355 500 произведений, 25 200 авторов.

Электронная библиотека книг » John Ronald Reuel Tolkien » El retorno del rey » Текст книги (страница 29)
El retorno del rey
  • Текст добавлен: 26 октября 2016, 22:44

Текст книги "El retorno del rey"


Автор книги: John Ronald Reuel Tolkien



сообщить о нарушении

Текущая страница: 29 (всего у книги 36 страниц)

»Entonces el Rey Brujo rió, y ninguno de quienes lo escucharon pudo nunca olvidar el horror de ese grito. Pero entonces Glorfindel se acercó montado en su caballo blanco, y aún mientras reía, el Rey Brujo dio media vuelta para huir y desapareció en las sombras. Porque la noche descendió sobre el campo de batalla, y el Rey Brujo se perdió, y nadie supo adónde había ido.

»Eärnur volvió entonces, pero Glorfindel, mirando la oscuridad que se espesaba, dijo: “¡No lo persigas! No volverá a esta tierra. Lejos está todavía su condenación, y no caerá por mano de hombre”. Muchos recordaron estas palabras, pero Eärnur estaba enfadado y sólo pensaba en vengar su ignominia.

»Así terminó el reino maligno de Angmar; y así se ganó Eärnur, Capitán de Gondor, el gran odio del Rey Brujo; pero muchos años transcurrieron aún antes de que eso fuera revelado.»


Fue así que durante el reinado de Eärnil, como se supo más tarde, el Rey Brujo en su huida desde el Norte llegó a Mordor, y allí reunió a los otros Espectros del Anillo, de los que él era jefe. Pero sólo en el año 2000 salieron de Mordor por el Paso de Cirith Ungol y pusieron sitio a Minas Ithil. La tomaron en 2002 y se apoderaron de la palantírde la torre. No fueron expulsados mientras duró la Tercera Edad; y Minas Ithil se convirtió en sitio de terror, y recibió el nuevo nombre de Minas Morgul. Mucha de la gente que quedaba todavía en Ithilien la abandonó entonces.


«Eärnur era hombre semejante a su padre en valor, pero no en sabiduría. Era hombre de cuerpo fuerte y temple inflamable; pero no quería tomar mujer, pues no conocía otro placer que la lucha o el ejercicio de las armas. Llevaba a cabo proezas tales que nadie en Gondor podía oponérsele en los juegos de armas en los que se deleitaba, y parecía antes un campeón que un capitán o un rey, y retuvo su vigor y su habilidad hasta más avanzada edad que lo que era habitual por entonces.»

Cuando Eärnur fue coronado en 2043, el Rey de Minas Morgul lo desafió, reprochándole que no se hubiera atrevido a enfrentarlo en la batalla del Norte. Esa vez Mardil el Senescal contuvo la cólera del rey. Minas Anor, que era la ciudad principal del reino desde los tiempos del Rey Telemnar, y residencia de los reyes, se llamaba ahora Minas Tirith, una ciudad siempre en guardia contra el mal de Morgul.

Eärnur había empuñado el cetro sólo siete años cuando el Señor de Morgul lo desafió de nuevo y lo provocó diciéndole que a un timorato corazón juvenil había ahora sumado la debilidad de la vejez. Entonces Mardil ya no pudo disuadirlo, y Eärnur cabalgó con una pequeña escolta de caballeros hasta las puertas de Minas Morgul. Nada más se supo de cuantos integraron esa cabalgata. Se creía en Gondor que el desleal enemigo había tendido una trampa al rey, y que éste había muerto en tormento en Minas Morgul; pero como no había testigos de esa muerte, Mardil el Buen Senescal rigió Gondor en nombre de Eärnur por muchos años.

Ahora bien, los descendientes de los reyes eran pocos. Habían disminuido mucho en número durante la Lucha entre Parientes; y desde entonces los reyes eran celosos en extremo y vigilaban de cerca a todos sus consanguíneos. Con frecuencia aquellos sobre quienes recaía alguna sospecha huían a Umbar, y allí se sumaban a los rebeldes; mientras que otros renunciaban a su linaje y tomaban esposas que no eran de sangre Númenóreana. De modo que no era posible encontrar pretendiente alguno de la sangre de los reyes, o cuya pretensión fuera escuchada por todos; y todos temían el recuerdo de la Lucha entre Parientes, pues sabían que si volvía a asomar una disensión semejante, significaría el fin de Gondor. Por tanto, aunque los años se prolongaban, el Senescal siguió gobernando Gondor, y la corona de Elendil estaba en el regazo del Rey Eärnil en las Casas de los Muertos, donde Eärnur la había dejado.


Los Senescales


La Casa de los Senescales se llamó la Casa de Húrin, porque descendían del Senescal del Rey Minardil (1621-1634), Húrin de Emyn Arnen, hombre de la raza Númenóreana. Los reyes habían elegido siempre a los Senescales de entre sus descendientes; y después de los días de Pelendur, la Senescalía se volvió hereditaria igual que el reinado, de padre a hijo o al pariente más próximo.

Cada nuevo Senescal, en verdad, tomaba el cargo jurando «esgrimir el bastón de mando y gobierno en nombre del rey, hasta que él vuelva». Pero pronto estas palabras pasaron a ser un mero ritual a las que se hacía poco caso, pues los Senescales ejercían todo el poder de los reyes. No obstante, muchos en Gondor creían aún que un Rey volvería por cierto en algún tiempo futuro; y algunos recordaban el antiguo linaje del Norte, que según se rumoreaba todavía vivía en las sombras. Pero contra tales pensamientos, los Senescales Regentes endurecían su corazón.

No obstante, los Senescales nunca se sentaban en el antiguo trono; y no llevaban corona, ni empuñaban ningún cetro. Sólo esgrimían un bastón de mando de color blanco como insignia; y su estandarte era blanco y sin ninguna figura; pero el estandarte real había sido negro, con un árbol blanco en flor bajo siete estrellas.


Después de Mardil Voronwë, que fue reconocido como el primero de la línea, se sucedieron veinticuatro Senescales Regentes de Gondor, hasta el tiempo de Denethor II, el vigésimo sexto y último. Al principio estuvieron tranquilos, porque aquéllos eran los días de la Paz Vigilante, durante la cual Sauron se retiró ante el poder del Concilio Blanco, y los Espectros del Anillo permanecieron ocultos en el Valle de Morgul. Pero desde los tiempos de Denethor I, nunca volvió a haber verdadera paz, y aun cuando no hubiera en Gondor una gran guerra, o una guerra plenamente declarada, sus fronteras estaban bajo una amenaza constante.

En los últimos años de Denethor I, la raza de los uruks, orcos negros de gran fuerza, salieron por primera vez de Mordor, y en 2475 atravesaron Ithilien y se apoderaron de Osgiliath. Boromir, hijo de Denethor (de quien tomó nombre Boromir de los Nueve Caminantes), los derrotó y recuperó Ithilien; pero Osgiliath quedó en ruinas, y el gran puente de piedra fue destruido. Nadie vivió allí desde entonces. Boromir fue un gran capitán, y aun el Rey Brujo le temía. Era noble y hermoso de rostro, hombre fuerte de cuerpo y de voluntad, pero recibió una herida de Morgul en esa guerra; con el tiempo el cuerpo se le encogió de dolor y murió doce años después que su padre.

Después de Boromir empezó el largo gobierno de Cirion. Era cauteloso y precavido, pero el brazo de Gondor se había acortado, y poco más pudo hacer que defender las fronteras, mientras que sus enemigos (o el poder que los movía) preparaban contra él ataques imprevisibles. Los Corsarios asolaban las costas, pero era en el norte donde el mayor peligro lo acechaba. En las amplias tierras de Rhovanion, entre el Bosque Negro y el Río Rápido, habitaba ahora un pueblo feroz, a la sombra de Dol Guldur. A menudo hacían incursiones a través del bosque hasta que el valle de Anduin, al sur del Gladio, quedó casi desierto. El número de estos Balchoth crecía de continuo con otros de especie semejante que venían del este, mientras que el pueblo de Calenardhon había declinado. A Cirion le fue muy duro defender la línea del Anduin.

«Previendo la tormenta, Cirion envió mensajeros al norte en busca de ayuda; pero demasiado tarde, porque en ese año (2510), los Balchoth, habiendo construido muchos grandes botes y balsas en las costas orientales del Anduin, cruzaron el Río como un enjambre, y barrieron a los defensores. Un ejército que avanzaba desde el sur fue interceptado y expulsado hacia el norte más allá del Limclaro, y allí fue súbitamente atacado por una horda de Orcos venidos de las Montañas, y rechazado hacia el Anduin. Entonces desde el Norte, más allá de toda esperanza, llegó ayuda, y los cuernos de los Rohirrim se escucharon por primera vez en Gondor. Eorl el Joven llegó con sus jinetes y dispersó al enemigo, y persiguió a muerte a los Balchoth por los campos de Calenardhon. Cirion le concedió a Eorl esa tierra para habitar en ella, y él le hizo a Cirion el Juramento de Eorl: de amistad dispuesta a acudir cuando fuese necesario o a la llamada de los Señores de Gondor.»


En los días de Beren, el decimonoveno Senescal, un peligro aún mayor cundió en Gondor. Tres grandes flotas, desde mucho atrás preparadas, vinieron de Umbar y Harad, y atacaron las costas de Gondor con grandes fuerzas; y el enemigo llevó a cabo muchos desembarcos penetrando en el norte hasta la desembocadura del Isen. Al mismo tiempo los Rohirrim fueron atacados desde el este y el oeste, y sus tierras fueron asoladas, y ellos expulsados a los valles de las Montañas Blancas. En ese año (2758) empezó el Largo Invierno con fríos y grandes nevadas venidas del norte y el este que duraron casi cinco meses. Helm de Rohan y sus dos hijos perecieron en esa guerra; y hubo miseria y muerte en Eriador y Rohan. Pero en Gondor al sur de las montañas, las cosas no iban tan mal, y antes de que llegara la primavera, Beregond, hijo de Beren, había vencido a los invasores. Inmediatamente envió ayuda a Rohan. Era el más grande capitán surgido en Gondor desde Boromir; y cuando sucedió a Beren (2763), Gondor empezó a recobrarse. Pero Rohan se curó de las heridas más lentamente. Fue por esta razón que Beren dio la bienvenida a Saruman, y le entregó las llaves de Orthanc; y desde ese año en adelante (2759) Saruman vivió en Isengard.


Fue en los días de Beregond cuando se libró la Guerra de los Enanos y los Orcos en las Montañas Nubladas (2793-2799), de la que sólo rumores llegaron al sur, hasta que los Orcos, al huir de Nanduhirion, intentaron cruzar Rohan y establecerse en las Montañas Blancas. Hubo lucha por muchos años en los valles antes de que el peligro hubiera pasado.

Cuando murió Belecthor II, el vigésimo primer Senescal, el Árbol Blanco murió también en Minas Tirith; pero se lo dejó en pie «hasta que el Rey regresara», porque no fue posible recoger vástago alguno.

En los días de Túrin II, los enemigos de Gondor empezaron a ponerse de nuevo en movimiento; porque el poder de Sauron crecía otra vez, y el día de su despertar no estaba ya lejano. Todo el pueblo de Ithilien, salvo los más osados de entre ellos, partió y se dirigió hacia el oeste por sobre el Anduin, pues la tierra estaba infectada de Orcos de Mordor. Fue Túrin el que hizo construir refugios secretos para sus soldados en Ithilien, de los cuales Henneth Annûn fue el más vigilado y el mejor provisto de hombres. También volvió a fortificar la isla de Cair Andros 33para defender Anórien. Pero el mayor peligro lo acechaba desde el sur, donde los Haradrim habían ocupado las tierras meridionales, y había violentas luchas a lo largo del Poros. Cuando Ithilien fue invadido por grandes fuerzas, el Rey Folcwine de Rohan cumplió con el Juramento de Eorl y pagó la deuda de la ayuda a Beregond y envió muchos hombres a Gondor. Auxiliado por Folcwine, Túrin obtuvo una victoria en el cruce del Poros; pero los hijos del rey cayeron ambos en combate. Los Jinetes les dieron sepultura como ellos acostumbraban, y los tendieron juntos en un montículo, pues eran hermanos gemelos. Durante mucho tiempo estuvo levantado sobre la orilla del río, Haudh in Gwanur, y los enemigos de Gondor temían pasar junto a él.

Turgon siguió a Túrin, pero de su tiempo se recuerda sobre todo que dos años antes de que muriera, Sauron se levantó de nuevo y se manifestó abiertamente; y volvió a Mordor, que venía esperándolo desde hacía mucho. Entonces la Barad-dûr se irguió una vez más, y el Monte del Destino irrumpió en llamas, y los últimos pobladores de Ithilien escaparon de allí. Cuando Turgon murió, Saruman hizo suya a Isengard, y la fortificó.


«Ecthelion II, hijo de Turgon, era hombre de sabiduría. Con el poco poder que le quedaba, empezó a fortalecer el reino contra los ataques de Mordor. Llamó a todos los hombres de valor que vivían cerca o lejos y que quisieran servirlo, y a los que se demostraron dignos les dio rango y los recompensó. En mucho de lo que hizo tuvo la ayuda y el consejo de un gran capitán al que amaba más que a nadie. Thorongil lo llamaban los hombres en Gondor, el Águila de la Estrella, porque era rápido y tenía la vista afilada, y llevaba una estrella de plata en el manto; pero nadie conocía su verdadero nombre ni tampoco la tierra en la que había nacido. Fue el encuentro de Ecthelion desde Rohan, donde había servido al Rey Thengel, pero no era uno de los Rohirrim. Era un gran conductor de hombres, por tierra y por mar, pero volvió a las sombras desde donde había venido, antes del fin de los días de Ecthelion.

»Thorongil advertía a menudo a Ecthelion que la fuerza de los rebeldes de Umbar era un gran peligro para Gondor, y una amenaza para los feudos del sur que podía resultar mortal, si Sauron presentaba guerra abierta. Por fin obtuvo autorización del Senescal y reunió una pequeña flota y se dirigió inesperadamente a Umbar por la noche y allí incendió gran parte de los barcos de los Corsarios. Él mismo venció al Capitán del Puerto en batalla sobre los muelles y retiró luego su flota con muy escasas pérdidas. Pero cuando volvió a Pelargir, para pena y asombro de todos, no regresó a Minas Tirith, donde lo aguardaban grandes honores.

»Envió un mensaje de despedida a Ecthelion en el que decía: “Otras tareas me llaman ahora, señor, y mucho tiempo y muchos peligros han de pasar antes de que vuelva a Gondor, si es ése mi destino”. Aunque nadie pudo adivinar qué tareas fueran aquéllas, ni quién lo había llamado, se supo al menos hacia dónde había ido. Porque tomó un bote y cruzó el Anduin, y allí dijo adiós a sus compañeros y prosiguió solo la marcha; y cuando se lo vio por última vez, volvía la cara hacia las Montañas de la Sombra.

»Hubo aflicción en la Ciudad por la partida de Thorongil, y a todos los hombres les pareció una gran pérdida, salvo a Denethor, el hijo de Ecthelion, hombre a la sazón maduro para la Senescalía, a la que tuvo acceso al cabo de cuatro años, a la muerte de su padre.

»Denethor II fue un hombre orgulloso, alto, valiente y de aire más soberano que ningún otro hombre que hubiera aparecido en Gondor durante muchas vidas; y era sabio además, y previsor, y conocedor de la ciencia. En verdad era tan parecido a Thorongil como el más cercano de sus parientes, y sin embargo sólo era el segundo después del forastero en el corazón de los hombres y en la estima del padre. En ese tiempo muchos creyeron que Thorongil había partido antes de que el rival se convirtiera en amo; aunque en verdad Thorongil nunca había competido con Denethor ni se había dado posición más alta que la de servidor de su padre. Y los consejos que ambos daban al Senescal sólo divergían en un asunto: Thorongil a menudo advertía a Ecthelion que no confiara en Saruman el Blanco, de Isengard, y que prefiriera a Gandalf el Gris. Pero era poco el amor que había entre Denethor y Gandalf; y después de pasados los días de Ecthelion, el Peregrino Gris ya no fue tan bien recibido en Minas Tirith. Por tanto, más tarde, cuando todo fue puesto en claro, muchos creyeron que Denethor, que era de inteligencia sutil y veía más lejos y más profundamente que los demás, había descubierto en verdad quién era el forastero Thorongil, y que sospechaba que él y Mithrandir pretendían suplantarlo.


»Cuando Denethor se convirtió en Senescal (2984), resultó un señor imperioso que quería manejar todos los hilos. Hablaba poco. Escuchaba consejos y luego hacía lo que se le antojaba. Se había casado tarde (2976), tomando por esposa a Finduilas, hija de Adrahil de Dol Amroth. Era una señora de gran belleza y gentil corazón, pero murió antes de que hubieran transcurrido doce años. Denethor la amaba, a su manera, más que a nadie, salvo al mayor de los hijos que ella le había dado. Pero les pareció a los hombres que Finduilas languidecía en la ciudad guardada, como una flor de los valles del mar sobre una roca estéril. La sombra del este la llenaba de horror, y volvía la mirada siempre al sur, hacia el mar por el que sentía nostalgia.

»Después de la muerte de Finduilas, Denethor se volvió más lóbrego y silencioso que antes, y permanecía sentado a solas largas horas en la torre, meditando, previendo que el ataque de Mordor se produciría antes de que él muriera. Se creyó después que, en busca de conocimiento, pero orgulloso, y pensando que tenía la fuerza de voluntad suficiente, había osado mirar la palantírde la Torre Blanca. Ninguno de los Senescales se había atrevido a esto antes, ni siquiera los reyes Eärnil y Eärnur después de la caída de Minas Ithil, cuando la palantírde Isildur llegó a manos del Enemigo; porque la Piedra de Minas Tirith era la palantírde Anárion, la que estaba en más estrecho acuerdo con la que poseía Sauron.

»De este modo Denethor tuvo gran conocimiento de las cosas que sucedían en el reino y de las de muchos más allá de las fronteras, y los hombres se maravillaban; pero pagó caro este conocimiento, pues envejeció prematuramente combatiendo con la voluntad de Sauron. Entonces el orgullo creció en Denethor junto con la desesperación, hasta que vio en todos los hechos de aquel tiempo sólo un único combate entre el Señor de la Torre Blanca y el Señor de la Barad-dûr, y desconfiaba de todos cuantos oponían resistencia a Sauron, a no ser que lo sirviesen sólo a él.

»Así llegó el tiempo de la Guerra del Anillo, y los hijos de Denethor se hicieron hombres. Boromir, el mayor en cinco años, era el preferido del padre y semejante a él en facciones y orgullo, pero no en mucho más. Parecía un hombre de la especie del Rey Eärnur de antaño, pues no tomaba esposa y sólo las armas lo deleitaban; audaz y fuerte, no le interesaba el conocimiento, salvo el de las historias de las batallas antiguas. Faramir, el más joven, era como él en aspecto, pero distinto de mente. Leía en el corazón de los hombres con tanta penetración como su padre, y lo que en ellos leía lo movía a la piedad antes que al desprecio. Era de porte gentil, y un amante de la ciencia y de la música, por lo que muchos en aquellos días juzgaban su coraje menor que el de su hermano. Pero no era así, salvo en que no buscaba la gloria en el peligro sin propósito. Recibía complacido a Gandalf cuando éste visitaba la Ciudad, y aprendía de él lo que podía; y en esto, como en muchos otros asuntos, desagradaba a su padre.

»No obstante, un gran amor unía a los hermanos, y los había unido desde la infancia, cuando Boromir era el auxilio y el protector de Faramir. No había habido desde entonces celos ni rivalidad entre ellos, ni por el favor del padre, ni por la alabanza de los hombres. No le parecía a Faramir que nadie en Gondor pudiera convertirse en rival de Boromir, heredero de Denethor, Capitán de la Torre Blanca; e igual pensaba Boromir. No obstante, no fue así en la prueba. Pero de todo lo que les acaeció a estos tres en la Guerra del Anillo se habla mucho en otro lugar. Y al cabo de la Guerra, los días de los Senescales Regentes llegaron a su fin; porque el heredero de Isildur y Anárion regresó un día; y la monarquía se reanudó, y el estandarte del Árbol Blanco flameó una vez más en la Torre de Ecthelion.»


(v)


UN FRAGMENTO DE LA HISTORIA DE ARAGORN

Y ARWEN EXTRAÍDO DE LOS ANALES

DE LOS REYES Y GOBERNADORES


«Arador era el abuelo del Rey. Su hijo Arathorn pidió por esposa a Gilraen la Bella, hija de Dírhael, que era a su vez descendiente de Aranarth. A esa unión se oponía Dírhael: porque Gilraen era joven y no había alcanzado aún la edad en la que las mujeres de los Dúnedain solían desposarse.

»“Además —decía—, Arathorn es un hombre severo y en la fuerza de la edad, y llegará a capitán antes de lo que se espera; sin embargo, me dice el corazón que tendrá una vida breve.”

»Pero Ivorwen, su esposa, que también era vidente, respondió: “¡Mayor razón entonces para darse prisa! Los días se oscurecen antes de la tempestad, y se avecinan grandes acontecimientos. Si estos dos se desposan ahora, aún pueden nacer esperanzas para nuestro pueblo; pero si la boda se posterga, la esperanza se desvanecerá para siempre hasta el final de esta Edad”.

»Y aconteció que cuando hacía apenas un año que Arathorn y Gilraen se habían casado, Arador fue tomado prisionero por los trolls de las montañas en los Páramos Fríos al norte de Rivendel, y asesinado; y Arathorn se convirtió en el Capitán de los Dúnedain. Al año siguiente Gilraen le dio un hijo, y lo llamaron Aragorn. Pero Aragorn tenía apenas dos años cuando Arathorn partió a combatir contra los orcos con los hijos de Elrond, y pereció con un ojo atravesado por una flecha orca; y así tuvo en verdad una vida breve para alguien de su raza, pues apenas contaba sesenta años cuando cayó.

»Aragorn, que era ahora el Heredero de Isildur, fue llevado entonces a vivir con su madre en la casa de Elrond, y Elrond hizo las veces de padre para él, y llegó a amarlo como a un hijo. Pero lo llamaban Estel, que quiere decir “Esperanza”, y su nombre verdadero y su linaje fueron mantenidos en secreto por orden de Elrond, porque los Sabios sabían entonces que el Enemigo trataba de descubrir al heredero de Isildur, si quedaba alguno sobre la faz de la tierra.

»Pero cuando Estel tenía apenas veinte años de edad, aconteció que retornó a Rivendel después de llevar a cabo grandes hazañas en compañía de los hijos de Elrond; y Elrond lo miró y se sintió feliz, porque vio que era noble y hermoso, y había alcanzado a una edad temprana la madurez, si bien llegaría a ser más grande aún, de cuerpo y de espíritu. Aquel día pues, Elrond lo llamó por su nombre, y le dijo quién era y de quién era hijo; y le entregó los bienes hereditarios.

»“He aquí el Anillo de Barahir —dijo—, símbolo de nuestro remoto parentesco; y he aquí también los fragmentos de Narsil. Con ellos, aún podrás cumplir grandes hazañas; pues preveo que tendrás una vida más larga que la común entre los Hombres, a menos que sucumbas víctima del Mal, o que fracases en la prueba. Pero la prueba será dura y larga. El Cetro de Annúminas lo retengo, pues aún tienes que ganarlo.”

»Al día siguiente, a la hora del crepúsculo, Aragorn paseaba solitario por los bosques, con el corazón alegre; y cantaba, porque tenía muchas esperanzas, y porque el mundo era bello. Y de pronto, mientras aún cantaba vio a una doncella que caminaba por un prado entre los troncos blancos de los abedules; y se detuvo maravillado, creyendo haberse extraviado en un sueño, o que le había sido concedido el don de los músicos élficos, que hacen aparecer ante los ojos de quienes escuchan las cosas que cantan.

»Porque Aragorn iba cantando un fragmento de la Balada de Lúthien, la que narra el encuentro de Lúthien y Beren en la Floresta de Neldoreth. Y he aquí que Lúthien caminaba ante sus propios ojos en Rivendel, envuelta en un manto de plata y azur, hermosa como el crepúsculo en el Hogar de los Elfos; los cabellos oscuros le flotaban movidos por una brisa súbita, y una diadema de gemas que parecían estrellas le ceñía la frente.

»Por un momento Aragorn la contempló en silencio, pero temiendo que se desvaneciera para siempre, la llamó gritando: “¡Tinúviel, Tinúviel!”, tal como Beren en los Días Antiguos.

»La doncella entonces se volvió, y sonrió, y dijo: “¿Quién eres? ¿Y por qué me llamas con ese nombre?”.

»Y él respondió: “Porque creí que eras en verdad Lúthien Tinúviel, cuya balada venía cantando. Pero si no eres ella, caminas como ella”.

»“Muchos lo han dicho —respondió ella en tono grave—. Sin embargo no me llamo como ella, aunque acaso nuestros destinos sean semejantes. Pero tú, ¿quién eres?”

»“Estel me llamaban —respondió él—, pero soy Aragorn, hijo de Arathorn, Heredero de Isildur, Señor de los Dúnedain.” Sin embargo, mientras lo decía, sentía que ese alto linaje, que tanto le había regocijado el corazón, poco valor tenía ahora, y no era nada comparado con la dignidad y la belleza de la joven.

»Pero ella rompió a reír alegremente, y dijo: “Entonces somos parientes lejanos. Porque yo soy Arwen, hija de Elrond, y también me llamo Undómiel”.

»“Suele ocurrir —dijo Aragorn—, que en tiempos de peligro los hombres oculten el tesoro más preciado. Pero Elrond y tus hermanos me asombran; porque aunque he vivido en esta casa desde mi niñez, nunca había oído hablar de ti. ¿Cómo es posible que no nos hayamos encontrado antes? ¡Tu padre no te habrá guardado bajo llave junto con sus tesoros!”

»“No”, dijo ella, y alzó los ojos hacia las Montañas que se erguían al este. “He vivido largo tiempo en la tierra de mi madre, en la lejana Lothlórien. Y he venido hace poco, a visitar nuevamente a mi padre. Hacía muchos años que no paseaba en Imladris.”

»Aragorn se sorprendió, porque no parecía tener más edad que él, que sólo había vivido una veintena de años en la Tierra Media. Pero Arwen lo miró a los ojos y dijo: “¡No te asombres! Los hijos de Elrond tenemos la vida de los Eldar”.

»Aragorn se turbó, porque vio en los ojos de Arwen la luz élfica y la sabiduría de años incontables; pero desde aquel momento amó a Arwen Undómiel, hija de Elrond.


»En los días que siguieron Aragorn se volvió silencioso, y su madre adivinó que algo extraño le había ocurrido; y por fin cedió a las preguntas de ella, y le contó el encuentro entre los árboles en el crepúsculo.

»“Hijo mío —dijo Gilraen—, tu ambición es alta, hasta para el descendiente de numerosos reyes. Porque esta dama es la más noble y la más hermosa que hoy pisa la tierra. Y no es propio de un mortal unirse en matrimonio a la raza de los Elfos.”

»“Sin embargo, también nosotros pertenecemos en parte a esa raza —replicó Aragorn—, si es cierto lo que he aprendido en la historia de mis antepasados.”

»“Es verdad —dijo Gilraen—, pero eso fue hace largo tiempo, y en otra edad de este mundo, antes que nuestra raza declinara. Por esto temo: porque sin la buena voluntad del Señor Elrond los herederos de Isildur no tardarán en extinguirse. Pero no creo que en este asunto puedas contar con la benevolencia de Elrond.”

»“Amargos serán entonces mis días —dijo Aragorn—, y a solas caminaré por las tierras salvajes.”

»“Tal será en verdad tu destino”, dijo Gilraen; y si bien tenía en cierta medida el don de adivinación propio de su gente, nada más dijo acerca del futuro, ni habló con nadie de lo que su hijo le había confiado.

»Pero Elrond veía muchas cosas y leía en muchos corazones. Un día pues, antes de fin de año, llamó a Aragorn a su cámara y le dijo: “¡Aragorn, hijo de Arathorn, Señor de los Dúnedain, escúchame! Un gran destino te espera, sea el de elevarte más alto que todos tus antepasados desde los días de Elendil, o caer en la oscuridad con todos los sobrevivientes de tu estirpe. Pasarás por largos años de prueba. No tomarás esposa, ni te ligarás a mujer alguna con promesa de matrimonio, hasta que llegue tu hora, y hayas demostrado ser digno”.

»Entonces Aragorn se turbó y dijo: “¿Acaso mi madre os ha hablado?”.

»“No, por cierto —dijo Elrond—. Tus propios ojos te han traicionado. Pero no hablo solamente de mi hija. Por ahora no te comprometerás con la hija de ningún otro. Pero en cuanto a Arwen la Bella, Señora de Imladris y de Lórien, Estrella de la Tarde de su pueblo, es de un linaje más alto que el tuyo, y ya ha vivido en el mundo tanto tiempo que para ella no eres más que un retoño del año, frente a un joven abedul de numerosos estíos. Está muy por encima de ti. Y así, creo, ha de parecerle a ella. Pero aun cuando no fuera así, y el corazón de ella se inclinara hacia ti, de todas maneras me entristecería a causa del destino que pesa sobre nosotros.”

»“¿Qué destino es ése?”

»“Mientras yo habite aquí, ella vivirá con la juventud de los Eldar —respondió Elrond—, pero cuando me llegue la hora de partir, ella me acompañará, si tal es su elección.”

»“Veo —dijo Aragorn– que he puesto los ojos en un tesoro no menos precioso que el de Thingol, que en un tiempo deseó Beren. Éste es mi destino.” Pero de pronto despertó en él el don de adivinación de los de su estirpe, y dijo: “¡Pero ved, señor Elrond! Los años de vuestra morada en el mundo están concluyendo, y a vuestros hijos pronto les tocará elegir entre separarse de vos y abandonar la Tierra Media”.

»“Es verdad —dijo Elrond—. Pronto, según nuestras cuentas, aunque aún habrán de transcurrir muchos años de los Hombres. Mas no habrá para Arwen, mi bienamada, otra elección posible, a menos que tú, Aragorn hijo de Arathorn, te interpongas entre nosotros y obligues a uno de los dos, a ti o a mí, a una separación amarga más allá del fin del mundo. Tú no sabes aún lo que deseas de mí. —Suspiró, y luego de un silencio, miró al joven con ojos graves y añadió—: Los años traerán lo que habrán de traer. No volveremos a hablar de esto hasta que hayan transcurrido muchos. Los días se ensombrecen, y muchos males se avecinan.”


»Entonces Aragorn se despidió afectuosamente de Elrond; y al día siguiente dijo adiós a su madre, y a toda la casa de Elrond, y a Arwen, y partió a las tierras salvajes. Durante casi treinta años se consagró a la causa contra Sauron; y se convirtió en amigo de Gandalf el Sabio, y aprendió de él mucha sabiduría. Hizo con él numerosos viajes peligrosos, pero con el correr de los años a menudo partía solo. Las empresas que acometía eran largas y duras, y adquirió un aspecto un tanto hosco y severo, salvo las raras veces que sonreía; y aun así los Hombres lo consideraban digno de honores, como un rey en el exilio, cuando no ocultaba su verdadero semblante. Porque viajaba adoptando las apariencias más diversas, y conquistó gloria y fama con nombres diferentes. Cabalgó con el ejército de los Rohirrim, y combatió en mar y tierra por el Señor de Gondor; y entonces, a la hora de la victoria, se alejó de los Hombres del Oeste, y partió solo al Este, y llegó a lo más profundo de las tierras del Sur, explorando los corazones de los Hombres, tanto malos como buenos, y desenmascarando las confabulaciones y estratagemas de los siervos de Sauron.

»Así se convirtió en el más intrépido de los Hombres vivientes, hábil en las artes y versado en las tradiciones de ellos, y más que todos ellos; porque tenía una sabiduría élfica, y en los ojos llevaba una luz que cuando se encendía pocos eran capaces de soportar. El rostro era triste y severo a causa del destino que pesaba sobre él, pero siempre conservaba viva una esperanza en el fondo del corazón, del que la alegría brotaba a veces como un manantial de una roca.


    Ваша оценка произведения:

Популярные книги за неделю