Текст книги "Cyteen 1 - La Traicion "
Автор книги: C. J. Cherryh
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Научная фантастика
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–¿Me está diciendo que la presente Administración puede quedar comprometida?
Una pregunta peligrosa. Un interés peligroso. Giraud respiró hondo.
–Solamente le pido que me escuche. Antes de que descubra los hilos de esta trama, sí, a puertas cerradas. Si quiere el proyecto Rubin dividido en mil pedazos suelte a Warrick y no habrá un proyecto Rubin.
–A veces ni siquiera estamos seguros de que exista un proyecto Rubin —suspiró Lu con amargura—. LÍNEAS ESPACIALES RESEUNE todavía tiene mucho que hacer. Pruebas, ya sabe. Traspaso de datos. ¿Hay un director?
–Sí. Estamos a punto de transferir el banco. No es una operación intrascendente, se lo aseguro. Esta investigación no nos va a ayudar. Ya estamos sometidos a mucha presión sin eso. Hay una enorme cantidad de datos involucrada. Esa es la naturaleza del proceso. Estamos en operación, hemos estado en operación durante los últimos seis años. No pensamos malgastar esfuerzos en un intento a medias, general. —Maldita sea. Es táctica. Es distracción—. El problema es Warrick. El problema es que las instalaciones de Planys están bajo su seguridad y tenemos que confiar en ella. Esperamos poder confiar en ella.
–Claro que sí. Completamente. Como nosotros esperarnos contar con su colaboración para el asunto de Gehenna, canciller Nye.
Chantaje. Sin paliativos. Giraud intuyó la mano de Harad en aquella artimaña.
–¿Hasta qué punto?
–Acuerdo para cooperar con los científicos de la Alianza. Juraremos que se trata de una operación perdida, una que quedó oculta tras los secretos de la guerra. Algo que nadie sabía que se había llevado a cabo. Nadie que esté ahora en la Administración. Diremos que hubo un problema en las comunicaciones y que por eso se inició como operación.
–Debemos evitar que el nombre de Ariane Emory se vea relacionado con el asunto.
–No creo que sea posible. Que los muertos asuman la responsabilidad. Los vivos son los que tienen problemas. Y le aseguro que nos encontramos en una situación difícil. Queremos tener un canal activo en esta situación en Gehenna. Los descendientes de ciudadanos de la Unión son todavía ciudadanos nuestros legalmente. Si decidimos tomar el planeta. Tal vez no lo hagamos. En cualquier caso, Ciencias estaría interesada en la alteración ecológica y en el sistema social. No podemos ganar nada si nos negamos a cooperar. No podemos entregarles el contenido real de las cintas, de eso puede estar seguro. Pero sí la composición de la colonia, el porcentaje de personal militar con respecto a los azi. Las historias personales de algunos de los militares. Conn, por ejemplo. Servicio distinguido. Deberían haber obtenido algún reconocimiento, después de todos estos años.
Sentimientos. Dios mío.
–Reseune —dijo Giraud– valora igualmente la participación de Emory en este caso.
–Lamento decir que esa parte de la historia tendrá que salir a la luz. Los azi, ya sabe. En cuanto el público sepa eso, no habrá forma de ocultarlo. Pero ya estamos intentando controlar el daño. Estado se ocupa de eso.
–¿Harad estaba al control de esta operación?
–Está dentro del área de responsabilidad de Estado. Ciencias no hace política exterior. Nuestra obligación en esas cuestiones es muy distinta. Le ruego que reflexione lo que valen sus contratos. El único laboratorio con el que hacemos contratos primarios es Reseune. Seguimos trabajando con ustedes. Seguimos apoyando a LINEAS ESPACIALES RESEUNE, a pesar de las desventajas en el costo. Esperamos que nuestro acuerdo sea mutuamente satisfactorio, esperamos que continúe.
–Ya veo —dijo Giraud con amargura—. Ya veo. —Y después de un par de segundos—. Ser secretario, necesitamos que protejan estos datos, por algo mucho más importante que la reputación de una mujer muerta. Para impedir que el Concejo haga estallar esto frente a los ojos del público. Si se da esta circunstancia, no habrá posibilidades de éxito.
–Ahora usted quiere nuestra ayuda. Quiere ponerme a mí y a mi Departamento en la estacada. ¿No es eso? Déjeme explicarle, ser, que tenemos otros problemas ahora, sobre todo un antimilitarismo rampante que se alimenta de este escándalo, y ése representa un peligro crítico para la defensa nacional en un momento en que nos enfrentamos a reducciones de presupuesto, en un momento en que no podemos conseguir las naves que necesitamos ni expandir los perímetros a través de las cabezas del público o la oposición de Finanzas en el Concejo. Tenemos un problema básico, ser, su proyecto se ha transformado en un agujero negro que se traga el dinero y no ofrece nada, y maldita sea, usted quiere que lo protejamos de las investigaciones pero se niega a confiarnos los archivos e informes. Sugiero que se defienda usted mismo, ser, con los recursos de Reseune. Tal vez haya llegado el momento de dar a conocer ese proyecto. Elija. Deme una razón para mantener esos datos en secreto, o entrégueme los archivos que necesito.
–No está lista, no ahora, en medio de este escándalo relacionado con su predecesora. Tiene seis años, no puede manejar ese tipo de ataque.
–Ese es su problema —dijo Lu, con las manos cruzadas mientras una mirada implacable, dura, se instalaba en su rostro—. Francamente, no sabemos si tenemos algo que proteger, ser. Por lo que usted se ha permitido mostrarnos, podría ser otro clon como el de Bok.
–Le enseñaré los archivos.
–La clon de Bok fue muy buena durante la infancia. Los problemas se manifestaron después. ¿No recuerda? Y a menos que quiera mostrar a la niña ante el público y me dé una razón para poner los archivos en secreto, no puedo continuar protegiéndolo.
–Maldito sea, nos deja vulnerables, y a través de nosotros ellos encontrarán la puerta hacia su reino.
–Pero para eso tendrán que atravesar el suyo, me parece. Usted ha sido muy activo en la Administración de Reseune durante estos años. ¿O es que esos archivos que defiende tanto, ser, lo involucran a usted?
–Eso es lo que usted dice. Pueden arrojar luz donde mucha gente quiere oscuridad.
–Así que usted quiere que dirijamos el golpe, ¿no? Siempre resulta útil saber lo que se deja abierto al ataque. Lamento que tenga que ser en su territorio. Pero, desde luego, no dejaré que suceda en el mío.
–Si tiene un poco de paciencia...
–Prefiero la palabra «progreso», que, en realidad, está muy ausente de Reseune últimamente. Podemos discutirlo. Estoy preparado para discutirlo. Pero supongo que me entenderá si le digo que soy inflexible en algunas cosas. Ahora se hace imprescindible la cooperación. Si no hay una razón para retirar esos archivos de circulación, tendremos que hacerlos públicos. Compréndalo: hay que dar algo a la investigación. Y pronto.
Había que hacerlo. Había que sentarse y escuchar mientras el sustituto de Defensa, maldito fuera, se expandía sobre el programa de Gorodin para lo que llamaba control de daños.
Una propuesta de cooperación cultural y científica con la Alianza. Desde Defensa, a través del Departamento de Ciencias.
Una expresión oficial de arrepentimiento por parte del Concejo en una resolución conjunta, posible gracias a la publicación de documentos seleccionados por la Administración actual de Reseune, documentos que acusaban a Bogdanovitch, Emory y Azov de Defensa, todos bien muertos, de colaborar en la planificación de la operación Gehenna.
Maldito.
–Ya veremos lo que hacemos con Warrick —continuó Lu—. En realidad, tal vez sería ventajoso que le dejáramos tener una conferencia con su hijo. Controlada, claro.
VIII
—¿Justin? —La voz llegaba desde el otro extremo del mundo, la voz de Jordan, la voz de su padre, después de ocho años; y Justin, que se había endurecido para no derrumbarse, para no flaquear frente a Denys, en cuyo escritorio estaban, se mordió el labio hasta nacerlo sangrar y miró la imagen en la pantalla: un Jordan más viejo, más delgado. El cabello blanco. Justin lo miró impresionado, con la conciencia de los años perdidos y murmuró:
–Jordan, Dios, cuánto deseaba verte... Estamos bien, muy bien. Grant no está aquí hoy, pero la próxima vez...
–...tienes buen aspecto. —La voz de Jordan lo traspasaba y había dolor en su mirada—. Dios, ¡cómo has crecido! Me alegro muchísimo de verte. ¿Dónde está Grant?
El retraso temporal. Los retrasaban quince segundos de cada lado por seguridad.
–Tú también tienes buen aspecto. —Dios, las banalidades que debían decirse cuando había tan poco tiempo. Cuando había tanto que decir y no podían porque Seguridad estaba esperando para cortar la comunicación a la primera señal de una transgresión de las reglas—. ¿Cómo está Paul? Grant y yo vivimos en tu apartamento y estamos muy bien. Todavía estoy en diseño.
Denys levantó la mano para advertirle. Nada de hablar del trabajo. Justin se detuvo.
–Un poco más gris, lo sé. No estoy mal. Buena salud y todo eso. Paul también. Ay, Señor, qué alegría me da verte.
–Puedes hacerlo en el espejo, ¿no? —Justin se obligó a reír un poco—. Espero tener tan buen aspecto como tú a tu edad. Tal vez tenga posibilidades, ¿no te parece? No puedo decirte mucho. ( No me dejan.)Tengo trabajo. Me dan tus cartas. (Mierda.) Me tratan bien, en serio. Y Grant...
Su padre sonrió cuando la broma llegó del otro lado.
–Tú eres mi máquina del tiempo. Claro que tienes una buena oportunidad. Yo también recibo tus cartas. Las guardo. Todas.
–Grant también. También ha crecido. Está más alto. Ya te lo puedes imaginar. Somos como una mano y la otra. Nos cuidamos mutuamente. Nos va bien.
–No vas a alcanzarlo nunca. No en la forma en que estaba creciendo. Paul también ha envejecido. La rejuv, claro. Lo lamento. Estaba absolutamente seguro de que te lo había dicho en las cartas. Soy perezoso y no me tiño el pelo.
Quería decir que los censores habían cortado esa parte, maldición.
–Te queda bien. En serio. Casi todo sigue igual en casa. ( No en otros lados.)Pero te echo de menos. A los dos.
–Yo también te echo de menos, hijo. En serio. Me están diciendo que tengo que cortar ahora. Mierda, tengo tanto que decirte. Sé bueno. No te metas en líos.
–Tú tampoco. Estamos bien. Te quiero.
La imagen se borró y se convirtió en nieve. El vídeo se apagó. Justin se mordió los labios y trató de mirar a Denys con dignidad. Tal como habría hecho Jordan.
–Gracias —dijo.
La boca de Denys tembló levemente.
–Buen chico. Todo ha ido bien. ¿Quieres una copia? He hecho una.
–Sí, ser. Me gustaría. Para Grant. Denys la sacó del grabador y se la dio. Y afirmó con la cabeza. Enfáticamente.
–Te lo repito: te vigilan muy de cerca. Es por lo de Gehenna.
–Así que quieren tener bien sujeto a Jordan, ¿no?
–Lo has captado muy bien. Sí. Eso es exactamente lo que quieren. Es la razón por la cual Defensa cambió tan bruscamente las prioridades. Incluso hay una posibilidad, repito, una posibilidad, de que te concedan un viaje con escolta a Planys. Pero vigilarán cada uno de tus movimientos.
Eso lo conmovió. Un golpe. Tal vez lo hacían por eso.
–¿Se está tramitando el permiso?
–Lo estoy hablando con ellos. No debería decírtelo. Pero, hijo, no cometas errores. No hagas nada. Te has portado espectacularmente bien desde que... desde que resolviste tu problema personal. Tu trabajo es excelente. Te vamos a dar más responsabilidades..., ya sabes lo que quiero decir. Más trabajo. Quiero que tú y Grant trabajéis juntos en algunos diseños. En serio, quiero que desempeñes un trabajo de responsabilidad dentro del personal. Los dos.
–¿Por qué? ¿Para tener algo con que presionarme después?
–Hijo... —Denys suspiró profundamente y pareció preocupado—. No. Todo lo contrario. Quiero que seas necesario aquí. Muy necesario. Están montando la instalación en Fargone. Y eso queda muy lejos de Planys.
Una sensación fría se deslizó sobre el corazón de Justin, vieja, familiar.
–Por Dios —continuó Denys—, no les des una oportunidad. Escucha mí consejo. No tenemos el control total de la situación. Defensa ha clavado sus garras sobre tu padre. Y no va a soltarlo. Ya me entiendes, has conseguido esta comunicación gracias a Gehenna y sus consecuencias. Eso les hizo pensar que debían dar a tu padre algo para poder presionarlo. Pero nosotros no te entregamos. Te tuvimos bien calladito aquí. El hecho de que fueras un menor te protege a ti y a Grant de algunas cosas: ellos no lo notaron, pero has crecido lo suficiente para que puedan atraparte. Y la instalación de LINEAS ESPACIALES RESEUNE en Fargone tiene un ala militar, donde serías un rehén perfecto.
–¿Es una amenaza?
–Justin, confía un poco en mí. Dame la confianza que yo deposité en ti. Y en tu padre. Trato de advertirte acerca de una trampa. Piensa en esto al menos. En realidad no me fío de esta brusca benevolencia por parte de Defensa. Tienes razón cuando piensas que detrás de todo esto se esconde algo. Y trato de advertirte sobre un problema potencial. Si formas parte del personal esencial, podremos retenerte, y pienses lo que pienses, estarás mucho más a salvo con nosotros que con ellos. Saca tus propias conclusiones. Sabes muy bien las ventajas que podrían obtener ellos de tenerte bajo su control en Fargone y a Jordan en Planys. Eso es lo que trato de decirte. Usa la información como quieras. Pero yo voy a darte todas las oportunidades que pueda.
Justin tomó la cinta. Pensó en lo que le decía.
–Sí, ser —dijo finalmente. Porque Denys tenía razón. Fargone no era un buen lugar para él, no ahora, ya no. Y lo que Jordan había querido ya carecía de importancia.
IX
Pensé que tal vez esto haría que reconsideraras tus objeciones sobre el MR-1959, J. W.,escribió Justin sobre la carátula de sus explicaciones para el informe sobre el trabajo del EO-6823. Y había tomado los informes del proyecto y los había enviado a la oficina de Yanni Schwartz.
Con muchas dudas.
Estaba trabajando de nuevo. Trabajaba más horas de las normales y muy duro, y se esforzaba mucho porque se daba cuenta del sitio al que había llegado. Cogió las cintas. Asimiló datos. Intentó el tipo de diseños que había estado probando en su tiempo libre durante ocho años y explicó a Yanni que sólo eran sustitutos experimentales de las tareas regulares.
Por alguna razón, esto hizo que Yanni se enfureciera.
Pero Yanni se enfurecía por muchas cosas.
–Mira, Yanni —había dicho Justin cuando Yanni estalló por lo del sustituto del MR-1959—, estoy desarrollando este estudio por mis propios medios. No he descuidado mi trabajo. Pensé que podrías ayudarme un poco con eso.
–No hay forma de que podamos hacer lo que tú propones —dijo Yanni—, eso es todo.
–Explícame por qué.
–No se puede unir una cinta de habilidad con una cinta profunda. Terminarás como una rata en un laberinto. Eso es lo que estás haciendo.
–¿Y no podríamos hablar sobre esto? ¿A la hora del almuerzo? Quiero hablar, Yanni, en serio. Creo que he encontrado la forma de evitar el problema.
–No veo razón para perder el tiempo en eso. Estoy ocupado, hijo. Muy ocupado. Ve y busca a Strassen y díselo a ella. Si es que puedes encontrarla, nadie sabe nunca dónde está. Que ella haga de instructora. O a Peterson, él tiene paciencia. Yo no. Haz tu trabajo y entrégalo, y no me causes problemas, por Dios, que ya tengo demasiados.
Peterson se ocupaba de los principiantes.
Eso era lo que Yanni había querido decir.
No pensó que Denys Nye le había aconsejado que siguiera estudiando. No pensó que Ariane Emory había tenido tiempo de estudiar sus prototipos de diseño. Se lo tragó y se dijo a sí mismo que Yanni sabía hacer daño cuando algo le molestaba. Yanni era un diseñador psíquico. Yanni estaba con los mejores y Yanni era la paciencia misma cuando trabajaba con azi; pero cuando discutía con un CIUD, disparaba con todas sus fuerzas, que incluían tácticas psicológicas. Claro que le dolía. Eso era porque Yanni era muy bueno y había disparado contra un inválido psicológico que estaba atrapado y frustrado desde hacía años.
Así que salió con un «sí, ser, entiendo». Y dio vueltas en la cama toda la noche hasta que recuperó el equilibrio, se calmó y decidió: De acuerdo, así es Yanni. Todavía constituye mi mejor oportunidad. Puedo convencerlo por cansancio. ¿Qué me puede hacer? ¿Qué me pueden hacer las palabras?
Mucho, claro, si procedían de un maestro de la psiquiatría, pero como vivía en Reseune y como aspiraba a llegar tan alto como Yanni, tenía que arriesgar el todo por el todo, armarse de valor y seguir adelante.
–No te lo tomes así —le dijo Grant acerca del fracaso. Grant, que se ponía completamente frío y duro cuando estaba a menos de tres metros de Yanni Schwartz, porque Yanni lo volvía loco de miedo.
–No —replicó Justin—. No. Es el único que puede enseñarme algo, excepto Jane Strassen, Giraud y Denys. Y no pienso acercarme a los Nye. Ni trabajar al lado de la Strassen.
–No —admitió Grant con fervor—. Creo que no sería indicado.
Considerando lo que había alrededor de la oficina de Strassen, no.
Justin no empezó la guerra con Yanni conscientemente. Pero le dolía por dentro, se sentía inseguro, trataba de conseguir el máximo en su trabajo y Yanni quería que diseñara con señaladores para que un cirujano pudiera extraer la información de nuevo, porque, como había dicho Yanni en un día más tranquilo, cuando él lo presionó por segunda vez para que fuera claro sobre el problema del MR-1959:
–No eres tan bueno, mierda, y una cinta de habilidad no es una cinta maestra. Deja de tratar de vestir a la mona de seda. No te acerques a las cintas profundas. ¿No ves a donde conduce esa unión? No, no tienes la sensatez suficiente y yo no dispongo de tiempo para esa locura. Me estás haciendo perder el tiempo y estás perdiendo el tuyo. Tal vez puedas ser un excelente diseñador si controlas tus propios problemas y dejas de dar vueltas a ideas que se saben inútiles desde hace ochenta años. No has inventado la rueda, hijo, lo único que has hecho es llegar al mismo callejón sin salida de siempre.
–Ari no opinaba lo mismo —espetó él finalmente, y decir eso era como arrancarse las entrañas. Le salió a media voz y con demasiada emoción.
–¿Qué decía Ari?
–Criticó el diseño y dijo que había ramificaciones sociológicas que yo no había tenido en...
–Correcto.
–Dijo que lo pensaría. Ari... iba a pensarlo. No dijo que pudiera contestarme enseguida. No me aconsejó que yo lo reflexionara. Así que no creo que puedas despedirme sin más. Puedo mostrarte lo que estaba haciendo en ese momento, si quieres.
–Hijo, será mejor que te des cuenta de las cosas. Ari quería una sola cosa de ti, y tú sabes muy bien qué era. No te vayas por una tangente mental y te golpees seis, ocho años después porque estás seguro de que eras mejor a los diecisiete que ahora. Eso es una estupidez. Acéptalo. Te metiste en líos en varios sentidos, es natural queintentes empezar donde lo dejaste, pero te harás un favor si reanudas el trabajo donde estás ahora, hijo, y te das cuenta de que no fueron tus ideas las que hicieron que Ari te invitara a su oficina y pasara todo ese tiempo contigo. ¿Entiendes?
Durante un momento, Justin sintió que se ahogaba. Estaban en privado, en la oficina de Yanni. Nadie podía oírlos. Pero nadie, nadie durante todos aquellos años le había presentado las cosas con tanta franqueza como Yanni, ni siquiera Denys, ni siquiera Petros, y tuvo un destello rápido que descargó adrenalina en su cuerpo. Reaccionó, sabía que estaba reaccionando: quería estar en cualquier otro lugar menos allí, con un hombre al que no se atrevía atocar, Dios, lo tendrían sobre la mesa en menos de una hora si lo hacía y...
–Maldita sea, Yanni, ¿qué estás tratando de hacerme?
–Estoy tratando de ayudarte.
–¿Y esto es lo mejor que puedes hacer por mí? ¿Así es como tratas a tus pacientes? Dios los ayude.
Estaba a punto de derrumbarse. Tensó la mandíbula y se quedó quieto. Sabes que estuve en terapia, maldito bastardo. Déjame en paz.
Y Yanni tardó un tiempo en contestarle, esta vez mucho más tranquilo.
–Estoy tratando de decirte la verdad, hijo. Nadie lo hace. No lo acorrales, dice Petros. ¿Qué quieres? ¿Que Petros te ponga una tirita sobre la herida? No puede ponerte la mano encima. Denys no se lo permite. Pero lo necesitas, mierda, necesitas a alguien que corte bien abajo y atrape lo que te está carcomiendo y te lo muestre a la luz del día. Y no me importa lo mucho que te moleste, no soy tu enemigo. Todos tienen miedo por lo que parecerá si te conducen a una operación psíquica mayor. No desean esa situación porque temen que haya filtraciones y que Jordan estalle. Pero yo me preocupo por ti, hijo, me preocupas tanto que te desgarraría las entrañas y te las serviría en una bandeja, esperando que no se cumpliera el viejo dicho y que pudieras armarte de nuevo. Ari está en las noticias ahora; eso no es bueno y hay demasiada atención de los medios alrededor del tema de nuestra seguridad. No podemos arrestarte y administrarte el tratamiento que necesitas. Óyeme. No, óyeme. Todos los demás se salvan como pueden. Y tú estás sangrando mientras Petros hace remiendos a una situación que todos vemos: Denys trató de hablarte. No quieres cooperar. Gracias a Dios, al menos tratas de despertarte y trabajar. Si pudiera hacer lo que considero correcto, hijo, te habría inyectado bien antes de tener esta conversación contigo y tal vez entonces lo entenderías. Pero quiero que pienses bien en lo que haces. Estás tratando de volver al punto de inicio. Estás perdiendo el tiempo. Quiero que aceptes lo que pasó, que olvides el pasado y me des el tipo de trabajo de que eres capaz .Trabajo rápido. Eres lento. Eres muy lento. Te vas en controles y controles de los controles como si te atenazara el miedo al fracaso. No necesitas todo eso. No eres el último control, no tienes que trabajar como si lo fueras, porque te aseguro que no voy a dejarte ser el último por ahora. Así que tranquilízate, presenta el trabajo, y haz lo que puedas en tu propio nivel. —Hizo un gesto para hojear con rapidez el informe—. No esto. Justin se sentó en silencio un rato. Sangrando, como decía Yanni. Y porque era obstinado, porque había sólo una cosa que quería añadir, dijo:
–Pruébame que estoy equivocado. Hazme una crítica. Pásalo por Sociología. Muéstrame lo que hará la segunda o la tercera generación. Muéstrame cómo se integra. O por qué no lo hace.
–¿Te das cuenta de lo que pasa a tu alrededor? ¿Has visto el horario que debemos cumplir? ¿De dónde quieres que saque el tiempo para hacer lo que me pides? ¿Cómo puedo justificar en el presupuesto que Sociología estudie un problema que ya se solucionó hace ochenta años?
–Estoy diciendo que yo lo he solucionado aquí. Te estoy diciendo que lo tengo aquí. Haz tú la crítica de mis diseños, entonces. Si quieres decirme que estoy loco, bueno, pero muéstrame dónde me equivoco.
–Mierda, no voy a ayudarte a fomentar el daño que te atenaza.
—Soy el hijo de Jordan. Y era bueno...
–¡Eras, eras, eras! ¡Mierda! ¡Deja de mirar el pasado! ¡Lo que pasó hace seis años no vale de nada ahora, hijo!
–Pruébamelo..., pruébamelo, Yanni, o admite que no puedes.
–¡Ve a ver a Peterson!
–Peterson no puede probarme nada. Soy mejor que él. Empecé así.
–¡Niñato orgulloso! No eres mejor que Peterson. Peterson se gana lo que cobra. Si no fueras el hijo cíe Jordan, estarías viviendo en un apartamento de una sola habitación con un sueldo que correspondería realmente al trabajo que haces, y con eso no pagarías tus gustos extravagantes, hijo. Grant y tu juntos no trabajáis lo suficiente para merecer el apartamento en que vivís.
–¿Y cuánto vale el trabajo de mi padre? ¿Cuánto consigue él con ese trabajo? Envíale mis diseños. Él encontrará el tiempo.
Yanni respiró hondo.
Luego dejó escapar el aire.
–Mierda. ¿Qué quieres que haga contigo?
–Lo que quieras. Lo que hacen todos. Despídeme. Vas a recibir estos diseños una vez a la semana. Y si no me contestas, te preguntaré. Una vez a la semana. Quiero educarme, Yanni. Me lo debéis. Y tú eres el instructor que yo quiero. Haz lo que quieras. Di lo que quieras. No voy a darme por vencido.
–Mierda.
Justin miró a Yanni a los ojos, y no dudaba de que Yanni era capaz de levantarse, dar la vuelta al escritorio y propinarle una bofetada.
–Se lo preguntaría a Strassen —explicó—, pero no creo que les guste la idea de que me acerqué a ella. Y no creo que ella tenga tiempo. Así que sólo quedas tú, Yanni. Despídeme o demuéstrame que estoy equivocado y enséñame por qué. Pero hazlo con lógica. Si empleas trucos psicológicos, no vas a lograrlo.
–¡No tengo tiempo!
–Nadie tiene tiempo. Así que hazlo. No tardarás mucho si el error es tan evidente. Dos frases. Eso es todo lo que necesito. Dime dónde va a impactar en la próxima generación.
–Largo de aquí.
–¿Me despides?
–No —ladró Yanni. Era la cosa más amistosa que hubiera dicho a cualquiera de sus subordinados en años.
Así que hizo dos cintas. Una para Yanni. La otra era la cinta que deseaba que le dejaran usar. Porque le enseñaba cosas. Porque le permitía ver todo el grupo.
Porque, como decía Grant, una habilidad era muy importante para un azi.
Y todavía no podía dilucidar la moral del asunto, si era correcto hacer que un Theta experimentara genuino placer por el trabajo en lugar de que sintiera bienestar por la aprobación del trabajo. Había algo ético vinculado con todo eso. Y había problemas estructurales básicos en la idea de relacionar eso con el psicogrupo azi, ése era el problema y Yanni tenía razón. Un psicogrupo artificial necesitaba una base simple, no bases complicadas; de lo contrario, se metía en complejidades muy peligrosas. Las uniones muy profundas podían transformarse en neurosis o en comportamientos obsesivos capaces de destruir a un azi y ser mucho más crueles que el simple aburrimiento.
Pero siguió enviando los diseños para que Yanni los examinara cuando estuviera de buen humor; y Yanni había estado de buen humor de vez en cuando.
–Eres un tonto. —Fue lo mejor que pudo obtener. Y a veces un párrafo por escrito que hablaba de las posibles repercusiones. O sugería una cinta de estudio de Sociología.
Justin atesoraba esas notas. Consiguió las cintas. Las puso. Descubrió errores. Siguió pensándolas.
–Todavía eres un tonto —dijo Yanni—. Lo único que consigues, hijo, es que lo malo que tienes se haga más profundo y más lento. Pero sigue trabajando. Si dispones de todo ese tiempo libre, puedo sugerirte algunas tareas útiles en qué emplearlo. Tenemos un problema en el grupo Beta. Tenemos todo lo que podemos manejar. El grupo tiene diez años y está causando problemas en una de las tres cintas de habilidad manual. Eso creemos. Eso piensa el instructor. Tienes las historias de los casos en la ficha. Ocúpate de eso y a ver si tú y Grant podéis encontrar respuestas.
Justin se fue con la ficha, y con la carpeta, con un problema en una cinta. Era una maldición, el trabajo más real que Yanni le hubiera dado nunca.
Y cuando lo puso en la pantalla, comprendió que era una auténtica pesadilla. Los tres azi habían tenido más cintas de las que cabían en una página, y cada una tenía una aplicación distinta. Pero el problema era serio. Los azi estaban todos bajo cinta de reajuste, una cinta genérica del tipo cálmate-no-es-culpa-tuya, es decir que los tres estaban esperando angustiados que algún diseñador apareciera con algo que se llevara su inquietud sin nombre y la manejara de alguna forma.
Dios, el problema se remontaba a varios meses atrás. No estaban en Cyteen. Todos los supervisores jefes locales habían analizado el asunto, habían hecho dos arreglos en uno, y se habían amargado mucho.
Y eso significaba que era complejo. No era un problema teórico. Hizo dos llamadas, una a Grant.
–Necesito una opinión. Una a Yanni.
–Dime que alguien más está trabajando en esto, Yanni. Esto es probablemente una cinta borrada; por Dios, dáselo a alguien que sepa lo que está haciendo.
–Tú afirmas dominar el asunto —dijo Yanni y colgó.
–¡Maldito! —aulló Justin.
Y cuando Grant llegó, los dos dejaron todo lo que tenían entre manos y trabajaron en eso.
Pasaron tres semanas sin apenas descansar antes de que descubrieran una intersección en una cinta de habilidad. En los tres.
–Mierda —aulló delante de Yanni cuando se lo entregó—. Es un lío, Yanni. Podrías haberlo encontrado en una semana. Se trata de seres humanos, por Dios, uno de ellos está con un mal remiendo encima del otro.
–Bueno, tú te las arreglas, ¿eh? Pensé que te sentirías identificado con el problema. Arréglalo.
–¿Qué quiere decir «arréglalo»? ¡Haz un control!
–Eso es asunto tuyo. Arréglalo. No necesitas un control.
Justin respiró hondo, desesperado. Y miró a Yanni con ganas de estrangularlo.
– ¿Se trata de un problema de tiempo real? ¿O es un truco? ¿Un ejercicio que me has preparado?
–No, es tiempo real. Y mientras estás aquí de pie discutiendo, todavía están esperando la solución. Así que vamos. Lo has hecho bastante rápido. Quiero ver qué consigues ahora.
–¡Sé lo que me estás haciendo, mierda! ¡No se lo cargues a los azi!
–No digas eso —dijo Yanni. Y se dirigió a su oficina interna y cerró la puerta.
Justin se quedó inmóvil. Miró desesperado a Marge, ayudante de Yanni.
Marge lo miró con simpatía y agitó la cabeza.
Así que Justin volvió y se lo contó a Grant.
Y terminó el arreglo en tres días.
–Muy bien —dijo Yanni—. Espero que sirva. Tengo otro caso para ti.
X
—Forma parte de mi trabajo —dijo mamá, y Ari, que caminaba cogida de la mano de mamá, no porque fuera una niña pequeña, sino porque las máquinas eran muy grandes y las cosas se movían y todo era peligroso. Miró a su alrededor las cosas brillantes como el acero que llamaban tanques-útero, cada uno grande como un autobús y preguntó en una voz muy alta:
–¿Dónde están los bebés?
–Dentro de los tanques —respondió mamá. Una azi se acercó a ellas y mamá dijo—: Esta es mi hija, Ari. Va a mirar algunas de las pantallas.
–Sí, doctora Strassen —dijo la azi. Todos hablaban en voz muy alta—. Hola, Ari.
–Hola —aulló ella para contestar a la azi. Y se aferró de la mano de mamá, porque mamá estaba siguiendo a la azi por la larga fila. Y al final era sólo otro escritorio, con un monitor. Pero mamá dijo:
–¿Cuál es el más joven?
–El número diez tiene una semana.
–Ari, ¿puedes contar diez tanques? El que está cerca de la pared.
Ari miró y contó. Y asintió.
–Muy bien —dijo mamá—. Mary, echemos un vistazo. Ari, Mary nos va a enseñar el bebé que está dentro del número diez, aquí en la pantalla.