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Cyteen 3 - La Vindicacion
  • Текст добавлен: 6 октября 2016, 23:13

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Автор книги: C. J. Cherryh



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Tonto, se dijo a sí mismo.

Pero estaba demasiado cansado de luchar y la idea de que tal vez había alcanzado una situación en la que podía respirar por un tiempo, de que tal vez había encontrado una especie de seguridad, aunque significara más dificultades en el futuro, siempre que fuera en el futuro, estaba bien.

Ari sabía perfectamente lo que entraba y salía de su ala, era agresiva y defendía con celo el tiempo de su personal, y la atención que prestaba a los céntimos y los minutos era el eco viviente de la actitud de Jane Strassen; así que, además de los comentarios, que sumaban un total de unas ciento veinte páginas, entre las suyas y las de Grant, y tres meses de intensa actividad, para su ala solamente aceptaba trabajo de diseño, sólo resolvía los problemas cuando los demás habían hecho el trabajo inicial y todo volvía, por suerte, a niveles júnior en otra ala cuando él y Grant habían fijado el arreglo necesario, sin vueltas, sin «¿te molestaría?» y sin «pero pensamos que ustedes harían eso, estamos atrasados».

Así que él criticaba el trabajo de Ari, contestaba a sus preguntas, hacía los pocos arreglos que llegaban al ala y empleaba la mayor parte de su tiempo en sus propios proyectos, como Grant, que tenía un estudio propio sobre la aplicación de la teoría de la matriz endocrina en las cintas azi, un proyecto que Grant quería comentar a Jordan durante el viaje. Y Grant estaba esperando el momento.

En general, ahora eran más felices de lo que él recordaba en mucho, mucho tiempo; y resultaba de lo más extraño despertarse a media noche, como ahora, con pesadillas que no podía recordar.

O detenerse a veces en mitad de un paseo o en el camino a casa o en cualquier otro lugar, dominado por un instante de pánico, un pánico que no podía nombrar a menos que dijera que lo aterrorizaba el suelo que pisaba, o que tenía miedo de estar portándose como un tonto, y miedo porque no tenía otra alternativa, excepto lo que estaba haciendo.

Miedo, tal vez, de no haber ganado. De haber perdido siempre en las decisiones que había tomado, y de que eso solamente tardara unos años en hacérsele evidente.

Todo lo cual, se decía con severidad, constituía un estado neurótico, compulsivo, y él trataba de resistirse, de arrancarlo de su interior cuando sentía que estaba afectándole. Pero no quería usar cinta para arreglarlo; ni siquiera dejar que Grant le hiciera un poco de posthipnosis tranquilizante; tenía miedo de eso también.

Tonto, se dijo, exasperado por sus pensamientos y marcó la página y dejó el libro sobre la mesa.

Emory como lectura nocturna.

Tal vez era el hecho de que aún oía la voz de ella, su inflexión exacta en las líneas que estaba leyendo ahora.

Y los nervios todavía se le retorcían.

Hizo ruido en el apartamento vacío por la mañana, se hizo una tostada para el desayuno y fue a la oficina, no la pequeña oficina amontonada donde él y Grant habían trabajado tantos años, sino a la suitetriple que Ari les había asignado y que estaba situada en el Ala de Educación; es decir, de vuelta al lugar donde habían empezado, simplemente porque ese ala tenía espacio y las demás no. Una oficina para Grant, otra para él y la tercera para Em, el secretario que les habían asignado, un muchacho regordete y ansioso que estaba contento en aquella posición que tal vez le conseguiría ascensos.

Leyó las notificaciones generales, la solicitud mensual para que se enviaran los pedidos grandes de libros con una semana de antelación; una parrafada de Yanni sobre el tránsito en el Ala Uno, cómo pasaba la gente a través del vestíbulo de la planta baja. Em llegó a las 0900, nervioso cuando vio la oficina abierta tan temprano, y se puso a trabajar en el archivo mientras Justin empezaba con el diseño de siempre.

Continuó trabajando hasta el mediodía y durante el almuerzo, un bocadillo y una taza de café en la oficina, con una concentración que lo dejó con los hombros doloridos y parpadeando. Y en ese momento el brillo del Mensaje Urgente empezó a parpadear en el rincón izquierdo de la pantalla.

Justin lo conectó. Y el mensaje era: Necesito hablar contigo. Estoy trabajando en casa hoy. Ari.

Él cogió el teléfono.

–Ari, Base Uno —dijo. Contestó Florian.

–Sí, ser, un momento. —E inmediatamente se puso Ari.

–Justin. Ha surgido un problema. Necesito hablarte.

–Bueno. En tu oficina.

¿Será Grant? Dios, ¿habrá pasado algo?

Aquí. Tu tarjeta tiene acceso. Fuera.

–Ari, no...

Pero la Base había cortado. Mierda.

Nunca se citaba con Ari a menos que Grant estuviera presente; a menos que fuera en las oficinas; a menos que a veces estuvieran Catlin y Florian, para ir a almorzar o para una breve cena en el exterior. Así era y así lo habían mantenido.

Pero si había sucedido algo, Ari no querría discutir los detalles por teléfono; si le había pasado algo a Grant...

Apagó la máquina, se levantó y salió con la chaqueta en la mano mientras le pedía a Em que cerrara y se fuera a casa, que todo estaba bien.

Se dirigió al ala donde se encontraba el apartamento de Ari, mostró su tarjeta a Seguridad en las puertas y consiguió un pase sin que nadie le preguntara nada.

Mierda, pensó con el corazón en un puño, será mejor que tenga una buena razón, será mejor que haya ocurrido algo serio.

Será mejor que no se deba a que Grant no está conmigo estos días.

—Entre —dijo Florian en la puerta—. Sera le está esperando.

–¿Qué quiere? —preguntó Justin, sin comprometerse—. Florian, ¿te parece... una buena idea?

–Sí, ser —respondió Florian sin una duda.

Él entró; sudaba, y no sólo por la caminata. La habitación, los suelos de travertino, el sillón... todo era un destello vivido del pasado... y del presente.

–¿Es sobre Grant?

–Su chaqueta, ser. Sera necesita hablar con usted y es urgente.

–¿Sobre qué? ¿Qué ha pasado?

–Su chaqueta, ser.

El se la sacó, liberó una manga rebelde de un tirón y se la dio a Florian mientras Ari llegaba a la sala desde el vestíbulo de la derecha.

–¿Qué mierda está pasando? —espetó él.

Ari hizo un gesto hacia la parte baja de la sala, el sillón; y bajó los escalones para sentarse allí.

Él bajó y se sentó en el rincón opuesto. No la sala privada, por fortuna. No se veía capaz de soportarlo.

–Justin —empezó ella—, gracias por venir. Sé... sé cómo te sientes en este lugar. Pero es el único sitio, el único donde estoy absolutamente segura de que no hay espías nivigilancia, ninguna excepto la mía propia. Quiero que me digas la verdad, ahora, toda la verdad. ¿Jordan está trabajando con los pacifistas?

–Mi... ¡Dios mío, no! No. ¿Cómo mierda...?

–Espera: tengo un informe en mi escritorio donde se dice que hay filtraciones en Planys. Que tu padre... ha estado hablando con un sospechoso. Seguridad está vigilando a Grant muy de cerca. En realidad esperan que Jordan intente hacerle una intervención.

–¡El nunca haría una cosa como ésta! No... no con algo así. Nunca se lo haría a Grant.

–Tu padre podría hacerlo sin cinta, sólo necesitaría una palabra clave con alguien de la habilidad de Grant. Sé cómo funciona la memoria de Grant.

–No lo hará. Es una trampa.

–Tal vez —aceptó ella con tranquilidad—. Por eso quería hablar contigo, rápido, antes de que Seguridad tenga una oportunidad. Quiero la verdad. Me están atacando a mí. Y lo sé desde hace tiempo, antes de que Grant obtuviera el pase. Grant se fue en medio de una operación de Seguridad que yo no acepto, que no apoyo. No quiero pensar que Grant pudiera trabajar contra mí ni que tú pudieras hacerlo, pero tengo que protegerme, y por eso he decidido correr este riesgo.

–No lo entiendo. —Justin sintió el viejo pánico, pero ahora tenía suficiente experiencia para no dejarse llevar por él. Mantener una resistencia tranquila, hablar en voz baja, no eludir ningún tema. No creía que Ari estuviera al frente de todo aquel lío, y no sabía dónde estaba la autoridad en la Casa—. Ari, dime qué está pasando.

–La gente que me protege, no quiere que permanezcas junto a mí. Por eso he esperado y he dejado que Grant se fuera, porque sabía, porque sé que es una trampa contra ti; y por eso te he llamado para que vinieras.

–¿Por qué? ¿Qué quieres?

–Tengo que saberlo todo. Eso en primer lugar. Y sé cómo odias este lugar, pero es el único sitio en el que confío. —Buscó en su bolsillo izquierdo y sacó una ampollita. Cristal color ámbar—. Esto es kat. Una dosis profunda. Puedes ayudarme con esto o irte. Pero ésta es mi única oportunidad. Ven al laboratorio, tómalo y deja que te haga una cinta. Te prometo... te prometo, Justin, que no habrá ningún truco sucio. Solamente la verdad en la cinta, para que pueda usarla. Es lo que necesito. Es el tipo de prueba que puedo presentar al Departamento si las cosas se ponen feas. Es mi única oportunidad para creerte.

Él tuvo un destello, muy fuerte, y se quedó totalmente desorientado, incapaz de sentir nada durante unos segundos. Después estiró la mano y cogió la ampolla que ella le ofrecía.

Porque no tenía más remedio. Era lo único que podía hacer. Solamente pensó: Dios, no sé si podré soportarlo. No sé si no voy a volverme loco.

¿Dónde? —preguntó.

–Florian —dijo ella, y él se levantó temblando y siguió a Florian, que le indicó el camino hacia la derecha.

La puerta abierta conducía a la biblioteca de cintas, con un sillón y todos los aparatos para el estudio profundo. Entró en la habitación y se sentó, puso la ampolla en el sillón a su lado y se sacó el suéter, con la mente un poco mareada.

–Quiero que Ari esté aquí —exigió—, quiero hablarle.

–Sí, ser —dijo Florian—. No hay nada malo, ser, solamente una almohadilla, déjeme ayudarlo.

–Quiero hablar con Ari.

–Estoy aquí —dijo ella—. Estoy aquí.

–Presta atención —dijo él brevemente. Y sacó la ampolla y tomó la pastilla mientras el monitor cardíaco parpadeaba en rojo con la alarma. Él observó las luces y se concentró, tratando de calmarse—. Tu paciente tiende a aterrorizarse, sera, espero por Dios que lo tengas presente.

–No lo olvido —dijo Ari con la voz muy tranquila.

Él trabajó con el monitor, observándolo, concentrándose solamente en el pulso de las luces. Se le coló un pensamiento sobre su padre, sobre Grant, solamente un segundo, y la luz osciló más rápido; despacio, pensó él, eso era todo, mientras empezaba a marearse y el horror parecía ganar terreno. Sintió un toque en su hombro y escuchó la voz de Florian que le decía:

–Acuéstese, ser, por favor, acuéstese. Yo lo sostendré.

Él parpadeó y pensó un momento en el Florian niño, que giraba a través de los años hasta convertirse en este Florian, lo bastante fuerte para soportar todo su peso; Florian, que se inclinaba sobre él...

–Tranquilo, ser —murmuró la voz amable—. Tranquilo. ¿Está cómodo?

Él sintió un horror subterráneo, muy difuso. El mareo aumentó y empezó a perder el mundo de vista. El corazón empezó a latirle, cada vez más rápido, cada vez más, desbocado.

–Tranquilo —dijo Ari en una voz que lo sacudió a través del pánico, absoluta—. Cálmate. Todo está bien. Todo está bien, ¿me oyes?

III

—¿Trabajó tu padre con esa gente? —preguntó Ari, sentada al lado del sillón, sosteniendo la mano inerte de Justin.

–No —respondió él. Eso, claro, era lo que Justin sabía. No, no y no. Vio que el monitor cardíaco saltaba con una subida muy alta en el ritmo de las pulsaciones.

–¿Conspiró con alguien contra la Administración de Reseune?

–No.

–¿Y tú?

–No.

No conspiró con nadie. Ni contra Reseune, ni contra Ariane Emory. Justin, al menos, no estaba enterado de ningún complot.

–¿Nunca te sientes frustrado con Seguridad?

–Sí.

–¿Crees que las cosas cambiarán algún día?

–Eso espero.

–¿Qué desearías?

–Tranquilidad. Vivir tranquilo. Que la gente me crea. Entonces, las cosas cambiarían.

–¿Tienes miedo?

–Siempre.

–¿De qué?

–Errores. Enemigos.

Esperaba que, tal vez, si podía colaborar con ella, probaría algo sobre sí mismo y sobre su padre, en un mundo más tranquilo.

Tenía más miedo por Grant que por Jordan. Su padre tenía la condición de Especial como protección. Grant... Si lo sometían a psicotest estaría sujeto a que intentaran imponerle cosas, ideas y actitudes. Grant se resistiría. Grant se arrojaría al vacío de la nada y se quedaría allí. Lo había hecho antes. Pero si seguían trabajándolo...

Si lo arrestaban a él, aquí, en Reseune, si la Administración quería que hubiera un caso, no tendrían ningún problema en hacerlo. Suponía que era posible, que la política siempre importaba más que la verdad. Y más que la vida de un Warrick, eso siempre.

–Jordan no es un asesino —dijo—. No forma parte de su personalidad. Lo que pasó, fuera lo que fuese, se trató de un accidente. Cometió un error al tratar de ocultarlo, eso es lo que me dijeron.

–¿Cómo lo sabes?

–Conozco a mi padre.

–¿Incluso después de veinte años?

–Sí.

Estaba cerca del límite, cerca del momento en que la droga empezaría a desvanecerse. Y ella estaba casi afónica de tantas preguntas tensas.

Pensó: Casi sé lo suficiente para seguir el trabajo de Ari. Casi, Pero él no es el chico con quien colaboró ella.

Podría Trabajarlo y hacer que me deseara. Sería muy fácil. Muy fácil.

Recordó la cinta, la recordó con destellos sexuales que la perturbaron.

Y pensó, pensó en las múltiples intersecciones con tantos, tantos nudos en los grupos de Justin: Mierda, no. Mierda, Ari, no tan rápido, no así, sin reflexionarlo.

Podría hacerlo feliz. Podría hacerle olvidar toda esta angustia.

La política es auténtica y todo lo demás queda en segundo término, él lo sabe. Eso está por encima del resto de sus preocupaciones.

Podría hacer que se preocupara menos. Puedo hacer que confíe en mi.

Y eso, incluso eso, ¿es justo? ¿O seguro, en un mundo como éste y dentro de Reseune?

Se levantó, desconectó el grabador y se sentó al borde del sillón junto a Justin. Le tocó la cara muy despacio, vio cómo aumentaban los latidos en el monitor.

–Shhh, está bien. Todo está bien —murmuró hasta conseguir que los latidos disminuyeran—. Justin —dijo cuando todo se calmó—. Te creo. Nunca me harías daño. Nunca dejarías que me lo hicieran. Sé todo eso. No creo que vayan a actuar contra Grant ahora que te tengo grabado. Puedo contarle a mi tío lo que tengo y, al mismo tiempo, advertirle que Grant trabaja en mi ala y que será mejor que lo deje tranquilo. Lo puedo hacer porque te creo. ¿Entiendes?

–Sí. —Un latido más rápido en el monitor.

–No dejes que este lugar te ponga nervioso. Es mi casa. Mi predecesora ya no está. Todo aquello ya pasó. Todo pasó. Aquí estás a salvo. Quiero que lo recuerdes. No puedo hacerlo en el hospital sin que ellos lo averigüen, pero quiero que hagas una fijación profunda para mí, como lo hacía Grant, ¿Puedes? Interioriza, siéntete bien y recuérdalo.

–Sí.

–Quiero que pienses: «Voy a creer en esto para siempre.» Te prometo que si me crees, si tanto tú como Grant recurrís a mí cuando necesitéis ayuda, yo haré todo lo que esté en mi mano. Ahora puedes descansar. Cuando te despiertes, te sentirás bien y estarás tranquilo. ¿Me oyes?

–Sí.

Nada de latidos apresurados ahora, solamente un corazón firme, fuerte. Ari se levantó, hizo un gesto a Florian y a Catlin para que guardaran silencio y palmeó con dulzura el hombro de Justin. Quédate con él, indicó con gestos a Florian.

Y en el vestíbulo, preguntó a Catlin:

–¿Qué has averiguado?

–Nada nuevo.

–Quédate aquí por si Florian te necesita. Ari se fue a la oficina para hablar por teléfono con Denys.

–Seely —dijo—. Necesito a Denys ahora mismo. —Y cuando Denys apareció en la línea—: Tío Denys, ¿cómo estás?

—Muy bien, Ari, ¿y tú?

Quería decirte una cosa. Toda la situación empezó a ponerme nerviosa, ya sabes, el hecho de que Grant esté lejos, su vulnerabilidad, así que le pedí a Justin que hablara conmigo acerca del asunto...

—Ari, esto es asunto de Seguridad exterior. Sugiero que no hagas absolutamente nada.

Ya lo he hecho. Quiero una orden, tío Denys, para que Grant tenga inmunidad con los de Seguridad. No me importa si en Planys tienen que hacer algo con Jordan. He hecho un trato con Justin.

—Lo siento, Ari, no es una jugada inteligente. No pongas trabas a tu propia Segundad. No tienes derecho a hacerle promesas a Justin, especialmente a Justin. Ya te hablé de eso.

Este es el trato, tío Denys, Justin aceptó someterse a un psicotest con mi Seguridad.

Ari, estás interfiriendo con algo en lo que no tienes experiencia, y es algo muy importante para tu seguridad. No voy a permitirlo.

–Tío Denys, he pensado mucho. Yo lo veo así: he crecido mucho. Nadie puede hacer una campaña matando a una niñita simpática. Los pacifistas y esos grupos no han aparecido por casualidad justamente ahora. Comprenden que estoy creciendo, saben que soy real y que en el futuro voy a causarles problemas. De manera que van a atacarme con todos sus recursos durante los próximos años, mientras puedan hacerlo. Pero ¿sabes lo que se me ha ocurrido, tío Denys? Que eso también podría aplicarse al personal de Reseune, adentro. Y no voy a dejar que toquen a mi personal, nadie, nadie excepto yo.

—Ari, eso puede parecer prudente, pero estás interfiriendo en una situación para la que te falta preparación.

Sí que estoy preparada, tío Denys. No voy a ser razonable en esto. Quiero que Grant vuelva sin problemas. Florian va a ir a buscarlo al avión y lo traerá aquí, y voy a hablarle, yo misma, con trank. Si descubro que alguien más lo ha hecho, me enfadaré mucho. No me importa si ha sido Jordan o Seguridad, me enfadaré en serio.

—Ari...

Te lo advierto ahora, tío Denys. Sé que no te gusta. Y no quiero discutir contigo. Míralo desde mi punto de vista. Tú te estás haciendo viejo, puedes sufrir un ataque o algo así: ¿y dónde me deja eso si no tengo el control de mi ala? Tendría que confiar en mucha gente de repente, sin saber lo que pasa. Y no quiero encontrarme en esta situación, tío Denys.

Tenemos que hablar de esto.

–Sí. Si así lo deseas. Pero quiero tu promesa de que no vas a dejar que Seguridad toque a Grant, aunque creas que Jordan le ha hecho algo. Te diré lo que siente Justin al respecto: si Jordan hiciera eso, Justin se enfurecería con él. Y eso significaría que Justin está de mi parte. Pero si tú lo hicieras, entonces Justin se enfadaría conmigo. Hay un viejo proverbio sobre enturbiar las aguas, ¿lo conoces? Ya soy mayor y no quiero que las ideas de otros sobre lo que está bien y lo que está mal enturbien el agua en la que tengo que nadar el resto de mi vida, tío Denys. Así están las cosas.

—Comprendo tus sentimientos, Ari, pero sería mejor que reunieras datos antes de interferir con una operación, no después.

Podemos hablar de esto todo lo que quieras, puedes aconsejarme, ya sé que vale la pena que escuche tus advertencias. Pero eso vendrá después. Ahora la cosa es así: no voy a dejar que se metan con nadie. Están en mi ala y pienso cumplir mi promesa. Si haces algo, me derribas de plano con mi personal, y no voy a permitirlo, tío Denys. Te lo juro.

Hubo un largo silencio del otro lado.

¿Has discutido con Justin la posibilidad de que hayan tocado a Grant?

–El también tiene miedo de eso. Fue él quien sacó el tema. Está dispuesto a confiar en mí, tío Denys, no en Seguridad, aunque te parezca raro; pero claro, según él, Seguridad no es muy amable, que digamos, en Reseune. Tengo su declaración en la que afirma que Grant salió limpio de aquí, tío Denys. La tengo bajo psicotest profundo, y estoy completamente segura. Así que ya veremos qué pasa cuando Grant vuelva, ¿no te parece? Me encantará traerte una copia de la entrevista.

Otro largo silencio.

—Muy amable de tu parte, Ari. Mierda. Justin tiene problemas médicos, está en un grave apuro, no me importa si él pensó que esto sería lo mejor, tienes apenas diecisiete años.

Dos meses para los dieciocho y para la Base Uno son veinte. Y son unos veinte años muy aprovechados, tío Denys, muy aprovechados, o ¿no hiciste bien tu trabajo? ¿Quieres contestarme a eso, tío Denys? Hace cinco años que hago intervenciones a Catlin y a Florian, así que no es probable que cometa un error, ¿no te parece?

Ari, mierda, viste la cinta que hizo Ari, ¿sabes que tratas con un hombre que está al borde de la locura, obsesionado contigo, y a pesar de todo quieres intervenirlo? Estamos hablando de un hombre de treinta y seis años que ha vivido la mitad de su vida con ese problema, y quieres meterte en eso, sola, sin protección para ti ni para él si sufre un ataque al corazón o cruza el umbral de la cordura. Si quieres saber en qué te estás metiendo, joven sera, podrías estar trabajando en tu oficina en lo tuyo, cualquier día, y ver cómo entra ese joven por la puerta con un cuchillo en la mano. Estás jugando con fuego. Se trata de un adulto que ya ha vivido mucho y ha pasado por muchos incidentes después de ese hecho. Ha cambiado, lo que Ari implantó en él ha tenido tiempo de mutar sin que nadie lo vigilara, porque él no quiere asistir a terapia y, como un tonto, yo lo acepté. Justin tuvo que convertirse en su propio guía y yo le permití hacerlo. Ahora creo que ése fue un error terrible. No tenía ni idea de que mi sobrina iba a dejar que sus glándulas interfirieran en el sentido común, querida, y desde luego no tenía ni idea de que pensara acercar a ese joven inestable a su corazón y portarse como una adolescente tonta, naturalmente que no lo sabía. ¡Dios mío! El tipo de presión que puedes dejar caer sobre ese joven con tus intervenciones bienintencionadas... ¿No entiendes que Reseune nunca quiso hacer daño a Justin Warrick? Sabemos lo que vale. Trabajamos con él, hemos hecho todo lo que hemos podido para asegurar su futuro y protegerlo del tipo de estallido que tú tal vez le estás provocando con tu intervención. ¿Y de quién va a ser la culpa si ocurre?

–Todo eso está muy bien, tío Denys. Pero sé lo que estoy haciendo y mis razones todavía son válidas. Un largo silencio.

Hablaremos de esto —dijo Denys.

–Sí. Sí. Pero mientras tanto, llama a Planys y a Seguridad y adviérteles que dejen a Grant en paz.

—De acuerdo, Ari. Te voy a complacer en esto. Ya hablaremos. Pero no quiero solamente la transcripción. Quiero la cinta de la sesión. Ya sabes lo que es una transcripción. Si quieres mi apoyo incondicional, trata de cooperar conmigo.

Es lo único que deseo, tío Denys, eres un encanto.

Ari, mierda, no estamos hablando de trivialidades.

–Se acerca mi cumpleaños, tío Denys. Me gustaría celebrar una fiesta este año.

No creo que éste sea el momento de discutir eso.

–¿En el almuerzo, el 18?

Después, de nuevo a la Base uno, para asegurarse de que la llamada era lo que había prometido Denys.

Cuidado, había dicho Ari senior, cuidado cuando uses la Base expandida, porque es muy fácil que se te escape algo que se supone no debes saber, como lo que está haciendo Seguridad del otro lado del mundo.

Así que debía mentir. Y se hacía cada vez más experta en eso.

Ari volvió a la biblioteca, porque Catlin le dijo que Justin estaba saliendo, despacio, todavía un poco mareado. No era un mal momento para explicarle la situación.

Así que se sentó en el sillón, a su lado, mientras Justin yacía dormitando con las luces tenues y una manta ligera sobre el cuerpo. Florian vigilaba.

–¿Cómo estás? —le preguntó Ari.

–No mal del todo —dijo él y apareció una línea entre las dos cejas cuando trató de moverse. Después se rindió—. Todavía estoy un poco mareado. Déjame descansar. No me hables.

A la defensiva. Entonces, no era el momento. Ella le puso una mano sobre el hombro.

–Puedes tratar de despertarte —dijo. Eso también era una intervención, pero benigna—. Todo está bien. Sabía que estabas bien. Y ya he hablado con el tío Denys y le he dicho que dejara tranquilo a Grant, así que Grant estará bien, pero necesito hablar contigo. Mientras tanto, te quedarás en el cuarto de invitados esta noche. No me parece buena idea que vuelvas hasta que estés realmente despierto.

–Puedo irme.

–Sí, claro, cuando puedas discutir, pero no esta noche. Si quieres, haré que Florian se quede ante tu puerta para que todo sea muy decente. Estás en el otro extremo de la casa, lejos de mi habitación. ¿De acuerdo? Apenas puedas caminar, Florian te llevará a la cama.

–A casa —insistió él.

–Lo lamento. Necesito hablarte por la mañana. No quiero que te vayas hasta entonces. Duerme ahora.

Eso, en su estado, era una sugerencia muy fuerte. Los ojos de Justin se cerraron, temblaron y volvieron a cerrarse por completo.

–A la habitación de huéspedes —indicó Ari a Florian—. En cuanto pueda. Y quiero que te quedes con él, para cuidarlo.

IV

Era una cama desconocida, un momento de pánico. Justin volvió la cabeza y vio a Florian boca abajo en la otra cama, vestido, la cara de muchacho inocente bajo el resplandor de la única luz en la pared. Despierto.

Pensó que recordaba haber llegado caminando a esa habitación, por un pasillo que conocía, pero todavía estaba desorientado y sentía una punzada de pánico al pensar en las drogas. Pensó que debería sentirse más perturbado por encontrarse allí, con el umbral bajo del trank. Se quedó quieto, medio dormido, pensando que cuando le desapareciera el mareo, reaccionaría. Todavía estaba vestido, excepto el suéter y los zapatos. Alguien le había puesto una manta encima y una almohada bajo la cabeza.

Gracias a Dios, no era el dormitorio de Ari.

–¿Está despierto, ser?

–Sí —respondió él, y Florian hizo un esfuerzo para sentarse en el borde de su cama.

–Cuidador —dijo en voz alta—, despierta a Ari. Dile que Justin está despierto.

Justin se apoyó en las manos, recuperó el equilibrio, se frotó la cara entumecida.

–¿Qué hora...?

–¿Hora? —preguntó Justin al Cuidador.

0436—dijo el Cuidador.

–Tengo que empezar con el desayuno —dijo Florian—. Es cerca de la hora en que sera se despierta cada día. Hay utensilios para los invitados en el baño, ser. Y una bata si quiere, pero sera seguramente se habrá vestido. ¿Podrá arreglárselas mientras voy a ver cómo está mi compañera?

—Sera está casi lista —anunció Catlin y le sirvió café. Catlin, cuyo cabello rubio estaba suelto esta vez, una sábana pálida sobre los hombros cubiertos de uniforme negro—. ¿Leche?

–No —dijo él—. No, gracias.

Jóvenes, pensó. La situación podría ser muy graciosa, él, a su edad, virtualmente secuestrado, desnudado y finalmente cuidadosamente alimentado en el desayuno por un grupo de chicos.

No era una sensación desagradable, pensó. No tan dura como uno de los viajes de Giraud. Pero estaba agotado, sentía los pulmones demasiado abiertos y los miembros flojos y totalmente inestables.

Claro que estaban inestables, considerando el golpe fisiológico que comportaba una dosis tan alta de catafórico; era por eso que Catlin ponía en un plato la vitamina y el mineral en píldoras y se las daba. Él las tomó con el café sin discutir.

Era un remedio para el momento que seguía al kat, al menos.

Llegó Ari, un suéter azul muy sencillo, pantalones azules, el cabello negro suelto como no lo llevaba casi nunca en esos días. Como Ari-la-niña. Empujó la silla que quedaba a la derecha de Justin y se sentó.

–Buenos días. Gracias, Catlin —dijo cuando Catlin le sirvió el café y le puso leche. Y a él—: ¿Cómo te encuentras? ¿Estás bien?

–Dijiste que tenías algo importante que decirme.

–Sobre Grant —respondió Ari, directamente. Y después—: Podemos prepararte lo que quieras para el desayuno.

–No, gracias. Mierda, Ari, ya basta de juegos.

–No estoy jugando. Quiero que comas algo. Al menos una tostada. Hay miel auténtica.

Él cogió una tostada mientras se controlaba, la untó pacientemente con mantequilla y le puso un poquito de miel. Todo un establecimiento de apicultura de Moreyville, junto con otros comercios florecientes/Peces. Animalitos exóticos. Ranas. Moreyville hablaba de expandirse río arriba, levantar una parte del terreno en el Volga y crear nuevas mesetas para la agricultura.

–La cosa está así —dijo Ari—. Hablé con el tío Denys anoche y él sacó a Seguridad de encima de Grant. Discutimos por eso, pero le dije que no estaría tranquila si había personal de mi ala en manos de gente que no conozco. Se redujo a eso. Así que hicimos un trato. Yo hago mis propios controles de Seguridad y si estoy satisfecha, no se hará nada más. Sólo tienes que aceptar que, en caso de haber problemas, yo haré el psicotest y lo solucionaré.

Él miró el pedazo de tostada que tenía en la mano, sin apetito.

–Eso significa que vas a hacer otro psicotest.

–Justin, espero que no. Pero el asunto de los pacifistas es realmente peligroso. Y se va a poner peor, porque ven que estoy hablando en serio. No hay mucha gente en quien pueda confiar. Tampoco hay mucha gente en quien tú puedas confiar, porque cuando la política se pone tan espesa, corno va a ponerse ahora, ya sabes cómo acaban los inocentes. Debes recordar que me pediste que hiciera algo por tu padre. Bueno, ya lo he hecho: probablemente impedí que lo arrestaran anoche, al menos bajo sospecha, y sé que gracias a mí no sometieron a Grant a un psicotest en Seguridad. Probablemente tu padre no sabe lo cerca que estuvo, y si quieres seguir mi consejo, no se lo digas, por favor. Grant llegará bien a casa. Tu padre está a salvo. Y tú no estás peor hoy que ayer, ¿verdad?

–No lo sé.

Estoy sacudido, mierda, y no estaba así ayer. No lo sé. No lo sé. No lo sé y por otra parte, ¿ qué otra alternativa tengo ?

No quieres tener que enfrentarte a Seguridad —continuó Ari—. Giraud no te quiere, Justin, es evidente que no te quiere. No es necesario ser psiquiatra profesional para darse cuenta. Yo quiero que te quedes; y eso significa que todos en el universo sabrán que tú podrías ser un punto de presión para usar contra mí, podrían presionarte a ti, o a Grant, o a Jordan. Giraud lo hará sin duda y tratará de hacer algo contra ti o tu padre, si no tenemos pruebas que demuestren que estás trabajando para mí. Eso es lo que necesito. Lo necesito de ti y de Grant. Y si lo haces, entonces serás mi amigo, y mi Seguridad trabajará para protegerte. Si no lo haces, tendré que poneros a ti y a Grant fuera, y no podré confiar en ti porque cada uno de mis enemigos pensará en ti y en Grant y en Jordan como armas contra mí. Así está la cosa. Y creo que lo sabes. Por eso me dijiste anoche que esperabas que, al quedarte cerca de mí, podrías hacer que las cosas anduvieran mejor. ¿Recuerdas?

–No. Pero pude haberlo dicho.


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