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Cyteen 1 - La Traicion
  • Текст добавлен: 26 октября 2016, 21:27

Текст книги "Cyteen 1 - La Traicion "


Автор книги: C. J. Cherryh



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Estaba contento de que sólo fuera un Juego y le dijo al instructor que había sido culpa suya, no de Catlin. Pero el instructor señaló que formaban un equipo y que eso no importaba.

Les dio la mitad del tiempo de Rec.

Y eso bastaba para ir allí. Y esa vez consiguió convencer a Catlin de que fuera con él y conociera a Andy y viera todos los animales.

Estaba seguro de que Andy y Catlin se llevarían bien. Pero Catlin comentó que el caballo era algo especial.

Así que pidió a Andy que mostrara el bebé a Catlin.

–Es hermosa —comentó Catlin cuando vio a la niña caballo que jugaba a escaparse de ellos, la cola toda en un círculo y los cascos golpeando el polvo del establo—. ¡Mira! ¡Mira cómo se mueve!

–Tú compañera es buena también —dijo Andy con un gesto de la cabeza hacia Catlin.

Lo cual era algo, viniendo de Andy. Florian se puso contento, realmente contento porque todas las cosas que quería encajaban cada una en su lugar, Catlin y Andy y todo.

Entonces recordó que tenían que volver antes del toque de queda y eso significaba que debían darse prisa.

–Es hora —dijo, y a Andy—: Volveré en cuanto pueda.

–Adiós —se despidió Andy.

–Adiós —murmuró Florian con una pequeña reverencia.

–Adiós —dijo Catlin, lo cual no era frecuente en ella. Catlin generalmente le dejaba hablar a él cuando trataban con cualquiera que no fuera Seguridad.

Tuvieron que caminar muy rápido. En el camino de ida él había enseñado a Catlin los atajos y a la vuelta ya los sabía. Así era Catlin.

También tenía las piernas más largas que él y podía caminar más rápido. Florian siempre había pensado que los chicos tenían que ser más altos y más fuertes. El instructor le dijo que no era así cuando los niños tenían siete años.

Así que se sintió un poco mejor con eso. Y caminó rápido para seguir el ritmo de Catlin y cuando llegaron a los Barracones Verdes tenía el aliento más agitado que ella.

Pero cuando ficharon la llegada, los dos tenían una orden de dirigirse al mostrador. El azi que estaba allí estudió su máquina y dijo:

–Reportarse al supervisor, sección Blanca. Eso quedaba al otro lado de la ciudad. Era el Hospital. Significaba cinta en lugar de ir a sus habitaciones.

–Sí —dijo Catlin y sacó la tarjeta y se la prendió en la blusa. Él cogió la suya.

–La misma orden para ti —dijo el azi.

–Me pregunto por qué —murmuró él cuando salieron de nuevo al camino, hacía Blanco.

–No tiene sentido preguntarse —zanjó Catlin. Pero estaba preocupada y caminaba rápido. Él la seguía con algún esfuerzo de vez en cuando.

Hacía ya mucho rato que el sol se había puesto detrás de los Acantilados. El cielo estaba rosado ahora y las luces estarían encendidas antes de que pudieran volver. Los caminos y rutas aparecían casi desiertos porque casi todos estaban cenando. Era una hora muy rara para tener que usar cinta. Florian se sintió inquieto.

Cuando llegaron al Hospital, el empleado cogió las dos tarjetas, las leyó e indicó a cada uno adonde debía ir.

Él miró a Catlin mientras ella se iba por su lado. Entonces tuvo miedo y no sabía de qué o por qué, excepto que sentía como si estuviera en peligro y ella también. Si uno hacía cinta, iba al Hospital de día. No a la hora de cenar. Tenía el estómago vacío y se le ocurrió que tal vez era un ejercicio sorpresa: los mayores debían pasarlos, los sacaban de la cama y se les oía por el pasillo en medio de la noche, corriendo tan rápido como podían.

Pero cuando llegaron no les esperaba una Habitación, era realmente el Hospital. No había más remedio que seguir las órdenes y no se pensaba en el Hospital, había que sacarse la camisa y colgarla, luego subirse a la mesa y sentarse tratando de no temblar hasta que el supervisor llegaba para contestar las preguntas.

Era un supervisor que nunca había visto antes. Era un hombre, que conectó el equipo de cinta antes de mirarlo y luego dijo:

–Hola, Florian. ¿Cómo estás?

–Tengo miedo, ser. ¿Por qué nos dan cinta ahora?

–La cinta te lo dirá. No tengas miedo. —Sacó una jeringa, cogió el brazo de Florian y lo inyectó. Florian tembló. Se había puesto nervioso. El supervisor le palmeó el hombro y dejó la hipodérmica. Y lo abrazó ,porque era una inyección muy fuerte: Florian podía sentir cómo trabajaba con rapidez—. Buen chico —dijo el supervisor y sus manos eran amables aunque no hablaba tan amablemente como algunos otros supervisores. No lo soltó, le dio la vuelta y lo ayudó a poner las piernas sobre la mesa y mantuvo la mano siempre allí, bajo sus hombros, bajo sus hombros y sobre su frente—. Va a ser una profunda. Ahora no estás asustado.

–No —dijo él mientras sentía que el miedo desaparecía, pero no la sensación de estar todo abierto.

–Todavía más profundo. Tanto como puedas, Florian. Ve al centro y espérame ahí.

XIII

—No quiero una fiesta —dijo Ari, sentada con indolencia mientras el tío Denys le hablaba—. No quiero ninguna fiesta fea, no me gusta ninguno de los chicos, no quiero tener que ser buena con ellos.

Ya estaba de malas con el tío Denys por haber cogido la tarjeta de Nelly porque ésta, como era Nelly, le había contado al tío Denys y al tío Giraud todo el asunto cuando el tío Denys se lo preguntó. Nelly no quería meterla en problemas. La habían atrapado de todos modos. Nelly se había puesto muy triste. Y el tío Denys tuvo una charla muy seria con ella y con Nelly sobre seguridad y cuidado en el edificio y sobre que no debía vagar por todas partes.

En general lo que dijo fue que estaba muy enfadado con Justin y con Grant por no haberle llamado para decirle que ella no estaba donde se suponía que debía estar, y ellos también se habían metido en líos. El tío Denys le había enviado un mensaje furioso; y ahora se suponía que debían decirle si ella iba allí en lugar de ir por los pasillos que le habían indicado.

Ari estaba muy enfadada con el tío Denys.

–¿No quieres a los demás niños? —dijo el tío Denys, como una pregunta.

–Son estúpidos.

–Bueno, ¿y una fiesta de personas mayores? Tendrás ponche y tarta y todo eso. Y regalos. No vendría toda la Familia. ¿Qué tal el doctor Ivanov y Giraud?

–No me gusta Giraud.

–Ari, eso no está bien. Es mi hermano. Es tu tío. Y ha sido muy bueno contigo.

–No me importa. No me dejas invitar a los que yo quiero.

–Ari...

–No es culpa de Justin que yo cogiera la tarjeta de Nelly.

El tío Denys suspiró.

–Ari...

–No quiero una fiesta de viejos.

–Mira, Ari, no sé si Justin podrá venir.

–Quiero a Justin y quiero a Grant y quiero a Mary.

–¿Quién es Mary?

–Mary es la técnica de los laboratorios.

–Mary es azi, Ari, y se sentiría muy incómoda. Pero si de veras lo deseas, veré qué puedo hacer con Justin. No te lo prometo, ¿entiendes? Está ocupadísimo. Tendré que preguntárselo. Pero puedes enviarle una invitación.

Eso estaba mucho mejor. Ari se sentó un poco y apoyó los codos en los brazos de la silla. Y miró al tío Denys con una cara mucho más amable.

–Nelly tampoco tiene que ir al hospital —dijo.

–Ari, querida, Nelly tiene que ir al hospital porque la has puesto muy triste. No ha sido culpa mía, que digamos. La pusiste en una situación muy incómoda y si tiene que ir a descansar un rato, no la culpo.

–Eso es muy feo, tío Denys.

–Bueno, también es feo robar la tarjeta de Nelly. Nelly volverá mañana por la mañana, y estará bien. Llamaré a Justin y le diré a Mary que te has acordado de ella. Estará encantada. Pero no te prometo nada. Te portarás bien y después ya veremos. ¿De acuerdo?

–De acuerdo —dijo ella.

Todavía estaba furiosa porque tenía que quedarse en el pasillo de la planta baja cuando fuera y viniera de cinta; y trataba de idear la forma de no hacerlo, pero todavía no sabía cómo.

Así que no iban a tener una fiesta en la gran sala de la planta baja ese año porque el tío Denys le había dicho que últimamente tenían tanto trabajo que mucha gente no podría asistir. Así que tendrían una fiestecita, nada más, en el apartamento, pero el personal de cocina iba a preparar la comida y a traerla; y habría sólo algunos mayores y tendrían una sabrosa cena y ponche y tarta, y abrirían los regalos. Ella tendría que disponer la cena con Nelly y sentarse a la cabecera de la mesa y le darían todo lo que quisiera. Y Justin y Grant tal vez vendrían a comer, había dicho Denys.

Y vinieron.

Justin y Grant aparecieron en la puerta y Justin le dio la mano a Denys. Luego, el sentimiento de miedo corrió por la habitación. Justin tenía miedo cuando entró. Grant también. Y todos estaban resentidos y se sentían mal y trataban de fingir lo contrario.

Era su fiesta, maldita sea. Ari se levantó con una sensación de inquietud en el estómago y corrió y se mostró tan amistosa como pudo. No se llegaba a ninguna parte aconsejando a los demás que se portaran bien. Lo que había que hacer era llamarles la atención y sacudirlos hasta que se fijaran en ella en lugar de pensar constantemente en lo que les rondaba por la cabeza y luego podría manejarlos. No tenía tiempo para descubrir quién estaba haciendo qué, fue directa a Justin: él era la clave de todo el asunto y ella lo sabía, lo había sabido desde el principio.

El tío Giraud estaba allí y el azi de Giraud, Abban; y el doctor Ivanov y una azi muy linda, llamada Ule, que era de él. Y el doctor Peterson y su azi, Ramey; y su instructor favorito, el doctor Edwards, y su azi, Gale, que era más viejo que él, pero muy bueno: el doctor Edwards era uno de los invitados que había elegido ella. El doctor Edwards era bioquímico, pero sabía de todo y trabajaba mucho con ella después de la cinta. Y estaba el tío Denys, claro, que ahora hablaba con Justin.

–¡Hola! —saludó ella, poniéndose entre los dos.

–¡Hola! —respondió Grant y le dio un regalo. Ella lo sacudió. No era pesado. No hacía ruido.

–¿Qué es? —preguntó. Sabía que no se lo dirían. Lo que ella quería era dominarlos. Y ahora la estaban mirando.

–Tienes que esperar para abrirlo, ¿no? —dijo Justin—. Por eso está envuelto.

Ella saltó y se lo dio a Nelly para que lo pusiera con todos los demás, que estaban amontonados alrededor de la silla del rincón. Era como si toda la habitación respirara un poco. Ella observó un momento para ver lo que iban a hacer los mayores ahora que sabían seguro que Justin y Grant eran sus invitados.

Los mayores bebían y se pusieron a hablar y todos se estaban portando bien. Iba a ser agradable. Ella haría que fuera agradable aunque el tío Denys se enfadara con Justin. Era su fiesta y ella era quien decidía, y no iba a dejar de hacerlo. Iba a pasárselo bien a toda costa. Nadie iba a echarle a perder sus proyectos; o ella los Atraparía a todos.

Giraud era el malo. Ella lo vigilaba de cerca y vio cómo miraba cuando nadie más lo estaba observando y lo miró de frente, con severidad, para que supiera cómo estaba la situación. Luego saltó y tomó a Justin de la mano y le hizo mirar la pila de regalos, y presentó a él y a Grant a Nelly, lo cual avergonzó a Nelly pero al menos sabía que Nelly iba a ser buena y no haría que todo se fuera abajo.

Luego fue a su habitación y buscó algunas de sus cosas más bonitas y más raras para enseñárselas a la gente. Y todos se pusieron a mirarla sólo a ella. Muy pronto todos se estaban portando mucho mejor y la gente empezó a hablar y a pasárselo bien mientras tomaban un trago antes de la cena. Pero ella no. Ella no quería estropear la cena.

Era diferente de otras fiestas con niños. Llevaba una blusa azul brillante. Había venido una peluquera por la tarde y le había trenzado el cabello. Tuvo mucho cuidado con el cabello y con la ropa cuando se sentó en el suelo. Estaba muy bonita y se sentía muy mayor e importante y sonreía a todos ahora que la gente se portaba bien. Cuando Seely dijo que era hora de cenar y que el personal de la cocina iba a traer la comida, Justin se sentó junto a ella a un lado de la mesa y el doctor Ivanov se sentó junto a él al otro lado, con el doctor Edwards enfrente para estar a salvo de Giraud, especialmente porque el doctor Peterson estaba junto al doctor Edwards. Y eso hacía que el tío Denys y el tío Giraud estuvieran bien lejos. Se suponía que no debía haber un número impar de personas sentadas a la mesa. Pero así era. Ella hubiese querido que Grant estuviera allí, pero el tío Denys había dicho que Grant disfrutaría más con los otros azi, y hasta Nelly, mientras la ayudaba a vestirse, le dijo que Grant se sentiría incómodo si era el único azi en la mesa donde comían los CIUD. Así que si Nelly lo decía, decidió que el tío Denys sabía de lo que estaba hablando.

Se sentó a la cabecera de la mesa, y se puso a hablar con los adultos acerca de laboratorios y de cosas que ella no sabía, pero siempre se aprendía algo cuando se escuchaba y no le importó que los mayores dejaran de hacerle preguntas acerca de los estudios y los peces y empezaran a hablar entre ellos.

Era mucho mejor que las fiestas de niños en los que todos eran malos y estúpidos.

Cuando Justin y Grant entraron, todos se habían portado exactamente como actuaban los otros chicos cuando ella se acercaba. Ari odiaba eso: No sabía por qué lo hacían. Había pensado que los mayores eran más adultos que eso. Resultaba deprimente enterarse de que no.

Al menos los adultos lo ocultaban mejor. Y ella pensaba que debía de ser más fácil manejar la situación si uno no era el blanco. Así que empezó a pensar de dónde vendrían los problemas.

El tío Giraud era el peor. Siempre. El tío Giraud cuidaba sus modales pero todavía pensaba con rabia en alguna cosa y hablaba de negocios con el tío Denys, que no quería hablar de eso.

Justin no decía nada. No quería. El doctor Peterson estaba como tonto y hablaba con el doctor Ivanov, que se aburría y trataba de escuchar lo que decía el doctor Edwards acerca de los problemas a que se enfrentaba el proyecto de las algas. El tío Denys estaba observando toda la situación y se portaba bien y trataba de hacer que Giraud, que estaba de pie a su lado, dejara de hablar.

Ari sabía lo de las algas. El doctor Edwards se lo había contado. Le había mostrado todas aquellas botellas cerradas con distintos tipos de algas y le había dicho lo que tenían los océanos de la Tierra y por qué eran distintos a los de Cyteen.

Así que ella trataba de escuchar aquella conversación y a veces contestaba al doctor Peterson cuando él intentaba hablar con ella en lugar de con el doctor Ivanov.

Era mejor que jugar con Amy Carnath. Y nadie se portaba mal con ella.

Así que cuando trajeron tarta y ponche y llegó el momento en que los adultos tomaran una copa, cogió a Justin de la mano y lo sentó en el círculo de sillas al final, al lado del tío Denys. Y ¡ay!, eso puso muy nervioso a Justin.

Pero estaba bien. Justin era inteligente y sabía que si Denys se enfadaba, todo iba a estallar. Pero ella era demasiado lista para dejar que sucediera eso. Abrió el regalo del tío Denys primero. Era un reloj que podía hacer casi de todo. Un auténtico reloj. Ella estaba encantada, pero incluso si no le hubiera gustado, habría dicho que sí, porque quería que el tío Denys estuviera contento. Fue y le dio un beso en la mejilla y se mostró tan cariñosa como pudo.

Después, abrió el regalo del tío Giraud, sólo para que el tío Denys estuviera contento de verdad, y era una fantástica holo de todo el planeta Cyteen. Cuando se movía, las nubes se desplazaban alrededor. Todos estaban realmente impresionados con ella, especialmente el doctor Edwards, y el tío Giraud explicó que era un tipo especial de holo totalmente nuevo. Así que el tío Giraud fue una sorpresa, había intentado buscarle un buen regalo, y era evidente que le gustaba lo que había encontrado. Ella nunca había sospechado que al tío Giraud le gustaran esas cosas, pero claro, era él quien le había dado el pájaro en el cubo. Así que ahora sabía algo sobre Giraud que era distinto de esa forma desagradable en que se portaba siempre. Le dio un gran beso y fue a abrir el regalo del doctor Ivanov, que era una caja rompecabezas.

Y después el del doctor Edwards, que era un pedazo de plástico dorado, pero cuando se apoyaban los dedos en él o se ponía algo como un lápiz encima dibujaba sombras en distintos colores según el calor que tuviera, y se podían hacer dibujos con eso y los dibujos duraban un rato. Era muy bonito. Ella sabía que el regalo del doctor Edwards sería bonito, fuera lo que fuese. Pero no hizo muchos aspavientos, no más que con el rompecabezas del doctor Ivanov o el libro del doctor Peterson sobre ordenadores, y sobre todo, no más que con el reloj del tío Denys o la holo del tío Giraud.

Y además, funcionaba. Estaban pasándolo bien. Abrió el regalo de Nelly, que era ropa interior (claro, típico de Nelly), y luego abrió el de Justin; era una pelota en una pelota en una pelota, todas talladas. Era hermoso. Era el tipo de cosa que hubiera hecho decir a mamá: Ari, no toques eso.Y era suya. Pero no debía hacer aspavientos. No importaba lo mucho que le gustara. Dio las gracias y siguió buscando en la pila de cosas de gente que no había asistido a la fiesta.

Había regalos de los niños. Hasta la estúpida de Amy le había enviado una bufanda. Y Sam, un bicho robot que caminaba y buscaba el camino por todo el apartamento sin tropezar. Era caro, ella lo sabía, lo había visto en la tienda; y era hermoso que Sam se lo hubiera regalado.

Había muchos libros y cintas, y algunas pinturas y mucha ropa; pensó que el tío Denys probablemente les había dicho la talla porque todos habían acertado. Y había arcilla para moldear y muchos juegos y varios brazaletes y un par de coches y hasta un rompecabezas de pelota de Mary, la azi de los laboratorios. Era muy bonito, bonito de verdad. Pensó que enviaría una nota a Mary para darle las gracias.

Y también a Sam.

Los regalos eran buenos para que todos se pusieran contentos. Los mayores tomaron vino y el tío Denys le dejó beber un cuarto de vaso. Tenía un gusto sospechoso, como si estuviera podrido o algo así. Todos los adultos se rieron cuando ella lo comentó; hasta Justin sonrió, pero el tío Denys dijo que no, que no estaba podrido, se suponía que ése precisamente era el gusto, y no podía tomar más porque se sentía rara y tendría sueño.

Así que no bebió más. Cogió la caja rompecabezas y la abrió mientras los adultos bebían y reían unos con otros, y, mientras tanto, el tío Denys le puso el reloj en marcha con la fecha correcta. No era una fiesta aburrida.

Ari bostezó y todos decidieron que era hora de irse. Y llamaron a los azi y le desearon feliz cumpleaños mientras ella se quedaba en la puerta con el tío Denys, como hacía con mamá, y les decía adiós y les agradecía que hubieran venido.

Todos estaban animados y contentos, hacía mucho que ella no los veía así. Denys sonreía sinceramente al doctor Edwards y le estrechó la mano con fuerza y le dijo que estaba muy satisfecho de que hubiera venido. Y eso puso contento al doctor Edwards porque el tío Denys era el administrador y ella quería que el tío Denys apreciara al doctor Edwards. Y el tío Denys se mostró amable hasta con Justin y le sonrió abiertamente a él y a Grant cuando se fueron.

Así que todo, todo lo que ella había organizado, funcionaba.

Todos se fueron, hasta el tío Giraud; y ahora había que limpiar y ordenar los regalos. Pero Ari pensó que no era demasiado tarde para poner en claro otro punto con el tío Denys, así que fue y lo besó.

–Gracias —dijo—. Ha sido una fiesta muy divertida. Me encanta el reloj. Gracias.

–Gracias a ti, Ari. Ha sido muy hermoso lo que has dicho.

Y sonrió de una manera rara. Como si de verdad estuviera realmente contento por muchas razones.

La besó en la frente y le dijo que se fuera a la cama.

Pero ella se sentía bien y decidió ayudar a Nelly y a Seely a recoger los regalos y dio instrucciones especiales a Nelly para que cuidara mucho a los preferidos.

Puso en funcionamiento el bicho de Sam y lo hizo correr muy rápido.

–¿Qué es eso? —gritó Nelly y el tío Denys salió a ver la razón del alboroto.

Así que ella dio palmas y lo detuvo y lo cogió y se lo llevó a su habitación.

Rápido. Porque estaba tratando de ser buena.

XIV

Ari se despertó por la mañana con el Cuidador repicándole en la cabeza y le ordenó que se callara, que ya lo había oído. Se frotó los ojos y deseó poder quedarse ahí, pero se suponía que debía ir a cinta, ese mismo día. Y no había forma de pasar por la oficina de Justin.

Tenía muchos juguetes nuevos en el dormitorio y mucha ropa nueva. Pero sobre todo, le habría gustado quedarse en la cama y dormir, excepto que muy pronto Nelly entraría a decirle que se levantara.

Así que decidió adelantarse a Nelly. Rodó y salió de la cama. Y fue al baño y se quitó el pijama y se duchó y se cepilló los dientes.

Generalmente Nelly estaba en la habitación a esa hora.

Así que se puso la ropa que Nelly le había dejado la noche anterior y dijo:

–Cuidador, llama a Nelly.

–Nelly no está —dijo el Cuidador—. Nelly ha ido al hospital.

Ari se asustó entonces. Pero ése podía ser un mensaje atrasado. Dijo:

–Cuidador, ¿dónde está el tío Denys?

–Ari —dijo el Cuidador con la voz del tío Denys—, ven al comedor.

–¿Dónde está Nelly? —insistió Ari.

–Nelly está en el hospital. No te preocupes. Ven al comedor.

Ella se peinó rápido. Abrió la puerta y se encaminó por el vestíbulo de su suitehasta la habitación de Nelly. Abrió la puerta del apartamento principal y se dirigió al comedor.

El tío Denys estaba sentado a la mesa detrás del arco. Ella entró, introdujo su tarjeta y el tío Denys le indicó que debía sentarse y tomar el desayuno.

–No me apetece. ¿Qué le pasa a Nelly?

–Siéntate —ordenó el tío Denys.

Así que Ari se sentó. No iba a saber nada hasta que no se sentara. Conocía al tío Denys. Cogió un panecillo y mordisqueó un poco. Y Seely llegó y le sirvió un poco de zumo de naranja. Sentía el estómago revuelto.

–Muy bien —dijo el tío Denys—. Nelly está en el hospital porque van a darle más cinta. Nelly no puede mantenerse a tu nivel, Ari. Deberás tener cuidado con ella de ahora en adelante. Te estás haciendo mayor y más lista, y la pobre Nelly cree que es su deber mantenerse a tu nivel. Los doctores van a decirle que no tiene la culpa. Hay muchas cosas a las que tiene que ajustarse. Pero tú tienes que recordar que no debes hacerle daño.

–No lo hago. No se me ocurrió que ese bicho podía asustarla.

–Si lo hubieras pensado, te habrías dado cuenta.

–Supongo que sí —dijo ella. Era una mañana triste sin Nelly. Pero al menos Nelly estaba bien. Puso un poco de mermelada en el pan. Ahora sabía mejor.

–Una de las cosas a las que se tendrá que adaptar Nelly —dijo el tío Denys– es a convivir con dos azi más en la casa, porque habrá dos azi más.

Ari miró al tío Denys; no estaba contenta. Seely ya era lo bastante malo.

–Serán tuyos —continuó el tío Denys—. Forman parte de tu cumpleaños, pero no debes decirles eso: la gente no es un regalo de cumpleaños. No sería correcto.

Ella engulló un pedazo de pan. No estaba contenta, no quería ningún azi excepto a Nelly, no quería azi que la siguieran por todas partes, pero si era un regalo, no quería herir los sentimientos del tío Denys tampoco, por muchas razones. Pensó rápido y trató de encontrar una forma de decir que no.

–Así que no tienes que ir a estudiar en cinta hoy —dijo el tío Denys—. Puedes ir al hospital y traerlos. Y pasar el día enseñándoles qué hacer. No son como Nelly. Son Alfas, los dos. Experimentales.

Un gran sorbo de zumo de naranja. Ari no sabía qué pensar acerca de eso. Los Alfas eran raros. También eran muy difíciles de tratar. Estaba segura de que eran para vigilarla. Eso sonaba como si su tío Denys fuera a ponerle difícil llevar a cabo cualquiera de las travesuras que ella quería hacer sin permiso.

No estaba segura de si ese regalo venía del tío Denys o del tío Giraud.

–Irás al mostrador —explicó el tío Denys—, entregarás tu tarjeta a Seguridad y ellos te los registran. Es efectivo, tú serás su supervisora y eso será muy diferente de lo de Nelly. Yo soy el supervisor de Nelly. Tú eres sólo su responsabilidad. Esto será distinto. ¿Sabes lo que hace un supervisor? ¿Sabes la responsabilidad que implica?

–Sólo soy una niña —protestó ella.

El tío Denys sonrió y untó otro panecillo.

–Tienes razón .Y ellos también. —Levantó la vista, serio—. Pero no son juguetes, Ari. Comprenderás lo grave que es ponerte furiosa con ellos o pegarles como pegabas a Amy Carnath.

–¡No haría eso! —No había que pegar a los azi. No había que tratarlos mal. Excepto a Ollie. Y a Fedra. Por distintas razones. Pero los dos eran especiales, incluso Fedra.

–Claro que no, querida. Pero quiero que lo pienses muy bien antes de hacerles daño. Y puedes perjudicarlos mucho. Podrías hacerles muchísimo más daño que a Nelly, puedes lastimarlos como yopuedo lastimar a Nelly. ¿Entiendes?

–No estoy segura de que los quiera, tío Denys.

–Necesitas a otros niños, Ari. Necesitas a alguien de tu edad.

Eso era verdad. Pero no había nadie que no la volviera loca. Iba a ser horrible si ellos también la volvían loca, porque iban a vivir con ella.

–El chico se llama Florian; la niña, Catlin, y también es su cumpleaños, bueno, casi. Vivirán en la habitación que está junto a la tuya y la de Nelly, para eso está ahí. Pero tendrán que volver a la ciudad para algunas lecciones, y tendrán estudio en cinta en la Casa, como tú. Son chicos igual que tú y tienen instructores a quienes obedecer. Así es con los azi, sobre todo con los que son muy inteligentes. Así que vas a tener que trabajar mucho para estar a su altura.

Ella lo escuchaba ahora. Nadie le había dicho nunca que no fuera la mejor en todo. No creía que nadie fuera mejor que ella en nada. No serían mejores. No había nada que ella no pudiera hacer si quería. Mamá siempre se lo decía.

–¿Has terminado?

–Sí, ser.

–Entonces, puedes irte. Búscalos, enséñaselo todo y no te metas en problemas, ¿comprendido?

Ari se levantó de la mesa y se fue por los pasillos, pasó por Seguridad y luego por las grandes puertas frontales y cruzó la pista y fue por el camino hacia el hospital. Corrió parte del camino, porque era muy aburrido ir caminando.

Pero cuando pasó las puertas del hospital y le dio su tarjeta al personal de Seguridad en el mostrador, tenía una apariencia digna y adulta.

–Sí, sera —le dijeron ellos—. Venga.

Y la llevaron a una habitación.

Y se fueron y se abrió otra puerta. Una enfermera entró con dos azi de su misma edad. La niña era pálida, rubia y pálida con una trenza; el muchacho era más bajo, con el cabello más negro que el uniforme.

Y el tío Denys tenía razón. Nadie la había mirado así al conocerla. Eran sus amigos desde el principio. Eran más que eso. Como si hubieran estado en un lugar horrible y ella fuera la única que pudiera sacarlos de ahí.

–Hola —dijo ella—. Soy Ari Emory.

–Sí, sera. —Ambos con mucha suavidad, casi al mismo tiempo.

–Se supone que tenéis que venir conmigo.

–Sí, sera.

Era muy, muy raro. No era como Nelly. No, en absoluto. Mantuvo el botón de la puerta apretado para que ellos pasaran y los condujo hasta el mostrador y dijo que se los llevaba.

–Aquí están sus tarjetas, sera. —dijo el hombre del mostrador. Y ella las cogió y las miró.

Tenían sus nombres impresos. Florian AF-9979 y Catlin AC-7892. Y el símbolo Alfa en el lugar donde se indicaba la clase. Y el borde ancho y negro de Seguridad de la Casa sobre el fondo de la tarjeta.

Ella lo vio y una sensación de frío intenso le atravesó el estómago, una sensación terrible, como cuando había descubierto a la guardia de Seguridad en el apartamento de mamá. Nunca lo había olvidado. Tenía pesadillas sobre eso. Pero no dejó que le vieran la expresión. Se dominó antes de darse la vuelta y darles las tarjetas, y ellos se las pusieron.

Y tenían expresiones diferentes también, aquí fuera, muy serias, muy azi: la estaban escuchando, la miraban con infinita atención, pero también vigilaban todo lo que les rodeaba.

Debía recordar cómo habían estado en la habitación, pensó ella. Debía pensar cómo la habían mirado allí dentro para saber que eso era real.

Eran Seguridad y le pertenecían, y cuando vigilaban así, vigilaban a otros, vigilaban todo lo que se moviera alrededor de ella.

Yo quería un Ollie,recordó Ari, pero eso no era lo que le había dado el tío Denys. Le había dado Seguridad.

¿Por qué?,se preguntó Ari, un poco enfadada, un poco asustada. ¿Para qué los necesito?

Pero eran responsabilidad suya. Así que se los llevó y caminó por el sendero hacia la Casa y los hizo controlar en la Seguridad de la Casa. Fueron muy correctos con la oficial de guardia.

–Sí, sera —decían con voz muy atenta a la oficial, y ella hablaba con rapidez y les comunicaba las reglas en palabras y códigos que Ari nunca había oído. Pero los azi los conocían. Parecían muy tranquilos.

El tío Denys no había dicho que debían ir directamente a casa, pero ella pensó que sería lo mejor. Pero pasaron por la oficina del tío Denys y él estaba allí. Así que Ari los hizo entrar y los presentó.

Luego se los llevó y les enseñó dónde vivirían y las habitaciones; y les explicó algo sobre Nelly.

–Tenéis que obedecer a Nelly —dijo—. Yo también la obedezco, casi siempre. Nelly es buena.

No estaban especialmente nerviosos; era otra cosa. Sobre todo Catlin, que tenía una forma de observarlo todo con muchísima rapidez. Los dos estaban muy tensos, muy rígidos y formales.

Eso estaba bien, eran respetuosos y se estaban portando bien con ella.

Así que Ari sacó su juego de «Caza en las Estrellas», lo puso sobre la mesa del comedor y les explicó las reglas.

Ninguno de los otros niños la había escuchado como la escuchaban ellos. No bromeaban, no se reían. Ella les dio dinero, repartió las cartas y les dio las fichas. Y cuando empezaron a jugar se puso muy tensa.

Ella no estaba segura de si eso era un juego o una pelea, pero era distinto de ¡o de Amy Carnath, muy distinto, porque nadie estaba enfadado, sólo seguían adelante con el juego, y muy pronto se encontró inclinada sobre el tablero, pensando con tanta concentración que se mordía el labio sin darse cuenta.

Les gustó que ella hiciera un truco poco legal. También ellos hicieron algo de trampa y apenas Ari ponía las piezas para acorralar a Florian, tenía a Catlin atacando por el otro flanco.

«Cazaen las Estrellas» en general se jugaba muy rápido. Y estuvieron mucho rato en eso hasta que Ari consiguió suficiente dinero para comprar naves que mantuvieran ocupada a Catlin hasta que ella pudiera acorralar a Florian.


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