Текст книги "Cyteen 3 - La Vindicacion "
Автор книги: C. J. Cherryh
Жанр:
Научная фантастика
сообщить о нарушении
Текущая страница: 8 (всего у книги 22 страниц)
–Claro que no.
–No, pero no te vas a meter: tú sigue con tus cosas inesperadas e incomprensibles, y no te preocupes, que yo sé hacer las mías. Esas cosas hacen que la mente se desconcentre, y yo prefiero manejarla a ella sobre una base racional, te lo aseguro. Si puedes hacer que los dos dependamos de tu juicio en una cosa, confía en el mío para lo mío, y no me preocupes. No hubiera dudado ni la mitad de lo que lo hice si hubiera estado seguro de que no ibas a entrar en la oficina y echarlo todo a perder ahí mismo. No puedo pensar y cuidarme cuando tú estás involucrado. ¿Sí? Prométeme que no vas a meterte.
–No puedo dejar que una chica malcriada...
–Claro que puedes. Porque soy capaz de cuidarme solo. Y en algunas cosas soy más hábil que tú. No son muchas. Pero en esto, sí. Permíteme que me sienta un poco superior. Tú tienes todo el resto.
Él contempló un largo rato a Grant, una cara que con el tiempo había adquirido tensiones de las que en general los azi carecen. La vida entre los CIUD había hecho eso.
–¿Trato hecho? —le preguntó Grant—. Vamos: confía en mí. Yo confío en ti con lo de la transferencia. Así que los dos podemos estar preocupados por algo. ¿Hasta qué punto puedes confiar en mí?
–El problema no es si confío en ti.
–Ah, sí. Sí, ése es el problema. De azi a supervisor. ¿Me oyes?
Él asintió, después de un momento. Porque Ari podía hacer lo que quisiera, pero quien podía herir a Grant era él.
Estaba mintiendo, claro. Y tal vez Grant lo sabía.
IX
—Hay una cinta —le había dicho Ari a Denys en su oficina, y le había aclarado de qué cinta estaba hablando.
–¿Cómo lo has averiguado? —había preguntado Denys.
–La Base.
–Nada que ver con la cena de anoche en Cambios, ¿verdad?
–No —respondió ella sin dudar, sin parpadear—, discutimos sobre oscilaciones culturales.
Denys odiaba las bromas cuando estaba hablando en serio. Siempre había sido así.
–De acuerdo —dijo, con el ceño fruncido—. No pienso impedir que la veas.
Así que envió a Seely a buscarla.
–No uses kat cuando la veas ni expongas a Catlin y a Florian y, por Dios, ponía donde nadie pueda verla.
Ella había pensado preguntarle lo que contenía. Pero las cosas ya estaban demasiado tensas. Así que habló de otras cosas, sobre su trabajo, sobre el proyecto, sobre Justin, sin mencionar la discusión.
Tomó una taza y media de café y comentó rumores agradables, y desagradables: sobre las elecciones, sobre la situación en Novgorod, sobre la oficina de Giraud y sobre Corain, hasta que Seely trajo la cinta.
Y ella se fue a casa con aquello, con Catlin, porque estaba nerviosa de sentirla en el bolso, estaba nerviosa cuando llegó al apartamento y pensó en ponerla en el aparato.
La inseguridad que le provocaba la situación le hacía desear que Florian y Catlin estuvieran con ella cuando la viera.
Pero eso, pensó, era irresponsabilidad. Las situaciones emocionales eran cuestión suya, no de ellos, y no importaba que sera estuviera nerviosa, no importaba que sera quisiera, como una niña pequeña, tener a alguien con ella.
No te habría recomendado esto,había dicho Denys, muy perturbado, según se dio cuenta ella, aunque no del todo sorprendido. Pero te conozco lo suficiente para saber que no hay quien te pueda parar cuando empiezas a preguntar una cosa. No pienso hacer ningún comentario. Pero si tienes una pregunta después de que la hayas visto, puedes enviarla a mi Base si la consideras demasiado íntima y yo te contestaré con el mismo procedimiento. Si quieres.
Es decir: Denys no pensaba darle ninguna pista acerca de la situación.
Así que ella cerró la puerta de la biblioteca y echó la llave; puso la cinta en el aparato, sintomar la pastilla. No era una tonta. No iba a estudiar en profundo una cinta sin saber lo que contenía, sin haber pasado una prueba para averiguar si había subliminales.
Se sentó y apretó las manos cuando empezó, fascinada al principio al ver un lugar tan familiar, caras tan conocidas... Florian y Catlin cuando tendrían por lo menos ciento veinte años; y Justin, el muchacho era sin duda Justin incluso desde aquel ángulo tan desventajoso, de unos diecisiete; y Ari misma, elegante, segura: había visto fotos de Ari a esa edad, pero en todas ellas Ari solamente contestaba preguntas.
Escuchó, captó el nerviosismo en la voz de Justin, la fineza del control en Ari. Era raro conocertan bien aquella voz y sentir por dentro lo que estaba haciendo, y entender lo que le haría el kat a esa experiencia, y ella lo entendía porque era hábil en el aprendizaje por cinta. Sintió una punzada en la espalda, una sensación de estar profundamente involucrada en una situación de peligro. Respuesta condicionada,indicaba una parte analítica de sus pensamientos. Las costumbres de aquella habitación, la respuesta fisiológica del sistema endocrino a la costumbre de tomar kat en esa habitación, y el hábito de toda la vida de responder a la cinta. Los azi deben de hacer esto, pensó. Mi contexto emocional la está rechazando. Gracias a Dios que no tomé trank para verla.
Mientras, los músculos recibían el estímulo simpático de los nervios que sabían lo que era caminar así, sentarse y hablar, y una mente que entendía en ese contexto que Ari estaba excitada y que tenía el pulso acelerado, y que el blanco de sus intenciones era un Justin muy joven, muy vulnerable, un Justin que recogía las señales que enviaba Ari y reaccionaba con un nerviosismo extremo.
Fuera,se dijo a sí misma, tratando de distanciarse de la agresión que irradiaba Ari. No te involucres.
Tenía la tecla a su lado. Sólo tenía que estirarse y apretarla para que todo terminara. Pero el sentimiento sexual era muy fuerte y se dirigía hacia un objeto que de otro modo estaba fuera de su alcance, hacia un Justin no del todo real, no el hombre que ella conocía, pero de todos modos Justin.
Vio cómo caía el vaso, se dio cuenta entonces de lo que Ari le había hecho y de que él estaba en un terrible peligro. Tuvo miedo por él; pero los músculos que sentía moverse en respuesta a la caída del vaso eran los de Ari, el impulso que sentía a través del ardor sexual era preocupación por el zumo de naranja derramado en el tapizado, de susillón... susillón.
Dios, Dios, córtala. Ahora.
Pero seguía mirando.
X
Era un simple mensaje por ordenador: Quiero verte en mi oficina. 0900. Denys Nye.Eso lo llevó al ala administrativa y a la puerta que más temía.
Así que ella tenía la cinta, pensó Justin; así que Denys estaba enterado de la cena en Cambios.
No había esperado que Giraud estuviera con Denys. Se quedó helado en la puerta, con Seely cerrándole el paso por la espalda, y después avanzó y se sentó.
–Dejemos de lado lo que ya sabemos —empezó Denys– y no perdamos el tiempo con detalles. ¿Qué mierda crees que estás haciendo?
–Quería decírselo —murmuró él—, pero ella estaba avergonzada, no solamente enfadada. Pensé que... si venía a verlo a usted, tal vez estallaría. Pensé que usted querría evitar eso.
–Así que decidiste actuar por tu cuenta.
–Sí, ser. —Denys se mostraba razonable, demasiado razonable; y ahí estaba Giraud, mirándolo con la hostilidad grabada en cada línea de su rostro—. Sabía que usted me llamaría.
–Tiene la cinta —dijo Denys—. Esto me sorprende, Justin, te aseguro que me sorprende. Giraud no es el Especial. Denys sí.
—Eso me halaga, ser. No espero sorprenderlo. Pero no lo hice por eso. Me gustaría que me dejara explicarle. Ari...
–No me interesa tu explicación. No nos interesa, a ninguno de los dos.
–Es un simple capricho de adolescente.
–Es sexualmente activa desde los trece años. Por lo menos. Y este capricho entra por completo en el programa. No estamos preocupados por eso. Su predecesora tenía un esquema parecido. Que eres joven, macho y trabajas con ella. Era obvio.
–¡Yo no lo provoqué!
–Claro que no. Pero trataste de manipularla con eso.
–No. Por supuesto que no.
–Pecados del corazón, si no del intelecto. La tomaste a tu cargo, le enseñaste, trataste de dirigirla, admítelo.
–Para que se alejarade esas cosas. Denys se inclinó hacia delante con los brazos cruzados.
–Eso —intervino Giraud– es una intervención.
–No quería hacerle daño a ella ni a mí —dijo Justin. Bastaba que Giraud hablara para que las reacciones le empezaran a recorrer el cuerpo, como en el sueño del kat, profundas como el hueso. No podía evitar esa tensión en los nervios, no podía olvidar el latigazo de esa voz cuando quería hacer daño, como en las pesadillas. Miró a Denys y sintió un temblor en los músculos—. Intenté que todo se mantuviera en un nivel tranquilo, nada de contradicción.
–Hasta ayer —dijo Denys—, cuando decidiste manejar la situación por tu cuenta. Cuando exacerbaste la situación, decidiste manejarla, dándole una clave importante. Eso es una intervención, tú eres un operador, sabías exactamente lo que hacías y quiero que me lo expliques en palabras muy claras. El nivel consciente y el inconsciente.
–¿Por qué tendría que hacerlo? —El corazón le latía contra las costillas—. Un esfuerzo inútil, ¿no les parece? ¿Por que' no nos ahorramos los preliminares y vamos a Seguridad?
–Estás pidiendo un psicotest.
–No. Claro que no. Pero eso nunca les ha detenido.
–Un poco de calma, muchacho, por favor.
Jordan. Dios.
Quiere que piense en él.
—Contesta la pregunta —dijo Giraud.
–Lo hice para salvar el cuello. Porque es una enemiga muy peligrosa. Porque también podía suceder que saltara contra ustedes y no contra mí. ¿Qué otra cosa podía hacerla retroceder y perder el interés?
–Esa es una respuesta aceptable —dijo Denys. Para confundirlo. Él esperó la nueva dirección, el ataque por el flanco—. La pregunta es, ¿qué crees que has inducido? ¿Cuál es el objetivo de tu intervención? ¿Cuál es su estado de ánimo ahora?
–Espero por Dios —respondió él, la voz fuera de control ahora—, espero por Dios que después de esto vaya con más cuidado.
–¿Y que sea más comprensiva, se vea atraída hacia ti?
–Me contentaría con que fuera cuidadosa.
–La estás cortejando, ¿verdad?
–¡Dios, no!
–Sí, claro que sí. No sexualmente, aunque llegarías a eso si lo necesitaras, si pudieras adquirir una estabilidad que te permitiera controlarte durante el encuentro. Pero sé que preferirías evitarlo. ¿Piensas que es mejor eso que el desastre? ¿Hay algo así en tus ideas? La política hace extraños compañeros de cama pero los compañeros de cama hacen muy mala política.
–Quiero sobrevivir aquí.
–En su administración. Sí. Claro que sí. Protegerte a ti mismo, proteger a Grant. Las consecuencias de una enemistad con nosotros sólo pueden durar unos años más, ¿verdad? ¿Es eso lo que piensas? Un par de viejos, contra el margen de vida de una chica de dieciséis años cuyo poder es... posiblemente para trabajarla a tu favor si pudieras maniobrar hasta que ella te considerara. Un objetivo muy peligroso. Muy peligroso, incluso para un hombre dispuesto a vender..., lo que estabas dispuesto a venderle a su predecesora...
Quiere una reacción, una reacción.
—...pero tus oportunidades son limitadas.
–No necesitamos un psicotest —añadió Giraud, la profunda voz bastante amable– para averiguar cuáles son tus intenciones. Y lo último que hay sobre mi escritorio, creo que pensarás que es bastante divertido en cierto sentido. Alarmante, en otro. Los pacifistas, ya sabes, los que hicieron estallar los subtes en Novgorod, han decidido invocar el nombre de tu padre.
–¡El no tiene nada que ver con eso!
–Claro que no. Claro que no. Pero la policía de Novgorod encontró algunos documentos interesantes, en los que tu padre aparece como mártir político, donde se dice que la nueva monstruosidad de Reseune es una creación de los militares, que asesinar a Ari y crear el caos máximo llevaría a un gobierno pacifista.
–¡Eso es una locura!
–Claro que sí. Y naturalmente, tu padre no sabe nada de esto.
–No. Dios mío...
–Claro. No te preocupes. Esto ha pasado durante años. No lo de los pacifistas. Ésos son comparativamente recientes. Todas esas organizaciones están interrelacionadas, por esto resultan tan difíciles de seguir. Esto y el hecho de que los que ponen las bombas son casos perdidos. Drogadictos y tontos cuya devoción por la causa incluye someterse a lavados de cerebro parciales en manos de operadores aficionados. Esa clase de tontos. Pensé que tenías que saberlo, hay gente en este mundo que no presta atención a su propia vida, y mucho menos a la de una chica de dieciséis años que es el blanco de sus hostilidades. Y están usando el nombre de tu padre en sus libelos. Lo siento. Supongo que no te divierte.
–No, ser. —Justin estaba a punto de echarse a temblar. Giraud siempre le causaba este efecto. Sin drogas. Porque las drogas no se harían esperar, él lo sabía; y nada en el mundo podría impedirles llegar a eso—. No me divierte. Sé que Jordan no se divertiría si lo oyera y sé que no lo sabe a menos que usted se lo haya contado.
–Se lo hemos mencionado. Nos pidió que te dijéramos que está bien. Que espera, supongo, un cambio de régimen en Defensa. Como todos nosotros. Desde luego. Pero quería que tú supieras cómo están las cosas, ya que hay ramificaciones del caso que tal vez debas conocer. Que tu padre mató a Ari, en realidad no se trata de una noticia del pasado. Ahora se trata de amenazas contra la vida de su sucesora. Y Ari lo sabrá. Tenemos que hacer que lo sepa, por su propia seguridad. Tal vez puedas trabajar con ella de forma más civilizada. Eso espero.
¿Qué está haciendo? ¿Qué está tratando de hacer?
¿Qué quiere de mí?
¿Está amenazando a Jordan?
—¿Cómo se siente tu padre con respecto a Ari? ¿Sabes algo?
–No, ser. No lo sé. No hay hostilidad. No creo que sienta eso.
–Tal vez puedas averiguarlo, si esta elección va bien.
–Si va bien, ser. Tal vez pueda hacer que cambie de sentimientos.
–Eso es lo que deseamos —dijo Giraud.
–Pero yo no sacaría el tema con Ari —aconsejó Denys.
–No, ser.
–Eres una pieza valiosa en este rompecabezas —afirmó Giraud—. Lamento... Probablemente tengas sentimientos muy fuertes con respecto a mí. Estoy acostumbrado, por supuesto, pero lo lamento de todas maneras. No soy tu enemigo, aunque probablemente no me creas. Ni siquiera te pido que me digas algo, no voy a sobrecargar tus modales y tu control. Esta vez estoy de tu parte, tanto que te deseo una vida muy larga. Y el comité ha aceptado: treinta y cinco es un poco joven para la rejuv, pero como no parece tener efectos negativos...
–Gracias, no.
–No está abierto a discusión. Tienes una cita en el hospital. Tú y Grant, los dos.
–¡No!
–La oferta de siempre. Vas voluntariamente o Seguridad se ocupará de que vayas.
–No tiene sentido que vaya a rejuv. Es una decisión mía, mierda.
–Es decisión del comité. Asunto zanjado. No es nada importante, nada por lo que tengas que preocuparte. Los estudios médicos no muestran ninguna disminución en los pronósticos de longevidad de los que empiezan temprano.
–Eso, según el estudio de ellos. No tiene sentido. Ari está en el hospital, ella no...
–Claro que no.
–Entonces ¿por qué mierda hacen esto?
–Porque eres valioso. Y nos preocupamos de ti. Puedes ir ahora. O ir por las malas y preocupar a Grant, cosa que no te aconsejaría.
Él respiró despacio.
–¿Puedo ir... a decírselo a Grant yo mismo? Media hora. Eso es todo.
–Muy bien. Ve. Media hora, cuarenta y cinco minutos como máximo. Te están esperando.
XI
Otra espera. Justin estaba acostado sobre la mesa y miraba el techo, tratando de poner la mente en blanco, observando el dibujo de los azulejos en el techo, tratando de resolver las repeticiones.
Un estudio de todo el cuerpo y de la hematología. Dosis de materiales radiactivos para estudio en la sangre, más extracciones de sangre. Control dental. Respiración. Tensión cardíaca. Tienes un poco de hipertensión,había dicho Wojkowski y él había replicado: Me pregunto por qué.
Y Wojkowski no lo había encontrado gracioso.
Más cosas en la sangre, más estudios, más pruebas en lugares privados y más espera, acostado durante largo rato, mientras trataban de que se calmara lo suficiente para conseguir lecturas razonablemente exactas.
Lo intento,había dicho él la última vez que lo controlaron. En serio, hago todo lo que puedo. ¿Creen que me gusta estar esperando aquí, en esta habitación helada?
Cuando se quejó, consiguió una bata. Eso fue todo. Finalmente lo pusieron en tratamiento biótico hasta que consiguió reducir el pulso para hacer las pruebas que ellos querían.
¿Por qué?había sido la única pregunta de Grant, las cejas fruncidas y preocupadas, los hombros levantados, y después: Bueno, al menos nos la dan, ¿no te parece?
Y eso, para un azi, era algo. Él nunca lo había pensado, nunca había pensado que Reseune llegara hasta el punto de negarles la rejuv a él y a Grant cuando llegara el momento, o de posponerla como venganza más allá de la fecha en que fuera de utilidad para evitar el deterioro de las funciones vitales.
Al pensar en eso, podía tomarlo con más calma ahora. Pero había enviado un mensaje a través de Base Uno:
Ari, soy Justin.
Grant y yo tenemos una cita en el hospital. Nos han dicho que van a administrarnos la rejuv, a pesar de nuestras protestas. Quiero que sepas dónde estamos y lo que ha sucedido.
Y no consiguió nada. Base Uno tomó el mensaje. Nadie lo leía en ese momento. Podía pedir admisión al piso de Ari, pero una confrontación directa con Administración era más de lo que Ari podía manejar. Nadie contesta,le dijo a Grant.
Es un solo tratamiento,replicó Grant.
Y eso significaba que todavía podían cambiar de idea. El cuerpo tardaba entre tres y ocho semanas para ajustarse al tratamiento, y hacerse dependiente.
Nada permanente. Todavía.
–Van a venir aquí para los tratamientos —dijo Wojkowski.
–¿Para qué? —había preguntado él—. ¿Para que usted vea cómo tomo una maldita pastilla? ¿O lo que me esté dando?
–Porque no fue por propia decisión. Ya me entienden... dejar la droga acarrea graves consecuencias. Colapso del sistema inmunológico.
–Soy paramédico titulado. Psiquiatra clínico. Le aseguro que estoy al corriente de las precauciones. Lo que quiero saber, doctora, es qué más le están poniendo a la droga.
–Nada —había dicho Wojkowski, sin dudar—. Puede leer la receta, si quiere. Y ver las dosis, lo que quiera. Neantol. Es una nueva droga combinada: Novachem es el fabricante. Le puedo dar literatura sobre eso, es lo más nuevo, acaba de salir al mercado. Evita muchos de los efectos colaterales.
–Ah, qué bien, soy un conejillo de indias.
–Es segura. En realidad, más que la anterior. Evita los problemas de la piel, los hematomas y el sangrado excesivo; la disminución del nivel del calcio y el efecto del cabello que encanece. Podrá seguir con su color de cabello normal, no perderá masa muscular ni tendrá los huesos quebradizos o fatiga prematura. La esterilidad, desgraciadamente, todavía constituye un problema.
–Puedo vivir con eso. —Él se sentía más tranquilo. Mierda, quería creer lo que la doctora estaba diciendo—. ¿Cuáles son los efectos colaterales?
–La boca seca y un paciente se quejó de hiperactividad. Posiblemente algún efecto en los riñones. Sobre todo recuerde tomar mucha agua. Especialmente cuando haya bebido alcohol. Hay una tendencia a la deshidratación y tendrá mucho efecto posterior si se emborracha. No sabemos cuál puede ser el efecto de cambiar a la droga habitual. Creemos que puede haber muchos problemas. Es cara, más de diez por dosis, y no va a ser más barata durante mucho tiempo. Pero es muy recomendable, especialmente en el caso de un paciente joven.
–¿Grant recibirá lo mismo?
–Sí, claro.
Aquella conversación lo había tranquilizado. Confiaba en la ética de Wojkowski. Pero no le ayudaba a disminuir el pulso.
Diez mil la dosis. Reseune se estaba gastando mucho dinero en ellos, en una droga que Reseune podía pagar, y él no.
No era un producto que se pudiera conseguir en el mercado negro.
Sustituciones contraindicadas.
Una dependencia provocada por Reseune, que Reseune podía retirarle, con un efecto devastador; nada que gente como los pacifistas o los abolicionistas pudieran conseguir.
Una cadena invisible. Mierda con las inseguridades de esa gente. Como si le importaran. Pero de todos modos, se llevaban algo: lo dejaban con una sensación claustrofóbica de lo que sucedería de ahora en adelante: las opciones se reducían; y tenía un miedo terrible a que la droga tuviera efectos colaterales, a pesar de que las ratas de laboratorio mejoraran tanto con ella.
Mierda. En un sólo día, de la autoestima de una persona joven, de un cuerpo delgado, capaz, que se había preocupado por mantenerse así, a la seguridad de que era estéril, a algunos cambios metabólicos desagradables; no tantos como él había temido si la doctora tenía razón en lo que decía; pero de todos modos, una disminución en las funciones. Preservación, sí, mientras existiera la droga. Una lista de cuidados que debería seguir durante toda la vida.
Un favor, en cierto sentido, si obedecía las órdenes.
Pero, de todos modos, un golpe psicológico. Tomarlo por decisión de otros, porque lo había decidido un maldito comité.
¿Qué? ¿Para tenerlos atados de manos, a él y a Grant? ¿Un recurso en caso de que los dos trataran de escapar y se unieran a los pacifistas para bombardear subtes y matar niños?
Dios. Eran auténticos lunáticos.
La puerta se abrió. Entró el técnico y le pidió que se desnudara de nuevo.
Muestra de tejido. Muestra de esperma.
–Pero ¿para qué? —le gritó al técnico—. Soy un R, por el amor de Dios.
El técnico observó la lista.
–Está aquí —dijo, sumiso. Y siguió las instrucciones. Azi.
Así que obtuvo las dos muestras que quería. Y lo dejó con un punto doloroso en apierna y otro en a boca, de donde había extraído las muestras de tejido.
Seguramente el pulso se había disparado de nuevo. Trató de calmarse pensando que se lo medirían antes de soltarlo y que si no les gustaba, tal vez lo internarían en el hospital, sujeto todo lo que cualquiera quisiera hacerle, sin Grant como testigo, donde ninguno de ellos podía buscar al otro o presentar una protesta.
Mierda, disminuye el pulso.
Hay que salir de aquí esta noche. Ir a casa. Eso es lo principal ahora.
Se abrió la puerta. Wojkowski otra vez.
–¿Cómo está? —preguntó.
–Más furioso que nunca —respondió él con amabilidad exagerada y se sentó en la mesa, le sonrió a Wojkowski, tratando de que el pulso no enloqueciera de nuevo, pensando en flores. Un ejercicio de control. En agua de río—. Me faltan pedazos de piel y mi dignidad, evidentemente, no es algo que importe mucho en este lugar. Pero estoy muy bien.
–Mmmm —dijo Wojkowski y apoyó una jeringa sobre la mesa, estudiando el informe—. Voy a recetarle un medicamento que quiero que tome y lo controlaremos cuando venga para el segundo tratamiento. A ver si podemos hacer algo con esa presión sanguínea.
–¿Quiere saber lo que puede hacer con la presión sanguínea?
–Hágase un favor. Tome mis recetas. No tome kat más de dos veces por semana. ¿Acostumbra a tomar aspirinas?
–De vez en cuando.
–¿Cada cuánto?
–Está en el...
–Por favor.
–Dos, tal vez cuatro a la semana.
–Está bien. Pero no más que eso. Si tiene dolor de cabeza, venga a verme. Si experimenta cualquier sensación de mareo o falta de concentración, venga a verme inmediatamente. Si tiene taquicardia, lo mismo.
–Claro. ¿Sabe lo que pasa en la Casa, doctora? ¿O en el planeta?
–Me doy cuenta de su situación. De todos modos, trate de evitar la tensión excesiva.
–Gracias. Muchas gracias, doctora.
Wojkowski se acercó a él con la jeringa. Él levantó la ropa de un hombro y ella frotó el área con alcohol. La inyección se disparó contra el brazo y le dolió mucho.
Observó y vio una marca sangrante.
–Mierda, eso...
–Es un implante de gel. Dura cuatro semanas. Váyase a casa. A la cama. Tome mucho líquido. Los primeros implantes tal vez le provoquen ligeras náuseas, un mareo leve. Si siente mucho mareo de pronto o le duele el pecho, llame al hospital. Puede tomar aspirina para lo del brazo. Venga de nuevo en agosto.
Había un mensaje en el sistema de la Casa, esperándolo allí mismo cuando volvió de la farmacia. Mi oficina. Ari Emory.
Ella no usaba la oficina del Ala Uno. Se lo había dicho. Allí había un mínimo de personal que manejaba el trabajo de oficina del sistema de la Casa, nada más.
Pero ahora lo estaba esperando allí. En su oficina. La oficina de Ari senior. Él cruzó el umbral con Grant y se enfrentó a un escritorio negro que recordaba a la perfección. Florian estaba sentado allí, con una cara joven y una gran preocupación cuando se levantó y le dijo:
–Grant tiene que esperar aquí. Sera quiere verlo a solas.
El café le ayudaba a dominar los nervios. Agradecía a Ari que se lo hubiera ofrecido, le agradecía la oportunidad de recuperarse en ese lugar, con Ari detrás del escritorio de Ari senior, no una oficina grandiosa, ni siquiera tan grande como la de Yanni. Las paredes estaban cubiertas de libros, la mayoría de ellos manuales .Ordenada. Ésa era la diferencia extraña, irreal. La oficina de Ari siempre había estado un poco desordenada y el escritorio estaba demasiado limpio.
La cara detrás del escritorio, perturbadora por su parecido, perturbadora por su toque de preocupación.
Pasado y futuro.
–He recibido tu mensaje —dijo Ari—. Y fui a ver a Denys. No sirvió de nada. Nos peleamos. Después llamé a Ivanov. Todo inútil. Después de eso, lo único que podía hacer era convocar un consejo de Familia. Y después de eso, rellenar una solicitud al Departamento de Ciencias y al Concejo en Novgorod. Y eso es muy peligroso, con todo lo que está sucediendo.
Él sopesó el peligro que vendría y supo la respuesta, la misma que había comprendido cuando estaba boca arriba sobre la mesa.
–Podría haber cosas peores —dijo. Le había empezado a doler mucho el brazo, hasta el hueso, y se sentía mareado, así que era consciente de que las manos le temblarían en cualquier momento. Resultaba difícil concentrarse.
Pero el consejo de Familia se pondría de parte de Denys y Giraud, incluso ahora, pensó; y si perdía el primer asalto, podía ser peligroso, psicológicamente, para la habilidad de Ari en sostener su autoridad en el futuro.
Una solicitud al Departamento abría todo el problema del caso Warrick. Eso era lo que Ari le estaba diciendo. Abría el caso cuando había gente que bombardeaba subtes en nombre de Jordan, cuando la elección de Defensa todavía estaba en duda, y Ari era demasiado joven para controlar algunas cosas que podían suceder en ese tipo de lucha, y que involucraban al asesino de su predecesora.
Tal vez ganaran si llegaban al Departamento, pero tal vez no. El riesgo era demasiado grande y la ventaja, mínima.
–No —decidió—. No es cuestión de pastillas. Es uno de esos geles de disolución lenta, y ellos se tomarían todo el tiempo del mundo para aclarar el asunto.
–¡Mierda! Tenía que haberlo impedido. Tenía que haber convocado un consejo para impedirlo.
–Lo hecho, hecho está. Nada más. Dicen que nos están administrando un medicamento nuevo, no se pierde el color del cabello, los huesos no quedan quebradizos. Me gustaría leer algo sobre el asunto antes de decidir mi postura acerca de una protesta por lo que han hecho. Si es lo que dice la doctora Wojkowski, no vale la pena el trastorno que causaría la protesta. Si cuesta lo que dicen, eso no es un perjuicio, porque yo no podría pagarlo. Pero sospecho que tienen otros motivos, porque no puedo pagarlo y ellos siempre podrían negármelo.
Ari no parecía impresionada. En absoluto.
–No van a hacer eso.
–Espero que no.
–Tengo la cinta —dijo ella.
Y él sintió que el corazón le daba un salto tan fuerte que pensó que iba a vomitar. Era el dolor, pensó. El café mezclado con sangre en la boca, donde habían tomado la muestra de la cara interior de la mejilla. No se sentía bien. No. Deseaba estar en casa, en cama, con todo el cuerpo lleno de puntos que le dolían; el brazo le dolía tanto que no estaba seguro de poder sostener la taza con la mano.
–Ella... —dijo Ari– pasó por ciertas fases antes de morir, fases en las que tenía muchos problemas. Sé muchas cosas ahora, cosas que nadie quería decirme. No quiero que pase eso de nuevo, nunca. Ya he resuelto lo del traspaso, del ala de Yanni a la mía. Yanni ha dado gracias a Dios. Dice que te va a matar por la cuenta de Cambios. Justin descubrió que podía sonreír, aunque le dolía.
–Le dije al tío Denys que te iba a poner en mi presupuesto y le pedí que me lo aumentara. Y él estaba decepcionado porque yo lo había atacado por lo que te hizo, así que ni siquiera discutió. Y puse tu mensualidad al máximo de diez con cobertura médica completa y sin gastos de vivienda pagados. Para ti y para Grant.
–Dios mío, Ari.
–Con eso podrás pagar personal para que se encargue del trabajo rutinario, para que no tengas que hacerlo, ni tú ni Grant. Es una pérdida de tiempo. Reseune saldrá ganando si te dedicas a investigar, y a enseñarme a mí. Denys no dijo nada. Lo firmó. Y en cuanto a lo mío, toda mi ala es investigación. Grant no tiene que hacer nada clínico a menos que quiera.
–Él... estará contento con eso. Ari levantó un dedo.
–No he terminado. Pregunté al tío Denys por qué no eras doctor si has llegado a un punto en el que Yanni ya no puede enseñarte, y dijo que era porque no querían que estuvieras en la lista del Departamento, por cuestiones políticas. Le dije que me parecía un asco. El tío Denys, cuando te empuja al máximo y tú le devuelves el empujón, te concede cosas, si no lo asustas. De todos modos, me dijo que una vez superada la elección en Defensa, llenaría los papeles.
Él la miró, mudo, mudo por el flujo y la contradicción.
–¿Te parece bien lo que hice? —preguntó ella, de pronto preocupada como una niña que pide permiso para algo.
–Es... hermoso. Gracias, Ari.
–No pareces contento.
–Estoy bien. —Justin respiró hondo y dejó la taza—. Son muchos cambios, Ari. Y se han llevado partes de mi cuerpo.
Ella se levantó del escritorio, se acercó a él y con cuidado, con mucho cuidado, le apretó los hombros. El hombro herido se estiró en un aguijonazo hasta el hueso. Ella lo besó muy despacio, con mucho cariño, en la frente.
–Vete a casa —aconsejó. El perfume rodeaba a Justin por completo.
Pero a través del dolor, le pareció extraño que el contacto no le hubiera afectado..., nada de destellos, nada en absoluto de momento, aunque sabía que no había terminado con todo eso. Tal vez ahora no lo sentía por el dolor que lo atenazaba, tal vez porque, por un momento, era emocionalmente incapaz de reaccionar ante nada.