Текст книги "Cyteen 3 - La Vindicacion "
Автор книги: C. J. Cherryh
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Научная фантастика
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Otro pequeño silencio. Después:
–¿Cómo conseguiste permiso de Denys para este movimiento?
–Igual que conseguí trasladarte a mi residencia. Le dije a Denys que eras mío, que te había practicado una intervención importante; que Grant es mucho más importante para ti que tu padre, y que en caso de tener que elegir entre los dos, te decantarías por Grant, porque tu padre puede cuidarse solo y Grant... —Se encogió de hombros—. Este tipo de cosas. Denys me creyó.
Eso lo afectó, había suficiente amenaza en esas palabras para asegurarle a Ari que él entendía. Se quedó ahí sentado, mirándola, enfadado, muy enfadado. Y muy preocupado.
–Eres toda una operadora, joven sera.
La frase la hizo sonreír, aunque con tristeza.
–Giraud murió demasiado pronto. Los pacifistas no se van a quedar quietos en medio de esta conmoción. Las elecciones van a ser un caos, habrá más bombas, más gente muerta, todo va a estallar si no hacemos algo. Tú ya lo sabes. Tu trabajo está exactamente en mi campo. Esa es una de las cosas que están en juego. Así que puedes colocar a tu padre en una posición tal que se vea obligado a hacer algo desesperado y enfrentarse a unas circunstancias que no puede controlar, y no creo que sepa siquiera que esas circunstancias existen; o puedes ayudarme a controlar todo esto, calmarlo y dejar que yo lleve a cabo mi jueguecito con Denys; si puedes avisar a tu padre del juego, no me importa; dile que espere hasta que yo me haga cargo de Reseune. Podemos ganar a Denys, o puedes hacer estallar toda la situación ante los medios de comunicación pidiéndoles que pongan a tu padre frente a las cámaras, haciendo cosas que hagan sospechar que estás bajo presión.
–La verdad, quieres decir.
–O haciendo movimientos que te den mala imagen. No puedes parecer un hijo que traiciona a su padre. Eres muy hábil con la gente brillante y los diseñadores; pero no sabes dónde están las trampas, ignoras lo que ocurre en el mundo exterior, no estás acostumbrado a la prensa ni a elegir tu propia imagen pública. Por Dios, sigue mis consejos y ve con cuidado. Si te pones cabezota con esto, puedes perder todas las armas que tienes.
Él la miró un largo rato y tomó un sorbo de su whisky. Finalmente dijo:
–Dime exactamente qué clase de movimientos debo evitar.
Grant miraba, casi en trance, la forma precisa en que caían las cartas en una pila entre los dedos de la muchacha.
–Es impresionante —dijo.
–¿Esto? —Sera Amy parecía contenta y volvió a hacerlo—. Mi madre me enseñó, supongo que desde que crecí lo suficiente para manejarlas. —Repartió las cartas. Quentin AQ era una presencia silenciosa en la habitación, un joven alto, atractivo, con el uniforme de Seguridad, sentado, observando, un joven totalmente capaz de romperle el cuello a alguien de mil formas diferentes: Grant no albergaba dudas acerca de sus posibilidades si hacía un movimiento contra Amy Carnath. Al principio pensó que pasaría el tiempo en su habitación, confinado, bajo trank o al menos bajo arresto, pero la joven sera había intentado que se sintiera cómodo por todos los medios: No tardará mucho tiempo, ya se van a encontrar con el Departamento, seguro que arreglarán todo en un par de días,y finalmente, después de un almuerzo a media tarde, había declarado que le enseñaría a jugar a las cartas.
Grant se sintió conmovido y se divirtió con el juego. La joven Amy se estaba tomando muy en serio su nueva licencia para Alfas y lo hacía sorprendentemente bien: las cartas realmente le hicieron olvidar lo que, si hubiera estado medio drogado con trank y encerrado en la soledad, habría sido un infierno absoluto, una situación que todavía era un infierno, cada vez que se preguntaba si el avión había aterrizado o no, si Justin estaba salvo, o lo que sucedía con Jordan en Planys.
Deseó estar en ese avión, pero consideraba que en realidad estaba haciendo más por Justin así, como rehén, portándose civilizada y racionalmente y tratando de no arrojar leña a los fuegos de la excitación juvenil, o a los de la paranoia de la Administración.
El póquer, por otra parte, era un juego interesante, en el que, según Amy, los azi tenían dos ventajas considerables: primero, una capacidad de concentración profunda, y segundo, la habilidad de ocultar las reacciones. Sera tenía razón. Quería intentarlo con Justin.
Cuando volviera.
Los pensamientos como aquél hacían que el pánico le corriera por el cuerpo con la idea de que algo podía suceder, de que podía llegar una orden que sera Amy debiera obedecer o de que las autoridades podían tomar a Justin bajo custodia en otro sitio; y Reseune tenía su contrato, así que tal vez no se verían de nuevo. Nunca.
Entonces, en ese caso, tal vez podría optar por no sentarse tranquilamente a esperar el reentrenamiento. Tal vez podría hacer algo increíble para un diseñador azi y empuñar un arma. En una forma muy contradictoria, era lo que tal vez haría un CIUD, quizá la mejor alternativa. En otros momentos (la contradicción que sufría era así de dura) sabía que su propio CIUD tal vez lucharía por liberarse pero que nunca apuntaría un arma contra sera Amy, ni contra Quentin AQ, y que Justin nunca podría (le había dicho la verdad a ser Denys en eso) nunca podría hacer daño a la gente que lo había perjudicado. Su CIUD tal vez podría amenazar con un arma, pero disparar... no, nunca, ni siquiera contra Giraud, que de todos modos estaba muerto.
No, cuando llegara el momento, pensó Grant, estudiando la mano que le había repartido la joven sera, no podía imaginarse a sí mismo entregándose al hospital; pero tampoco podía imaginarse apuntando para matar.
La joven Amy le dijo que el secreto del juego que le estaba enseñando consistía en no expresar las intenciones y la situación del jugador. La joven sera era muy inteligente y muy hábil para ser CIUD. Posiblemente estaba jugando más de un juego y trataba de interpretar más de lo que las cartas le decían a él, como él estaba tratando de captar más información de la que ella quería ofrecerle.
Así que mientras tanto apostó poco, porque se suponía que se jugaba por dinero y él no tenía nada que no fuera de Justin; y no quería arriesgar eso, ni siquiera las pequeñísimas sumas que Amy le proponía. No arriesgaba nada que fuera de Justin, estaba contento de tener la suficiente libertad en el apartamento para asegurarse de que los documentos de Justin estaban a buen recaudo y conseguir la mayor cantidad de información que pudiera; sabía perfectamente cómo hacerse el distraído o el sordo. Estaré bien,había dicho Justin. Y ahora, cuando ya no había nada que decir ni que hacer, tenía que confiar en sus palabras, como un azi cualquiera, mientras seguía sujeto a la contradicción y pensaba en Winfield y en los abolicionistas y en el hecho de que a los treinta y siete años era legalmente menor de edad, y Amy Carnath, a los dieciocho, era una adulta. Mierda,quería gritarle, escúchame. Explícame qué pasa y escucha el consejo de alguien con más experiencia que tú.
Pero no era probable que sucediera eso. Amy Carnath cumplía órdenes de Ari Emory, y él ignoraba si la persona que en realidad movía los hilos era Ari Emory o Denys Nye. No podía saberlo.
VIII
El aeropuerto le trajo recuerdos: él mismo en la tienda de regalos, pidiéndole unos créditos a Jordan para comprar baratijas para la casa. Pensaba en eso mientras caminaban por el tubo desde el avión hacia la terminal de Novgorod, con Seguridad armada por delante y muy cerca, detrás.
No pasarían entre la gente en la terminal: Ari se lo había explicado; no habría ninguna subida a un coche al aire libre. La situación era demasiado peligrosa. Salieron por una puerta lateral, y luego se apresuraron hacia el sótano, a un garaje donde esperaban los coches con ventanillas blindadas y cubiertas.
Allí, Seguridad le puso las manos encima y lo separó de Ari, Catlin y Florian. Ari le había avisado que eso sucedería y le había pedido que obedeciera al pie de la letra las órdenes de Seguridad, pero fueron muy bruscos con él y la prisa y la fuerza con que lo metieron en el coche eran innecesarias.
Él mantuvo la boca cerrada y no se quejó, apretujado entre dos guardias en el asiento trasero y con una pesada mano sobre el hombro hasta que se cerraron las puertas. Después, el hombre le soltó y él se reclinó en el asiento, observando cómo salían los primeros coches del garaje. El conductor se unió a la caravana, pasaron cerca del ala de RESEUNE UNO, junto al límite de la pista, y cruzaron una puerta con guardias donde se les unió el resto de la escolta.
Era la clase de protección oficial, pensó, que seguramente había esperado a Giraud Nye durante esos años problemáticos. Se sentó entre los cuerpos musculosos de dos miembros importantes de Seguridad de la Casa. Había otro, armado, en el asiento junto al conductor, y un cuarto para guiar el coche. Miró cómo se extendía el camino hacia el río, el puente y la carretera que conducían al centro del gobierno, con cosechas verdes creciendo en los espacios vacíos, un grupo de árboles que había prosperado en los años transcurridos desde la última visita a Jordan, para doblar en...
El Salón de Estado apareció en una curva, ocupando de pronto la ventanilla, y él sintió un escalofrío de pánico.
–¿No vamos al Departamento? —preguntó a los guardias, con calma, con tranquilidad—. Pensé que íbamos al Departamento de Ciencias.
–Seguimos al coche que va adelante —respondió el de la izquierda.
E] ya se había dado cuenta de eso. Mierda, pensó, y se sentó recto y miró con atención; le hubiera gustado tener la habilidad de Grant para aislarse del mundo. Deseaba que terminara el día. Quería...
Dios, anhelaba estar en casa.
Quería un teléfono, la oportunidad de llamar a Jordan y averiguar la verdad, pero la verdad, le había dicho Ari, era lo de menos.
Estaba aturdido, demasiado contradictorio, en flujo total. Trató de buscar respuestas, pero no tenía información suficiente para encontrarlas, nada excepto lo que le había dado Ari, que ponía orden donde no lo había, o marcaba la única salida posible; Justin ya no lo sabía. Había descubierto que estaba dispuesto a mentir a laprensa, a negar la inocencia de su padre, una inocencia sobre la cual no sabía nada.
Se descubría dudando de Jordan, dudando de los motivos de su padre, del amor de Jordan hacia él, de todo en el mundo excepto de Grant. Y finalmente, dudaba de su propia cordura y de la integridad de su mente.
Ni siquiera Giraud consiguió hacerme esto. Ni siquiera Giraud.
Flujo de imágenes, la vieja Ari, la joven; flujo de pánicos recordados, entrevista con Ari en su oficina:
Tú haz que mi vida sea tranquila, encanto, mantente entre Jordan y yo, y no ordenaré que arresten a sus amigos y no someteré a Grant a un lavado de cerebro, incluso dejaré de hacerte la vida imposible en la oficina. Ya sabes cuál es el precio, por todos esos traslados que pides.
Le dije a Denys que eras mío, que te había practicado una intervención importante, que Grant es mucho más importante para ti que tu padre; que en caso de tener que elegir entre los dos, te inclinarías por Grant.
La caravana se detuvo bajo el pórtico junto al Salón de Estado. Él se movió cuando los guardias abrieron la puerta y lo atosigaron para que pasara, esta vez sin brusquedad: las cámaras estaban cerca.
Ari se detuvo y lo tomó del brazo. Por la mente de Justin pasó la idea de que podía rechazarla, negarse a avanzar, contar ante las cámaras todo lo que le había pasado, gritar el hecho de que Reseune estaba reteniendo a Grant como rehén, de que a él lo habían trabajado para separarlo de su padre, de que Jordan tal vez había pasado veinte años de reclusión por una mentira.
Dudó, mientras Ari tironeaba de su brazo y alguien lo empujaba desde atrás.
–Vamos a entrevistarnos arriba con el secretario Lynch —dijo Ari—. Ven. Hablaremos con la prensa después.
–¿Su padre es inocente? —gritó alguien en medio del caos lleno de ecos.
Él miró al periodista. En el breve tiempo de una pesadilla trató de pensar si sabía la respuesta o no, y después ignoró la pregunta, avanzó hacia donde querían que fuese, a decir lo que hiciera falta.
—Debes pasar por esto a solas —dijo Ari cuando llegaron arriba, empujándolo hacia el Departamento—. Yo observaré la entrevista por el monitor, pero no habrá nadie de Reseune. El Departamento no quiere que te sientas presionado. ¿De acuerdo?
Así que él avanzó entre los desconocidos uniformados, todavía personal de Reseune, adiestrado por cintas de Reseune, que lo condujo a una gran sala de entrevistas y a una mesa frente a un semicírculo de tres mesas más donde otros desconocidos se sentaron en medio de un murmullo confuso de conversación.
Desconocidos excepto el secretario Lynch, ahora sustituto de Ciencias: a Lynch lo conocía por las noticias. Él se acomodó en una silla, confortado por el hecho de haber encontrado al menos a alguien conocido en la habitación, a la cabeza del comité, suponía. Había una jarra con agua a su lado, él llenó un vaso y se sirvió, tratando de tranquilizar el estómago. El personal de Ari le había ofrecido comida en el avión, pero él sólo había podido tragar la guarnición y parte de un bocadillo; y había tomado una bebida sin alcohol después del whisky. Ahora se sentía mareado, con la cabeza un poco confusa. Tonto, se dijo en medio del murmullo de la gente que hablaba en una habitación grande, deja de caminar dormido. Despiértate y presta atención, por Dios, pensarán que estás drogado.
Pero la contradicción seguía allí, en cada pensamiento, cada detalle de lo que Jordan le había dicho últimamente; cada una de las palabras de Ari que pudiera representar una clave de lo que estaba pasando, algo que le sirviera para saber si la amenaza era tal o solamente una pantalla para los ojos de Denys y de Segundad.
El secretario Lynch se acercó a él y le tendió la mano. Justin se puso en pie y la estrechó, sintió la amabilidad del gesto y vio una cara que había sido solamente una imagen en vídeo y que ahora expresaba una preocupación humana por él; y ese pequeño gesto de aliento lo golpeó en las entrañas, no sabía por qué.
–¿Está usted bien? —le preguntó el secretario interino.
–Un poco nervioso —respondió y sintió los dedos de Lynch que se cerraban con fuerza sobre los suyos. Un toquecito en el brazo. El antiguo socio de Giraud, recordó Justin de pronto con una sacudida que casi le produjo náuseas, y sintió que toda la habitación se distanciaba, que los sonidos retumbaban en su cabeza al mismo tiempo que su corazón. Y Ari, ¿dónde está ahora? ¿Esto es un montaje ensayado?
—Ahora se encuentra usted dentro de la jurisdicción del Departamento —dijo Lynch—. No hay nadie de Reseune aquí. Hay tres cancilleres en la ciudad, pidieron estar presentes para controlar los procedimientos. El presidente Harad, el canciller Corain y el canciller Jacques. ¿Desea usted que se convoque a algún otro testigo? ¿Tiene alguna objeción respecto a alguien que se encuentre presente? Entienda que tiene derecho a objetar a los miembros de la audiencia.
–No, ser.
–¿Se encuentra bien? —Era la segunda vez que se lo preguntaba. Justin respiró hondo y soltó la mano.
–Un poquito... – Confuso. No, Dios, no digas eso.Pensó que debía de estar pálido. Sintió el aire acondicionado sobre las sienes sudadas—. Estaba demasiado nervioso y no quise comer. Me gustaría tomar una bebida sin alcohol antes de empezar, ¿qué le parece? O tal vez galletitas o algo.
Lynch pareció un poco sorprendido; y después le palmeó el hombro y llamó a un ayudante.
Como un niño, pensó. Quince minutos, un pastel y una taza de café, tiempo para recuperar el control en una habitación cercana. Se encontraba mejor, fue capaz de volver a la sala de audiencias y dejar que el secretario Lynch le presentara a Mikhail Corain, a Simón Jacques y a Nasir Harad, uno detrás del otro, caras que reconocía en lo que todavía era un poco de confusión mental, pero ahora estaba menos tembloroso: Dios, sí que sentía contradicción.
Toda la vida había tenido pesadillas sobre la publicidad, se había sentido al borde del pánico, todavía tenía destellos sobre Seguridad, la celda, las audiencias del Concejo...
La voz de Giraud diciéndole cosas que no recordaba, pero que lo amenazaban profundamente.
¡Despiértate, mierda! Se te ha acabado el tiempo para pensar. ¡Ya!
–Doctor Warrick —saludó Corain, estrechándole la mano—. Estoy encantado de conocerlo, finalmente.
–Gracias, ser.
¿Cuándo llegó el mensaje de mi padre?Eso era lo que quería preguntar.
Pero no lo hizo, Justin no era tonto. Controlar los procedimientos,había dicho Lynch, es decir, que los cancilleres no estaban ahí para hacer preguntas.
–Si necesita algo —dijo Corain—, si cree que necesita protección, espero que entienda que puede pedirla.
–No, ser, no es necesario. Pero aprecio su amabilidad.
Éste es el hombre que quiere usar a Jordan. Y a mí. ¿De qué le sirvo?¿Dónde me dejaría su protección?
Fuera de Reseune. Ya Grant dentro.
Corain le palmeó el brazo. Simón Jacques le tendió la mano y se presentó; un hombre de tipo neutro, de cabellos negros, con una mano firme y la tendencia de no mirar a los ojos.
–Canciller, presidente Harad —mientras estrechaba la delgada mano de Harad y descubría una mirada terriblemente fría y hostil. Uno de los amigos de Reseune.
–Doctor Warrick —dijo Harad—. Espero que pueda aclarar parte de toda esta confusión. Gracias por aceptar esta audiencia.
–Sí, ser —dijo él.
Aceptar la audiencia. ¿Quién me invitó?¿Quién aceptó en mi nombre?¿ Cuántas cosas se dijeron en mi nombre y en el de Jordan?
—Doctor Warrick —intervino Lynch, tomándole el brazo—, si le parece bien, empezaremos.
Él se sentó a su mesa, contestó preguntas: No, no tengo forma de saber nada más que lo que dijo mi padre. Nunca discutió esto conmigo excepto antes de la primera audiencia. Cuando se iba. No. No estoy bajo drogas, no estoy bajo coacción. Estoy confundido y preocupado. Creo que es una reacción normal, dadas las circunstancias. La mano le tembló cuando levantó el vaso de agua. Bebió un poco y esperó mientras los miembros del comité comentaban, hablando en voz baja para que él no entendiera lo que decían pero pudiera oírlos hablar.
–¿Por qué cree usted en la confesión de su padre? —preguntó el doctor Wells de repente—, ¿o por qué creyó en ella en el pasado?
–La creí. Él lo dijo. Y porque... (Saca a relucir parte del asunto sexual,le había dicho Ari en el avión. Es bueno en la prensa. El escándalo siempre distrae y puedes trabajar a la gente mucho más fácilmente si todos ponen la mente en el sexo: todo el mundo tiene algo que decir al respecto. Pero no menciones la cinta y yo no sacaré a relucir las drogas, ¿de acuerdo?)Porque había un motivo en el que podía creer, en el que todos creían en Reseune. Yo mismo. Ariane Emory me chantajeó hasta que consiguió una relación conmigo. Mi padre lo averiguó.
No se sorprendieron. El interrogador asintió lentamente.
–Lo chantajeó, ¿cómo?
Justin dirigió una mirada a Mikhail Corain, aunque la pregunta procedía de un miembro del comité. Mientras vigilaba de reojo las reacciones de Corain, respondió:
–Había un trato secreto para que Jordan fuera trasladado a LÍNEAS ESPACIALES RESEUNE. Ari descubrió que Jordan había movido hilos para pasar por encima de ella e hizo un trato conmigo, un trato para que no impidiera el traslado de mi padre. —A Corain no le gustaba esa línea de preguntas... Bien,pensó él, y volvió a mirar al interrogador—. Me dijo... quería que me quedara en Reseune; quería enseñarme, veía un potencial en mi trabajo. Deseaba que ese potencial se desarrollara y quería una garantía de que Jordan no enredaría las cosas con el proyecto de psicogénesis. Lo planteó como si sólo se tratara de unos años. Dijo que después aprobaría mi pase para irme con él. Probablemente lo hubiera hecho, por norma general cumplía sus promesas.
Lenta, lentamente, empezaron a consultarse. Lo sabían,pensó él. Lo sabían, todo el comité, mierda, hasta Corain. Todos estos años; Dios mío, todo el Concejo y el Departamento, no había secretos con respecto a mi asunto con Ari. Pero les he dicho algo que ignoraban.
¡Dios! ¿En qué me he metido? ¿Qué tratos hizo Giraud?, ¿en qué me estoy metiendo ahora?
—Usted quería mantener esa relación sexual en secreto —dijo Wells—. ¿Cuánto tiempo duró?
–Unas pocas veces.
–¿Dónde?
–En su oficina. En su apartamento.
–¿Quién la inició?
:—Ella. —Él sintió que se ruborizaba y apoyó los brazos en la mesa para sostenerse—. ¿Puedo añadir algo, ser? En realidad pienso, ser, que el sexo fue solamente un medio para conseguir un objetivo, para hacerme sentir lo bastante culpable para meter una cuña entre mi padre y yo. No fue solamente la relación sexual. Fue la relación entre ella y mi padre. Soy un R, ser. Y ella no era amiga de mi padre. Pensé que yo podría sobrellevar la culpa. Pensé que no iba a sentirme incómodo. En realidad, lo consideré algo muy distinto de lo que era; y Ari era maestra en manipulación, controlaba totalmente lo que hacía y yo era un estudiante que quiso hacer más de lo que estaba a su alcance. Mi padre habría entendido esta parte aunque yo no pude hacerlo en esa época. No quería que él lo descubriera. Pero lo averiguó.
Una idea apareció como un destello de certeza en medio de la contradicción en su interior: Él no pudo haberlo hecho. No puede matar a nadie. Habría estado preocupado por mí. Habría querido remediar la situación, sacarme del lío antes de actuar, y no puedo decirles eso.
Y un instante después se convirtió en: Cualquiera puede hacer lo quesea bajo una presión suficiente. Si ésa fue la presión necesaria para él, la gota que colma el vaso.
—¿Su padre le dijo que había descubierto el asunto? —le preguntó Lynch.
—No. Fue directo a ver a Ariane Emory. Yo tenía una cita con la doctora esa misma noche, más tarde. No supe que estaba muerta hasta que me lo comunicaron, después del arresto.
Entonces... entonces ese algo que había estado intentando colocar en el lugar correspondiente encajó en su sitio, y él supo exactamente dónde estaba la salida: Desautorizar lo que dijo Jordan... ser el hijo ofendido que defiende a su padre: ponerme en una posición tal que los dos lados me cortejen. Esta es la respuesta.
Y todo lo que le había dicho Ari en el avión: éste era exactamente el sitio al que había tratado de conducirlo. Sus pistas, entregadas una a una: Mierda, es toda una operadora. Pero había una forma que le permitiría dar un paso hacia cualquiera de las dos orillas, jugar con el ángulo emocional, la rabia, oponerse a Jordan y ser conquistado; o ganarse a Jordan, cualquiera de las dos alternativas, la que funcionara, y a la mierda con Corain, a la mierda con todos los que querían ser sus futuros titiriteros en ese lío. Podía maniobrar si lograba colocarse en una posición determinada y captar la atención de todos hacia sí mismo para que todos quisieran persuadirlo. Eso le permitiría recoger información, le concedería tener un poco de control, pensó Justin, y posiblemente excedía un poquito la actuación que Ari había pensado para él, pero solamente lo suficiente para preocuparla y hacer que siguiera trabajando con él y con su situación, no tanto para que se planteara una disyuntiva entre oposición y cooperación.
Bajo fuego. Siempre había pensado mejor así. Levantó el vaso, tomó un segundo sorbo de agua y de pronto sintió la mano firme y el corazón todavía agitado: Mierda, Giraud me hizo esto, ¿no? Me puso los nervios al rojo vivo. Pero la mente trabaja.
—¿Piensa usted que alguna otra persona tenía motivos para asesinarla?
—No lo sé, no se me ocurre ninguna —respondió él, el ceño fruncido mientras se inclinaba hacia delante antes de que le plantearan otra pregunta—. Le aseguro, ser, que me preocupa mucho lo que está pasando aquí.
—¿En qué sentido?
—Tengo miedo de que estén utilizando a mi padre. De que si él inventó la confesión no pueda comprobarse, al igual que tampoco se puede comprobar la confesión en sí. Nadie lo sabe. Nadie puede saberlo. Él es un científico, un investigador. Ha estado veinte años alejado de la política. Podría presentar una declaración. Podría decir algo, cualquier cosa. Dios sabe qué le dijeron o qué está pasando, pero no confío en esto, ser. No sé si le dijeron alguna cosa que provocó una reacción. No sé si le prometieron algo, pero estoy preocupadísimo, ser, y me molesta mucho que su nombre se vea mezclado con políticas de las que ni siquiera sabe nada. Lo están usando, ser, tal vez son los mismos que están hablando y ocupándose de esta situación, los que nunca tuvieron nada que decir a su favor durante veinte años y, de pronto, todos se muestran interesados, no porque tengan alguna pista sobre su inocencia o su culpabilidad, sino porque constituye un arma política en asuntos que mi padre ignora y por razones que no tienen nada que ver con su bienestar. Yo voy a luchar contra eso, ser.
Reinó el silencio durante un momento, y después se reanudó el murmullo.
Ahora iban a salir los cuchillos, pensó Justin. Ahora había encontrado su posición y había construido una defensa para Jordan a pesar de cualquier cosa que pudiera decir.
Le temblaba tanto la mano que casi derramó el agua cuando tomó un trago, pero eran los temblores que se sufren cuando la suerte está echada. Por dentro albergaba más esperanza para sí mismo y para Jordan de la que había tenido desde que supo a donde lo conducían.
Corain se mordió el labio cuando la joven Emory le estrechó la mano con cortesía durante el descanso, mientras ella decía con ansiedad, en la soledad de la Seguridad de ella y la del canciller:
—Es política, claro. Reseune lo entiende. Pero es un asunto muy personal para Justin. No es un político. Considera lo que le pasó a su padre como un suceso político, y ahora ve que todo empieza de nuevo, ahora que Giraud está muerto y habrá elecciones. Le aconsejé que se dominara y declarara en un tono más neutral, pero está tan preocupado...
—Debería aconsejarle —dijo Corain con frialdad– que si ésta es su mayor preocupación, no se acerque a los medios de comunicación, joven sera. Si presenta acusaciones, habrá que llevarlas ante el Concejo.
—Le pasaré el mensaje, ser. —Con el mentón un poquito levantado. No la sonrisa de Ari senior, no aquella sonrisa enfurecedora, orgullosa; solamente una mirada muy directa—. Es posible que mi predecesora tropezara y cayera. No tengo la menor idea, se lo aseguro. Estoy interesada en la verdad, pero dudo mucho que vaya a surgir en esta audiencia.
Si Ari senior hubiera pronunciado aquellas palabras, sin duda tendrían un significado oculto. Corain miró a aquella reencarnación a los ojos y comprendió que también ocultaba algo. Reseune estaba moviendo hilos en Ciencias, claro que sí.
—Me molesta en gran medida —continuó Ari Emory, poniendo cara de confidente amistosa– que todo esto haya estallado precisamente ahora. La política cambia, las posiciones varían, y se desarrollan intereses comunes. Administraré Reseune dentro de pocos años, y cuando tenga el poder voy a hacer muchos cambios. Quiero que entienda, ser Corain, que no estoy atada al pasado.
—Todavía le faltan unos años —objetó Corain. Y pensó: Gracias a Dios.
— Unos años, sí, pero estoy metida en política desde hace muchísimo tiempo. Si mi predecesora estuviera viva ahora, habría considerado la situación general y habría opinado que era necesario hacer algo para calmarla. No es conveniente para ninguno de los dos partidos. Sólo beneficia a Khalid.
Corain observó la joven cara durante un largo rato.
—Nosotros hemos mantenido siempre una posición moderada.
—Y estamos totalmente de acuerdo en lo que se refiere a resolver el problema de Novgorod. Y la comunicación de Pan-Paris. Todo eso. Opino que tiene toda la razón del mundo en cuanto a esos proyectos de ley y creo que yo tengo razón en cuanto al doctor Warrick.
—Todavía no tiene usted poder, joven sera.
—Sí que lo tengo —insistió ella—. Al menos dentro de Reseune. Lo cual no es poco. Ahora estoy aquí porque conozco a la gente y Justin no; y porque Justin es mi amigo y, en confianza, no creo que su padre represente un peligro para mí, y la Administración de Reseune está de acuerdo. Así que esto es psicología: quiero que la gente sepa que apoyo a Justin. El ve a su padre en peligro de que lo arrastren a causas que Jordan no apoyaría; y ahí es donde Reseune utilizará su soberanía para proteger a sus ciudadanos, tanto a él como a su padre. Puede terminar ante un jurado, y puede complicarse mucho. Y eso ayuda a los pacifistas, ¿no le parece?, y no creo que usted quiera eso más que yo. Así que, ¿hay una salida? Usted tiene experiencia en este Concejo. Dígamelo.
—En primer lugar —dijo Corain con un regusto amargo en la boca—, el joven Warrick tiene que retirar los cargos que presentó.
Ella asintió.
—Me parece una buena idea.
—Si ofrecí al comité la idea de que acuso al canciller Corain —dijo Justin con cuidado, con calma—, quisiera pedir disculpas por haber dado esta sensación, cosa que me hicieron notar en el descanso. Estoy seguro de que le preocupa el bienestar de mi padre. Pero sí tengo miedo de influencias violentas que pudieran haberse involucrado en esto.
IX
Llegaron al hotel poco después de la medianoche por la entrada del subte, con el ascensor de seguridad directo a los pisos superiores, que Seguridad de Reseune había convertido en propios: Ari respiró aliviada cuando el ascensor se detuvo en el piso dieciocho, una suite impresionante y única en ese nivel VIP del Riverside, que Giraud todavía tenía reservada para ese mes en un hotel que Seguridad de Reseune conocía hasta el último rincón.
Abban salió a recibirla en el ascensor y Ari parpadeó, sorprendida al principio, después muy aliviada de comprobar la competencia de Abban manejando lo que Florian y Catlin no habían tenido oportunidad de comprobar, Abban, tranquilo y silencioso en el trabajo a pesar de que habían enterrado a Giraud aquella mañana, a pesar de que había pasado por un infierno aquella semana. Había tenido que volar desde Reseune esa misma tarde, después de que llegara el resto del personal.
—Joven sera —saludó Abban—, Florian, Catlin, ya lo hemos comprobado todo: sera querrá la habitación principal, ser Justin la blanca o la azul, como sera prefiera.