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Cyteen 1 - La Traicion
  • Текст добавлен: 26 октября 2016, 21:27

Текст книги "Cyteen 1 - La Traicion "


Автор книги: C. J. Cherryh



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Peggy llegó hasta Ollie, en el bar, se tambaleó cuando el avión pasó por un pequeño remolino de aire y luego se agachó y tomó un par de vasos.

Para Julia. Atrás, Julia y Gloria.

–¡Me has destrozado la vida! —le había gritado Julia en la terminal. Justo ante Denys, los azi y la Familia, que había ido a despedirlos. Mientras la pobre Gloria se quedaba allí, con la barbilla temblorosa y los ojos llenos de lágrimas. No era mala. Una niña que había tenido demasiado de casi todo, demasiado poco de las cosas importantes, y que miraba a la abuela que casi no había visto nunca y que probablemente buscaba señales de maldad en su persona. Gloria no tenía ni idea de cómo era el mundo al que se dirigía. No tenía ni idea de lo que significaba la disciplina de una nave o el cerrado mundo de acero de una estación de trabajo.

–Hola, Gloria —la había saludado ella, dominándose, tratando de no... Dios, nunca, no compararla con Ari, que tal vez oiría despegar un avión y lo identificaría con RESEUNE UNO. Nada más que eso.

Gloria había corrido al lado de su madre, que estaba a punto de desmayarse. Julia había conseguido que la partida tuviera un aire ridículo. Probablemente era bueno que viajaran con Seguridad de Reseune. No se podía confiar en que Julia no se escapara en Novgorod.

Irracionalmente aterrorizada por el transbordador, el vacío, los saltos, todas las cosas que involucraban la física que Julia nunca se había preocupado por aprender y que ahora consideraba poco seguras.

Lo lamento, cariño, ojalá pudiera construir una burbuja para ti donde las cosas fueran como tú deseas. Siento que esto se te venga encima.

Lo he hecho desde que naciste. Lo lamento, hija. De veras que lo siento.

Siento que vengas conmigo.

Ollie trajo las bebidas. Estaba pálido, pero se portaba bien, teniendo en cuenta las circunstancias. Jane consiguió sonreírle cuando él le dio la copa y él la miró fijamente mientras se sentaba a su lado con la suya en la mano.

Jane se tomó la mitad de la copa sin darse cuenta.

–Estaré bien —dijo y levantó el vaso—. Salud, Ollie. De vuelta al sitio de donde procedo. Por fin volvemos a casa.

Y luego, después de su segundo doble:

–Me siento como si tuviera veinte años de nuevo, Ollie, como si Reseune no hubiera existido.

O tal vez era que había conseguido olvidar esa parte de su vida.

IV

Fedra no estaba en la escuela de juegos. Nelly sí. Nelly era fácil de manejar. Sam pudo empujarla bien alto en el columpio. Nelly se preocupó, pero no iba a detenerlos porque sabía que entonces Ari se enfadaría, y Nelly no quería eso.

Así que Sam la columpió y ella columpió a Sam. Y treparon por la estructura metálica. Finalmente, Jan fue a buscar a Sam. Nelly estaba llevándola a casa cuando Denys fue al encuentro de los dos en el pasillo.

–Nelly —dijo Denys—. Seguridad quiere hablar contigo.

–¿Por qué? —preguntó Ari. De pronto, el miedo la asaltó denuevo. Seguridad y Nelly estaban tan lejos el uno del otro. Era como todo lo que sucedía últimamente. Había algo que no encajaba.

–Nelly —insistió Denys—. Haz lo que te digo.

–Sí, ser.

Y Denys, grandote, se arrodilló sobre una pierna y cogió a Ari de las manos, mientras Nelly se iba.

–Ari —le dijo—, ha sucedido algo grave. Tu mamá ha tenido que ir a hacerse cargo de una cosa. Ha tenido que irse.

–¿Adónde ha ido?

–Muy lejos, Ari. No creo que pueda volver. Vas a venir a casa conmigo. Tú y Nelly. Nelly se quedará contigo, pero va a tener que usar una cinta para no estar tan triste.

–¡Mamá va a volver!

–No creo, Ari. Tu mamá es una mujer importante. Tiene que hacer una cosa. Va... va tan lejos como puede llevarla una nave. Sabía que ibas a estar muy triste. No quería preocuparte. Me pidió que viniera y te dijera adiós. Dijo que vinieras a casa conmigo y vivieras en mi apartamento.

–¡No! —Adiós. Adiós era una palabra que mamá no decía nunca. Todo estaba mal.

Era un error. Ari se desprendió de las manos de Denys y corrió, corrió tan rápido como pudo, por los pasillos, atravesando puertas, hasta el apartamento. Denys no pudo atraparla. Nadie podía hacerlo. Corrió hasta que llegó a su puerta, a su casa; sacó la tarjeta llave de la blusa y la deslizó en la ranura.

La puerta se abrió.

–¡Mamá! ¡Ollie!

Corrió por las habitaciones. Miró por todas partes. Pero sabía que mamá y Ollie no se esconderían de ella.

Mamá y Ollie tampoco la dejarían. Algo malo les había pasado. Algo terrible les había pasado y el tío Denys le estaba mintiendo.

Las cosas de mamá y las de Ollie no estaban en el tocador ni la ropa en el armario.

Sus juguetes ya no estaban allí. Ni siquiera Poca-cosa o la estrella de Valery.

A Ari le resultaba trabajoso respirar. Era como si no hubiera aire suficiente. Oyó cómo se abría la puerta y corrió hacia la sala.

–¡Mamá! ¡Ollie!

Pero era una mujer de Seguridad; era alta e iba vestida de negro. Había entrado y no debería haberlo hecho.

Ari se quedó ahí de pie y la miró. La mujer también la miró. Esa mujer de uniforme, en la sala, esa mujer que no iba a irse.

–Cuidador —dijo Ari, tratando de portarse de forma valiente y adulta—, llama a la oficina de mamá. El Cuidador no contestó.

–¿Cuidador? Soy Ari. Llama a la oficina de mamá.

–El Cuidador está desconectado —dijo la mujer de Seguridad. Y era verdad. El Cuidador no había dicho nada al entrar aquella mujer. Todo estaba mal.

–¿Dónde está mi madre? —preguntó ella.

–La doctora Strassen se ha ido. Su guardián es el doctor Nye. Por favor, tranquilícese, joven sera. El doctor Nye está en camino.

–No lo quiero.

Pero se abrió la puerta y el tío Denys apareció allí, sin aliento, pálido. En el apartamento de mamá.

–No te pongas así —jadeó Denys—. Ari. Por favor.

–¡Fuera! —aulló Ari—. Fuera, fuera, fuera.

–Ari. Ari. Lo siento. Lo siento mucho. Escúchame.

–No, no lo lamentas. Quiero a mamá. Quiero a Ollie. ¿Dónde están?

Denys se acercó y trató de abrazarla. Ella corrió a la cocina. Allí había cuchillos. Pero la mujer de Seguridad se arrojó sobre el sillón, tomó a Ari en volandas y la estrechó contra su pecho, mientras la niña lloraba.

–Cuidado con ella —dijo Denys—. Cuidado. Siéntala.

La mujer la dejó en el suelo. Denys se acercó y la abrazó por el hombro.

–Llora, Ari. Está bien. Llora.

Ella jadeó mucho rato y finalmente logró respirar.

–Ahora vamos a casa —dijo Denys con amabilidad y le palmeó la cara y los hombros—. ¿Estás bien, Ari? No puedo llevarte. ¿Quieres que lo haga la oficial? No te hará daño. Nadie quiere hacerte daño. ¿Quieres que llame a los médicos?

Ir a casa,casa no era casa. ¿Qué les había pasado a todos?

Denys la tomó de la mano y ella caminó. Estaba demasiado cansada para resistirse. Apenas podía seguir al tío Denys. Éste la llevó hasta su apartamento, la sentó en el sillón y le pidió a su azi Seely que le preparara un combinado sin alcohol.

Ella se lo tomó, aunque apenas podía sostener el vaso entre las manos sin volcarlo. Temblaba mucho.

–Nelly se va a quedar aquí —dijo Denys, sentado al otro lado de la mesa—. Nelly será tuya.

–¿Dónde está Ollie? —preguntó ella, aferrando el vaso sobre la falda.

–Con tu mamá. Ella lo necesitaba. Ari respiró hondo. Si mamá había tenido que irse era bueno que ella y Ollie estuvieran juntos.

–Fedra también se fue con ellos —dijo Denys.

–¡Fedra no me importa!

–Pero quieres a Nelly, ¿verdad? Mamá te dejó a Nelly. Quería que Nelly te cuidara bien.

Ella asintió. Sentía un nudo muy grande en la garganta. Notaba que el corazón era diez veces mayor que su pecho. Le ardían los ojos.

–Ari, no sé mucho sobre cuidar a una niña de tu edad. Seely tampoco. Pero tu mamá envió tus cosas aquí. Tendrás tus propias habitaciones para ti y para Nelly, aquí mismo, ¿quieres verlas?

Ella negó con la cabeza y trató de no llorar. Trató de sentir mucha rabia.

Como mamá.

–No hablaremos de eso ahora. Nelly vendrá aquí esta noche. Estará un poco triste. Sabes que no debes entristecerla. Prométeme que te portarás bien con ella, Ari. Es tu azi y tienes que mostrarte amable con ella; en realidad debería quedarse en el hospital, pero ella está muy preocupada por ti y yo sé que tú la necesitas. Nelly vendrá a casa todas las noches después de sus sesiones, van a administrarle cinta, sabes, tienen que hacerlo porque está muy perturbada; pero te quiere y desea venir a cuidarte. Pero, óyeme bien, en realidad tú eres la que tiene que cuidarla. ¿Me entiendes? Puedes hacerle muchísimo daño.

–Lo sé —dijo Ari, porque realmente lo sabía.

–Muy bien. Eres una niña muy valiente. Ya no eres pequeña. Todo esto es muy, muy difícil... Gracias, Seely.

Seely le había traído un vaso de agua y una pastilla y estaba esperando que se la tomara. Seely no era nadie. No era como Ollie. No era bueno, no era malo, no era nada, sólo era un azi, día y noche. Y cogió el vaso y lo puso sobre la bandeja y le ofreció el agua.

–¡No quiero cinta! —dijo ella.

–No es ese tipo de pastilla —dijo el tío Denys—. Te calmará el dolor de cabeza .Te hará sentir mejor.

Ella no recordaba haberle dicho que le dolía la cabeza. Mamá siempre decía que no debía tomar las pastillas de otras personas. Y nunca, nunca, las de los azi. Pero mamá ya no estaba allí para decirle qué era lo que le estaban dando. Como Valery. Como sera Schwartz. Como todos los Desaparecidos. También habían atrapado a mamá y a Ollie.

Tal vez yo también pueda Desaparecer. Y encontrarlos.

Sera —dijo Seely—. Por favor. Ella cogió la pastilla de la bandeja. Se la puso en la boca y la engulló con el agua.

–Gracias —dijo Seely. Era tan suave que en realidad parecía no estar allí. Se llevó el vaso. Seely pasaba inadvertido.

El tío Denys se sentó, tan gordo que la silla cedió bajo su peso, con los brazos sobre las rodillas y la redonda cabeza triste y preocupada.

–Puedes saltarte la escuela de juegos durante unos días. Hasta que quieras. Ahora piensas que nunca más serás feliz. Lo sé. Pero ya pasará. Te sentirás mejor mañana mismo. Echarás de menos a tu mamá. Claro que la echarás de menos. Pero no te dolerá tanto. Todos los días será un poco mejor.

Ella no quería sentirse mejor. No sabía quién hacía que la gente desapareciera. Pero no era mamá. Podían ofrecerle lo que quisieran. Y ella seguiría sin creer lo que le decían.

Mamá y Ollie habían sabido que había problemas. Habían estado muy tristes y se lo ocultaron. Tal vez pensaron que podían arreglarlo y no lo lograron. Ella había presentido lo que pasaría y no había entendido.

Tal vez había un lugar al que iba la gente. Tal vez era como estar muerto. Uno se metía en problemas y Desaparecía en algún lugar de una forma que ni siquiera mamá podía dominar.

Así que sabía que ella tampoco podía dominarla. Tenía que provocarlos una y otra vez, eso era lo que debía hacer, provocarlos y meterse en problemas hasta que no quedara nadie. Tal vez era por su propia culpa. Siempre lo había sospechado. Pero cuando se quedaran sin gente a quien hacer desaparecer, ella descubriría lo que sucedía.

Y entonces tal vez pudiera irse ella también.

De pronto se sintió mal. No notaba las manos ni los pies, y le ardía el estómago.

Estaba en problemas. Pero Seely la cogió entre sus brazos y toda la habitación giró y se convirtió en el vestíbulo y en el dormitorio. Seely la dejó suavemente sobre la cama y le quitó los zapatos y la tapó con una manta.

Poca-cosa estaba junto a ella, sobre la colcha. Ari sacó la mano y lo tocó. No recordaba de dónde había sacado a Poca-cosa. Siempre había estado ahí. Ahora seguía estando ahí. Eso era todo. Y ahora Poca-cosa era lo único que le quedaba.

V

—Pobre niña —suspiró Justin y se sirvió vino en el vaso—. Pobre niñita, mierda, ¿no podían dejarla ir al aeropuerto?

Grant meneó la cabeza. Y bebió de su propio vino. Hizo un gesto con la mano como para advertirle que podía haber espías.

Justin se frotó los ojos. Nunca se olvidaba. Pero a veces le resultaba difícil tenerlo en cuenta.

–No es problema tuyo —dijo Grant—. No.

–Lo sé.

Eso, para los que los escucharan. Y nunca sabían, si estaban ahí, escuchando. Pensaron en formas de confundir a Seguridad, incluso pensaron en inventar un lenguaje sin relaciones gramaticales, con una sintaxis irregular yusar cinta para memorizarlo. Pero tenían miedo de despertar sospechas si empezaban a hablarlo. Así que usaban el sistema más fácil: la pizarra .Justin se estiró, la cogió y escribió: A veces me gustaría escaparme a Novgorod y conseguir un trabajo en una fábrica. Diseñamos cintas para hacer gente normal. Les damos confianza y tranquilidad y hacemos que se amen los unos a los otros. Pero los diseñadores están todos locos.

Grant escribió: Tengo una profunda fe en mis creadores y en mi supervisor. Eso me consuela.

Estás enfermo —dijo Justin, en voz alta.

Grant rió. Y luego se puso serio de nuevo, se inclinó y se apoyó en la rodilla de Justin. Los dos estaban sentados con las piernas cruzadas sobre el sofá.

–No entiendo el bien y el mal. Ya lo he decidido. Un azi no tiene derecho a manejar palabras como ésas, en el sentido cósmico. Pero para mí, tú representas todo lo bueno.

Justin se conmovió. Y los malditos destellos de cinta todavía lo molestaban. Incluso después de todos esos años, como un dolor antiguo, muy antiguo. Con Grant no importaba. Eso le proporcionaba una sensación de consuelo, como ninguna otra cosa. Puso la mano sobre la de Grant y la apretó levemente porque no podía decir nada.

–En serio —continuó Grant—. Estás en una posición muy difícil. Haces cuanto puedes. A veces, haces demasiado. Incluso yo puedo descansar. Tú deberías hacerlo.

–¿Qué puedo hacer sí Yanní me carga con...?

–No. —Grant le sacudió la rodilla—. Puedes negarte. Puedes dejar de trabajar tantas horas. Puedes trabajar en lo que quieres. Lo dijiste tú mismo, tú sabes lo que está haciendo. No le dejes darte esto también. Niégate. No te hace falta.

Había un bebé en proceso en Fargone, una réplica de un tal Benjamin Rubin, un hombre que vivía en las instalaciones tras una pared infranqueable y trabajaba en un laboratorio que había montado Reseune.

Eso daba a Defensa algo tangible que vigilar. Y Jane Strassen, cuando llegara, se convertiría en la madre de otro de los niños del proyecto.

Él lo sabía. Le daban las entrevistas de Rubin. Le dejaban diseñar las estructuras de las cintas. No se hacía ilusiones de que las usaran sin controles previos.

No ésas, al menos. Y eso representaba un alivio después de haber diseñado cintas que funcionarían sin controles durante un año.

–Es un grado de confianza, ¿no? —La voz sonó ronca, evidenciando la tensión que él había querido ocultar.

–Te pone otro peso sobre la espalda, un peso que no te conviene.

–Tal vez sea la oportunidad de hacer algo que valga la pena. Es un proyecto importante, ¿no? Es lo mejor que me ha pasado en mucho tiempo. Tal vez pueda hacer que la vida de Rubin sea, mejor. —Se inclinó hacia delante para servir más vino. Grant se movió antes y se le adelantó—. Al menos con Rubin fueron más compasivos. Su madre vive en la estación, la ve, tiene algo a lo que aferrarse.

Y los guardias que cuidaban a un Especial. Justin sabía todo eso. Un intelectual confuso, aislado, cuyos problemas de salud habían sido graves desde muy niño, cuya relación con su madre era excesiva y desesperada, cuyo cuerpo frágil había hecho que la salud fuera una obsesión para él, cuyas preocupaciones excluían totalmente la pasión adolescente, excepto por su trabajo. Pero nada, nada de lo que había dado forma a Ari Emory. Gracias a Dios.

–Puedo hacer algo —dijo Justin—. Voy a aceptar algún trabajo en psicología de ciudadanos. Me hará bien. Es otra metodología.

Grant frunció el ceño. Podían hablar de trabajo en casa, sin preocuparse por los monitores. Pero la conversación se estaba volviendo peligrosa, tal vez ya habían sobrepasado el límite. Justin ya no estaba seguro. Se encontraba exhausto. El estudio, pensó, lo sacaría del trabajo en tiempo real. Ahora sólo quería estudiar. Grant tenía razón ,nunca había estado preparado para manejar situaciones de problemas en tiempo real. Todo le preocupaba demasiado.

Yanni le había gritado:

–La empatía está muy bien en una entrevista. ¡Pero no tiene nada que hacer en una solución! ¡Acuérdate de a quién estás tratando!

Esto carecía de sentido para Justin. No estaba hecho para la psicología clínica. Porque si sentía el dolor en sí mismo, nunca podría resolver nada.

Incluso desde el punto de vista de Yanni, o el de Denys, porque era imposible que le hubieran encomendado esto sin que Denys, convenciera a Giraud, era lo más generoso que hubieran podido hacer por él, darle de nuevo un trabajo que significaba que Seguridad lo dejaría tranquilo, volvería a poner su carrera en un campo levemente diferente, en un trabajo muy parecido al de Jordan, le permitiría trabajar en un proyecto en el que podría hacerse una reputación. El trabajo CIUD era algo que los militares advertirían con facilidad y que no les daría una excusa para atacarlo. Tal vez limpiaría y beneficiaría a Jordan. Era una posibilidad, al menos.

Era un tipo de ultimátum, pensó Justin, un regalo que tal vez terminaría siendo lo contrario si él intentaba evitar el honor. Y tenía que pensar en eso, siempre. Incluso cuando le hacían favores.

VI

Ari se despertó con un cuerpo a su lado y recordó que se había despertado en mitad de la noche, cuando alguien se deslizaba en la cama junto a ella, y la abrazaba y le decía con la voz de Nelly:

–Estoy aquí, joven sera. Nelly está aquí.

Nelly estaba con ella por la mañana y mamá no, el dormitorio le resultaba desconocido y estaba en casa del tío Denys. Ari deseaba llorar o gritar o escaparse otra vez, correr y correr hasta que nadie pudiera encontrarla.

Pero se quedó quieta porque sabía que mamá se había ido de verdad. Y el tío tenía razón, estaba mejor que antes, pensando en el desayuno entre dos sentimientos sobre lo mucho que le dolía y lo mucho que deseaba que Nelly estuviera lejos y mamá con ella.

Pero tener a Nelly ya era algo. Le palmeó la cara hasta que Nelly se despertó. La azi la abrazó, le acarició el cabello y le dijo:

–Nelly está aquí. Nelly está aquí. —Y se echó a llorar.

Ari la abrazó .Y se sintió traicionada porque quería llorar, pero Nelly era azi y eso le haría daño. Así que fue sensata como le pedía mamá y le murmuró a Nelly que se calmara.

Nelly se calmó, dejó de sollozar y de jadear, se levantó y se vistió; y bañó a Ari, la peinó y la vistió con sus pantalones azules limpios y un suéter. Y la peinó con el cepillo hasta que el cabello se puso eléctrico y tieso.

–Tenemos que tomar el desayuno con ser Nye —dijo Nelly.

Eso estaba bien. Y fue un buen desayuno, en la mesa del tío Denys, donde había de todo. Ari comió. El tío Denys tomó dos porciones de todo y le dijo que ella y Nelly podían pasar el día en el apartamento hasta que Nelly tuviera que ir al hospital, entonces vendría Seely a cuidarla.

–Sí, ser —dijo Ari. Todo estaba bien. Nada estaba bien. Después de ayer, ya no le importaba quién estuviera con ella. Quería preguntarle al tío Denys dónde estaba mamá y adonde iba. Pero no lo hizo, porque de momento todo había vuelto a su cauce y ella estaba muy cansada.

Y si Denys se lo decía, de todas formas no sabría el nombre de ese lugar. En realidad sólo conocía Reseune.

Así que se sentó y dejó que Nelly le leyera cuentos. A veces lloraba sin razón. A veces, dormía. Cuando se despertó, Nelly le dijo que venía Seely para quedarse con ella.

Seely le daba todas las bebidas que pedía. Y puso el vídeo. Hizo todo lo que ella le pidió.

Ella le preguntó a Seely si podía salir a pasear y echar comida a los peces. Lo hicieron. Volvieron y Seely le preparó más bebidas y ella deseó que mamá estuviera allí para decirle que no debía tomar tantas. Así que se detuvo sola, pidió papel a Seely y se puso a dibujar.

Hasta que el tío Denys volvió y fue la hora de la cena y el tío Denys le habló sobre lo que haría al día siguiente y cómo le compraría todo lo que ella quisiera.

Ella pensó en muchas cosas. Quería una nave espacial con luces. Quería una chaqueta nueva. Si el tío Denys iba darle lo que quisiera, ya se le ocurrirían algunas cosas. Podía pensar en cosas muy caras que mamá nunca le habría dado.

Pero ninguna de esas cosas la haría feliz. Ni siquiera Nelly. Ahora que le daban cosas, se limitaba a tomarlas, y listo, pedía muchísimas para que les costara y pensaran que eso era importante para ella y que una estaba más contenta, pero ella no se olvidaba de la rabia. Nunca.

VII

Grant sudaba mientras esperaba en la oficina exterior de Yanni Schwartz, sin cita previa; sólo contaba con la buena voluntad de Marge para pasar por aquella puerta. Oyó que Yanni gritaba a su secretaria. No distinguía las palabras. Supuso que tenían que ver con las interrupciones y con Justin Warrick.

Estuvo a punto de levantarse e irse, en ese momento, a toda velocidad, porque se dio cuenta de que tal vez causaría problemas a Justin con esa visita. No estaba seguro de si Yanni podía sacudirlo lo suficiente para obligarle a contar algo que Grant quería guardar en secreto. Yanni era el tipo de ser humano con quien no le gustaba tratar, emocional y gritón, lleno de amenazas en cada movimiento. Los hombres que lo habían llevado al refugio en las colinas eran así. Giraud había sido así cuando lo sometió a psicotest. Grant se quedó allí sentado, esperando. Logró controlar el terror poniéndose en blanco y pensando en otra cosa hasta que Marge volvió y dijo:

–Te verá.

Él se puso en pie y se inclinó.

–Gracias, Marge.

Se encaminó hacia la oficina interior y hacia el gran escritorio y dijo:

–Ser, quiero hablar con usted de mi CIUD.

Como un azi. Justin afirmaba que Yanni podía ser bastante decente con sus pacientes. Así que adoptó estos modales y se quedó de pie muy callado.

–No estoy en consulta —objetó Yanni. Así que Yanni no le haría ningún favor. Grant abandonó la pose de dócil tonto, arrimó la silla y se sentó.

–Pero sigo queriendo hablar con usted, ser. Justin está aceptando el favor que usted le hace y yo creo que es un gran error.

–Un error.

–Sólo le dejara hacer el primer borrador, ¿no? ¿Y dónde dejará eso a Justin dentro de veinte años? En ninguna parte. Estará igual que ahora.

–Le proporciona práctica, cosa que él necesita mucho. Y tú deberías saber eso. ¿Tenemos que hablar de tu compañero? Ya conoces sus problemas. Yo no tengo por qué soportarlos por ti.

–¿Qué problemas cree usted que tiene?

Yanni había estado relajado. O casi. La mandíbula se cerró, el mentón se tensó, toda la pose cambió y se hizo agresiva cuando se inclinó sobre el escritorio.

–Tal vez sería mejor que hicieras que tu CIUD venga a hablarme. ¿Te ha enviado él? ¿O ha sido idea tuya?

–Idea mía, ser. —Estaba reaccionando, maldita sea. Le traspiraban las palmas de las manos. Odiaba esto. El truco era mantener al CIUD bien calmado—. Usted me atemoriza. No quiero hacer esto. Pero Justin no quiere hablarle, al menos no quiere decirle la verdad.

–¿Por qué no?

Aquel hombre no tenía momentos de calma.

–Porque, ser... —Grant respiró hondo y trató de no prestar atención a lo que pasaba en su estómago—. Usted es el único maestro que tiene. Si usted lo rechaza, no habrá nadie lo bastante bueno para enseñarle. Usted es como su supervisor. Él tiene que confiar en usted y usted está abusando de la situación. Me resulta muy difícil ver lo que ocurre.

–No estamos hablando de psicología azi, Grant. Tú no entiendes lo que pasa, no hablo a nivel operacional y estás en un terreno personal peligroso. Hablo de tu propio grupo mental. No te identifiques. Sabes lo que significa eso. Si no lo sabes...

–Sí, ser, me recomienda que use cinta. Sé lo que usted puede hacer. Pero quiero que me oiga. ¡Óigame! No sé qué tipo de hombre es usted. Pero veo lo que ha hecho. Creo que tal vez esté tratando de ayudar a Justin. En cierto modo, creo que lo ha ayudado. Pero él no puede seguir trabajando como hasta ahora.

Yanni gruñó como un motor que se apaga y lentamente se retrepó sobre la silla y lo miró por debajo de las cejas.

–Porque no está preparado para un trabajo de tiempo real. Lo sé. Tú lo sabes. Justin lo sabe. Pensé que tal vez se calmaría, pero no tiene el temperamento necesario para eso, no puede distanciarse lo suficiente. No tiene paciencia para el trabajo rutinario de diseño, la repetición lo vuelve loco. Es creativo, así que lo pusimos en el proyecto Rubin. Denys se lo consiguió. Yo lo apoyé. Es lo mejor que podemos hacer por él, ponerlo donde pueda desarrollar un trabajo teórico, pero no en ese maldito proyecto suyo, y él no quiere concentrarse en ninguna otra cosa. Sé muy bien que no quiere hacerlo. Es peor que Jordan: cuando se le mete una idea en la cabeza, no la suelta hasta que se pudre. ¿Qué respondes a esto? Porque es el proyecto Rubin o pudrirse en diseño rutinario, y no tengo tiempo para que un miembro de mi personal se tome tres semanas en un proyecto que debería haberse realizado en tres días.

Hasta ese momento, Grant había pensado que Yanni era el enemigo. Pero de pronto se sintió cómodo con él. Vio a un hombre decente que no acostumbraba a escuchar. Y que ahora estaba escuchando, a pesar de todo.

–Ser. Por favor. Justin no es Jordan. No trabaja como Jordan. Pero si le da una oportunidad, trabajará. Óigame, por favor. Usted no está de acuerdo con él, pero Justin está aprendiendo de usted. Usted sabe que un diseñador azi tiene conocimiento de aplicación. Yo soy Alfa. Puedo tomar un diseño, interiorizarlo y decir mucho sobre él. Trabajé con él en los diseños y puedo afirmar, puedo asegurarle que creo en lo que está tratando de hacer.

–Dios, esto es lo último que me faltaba.

–Ser, sé como se sienten sus diseños, lo he experimentado de una forma en que ningún CIUD podría hacerlo. Tengo el sistema lógico necesario.

–No estoy hablando de su habilidad. El ya ha resuelto sus problemas de rata en un laberinto. Eso ya está solucionado. Hablo de lo que pasa cuando sus grupos se integran en la psique CIUD. En segundas, terceras o cuartas generaciones. No queremos una población que se vuelva loca por el trabajo. No queremos personajes grises que enloquecen cuando no están frente a la línea de montaje. No queremos que aumente la tasa de suicidios cada vez que hay un fracaso en el trabajo o una caída de la economía. Hablamos de psicología CIUD, y ése es el campo en el que Justin flaquea más y en mi opinión es lo que debería estudiar durante diez o veinte años en lugar de provocar daños irreparables. Yo sé lo que se siente. Te diré que sé algo de psicología CIUD desde dentro, más veinte años en el campo, y supongo que un diseñador principiante puede darse cuenta de algo tan sencillo.

–Yo lo respeto por eso, ser. Se lo aseguro. Y él también. Pero sus diseños ponen... ponen alegría en un psicogrupo. No sólo eficiencia. Los diseños que usted afirma que causarían problemas son las cintas de recompensa. ¿No es cierto, ser, que cuando un azi tiene un niño CIUD y lo cría como CIUD, le enseña a través de la experiencia lo que él entiende de su psicogrupo? Y un azi con una de las pequeñas rutinas de Justin en algún lugar de sus grupos, incluso si no ha sido tan afortunado como yo, incluso si no está tan socializado, si no es Alfa ni tiene un compañero para toda la vida, encontraría tanto sentido a todo eso, tanto sentido que pensaría en su labor y sería un trabajador eficiente. Y estaría orgulloso de su cometido, ser. Tal vez todavía hay problemas, ser. Pero él llega al nivel emocional. Es la clave de los grupos lógicos. Es una interacción autoprogramable. Y eso es lo que nadie tiene en cuenta.

–Lo cual crea una serie de problemas estructurales básicos en los psicogrupos sintéticos. Hablemos de teoría. Tú eres un diseñador competente. Para ser muy directo: ya lo intentaron hace ochenta años.

–Lo sé.

–Y colgaron unos cuantos adornos en los psicogrupos y terminaron rodeados de neurosis. Comportamientos obsesivos.

–Usted mismo dice que él ha evitado eso.

–Y es autoprogramable, ¿te estás oyendo a ti mismo?

–Gusano —dijo Grant—. Pero benigno.

–En efecto, este tipo de teoría pertenece a la clasificación de gusano. ¡Dios mío! Si es autoprogramable, has creado un gusano y estás jugando con las vidas de la gente. Si no lo es, tienes un problema de acción retardada que va a aparecer en la segunda o tercera generación. Otro tipo de gusano, por así decirlo. Y no me interesa perder el tiempo investigando esta cuestión. Tengo un presupuesto que cumplir. Vosotros dos formáis parte del presupuesto de mi departamento y representáis un gran gasto sin ninguna justificación.

–Lo justificamos el año pasado.

–Y eso está matando a Warrick. ¿No es por eso que te estás quejando? No puede seguir produciendo a ese nivel. No lo tolera. Psicológicamente no lo tolera. Así que, ¿qué vas a hacer? ¿Llevar todo el peso tú mismo mientras Justin vive en las nubes, en algún lugar con los grupos de diseño que no funcionan y que no pienso dejarle instalar en algún pobre Experimental? ¡No!

–Yo haré el trabajo. Usted dele a él la libertad. Aligere ese peso. Un poco. Ser, dele una oportunidad. Tiene que confiar en usted. Nadie más puede ayudarlo. Es bueno. Yo sé que lo es.

–Y se está desperdiciando, mierda.

–¿Qué estaba usted haciendo al principio? Le enseñaba mientras estudiaba sus diseños. Haga eso por él. Aligere el peso un poco. Haremos el trabajo. Pero no lo presione tanto, porque él acarreará todo el trabajo si piensa que alguien está sufriendo. No podrá evitarlo, él es así. Denos problemas que podamos resolver y lo haremos bien. Justin tiene un talento de integración capaz de obtener más de un genotipo que cualquier otro porque llega al nivel emocional. Tal vez sus ideas no funcionen, pero todavía es un estudiante. Usted no sabe hasta dónde puede llegar. Dele una oportunidad.

Yanni lo miró largo rato, perturbado, triste, ruborizado y mordiéndose el labio.

–Eres un buen vendedor, hijo. ¿Sabes cuál es el problema de Justin? Ari tomó a un chico vulnerable con una idea que era realmente brillante para un muchacho de diecisiete años, lo alentó, lo halagó, lo llenó de esa porquería y se lo llevó a la cama con trucos psicológicos. ¿Sabes eso?

–Sí, ser. Lo sé.

–Hizo un buen trabajo en él. Él cree que es brillante. Cree que tiene más de lo que es cierto, y no le haces bien alimentándole la ilusión. Es brillante, pero no llega a la altura de genio. Estaría muy bien en el proyecto Rubin. Ya he visto lo que puede hacer y he depositado grandes esperanzas en ese chico. Lo respeto mucho. No me gusta alimentar una falsa ilusión. Me he pasado la vida tratando de hacer gente normal y me pides que le siga la corriente en la falsa ilusión mayor de toda su vida. Eso no me gusta, Grant. No sabes hasta qué punto me repugna.


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