Текст книги "Cyteen 1 - La Traicion "
Автор книги: C. J. Cherryh
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Научная фантастика
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–Jordie está aquí, ¿no? Ha dejado a sus ayudantes, a su personal, a todos menos a Paul en Novgorod. Yo no le he acusado de la fuga de Seguridad. Sólo envié a Florian a decirle que lo necesitaba. Él se da perfecta cuenta de lo que ha hecho y de que yo sé que lo hizo.
–Si lo tocas... Escucha. No habrá dado este paso sin estar preparado. Dios sabe el daño que puede hacernos. O el tipo de información que ha sacado de aquí. Dios mío, ya sabía yo que...
–Jordan y sus pequeñas discusiones profesionales. Sus solicitudes de ser transferido. Sus peleas por el personal. Ah, todavía nos tratamos con amabilidad. Mantenemos debates sobre la política de Reseune. Estuvimos hablando en el viaje de vuelta. Y nos sonreímos mutuamente mientras tomábamos una copa. ¿Por qué no? Siempre hay la posibilidad de que yo haya creído a Gorodin.
–¡Él sabe a la perfección que no es posible!
–Y sabe que sé que éllo sabe y así hasta el infinito. De manera que nos mostramos amables. Escucha: no estoy preocupada. Él está seguro de que yo no me moveré hasta que averigüe lo que tiene. Está manipulando la situación. Nuestro Especial en Educación cree que es el mejor. Se está jugando el todo por el todo para que las cosas salgan como ha calculado. Me presentará pronto una contraoferta. Y yo plantearé la mía. Y así pasaremos los meses. Él está seguro de que puede igualarme movimiento a movimiento. Veremos. Me voy a mis habitaciones. Seguramente Florian ya lo ha comprobado todo. Voy a ducharme, a descansar un rato y leer los registros. Y comer bien. Una cena formal esta noche. Nada más, ¿verdad? Catlin aprobará el menú.
–Se lo comunicaré al personal —dijo Denys. Giraud sintió que se le revolvía el estómago al pensar en la comida.
–No estamos del todo en desventaja —les tranquilizó ella—. ¿Habéis visto las noticias? La coalición centrista empieza a mostrar algunas grietas. Corain ha hecho enfadar mucho a Ianni Merino. Un viejo como Corain... Esto se está moviendo demasiado rápido para él. Corain tenía a su gente lista para romper el quorum,pero ahora les dice que no, los abolicionistas creerán que se ha vendido, ¿no te parece? Dejemos que los enloquezca y empiecen a hablar de desmantelar los laboratorios. Esto intranquilizará a los moderados.
–¡Y ahí es donde Jordan nos puede hacer el mayor daño! Si va a la prensa...
–Ah, no creas que los abolicionistas van a fiarse de una voz que viene de Reseune.
–Si dice lo que tiene que decir, lo harán, mierda.
–Entonces, tendremos que hacer algo con su credibilidad, ¿no os parece? Reflexiona sobre eso, Gerry. Corain acabará aceptando, no va a votar a favor, claro, pero aceptará el establecimiento de un laboratorio de Reseune en la ruta de colonización de Hope. Los abolicionistas no están más cuerdos que antes, sólo más callados; y nosotros tenemos las garras metidas en sus organizaciones. Que Corain siga ocupado apagando fuegos en su propia cubierta. Gorodin tal vez descubra que esto es demasiado ruidoso para su gusto: siempre podemos ofrecerle algún trato. Él está con un pie a cada lado de la línea. Lu es el problema, ese maldito traicionero. Pero podemos persuadir a Gorodin. Ese establecimiento puede servir para nuestro propósito. Quiero que estudies todo eso y ya sabes con cuánta discreción. Usa tus contactos militares. El Departamento de Ciencias va a mandar una nave para notificar a Rubin su nuevo rango. Y van a tomar medidas para ponerlo en una residencia provisional de protección en la Zona Azul de Fargone. El equipo partirá este domingo, cuando el Atlantis salga hacia Fargone.
–¿Harogo va con ellos? —preguntó Denys.
–Claro. No habrá dificultades. El hará pasar el personal por la aduana y el Atlantis viaja a la velocidad de la luz.
–Los militares pueden ir más rápido.
–Eso es un problema. Pero Harogo representa una carta muy alta en su propia estación y piensa ofrecerles el segundo proyecto de construcción más importante que Fargone haya deseado nunca. El primero, claro, es el pasillo Hope. No habrá dificultades. Si los centristas tratan de hacerle algo a Rubin, Harogo puede destruirlos sin pensarlo dos veces. Nos encantaría que pasara eso. ¿Habéis visto el vídeo? Rubin es un inocente de ojos grandes. Ciencia pura y total vulnerabilidad. Pensé que eso nos venía bien.
–Pueden volverlo contra nosotros —observó Giraud.
–En mi opinión, podemos confiar en Harogo. A veces hay que concederles lo que piden.
–¿Hasta Warrick?
–Si por entonces lo quieren aún...
II
Ari sonrió amablemente a través de la mesa, a través de la ensalada a la vinagreta, producto de sus propios jardines y la roció con mucho keis, un queso sintético, en realidad una levadura salada, una costumbre de espacial. Su madre lo usaba. A Ari todavía le gustaba aquel gusto punzante y lo importaba con algunos problemas.
La mayor parte de la Familia lo aborrecía.
Estaba en el salón de las cenas de etiqueta: una larga mesa para la Familia y una mesa en forma de U para los azi, que representaban relaciones más cercanas que los parientes y algo más numerosas, quizás el doble aproximadamente.
Ella, en la cabecera: había sido así desde la muerte del tío Geoffrey. A la derecha, Giraud Nye; a la izquierda, su hermano Denys; luego Yanni Schwartz, más a la derecha; a la izquierda de nuevo, su hermana Beth y frente a ella, el hijo que Beth había tenido de Giraud Nye, el joven Suli Schwartz, de nariz larga, cara angulosa y tan preocupado como siempre: dieciséis años y muy aburrido; hacia la izquierda y luego dos veces a la derecha estaban Petros Ivanov y sus dos hermanas, Irene y Katrin; luego el amor actual de Katrin, el moreno Morey Carnath-Nye; Jane Strassen, la de siempre, con aspecto de emperatriz viuda, de negro con toda una ostentación de plata; su hija, Julia Strassen, de verde, un vestido realmente sorprendente; el querido primo Patrick Carnath-Emory, que tenía mucho más de Carnath que de Emory y cuyas manos eran totalmente fofas, como de manteca, ya se estaba limpiando el pantalón; la hija de Patrick, Fideal Carnath, piel olivácea y hermosa; y su hijo de treinta y dos años, Jules, cuya paternidad todos habían atribuido a Giraud hasta que le hicieron un control genético y descubrieron que era nada menos que de Petros. Luego Robert Carnath-Nye y su hija la joven Julia Carnath; y, claro, Jordan y Justin Warrick, que parecían padre e hijo, excepto que si alguien había conocido a Jordan treinta años atrás, sabía que eran gemelos.
Vanidad, vanidad.
Jordan había tenido sus amoríos (¿quién no?). Pero cuando se trató de conservar su herencia, no había confiado en la naturaleza. Ni en las mujeres. Era la tentación de ser un dios, tal vez. O la idea de que, como era un Especial, podía producir otro.
Un ciudadano réplica no era un azi. Había considerables diferencias legales entre el joven Justin, por ejemplo, y el elegante y pelirrojo Grant, en la segunda mesa, tan, tan parecidos en tantas cosas, nacidos en el mismo laboratorio, apenas con un día de diferencia. Pero Justin, cabello negro, mandíbula cuadrada y diecisiete atractivos años, de hombros anchos, tan parecido a la imagen del Jordan joven, era CIUD 976-88-2355 RP, con CIUD, ese prefijo tan importante y el sufijo tan caro, Réplica del Padre, réplica excepto por pequeños accidentes como la ruptura de la nariz de Jordan, la pequeña cicatriz en la mejilla de Justin y, claro, la personalidad y la habilidad. Cuando Justin era apenas un punto en un tanque-útero, el proyecto Bok había fracasado completamente, pero (a Ari le resultaba divertido) Jordan había pensado que sus cintas y sus genes podrían triunfar sobre todo.
El muchacho estaba bien. Pero no era Jordan. Gracias a Dios.
El número de Grant, en cambio, era ALX-972, experimental. Un diseño de Ari, estético al extremo y con excelentes antecedentes: otro grupo genético de un Especial. Sin embargo, por ciertos motivos legales, ella había corregido un fallo genético, y de paso había hecho activos ciertos genes recesivos estéticos hasta un punto que los descendientes legítimos de cierto biólogo algo miope, de cabello castaño y en absoluto atlético, hubieran encontrado sorprendente.
Y Grant no era biólogo. Un excelente estudiante de diseño de cintas, un Alfa capaz de trabajar con estructuras que le habían dado su identidad, estructuras en las que se basaba la diferencia legal, no en la sustitución de ciertas secuencias en el grupo genético ni en los úteros que los habían gestado.
Uno de los niños había terminado en brazos de su padre, en una cuna en la Casa, sin escuchar nada a veces; a veces enfrentándose al hecho de que Jordan Warrick pudiera estar ocupado, que una comida se atrasara o que hubiera ruidos que lo asustaran.
El otro había ido a parar a una cuna en la que a veces se escuchaba un corazón humano o una voz tranquilizadora, en la que la actividad estaba controlada, el llanto se medía y las reacciones se registraban con precisión de reloj, luego se sometió a cinta intensiva y a entrenamiento por cinta durante tres años, hasta que Ari le había pedido a Jordan que lo adoptara, un hecho frecuente. La adopción de los Alfa sospechosos era casi una regla y, en aquellos tiempos, la relación entre ella y Jordan era tormentosa pero profesional. Un miembro de la Casa con un hijo de la misma edad era una idea muy natural y un compañero Alfa constituía un premio muy grande en cualquier hogar, incluso en Reseune.
He depositado mucha confianza en Justin, le había dicho aquel día a Jordan. Formarían una buena pareja. Estoy dispuesta a dejar que lo sean, personalmente quiero decir, siempre que pueda continuar mis cintas y mis pruebas con Grant.
Y eso significaba que cuando el azi creciera tal vez podría pasar a cuidado de Justin, transformarse en su compañero, y esto implicaba que Ari confiaba en que el joven Justin estaría entre los pocos a quienes se concedía el permiso para trabajar con Alfas, que los niveles de Justin serían equivalentes a los de un Alfa.
Ari no se sorprendió del todo cuando la pareja funcionó bien. La corrección fue de rutina, menor y probablemente no afectaría la inteligencia del azi, aunque, dentro de ciertos parámetros, eso no le había preocupado demasiado al crear el grupo.
Era tan, tan conveniente tener un lazo con el problemático Jordan en aquellos años, no para información, ya que en realidad poco podía averiguar en la Casa un azi de trece años que ella no supiera antes.
Pero nunca podía saberse, tal vez sería útil algún día.
Ari terminó la ensalada, charló con Giraud mientras el personal retiraba los servicios y servía el siguiente plato: un buen jamón. Los cerdos terrestres eran muy frecuentes en Reseune, vivían de los restos de los jardines y granjas en número suficiente como para proveer genes para muchas otras granjas. Cerdos y cabras, los más antiguos y resistentes de los animales de ganadería de la Tierra, con suficiente sentido común como para no envenenarse con pasto nocivo nativo de Cyteen.
Los caballos y las vacas tenían una tendencia terrible a la autodestrucción:
–¿Sabes? —intervino ella, inclinada sobre el postre, un helado sencillo, agradable y perfumado—. Vamos a tener que hacer algunos ajustes importantes en el personal.
La cantidad de oídos atentos en la mesa fue extraordinaria. Resultaba sorprendente lo silenciosa que podía quedarse la habitación cuando, en realidad, ella sólo se estaba dirigiendo a Denys.
–No creo que se presenten dificultades con el proyecto de ley de Hope. —Ahora todos estaban escuchando y ya no fingían dedicarse a otra actividad. Ella sonrió a su Familia, bajó la cuchara y levantó la taza de café fuerte—. Ya sabes cómo interpretar eso. No hay dificultades. Olvídate de las noticias. Todo está bien y a tiempo, y nos espera un proyecto muy excitante, sin duda, un proyecto excitante, un establecimiento de psicología militar en Fargone, sin contar todo lo demás. Todo esto va a cambiar mucho el funcionamiento de nuestro laboratorio. Puedes felicitar a Jordan por preparar el terreno, en serio, por abrir el camino para el proyecto Hope, los nuevos laboratorios, todo. Jordan es quien debe recibir gran parte del mérito por esto.
Jordan se mantuvo inexpresivo.
–Dejémonos de poses. Estamos en casa, no frente a las cámaras.
Ari le sonrió, deslumbrante.
–Jordan, no te guardo ningún rencor. Lamento que eso te ofenda, pero has hecho a Reseune y a mí un gran favor. De verdad, no quiero quitarte el mérito que tienes.
–¡A la mierda con eso!
Ari rió con amabilidad y tomó otro sorbo de café.
–Jordie, querido, yo sé que preferirías haberlo organizado todo conmigo pero, dada la situación, Gorodin vino a verme y yo voy a concederte todo lo que pediste, servido en bandeja. Vas a tener ese puesto tan deseado, tú y todo el personal de tu ala que quiera ir a Fargone, tan pronto como se transmita la solicitud de enlace militar.
–¿Qué significa todo eso? —preguntó Yanni Schwartz.
–No digo que vaya a ser malo —dijo Ari con bastante honestidad, sonriente todavía—. No voy a sorprenderte, Yanni, Jordan me empujó. Creo que todos deberíais pensar en esto, todos los que queráis ir a la frontera y los que prefiráis quedaros en las comodidades de Reseune, Dios sabe que algunos de nosotros echaríamos de menos el jamón y la fruta fresca. Pero las oportunidades valen la pena allá afuera, os lo aseguro. —Otro sorbo de café, lento, pensativo mientras observaba a Jordan con la mirada fija de un esgrimista—. El Ala Educacional de aquí seguirá funcionando, claro. Algunos de vosotros no podréis iros, supongo que lo comprenderéis. Tendremos que estructurarlo todo de nuevo, más bien duplicar el ala. —Una sonrisa un poco más amplia. Era una broma. Suli Schwartz se despertó, miró alrededor para ver si había que reírse—. Jordie, tendrás que dejar algunas recomendaciones.
–Claro —dijo Jordan—. Pero estoy seguro de que usarás tu propia lista.
Ella rió, para continuar con su tono amable.
–Sabes muy bien que lo haré. Pero te aseguro que respeto tus decisiones cuando puedo; después de todo, voy a suponer que cualquiera que figure en tu lista pedirá el traslado y que tú los querrás a ellos. Yanni, puedes hablar con Jordie sobre eso.
Tras los atentos rostros se escondía una preocupación creciente. El joven Suli pareció comprender por fin qué estaba sucediendo, tal vez por primera vez en toda su vida comprendía lo que era estar sentado en esa habitación en las Fiestas de Familia, y no con los jóvenes en el otro salón. Nadie se movía, ni la Familia ni los azi de las mesas circundantes.
Denys se aclaró la garganta con mucho ruido.
–Bueno —dijo—, bueno, Ari, después de todo... —Otra tos—. Creo que podríamos pedir algunas de esas galletas que nos sirvieron anoche, ¿no? Me apetecerían.
–Sí, ser —dijo un sirviente cerca de la puerta y salió deslizándose, mientras Denys agregaba azúcara su café.
–Hummm, lo esencial es Reseune, ¿verdad? Ari, Jordie, Yanni, todos sentimos lo mismo: deseo de libertad para llevar a cabo nuestro trabajo. Todos odiamos los líos administrativos, es una terrible pérdida de tiempo y hay muchísimas cuestiones más importantes en nuestros escritorios que unas cuantas autoridades insignificantes que discuten en Novgorod. Estoy seguro de que decidir si los administradores de estación pueden tener mercancía en la estación o no tiene su importancia, pero no es el tipo de cuestión que debiera ocuparnos; quiero decir que la idea de los Departamentos no se organizó para impedir que gente valiosa llevara a cabo su trabajo. El Concejo no resulta muy molesto para Corain, Chávez o Bogdanovitch, claro, pero no considero conveniente tener a Gorodin esperando y Ciencias, Dios mío, Ciencias es una absoluta tragedia, quiero decir, Ari, es terrible que pierdas así tu tiempo y tu energía.
–No sé por qué —prorrumpió Jordan desde el extremo de la mesa mientras levantaba el vaso, con la rivalidad de plantear cuestiones ingeniosas en la sobremesa, una rivalidad tan antigua como la existencia de ambos en Reseune—, ya que Ari considera que todo el universo es su provincia.
Ari rió, una risa para salvar las apariencias. Todos se sintieron aliviados. Todos rieron, porque si no lo hacían la situación se convertiría en un Incidente. Nadie deseaba eso, ni siquiera Jordan.
–Bueno, tendrás tu oportunidad, ¿no crees? —dijo ella—. Toda la ruta Hope desde Fargone, y además trabajarás con viejos amigos, así que no te sentirás solo. Si yo tuviera unos años menos, Jordie, creo que no despreciaría la oportunidad; pero Denys tiene razón .Lo político ya está hecho, ya se ha fijado el curso, y estoy segura de que quiero seguir con mi trabajo y de que tú quieres empezar el tuyo. Me molesta poner otro trabajo administrativo en tus manos, pero realmente quisiera que me asesoraras como experto. Tienes que organizar otra ala Educacional aquí, es una verdadera oportunidad para que nos dejes tu herencia, Jordie, y te lo digo muy en serio.
–Ya he dejado mi herencia en la criogenia —dijo Jordan. Otra ronda de risas ansiosas—. ¿Quieres otra muestra?
Ari soltó una risita y tomó otro sorbo de café.
–¿Qué? Jordie, pensé que lo hacías de otra manera. Pero podemos tener otra fuente.
Justin se ruborizó. La gente se dio la vuelta para observarlo. Hubo otra risa, muy, muy leve.
–Estoy seguro de que Jordie va a cooperar —dijo Denys, que intervenía antes de que salieran a la luz los cuchillos; era la vieja norma de aquella habitación: nada desagradable. Lo más que se podía hacer allí era replicar con ingenio y no demasiado mordaz.
–Estoy segura de que sí —dijo Ari. Y luego, seriamente—: Tenemos que llevar a cabo una reestructuración. Voy a poner al Concejo en mi lugar y pienso que estarán más calmados ahora que tenemos en marcha los proyectos principales. No deberían presentarse complicaciones, ninguna. Supongo que puedo volar allí si me necesitan, Pero Denys tiene mucha razón :tengo ciento veinte años.
–Tienes algunos más —objetó Denys.
–Ah, sí, pero ya veo la pared, es verdad. —En la sala se había hecho el silencio de nuevo—. El proyecto Rubin acaparará granparte de mi tiempo. No quiero parecer depresiva, pero vosotros sabéis tanto como yo que no me queda un tiempo infinito para hacer funcionar esto. Dejaré la mayor parte del proyecto Fargone en tus manos, Yanni. Pediré información de uno u otro departamento. Voy a supervisarlo yo misma porque quiero encargarme de ello de nuevo. Tal vez sea un poco de vanidad. —Risita suave—. Voy a escribir mi libro, me dedicaré a la investigación y a hacer preparativos. El retiro, supongo.
–¡A la mierda con eso! —repitió Jordan.
Ella sonrió, cubrió la taza con la mano cuando el camarero quiso servirle más café.
–No, querido. Ya he tomado suficiente cafeína como para ir a mi habitación. Ahí es donde debo ir para empezar a pensar que el suelo está abajo y el techo arriba, ha habido demasiadas turbulencias sobre el Kaukash, ¿no? Me parece que en Novgorod no he dormido realmente. ¿Catlin?
Una silla se movió y allí estaban Catlin y Florian, con ella. Catlin le ayudó a separar la silla de la mesa.
–Buenas noches a todos —se despidió ella, y mientras las sillas se desplazaban y la gente empezaba a retirarse, le dijo a Florian en voz baja—: Dile a Grant que voy a reclamarlo.
–¿Sera?
–Lo necesito —dijo ella—. Dile que le he asignado un nuevo trabajo. Jordan nunca ha tenido la custodia legal sobre él. Seguramente se da cuenta de eso.
III
—Un momento —dijo el azi Florian justo en el momento en que Justin y Grant se alejaban tras Jordan y Paul entre el movimiento general de la familia y los azi.
–Más tarde —replicó Justin. El corazón empezó a latirle como siempre que se acercaba a Ari o a sus guardaespaldas para cualquier asunto que se apartara de las frías consultas laborales. Tomó a Grant por el brazo y trató de sacarlo por la puerta mientras Florian le bloqueaba el paso.
–Lo lamento mucho —insistió Florian y parecía sincero—. Sera quiere a Grant. Ahora está asignado a ella.
Durante un momento, Justin no comprendió lo que había oído. Sintió a Grant muy quieto bajo sus manos.
–Puede ir a buscar sus cosas —dijo Florian.
–Dile que no. —Estaban impidiendo que los Schwartz salieran de la habitación. Justin se movió hacia el salón, confuso, arrastrando a Grant con él, pero Florian seguía con ellos—. Dile, maldita sea, dile que si quiere mi cooperación, él se queda conmigo.
–Lo lamento mucho, ser —repitió Florian, la voz siempre amable, los ojos suaves—. Ella dijo que ya estaba hecho. Por favor, tiene que comprenderlo. Debe ir a buscar sus cosas. Catlin y yo lo cuidaremos lo mejor que podamos.
–No puede hacer esto —dijo Justin a Grant mientras Florian volvía hacia el salón donde Ari se retrasaba todavía. Sentía todo el cuerpo frío y la cena le daba vueltas por el estómago—. Espera aquí. —Su padre esperaba con Paul un poco más allá, en el vestíbulo, y Justin cruzó la distancia en unos doce pasos, sin revelar ansiedad; esperaba no demostrar más que una molestia comprensible y esperaba, sí, esperaba no estar tan pálido como se sentía—. Hay algo sobre un proyecto —le dijo a Jordan—. Tengo que ir a verlo.
Jordan asintió. Tal vez tenía preguntas que hacerle, pero la explicación de Justin parecía cubrirlas todas; el muchacho volvió hacia el umbral de la puerta donde lo esperaba Grant. Apoyó la mano sobre el hombro de su compañero al pasar y se dirigió hacia donde Ari conversaba con Giraud Nye.
Esperó unos segundos hasta que Ari deslizó la mirada sobre él deliberadamente, una llamada silenciosa; parecía estar diciendo algo para despedir a Giraud porque éste también lo miró y se fue.
Ari esperó.
–¿Qué es todo esto de Grant? —preguntó Justin cuando estuvieron frente a frente.
–Lo necesito —replicó Ari—, eso estodo. Es un material genético Especial, es importante para el trabajo que estoy haciendo y lo necesito eso es todo. Nada personal.
–Es personal. —Justin perdió el control de la voz, diecisiete años frente a frente con una mujer tan terrible como su padre. Hubiese querido golpearla. Y no podía hacerlo, nunca. En Reseune Ari podía hacer lo que le diera la gana. A cualquiera. Ya había aprendido eso—. ¿Qué quiere usted? ¿Qué quiere de mí?
–Ya te lo he dicho, no es nada personal. Grant puede trasladar sus cosas y le daré unos días para que se calme. Si trabajas en la misma ala podrás verle.
–¡Le va a aplicar cinta!
–Esa es su labor, ¿verdad? Es un experimental. El paga su mantenimiento con las pruebas.
–Se mantiene con su trabajo como diseñador, maldita sea, no es uno de los sujetos de prueba, es... —Iba a decir mi hermano.
–Lamento que hayas perdido la objetividad en este asunto. Y sugiero que te calmes ahora mismo. Todavía no tienes permiso para manejar un Alfa y no vas a conseguirlo si no eres capaz de controlar mejor tus emociones. Si le has prometido cosas que no puedes cumplir, lo has manejado mal, ¿me comprendes? Tú le has hecho daño, no yo. Sólo Dios sabe qué más le habrás hecho. Ya veo que tú y yo vamos a tener una larga charla sobre lo que es un Alfa, lo que has hecho con él y si puedes tener o no ese permiso. Con la inteligencia no basta, muchacho, hace falta habilidad para pensar más allá de lo que crees y lo que deseas para ti mismo, y ya es hora de que lo aprendas.
–De acuerdo, de acuerdo, haré lo que usted quiera. El también lo hará. Pero déjelo conmigo.
–Cálmate, ¿me oyes? Cálmate. No voy a dejarlo con nadie que esté tal alterado. Y además... —Le dio un golpecito en el pecho—. Estás tratando conmigo, querido, y sabes muy bien que yo siempre consigo lo que quiero. Sabes que siempre pierdes puntos cuando te muestras demasiado a tu oponente, especialmente si se trata de un profesional. Ahora sécate los ojos, tranquilízate, llévate a Grant a casa y ocúpate de que se traiga todo lo que necesita. Sobre todo, cálmate y no lo asustes más de lo que está. ¿Has perdido tu sentido común?
–¡Mierda! ¿Qué quiere usted?
–Ya tengo lo que quiero. Haz lo que te he dicho. Trabajas para mí. Y mañana te mostrarás amable y respetuoso. Ahora, ve y cumple lo que te he ordenado.
–Yo...
Ari se dio la vuelta y se alejó por la puerta que llevaba al área de servicios y al ascensor; Catlin y Florian cerraban el paso a Justin, como azi, sin elección.
–Florian —llamó Ari desde lejos, impaciente, y Florian dejó a Catlin sola para vigilar la puerta, lo cual era peor porque Catlin no tenía escrúpulos y Florian sí; ella le pegaría y muy fuerte si daba un paso más hacia el umbral.
–Váyase, joven ser —advirtió Catlin—. O tendré que arrestarlo.
Él se dio media vuelta con brusquedad y salió por la otra puerta hacia donde le esperaba Grant, pálido y silencioso, testigo de todo.
–Ven —dijo Justin y lo asió por el brazo. Por lo general encontraba una resistencia leve, humana, una tensión en los músculos. Ahora no notó nada. Grant se limitó a seguirlo, caminaba con él hacia donde él lo llevara sin pronunciar una palabra hasta que estuvieron en el vestíbulo y en el ascensor que conducía a las residencias del tercer piso.
–¿Por qué hace esto?
–No lo sé. No lo sé. No te asustes. Todo va a salir bien.
Grant lo miró y una frágil esperanza le golpeó las entrañas cuando el ascensor se detuvo.
Un vestíbulo otra vez y luego, el apartamento que compartían, en una zona residencial muy silenciosa, apenas transitada a esa hora. Justin sacó la tarjeta del bolsillo y la insertó con dificultad en la ranura. Le temblaba la mano. Grant tenía que darse cuenta.
– Ninguna entrada desde la última vez que se usó esta llave—dijo la voz suave del monitor.
Las luces se encendieron, ya que así había programado a su Cuidador cuando entraba a esa hora, todas las luces, desde la sala azul y beige al dormitorio.
–Grant está aquí —murmuró Justin y se encendieron las luces del dormitorio de Grant a través del arco, a la izquierda.
–Voy a buscar mis cosas —dijo Grant; el primer signo de dolor, una burbuja en la voz cuando preguntó—: ¿No deberíamos llamar a Jordan?
–Dios. —Justin lo abrazó. Grant se quedó allí, entre sus brazos, temblando espasmódicamente; y Justin estrechó el abrazo, tratando de pensar, de razonar más allá de la situación y de la ley de Reseune, según la cual no podía proteger al azi que había sido como un hermano para él desde que le alcanzaba la memoria.
Grant lo sabía todo, todo lo que Justin sabía. Grant y él eran iguales por completo, excepto por esa maldita X en el número de Grant que lo convertía en propiedad de Reseune mientras viviera.
Ari podía interrogarlo sobre Jordan, sobre todo lo que él supiera o sospechara, aplicarle cinta con una estructura y luego otra, colocar bloqueos en secciones de su memoria, hacer todo lo que quisiera, y no había forma de detenerla.
Era una venganza contra su padre. Era para tener algo con qué dominarlo, a él, que había pasado por su aptitud al ala de Ari y había sido transferido allí, como Grant. Que lo haga, le había dicho Justin a su padre. Que me ponga en su lista de personal. No te enfrentes a ella. Está bien. No puedes buscarte problemas ahora, y tal vez sea un buen lugar para mí.
Porque entonces había pensado que su padre, preocupado por sus planes de conseguir un traslado (otra vez), podía perder demasiado si se enfrentaba a Ari.
Si ella te causa problemas, debes contármelo inmediatamente, le había dicho Jordan con la mayor severidad.
Había tenido problemas. Había tenido más que problemas desde su segundo día de trabajo en esa ala: una entrevista con Ari en su oficina. Ari demasiado cerca y tocándolo de una forma que había empezado siendo amistosa y que se había transformado en un contacto mucho más personal, mientras ella insinuaba con calma que además de sus notas en las pruebas había otras razones por las que había solicitado su traslado a su ala y que él y Grant podían aceptarla, que otros de sus ayudantes lo hacían, y que así funcionaban las cosas con su personal. De lo contrario, había insinuado, ella tenía formas de hacerle la vida muy difícil.
Él había sentido repugnancia y miedo; y aún peor, había comprendido la intención de Ari, la trampa, lentas provocaciones, él mismo como arma contra Jordan, una campaña para empujarlo hacia un incidente que le fuera útil. Así que había seguido con todo cuando ella le ponía las manos encima, y había tartamudeado sus informes mientras Ari se sentaba sobre el brazo de su sillón y le apoyaba la mano en el hombro. Ella le había pedido que fuera a su oficina a horas intempestivas, con la excusa de elaborar informes de personal, le había hecho preguntas, y él había respondido con un murmullo cosas que no quería contar, cosas que ni siquiera quería recordar porque nunca había tenido la oportunidad de hacer las cosas de que ella le hablaba y nunca en su vida había querido hacerlas; y sospechaba que sin cintas, sin drogas, sin nada excepto la propia inocencia de la víctima y su habilidad, Ari estaba retorciendo su vida por completo. Él podía defenderse si perdía la capacidad de impresionarse, si le contestaba, si participaba en el juego.
Pero era el juego de Ari.
–Ya se me ocurrirá algo – le dijo a Grant—. Tiene que haber una salida. Todo saldrá bien.
Y dejó que Grant fuera a sus habitaciones a hacer las maletas mientras él se quedaba solo en la sala, con un frío que le calaba los huesos. Quería telefonear a Jordan, pedirle consejo, preguntarle si había algo legal que pudieran hacer.
Pero seguramente Jordan iría directamente a la oficina de Ari a negociar la libertad de Grant. Y entonces Ari jugaría otras cartas, como las cintas de esas sesiones en su oficina.
Ah, Dios, y entonces Jordan iría directamente al Departamento de Ciencias y empezaría una lucha que rompería todos los acuerdos que había conseguido y se lo haría perder todo.
Pedir datos a los ordenadores de la Casa sobre la ley, pero no se atrevía a usarlos: todas las conexiones se grababan. Todo dejaba huellas. No había forma alguna de que Reseune perdiera un desafío abierto. Él no sabía el alcance del poder político de Ari, pero era consciente de que se trataba de un poder lo bastante influyente para poder abrir nuevas rutas de exploración, subvertir compañías en estaciones estelares muy distantes y afectar el comercio directo con la vieja Tierra; y ésa era sólo la parte visible.
Más allá del arco, oyó el ruido de la puerta del baño, vio a Grant apilando la ropa sobre la cama.