Текст книги "Cyteen 1 - La Traicion "
Автор книги: C. J. Cherryh
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Научная фантастика
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Ollie le pasó la mano por el cabello. Le acarició el hombro. El azi estaba triste por ella, claro, porque Jane era su supervisora y dios tenía problemas.
–Bueno, y no quiero arrastrarte al mismo problema. Piensa en lo que será si vas allí. Yo moriré pronto, haz la cuenta, Ollie; y ahí estarás tú, a veinte años luz de la civilización. ¿Qué clase de situación es ésa para alguien que tiene menos alternativas que yo? ¿Eh? No quiero que te veas en esa posición. Si te gusta Reseune, puedo conseguirte la cinta CIUD para que te quedes aquí, cerca de la civilización, sin ejercicios de viajes espaciales, sin Keis, sin pasteles de pescado, sin pasillos donde la gente camina cabeza abajo.
–Jane, si te aseguro que quiero ir, ¿qué vas a decirme? ¿Que soy un azi estúpido que no sabe lo que quiere? Ya lo sé. ¿Voy a dejar que te vayas con algún maldito azi de la Ciudad?
–Tengo ciento...
–No me importa. No me importa. No nos lo pongas más difícil a ambos. No finjas conmigo. Quieres que te diga que quiero estar contigo y te lo digo. Pero no es justo que me pases la pelota a mí. Ya puedo oírlo. Mierda, Ollie, te dejaré aquí...No quiero escuchar la misma historia durante años. No quiero ni que lo pienses.
Ollie no solía sentirse tan mal. Y estaba afectado. Jane se dio cuenta de pronto, se estiró y le tocó la mejilla con los dedos.
–No lo haré. No lo haré. Mierda, esto es darle demasiada importancia. Maldito Giraud. Maldito sea el proyecto. Ollie, no quieren que trates con Ari después de lo sucedido.
El ceño de Ollie se frunció de angustia.
–Me culpan a mí.
–No es cuestión de culpas. Ven que le gustas. Es el maldito programa. Querían sacarte de aquí y les dije que se fueran a la mierda. Les dije que me iría yo también, inmediatamente. Que se lo diría todo a la niña. Y están al borde de un abismo, claro que sí. Así que tenían una contraoferta lista. Pensaron que yo aceptaría enseguida, que me encantaría. Y una amenaza. La jubilación. ¿Qué podía hacer? Acepté la dirección. Me voy de aquí y te vienes conmigo. Debería estar contenta.
–Lamento haber provocado esta situación.
–Claro que no, tú no lo hiciste. Nadie lo hizo. Olga nunca le pegó a la nena. Por suerte. Pero no lo aguanto, Ollie. No lo aguanto.
–No llores, yo no aguanto esto.
–No iba a llorar. Cállate. Date la vuelta. Me toca a mí. ¿Te importa?
XII
—Claro que no —le dijo a Petros, sentado al otro lado del escritorio con el Anotador funcionando. Sabía perfectamente que había también un examen de voz, que tal vez Petros estaba leyendo estos datos en la pequeña pantalla. Petros la miraba a menudo y a veces le dirigía su mejor sonrisa de médico.
–Mantienes una estrecha relación con tu compañero —dijo Petros—. ¿No te preocupa esta situación? Sabes que los azi no pueden defenderse de ese tipo de cosas.
–Ya lo pensé. Hablé con Grant. Pero es el patrón con que nos criaron, ¿no es cierto? Y por varias razones, usted ya sabe de qué hablo, los dos tenemos problemas que nos separan del resto de la Casa; y los dos, necesitamos apoyarnos en alguien, para decirlo de algún modo.
–Describe esos problemas.
–Ah, vamos, Petros, usted sabe tanto como yo que no estamos muy arriba en la escala social que digamos. Contagio político. No tengo que describirle eso, ¿no?
–Te sientes aislado. Justin rió.
–Por Dios, ¿noestuvo en la fiesta? Creía que había asistido.
–Bueno, sí. —Una mirada al monitor—. Sí. Es una niña muy bonita. ¿Qué piensas tú?
Justin miró a Petros, levantó una ceja ante la broma del médico y se rió con amargura.
–Creo que es un cobaya, y ¿qué niño no lo es? —Esbozó una sonrisa tranquila, para atraer la mirada de Petros—. Gracias a Dios que yo no puedo quedar embarazado. Podría tener un niño mío para jugar. Ponga eso en sus cintas y archívelo. ¿Cómo me va con el examen de voz?
–Bueno, eso último estuvo bastante bien.
–Sí, ya me lo parecía. Está tratando de que reaccione, pero ¿tenemos que ser grotescos?
–Consideras grotesca a la niña.
–La considero encantadora, pero creo que su situación es grotesca. Evidentemente, esa situación entra en la ética de ustedes. Por lo que sé, mantienen a mi padre en una cárcel a punta de pistola, así que no voy a moverme bajo ningún concepto. Ésta es mi ética. ¿Estoy mintiendo?
Petros ya no sonreía. Estaba mirando el monitor con atención.
–Estupendo. Una reacción interesante.
–Claro que sí.
–Estás furioso, ¿no? ¿Qué piensas de Giraud?
–Lo amo como si fuera mi padre. ¿Qué le parece esto como comparación? ¿Verdadera o falsa?
–No juegues conmigo. Puede ser peligroso.
–Registre eso como amenaza al paciente.
–No era mi intención amenazarte. Voy a insistir en que hagas terapia. Ah. Un latido distinto por lo que veo.
–Claro que sí. Voy a tener que hacer su terapia, en sus instalaciones. Siempre que mi azi esté conmigo.
–Procedimiento irregular,
–Mire, Petros. Pasé por un infierno en este lugar. ¿Va avolverme loco o va a ofrecerme una buena garantía? Hasta un no profesional tiene derecho a una auditoría de psicología si el paciente lo pide. Y estoy pidiendo una segunda opinión. Eso es todo. Hágalo bien y no necesitará a Seguridad para traerme aquí. Hágalo mal y consideraré otras opciones. Ya no soy un joven aterrorizado. Sé dónde puedo llenar un formulario de protesta, a menos que quiera encerrarme y hacerme desaparecer, lo cual no sería aconsejable para su archivo en la cinta, ¿no?
–Haré algo mejor que eso. —Petros pulsó unos botones y el monitor se movió de lado, desconectado.– Voy a darte la cinta y te la llevarás a tu casa. Pero quiero tu palabra de que vas a usarla.
–Ahora tiene usted un registro de absoluta sorpresa. Una lástima que haya apagado el monitor.
–Estás asustado, aterrorizado —dijo Petros—. No te culpo. Tienes buen control de la voz, pero tu pulso está un poco acelerado. Te preparaste para esto con alguna trampa psicológica, ¿no? Podría pedir un examen de sangre. ¿Intervención verbal? ¿Grant trató de prepararte?
–Tengo que firmar un consentimiento. Petros dejó escapar un suspiro, con los brazos sobre el escritorio.
–No te metas en problemas, Justin. Esto no se está grabando. No te metas en problemas. Obedece las órdenes. Van a posponer lo del contacto por teléfono.
–Claro. —La desilusión le quebró el pecho.– Ya lo suponía. Es un juego, de todos modos. Y confié en Denys. Debería haber sido más inteligente.
–No fue Denys. Ha sido cosa de Seguridad militar. Denys va a intentar convencerlos. Coopera un poco durante un tiempo. No vas a mejorar a situación con a demostración que acabas de hacer. Ya me entiendes. No te metas en problemas. Seguirás recibiendo cartas. —Otro suspiro, una mirada profundamente triste—. Voy a ver a Jordan. ¿Quieres decirle algo?
–¿Qué van a hacer con él?
–Nada. Nada. Tranquilo. Voy allá a controlar un equipo. A supervisar a mis técnicos. Pensé que te vendría bien enviar un mensaje. Pensé que eso te haría sentir mejor. Voy a llevarle una foto tuya. Pienso que eso le gustará. Te traeré una de tu padre, o lo intentaré al menos.
–Claro.
–Voy a hacerlo. Por su bien y por el tuyo. Yo era su amigo.
–Me sorprende la cantidad de amigos que tenía mi padre.
–No voy a discutir contigo. ¿Le envías un mensaje?
–Dígale que le quiero. ¿Qué otra cosa puedo decir que no me censuren?
–Dile todo lo que puedas. Esto está fuera de la grabación, de todos modos. Tengo un trabajo aquí. Otro lo haría peor que yo. Piénsalo. Vete a casa. Vete a tu oficina. No te olvides de recoger la cinta en el mostrador.
Justin no sabía si había ganado o perdido el encuentro cuando caminaba de vuelta a través del cuadrángulo hacia la Casa con la cinta y la prescripción. No sabía qué fracción de la Casa había ganado o perdido.
Pero tampoco lo había sabido durante años.
Texto literal de:
PATRONES DE CRECIMIENTO
UNA CINTA DE ESTUDIO SOBRE GENÉTICA: # 1
«Una entrevista con Ariane Emory»: I parte
Publicaciones pedagógicas de Reseune: 8970-8768-1,
aprobadas para 80 +
P: Doctora Emory, gracias por darnos la oportunidad de hacerle algunas preguntas directas sobre su trabajo.
R: Me alegra tener la oportunidad. Gracias a ustedes. Adelante.
P: Sus padres fundaron Reseune. Eso forma parte de la historia. ¿Sabe que algunos biógrafos la llaman la mayor arquitecta de la Unión?
R: Ya he oído esta acusación (risas). Me gustaría que esperaran hasta mi muerte.
P: ¿Niega los efectos de sus actos, política y científicamente hablando?
R: No soy más arquitecta de la Unión que Bok. La ciencia no es política, aunque tal vez afecta a la política. Tenemos muy poco tiempo. ¿Podría hacer una observación que tal vez conteste varías de sus preguntas de una sola vez?
P: Claro que sí.
R: Cuando vinimos desde la Tierra éramos un grupo genético seleccionado. Nos fuimos por cuestiones políticas, económicas, por el hecho de que podíamos tolerar el espacio. La mayor parte de la oleada inmigratoria que llegó a las estrellas Hinder estaba formada por colonos y tripulaciones muy bien seleccionadas por la estación Sol; los que no servían fueron rechazados, los más brillantes, los mejores, se decía entonces, se fueron a las estrellas. Para cuando la oleada llegó a Pell, el banco genético se había ampliado un tanto, pero no era representativo de la estación Sol, ni mucho menos de la Tierra. Tuvimos una gran afluencia cuando la política terrestre dio un giro y la población que fundó la Unión terminó por proceder sobre todo del bloque Oriental, como se llamaba por entonces. En ese depósito genético final hubo mucho de suerte, antes de que la Tierra cerrara las puertas y detuviera la exportación genética durante mucho tiempo.
Cyteen fue el resultado del filtro del filtro del filtro, quiero decir que si hubo una población artificialmente seleccionada, ésa fue la de Cyteen, la mayor parte del bloque Oriental, la mayoría científicos, y muy, muy pocos y muy lejos, en esa época, del comercio y lo que llamaban polinización, llevada por mercaderes. Esa era una situación peligrosa. Y, por lo tanto, también lo era Reseune. Y ahí es donde empezamos. Para eso nacimos.
Cuando la gente piensa en Reseune, automáticamente recuerda los azi. Éstos fueron solamente un medio para un fin, y un día, cuando la población haya alcanzado lo que se llama grado de crecimiento técnico positivo, es decir, que el consumo sostenga la producción en masa, en esas áreas ya no producirán azi.
Pero, mientras tanto, los azi tienen otra función. Constituyen la reserva de todos los rasgos genéticos que hemos podido identificar. Tendemos a desechar los genes evidentemente deteriorados, claro. Pero todos los depósitos genéticos pequeños tienen una desventaja, no importa lo bien seleccionados que estén, una desventaja en la falta de elasticidad, la falta de respuestas al medio. La expansión es absolutamente necesaria para evitar la concentración de un depósito genético originariamente limitado en el locus central de la Unión. No estamos hablando de eugenesia. Se trata de diáspora. Se trata de la dispersión necesaria de la información genética en los mismos promedios esenciales tal como los que se presentan en la Tierra. Y tenemos tan poco tiempo.
P: ¿Por qué tan poco tiempo?
R: Porque la población aumenta exponencialmente y llena un ecosistema, sea un planeta o una estación, en un tiempo relativamente corto. Si esta población contiene una información genética insuficiente, especialmente una población de mayor densidad que la de la periferia del sistema (estamos hablando de Cyteen, claro) y en el centro cultural de la Unión, lo cual constituye otra dimensión totalmente inaccesible para las formas de vida inferiores, pero muy significativa en términos de una criatura capaz de construir sus propios sistemas en todos los sentidos; si esa población, decía, con tales poderes, contiene información genética errónea, tendrá problemas y se enfrentará a elecciones de emergencia que tal vez sean cultural o genéticamente radicales. Al distribuirse por el espacio a mucho menor densidad y con tal preselección, la humanidad se enfrenta a una potencial catástrofe evolutiva en un número relativamente pequeño de generaciones, ya sea una divergencia demasiado extrema para sobrevivir a un desafío grave o una divergencia hacia una crisis genética de resultado diferente e impredecible. Sin duda conllevaría la creación de una nueva especie degenus homo y muy probablemente la aparición de callejones sin salida desde el punto de vista genético y una tragedia política. No hay que olvidar que somos más que un animal social, somos un animal político; y tenemos la capacidad de convertirnos en nuestros propios competidores.
P: Se refiere a la guerra.
R: O a la predación. O a la predación. No debemos olvidar eso. La dispersión es esencial, pero también lo son los depósitos genéticos diferentes en los bolsones que resulten de la dispersión. Por esta razón se crearon los azi y se siguen creando. Ellos son los vectores de la diversidad, y el hecho de que algunos intereses los hayan encontrado, digamos, aprovechables económicamente, resulta comprensible pero absolutamente repugnante tanto para mí personalmente como para todo lo que representa Reseune. La historia tal vez me acuse de muchas cosas, ser, pero lo que más me preocupa es lo que pueda sucederles a los azi, de manera qué he ejercido toda mi influencia para asegurar su protección legal. No creamos a los Thetas porque necesitemos mano de obra barata. Los creamos porque constituyen una parte importante y esencial de las alternativas humanas. La coordinación ocular del ThR-23, por ejemplo, es excepcional. Sus grupos psíquicos les permiten operar muy bien en medios en los cuales los geniosC/L/D fracasarían sin remedio. Tienen una capacidad de resistencia que considero totalmente admirable y, ser, si alguna vez se encuentra en una situación difícil en la parte salvaje de Cyteen, le recomiendo que tenga un compañero azi 'Theta, que sobrevivirá para perpetuar su tipo, aunque usted no lo haga. Eso es la alternativa genética.
Algún día los azi dejarán de existir. Habrán cumplido su propósito, que consiste en aumentar, multiplicar y llenar los huecos de los registros humanos a medida que se dispersa el depósito genético original hasta una densidad de población matemáticamente determinada, y la dispersión debe suceder por el futuro como raza, por la salud genética.
No me importa repetirlo: los azi son alternativas genéticas. Son el vector del cambio y la adaptación en el mayor desafío a que se haya enfrentado la especie humana. Sus peculiaridades obedecen a que el tiempo en el que puede lograrse esto es muy limitado. Reseune no se ha opuesto a la creación de otros laboratorios simplemente porque sus intereses son primordialmente científicos y porque la tarea de mantener el ímpetu de la expansión requiere una vasta producción de instalaciones educativas. Pero Reseune nunca ha abandonado su papel en la creación y la selección de nuevos grupos genéticos: ningún otro laboratorio tiene derecho a originar material genético.
Ya que es tan amable, déjeme añadir otros dos puntos muy importantes. El primero es que Reseune insiste en la integración total de todos los grupos genéticos azi con la población civil en cualquier área de la Unión que haya llegado a obtener un grado de clase uno. El principal propósito de esta estrategia no es el trabajo, sino abrir un área colonial, llevarla a la productividad y generar descendientes que entrarán en el depósito genético de los ciudadanos en cantidades suficientes para garantizar la variedad genética. Los únicos azi que deberían producirse para otro propósito son los que se generan como medida preventiva para defensa u otras emergencias de interés nacional, los que están sirviendo a ciertos trabajos secretos y los que se generan para investigación en instalaciones con el permiso correspondiente.
En segundo lugar debo decir que Reseune se opondrá a cualquier interés que trate de institucionalizar los azi como necesidad económica. Nunca deben perpetuarse los laboratorios de nacimientos como operaciones puramente financieras. Ése no fue su propósito. No debe serlo.
P: ¿Está diciendo que tiene intereses en común con los abolicionistas?
R: Claro que sí. Desde siempre.
I
Florian corrió por la acera que transcurría ante el Cuartel 3, recordó sus buenos modales cuando se encontró con un grupo de adultos que venían en dirección contraria, se detuvo, de pie a un lado, jadeando, e hizo una pequeña reverencia que los adultos le devolvieron con el más insignificante gesto de la cabeza. Porque eran mayores. Porque Florian tenía seis años y porque era natural que un chico quisiera correr, pero también era normal que los adultos estuvieran pensando en cosas muy serias todo el tiempo.
Y esa vez, Florian llevaba algo en la cabeza también. Estaba fresco de su estudio en cinta. Tenía una Obligación, una Obligación real, de cada mañana. Era lo más importante que le hubiera pasado en la vida, adoraba todo lo que tenía que ver con ella y estaba tan excitado que había rogado a la supervisora con insistencia que lo dejara ir allí y no al salón Rec, donde se suponía que debía ir después de cada cinta.
–¿Qué? —había dicho la supervisora, con una sonrisa y un pequeño guiño en el ojo que Florian interpretó como un gesto de benevolencia—. ¿Nada de Rec? El trabajo y el Rec son importantes; las dos cosas, Florian.
–Ya he tenido Rec antes —había dicho él—. Por favor.
Entonces ella le había dado el vale y el vale para Rec, para más tarde, había dicho, siempre que se lo mostrara primero al supervisor de trabajo. Y luego le abrió los brazos. Abraza a la supervisora, a la querida supervisora y no corras en el pasillo, camina, camina tranquilo hasta la puerta, camina por la acera hasta que llegues a la ladera y luego, corre, corre tan rápido como puedas.
Y podía correr muy rápido, porque no era sólo inteligente como Alfa, sino que también era un buen corredor.
Afuera, por el atajo entre los Cuarteles 4 y 5, un zigzag a través del camino, y por el sendero que llevaba al edificio AG. Se detuvo finalmente porque le dolía el costado y esperó que tal como estaban las cosas, con todos los mayores mezclados con niños, lo pusieran en un barracón un poco más cerca del AG al mes siguiente: los Cuarteles 194 sí que quedaban lejos.
Los mayores con trabajo tenían prioridad en los barracones más cercanos. Eso era lo que le había dicho un mayor, que era Kappa y le dijo que siempre estaba en el mismo grupo de cuarteles.
Florian retuvo el aliento cuando llegó a AG-100. Había estado allí antes. Había visto los corrales. Le gustaba el olor. Era... era la forma en que olía el AG, eso era todo, un olor que no se parecía a nada.
Era un tipo de lugar Ad. Todo blanco con una puerta cerrada, claro. Y tenía que ir a Ad. Lo sabía porque lo mostraba la cinta. Abrió el picaporte y entró en una oficina atestada de gente, donde había un mostrador al que se suponía que debía acercarse.
Últimamente podía apoyarse en un mostrador. Apenas. No era tan alto como otros niños de seis años. Era más alto que muchos, claro. Esperó hasta que una trabajadora se dio la vuelta para atenderlo.
–Soy Florian AF-9979 —dijo él y levantó el vale rojo—. Estoy asignado aquí.
Ella le hizo una reverencia y cogió el vale. Florian esperó, se humedeció los labios secos y no jugueteó con las manos mientras ella lo ponía en la máquina.
–Todo correcto —le dijo—. ¿Sabes cómo seguir los colores?
–Sí —respondió sin dudar ni un momento.
Y no le hizo preguntas porque ella era una trabajadora que hacía su trabajo y seguramente le diría todo lo que quería saber. Si uno no conseguía todo lo que quería cuando ella terminaba de hablar, entonces preguntaba. De esa forma, nadie cometía errores. Lo cual sería una falta. Él lo sabía.
Ella se sentó frente a un tablero, escribió algo, y la máquina sacó una ficha. Ella la extrajo y le adosó una pinza.
Él la miró, excitado porque sabía que eso era una tarjeta llave y que seguramente era suya porque ella estaba trabajando en su asunto en este momento.
Ella se la dio y se inclinó sobre el mostrador para enseñarle las cosas; él se puso de puntillas y se estiró para poder ver al mismo tiempo que ella.
–Aquí está tu nombre; aquí, tus colores. Esto es una tarjeta llave. La sujetas a tu bolsillo. Cada vez que te cambies de ropa, la pones en tu bolsillo. Es muy importante. Si la pierdes, ven a esta oficina inmediatamente.
–Sí —dijo él. Todo era como había dicho la cinta.
–¿Alguna pregunta?
–No. Gracias.
–Gracias a ti, Florian.
Reverencia. Caminar, de vuelta hacia la puerta y la acera, y mirar en el rincón del edificio donde empezaban los códigos de color, pero de todos modos podía leer las palabras de la tarjeta y del edificio.
Caminar. No correr. Esto era una obligación, y él era importante ahora. El color azul era el suyo y blanco adentro y verde dentro del blanco, así que siguió la dirección azul hasta que estuvo dentro del azul y luego dentro la zona blanca del azul. Las esquinas se lo indicaban. Cada vez más excitante. Eran los corrales. Finalmente encontró el verde en un cartel en una intersección de los senderos de grava y siguió ese camino hasta que vio el edificio verde, que también decía AG-899. Bien.
Por un lado parecía un granero. Florian le preguntó a un azi por el supervisor y el azi señaló a un hombretón calvo que hablaba con alguien junto al gran umbral. Florian fue hasta allí y se quedó de pie y quieto hasta que el supervisor quedó libre.
–Florian —dijo el supervisor cuando vio la tarjeta—. Bien. —Levantó la vista y lo miró de arriba abajo. Y llamó a un azi llamado Andy para que lo llevara y le mostrara el trabajo.
Pero él ya lo conocía, por la cinta. Se suponía que iba a alimentar las gallinas, asegurarse de que el agua estaba limpia y controlar la temperatura de las incubadoras y el criadero de cerdos. Sabía lo importante que era.
–Eres muy joven —comentó Andy—, pero pareces entender lo que se te dice.
–Sí.
Estaba seguro de que entendía. Así que Andy le dejó que le mostrara la cantidad que debía darles y cómo debía marcarlo en el cuadro cada vez que lo hiciera y cada vez que controlara el agua; y cómo había que ir con cuidado de no asustar a los pollos porque entonces se hacían daño unos a otros. A Florian le encantaba ver cómo se arremolinaban como una marea plumosa y luego se alejaban todos en distintas direcciones; y cómo chillaban los cerditos y podían hacerle caer a uno si uno los dejaba correr a su alrededor. Por eso había que llevar un palito.
Cumplió las órdenes lo mejor que pudo y Andy quedó conforme con él, y eso lo hizo feliz como nunca había sido en su vida. Llevó los baldes y vació los recipientes de agua, y Andy le dijo que podía coger un cerdito mientras él estuviera allí para ver cómo lo hacía. El cerdito chilló y se retorció y lo pisoteó con sus patitas puntiagudas, y se escapó mientras él reía y trataba de protegerse. Andy rió y dijo que había una forma de hacerlo y que él se la enseñaría después.
A pesar de todo, era una sensación agradable. El cerdito estaba vivo y cálido en sus brazos, pero sabía que los cerdos eran para comer y para hacer otros cerdos, y uno tenía que tenerlo en cuenta y no pensar en ellos como en personas.
Se sacudió el polvo y salió a recuperar el aliento, apoyado sobre el riel de la cerca al costado del granero.
Entonces vio un animal que nunca había visto, tan hermoso que Florian se quedó allí con la boca abierta y no quiso ni parpadear, tan hermoso le pareció. Rojo como las vacas pero con la piel brillante y fuerte, con patas largas, y se movía de forma distinta a cualquier animal que hubiera visto. Ese animal no... no caminaba, iba, simplemente. Se movía como si jugara.
–¿Qué es eso? —preguntó, al oír a Andy a su lado—. ¿De qué clase es?
–AGCULT-894X —dijo Andy—. Es un caballo. Es el primero que haya vivido, el primero en el mundo.
II
A Ari le gustaba la escuela de juegos. Salían al aire libre y jugaban en el arenal cada tarde. A ella le gustaba estar sentada y descalza y hacer caminitos con los juguetes, y Tommy o Amy o Sam o Rene manejaban los camiones y los vaciaban. A veces inventaban tormentas y todos los obreros de juguete corrían y se metían en los camiones. A veces venía un escamado y destruía todos los caminos y había que volver a construirlos. Eso era lo que decía Sam. La madre de Sam estaba en ingeniería y él les hablaba de los escamados. Ella le preguntó a mamá si era cierto, y mamá contestó que sí. Mamá los había visto, tan grandes como el sillón de la sala. Había algunos muy grandes al oeste. Grandes como un camión. El que tenían ellos era sólo mediano, y era feo. A Ari le gustaba ser él. Uno tenía que deshacer los caminos y las paredes, empujarlo bajo la arena y así se destruía todo.
Ella lo tomó y lo empujó, con la arena escapándosele por entre los dedos.
–Cuidado —dijo Ari a Sam y Andy—. Aquí viene. —Estaba cansada de que Amy construyera su casa. Amy tenía una gran casa, toda de arena apilada, y Amy hacía puertas y ventanas en la casa y daba vueltas sin parar alrededor de ella. Y eso no le parecía divertido, porque Sam construyó una torre para la casa de Amy, y Amy la derrumbó y le dijo que hiciera un camino hasta la puerta, ella estaba haciendo la casa y su casa no tenía torres. Amy consiguió una cuchara y cavó detrás de las ventanas y puso plástico para que se pudiera ver el interior. Levantó una pared delante y fabricó un arco para el camino. Y los dos tuvieron que sentarse y esperar mientras Amy construía. Así que Ari miró el arco al que iba a llegar el camino y pensó que ése era el lugar, y que la arena se derrumbaría toda.
–¡Cuidado!
–¡No! —aulló Amy.
Ari pasó justo a través del arco. Puff. La pared se desmoronó. La arena le cayó sobre el brazo y ella siguió adelante porque los escamados siempre seguían adelante, sin pensar lo que tenían delante. Incluso si Amy la cogía por el brazo y trataba de detenerla.
Sam la ayudó a derrumbarlo todo.
Amy aulló y la empujó. Ari empujó a Amy. Llegó Fedra y les dijo que no debían pelearse y que volverían todos adentro.
Temprano.
Y todo por culpa de la estúpida de Amy Carnath.
Amy no volvió al día siguiente. Siempre ocurría lo mismo con la gente con la que ella se peleaba. Ari lo lamentaba. Cuando se peleaba con alguien, se lo llevaban y sólo los volvía a ver en fiestas. Había pasado con Tommy y con Ángel y con Gerry y con Kate, y ahora no estaban, y ya no podía jugar con ellos. Así que cuando Amy no apareció al día siguiente, Ari lloró y se puso triste y le dijo a Fedra que quería a Amy.
–Sólo si no te peleas con ella —dijo Fedra—, se lo preguntaremos a sera.
Así que Amy volvió. Pero se comportaba de forma rara después de eso. Hasta Sam estaba raro. Cada vez que ella hacía algo, la dejaban.
No era divertido, pensó Ari. Así que se burló de ellos. Robó los camiones de Sam y los puso del revés. Y Sam la dejó. Se sentó ahí y frunció el ceño, triste. Ari derrumbó la casa de Amy antes de que la terminara. Amy sólo hizo un puchero.
Sólo eso.
Sam volvió a poner bien sus camiones y decidió que habían tenido un accidente. Ese era un buen juego. Ella también lo jugó y levantó los camiones. Pero Amy todavía hacía pucheros, así que le tiró un camión.
–¡No! —exclamó Amy– ¡No!
Así que Ari le pegó con el camión. Amy se puso de pie como pudo, Ari se levantó y Amy también. Y Amy la empujó.
Así que Ari la empujó todavía más fuerte y le dio una patada. Amy le pegó. Así que ella también le pegó. Y se pegaban mutuamente cuando Fedra la atrapó. Amy estaba llorando y Ari le dio unas buenas patadas antes de que Fedra pudiera quitarla de en medio. Sam estaba de pie en el mismo sitio.
–Amy es un bebé —dijo Ari esa noche cuando mamá le preguntó por qué le había pegado.
–Amy no puede volver —dijo mamá—. No si vais a pelearos.
Así que ella prometió que no lo volvería a hacer. Pero no pensaba cumplir su promesa.
Amy no estuvo con ellos unos días y luego volvió. Estaba llorosa y no se acercaba a los demás y no era divertida. Ni siquiera hablaba cuando Sam se portaba bien con ella.
Así que Ari se acercó a Amy y le dio unas cuantas patadas. Sam trató de detenerla. Fedra la cogió del brazo y dijo que se estaba portando mal y que tenía que sentarse y jugar sola.
Ari la obedeció. Tomó la herramienta e hizo caminos tristes, furiosos. Sam se acercó finalmente y le pasó un camión, pero Ari todavía estaba enfadada. Amy se sentó allí y ya no quiso jugar. Así lo llamaba mamá. Amy no volvería a jugar. Ari sintió un nudo en la garganta y le costaba tragar, pero ya no era un bebé y odiaba los lloriqueos de Amy, la ponían triste y hacían que nada pareciera gracioso. Sam también estaba triste.
Después de eso, Amy ya no volvió mucho. Cuando venía, se sentaba sola y Ari le pegó una vez, bien fuerte, en la espalda.
Fedra cogió a Amy de la mano y la llevó por la puerta hacia dentro.
Ari volvió con Sam y se sentó. Valery ya no iba por allí. Pete tampoco. Eran los que más le gustaban. Eso dejaba a Sam, y Sam era sólo Sam, un chico con una cara ancha y poco expresivo. Sam estaba bien pero no hablaba casi nunca, excepto lo que sabía sobre los escamados y sobre cómo arreglar camiones. A Ari le gustaba. Pero había perdido todo lo demás. Si a uno le gustaba mucho una cosa, entonces esa cosa desaparecía. Parecía una ley.
Y no echaba de menos a Amy, sino a Valery. Habían transferido a sera Schwartz, y eso significaba que Valery también se iba. Ella le había preguntado si pensaba volver a verla. Él había dicho que sí. Mamá había dicho que era demasiado lejos. Así que Ari entendió que Valery se había ido para siempre y que no volvería. Se enfureció con él por eso. Pero no era culpa suya. Él le dio su nave espacial con la luz roja. Estaba muy triste. Mamá había dicho que debía devolverla, así que tuvo que hacerlo antes de dejar la casa de los Schwartz y despedirse.
Ella no entendía por qué estaba mal, pero Valery había llorado y ella también. Sera Schwartz se había enfadado mucho con ella. Y Ari se dio cuenta aunque sera Schwartz fue amable con ella y le decía que iba a echarla de menos.
Mamá la había llevado de vuelta a casa y ella había llorado hasta que se había quedado dormida. Pero mamá estaba muy enfadada por algo y le decía que dejara de llorar. Ella la obedeció durante un rato. Pero después de eso, se pasaba días y días llorando. Y mamá decía que basta, y ella paraba, porque mamá estaba mal y las cosas se estaban poniendo desagradables en el departamento, desagradables era la única palabra que podía usar. Eso hacía que todo fuera horrible. Sabía que estaba haciéndole daño a mamá.