Текст книги "Las dos torres"
Автор книги: John Ronald Reuel Tolkien
Жанр:
Эпическая фантастика
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”«¿Cansado? —dijo—, ¿cansado? Bueno, no, no cansado pero sí embotado. Necesito un buen sorbo del Entaguas. Hemos trabajado duro; en el día de hoy hemos picado más piedras y roído más tierras que en muchos de los años anteriores. Pero ya falta poco. ¡Cuando caiga la noche alejaos de esta puerta y del antiguo túnel! Es probable que el aluvión pase por aquí, y durante algún tiempo será un agua nauseabunda, hasta que haya arrastrado toda la inmundicia de Saruman. Luego las aguas del Isen serán otra vez puras.» Se puso a arrancar un pedazo de muro, despreocupadamente, como para entretenerse.
”Nos estábamos preguntando en dónde podríamos descansar seguros y dormir un rato, cuando ocurrió la cosa más extraordinaria. Se oyeron los cascos de un caballo que se acercaba veloz por el camino. Merry y yo nos quedamos inmóviles, y Bárbol se escondió bajo la arcada sombría. De pronto un jinete llegó a galope tendido, como un rayo de plata. Ya oscurecía, pero pude verle claramente el rostro: parecía bañado en una luz y estaba todo vestido de blanco. Me senté, y lo contemplé boquiabierto. Traté entonces de gritar, pero no pude.
”No fue necesario. Se detuvo junto a nosotros y nos miró desde arriba. «¡Gandalf!», dije finalmente, pero mi voz fue apenas un murmullo. ¿Y creéis que dijo: ¡Hola, Pippin! ¡Qué sorpresa tan agradable!? ¡Qué va! Dijo: «¡A ver si te levantas, Tuk, pedazo de bobo! ¿Dónde rayos podré encontrar a Bárbol, en medio de todas estas ruinas? Lo necesito. ¡Rápido!»
”Bárbol oyó la voz de Gandalf y salió inmediatamente de las sombras, y aquél sí que fue un extraño encuentro. Yo era el sorprendido, pues ninguno de los dos mostraba sorpresa alguna. Era evidente que Gandalf esperaba encontrar aquí a Bárbol; y Bárbol rondaba sin duda por los alrededores de las puertas con el propósito de ver a Gandalf. Sin embargo, nosotros le habíamos contado al viejo Ent todo lo ocurrido en Moria. Pero yo recordaba la mirada curiosa que nos había echado en aquel momento. Sólo puedo suponer que él mismo había visto a Gandalf, o había recibido alguna noticia de él, pero no había querido decir nada apresuradamente. «No apresurarse» es el lema de Bárbol; pero nadie, ni siquiera los Elfos, dirán gran cosa acerca de las idas y venidas de Gandalf cuando él no está.
”«¡Hum! ¡Gandalf! —dijo Bárbol—. Me alegra que hayas venido. Puedo dominar bosques y aguas, troncos y piedras. Pero aquí se trata de vencer a un mago.»
”«Bárbol —dijo Gandalf—. Necesito tu ayuda. Mucho has hecho, pero necesito todavía más. Tengo que enfrentarme con unos diez mil orcos.»
”Los dos se alejaron, yéndose a algún rincón a celebrar consejo. A Bárbol aquello tuvo que parecerle muy apresurado, pues Gandalf estaba con mucha prisa, y ya hablaba a todo trapo cuando dejamos de oírlos. Estuvieron ausentes unos pocos minutos, un cuarto de hora tal vez. Luego Gandalf volvió a donde estábamos nosotros, y parecía aliviado y casi contento. Hasta nos dijo, en ese momento, que se alegraba de volver a vernos.
”«¡Pero Gandalf! —exclamé—. ¿Dónde has estado? ¿Has visto a los otros?»
”«Dondequiera que haya estado, ahora he vuelto —respondió en su estilo peculiar—. Sí, he visto a algunos de los otros. Pero las noticias quedarán para otra ocasión. Ésta es una noche peligrosa, y he de partir rápidamente. Aunque quizá el amanecer sea más claro; y si es así, nos encontraremos de nuevo. ¡Cuidaos, y manteneos alejados de Orthanc! ¡Hasta la vista!»
”Bárbol quedó muy pensativo luego de la partida de Gandalf. Era evidente que se había enterado de muchas cosas en contados minutos, y ahora estaba digiriéndolas. Nos miró, y dijo: «Hm, bueno, me doy cuenta de que no sois tan apresurados como yo suponía. Habéis dicho mucho menos de lo que sabíais, y no más de lo que debíais. Hm... ¡éstas sí que son noticias en montón! Bien, ahora Bárbol tiene que volver al trabajo».
”Antes de que se marchara, conseguimos que nos revelara algunas de aquellas noticias, que por cierto no nos animaron. Pero por el momento nos preocupaba más la suerte de vosotros tres que la de Frodo y Sam, y el desdichado Boromir. Porque suponíamos que se estaba librando una cruenta batalla, o que no tardaría en iniciarse, y que vosotros lucharíais en ella y acaso no salierais de allí con vida.
”«Los Ucornos ayudarán», dijo Bárbol. Y se alejó y no volvimos a verlo hasta esta mañana.
”Era noche cerrada. Yacíamos en lo alto de una pila de piedras y no veíamos nada más allá. Una niebla o unas sombras lo envolvían todo como un gran manto, a nuestro alrededor. El aire parecía caluroso y espeso; y se oían rumores, crujidos y un murmullo como de voces que se alejaban. Creo que centenares de Ucornos pasaron por allí para ayudar en la lucha. Un poco más tarde unos truenos resonaron en el sur, y a lo lejos, más allá de Rohan, los relámpagos iluminaron el cielo. De cuando en cuando veíamos los picos montañosos, a millas y millas de distancia que emergían repentinamente, blancos y negros, y desaparecían luego con la misma rapidez. Y detrás de nosotros el trueno parecía estremecer las colinas, pero de una manera diferente. Por momentos el valle entero retumbaba.
”Debía de ser cerca de medianoche cuando los Ents rompieron los diques y volcaron todas las aguas a través de una brecha en el muro norte, en dirección a Isengard. La oscuridad de los Ucornos había desaparecido y el trueno se había alejado. La luna se hundía en el oeste, detrás de las montañas.
”En Isengard aparecieron pronto unos charcos y arroyos de aguas negras, que brillaban a los últimos resplandores de la luna, a medida que inundaban el llano. De tanto en tanto las aguas penetraban en algún pozo o respiradero. Unas nubes blancuzcas de vapor se elevaban siseando. El humo subía, ondulante. Había explosiones y llamaradas súbitas. Una gran voluta de vapor trepaba en espiral, enroscándose alrededor de Orthanc, hasta que la torre pareció un elevado pico de nubes, incandescente por abajo y arriba iluminado por la luna. Y el agua continuó derramándose, e Isengard quedó convertido en algo así como una fuente enorme, humeante y burbujeante.
—Anoche, cuando llegábamos a la entrada del Nan Curunír, vimos una nube de humo y de vapor que venía del sur —dijo Aragorn—. Temimos que Saruman nos estuviese preparando otro sortilegio:
—¡No Saruman! —dijo Pippin—. ¡Lo más probable es que se estuviera asfixiando y ya no se riera! En la mañana, la mañana de ayer, el agua se había escurrido por todos los agujeros, y había una niebla espesa. Nosotros nos refugiamos en el cuarto de los guardias; y estábamos muertos de miedo. El lago desbordó y se derramó a través del viejo túnel, y el agua subía rápidamente por las escaleras. Temíamos quedar atrapados en una cueva, lo mismo que los orcos; pero en el fondo del depósito de vituallas descubrimos una escalera de caracol que nos llevó al aire libre en lo alto de la arcada. No nos fue nada fácil salir de allí, pues los pasadizos se habían agrietado, y más arriba las piedras lo obstruían en parte. Allí, sentados por encima de la inundación, vimos cómo Isengard desaparecía poco a poco bajo las aguas. Los Ents continuaron vertiendo más y más agua, hasta que todos los fuegos se extinguieron y se anegaron todas las cavernas. Las nieblas crecieron y se juntaron lentamente y se elevaron al fin en una enorme y vaporosa sombrilla de nubes, quizá de una milla de altura. Al atardecer un gran arco iris apareció sobre las colinas del este; y de pronto el sol en el ocaso quedó oculto detrás de una llovizna espesa en las laderas de las montañas. Todo aquello sucedía en medio de un gran silencio. Algunos lobos aullaban lúgubremente en la lejanía. Por la noche, los Ents detuvieron la inundación, y encauzaron de nuevo las aguas del Isen, que volvió a su antiguo lecho. Y así terminó todo.
”Desde entonces las aguas han vuelto a bajar. Tiene que haber algún desagüe en las cavernas subterráneas, supongo. Si Saruman espía desde una ventana, verá sólo desolación y caos. Merry y yo nos sentíamos muy solos. Ni siquiera un Ent con quien conversar en medio de toda esta ruina; y ninguna noticia. Pasamos la noche allá arriba, en lo alto de la arcada, y hacía frío y estaba húmedo y no pudimos dormir. Teníamos la impresión de que algo iba a ocurrir de un momento a otro. Saruman sigue encerrado en su torre. Hubo un ruido en la noche como un viento que subiera por el valle. Creo que fueron los Ents y los Ucornos que se habían marchado y ahora regresaban; pero adónde se han ido, no lo sé. Era una mañana brumosa y húmeda cuando bajamos a echar una mirada, y no había nadie. Y esto es más o menos todo lo que tengo que decir. Parece casi apacible, ahora que toda esa conmoción ha quedado atrás. Y también más seguro, ya que Gandalf ha regresado. ¡Al fin podré dormir!
Durante un momento todos callaron. Gimli volvió a llenar la pipa.
—Hay algo que me intriga —dijo, mientras la encendía con yesca y pedernal—: Lengua de Serpiente. Tú le dijiste a Théoden que estaba con Saruman. ¿Cómo llegó hasta Orthanc?
—Ah, sí, me había olvidado de él —dijo Pippin—. No llegó aquí hasta esta mañana. Acabábamos de encender el fuego y de preparar el desayuno cuando Bárbol reapareció. Oímos cómo zumbaba y nos llamaba.
”«He venido sólo a ver cómo estáis, mis muchachos —dijo—, y a traeros algunas noticias. Los Ucornos han regresado. Todo marcha bien: ¡sí, muy bien en verdad!» Rió, y se palmeó los muslos. «No más orcos en Isengard, ¡no más hachas! Y llegarán gentes del sur antes que acabe el día; gentes que quizá os alegre volver a ver.»
”No bien había dicho estas palabras, cuando oímos un ruido de cascos en el camino. Nos precipitamos fuera de las puertas, y me detuve a mirar, con la certeza de ver avanzar a Trancos y Gandalf cabalgando a la cabeza de un ejército. Pero el que salió de la bruma fue un hombre montado en un caballo viejo y cansado; y también él parecía ser un personaje extraño y tortuoso. No había nadie más. Cuando salió de la niebla y vio ante él toda aquella ruina y desolación, se quedó como petrificado y boquiabierto, y la cara se le puso casi verde. Estaba tan azorado que al principio ni siquiera pareció advertir nuestra presencia. Cuando por fin nos vio, dejó escapar un grito, y trató de que el caballo diera media vuelta para huir al galope. Pero Bárbol dio tres zancadas, extendió un brazo larguísimo, y lo levantó de la montura. El caballo escapó aterrorizado, y el jinete fue a parar al suelo. Dijo ser Gríma, amigo y consejero del rey, y que había sido enviado con mensajes importantes de Théoden para Saruman.
”«Nadie se atrevía a cabalgar por campo abierto plagado como está de orcos inmundos —dijo—, y me enviaron a mí. Y el viaje ha sido peligroso y estoy hambriento y cansado. Tuve que desviarme hacia el norte, lejos de mi ruta, perseguido por los lobos.»
”Advertí las miradas de soslayo que le echaba a Bárbol, y dije para mis adentros «mentiroso». Bárbol lo observó con su mirada larga y lenta durante varios minutos, hasta que el desdichado se retorció por el suelo. Entonces, al fin, habló Bárbol: «Ah, hm, a ti te esperaba, señor Lengua de Serpiente». Al oírse llamar así, el hombre se sobresaltó. «Gandalf llegó aquí primero, de modo que sé de ti todo cuanto necesito saber, y sé también qué he de hacer contigo. Pon todas las ratas juntas en una ratonera, me dijo Gandalf: y eso es lo que haré. Yo soy ahora el amo de Isengard, pero Saruman está encerrado en la torre; y puedes ir allí y darle todos los mensajes que se te ocurran.»
”«¡Dejadme ir, dejadme ir! —dijo Lengua de Serpiente—. Conozco el camino.»
”«¡Conocías el camino, no lo dudo! —dijo Bárbol—. Pero las cosas han cambiado un poco por estos sitios. ¡Ve y verás!»
”Soltó a Lengua de Serpiente, que echó a andar cojeando a través de la arcada, seguido de cerca por nosotros, hasta que llegó al interior del círculo y pudo ver las inundaciones que se extendían entre él y Orthanc. Entonces se volvió a nosotros.
”«Dejadme ir —lloriqueó—. ¡Dejadme ir! Ahora mis mensajes son inútiles.»
”«En verdad lo son —dijo Bárbol—. Pero tienes una alternativa: quedarte aquí conmigo hasta que lleguen Gandalf y tu señor; o atravesar el agua. ¿Por cuál te decides?»
”Al oír nombrar al rey el hombre se estremeció; puso un pie en el agua, y lo retiró en seguida. «No sé nadar», dijo.
”«El agua no es profunda —dijo Bárbol—. Está sucia, pero eso no te hará daño, señor Lengua de Serpiente. ¡Entra de una vez!»
”Y allí fue el infeliz, cojeando y tropezando. Antes que lo perdiese de vista, el agua le llegaba casi al cuello. Cuando lo vi por última vez se aferraba a un viejo barril o un pedazo de madera. Pero Bárbol lo siguió durante un trecho, vigilándolo.
”«Bueno, allá va —dijo al volver—. Lo vi trepar escaleras arriba como una rata mojada. Aún queda alguien en la torre: una mano asomó y lo arrastró adentro. De modo que ya está allí, y espero que la acogida haya sido buena. Ahora necesito ir a lavarme para quitarme todo este fango. Estaré arriba, del lado norte, si alguien quiere verme. Aquí abajo no hay agua limpia para que un Ent pueda beber o bañarse. Así que os pediré a vosotros dos, muchachos, que vigiléis la puerta y recibáis a los que vengan. Estad atentos, pues espero al Señor de los Campos de Rohan. Tenéis que darle vuestra mejor bienvenida: sus hombres han librado una gran batalla con los orcos. Tal vez conozcáis mejor que los Ents las palabras con que conviene recibir a tan noble señor. En mis tiempos, hubo muchos señores en los campos, pero nunca aprendí la lengua de esos señores, ni supe cómo se llamaban. Querrán alimentos de hombres y vosotros entendéis de esas cosas, supongo. Buscad pues lo que a vuestro entender es bocado de reyes, si podéis.» Y éste es el final de la historia. Aunque me gustaría saber quién es ese Lengua de Serpiente. ¿Era de veras consejero del rey?
—Era —dijo Aragorn—, y también espía y sirviente de Saruman en Rohan. El destino lo ha tratado como se merecía, sin misericordia. El ruinoso espectáculo de cuanto consideraba magnífico e indestructible ha de haber sido para él castigo suficiente. Pero temo que le esperen cosas todavía peores.
—Sí, no creo que Bárbol lo haya enviado a Orthanc por pura generosidad —dijo Merry—. Parecía encontrar un placer maligno en la historia, y se reía para sus adentros cuando se marchó a beber y bañarse. Nosotros estuvimos muy ocupados después de eso, buscando restos flotantes y yendo de aquí para allá. Encontramos dos o tres almacenes en distintos lugares, cerca de aquí, sobre el nivel de las aguas. Pero Bárbol mandó algunos Ents, y ellos se llevaron casi todos los víveres.
”«Necesitamos alimentos de hombres para veinticinco personas», dijeron los Ents, así que, como veis, alguien os había contado cuidadosamente antes de que llegarais. A vosotros tres, evidentemente, os incluían entre los grandes. Pero no habríais sido mejor atendidos que aquí. Conservamos cosas tan buenas como las otras, os lo aseguro. Mejores, pues no les mandamos bebidas.
”«¿Y para beber?», les pregunté a los Ents.
”«Tenemos el agua del Isen —respondieron—, y es tan buena para los Ents como para los Hombres.» Espero, sin embargo, que los Ents hayan tenido tiempo de hacer fermentar algunos brebajes en los manantiales de las montañas, y aún veremos cómo se le rizan las barbas a Gandalf, cuando esté de vuelta. Los Ents se fueron, y nos sentimos cansados y hambrientos. Pero no nos quejamos: nuestros esfuerzos habían sido bien recompensados. Fue durante la búsqueda de alimentos para hombres cuando Pippin descubrió el botín más preciado, estos barrilitos de Corneta. Pippin dijo que la hierba de pipa es mejor después de la comida y así termina la historia.
—Ahora lo entendemos todo perfectamente —dijo Gimli.
—Todo excepto una cosa —dijo Aragorn—: hierbas de la Cuaderna del Sur en Isengard. Más lo pienso y más raro me parece. Nunca estuve en Isengard, pero he viajado por estas tierras, y conozco muy bien las regiones vacías que se extienden entre Rohan y la Comarca. Ni mercancías ni personas han transitado por este camino durante largos años, no a la luz del día. Sospecho que Saruman tenía tratos secretos con alguien de la Comarca. No sólo en el Castillo del Rey Théoden hay Lenguas de Serpiente. ¿Viste alguna fecha en los barriles?
—Sí —dijo Pippin—. Eran de la cosecha de 1417, es decir del mismo año pasado; no, ahora el antepenúltimo, por supuesto: un año óptimo.
—Ah, sí, todos los males que amenazaban a la Comarca han pasado ahora, espero; o en todo caso, están, por el momento, fuera de nuestro alcance —dijo Aragorn—. Sin embargo, creo que hablaré de esto con Gandalf, por insignificante que le parezca en medio de esos importantes asuntos que le ocupan la mente.
—Me pregunto en qué andará —dijo Merry—. La tarde avanza. ¡Salgamos a echar una mirada! De todos modos, ahora puedes entrar en Isengard, Trancos, si así lo deseas. Pero opino que no es un espectáculo muy regocijante.
10
LA VOZ DE SARUMAN
Atravesaron la ruinosa galería, y desde un montículo de piedras contemplaron la roca oscura de Orthanc, con numerosas ventanas, una amenaza más en la desolación de alrededor. El agua se había retirado casi del todo. Aquí y allá quedaban algunos charcos sombríos, cubiertos de espuma y desechos; pero la mayor parte del ancho círculo era de nuevo visible: un desierto de fango y escombros de piedra, de agujeros ennegrecidos, de columnas y pilares que se tambaleaban como ebrios. Al borde de ese tazón en ruinas se veían vastos montículos y pendientes, como cantos rodados acumulados por un huracán; y más allá el valle verde se internaba serpeando entre los brazos oscuros de las montañas. Del otro lado de la desolada llanura vieron unos jinetes que venían del norte, y ya se acercaban a Orthanc.
—¡Son Gandalf y Théoden y sus hombres! —dijo Legolas—. ¡Vayamos a su encuentro!
—¡Pisad con prudencia! —dijo Merry—. Hay piedras flojas que pueden darse vuelta y arrojaros a un pozo, si no tenéis cuidado.
Recorrieron lo que antes fuera el camino que iba de las puertas a Orthanc, avanzando lentamente, pues las losas estaban rajadas y cubiertas de lodo. Los jinetes, al verlos acercarse, se detuvieron a esperarlos a la sombra de la roca. Gandalf se adelantó y les salió al encuentro.
—Bien, Bárbol y yo hemos mantenido una conversación muy interesante y hemos trazado algunos planes —dijo—, y todos hemos gozado de un merecido reposo. Ahora hemos de ponernos otra vez en camino. Espero que también tú y tus compañeros hayáis descansado, y recobrado las fuerzas.
—Sí —dijo Merry—. Pero nuestras discusiones comenzaron y acabaron en humo. Sin embargo, y en relación con Saruman, no estamos tan mal dispuestos como antes.
—¿De veras? —dijo Gandalf—. Pues bien, yo no he cambiado. Me queda algo pendiente antes de partir: una visita de despedida a Saruman. Peligrosa y probablemente inútil; pero inevitable. Aquellos de vosotros que lo deseen, pueden venir conmigo... pero ¡cuidado! ¡Nada de bromas! Éste no es el momento.
—Yo te acompañaré —dijo Gimli—. Quiero verlo y saber si es cierto que se parece a ti.
—¿Y cómo harás para saberlo, Señor Enano? —dijo Gandalf—. Saruman puede mostrarse parecido a mí a tus ojos, si conviene a sus designios. ¿Y te consideras bastante perspicaz como para no dejarte engañar por sus ficciones? En fin, ya veremos. Quizá no se atreva a presentarse al mismo tiempo ante tantas miradas diferentes. Pero he rogado a los Ents que no se dejen ver, y puede ser que así consigamos que salga.
—¿Cuál es el peligro? —preguntó Pippin—. ¿Que nos acribille a flechazos y arroje fuego por las ventanas, o acaso puede obrar un sortilegio desde lejos?
—La última hipótesis es la más verosímil, si llegáis a sus puertas desprevenidos —dijo Gandalf—. Pero nadie puede saber lo que es capaz de hacer, o de intentar. Una bestia salvaje acorralada siempre es peligrosa. Y Saruman tiene poderes que ni siquiera sospecháis. ¡Cuidaos de su voz!
Llegaron a los pies de Orthanc. La roca negra relucía como si estuviese mojada. Las aristas de las facetas eran afiladas y parecían talladas hacía poco. Algunos arañazos, y esquirlas pequeñas como escamas junto a la base, eran los únicos rastros visibles de la furia de los Ents.
En la cara oriental, en el ángulo formado por dos pilastras, se abría una gran puerta, muy alta sobre el nivel del suelo; y más arriba una ventana con los postigos cerrados, que daba a un balcón cercado por una balaustrada de hierro. Una ancha escalera de veintisiete escalones, tallada por algún artífice desconocido en la misma piedra negra, conducía al umbral. Aquélla era la única entrada a la torre; pero muchas troneras de antepecho profundo se abrían en los muros casi verticales, y espiaban, como ojos diminutos, desde lo alto de las escarpadas paredes.
Al pie de la escalera Gandalf y el rey se apearon de las cabalgaduras.
—Yo subiré —dijo Gandalf—. Ya he estado otras veces en Orthanc y conozco los peligros que corro.
—Y yo subiré contigo —dijo el rey—. Soy viejo y ya no temo a ningún peligro. Quiero hablar con el enemigo que tanto mal me ha hecho. Éomer me acompañará y cuidará de que mis viejos pies no vacilen.
—Como quieras —dijo Gandalf—. Aragorn irá conmigo. Que los otros nos esperen al pie de la escalinata. Oirán y verán lo suficiente, si hay algo que ver y oír.
—¡No! —protestó Gimli—. Legolas y yo queremos ver las cosas más de cerca. Somos aquí los únicos representantes de nuestras razas. También nosotros subiremos.
—¡Venid entonces! —dijo Gandalf, y al decir esto empezó a subir, con Théoden al lado.
Los Jinetes de Rohan permanecieron inquietos en sus cabalgaduras, a ambos lados de la escalinata, observando con miradas sombrías la gran torre, temerosos de lo que pudiera acontecerle a Théoden. Merry y Pippin se sentaron en el último escalón, sintiéndose a la vez poco importantes y poco seguros.
—¡Media milla de fango de aquí hasta la puerta! —murmuró Pippin—. ¡Si pudiera escurrirme otra vez hasta el cuarto de los guardias sin que nadie me viera! ¿Para qué habremos venido? Nadie nos necesita.
Gandalf se detuvo ante la puerta de Orthanc y golpeó en ella con su vara. Retumbó con un sonido cavernoso.
—¡Saruman, Saruman! —gritó con una voz potente, imperiosa—. ¡Saruman, sal!
Durante un rato no hubo ninguna respuesta. Al cabo, se abrieron los postigos de la ventana que estaba sobre la puerta, pero nadie se asomó al vano oscuro.
—¿Quién es? —dijo una voz—. ¿Qué deseas?
Théoden se sobresaltó.
—Conozco esa voz —dijo—, y maldigo el día en que la oí por primera vez.
—Ve en busca de Saruman, ya que te has convertido en su lacayo. ¡Gríma, Lengua de Serpiente! —dijo Gandalf—. ¡Y no nos hagas perder más tiempo!
La ventana volvió a cerrarse. Esperaron. De improviso otra voz habló, suave y melodiosa: el sonido mismo era ya un encantamiento. Quienes escuchaban, incautos, aquella voz, rara vez eran capaces de repetir las palabras que habían oído; y si lograban repetirlas, quedaban atónitos, pues parecían tener poco poder. Sólo recordaban, las más de las veces, que escuchar la voz era un verdadero deleite, que todo cuanto decía parecía sabio y razonable, y les despertaba, en instantánea simpatía, el deseo de parecer sabios también ellos. Si otro tomaba la palabra, parecía, por contraste, torpe y grosero; y si contradecía a la voz, los corazones de los que caían bajo el hechizo se encendían de cólera. Para algunos el sortilegio sólo persistía mientras la voz les hablaba a ellos, y cuando se dirigía a algún otro, sonreían como si hubiesen descubierto los trucos de un prestidigitador mientras los demás seguían mirando boquiabiertos. A muchos, el mero sonido bastaba para cautivarlos; y en quienes sucumbían a la voz, el hechizo persistía aun a la distancia, y seguían oyéndola incesantemente, dulce y susurrante y a la vez persuasiva. Pero nadie, sin un esfuerzo de la voluntad y la inteligencia, podía permanecer indiferente, resistirse a las súplicas y las órdenes de aquella voz.
—¿Y bien? —preguntó ahora con dulzura—. ¿Por qué habéis venido a turbar mi reposo? ¿No me concedéis paz ni de noche ni de día?
El tono era el de un corazón bondadoso, dolorido por injurias inmerecidas.
Todos alzaban los ojos, asombrados, pues Saruman había aparecido sin hacer ningún ruido; y entonces vieron allí, asomada al balcón, la figura de un anciano que los miraba: estaba envuelto en una amplia capa de un color que nadie hubiera podido describir, pues cambiaba según dónde se posaran los ojos y con cada movimiento del viejo. Aquel rostro alargado, de frente alta, y ojos oscuros, profundos, insondables, los contemplaba ahora con expresión grave y benévola, a la vez que un poco fatigada. Los cabellos eran blancos, lo mismo que la barba, pero algunas hebras negras se veían aún alrededor de las orejas y los labios.
—Parecido, y a la vez diferente —murmuró Gimli.
—Veamos —dijo la dulce voz—. A dos de vosotros os conozco, por lo menos de nombre. A Gandalf lo conozco demasiado bien para abrigar alguna esperanza de que haya venido aquí en busca de ayuda o consejo. Pero a ti, Théoden, Señor de la Marca de Rohan, a ti te reconozco por las insignias de tu nobleza, pero más aún por la bella apostura que distingue a los miembros de la Casa de Eorl. ¡Oh digno hijo de Thengel el Tres Veces Famoso! ¿Por qué no has venido antes, en calidad de amigo? ¡Cuánto he deseado verte, oh rey, el más poderoso de las tierras occidentales! Y más aún en estos últimos años, para salvarte de los consejos imprudentes y perniciosos que te asediaban. ¿Será ya demasiado tarde? No obstante las injurias de que he sido víctima, y de las que los Hombres de Rohan han sido ¡ay! en parte responsables, aún quisiera salvarte de la ruina que caerá inexorable sobre ti si no abandonas la senda que has tomado. Ahora en verdad sólo yo puedo ayudarte.
Théoden abrió la boca como si fuera a hablar, pero no dijo nada. Miró primero a Saruman, quien lo observaba desde el balcón con ojos profundos y solemnes, y luego a Gandalf, a su lado; parecía indeciso. Gandalf no se inmutó; inmóvil y silencioso como si fuera de piedra, parecía aguardar pacientemente una llamada que no llegaba aún.
En el primer momento los Jinetes se agitaron y aprobaron con un murmullo las palabras de Saruman; luego también ellos callaron, como bajo los efectos de algún sortilegio. Gandalf, pensaban, nunca había exhortado a Théoden con palabras tan justas y tan hermosas. Rudas y viciadas por la soberbia les parecían ahora las prédicas de Gandalf. Y una sombra empezó a oscurecerles los corazones, el temor de un gran peligro: el final de la Marca hundida en el abismo de tinieblas al que Gandalf parecía arrastrarla, mientras Saruman entreabría la puerta de la salvación, por la que entraba ya un rayo de luz. Hubo un silencio tenso y prolongado.
Fue Gimli el Enano quien lo rompió súbitamente.
—Las palabras de este mago no tienen ni pies ni cabeza —gruñó, a la vez que echaba mano al mango del hacha—. En la lengua de Orthanc ayuda es sinónimo de ruina, y salvación significa asesinato, eso es claro como el agua. Pero nosotros no hemos venido aquí a mendigar favores.
—¡Paz! —dijo Saruman, y por un instante la voz fue menos suave y un resplandor fugaz le iluminó los ojos—. Aún no me he dirigido a ti, Gimli hijo de Glóin —dijo—. Lejos está tu casa, y poco te conciernen los problemas de este país. No te has visto envuelto en ellos por tu propia voluntad, de modo que no voy a reprocharte ese discurso, un discurso muy valiente, no lo dudo. Pero te lo ruego, permíteme hablar primero con el Rey de Rohan, mi vecino, y mi amigo en otros tiempos.
”¿Qué tienes que decir, Rey Théoden? ¿Quieres la paz conmigo y toda la ayuda que pueda brindarte mi sabiduría, adquirida a lo largo de muchos años? ¿Quieres que aunemos nuestros esfuerzos para luchar contra estos días infaustos, y reparar nuestros daños con tanta buena voluntad que estas tierras puedan reverdecer más hermosas que nunca?
Théoden continuaba callado. Nadie podía saber si luchaba contra la cólera o la duda. Éomer habló.
—¡Escuchadme, Señor! —dijo—. He aquí el peligro sobre el que se nos ha advertido. ¿Habremos conquistado la victoria para terminar aquí, paralizados y estupefactos ante un viejo embustero que se ha untado de mieles la lengua viperina? Con esas mismas palabras les hablaría el lobo a los lebreles que lo han acorralado, si fuera capaz de expresarse. ¿Qué ayuda puede ofreceros, en verdad? Todo cuanto desea es escapar de este trance difícil. ¿Vais a parlamentar con este farsante, experto en traiciones y asesinatos? ¡Recordad a Théodred en el Vado y la tumba de Háma en el Abismo de Helm!
—Si hemos de hablar de lenguas ponzoñosas, ¿qué decir de la tuya, cachorro de serpiente? —dijo Saruman, y el relámpago de cólera fue ahora visible para todos—. ¡Pero seamos justos, Éomer hijo de Éomund! —prosiguió, otra vez con su voz dulce—. A cada cual sus méritos. Tú has descollado en las artes de la guerra y conquistaste altos honores. Mata a aquellos a quienes tu señor llama sus enemigos, y conténtate con eso. No te inmiscuyas en lo que no entiendes. Tal vez, si un día llegas a ser rey, comprenderás que un monarca ha de elegir con cuidado a sus amigos. La amistad de Saruman y el poderío de Orthanc no pueden ser rechazados a la ligera en nombre de cualquier ofensa real o imaginaria. Habéis ganado una batalla pero no una guerra, y esto gracias a una ayuda con la que no contaréis otra vez. Mañana podríais encontrar la Sombra del Bosque a vuestras puertas; es caprichosa e insensible, y no ama a los Hombres.
”Pero dime, mi señor de Rohan, ¿he de ser tildado de asesino porque hombres valientes hayan caído en la batalla? Si me haces la guerra, inútilmente, pues yo no la deseo, es inevitable que haya muertos. Pero si por ello han de llamarme asesino, entonces toda la casa de Eorl lleva el mismo estigma; pues han peleado en muchas guerras, atacando a quienes se atrevieron a desafiarlos. Sin embargo, más tarde hicieron la paz con algunos: una actitud sabia e inteligente. Te pregunto, rey Théoden: ¿quieres que haya entre nosotros paz y concordia? A nosotros nos toca decirlo.
—Quiero que haya paz —dijo por fin Théoden con la voz pastosa y hablando con un esfuerzo. Varios de los Jinetes prorrumpieron en gritos de júbilo. Théoden levantó la mano—. Sí, quiero paz – dijo ahora con voz clara—, y la tendremos cuando tú y todas tus obras hayan perecido, y las obras de tu amo tenebroso a quien pensabas entregarnos. Eres un embustero, Saruman, y un corruptor de corazones. Me tiendes la mano, y yo sólo veo un dedo de la guerra de Mordor. ¡Cruel y frío! Aun cuando tu guerra contra mí fuese justa (y no lo era, porque así fueses diez veces más sabio no tendrías derecho a gobernarme a mí y a los míos para tu propio beneficio), aun así, ¿cómo justificas las antorchas del Folde Oeste y los niños que allí murieron? Y lapidaron el cuerpo de Háma ante las puertas de Cuernavilla, después de darle muerte. Cuando te vea en tu ventana colgado de una horca, convertido en pasto de tus propios cuervos, entonces haré la paz contigo y con Orthanc. He hablado en nombre de la Casa de Eorl. Soy tal vez un heredero menor de antepasados ilustres, pero no necesito lamerte la mano. Búscate otros a quienes embaucar. Aunque me temo que tu voz haya perdido su magia.