Текст книги "Cyteen 3 - La Vindicacion "
Автор книги: C. J. Cherryh
Жанр:
Научная фантастика
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»Quiero decirles también que casi inmediatamente después del atentado me llamaron el presidente Harad y los miembros del Concejo Simón Jacques y Mikhail Corain para expresar su repulsa. Todos, sin importar el partido político al que pertenecen, entienden lo que está en juego cuando se producen actos como éste. No necesito decirle esto al pueblo de Novgorod, que ha luchado contra las tácticas de los extremistas y también contra las ofertas de ayuda del gobierno central. Yo considero que Novgorod es un ejemplo. La gente puede persuadirme con sus ideas, pero no van a conmoverme con violencia o amenazas de violencia.
»Esta no es la primera vez en la historia que alguien intenta algo similar y por lo que sé, la respuesta que funciona mejor en estos casos es exactamente el tipo de desprecio que Novgorod siente hacia ellos y sus ideas... desprecio, pero no paciencia, no paciencia. Cada vez que el Concejo se reúne para debatir diferencias honestas, todos ganan, precisamente porque la civilización está funcionando y la mayoría y la minoría tratan de lograr un acuerdo justo que proteja a la gente a quien representan. Por eso estos tipos que sólo se preocupan por su conveniencia por encima de todo tienen que destruir al Concejo; y también por eso la mejor respuesta es un consenso de todos los cuerpos electivos. Que todos entiendan y declaren que las ideas son valiosas, las voces pacíficas merecen una consideración muy seria, las necesidades humanas deben tratarse mediante una distribución sabia de los recursos y el principio de la vida tiene que estar bien alto en nuestro sistema de valores, inmediatamente antes de nuestra preocupación por la calidad de vida y la libertad de expresión. Quien haya hecho esto, a partir de una noción equivocada de algo que es supuestamente correcto y está por encima de la ley, no me asusta ni me convence. No voy a retirarme. Al contrario, el responsable me ha hecho comprender la importancia de la ley; y voy a presentarme a las elecciones algún día; voy a hacerlo y voy a respetar el voto de mi electorado, sea cual fuere el resultado, porque una elección honrada es una cosa, y crear el caos para debilitar a los representantes del pueblo no es disentir, es sabotear el proceso como lo están haciendo los que colocan bombas. Yo no pienso involucrarme en algo así, ni ahora ni nunca.
Escucha esto, Vladislaw Khalid.
— Si mi electorado opina que debo sentarme en el Concejo, recordaré el precio que cuesta tener un Concejo; y recordaré que debemos tenerlo, a pesar de quienes creen que están por encima de la ley, o que tienen toda la razón, tanta que pueden arrebatarnos nuestras vidas si lo desean.
»Esta es mi declaración personal. Hasta ahora me he sentido contenta de mantenerme tan lejos como podía de la escena pública; ahora no puedo hacerlo, porque alguien decidió matar gente para que yo no hablara. Así que voy a hablar con voz bien alta y con toda claridad, voy a hablar cada vez que haya algo que decir, porque ésa es la mejor manera de luchar contra los que quieren que me calle.
»Ahora, contestaré a sus preguntas.
Estaba bien, pensó. Se escabulló con un:
—Lo lamento, me estoy quedando sin voz. —Y un temblor en la mano con la que se apartó un poco el cabello de la cara; no tuvo que fingir eso. Lo había disimulado hasta ese momento y cuando estuvo lejos de las cámaras tuvo que sentarse con rapidez, pero lo había hecho bien y había dicho exactamente lo que quería decir.
—¿Algo nuevo? —preguntó a Catlin, que había estado al corriente de la red.
—No, sera —respondió Catlin.
Ella suspiró y aceptó el agua que le ofrecía Florian.
—Mierda. —La amenazaban las lágrimas, y el dolor y el cansancio y la frustración de la situación. Estaba amaneciendo. No había dormido desde la noche anterior al funeral de Giraud. Ayer. Dios—. Voy a hacer una llamada a Amy —dijo con voz tranquila, controlada—. Pídele a Lynch que concierte una breve entrevista con los cancilleres y los suplentes que estén a mano; y con el Departamento; quiero estar en el aeropuerto a las 0900.
—Sera, no ha dormido nada. Permítase un descanso.
Ella se sentó un momento y pensó en eso. La explosión seguía ocupándole la mente. Los cuerpos quemados. Las habitaciones llenas de humo, las luces que brillaban, difusas, en la niebla.
No quería cerrar los ojos, no quería comer ni despertar las heridas metiéndose en el suéter que había traído: esos dolorcitos la molestaban, sobre todo cuando había tantas cosas peores en qué pensar.
Así que no pensaba en los «y si...» ni «podría haber pasado...». Debía pensar en el presente y confiar en las decisiones que había tomado hacía ya mucho tiempo.
Trabajaría a toda la Unión si era necesario. Prometía orden donde el orden no existía; prometía moderación y acercamiento a Corain, que era la oposición que ella prefería. Para no tener que enfrentarse a Khalid.
Se movía más cerca del centro de momento, para hacer que la oposición se acercara también, siempre que ellos estuvieran tratando de hacer lo mismo, claro; y siempre que después, los inteligentes, los rápidos, dieran el próximo salto dejando a la oposición ahí, sentada en medio de la confusión, en el nuevo centro.
Trabajar el macrosistema, diría Ari senior.
Mientras todo lo demás se iba a la mierda y nada de lo que ella amaba duraba demasiado.
Menos Florian y Catlin. Menos la única lealtad sin condiciones, la única cosa que el asesino de Ari no se había atrevido a enfrentar.
Justin se despertó, hizo una mueca por los huesos doloridos y la posición que le había obligado a tomar el duro banco del baño; se despertó y trató de moverse deprisa al oír las puertas exteriores, para colocarse el cabello en algo parecido a un orden y levantarse antes de que el intruso cruzara las otras puertas; pero estaba solo, levantado a medias y sin equilibrio cuando entraron dos hombres en ropas de trabajo que lo miraron con los ojos muy abiertos durante un instante, sorprendidos. El se volvió hacia el lavabo tan natural como respirar, abrió el grifo, se mojó las manos y se las pasó por el cabello.
Pero los dos hombres aparecieron en el espejo, a su espalda, bien cerca.
Por un momento, se aterrorizó. Después pensó: Mierda, no son Seguridad de Reseune y se volvió con el codo derecho por delante y toda la fuerza de que era capaz , asustado cuando los alcanzó, pero seguía la secuencia enseñada por cinta, una vuelta completa y un golpe en el pecho.
Durante una décima de segundo observó el resultado, un hombre arrojado contra el rincón, el otro abajo, Dios, pensó y después vio al primer hombre que abría los brazos para atacarlo, arrancó a toda velocidad hacia la puerta y la cerró de golpe, atravesó la segunda y salió al túnel que ya empezaba a llenarse con el tránsito de la mañana.
¿Y si estoy equivocado? Ese hombre podría haber muerto. Podría haber matado a alguien.
Y después: No. Lo capté bien.
Y: No había pasado esa cinta desde que era un niño. No sabía que podía hacer eso.
Avanzó a paso rápido; le temblaban las rodillas, los hombros y la espalda y sabía que llamaba la atención por la falta de afeitado y los movimientos agitados. Trató de adaptarse al ritmo de los demás, puso las manos en los bolsillos e intentó parecer normal mientras rumiaba obsesivamente que aquellos hombres podían estar siguiéndolo y que ahora se proponían algo más que robarle.
Mierda, les habría dado la tarjeta y les habría deseado suerte con ella, les habría dejado llevarse a la policía tras ellos.
Dios. No. Novgorod no tiene un sistema de control. No hay sistema de rastreo, se negaron a ponerlo.
Se volvió sobre un pie —el cuello y los hombros estaban demasiado rígidos para hacer un movimiento normal—, recuperó el equilibrio, miró hacia atrás y siguió andando. No estaba seguro de poder reconocer a los hombres que lo habían atacado, de todos modos.
Más desconocidos de los que he visto nunca al mismo tiempo en toda mi vida, demasiadas caras, demasiada gente en atuendos similares.
La gente lo empujaba y lo insultaba:
—Maldito z — masculló un hombre.
El se frotó el mentón sin afeitar y, como se estaban abriendo las persianas y las tiendas se encendían en esta sección de los túneles, buscó una farmacia y compró utensilios para afeitarse; un bocadillo y un vaso de naranjada sintética. Pero el dependiente dirigió una mirada extra a la tarjeta y eso lo puso nervioso.
Justin Patrick Warrick, decía, CIUD 976-088-2355 R, y eso ya era bastante incriminador; pero en el fondo, detrás de todo, estaba el emblema del Hombre Infinito del Territorio Administrativo de Reseune.
—Reseune —comentó el muchacho, levantando la mirada para comprobar la foto, pensó él, en caso de que la tarjeta fuera robada—. Nunca había visto una de éstas. ¿Viene usted de allí?
—Trabajo... —No había tratado de hablar. Tenía la voz ronca y quebrada—. Trabajo en las oficinas de la ciudad.
—Ah. —El muchacho colocó la tarjeta en el registro y se la devolvió con el vaso y el bocadillo en la bandeja—. Si devuelve la taza y la bandeja le reembolsaremos la mitad. —Ambos tenían el número tres.
—Gracias. —Fue hasta el mostrador, destapó el líquido y se comió el bocadillo con grandes tragos de líquido azucarado y frío a pesar de lo mucho que le ardía la garganta; en los primeros momentos sintió el estómago incómodo y después, le pareció tan apetitoso como cualquier plato que pudiera ofrecerle Cambios por el doble de precio. Se inclinó un momento con los ojos llenos de lágrimas, respirando y dejando que el estómago se acostumbrara a la comida.
¿Adonde mierda voy?¿Qué puedo hacer?
Se frotó los ojos húmedos, volvió al mostrador con la taza y la bandeja entre otros clientes y esperó un momento hasta que los demás se sirvieron.
—¿Dónde puedo ver las noticias?
—Hay una pantalla en el subte.
—¿Dónde?
—Siga adelante, en el túnel Wilfred, a la derecha. ¿Estuvo en ese fuego en el Riverside?
—Toda la noche con eso —respondió Justin—. ¿Se sabe algo? ¿Quién lo hizo? ¿Por qué?
El muchacho meneó la cabeza y sirvió a otro. Justin esperó.
—Emory apareció en el vídeo esta mañana —dijo el muchacho y Justin sintió que el corazón le daba un brinco—. Más furiosa que el diablo.
—¿Emory está bien?
—Ella, sí, sí. —El muchacho se interrumpió para tomar una tarjeta y servir un trago—. ¿Usted es de Reseune?
Justin asintió.
—¿Puedo usar un teléfono? Por favor.
—No puedo dejarlo. —Otro cliente. El muchacho aulló, señalando por encima de la mujer—. Fuera, en la esquina. Teléfono público.
—¡Gracias!
Se dirigió allí, caminando con rapidez en la dirección del tránsito hacia donde le había indicado el muchacho. Pasó junto a algunos peatones distraídos. Llama al Departamento. Pide protección. No pueden creer que soy responsable. No pueden culpar a nadie excepto a Seguridad de Reseune.
Abban, el jefe...
Vio el cartel que decía Teléfono, y sacó la tarjeta. Sabía el número del Departamento: lo había tenido memorizado durante años... pero nunca había usado un teléfono fuera de Reseune y levantó el receptor mientras leía las instrucciones. Levante el receptor, inserte la tarjeta, conéctese o toque el O y...
—Ser.
Se volvió y vio un uniforme gris, un hombre alto, corpulento.
Policía de Novgorod.
Dejó caer el receptor, golpeó al oficial y salió huyendo, desesperado, entre la gente.
Pero mientras saltaba entre un grupo de trabajadores y tomaba un túnel lateral... descubrió horrorizado que su tarjeta todavía estaba en la ranura del teléfono.
XI
—... Mi propia Seguridad fue deficiente, por así decirlo —declaró Ari con un hilo de voz, sentada en la mesa de la sala de entrevistas donde había estado Justin el día anterior—. Reseune realizará una investigación interna. Quiero decirles una cosa, sera... —Se le quebró la voz y tomó un vaso de agua. Se había cambiado, se había levantado el cabello, Florian y Catlin la habían ayudado; y ahora estaba temblando a pesar de que le habían ofrecido una taza de café y un desayuno líquido, que era lo único que aceptaba su garganta, irritada por el humo—. Lo lamento, no tengo mucha voz. Iba a decir que soy la jefa en funciones de Seguridad en Reseune; concedo traslados; decido los nombramientos y las misiones. Estoy preparada para continuar en el puesto, al menos administrativamente, si el consejo de la Familia me confirma, aunque me doy perfecta cuenta de que mi edad y mi experiencia en Seguridad constituyen un problema. Creo que estoy calificada para juzgar a los individuos que estarán a cargo de las operaciones y para mantener comunicaciones seguras. Siento... para decirlo con delicadeza, que la muerte de mi tío ha dejado algunos agujeros en el Departamento; la muerte del jefe de Seguridad en el fuego... ha sido una desgracia.
—¿Cree usted que hay alguna posibilidad de que el atentado haya sido totalmente interno? —preguntó Lynch.
Ella respiró hondo y tomó otro sorbo de agua.
—Sí, no descarto esta posibilidad. Reseune está en transición. El doctor Nye, mi tío, ha quedado muy afectado por la muerte de su hermano. Corren rumores sobre su propia salud. Pero hay algunos administradores con experiencia que pueden hacerse cargo de los problemas si el concejo interno de Reseune les concede el mando.
—Resumiendo, usted considera que Reseune puede solucionar sus propios problemas.
—No tengo ninguna duda.
—Internamente —dijo el doctor Wells, la voz de Corain en Ciencias—. Pero todavía queda la cuestión, si me permite, sera Emory, de la desaparición del doctor Warrick. Usted afirma que se alojaba en la habitación contigua, pero que sabe que dejó la zona.
—Sí.
—¿Considera probable que se haya escapado?
—No lo creo, no.
—¿Por qué? ¿Porque su padre está detenido por Reseune?
—Porque —bramó ella– está su testimonio frente a este comité. Mierda, los pacifistas, discúlpeme, los pacifistas fueron muy rápidos para sacar ventajas de las bombas en el hotel; temo que hubiera agentes pacifistas alrededor del hotel porque nosotros estábamos ahí, y aunque no fueran los responsables de la bomba, tal vez estaban en posición de reconocer al doctor Warrick entre los evacuados y de secuestrarlo.
—Hay quienes podrían sugerir otros candidatos para eso.
—Nosotros no tenemos ningún motivo para secuestrarlo. Nosotros lo trajimos aquí.
—Su padre sigue detenido.
—Bajo custodia, en vista de la filtración de seguridad que lo puso en contacto con personal no autorizado. No sabemos qué más podría haber llegado hasta él. El atentado contra mi vida convierte esto en una posibilidad remota a tener en cuenta. Mientras tanto, me preocupa mucho el paradero de Justin Warrick y su estado físico.
—Mientras el doctor Jordan Warrick sigue detenido.
—Puede llamarlo como quiera, ser; los hechos son como yo los presento.
—Bajo su dirección en Seguridad.
—Bajo mi dirección.
—¿Quién le da órdenes a usted?
—Opero dentro de las directivas de la Administración de Reseune. Estoy entrevistando a la seguridad de Jordan Warrick y me mantendré en contacto con él y con la Administración de Reseune; no tengo poder para presentar acusaciones sin consultarlos.
—¿Sabe Jordan Warrick que su hijo ha desaparecido?
—No, ser. Esperamos tener mejores noticias para él. Justin sabe el peligro personal en que se encuentra, tal vez se haya escondido en algún lugar hasta que estemos seguros de la situación. Eso es lo que espero.
—¿Hay alguna posibilidad de que las explosiones estuvieran dirigidas contra él?
—La explosión fue decididamente incendiaria y direccional; la colocaron en su habitación porque mi seguridad podría haberla detectado inmediatamente si hubiera estado en la mía. Estaba muy cuidadosamente oculta, montada detrás de un gran escritorio, según informan mis agentes de seguridad, un mueble que llegaba desde el suelo hasta el techo, apoyado contra la pared. —Se le quebró la voz. Tomó otro trago—. Perdóneme. Justin estaba en la puerta de separación cuando sucedió, justo contra esa pared... estaba tratando de advertirme a mí y a mi personal de algo, no sabemos de qué. La pared voló en mil pedazos; el escritorio giró y cayó contra la cama entre Justin y la explosión; y los fragmentos de plástico golpearon ese mueble y la pared que había detrás. Estuvo protegido. Por eso sabemos que sobrevivió al estallido y sabemos que salió de la habitación. Tal vez vio algo en la habitación que no debía estar ahí. Me gustaría preguntárselo. Quiero saber por qué su guardia personal estaba muerto en el vestíbulo y no en la habitación. Hay muchas preguntas sin respuesta que giran entorno al doctor Warrick.
—Sólo para el informe. ¿Considera que el doctor Warrick puede haber formado parte de la conspiración?
—No. Nunca. Sólo para el informe, le diré que me preocupa un problema dentro de nuestro propio personal, dentro del área de personal de mi tío fallecido y no puedo ser más específica ante este distinguido comité y sus huéspedes. Voy a seguir contestando preguntas, pero estoy sumamente ansiosa por ir al aeropuerto y a casa a fin de llevar mi informe a los miembros del personal de Reseune que decidirán las acciones que vamos a tomar. El ataque prueba con toda contundencia que hay vidas en peligro.
—¿Y de dónde procede el ataque? —preguntó Wells.
—De nuevo, ser, no considero prudente hacer acusaciones; el próximo paso es la investigación interna, después de lo cual, las autoridades competentes de mi Territorio se pondrán en contacto con el Departamento.
—Usted es demasiado joven para dar lecciones de leyes a este comité.
—En mi opinión, ser, tengo razón en cuanto a los hechos; y tengo un puesto administrativo dentro de Reseune que requiere experiencia legal... me refiero a mi puesto como supervisora de ala, ser. Es conveniente que yo lleve mis informaciones a las autoridades de Reseune; puedo apelar al Departamento solamente en un asunto personal y sería irresponsable por mi parte considerar esto un incidente personal: la repercusión es mucho más amplia.
—¿Podría concretar?
—La posibilidad de que se esté violando la ley de Reseune. De que Seguridad esté comprometida hasta tal punto que yo no pueda confiar en la seguridad de mi administrador. Ya sea que él esté involucrado o que pueda ser atacado por personas que lo están. Tengo que decir eso para hacerle entender a usted que retrasar mi partida o enviar un mensaje de aquí a Reseune podría costar vidas.
Dios. Que no tengamos un debate por eso. No podemos dejar entrever que Jordan Warrick está en un avión, es demasiado vulnerable hasta que llegue a tierra, mierda; y después...
Y aterrizará a las 1500. Dios sabe en medio de qué.
— Entonces, tal vez Reseune debería pedir la intervención del Departamento.
—Tal vez lo hagamos. En este momento, le ruego que comprenda que la estabilidad interna de Reseune se ve amenazada. Su soberanía está en juego. Espero estar equivocada. Me gustaría que esto hubiera venido de afuera, pero no se me ocurre ninguna posibilidad razonable de que haya sido así.
—Habla del personal de su tío Giraud, el canciller. Me gustaría hacerle preguntas sobre eso.
¿Cuántos tienen lazos con Giraud en el Departamento?
¿El mismo Lynch?
Dios, ¿he cometido un error?
—En consideración al estado físico de sera Emory —dijo Lynch—, y a solicitud de su personal...
—Señor presidente —objetó Wells.
—... haremos un descanso en este momento. —El martillo golpeó una vez—. El comité volverá a reunirse a las 1930 horas, si lo permite el estado de sera Emory.
Ella dejó escapar el aliento que había retenido y empujó la silla para levantarse de la mesa.
—Gracias, ser secretario —dijo con la poca voz que le quedaba, y miró al lado cuando Florian avanzó hasta ella y desconectó el micrófono.
—Sera —dijo él en voz baja—. Está en los túneles. La policía de Novgorod casi lo atrapa. Se dejó la tarjeta. Están seguros de que es él.
Ella casi tuvo que sentarse.
Se inclinó sobre la mesa.
—¿Se escapó?
Pero no podían discutirlo; Lynch se estaba acercando desde el otro lado. Ella le tomó la mano.
—Gracias. Lynch asintió.
—Cuídese, sera.
Harad le pidió lo mismo.
—Sera —saludó Jacques, tenso, sin comprometerse. Y Corain la miró largo rato, los ojos preocupados, mientras le estrechaba la mano.
XII
—¿Otro, ser? —preguntó el guardia, apareciendo junto al asiento de Jordan.
—Podría aguantarlo, supongo —dijo Jordan—. ¿Paul?
—Sí —respondió éste. Y cuando el guardia se fue por el pasillo hacia el bar—. No podemos quejarnos del servicio.
—El sol está a la derecha —observó Jordan. Estaban llegando otra vez a la altura de crucero después de repostar combustible en Pytho, suponía él. En la oscuridad. Pero el brillo de la aurora aparecía ya por delante, un poco hacia la derecha.
Desde Pytho, el avión podía dirigirse a Novgorod o a Reseune. Si seguían el curso actual, sería Reseune, lo cual no era una buena noticia, pensó Jordan.
Paul lo comprendió. Estaba tan seguro como siempre, el apoyo constante de hacía tantos años; y de ahora.
Jordan quería ver Reseune, resultaba extraño que pudiera sentirse así. Pero formaba parte de su vida, representaba la civilización y él en cierto modo estaba contento de volver a casa. Esperaba ver a Justin.
Tenía miedo de cosas mucho peores.
—Acabamos de tomar un viento de cola —dijo uno de los guardias y él pudo oírlo a la perfección—, vamos a llegar antes de lo previsto.
Los túneles no ofrecían muchos escondrijos, sólo algunos nichos, el umbral oscuro de la tienda donde se veían las noticias; había que tener dinero para entrar, pero el umbral atestado de gente ofreció a Justin un refugio momentáneo y un lugar desde donde revisar el túnel de arriba abajo. Después otro baño público y un afeitado rápido: había conservado los utensilios de aseo y había olvidado la maldita tarjeta, pero tenía miedo de permanecer allí demasiado tiempo.
La multitud en un restaurante, el movimiento general hacia otro pasillo, otro ruego a un tendero:
—¿Puedo usar su teléfono? Me han robado; tengo que llamar a mi oficina.
—Mejor que llame a la policía —aconsejó el vendedor.
—No —dijo Justin y al descubrir la mirada de sospecha en la cara del hombre añadió—: Por favor.
—Policía —dijo el hombre en el receptor.
Justin se volvió y salió; se movía rápidamente entre la multitud, corriendo con el corazón en un puño. La fuerza que le había dado el desayuno se había desvanecido. Sentía los miembros ateridos, los golpes y las contusiones, y le dolía la cabeza. Descubrió que había avanzado más de lo que deseaba: otro momento en blanco en su memoria; miró hacia atrás, aterrorizado.
Había policías en la intersección de los dos túneles. Vio que lo habían descubierto.
Se volvió otra vez y se lanzó por unas escaleras: Subte, indicaba el cartel. Rebasó a otros peatones y llegó al fondo.
—Eh —le gritó alguien desde atrás.
Justin corrió, salió a la plataforma de hormigón, evitó un choque de cabeza y giró alrededor de una columna que sostenía el techo.
La gente se apartaba atemorizada de su camino, tenía toda la plataforma para él solo.
—¡Alto ahí! —tronó una voz desde atrás, y unos gritos le advirtieron que iban a disparar.
Justin corrió en zigzag y algo le golpeó la espalda como un puño; pero vio la seguridad delante, vio el negro de Seguridad de Reseune, un hombre que gritaba:
—¡No disparen! —Y un arma en la mano del hombre apuntaba hacia él.
Una sensación de vacío, de anestesia, se le distribuía desde el hombro por toda la espalda, y de pronto perdió el equilibrio. Cayó sobre el suelo, consciente pero con los miembros cada vez más rígidos.
—Soy Justin Warrick —murmuró al hombre de uniforme negro que se arrodillaba a su lado para ayudarlo—. Llame a Ari Emory.
—No —oyó que decía el oficial, pero no a él, pensó—. Este hombre es ciudadano de Reseune. Está bajo nuestra autoridad. Si quiere, llene una reclamación con mi capitán.
Querían llevarlo al hospital. Querían llevarlo a la estación de policía de Novgorod. Le dijeron que no había sido una bala, sino un dardo de alta velocidad con trank que le había penetrado en el hombro.
—Me alegro de saberlo —dijo él o trató de decirlo, porque cada vez le costaba más mover la boca. Y se sintió igualmente aliviado cuando el agente le informó que habían alcanzado a Ari y que el RESEUNE UNO, en camino ya hacia la pista, había regresado para recogerlo.
XIII
—Puedo caminar —dijo él y se dirigió hacia la rampa de pasajeros; pero Florian había descendido hasta la mitad para ayudarlo, y Ari lo esperaba arriba, en el umbral, con el ceño fruncido que él esperaba.
Ari lo rodeó con el brazo cuando él cruzó el umbral; y Catlin también, Catlin, que mientras tanto alejaba al resto del personal de Seguridad; las dos lo condujeron hasta el asiento más cercano. El se detuvo, resistiéndose momentáneamente a la ayuda mientras escudriñaba el grupo de Seguridad para ver si encontraba a Abban o a algún desconocido.
—¿Quién está allá? —preguntó—. Ari, ¿quién ha registrado el avión?
—El piloto y el copiloto —respondió Ari, en una voz que era apenas menos ronca que la de él—. Y personal de confianza.
—Abban...
—Muerto —dijo Catlin y le palmeó el hombro—. Ya nos ocupamos de eso, ser. Venga.
El se dejó caer en el asiento entonces, se relajó, sé reclinó y miró a Ari con intensa incomodidad mientras la joven se sentaba ante él.
—Gracias por esperarme con el avión —dijo él entre dos respiraciones muy violentas.
—¿Dónde mierda estabas?
—Fui de compras —bromeó Justin mientras la puerta se cerraba de un portazo. Por un momento, se desorientó—. Lo siento. —Conocía las sospechas de Ari, las de Florian y las de Catlin. Se sorprendió enormemente al ver que le permitían estar tan cerca de ella—. No fui a ninguna parte. Me desorienté. Estuve caminando sin rumbo. —El avión empezó a moverse y el pálido paisaje se deslizó bajo las ventanillas por el borde de su campo de visión—. Caminé hasta que supe que estaba en los túneles, donde encontré a personal de Seguridad y les dije que te llamaran.
—Eso no es ni la mitad de lo que me informaron. Novgorod se pone muy nerviosa cuando la gente actúa de forma extraña en los subtes.
Él cerró los ojos y se desvaneció por un instante, exhausto; el asiento era suave, cómodo como una almohada que cedía a su alrededor mientras él trataba de organizar las ideas. Los motores empezaron a ahogar el sonido, un vacío universal. Alguien se inclinó sobre él y le abrochó el cinturón. Él miró y vio a Catlin cuando se cerraba la hebilla.
El avión iba cada vez más rápido. Ari se apretaba el cinturón. Catlin y Florian se dejaron caer en los asientos que había junto a él.
El despegue le daba una sensación de peligro muy especial. Tal vez era la droga que lo mareaba, tal vez era la inclinación que buscaba el piloto, una maniobra abrupta distinta de todas las que hubiera sentido antes. Se aferró a los brazos del asiento, recordando el sabotaje, recordando el fuego,
—Wes, ahí atrás, es un médico de primera —dijo Ari con la voz bien alta para sobrepasar el ruido del motor—. Tiene todo el material que necesita. Cuando lleguemos a la altura de crucero, te pondremos en algo parecido a una cama. ¿Cómo estás?
—Confundido. Me dispararon con un tranquilizante. —Justin trató de concentrarse en el presente, en la lista de preguntas que quería formular a Ari—. Giraud... Jordan podría estar en peligro.
—Ahora estoy al frente de Seguridad —dijo Ari—. Óyeme bien, sé perfectamente a qué problemas nos enfrentamos. Fui al Departamento. Expuse los puntos conflictivos y cuando lleguemos, se celebrará un consejo de Familia, por eso te necesito conmigo. En primer lugar, significas un voto. En segundo lugar, probablemente puedes decir cosas que yo desconozco sobre todos estos años.
—¿Vas a recusar a Denys? Ella asintió.
—Traigo a tu padre. Ya pasó por Pytho. Lo hice para protegerlo, para que llegue a casa, donde hay testigos. Podría desviar el avión. Pero eso revelaría gran parte de nuestros movimientos. Digamos que puedo esconder algunas órdenes. No todo un avión. Debe llegar a las 1500. Nosotros calculamos llegar a las 1400. Vamos muy justos. Puedo detener el aterrizaje, desviarlo a Svetlansk o algo así, después de que lleguemos. Espero que Denys crea que vuelvo por razones de seguridad. Pero probablemente no aceptará eso.
Justin había creído que estaba al límite de sus fuerzas. Se quedó sentado allí, mientras la adrenalina recorría su sistema agotado y se preguntó por qué estaría relativamente tan tranquilo. Vamos a morir, pensó. En algún momento, en medio de este conflicto, van a atrapamos. Alguien en la red de órdenes de Seguridad, en el aeropuerto, los militares, el Departamento, la Administración de la Casa...
— Lo primero que hará Denys será atacar a mi padre y a tus amigos —dijo—. Y ellos no lo saben.
—Le envié a Amy un mensaje muy sencillo esta mañana. Contenía una orden en código. Hay bastantes posibilidades de que haya podido advertir a los demás: está en la Base Uno ahora y eso significa mucha defensa. No te preocupes.
—Dios. —Justin respiró hondo varias veces—. ¿Por qué confías en mí?
Ari le dirigió una sonrisa equívoca, la expresión de su predecesora, tan parecida, que Justin sintió que se le aceleraba el pulso.
—Tal vez porqué tú sabes el peligro que corren tu padre y Grant con Denys. O porque hiciste tu elección cuando les pediste que me llamaran. Pero la auténtica razón es que yo siempre he captado tus intenciones, mejor que nadie en la Casa. Eres mi amigo. Nunca olvidaré eso.
—Tienes una forma muy especial de demostrarlo. La sonrisa se hizo más dura.
—Lo hago porque el sistema funciona. No dejo que mis amigos se maten por meterse en una situación que yo veo claramente y ellos no. No discuto sobre algunas cosas. Me protejo bien. Pero tú eres especial para mí. Siempre lo has sido. Espero que nunca nos enfrentemos.
Él sintió una profunda incomodidad cuando la oyó decir aquellas palabras. Y supuso que eso era lo que Ari quería que sintiera.
—Quiero ayudar a tu padre —continuó—. Pero tienes que lograr que no presente esto ante el Concejo. Tienes que darme tiempo. Tiempo para que él me conozca a mí, no a la Ari que recuerda.
—Hará eso por mí.
—No confiará en ti.
Eso le dolía. Y además, era cierto.
—Pero me concederá ese tiempo. No va a traicionar a sus amigos, cierto, pero si le pido algo, me lo concederá. Jordan es razonable, Ari. Y le importa lo que pueda pasarme.