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Cyteen 3 - La Vindicacion
  • Текст добавлен: 6 октября 2016, 23:13

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Автор книги: C. J. Cherryh



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Sobre todo seguía pensando en la colonia y en su problema, y seguía dándole vueltas al asunto mientras hablaba del problema entre Amy y Stasi. Y pensó: Mierda, en cuanto algo se pone CIUD, todos se vuelven locos, ¿no?

La oficina estaba cerrada cuando volvió. Esperó en la puerta y finalmente apareció Justin, sin aliento.

–Perdona —barbotó él y abrió la puerta. (Ella podría haberla abierto con la Base Uno, a través de Seguridad 10, pero eso era sobrepasarse y entraría en los informes de Seguridad y habría papeles. Así que no lo hizo.)

–Grant está desarrollando un asunto en Sociología —se disculpó—. Un trabajo que necesito. Tengo otros trabajos además de esto.

Estaba de buen humor. Eso la alegró. Tomó la taza de café que le había preparado él y se sentó y siguieron adelante.

–Supongamos —empezó él– que aunque los parentescos no sean instintivos, tus azi socializados probablemente duplicarán la cultura de los padres.

–Tiene sentido —admitió ella.

–Mucho sentido. Porque le darán un valor abstracto, como fuente de las órdenes.

Ella nunca se había fijado en la forma que tenía Justin de morderse el labio cuando pensaba. Era un gesto infantil, a pesar de que toda su apariencia parecía tan madura. Y Justin olía bien. Muy parecido a Ollie. Muy, muy parecido a Ollie.

Y ella no podía dejar de pensarlo.

El y Grant eran amantes. Lo sabía por los chismes de la Casa. No podía imaginárselo.

Excepto de noche, cuando estaba tendida en la oscuridad, mirando el techo y preguntándose qué los hacía ser como eran.

Si él tenía sentimientos hacia ella, o si era solamente la preocupación por Seguridad lo que hacía que quisiera que Grant estuviera allí todo el tiempo. Como si necesitara protección.

Le gustaba estar cerca de él. Siempre le había gustado.

Sabía cuál era el problema. Finalmente lo sabía. Sintió la contradicción con una fuerza suficiente para ponerlo todo patas arriba, y se le formó un nudo en el estómago y perdió la pregunta que él le estaba haciendo.

–Lo siento...

–La segunda generación. Estás suponiendo que la línea fue materna.

Ella asintió. Justin anotó algo. Golpeó sobre el papel. Ari se levantó para ver y se inclinó sobre la silla de él.

–Deberías haber tenido una cinta de instrucción para cubrir las unidades familiares. ¿Quieres hacer una?

–Bueno...

Él levantó la vista y la miró.

–¿Ari?

–Lo siento. Me he distraído. Él frunció el ceño.

–¿Pasa algo malo?

–Unos amigos míos tienen problemas. Eso es todo. Supongo que no estoy concentrada. —Miró el papel impreso. Y sintió que las sienes se le llenaban de sudor—. Justin, ¿alguna vez... alguna vez has tenido problemas por ser inteligente?

–Supongo que sí. —El también frunció el ceño, se volvió en la silla y apoyó el brazo sobre el escritorio para mirarla—. No se me ocurrió plantearlo así, pero supongo que fue una de las razones.

–Y... —Dios, le daba miedo. Podía salirle mal. Pero ya estaba metida hasta el cuello. Se inclinó contra la silla, contra el cuerpo de él—. ¿Y alguna vez has tenido problemas porque eras mayor que todos los demás?

–Respiró y deslizó la mano sobre el hombro de él y se sentó en el brazo de la silla.

Pero él se levantó, rápido, tan rápido que ella tuvo que levantarse para no caer.

–Creo que será mejor que hables de esto con tu tío

–espetó.

Nervioso. Muy nervioso. Probablemente, pensó ella, Denys le había dicho algo y eso la enfureció.

–Denys no tiene que meter las narices en mis asuntos —replicó. Se acercó y le cogió el brazo—. Justin, no me interesa nadie de mi edad. Nadie, nadie. No hago daño a nadie, quiero decir, duermo con quien quiero. Siempre que quiero.

–Está bien. —Él se soltó, se giró y cogió unos documentos del escritorio. Le temblaban las manos—. Vuelve con ellos. Yo he aceptado enseñarte. No hacer... lo que sea.

A Ari le resultaba difícil respirar. Ésa sí que era una reacción. Mierda. Le asustaba que un hombre reaccionara así con ella .Justin cogió sus cosas y se dirigió hacia la entrada.

Y en ese momento, se abrió la puerta y apareció Grant, mirando y entendiendo lo que veía, con los ojos moviéndose suavemente.

–Me voy a casa —dijo Justin—. Cerramos temprano hoy. ¿Cómo ha salido lo de Sociología?

–Bien —respondió Grant. Entró y dejó los papeles sobre la mesa, ignorándola, ignorando todo lo que había pasado.

–A la mierda —exclamó Ari y le dijo a Justin—: Quiero hablarte.

–Hoy no.

–¿Qué pasa? ¿Me estás echando?

–No te echo. Yo me voy a casa. Démonos la oportunidad de pensar todo esto, ¿de acuerdo? Te veré mañana.

Ari tenía la cara ardiendo. Estaba temblando.

–No sé lo que te dijo mi tío, pero yo sí voy a encontrar algo que decirle si te vas así. ¡Fuera de aquí, Grant! ¡Estoy hablando con Justin!

Grant se dirigió hacia la puerta, tomó a Justin del brazo y lo empujó hacia fuera.

–Vete de aquí —le pidió. Y cuando Justin protestó, repitió—: ¡Fuera! Vete a casa.

Tenían la puerta bloqueada. Ella se asustó de pronto, y se asustó más cuando Grant empujó a Justin por la puerta y la encerró en la oficina.

Volvió al cabo de un instante. Solo. Y cerró la puerta otra vez.

–Si quiero, puedo llamar a Seguridad —advirtió ella—. Si me pones una mano encima, acusaré a Justin de ello. Espera y verás.

–No —dijo Grant y estiró una mano—. No, joven sera. No la estoy amenazando. Y no pienso hacerlo, se lo aseguro. Por favor, le pido que me cuente qué ha pasado.

–Pensaba que él te lo contaba todo.

–¿Qué ha pasado?

Ella respiró hondo y se retrepó de nuevo en la silla.

–Le he dicho que estaba cansada de los chicos. Dije que quería ver si un hombre era distinto. Tal vez me pegó. Tal vez me agarró del brazo ¿Quién sabe? Dile que se vaya a la mierda.

–¿Hizo eso?

–Lo ha echado todo a perder. Lo necesito. Necesito que me enseñe y lo único que le he pedido es que se acostara conmigo. ¡No creo que eso sea un insulto! —Mierda, le dolía todo por dentro. Se le nublaban los ojos—. Dile que será mejor que me enseñe. Díselo. Lo necesito, mierda, mierda.

Grant se puso azi, y ella recordó que en efecto lo era, algo fácil de olvidar con Grant; y ella estaba cometiendo un error, gritándole a Grant y no a Justin; tenía una licencia y eso significaba responsabilidad, y ahora deseaba pegarle.

–Joven sera —murmuró él—. Se lo diré. Por favor, no se ofenda. Estoy seguro de que no habrá problemas.

–No habrá problemas, a la mierda con eso. —Ari pensó en trabajar con Justin todos los días y meneó la cabeza yperdió el control—. ¡Mierda! —Las lágrimas le inundaron los ojos y empujó la silla para dirigirse a la puerta pero Grant la detuvo, bloqueándole el paso—. ¡Fuera de mi camino!

–Joven sera —repitió Grant—. Por favor. No llame a Seguridad.

–Yo nunca pedí esto. Solamente hice una pregunta con toda educación.

–Haré todo lo que quiera, joven sera. En el momento en que usted quiera. No tengo ninguna objeción. Aquí mismo, si quiere. O en su apartamento. Sólo pídamelo.

Grant era alto, muy alto. Muy tranquilo y muy amable, y ahora se estiró y le tocó la mano. Y había muy poco espacio entre ella y el escritorio. Ari retrocedió y el corazón le golpeaba como un martillo.

–¿Eso es lo que quiere, joven sera?

–No —respondió ella, tratando de respirar. Y en realidad quería, mierda, pero él era demasiado adulto, demasiado extraño, demasiado frío.

–Sera no es una niña. Sera tiene suficiente poder para conseguir todo lo que quiera por el medio que sea. Sera tiene que aprender a controlarse para no conseguir más de lo que realmente desea. Mierda, usted le ha costado su padre, su libertad y su trabajo. ¿Qué más quiere llevarse?

–¡Suéltame!

Él la obedeció. Inclinó la cabeza una vez con buenos modales y abrió la puerta.

Ella descubrió que estaba temblando.

–Cuando quiera, joven sera. Yo estoy siempre disponible.

–No me hables en ese tono.

–Lo que sera quiera. Por favor, vuelva mañana. Le prometo... nadie va a hablar del tema si usted no lo hace. Nunca.

–¡Vete a la mierda!

Ari salió por la puerta hacia el vestíbulo. Le dolía el pecho. Todo le dolía.

Como si la parte de ella que no era Ari senior... acabara de derrumbarse.

Me enamoré tanto como cualquier ser humano normal. Di todo lo que tenía para dar. Y me devolvieron resentimiento. Auténtico odio.

Aislamiento.

Ari trató de serenarse, fue hasta el ascensor, entró y pulsó el botón. Nada de llorar. No. Se frotó los ojos cuidadosamente con un dedo, tratando de no estropear el maquillaje, y cuando salió al vestíbulo parecía normal.

Sabía lo que le diría la primera Ari. Lo había leído hasta la saciedad.

Así que tú tenías razón, Ari senior. Puedo ser tonta una vez. Dos, no. Y ahora, ¿qué?

V

Grant entró en el cubículo del baño del segundo piso y encontró a Justin en el lavabo, lavándose la cara. El agua brillaba sobre la piel blanca bajo la temblorosa luz de la que se habían estado quejando los del segundo piso durante toda la semana.

–¿Qué ha dicho? —preguntó Justin—. ¿Qué le has dicho tú?

–Le hice una propuesta —dijo Grant—. Creo que es el término adecuado.

–Dios mío, Grant...

Grant adoptó una expresión calmada, tranquila, al menos todo lo posible, dado el estado de su estómago.

–La joven sera necesitaba algo en qué pensar. Se negó. No estaba seguro de que lo hiciera. Y te aseguro que me sentí aliviado. Un trabajo muy rápido para la joven sera. Estaba seguro de que estarías a salvo por una hora.

Justin arrojó la toalla en el cesto de la lavandería y cruzó los brazos con fuerza sobre el pecho.

–No bromees. Esto es serio.

–¿Te encuentras bien?

–Estoy con destellos. Dios, Grant, yo... ¡Mierda!

Giró y golpeó la pared con la mano y se apoyó en ella, respirando apenas, en esa actitud de «no me toques», que significaba eso, directa, terminantemente.

Pero Grant había ignorado esta advertencia antes. Lo apartó de la pared y lo abrazó con fuerza, lo sostuvo hasta que Justin consiguió respirar una vez y luego otra.

–Perdí... perdí el sentido del lugar —jadeó Justin finalmente, entre pequeños esfuerzos por respirar—. Dios... no podía ni caminar. Ella es... No sé qué es. No recuerdo en absoluto lo que dije. Estalló, así, simplemente, ella...

–Ella necesitaba un no tajante. Al parecer es algo nuevo para ella. Cálmate. Ahora ya ha pasado.

–¡Una niña! Y yo... no he actuado con tacto... ninguno, solamente...

–Cuando yo entré, estabas expresando un «no» amable y civilizado. Esa joven sera no reconoce la palabra y eso no es culpa tuya. La joven sera tal vez llame a Seguridad y tal vez formule acusaciones, no lo sé. Pero si lo hace, tienes un testigo, y no me molesta que me sometan a psicotest. La joven sera necesita favores tuyos. Le sugerí amablemente que considerara el problema que iba a causar y apareciera mañana con una actitud civilizada, y entonces yo estaré allí; siempre, a partir de ahora, te lo aseguro. —Empujó a Justin hasta que lo alejó un poco—. Tiene dieciséis años. Aparte del problema de las personalidades, está al otro lado del asunto, un año menos de los que tú tenías. Mucho más experimentada, pero no... no en cuanto al comportamiento de los adultos. ¿No te parece? No tenía ni idea de lo que estaba haciendo. Y tú tampoco.

Justin parpadeó. Una idea rápida: Grant conocía esta expresión.

–Vete a la oficina.

–¿Adónde vas?

–Voy a hacer una llamada.

–¿A Denys?

Justin negó con un gesto.

–Dios —suspiró Grant. Y sintió que el suelo se hundía bajo sus pies—. Estás hablando en serio...

–Voy solo, si es que ella quiere recibirme. Y probablemente no lo haga.

–No. Escucha. No lo hagas. Si tienes destellos, por favor no vayas.

–Voy a arreglar las cosas. De una vez por todas. Le contaré lo que pasó.

–¡No! —Grant lo cogió del brazo y se aferró, con fuerza—. Administración pedirá tu cabeza. Escúchame. Incluso si se pone de tu parte, no tiene autoridad suficiente para protegerte. No tiene nada, todavía no. No dentro de estas paredes.

–¿Y qué hacemos entonces? ¿Qué hacemos cuando nos acusen por intento de violación? ¿Qué hacemos para no terminar en una sala del hospital, bajo la ley de Reseune? Bastaría con una palabra de Ari...

–Y vas a ir al apartamento de ella. No.

–No al apartamento. No podría soportarlo. Pero iremos juntos a algún lado.

VI

Justin tomó un sorbo de whisky mientras el camarero de Cambios acompañaba a los tres a la mesa. Ari con una blusa verde hielo con bordes de gris metalizado, Florian y Catlin con ropa de noche negra.

La noche en Cambios era siempre de lujo. El y Grant se habían preocupado por vestirse lo mejor posible. Traje completo.

–Gracias —dijo Ari cuando el camarero le acercó la silla—. Vodka con naranja para los tres, por favor.

–Sí, sera —murmuró el camarero—. ¿Quieren el menú?

–Dentro de un ratito —respondió Justin—. Sí te parece bien, Ari.

–De acuerdo —aceptó Ari. Se acomodó en la silla y cruzó las manos sobre la mesa.

–Gracias por venir —dijo Justin en cuanto se alejó el camarero—. Te pido disculpas por lo de esta tarde. Por Grant y por mí. Fui yo. No tú. Tú no, en absoluto.

Ari cambio de posición en la silla, los labios apretados en una línea muy fina.

Y no dijo nada.

–¿Te llamó tu tío Denys?

–¿Tú lo llamaste?

–No. No creo que le gustara saber lo que sucedió. No sé hasta qué punto puede castigarte...

–Sólo porque es el administrador —dijo Ari—. No puede hacerme nada.

–No estaba seguro. —Justin vio que el camarero volvía con los combinados y esperó hasta que terminó de servir.

Ari tomó un sorbo y suspiró.

–¿Quién va a pagar esto?

–Yo —dijo Justin—. No te preocupes por la cuenta. —Y esperó mientras el camarero se retiraba con discreción. Era un rincón íntimo, bastante privado. Un considerable aumento en la cuenta lo había reservado para ellos—. Antes que nada, quiero asegurarte que estoy dispuesto a seguir trabajando contigo. Quiero decirte que tu... tu trabajo está lleno de puntos conflictivos. Pero no es un ejercicio inútil. Tienes algunas ideas que no están... del todo desarrolladas de momento. Todavía no sé hasta qué punto tu diseño está relacionado con la realidad, o lo has sacado de las ideas de tu predecesora. Si hay una gran parte de préstamo, es notable que alguien tan joven esté trabajando en ese tipo de integraciones. Sí hay algo original, resulta impresionante; porque hay un centro en esto que si yo estuviera trabajando más rápido, sin tomarme el tiempo para mostrarte tus problemas, investigaría, porque creo que es un modelo que puede ayudar.

–Si quieres, puedes hacerlo. —Sin rencor, Una frase razonable. Con tranquilidad.

–Tal vez haga las dos cosas. Con tu permiso. Porque temo que todo esto sea secreto.

–Grant puede hacerlo.

–Grant podría hacerlo. Con tu permiso. Y el de Yanni. Trabajamos para él.

–Eso es porque os negasteis a que os transfiriera. Todavía puedo hacerlo.

Justin no esperaba eso. Tomó un sorbo de whisky. Y se dio cuenta de que Grant estaba a su lado, sujeto a los errores que él cometiera.

–No suponía que siguieras pensando en eso —dijo él—, después de la escena de esta tarde.

Redireccionamiento. Cambios bruscos.

Ella tomó un poco de vodka con naranja. Dieciséis y frágil... fisiológicamente. En emociones que el alcohol podía exacerbar o ahogar. Pensamiento contradictorio en su máxima expresión, diría Grant. Pubertad, hormonas salvajes y alcohol etílico.

Ah, muchacha, sí, eso no me hizo ningún favor.

Poder. Poder político que todavía corría en ondas a través de la Unión; amenazas de asesinatos. Y toda la presión que eso comportaba.

–Me alegro de que quieras hablar —dijo Ari, con un suspiro después del vodka—. Porque te necesito. Estudio las notas de mi predecesora, con kat. Y hay cosas que sé. Hablé con el tío Denys acerca de ponerlo todo por escrito. Organizarlo todo. Le pedí que lo hicieras tú, pero él no quiso. Le dije que se fuera a la mierda.

–Ari, no digas palabrotas.

–Lo lamento. Pero eso es lo que dije. Podría haberme quedado sentada y decir que no iba a hacer nada. Pero lo que hice está bien, políticamente, si el Departamento se ha enterado. Es como una prueba de que soy real. Así que muy pronto sabrás qué es mío y qué pertenece a Ari. Te voy a decir una cosa que tal vez ya adivinas: no vamos a publicar todas las notas. Algunas no están terminadas. Y algunas son secretas. —Tomó otro sorbo. El nivel del líquido no disminuyó mucho—. Ya pensé en esto. Reflexioné mucho tiempo. Y tengo un problema porque tú eres el que está trabajando con grupos profundos, tú eres el que podría enseñarme las cosas que necesito. Giraud es muy brillante, pero no sigue el mismo camino. En absoluto. Y no me interesa su trabajo. Denys es brillante. Pero trabaja a muy corto plazo y en tiempo real. ¿Quieres saber la verdad? En realidad Giraud no es Especial. Alguien tenía que tener la categoría para conseguir la protección que por entonces necesitaba Reseune. El Especial es Denys, pero él no quería: lo hubiera hecho demasiado público. Así que consiguió que se lo dieran a Giraud.

Él la observó, preguntándose si sería cierto, si podía ser cierto.

–Está en las notas de Ari —explicó ella—. Ahora sabes algo más de Denys. Pero yo no le contaría que lo sabes. Se enfadaría conmigo por revelártelo. Por eso debes ir con cuidado. Aprendí mucho del tío Denys, durante años. Todavía aprendo. Pero el trabajo que me interesa es el de los macrogrupos y el de los grupos de valores. Tú eres el único que está trabajando en lo que Ari quería que yo hiciera. Y yo le hago caso.

–Le haces caso...

–Sus notas. Tenía mucho que decirme. Muchos consejos. A veces, no le hago caso y después casi siempre me arrepiento. Como esta tarde.

–¿Aparezco... aparezco en las notas?

–Algunas cosas sí. Que Ari le dijo a Jordan que hiciera una R. Que ella y Jordan hablaron mucho sobre el problema de la clon de Bok y de la psique de una R con el padre cerca..., y una como la clon de Bok, sin el padre. Resulta interesante. Si quieres, te dejaré leerlo.

–Me gustaría.

–Grant también aparece algunas veces. Te lo puedo dar. Van a sacar todo lo tuyo de las notas para el Departamento porque no quieren que lo lean. Según el tío Denys, tu padre no lo quiere ahí.

No es una niña. Despierta, tonto. Recuerda con quien estás tratando. Dieciocho años dormido. Despiértate.

No has venido sin armas —silbó él—. Armas en los dos sentidos, supongo.

Ella lo ignoró, excepto por un leve contacto de la mirada, profundo y directo. Y espetó:

–¿Por qué no te gusto, Justin? ¿Tienes problemas con las mujeres?

Por segunda vez perdió el control. Mucho. Y después se dominó, un poco de firmeza, incluso antes de sentir el toque de Grant en la rodilla.

–Ari, estoy en desventaja en esta conversación porque tú tienes dieciséis años, a pesar de todo.

–Cronológicamente.

–Emocionalmente. Y no deberías tomar ese maldito vodka.

Ari esbozó una tenue sonrisa.

–Me mantiene tranquila. Hace que no me aburra de los tontos. Si estoy borracha, soy tan rara como todos los demás.

–En eso te equivocas.

–Tú no eres mi madre.

–¿Quieres hablar de eso? —Para evitar el otro tema—. No lo creo. Eso demuestra cómo te afecta la bebida.

Ella negó con un gesto.

–No. Si quieres golpearme con eso, hazlo. Yo te he tirado un ataque a la cara. Así que me estás tratando bien. Volvamos a lo de antes. Quiero una respuesta sincera y directa, ya que me estás tratando bien. ¿Espor lo de las mujeres, es porque soy más inteligente que tú o es porque no me soportas?

–Quieres pelea, ¿no? Yo no he venido para eso. Otro gesto con la cabeza. No.

–Tengo dieciséis años, ¿no? Ari dijo que la adolescencia era un infierno. Dijo que las relaciones con CIUD siempre terminan con la pérdida de una amistad. Porque la gente no quiere que uno esté tan cerca. Nunca. Dijo que nunca comprendería a los CIUD. Pero yo, para mi propia educación, por una vez quisiera que alguien me lo explicara. ¿Por qué no te gusto?

El olor del zumo de naranja. Y un perfume extraño.

Esto es todo lo que hay, encanto. No mejora.

Ah, Dios, Ari.

Justin se atragantó. Sintió su propio pánico, sintió la mano que le aferraba la muñeca.

–Sera —murmuró Grant.

–No —lo interrumpió él con voz tranquila—. No. —Y sabía más sobre esa mujer hacía dieciocho años de lo que había aprendido en aquella noche o en todos los años siguientes.

–Tu predecesora —empezó con cuidado, hablando como un ser civilizado—, tu predecesora tenía predilección por los muchachos adolescentes. Y yo lo era, por entonces. Me chantajeó. A mí y a mi padre. Amenazó a Grant, dijo que iba a usarlo para probar programas, a él, un Alfa educado como CIUD. Sobre todo, creo yo, para ponerme las garras encima, aunque entonces no lo interpreté así. Digamos que cometí un error cuando pensé que podía controlar la situación a tu edad. Digamos que sí, que me molesta que se me acerque una chica más joven que yo y todavía peor si tiene su misma cara, su voz y usa el mismo perfume. No tiene nada que ver contigo, sino con lo que ella hizo. Preferiría no darte los detalles, pero supongo que no es necesario que lo haga. Ella grabó una cinta. Tal vez la tengas en tu apartamento, no lo sé. Tal vez la tenga tu tío. Cuando la veas, tendrás todas las pistas que necesitas para destruirme. Pero está bien. No importa. Hay otra gente que las tiene. No tiene nada que ver contigo.

Ari se quedó allí sentada durante mucho tiempo, con los codos sobre la mesa.

–¿Por qué lo hizo? —preguntó finalmente.

–Tú deberías saberlo, mucho mejor que yo. Tal vez porque se estaba muriendo. Le estaba fallando la rejuv, Ari. Tenía cáncer y ciento veinte años. No era un pronóstico favorable.

Ella no lo sabía. Para una R era un conocimiento peligroso, los límites temporales del grupo genético.

–Hubo factores exteriores —continuó él—. Cyteen era más primitivo cuando ella era joven. Había respirado aire nativo en algún momento de su vida. Y eso es lo que la estaba matando, probablemente.

Ella se mordió el labio. Ya no había hostilidad. Ni defensa.

–Gracias —dijo—. Gracias por contármelo.

–Termina la copa. Te pediré otra.

–Sabía... cómo murió. Pero no lo del cáncer.

–Entonces tus notas no te dicen toda la verdad. Yo sí. Pregúntame de nuevo si quiero que me transfieras.

–¿Quieres?

–Pregúntaselo a Grant.

–Lo que diga Justin —respondió Grant.

VII

—Tengo un contacto —dijo Wagner mientras caminaban desde la Biblioteca hasta Estado—. En el mantenimiento de Planys. Dinero, no conciencia.

–No quiero oír eso —dijo Corain—. No quiero que tú lo sepas. Quiero que esto se mantenga limpio.

–Yo no lo oí y tú no lo sabes —replicó Wagner, una mujer maciza de ojos almendrados y cabello negro rizado, jefe de ayudantes de Asuntos Legales en el Departamento de Ciudadanos, con traje conservador y portafolios. Un paseo desde la Biblioteca, donde los dos se encontraron por casualidad, una casualidad amañada—. Digamos que nuestro hombre está trabajando en el área de los laboratorios. Digamos que habla con Warrick. Le enseña algunas fotos de los niños, ya sabes. Y Warrick se confía.

–Estamos diciendo lo que pasó.

–Estamos diciendo lo que pasó. No creo que quieras conocer toda la cadena de contactos.

–No. Lo que quiero saber, mierda, es si Warrick está disponible.

–Ha vivido bajo seguridad muy estricta durante un año. Tiene un hijo en Reseune. Ése es el punto de presión.

–Recuerdo al hijo. ¿Cómo es?

–No sé nada de él. Para nosotros no es importante, sólo una R activa con número de CIUD. Defensa tiene mucho más. Totalmente adicto a papá, eso por supuesto. Pero por lo visto alguien, Warrick padre o Warrick hijo, presionó a Reseune lo suficiente para obtener un pase de viaje para el hijo. Tiene treinta y cinco años. De Reseune. Reseune tiene tanta seguridad a su alrededor que cuando fue a Planys se podía pensar que era el presidente. Hay un azi, también. Un Alfa. ¿Recuerdas la masacre de los abolicionistas en las montañas?

–El caso Winfield. Sí. Estaba relacionado con el asesinato de Emory. Ese era uno de los puntos de discusión, entre Warrick y Emory.

–Es un hijo adoptado de Warrick. No lo dejan salir de Reseune. No podemos conseguir datos sobre él, pero sabemos que está con vida y que sigue con el hijo, y que Warrick todavía lo considera parte de la familia. Te puedo dar toda la documentación.

–¡A mí no! Eso tiene que quedarse en los niveles más bajos.

–Entendido.

–Pero puedes llegar a Warrick.

–Creo que ya ha llegado a un estado de frustración máximo por su situación. Han pasado... ¿cuánto?, ¿dieciocho años? Sus proyectos son de Defensa, pero Reseune mantiene una pared bien cuidada entre él y el Departamento, nada de filtraciones. El obrero del sistema de aire... hace... unos dieciocho meses que lo tenemos. Pero tienes que entender que la seguridad de Reseune es cuidadosa en extremo. Y no estamos tratando con un detenido común. Es un operador psíquico. Un clínico. Un asunto difícil, supongo, encontrar un guardia inmune a él. La cuestión es si continuamos o si esperamos a ver qué pasa. Eso es que lo que Gruen quiere que te pregunte.

Corain se mordió el labio. Dos meses hasta el final de la elección de Defensa, con una bomba a punto de estallar.

Y probablemente Jacques iba a ganar el sillón desalojando a Khalid, y probablemente nombraría secretario a Gorodin.

Pero Jacques se estaba debilitando. Jacques estaba sintiendo la presencia de los «halcones» en Defensa, y había persistentes rumores acerca de la salud de Gorodin, y acusaciones de que Khalid, que había sido la fuente anterior de rumores parecidos, lo estaba haciendo de nuevo.

Pero Khalid podía ganar: el partido centrista prefería con mucho librarse del conservadurismo de Khalid, pero no se podía descartar que sucediera. El arreglo de Jacques como canciller y Gorodin como secretario, que había planificado Corain con Nye, Lynch y los expansionistas, era la situación que Corain prefería, si los rumores eran ciertos y la salud de Gorodin flaqueaba, porque Gorodin era la parte expansionista del trato.

Esperar, y desear que una nueva mano en el timón de los militares le permitiera trabajar con Defensa y sacar a Warrick de Planys; o salir a la arena solos y confiar en sus propios recursos. Y arriesgarse a un escándalo mayúsculo. Ése era el problema.

Si Khalid volvía a ganar, Khalid recordaría que su propio partido había colaborado en la recusación de Jacques para su puesto. Entonces ya no les debería ningún favor.

Y podía convertirse en un hombre muy peligroso, desde luego.

–Creo que será mejor que hagamos el contacto ahora —dijo Corain—. Pero, por el amor de Dios, ten mucho cuidado. No quiero que haya ningún rastro que conduzca al Departamento, ¿entiendes?

VIII

—No sabía que iba a hacer eso —dijo Justin y tiró un pedazo de pan al estanque para que el koi lo cogiera. El dorado nadó como un rayo hasta la superficie y lo engulló mientras el blanco se quedaba cerca de un loto—. No tenía ni idea. Simplemente, ella iba a averiguar lo de la cinta de todos modos, ¿no? Mejor ahora, cuando todavía es inocente y se puede impresionar. Si la cosa sale al revés, Dios nos asista.

–Me siento mucho más seguro dijo Grant– cuando decides hacer estas cosas.

–Yo no, mierda. No tenía derecho a hacer eso sin avisar, pero estaba acorralado, era el momento, era el único momento en que eso podía solucionar lo de la otra situación.

–¿Por lo de la cinta?

–Ya entiendes, entonces.

–Entiendo que ésta es la personalidad más agresiva que conozco. Ni siquiera Winfield y su gente me impresionaron así. Te voy a decir la verdad: tuve miedo. De Winfield, por ejemplo. O de los de Seguridad que me sacaron, pensé que tal vez les habían ordenado que me matasen. Traté de analizar el sabor de todo esto, y la contradicción era tan extrema para mí en ese momento, en el umbral de la oficina, que no pude dominarla. Sé que hay algo tan... tan violento en esa chica, que me resulta muy difícil responder sin contradicción. —La voz de Gran era clínica, fría, suave y precisa, como cuando estaba razonando—. Pero claro, esa percepción puede tener que ver con mi propio nivel de adrenalina, y con el hecho de que la chica es una supervisora. Tal vez interpreté mal el nivel de lo que percibía.

–No. Tienes mucha razón. Traté de construir un perfil de Ari, sin decir nada. Como hizo su predecesora conmigo. Las elecciones que toma dentro de su modelo, las cosas que haría si estuviera en el escenario de Gehenna; es muy, muy agresiva y se protege mucho a sí misma. Elaboré un cuadro de sus fases de comportamiento: los ciclos menstruales, los cambios hormonales, lo mejor que puedo, adivinando, pero sé que ahora está en una situación muy inestable por las hormonas; y siempre miro los esquemas con ella. Pero eso no es todo. —Rompió otro pedazo de pan y lo lanzó, justo donde podía tomarlo el koi rayado—. Y no todo tiene que ver con su predecesora. Es una mente brillante. Cuando fluctúa, las funciones análogas se hacen terriblemente especulativas, y los efectos colaterales de la contradicción se integran muy bien. Ya lo he visto. Y aún más, ella originó toda la teoría de la matriz de flujo; ¿crees que no entiende sus propios ciclos? ¿Y que no los usa? Pero la joven Ari me hizo entender algo que debería haber notado antes: manejamos a los demás con mucha precisión, pero a nosotros mismos nos manejamos con muy poca. Ari tiene dificultades con sus definiciones del ego. Eso siempre sucede con una R, y yo lo sé bien; y solamente puede empeorar. Por eso pedí la transferencia.

–¿Para que esté siempre de nuestro lado?

Él respiró hondo varias veces. Parpadeó con rapidez para olvidar la cara de Ari senior, el recuerdo de sus manos sobre la piel.

–Ahora es vulnerable —dijo después, jadeando—. Está buscando una señal de la raza humana en cualquier planeta. Eso es lo que siento, que tal vez ella estaba tan confiada como yo entonces. Así que cogí la oportunidad al vuelo. Y eso es lo que pensé. Que se protege tanto a sí misma que tal vez era la única oportunidad, ahí, en esos dos segundos. —Tembló un poco, un giro involuntario del cuello—. Señor. Aborrezco trabajar en tiempo real.

–Que lo aborrezcas —dijo Grant– no significa que no sepas hacerlo. Este azi sospecha que ella lamentaría herirnos a cualquiera de nosotros. Y no creo que eso sea verdad con respecto a cualquier CIUD. Si alguna vez acepta mi propuesta... No —le interrumpió cuando Justin levantó la vista para objetar—. Uno: no creo que la acepte. Dos: si lo hace, confía en mí, yo me encargaré de todo. Confía en mí. ¿De acuerdo?


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