Текст книги "Cyteen 1 - La Traicion "
Автор книги: C. J. Cherryh
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Научная фантастика
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–Me estoy dirigiendo a un hombre que es lo más cercano a un supervisor que tiene Justin; el hombre con el que discutió para lograr que lo ayudara, el que va a tomar un talento que alguien ahogó y terminar de matarlo porque cansa al maestro. ¿Qué tipo de hombre es ése?
–Vete a la mierda.
–Sí, ser. Insúlteme todo lo que quiera. Estoy hablando de Justin. Él confía en usted, y puedo asegurarle que no confía en mucha gente. ¿Va a insultarlo a él porque está tratando de hacer algo que usted considera un fracaso?
Yanni se mordió el labio.
–Tú eres uno de los de Ari, ¿verdad?
–Usted sabe que sí, ser.
–Mierda. Hizo un buen trabajo. Me recuerdas a ella. Después de todo lo que pasó.
–Sí, ser. —Dolía. Grant pensaba que Yanni lo había dicho para que le doliera.
Pero Yanni suspiró y agitó la cabeza.
–Ya he tomado una decisión. Lo voy a destinar al proyecto. No le mandaré excesivo trabajo, lo cual significa que tú tendrás mucho que hacer, ¿me entiendes?
–Sí, ser.
–Y si hace sus malditos diseños, los voy a romper. Y le enseñaré lo que pueda. Todo lo que pueda. ¿Ha resuelto sus problemas con la cinta?
–No tiene problemas con la cinta, ser.
–Si estás en la misma habitación mientras lo hace. Eso dice Petros.
–Así es, ser. ¿No cree que tiene sus razones?
–No. No... Mira, Grant. Respeto lo que estás haciendo. Me gustaría tener una docena de azi como tú. Por desgracia, no eres un ítem de producción.
–No, ser. Justin, tanto como Ari y Jordan, tuvo su parte en la producción de mis psicogrupos. Pero usted puede analizarlos si quiere.
–Eres estable, ¿eh? Muy bien, muy bien, bravo. —Yanni se puso en pie y dio la vuelta al escritorio mientras Grant se ponía en pie, confuso. Y Yanni le puso la mano en el hombro y le dio la mano—. Ven a verme si te parece que la situación se te escapa de las manos, Grant.
Eso lo conmovió sobre todo porque antes dudaba de la buena voluntad de aquel hombre.
–Sí, ser —dijo. Si Yanni había dicho la verdad, Justin le daría cuanto estuviera en su mano sin pedirle nada a cambio. Cualquier información que Yanni no pudiera encontrar en la biblioteca o en el laboratorio.
–Fuera —rezongó Yanni con brusquedad—. Vete.
Como un azi, simple, de igual a igual. Cuando sabía que Yanni estaba muy triste por lo de Strassen y por todo lo que estaba pasando y que había elegido el peor de los momentos para ir a verlo.
Salió con una sinceridad en el saludo que no había sentido con nadie excepto Jordan y Justin, y que recordaba como algo muy lejano en el tiempo.
Y con una angustia por lo que podría haber hecho con esa visita, presionando lo que sabía que era una tolerancia delicada de la Casa hacia Justin en un momento delicado y con un equilibrio delicado en la mente del mismo Justin. Cuando decidió ver a Yanni, no sabía si Justin lo perdonaría o no, o si él quedaría en posición de merecer el perdón.
Así que allí era donde tenía que ir ahora.
—¿Que has hecho qué? —exclamó Justin con una voz que le salía desde las entrañas; y sintió un doble golpe, porque Grant reaccionó como si él le hubiera pegado, se encogió, volvió la cara y se dio la vuelta de nuevo y lo contempló inerme, sin ninguna de las defensas que Grant siempre tenía a mano.
Eso lo tranquilizó. No había forma de gritar a Grant. Grant había actuado porque su propio comportamiento lo había obligado a adoptar el papel de protector. No había tenido en cuenta lo que indicaban sus conocimientos sobre los azi, el peor error de un supervisor de Alfas, y se había apoyado en Grant durante años tanto como había necesitado.
Grant portándose como un azi con él. Era culpa suya, de nadie más.
Se inclinó y palmeó el hombro de Grant y se calmó todo lo que pudo, pero estaba lleno de adrenalina y apenas podía respirar, tanto por lo que le había hecho a Grant como por el hecho de que Grant tal vez lo había perdido.
Bien. No era culpa de Grant. Todo estaría bien si Grant no había llamado la atención de Giraud una vez más. Volver con Yanni y tratar de recuperarlo todo sin la emoción que desde el punto de vista de Yanni terminaría el trabajo de Grant.
Quería sentarse un momento. Pero no podía. Tenía que impedir que Grant se diera cuenta de lo mal que se sentía.
–Yanni no se ha enfadado —murmuró Grant—. Justin, no se ha enfadado. No. Me ha prometido que no nos daría tanto trabajo.
Justin volvió a palmearlo en el hombro.
–Mira, estoy seguro de que todo irá bien. Y si no, yo lo arreglaré. No te preocupes.
–¿Justin?
Había dolor en la voz de Grant. Su culpa. Como la crisis.
–Yanni me va a sacar los ojos por haberte empujado a hacerlo —dijo—. Y está bien, es justo. Grant, no tienes que protegerme. Estoy bien. No te preocupes.
–Basta. —Grant lo aferró por los hombros y le obligó a darse la vuelta. Frente a frente ahora—. No te pongas en plan supervisor conmigo. Sabía lo que hacía.
Justin lo miró fijo.
–No soy tonto, Justin. Si quieres, pégame. Pero no me sometas a esa rutina de «tranquilo, tranquilo». —Rabia. Simplemente, rabia. Justin se impresionó. Era una salida cuando él había pensado que no había ninguna. Estaba temblando cuando Grant le soltó el brazo y le puso la mano junto a la mejilla—. Señor Justin, ¿qué estás pensando?
–Que me apoyo demasiado en ti.
–No. Ellos se apoyan demasiado en ti. Y se lo dije a Yanni. No soy de plástico. Sé loque hago. ¿Qué has estado haciendo todos estos años? Antes éramos compañeros. ¿Qué crees que soy ahora? ¿Uno de los casos de locura que resuelves? ¿O qué?
Ari, ésa era la respuesta obvia. Grant lo estaba desafiando. Y Justin se quedó helado.
–Un muñeco, ¿no?
–Basta, Grant.
–¿Y qué?
–Tal vez... —Justin recuperó el aliento y se volvió—. Tal vez es el orgullo. Tal vez es porque toda mi vida me han enseñado que yo era el más fuerte. Y sé que he estado derrotado durante años. Y que me apoyé en ti. Mierda. Me siento culpable por eso.
–Es otro tipo de presión —dijo Grant—. La mía no puede venir de ningún otro lado. Solamente de ti. ¿No lo sabes, ser humano?
–Bueno, yo te empujé a la oficina de Yanni.
–Dame una oportunidad, amigo. No soy un robot. Tal vez mis sentimientos son de plástico, pero son de lo más reales. Si quieres gritarme, grítame. No me hagas ese numerito de supervisor.
–¡Entonces, no actúes como un maldito azi!
Justin no podía creer que hubiese dicho esto. Se quedó ahí, de pie, inmóvil. Y Grant también, durante un instante. Con aquellas palabras colgando en el aire entre los dos.
–Bueno, soy azi —sentenció Grant luego, encogiéndose de hombros—. Pero no tengo la culpa. ¿Y tú?
–Lo siento.
–No, adelante. Maldito azi todo lo que quieras. Prefiero ser eso que ver cómo te lo guardas. Trabajas hasta el agotamiento, te estás comiendo a ti mismo, y un psicogrupo aberrante de otro azi te mandará del otro lado. Así que soy todo lo maldito azi que quieras. Me alegra que te protejas un poco a ti mismo. Ya era hora.
–Dios, no me psicoanalices.
–Lo lamento, no puedo evitarlo. Gracias a Dios, sólo tengo un ser humano por el que preocuparme. Dos me llevarían directo al hospital. Malditos humanos. Causan miles de problemas. Tenías razón con respecto a Yanni. Es bastante razonable con los azi. Sólo se descarga con los otros seres humanos y lo suelta todo. La pregunta es si estaba diciéndome la verdad. Pero si te tranquilizas y me escuchas, te diré que el hecho de que no puedas manejar los problemas de tiempo real no constituye una novedad para él. Sólo le señalé que estabas perdiendo el tiempo en el proyecto Rubin y que si quería que trabajaras motivado, haría bien en permitir que realices tus diseños en tu tiempo libre. Y se lo debes. No creo que haya sido tonto hacer eso.
Espías, pensó Justin con un sobresalto, y recorrió la conversación hacia atrás, con pánico, tratando de recordar qué habían dicho.
Hizo un gesto a Grant para que tuviera cuidado y Grant asintió.
–Lo lamento —dijo Justin después, más tranquilo. Y mientras tanto, deseaba encontrar un lugar oscuro donde esconderse. Pero Grant estaba bien. Grant estaba bien, con una dignidad que él no lograba aparentar—. Grant... son reacciones a las cosas... Pensamiento contradictorio. Tienes que entender.
–Eh... —dijo Grant—. Yo no entiendo. Me maravilla. El número de niveles ante el que podéis reaccionar es realmente sorprendente. El número de cosas que podéis creer al mismo tiempo es increíble. No lo entiendo. Podría pasarme días pensando en esta reacción y probablemente todavía perdería algunos matices.
–Es muy simple. Estoy aterrorizado. Pensé que sabía dónde estaban las cosas y, de pronto, tú te me confundes. Así que todo pasó a formar parte de valores en oposiciones absolutas. Los hombres son realmente lógicos.
–¡Señor! La vida sería tan aburrida si no hubiera seres humanos. Me pregunto en qué lío estaba Yanni cuando me dirigí a él. Eso es suficiente como para preocuparte.
–¿Estaba tranquilo?
–Mucho.
–Entonces, tienes la sartén por el mango, ¿no?
–Tenemos que aprender a no agitaros a vosotros, los hombres. Creo que deberían poner eso en las primeras cintas. «Los seres humanos excitados pasan a grupos programables alternados. Todos los seres humanos están locos. Y todos odian a sus alter egos.» Esa es toda la clave del comportamiento CIUD.
–No estás muy equivocado.
–A la mierda. He estudiado por endocrinas durante años. Realmente, estoy sorprendido. Lo hice directamente. Opiniones duales y triples. Tengo que decir que prefiero mi psicogrupo natural. Mi psicogrupo natural, gracias. Mucho más fácil para el estómago. ¿Quieres ir a almorzar?
Justin miró a Grant, a Grant con las ventanas abiertas de nuevo, con esa sonrisa irónica, leve, que era su forma de desafiar al destino, al universo y a la Administración Reseune. Durante un momento, se sintió afortunado y aterrorizado.
Como si por primera vez todo lo que se le había estado escapando se hubiera detenido y temblara en el punto exacto en que tal vez podía volver atrás.
–Claro —dijo—. Claro. —Tomó el brazo de Grant y lo llevó hasta la puerta—. Si puedes hablar con Yanni Schwartz, podrías alquilarte por horas. Probablemente todos en el Ala solicitarían tus servicios.
–Ah, ah. No. Tengo un empleo fijo, gracias.
La gente los miraba. Justin soltó el brazo de Grant. Y se dio cuenta de que la mitad del Ala debía de haberlo oído gritarle. Y lo estaban mirando para ver señales de afectación.
Eran una fuente de chismes por miles de razones. Y ahora había una nueva.
Eso también llegaría a oídos de Yanni.
VIII
Había cosas nuevas cada día. Nelly llevó a Ari a la tienda en el Ala Norte y volvieron llenas de paquetes. Era divertido. Compró cosas para Nelly, y ella estaba tan contenta que Ari se sentía bien de verla con un traje nuevo, tan bonita y orgullosa.
Pero Nelly no era mamá. Al principio le gustaba que Nelly la abrazara, pero Nelly era siempre Nelly, no había más, y de pronto una noche se sintió muy vacía cuando Nelly la abrazó.No se lo dijo a Nelly porque la azi le estaba contando un cuento. Pero después de eso fue cada vez más difícil soportarla cuando la tenía en brazos, ahora que mamá se había marchado. Así que se movía de un lado a otro y se sentaba en el suelo para oírla contarle cuentos, al parecer Nelly estaba conforme.
Seely era nadie. A veces Ari se burlaba de él, pero Seely nunca se reía. Y eso era muy molesto. Así que ella lo dejó tranquilo excepto cuando quería pedirle una bebida o una galletita. Y le daban más cosas de las que a mamá le hubiera gustado. Así que trató de ser buena y no pedir, y de comer verduras y no tomar demasiado azúcar. No es bueno para ti, decía mamá. Y todo lo que decía mamá era algo que ella trataba de recordar ahora y de seguir haciendo, porque cada cosa de mamá que se olvidara era como olvidarla a ella. Así que comía las malditas verduras y se le hacía un nudo en la garganta porque algunas eran horribles, mezcladas con una pasta cremosa. Aj. Le daban ganas de vomitar. Pero lo hacía por mamá y la ponía tan triste y tan furiosa al mismo tiempo que quería llorar.
Pero si lloraba iba a su habitación y cerraba la puerta y se secaba los ojos y se lavaba la cara antes de salir de nuevo, porque no quería hacer pucheros.
Le hubiese gustado tener alguien con quien jugar, pero no quería que fuera Sam. Sam la conocía demasiado. Sam debía de saber lo de mamá. Y ella le pegaría en la cara, porque no podía aguantar que la mirara con esa expresión suya y no demostrara nada.
Así que cuando Nelly le preguntó si quería volver a la escuela de juegos, dijo que volvería si Sam no estaba allí.
–Entonces no sé quién podrá ir —objetó Nelly.
–Pues iré yo sola —declaró ella—. Vamos a hacer gimnasia. ¿De acuerdo?
Así que Nelly la llevó. Y dieron comida a los peces y jugaron en el arenal, pero ya no era divertido ahora que estaba sola, y Nelly no era buena para construir edificios. Así que echaron comida a los peces y pasearon y jugaron en el patio y en el gimnasio.
Hubo estudio con cinta. Y muchos de los mayores hicieron lecciones con ella. Aprendió muchas cosas. Se quedaba allí de noche con la cabeza tan llena de cosas nuevas que tenía problemas para pensar en mamá y en Ollie.
El tío Denys tenía razón. Dolía cada vez menos, día tras día. Eso era lo que la asustaba. Porque si no dolía, resultaba difícil seguir estando furiosa. Así que se mordió el labio hasta que le sangró y trató de seguir sintiendo lo mismo.
Hubo una fiesta de niños. Allí vio a Amy, que corrió a esconderse detrás de sera Peterson y se portó como un bebé. Ari recordó la razón por la que había querido pegarla. El resto de los chicos la miraba mucho y sera Peterson les dijo que tenían que jugar con ella.
No les gustaba. Ella se daba cuenta. Estaban Kate, Tommy, un chico llamado Pat y Amy, que lloraba y hacía pucheros en un rincón. Sam también estaba allí. Sam se separó del grupo se le acercó y le dijo: «Hola, Ari.» Sam era el único amistoso. Así que ella le respondió: «Hola, Sam.» Hubiera querido volver a casa; pero Nelly se había ido a la cocina a tomar el té con los azi de sera Peterson y Nelly sí se lo estaba pasando bien.
Así que ella fue y se sentó y jugó con los demás, un juego de dados y se movían fichas sobre un tablero que representaba el espacio de la Unión. Había que conseguir dinero. De acuerdo. Ella jugó y todos empezaron a discutir, a reírse y a bromear. Pero Amy no. Todos se gastaban bromas, pero a ella no. No importaba. Aprendió el juego. Empezó a ganar dinero. Sam era el más afortunado con los dados, pero se guardaba demasiado el dinero y Tommy era demasiado descuidado.
–Te venderé una estación —dijo ella. Y Amy la compró por casi todo lo que tenía. Así que Amy cargó con mucho y Ari con menos. Y lo que Amy había comprado estaba casi en el borde de todos modos. Así que Ari consiguió más dinero y Amy se puso furiosa. Y nadie quería comprar la estación de Amy, pero Ari le ofreció comprarla de nuevo, por menos de lo que Amy pedía.
Amy aceptó y compró barcos. Y Ari aumentó un poco los precios.
Amy hizo pucheros. Y muy pronto se vio metida otra vez en problemas, porque Ari seguía venciéndola; usaba su propio dinero para comprar naves de carga y mantener un excedente de las únicas cosas que Amy podía conseguir, porque la estúpida seguía recurriendo a las estaciones de Ari en lugar de acercarse a las de Tommy. Amy quería pelear. Amy consiguió una batalla. Pero Ari no quería que Amy perdiera mucho y echara a perder el juego, así que le dijo a Amy lo que tenía que hacer.
Amy se enfadó y volvió a hacer pucheros.
Tampoco le aceptó el consejo.
Así que Ari la acorraló y se llevó todas las naves de Amy menos una. Luego la última. Para entonces ya había encontrado la forma de ganar. Pero todos los demás estaban tristes y ya nadie gastaba bromas, y Amy se fue de la mesa llorando.
Nadie dijo nada. Todos miraban a Amy. Todos la miraban como si no quisieran que estuviera ahí. Ari iba a ganar. Pero Sam no lo sabía. Así que ella dijo:
–Sam, quédate con mis fichas.
Y se fue y buscó a Nelly en la cocina y le dijo que quería volver a casa. Entonces Nelly la miró preocupada y dejó de divertirse con Corrie y se fueron a casa.
Ella estuvo triste el resto del día, y sola. Y furiosa. Y eso estaba bien. Entonces recordó a mamá. Y echó de menos a Ollie. Hasta a Fedra.
Y pensó que si Valery hubiera estado allí, no habría sido tan estúpido como los demás.
–¿Qué pasa? —le preguntó el tío Denys esa tarde. Le habló con mucha dulzura—. Ari, querida, ¿qué ha pasado en la fiesta? ¿Qué te han hecho ?
Ella podía hacerlos desaparecer si decía que habían discutido con ella. Tal vez los harían desaparecer de todos modos. No estaba segura. Al menos Amy y Kate todavía estaban por ahí, aunque fueran estúpidas.
–Tío Denys, ¿adonde fue Valery?
–¿Valery Schwartz? Su mamá fue trasladada. Se fueron, eso es todo. ¿Todavía te acuerdas de Valery?
–¿Puede volver?
–No lo sé, querida. No creo. Su mamá tiene trabajo. ¿Qué ha pasado en la fiesta?
–Me aburría. No son divertidos. ¿Adónde fueron mamá y Ollie? ¿A qué estación?
–A Fargone.
–Voy a mandar una carta a Ollie y a mamá. —Había visto cartas en la oficina de mamá. Nunca había pensado en escribir una. Pero pensó que el mensaje llegaría a la oficina de mamá donde estuviera. En Fargone.
–Sí, seguro que eso les gustará mucho.
A veces pensaba que mamá y Ollie no estaban en ninguna parte. Pero el tío Denys hablaba como si estuvieran en algún sitio. Así que bueno, eso la consolaba, pero se preguntaba la razón por la que mamá no la llamaba por teléfono.
–¿Se puede llamar a Fargone?
–No —dijo el tío Denys—. Es más rápido en una nave. Una carta llega más rápido que una llamada telefónica. Tarda meses, no años.
–¿Por qué?
–Dices hola y eso tarda veinte años en llegar; y ellos dicen hola y tarda otros veinte años. Y luego tú dices tu primera frase y no la oyen hasta el cabo de varios años. Podrías tardar cientos de años en tener una conversación. Por eso las cartas son más rápidas y más baratas, por eso no se usan radios ni teléfonos entre dos estrellas. Las naves pueden llevar cualquier cosa, porque viajan más rápido que la luz. Hay más complicaciones, claro, pero no necesitas saber todo eso para mandarle una carta a mamá. Es muy lejos. Y una carta es el mejor sistema.
Ella nunca había entendido lo lejos que era. No cuando había naves que saltaban por un tablero.
Se sintió fría y sola. Y fue a su habitación y escribió una carta.
La rompió muchas veces porque no quería que mamá se preocupara de que ella se sintiera tan mal. No quería decir: Mamá, los chicos no me quieren y estoy sola todo el tiempo.
Dijo: Te echo mucho de menos. También a Ollie. No estoy enfadada con Fedra. Quiero que tú y Ollie volváis. Fedra también. Me voy a portar bien. El tío Denys me da demasiadas galletitas, pero yo me acuerdo de lo que me dijiste y no como muchas. No quiero ponerme gorda. No quiero ser hiper, tampoco. Nelly es muy buena conmigo. El tío Denys me da su tarjeta de crédito y le compro muchas cosas a Nelly. Compré una nave espacial y un coche y rompecabezas y cuentos en cinta. Y una blusa roja y blanca y botas rojas. Quería una negra pero Nelly dice que es para los azi hasta que sea mayor. Las niñas no van de negro, dice Nelly. Podría ponerme una negra, pero a veces hago lo que me dice Nelly. Obedezco a todo el mundo. He visto a Amy Carnath hoy y no le he pegado. Todavía llora por todo. Estudio mis cintas. Sé matemáticas y química. Sé geografía y astrografía y voy a estudiar sobre Fargone porque tú estás ahí. Quiero ir a Fargone si tú no puedes volver. ¿Hay niños en Fargone?¿Tienes una bonita casa? Dile al tío Denys que me deje ir.O que tú quieres venir. Me voy a portar muy bien. Te quiero. Quiero a Ollie. Voy a darle esto al tío Denys para que te lo envíe. Dice que tardará mucho tiempo en llegar y que tu carta tardará mucho, así que, por favor, escribe enseguida. Creo que tendré que esperar por lo menos un año. Entonces ya tendré ocho años. Si le dices al tío Denys que me deje ir pronto, supongo que tendré nueve. Dile que me deje llevar a Nelly también. Tendrá mucho miedo, pero yo le diré que todo está bien. No me asusta saltar. No me asusta ir sola. Hago muchas cosas sola ahora. Al tío Denys no le importa. Sé que si tú se lo dices, me dejará ir. Te quiero.
IX
Florian llegaba tarde otra vez.Había un atajo entre el 240 y el 241 y lo tomó. Corrió entre dos grupos de mayores y dio media vuelta para inclinarse y murmurar:
–Perdonen, por favor.
Luego volvió a girar y echó a correr a toda velocidad a través del camino hacia Seguridad.
–Lo siento mucho —jadeó al llegar al escritorio dentro del Cuadrángulo Uno. Estaba tratando de tranquilizar su respiración cuando le dio el vale al azi que estaba en el escritorio. El hombre examinó el vale y lo insertó en la máquina.
–Azul a blanco a marrón —dijo—. Cambio en marrón. Instrucciones allí.
–Sí —dijo Florian, y miró hacia donde señalaba el hombre. El azul empezaba en aquella puerta y se encaminó hacia allí, no corriendo pero sí muy apurado.
Sabía que todavía era muy tarde cuando llegó a marrón. El azi a cargo lo estaba esperando.
–Lo siento —dijo él—. Soy Florian AF-9979. El hombre miró por encima del hombro y dijo:
–Tamaño 6M, vestuarios en la pared, ve a cambiarte. Date prisa.
–Sí —dijo él y fue hasta el cubículo, buscó el 6M, sacó el paquete de plástico y lo arrojó sobre el banco mientras se desnudaba. Se puso el uniforme negro, se sentó con rapidez para quitarse los calcetines y ponerse las sandalias, luego colgó el uniforme AG sobre las perchas junto a uniformes de todos los tamaños y colores. Estaba tan nervioso que casi se olvidó de su nueva tarjeta llave, pero la sacó de su otro mono y se la puso en el negro, luego se pasó una mano por el cabello y salió, dándose prisa.
–Por el pasillo —indicó el azi con la pizarra—. Marrón a verde. ¡Corre!
Florian corrió. Y siguió los pasillos hasta que encontró una puerta marcada con verde en marrón. En el interior, un gimnasio. Se dirigió a toda velocidad hacia un hombre con una pizarra y otra joven, vestida como él, con un mono negro. Era una chica. Se impresionó, pero a la altura del estómago; reaccionó ante el supervisor e hizo una pequeña reverencia.
–Siento llegar tarde, ser.
El supervisor lo miró lo suficiente como para preocuparlo y él no se atrevió a mirar de nuevo a la chica que estaba allí como él, para encontrarse con su compañero para esa asignación, estaba seguro.
Luego el supervisor hizo una marca en su pizarra y dijo:
–Florian, ésta es Catlin. Catlin será tu compañera.
Florian miró a la chica de nuevo y el corazón le latió en el pecho. Era un error. Tenía que ser un error. Había llegado tarde. Tenía una compañera, una mujer. Se suponía que iba a cambiar de litera y que iba a dormir con su compañero. Pero estaba equivocado. No sabía dónde iba a dormir.
Quería volver a sus clases. Se había preocupado con la nueva Asignación a pesar de que su supervisor le había dicho que podía hacer AG en sus horas de Rec. Quería...
Pero la chica lo preocupaba. Parecía...
Era rubia, de ojos azules, una cicatriz en el mentón. Era más alta que él, pero eso no era raro. Tenía la cara delgada, muy seria. Él pensó que la había visto antes. Ella lo miró de forma poco educada, de frente. Luego se dio cuenta de que había estado haciendo lo mismo.
–Catlin —dijo el supervisor—, sabes cómo se va desde aquí. Acompaña a Florian a Armamento, habla con el supervisor de allí.
–Sí, ser —dijo ella y Florian estuvo a punto de pedirle al supervisor que comprobara si había algún error, pero había llegado tarde, había empezado mal con ese hombre y no sabía por qué estaba tan confuso, pero sentía pánico. Catlin ya se iba. Él la alcanzó cuando la joven azi se dirigió hacia otra puerta detrás de las colchonetas colgadas al final del gimnasio. Usó la tarjeta llave, mantuvo la puerta abierta para que él pasara y entraron en otra gran habitación de cemento.
Luego, por unas escaleras, hacia abajo. Y a otra habitación de cemento.
–¿Tengo una Asignación con litera? —preguntó finalmente, detrás de ella.
Ella lo miró mientras subía por las escaleras y él la alcanzó en el largo pasillo al final de los escalones.
–22. Como yo —dijo ella—. Vamos con mayores. Los compañeros duermen juntos, dos y dos.
Florian estaba impresionado. Pero ella parecía controlar la situación y no estaba asustada. Así que avanzó junto a ella, preguntándose si los ordenadores habrían cometido un error y si deberían haberle administrado cinta para explicar todo eso y ayudarle a no cometer errores. Tendría que hablar al supervisor del lugar adonde iban, pensó.
Desembocaron en otro sitio. Catlin abrió y había un supervisor sentado ante un escritorio.
–Ser —se presentó Catlin—. Catlin y Florian, ser.
–Tarde —comentó el supervisor.
–Sí, ser —dijo Catlin.
–Es por mi culpa —se disculpó Florian—. Ser...
–Las excusas están de más. Os han asignado a Seguridad. Id a Armamento y llevaos lo que podáis necesitar. Y los dos estaréis bien. Muy bien. Quince minutos para reunir el equipo. Iréis a comer, tendréis la noche para organizares, pasaréis una Habitación mañana por la mañana. Es un curso de una hora, podéis hablar de ello. Esperamos que habléis. Podéis iros.
–Yo... —murmuró Florian—. Ser, tengo que alimentar a los cerdos. ¿Se supone que tengo que haber hecho cinta sobre esto? No la hice.
El supervisor lo miró fijamente a los ojos.
–Florian, harás AG cuando no estés trabajando para Seguridad. Ésa es tu Asignación ahora. Puedes ir a AG en tu tiempo de Rec. Cuatro horas de Rec por cada Habitación pasada con éxito. No hay cinta para esto. Levantarse a las 0500, ejercicios a las 0530, desayuno a las 0630, luego cinta, Habitación o Rec, lo que señale el horario; almuerzo cuando podáis llegar, seguid el horario; cena a las 2000, seguid el horario; en las literas a las 2300 la mayoría de las noches. Si tenéis algún problema, hablad con el instructor. Catlin lo sabe. Pregúntale a ella.
–Sí, ser. —Florian jadeaba, pensando: ¿Y Andy?¿Y los cerdos? Dijeron que podía ir a AG.Y como el supervisor había contestado y él tenía mucho miedo de que ésa fuera realmente la asignación, alcanzó a Catlin.
Era una habitación de Armamento, como en el juego que conocía. Su antiguo supervisor había dicho que era una Asignación, que habría Habitaciones, todo eso lo sabía; sería como las Habitaciones que había pasado antes y después de eso sería más Seguridad que AG.
Pero no le parecía bien. Se suponía que iba a dormir con una chica. Lo habían puesto en un lugar que ella conocía y él no. Iba a cometer más errores. Siempre le habían dicho que un supervisor nunca se negaba a contestar a un azi, pero el que habían visto le había hecho pensar que ya estaba cometiendo errores.
Como llegar tarde, para empezar.
Llegó a la habitación de Armamento detrás de Catlin; sabía que iba a ser una Habitación del tipo de las de Seguridad, y no le impresionó mucho ver que había revólveres y cuchillos sobre la mesa de herramientas, pero no quiso tocarlos y el estómago le dio un vuelco cuando vio que Catlin cogía un revólver. Él cogió pinzas y un testerde circuitos; Catlin eligió un trozo de cable fino y él examinó la bandeja de recambios, escogió varias cosas y se las colocó en el bolsillo ordenadas por categorías.
–¿Electrónica? —preguntó ella.
–Sí. ¿Militar?
–Seguridad. ¿Sabes de armas?
–No.
–Entonces, será mejor que no te lleves ninguna. ¿De qué tipo eran tus Habitaciones?
–Trampas. Alarmas.
Las pálidas cejas de Catlin se levantaron. Asintió, un poco más amistosa.
–Emboscadas. Generalmente hay un Enemigo. Te mata.
–Las trampas también.
–¿Eres bueno? Él asintió.
–Creo que sí.
Y la estaba mirando fijamente de nuevo. La cara de Catlin lo inquietaba. Era como si la conociera. La conocía como se conocen las cosas por cinta. Tal vez ella también lo recordaba así, porque lo estaba mirando fijamente. El no estaba sorprendido del todo: la cinta nunca lo sorprendía. Sabía que no había error posible si la conocía por cinta. Ella debía de ser importante para él, tanto como los estudios, pero nunca había pensado que le sucedería esto hasta que tuviera un Contrato con alguien.
Pero ella era azi. Como él.
Y sabía todo sobre las nuevas Asignaciones y él era nuevo y estaba lleno de dudas.
–Me parece que te conozco —comentó Florian, preocupado.
–A mí también —dijo ella.
Nadie había prestado nunca mucha atención a Florian. Ni siquiera Andy. Y se sentía inquieto al pensar que había encontrado a alguien que la cinta había destinado para él.
–¿Por qué somos compañeros? —preguntó Florian.
–No lo sé. Pero la electrónica es útil. Y tú conoces otra Habitación. Ven. Cuéntame lo que sabes.
–Entras —dijo él, tratando de detallarlo al máximo, como se hacía para un supervisor—. Hay una puerta. Puede haber todo tipo de trampas. Si haces sonar una, pierdes. A veces hay ruido. A veces, se apagan las luces. A veces, alguien te persigue y tienes que atravesar el túnel y manipular las trampas. A veces hay una cerradura. A veces hay agua y es muy peligroso si hay un cable suelto. Pero es falso, nunca te electrocutas de verdad.
–La muerte es muerte —dijo ella—. Te disparan y te cierran las puertas y si no las haces volar, te vuelan a ti; y a veces sucede todo esto que me has dicho al mismo tiempo. A veces, gas. A veces, emboscadas. A veces es en el exterior y otras dentro de un edificio. Algunos mueren de verdad. Yo vi morir a uno. Se rompió el cuello.
Florian estaba impresionado. Y luego pensó que podía haber sido él. Y recordó las trampas de las puertas. Y cogió una batería y una bobina de alambre y un lápiz óptico y Catlin le dio una bufanda negra, para la cara, dijo. Su nueva compañera cogió muchas otras cosas, como pintura negra para la cara y cuerda, y algunos objetos que quizás eran armas, aunque él lo ignoraba.
–Si tuvieran máscaras de gas en Armamento sería buena idea llevarse una —comentó Catlin—, pero no hay. Así que probablemente no nos suelten gas, pero no se puede asegurar. No juegan limpio.
Sonó un timbre.
Se había terminado el tiempo.
–Ven —dijo Catlin, y la puerta se abrió y los dejó salir con lo que habían elegido.
Por un pasillo y otras puertas. Y arriba de nuevo hasta que llegaron a otro pasillo de hormigón.
Con muchas puertas.
–Buscamos la 22 —dijo Catlin. Dos más adelante. Catlin abrió la puerta y entraron en una pequeña habitación con una litera doble.