la única que podía hacerlo. Y además, Jane tenía otra hija, una hija mayor, llamada Julia, que estaba muy celosa del tiempo que tú le restabas, y Julia tenía una hija también, Gloria Strassen, de tu misma edad. Julia hizo que las cosas fueran muy difíciles para tu mamá porque se puso muy tozuda y se la asignó a Fargone también. Tu mamá tuvo que ocuparse de su propia hija y de su nieta, porque estaban muy celosas y disgustadas porque ella quería ser tu mamá. No quería irse, pero no tuvo más remedio. Así que fue a Fargone y las llevó con ella porque no quería dejarlas aquí, donde podían ser malas contigo. Me dijo que te cuidara, me dijo que volvería si podía, pero está muy lejos, Ari, y la salud de tu mamá no es muy buena. Es bastante vieja, ya lo sabes, y ahora volver sería muy peligroso para ella. Por eso se fue y por eso sabía que tal vez no iba a poder volver; todo lo que hizo fue por esa amiga muerta, en realidad. Y sabía que tendría que irse antes de que fueras mayor. Al principio pensó que sería fácil. Pero después se convirtió en tu verdadera mamá y te quiso no sólo por la Ari que murió, sino porque tú eres Ari, y tú eres tú, y te quiere por eso. Eso es todo.

Las lágrimas rodaron por la cara de Ari. Ni siquiera supo que estaba llorando hasta que las sintió. Luego movió el brazo herido para secárselas y tuvo que usar la otra mano, y eso la avergonzó.

–No puede tenerte con ella en Fargone —continuó el tío Denys– porque, primero, tiene a Julia y a Gloria allí. Segundo, porque tú eres tú, eres Ari, y tu madre genética era quien era, y porque tienes enemigos. Aquí puedes crecer segura. Hay maestros para enseñarte, y gente que te cuidará bien..., no siempre la mejor, sé que no soy el mejor para criar a una niña, pero lo intento, Ari. Pensé que había llegado el momento de que te explicara algunas cosas porque ya eres mayor y puedes pensar en ir a lugares sola, eso es evidente, ¿no? Tal vez te encontraras con gente que te diría accidentalmente cosas que no debías oír, y no quería que te enteraras de todo esto por boca de un extraño de la ciudad. Por nada del mundo. Mucha gente sabe quién eres y ya eres mayor y te pondrás a hacer preguntas, como por qué tu nombre es Emory y no Strassen, por ejemplo.

Ari odiaba que la hicieran quedar como una tonta. Y ahora se sentía muy estúpida. Claro que la gente tenía nombres diferentes, mucha gente tenía nombres distintos. Ella había pensado que era el nombre de la persona con la que mamá había querido hacer el bebé.

Uno se mete en problemas si se pone a pensar por qué las cosas son como son y por qué los mayores no quieren explicarlas.

¿Por qué no puedo ser Strassen?, recordaba haber preguntado a mamá.

Porque eres Emory, había dicho mamá, por eso. Yo soy Strassen. Piensa en Tommy Carnath. Su mamá es Johanna Morley. Los mayores saben todo esto.

De pronto sintió que se le revolvía el estómago y se sintió sudada y fría.

–Por favor —dijo—, tío Denys, voy a vomitar. Llama a Nelly.

Denys la llamó enseguida. Y Nelly le descolgó el brazo del gancho y la llevó al baño, donde estuvo mareada mucho rato, pero no pasó nada. Quería seguir así, porque le dolía adentro y afuera.

Nelly le dio un vaso de jarabe para el estómago y era horrible pero se lo tomó. Luego se sintió un poco mejor, y se acostó contra la almohada mientras Nelly le acariciaba la cara y el cabello mucho rato y se preocupaba por ella.

Nelly era siempre la misma. Nelly se comportaba siempre igual. Pensaba que era cierto, que su mamá todavía era su mamá, pero no estaba segura de quién era ella misma. Quería descubrirlo. El tío Denys lo sabía y ella quería preguntárselo, pero en realidad no estaba segura de querer hacerlo, no ahora.

El tío Denys volvió, finalmente, y le palmeó el hombro, el hombro sano.

–¿Estás bien, cariño? ¿Vas a estar bien?

Mamá la llamaba cariño. El tío Denys no, nunca hasta ahora. Ari se mordió el labio hasta que le dolió más que todo lo demás.

–¿Ari?

–¿Qué otras cosas iba a notar yo?

–Que había una mujer muy famosa en Reseune que se llamaba como tú —respondió el tío Denys y se levantó y Nelly volvió y sacó algo de la mesa de luz y lo llevó al baño—. Que te pareces a ella de niña y verías las fotos de ella en las cintas que tienes que estudiar. Era muy inteligente, Ari, más inteligente que nadie. No era tu mamá. No eres su hija. Eres algo más cercano que eso. No sabemos cuánto, pero eres una niña extraordinaria, y Jane está muy orgullosa de ti.

Le dio palmaditas en el hombro. Nelly había vuelto de nuevo y se había ido. Ahora él se levantó otra vez. A ella no le importó. Todavía estaba pensando y era como si tuviera el cerebro lleno de serrín.

–Ari, voy a hacer que Florian y Catlin se queden contigo toda la noche, si quieres. Te gustaría, ¿verdad? Ella no sabía si iba a contarles a Florian y a Catlin que había sido tan estúpida. No dejarían de quererla: eran sus azi, y no tenían más remedio que quererla. Pero iban a sentirse mal. Iban a sentirse mal porque ella se sentía mal. Así que se pasó la mano izquierda por la cara y trató de dejar de lloriquear.

–¿Ari?

–¿Nelly lo sabe?

–Sí. Nelly no lo entiende, pero lo sabe, siempre lo ha sabido.

Eso la hizo enfurecerse con Nelly.

–Nelly era de tu mamá, Ari. Tu mamá le puso un gran peso en las espaldas cuando se lo contó todo y le ordenó que guardara el secreto. Nelly es muy leal a tu mamá. Así que guardó el secreto.

–Ollie también lo sabía.

–Ollie lo sabía. ¿Quieres que Florian y Catlin vengan a pasar la noche? Pueden poner unas camas cerca de la pared. No creo que les importe.

–¿Lo saben?

–No. Sólo la gente de tu mamá lo sabía. Ellos son tuyos.

Ari se sintió mejor por eso. Al menos ellos no se habían estado riendo de ella.

–¿Amy Carnath lo sabe?

El tío Denys frunció el ceño y lo pensó un poco.

–¿Qué más te da que Amy lo sepa o no lo sepa?

–Porque sí —le ladró ella.

–Ari, yo estoy a cargo de tu educación. Tu mamá y yo estuvimos de acuerdo en que hay ciertas preguntas que no voy a contestarte porque tú tienes que encontrar la respuesta sola. A veces, quizá te enfades conmigo, pero tengo que cumplir con lo que le prometí a tu mamá. Eres muy inteligente. Tu mamá espera que descubras sola algunas cosas, como la primera Ari, porque sabe lo lista que eres para eso. Es parte de tu crecimiento. Muchas veces me preguntarás cosas y yo te diré que debes encontrar la respuesta sola, porque tú eres la que quiere esa respuesta. Recuerda esto: lo que le preguntas a alguien dice mucho de ti misma. Piensa en eso, Ari.

Y cerró la puerta.

Ari lo pensó. Y pensó que tal vez el tío Denys estaba haciendo lo que había dicho mamá; y tal vez no. Era difícil decidirlo cuando la gente podía mentir sobre lo que había dicho mamá.

O hasta sobre lo que ella misma era en realidad.

Al cabo de un ratito, llegaron Florian y Catlin, muy serios, muy formales.

–Ser Denys dice que usted tiene órdenes para nosotros —dijo Catlin.

Ari hizo que su cara fuera como la de un azi, callada, quieta. Tenía las pestañas todavía húmedas. Pensaba que tenía la nariz roja. Enseguida se darían cuenta, pero ella no podía impedirlo, tenían que estar cerca de ella.

–Primero tengo que deciros una cosa. Sentaos en la cama. He descubierto algunas respuestas.

Se sentaron, en una punta, con mucho cuidado para no hacerle daño.

–Primero —empezó Ari—, el tío Denys dice que no soy del grupo genético de mamá, que soy una R de otra persona que era amiga de mamá. Que mamá tenía una hija adulta y una nieta de las que nunca me contó nada, y que Nelly y Ollie estaban al corriente de todo esto. Pero hay muchas cosas que no quiere explicarme. Dice que debo descubrirlas yo sola. —Hizo un gesto con los dedos para indicar que uno de ellos tenía que acercársele a escuchar. Pero no podía hacerlo con la mano derecha. Así que fue Florian quien se acercó y puso el oído frente a su boca—. Tal vez el tío Denys me esté Trabajando. No lo sé. No sé por qué querría Trabajarme, a menos que sea porque Giraud es su hermano. Pásaselo a Catlin.

Florian lo hizo, Catlin levantó las cejas y puso una cara muy pensativa y quieta cuando la miró. Asintió una vez, con una mirada que significaba que estaba pensándolo seriamente. Así que no estaba segura de si se había portado como una estúpida o no, o si era verdad o no, o si era verdad sólo en parte.

Florian y Catlin podían averiguar muchas cosas, porque eso era lo que habían aprendido a hacer.

Eso contestaba muchos de los «¿Qué es Raro?», que era lo que más la asustaba, pero claro, no daba todas las respuestas.

Como por qué Desaparecía la gente y qué quería Giraud.

Como por qué mamá no le había escrito cartas o qué había pasado con las cartas si le había escrito.

Como que era Raro que no le hubieran dicho la verdad desde el principio.

Como que era Raro que mamá hubiera dado tantas vueltas con el nombre y le hubiera dicho que su papá era un hombre que se llamaba James Carnath. Y ése tampoco era el origen del Emory.

Era Raro que mamá hubiera ocultado muchas cosas que no había querido contestarle. Ella no había querido preguntarle mucho cuando era pequeña porque intuía que mamá se ponía muy incómoda.

Y cuando lo pensaba, sabía que mamá la había Trabajado también, podía sentirlo cuando lo recordaba.

Eso era lo que había dado ganas de vomitar.

Estaba asustada, asustada de que nada fuera verdad, ni siquiera lo que le decía el tío Denys. Pero no podía dejar que nadie conociera sus sospechas.

Lo último que había dicho el tío Denys era algo que ella ya sabía: que cuando se hacían preguntas se daba mucha información sobre uno mismo a alguien en que tal vez no se debía confiar. Así que el tío Denys también lo sabía y le estaba advirtiendo que no tenía que preguntarle cosas.

Como mamá, sólo que el tío Denys lo hacía de otra manera, sin disimular: no me digas cosas que no quieres decirme porque no sabes si estoy de tu parte.

Si el tío Denys quería Trabajarla, estaba haciendo algo realmente complicado, y la pastilla contra el dolor le estaba haciendo sentir confusa. Si eso era lo que deseaba, estaba empezando a confundirla.

O por sacarle de la cabeza ,lo que ella quería pensar.

Mierda, pensó. Mierda, mierda.

Porque estaba atrapada en la cama, y le dolía y no podía pensar más allá del trank.

XII

Preséntate en mi oficina,decía el mensaje de Yanni; era lo primero que Justin leyó cuando conectó el ordenador de la oficina; dio media vuelta y le dijo a Grant:

–Tengo que ver a Yanni. —Y Grant hizo girar la silla v lo miró.

Sin comentarios. No había nada que decir. Grant sólo lo miró, preocupado.

–Hasta pronto —se despidió Justin en un intento ácido de humor—. Ojalá pudieras ser testigo de ésta.

–Sí —suspiró Grant, sin bromear.

Justin no estaba preparado para una entrevista con Yanni. Pero no tenía elección. Se encogió de hombros, miró preocupado a Grant y salió al pasillo con las piernas flojas; tan mal estaba todavía, tan impresionado había quedado.

Dios, pensó, que pueda con esto.

De alguna forma.

Gracias a su memoria entrenada de azi y a su comprensión profesional del tema, Grant había registrado el grupo psíquico y lo que oía; había memorizado todo lo que sucedió mientras Justin contestaba las preguntas de Giraud y todo lo que pasó mientras se recuperaba, incluso las palabras ocasionales y los pequeños comentarios de los médicos que lo habían conducido a casa. Revisarlo y saber que eso era todo lo que había pasado había sido muy reconfortante; tener a Grant con él en la noche lo había mantenido razonablemente centrado en el aquí y el ahora y le había permitido levantarse por la mañana, fingir una alegría deliberada y ciega y decidir que quería ir a trabajar.

Al menos puedo hacer algo con los informes, había dicho a Grant, refiriéndose a las enormes montañas de informes que habían estado esperando durante semanas para que los pasaran a los archivos de los ordenadores y los firmaran a mano como «archivados» antes de enviarlos a la trituradora. No podía ser mejor día para eso.

Hoy no podía tolerar cambios, y mientras caminaba por los pasillos hacia la puerta de Yanni pensó que Seguridad seguramente creía haber encontrado algo en el psicotest, Dios sabía qué, y Yanni...

No tenía ni idea.

–Marge —saludó a la ayudante de Yanni—. Aquí me tienes.


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