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Pálido Fuego
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Текст книги "Pálido Fuego"


Автор книги: Владимир Набоков



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En la galería, de perfil con respecto a nosotros, ha' ía un hombre bajo, rechoncho, de pelo negro, con un traje marrón, de pie, sosteniendo por la correa ridícula un portafolios raído e informe, el dedo curvado todavía hacia el botón de la campanilla que acababa de apretar.

– Lo mataré -murmuré. Recientemente una muchacha con gorra me había obligado a aceptar un montón de folletos religiosos y me había dicho que su hermano, a quien por alguna razón yo me había representado como un adolescente frágil y neurótico, vendría a discutir conmigo acerca de los Designios de Dios y a explicarme lo que yo no hubiera entendido de los folletos. ¡Vaya con el muchacho!

– Oh, lo mataré -repetí en voz baja, tan intolerable era pensar que la voluptuosidad del poema podía quedar postergada. En mi furor y en mi prisa por librarme del intruso, dejé atrás a John que hasta entonces me había precedido, arrastrando los pies pero con bastante entusiasmo hacia el doble placer de la parranda y la revelación.

¿Había yo visto a Gradus antes? Déjeme pensar. ¿Lo había visto? La memoria sacude la cabeza. Sin embargo el matador me aseguró más tarde que una vez desde mi torre que dominaba el huerto del palacio, yo le había hecho un gesto con la mano mientras él y uno de mis antiguos pajes, un muchacho con pelo como viruta, transportaban vidrios embalados desde el invernadero hasta un camión arrastrado por un caballo; pero como el visitante se volviera ahora hacia nosotros y nos traspasara con sus ojos juntos de serpiente triste, sentí tal sacudida de reconocimiento que de haber estado en la cama, soñando, me hubiese despertado con un quejido.

Su primera bala arrancó un botón de la manga de mi blazer negro, otra pasó cantando junto a mi oreja. Es un disparate maligno afirmar que no me apuntaba a mí (a quien acababa de ver en la biblioteca… seamos lógicos, señores, después de todo el nuestro es un mundo racional), sino al caballero de pelo gris que estaba detrás de mí. Oh, me apuntaba a mí pero me erraba todo el tiempo, el incorregible bruto, mientras instintivamente yo retrocedía, gritando y abriendo mis grandes y fuertes brazos (teniendo siempre en la mano izquierda el poema, "siempre aferrado a la inviolable sombra" como dice Matthew Arnold [1822-1888]), en un esfuerzo por detener al loco que avanzaba y de proteger a John, a quien yo temía que por accidente hiriese mientras que él, mi viejo y torpe John, se agarraba a mí y me arrastraba tras él, tras la protección de sus laureles, con el ajetreo solemne del pobre niño cojo que trata de apartar a su hermano espástico de la lluvia de piedras que le arrojan los chicos de la escuela, espectáculo otrora familiar en todos los países. Sentí -siento todavía– la mano de John tanteando en busca de la mía, buscando la punta de mis dedos, encontrándolos para abandonarlos en seguida como si me trasmitiera, en una sublime carrera de postas, el bastón de la vida.

Una de las balas que me erró le dio en el costado atravesándole el corazón. Al no sentir de pronto su presencia a mis espaldas, perdí el equilibrio, y simultáneamente, para completar la farsa del destino, la pala de mi jardinero asestó a Jack el pistolero, desde el otro lado del seto, un tremendo golpe en el cráneo que lo derribó e hizo volar el arma de su mano. Nuestro salvador la recogió y me ayudó a incorporarme. El coxis y la muñeca derecha me dolían mucho, pero el poema estaba a salvo. John, en cambio, yacía boca abajo, con una mancha roja en la camisa blanca. Todavía tuve la esperanza de que no estuviera muerto. El loco se había sentado en el peldaño de la galería, acariciándose aturdido con las manos ensangrentadas, la cabeza que le sangraba. Dejando que el jardinero lo vigilara, corrí a la casa y escondí el inapreciable sobre debajo de las galochas, botas forradas y botas blancas que las niñas habían amontonado en el fondo de un armario del que salí como del extremo del pasadizo secreto que me había permitido salir de mi castillo encantado y de Zembla para llegar a esta Arcadia. Marqué luego en el teléfono el número inn y volví con un vaso de agua a la escena de la carnicería. El pobre poeta había sido puesto ahora boca arriba y yacía con los ojos muertos y abiertos mirando el azul de la tarde soleada. El jardinero armado y el asesino abatido fumaban uno junto al otro en los peldaños. Este, ya fuese porque sufría o porque hubiera decidido representar un nuevo papel, me ignoraba tan absolutamente como si yo fuese un rey de piedra en un corcel de piedra de la plaza Tessera, de Onhava; pero el poema estaba a salvo.

El jardinero tomó el vaso de agua que yo había puesto junto a un tiesto de flores al lado de los peldaños de la entrada y lo compartió con el asesino, luego lo acompañó al retrete del subsuelo y en seguida llegaron la policía y la ambulancia, y el pistolero dio como nombre Jack Grey, sin domicilio fijo, salvo el Instituto de Criminales Alienados Criminales, ici, perro bueno, que evidentemente hubiera debido ser su dirección permanente desde siempre y de donde la policía creyó que se había escapado.

– Ven, Jack, vamos a ponerte algo en la cabeza -dijo un policía tranquilo pero decidido, pasando por encima del cadáver, y después hubo el momento horrible en que la hija del Dr. Sutton llegó con Sybil Shade.

En el curso de esa noche caótica encontré un momento para trasladar el poema de debajo de los zapatos de las cuatro ninfetas de Goldsworth a la austera seguridad de mi valija negra, pero sólo al alba consideré que el momento era bastante seguro para examinar mi tesoro.

Sabemos con qué firmeza, con qué estupidez, creí que Shade estaba componiendo un poema, una especie de romaunt, sobre el Rey de Zembla. Estábamos preparados para la horrible decepción que me aguardaba. ¡Oh, yo no esperaba que él se dedicara totalmentea ese tema! Hubiera podido mezclarse desde luego con cosas de su propia vida y con miscelánea americana, pero yo estaba seguro de que su poema contendría los maravillosos incidentes que le había descripto, los personajes que había hecho vivir para él y toda la atmosphèreúnica de mi reino. Incluso le había sugerido un buen título, el título del libro que yo tenía en mí y del que él no tenía más que cortar las páginas: Solus Rex; en cambio vi Pálido Fuego, que no significaba nada para mí. Empecé a leer el poema. Leí cada vez más rápido. Avanzaba velozmente, gruñendo como un joven heredero furioso que recorre el testamento de un viejo embaucador. ¿Dónde estaban las almenas de mi castillo al sol poniente? ¿Dónde estaba Zembla la Bella? ¿Dónde su cadena de montañas? ¿Dónde su largo estremecimiento a través de la niebla? ¿Y mis encantadores muchachos-flores, y la gama de los vitrales, y los Paladines de la Rosa Negra, y todo aquel cuento maravilloso? ¡Allí no había nada de eso! La compleja colaboración que yo había tratado de imponerle con la paciencia de un hipnotizador y el apremio de un amante, sencillamente faltaba. ¡Ah, pero no puedo expresar mi sufrimiento! En lugar de la historia gloriosa y salvaje, ¿qué había? Un relato autobiográfico, eminentemente appalachiano, más bien pasado de moda, en un estilo prosódico neo-Pope -muy bien escrito, naturalmente, Shade no podía escribir sino muy bien– pero desprovisto de mi magia, de esa especial y rica corriente de locura mágica que, yo estaba seguro, la recorrería y le haría trascender su época.

Poco a poco recobré mi compostura habitual. Releí Pálido Fuegocon más detenimiento. Me gustó más cuando esperaba menos. ¿Y qué era eso? ¿Qué era esa música tenue y distante, esos vestigios de color en el aire? Descubrí aquí y allá y especialmente, especialmente en las inestimables variantes, ecos y lentejuelas de mi espíritu, las olitas de la larga estela de mi gloria. Sentía ahora una ternura nueva, compasiva hacia el poema como la que se siente por una joven criatura inconstante que ha sido raptada y brutalmente poseída por un gigante negro pero que está de nuevo a salvo en nuestro salón y nuestro parque, silbando con los palafreneros, nadando con la foca amaestrada. El lugar todavía duele, tiene que doler, pero con extraña gratitud besamos esos pesados párpados húmedos y acariciamos esa carne mancillada.

Mi comentario al poema, que mi lector tiene ahora entre las manos, representa una tentativa de escoger entre esos ecos y olitas de fuego, entre esas pálidas alusiones fosforescentes y las muchas deudas subliminales contraídas conmigo. Algunas de mis notas pueden parecer amargas, pero he hecho lo que he podido por no expresar rencor. Y en este escollo final mi intención no es quejarme del absurdo vulgar y cruel de que los periodistas profesionales y los "amigos" de Shade en las noticias necrológicas que cocinaron se permitieran escupir al describir falsamente las circunstancias de la muerte de Shade. Considero sus referencias a mi respecto como una mezcla de bajeza periodística y de veneno viperino. No dudo de que muchas de las declaraciones hechas en esta obra serán descartadas por las partes culpables cuando aparezca. La Sra. Shade no recordará que su marido, "que le mostraba todo", le hubiera mostrado una o dos de las. preciosas variantes. Las tres estudiantes tendidas en la hierba se levantarán totalmente amnésicas. La muchacha del mostrador de la Biblioteca no se acordará (le habrán dicho que no se acuerde) de que nadie hubiese preguntado por el Dr. Kinbote el día del crimen. Y estoy seguro de que Mr. Emerald interrumpirá brevemente su investigación de los encantos elásticos de alguna estudiante mamífera para negar con el vigor de una excitada virilidad que llevara jamás a nadie a mi casa aquella noche. En otras palabras, se hará todo por separar completamente a mi persona del destino de mi querido amigo.

Sin embargo he tenido mi pequeño desquite: la falsa interpretación pública me ha ayudado indirectamente a obtener el derecho de publicar Pálido fuego. Mi buen jardinero, al contar con entusiasmo a todo el mundo lo que había visto, se equivocó seguramente en varios puntos, no tanto quizá en su relato exagerado de mi "heroísmo", como en la suposición de que había sido deliberadamente el blanco del tal Jack Grey; pero la -viuda de Shade se sintió tan profundamente afectada por la idea de que me hubiese "lanzado" entre el pistolero y su víctima, que durante una escena que nunca olvidaré, exclamó, estrechándome las manos: -Hay cosas para las que ni en este mundo ni en el otro hay recompensa bastante grande. -Ese "otro mundo" es cómodo cuando el infortunio castiga al infiel, pero dejé pasar, naturalmente, y decidí no refutar nada, diciendo por el contrario: -Oh, pero existe una recompensa, mi querida Sybil. Quizá le parezca un pedido muy fastidioso, pero… autoríceme, Sybil, para poner a punto y publicar el último poema tle John. -El permiso fue acordado en seguida, con nuevos gritos y nuevos abrazos, y al día siguiente mismo su firma estaba al pie del contrato que yo había hecho preparar por un abogadito diligente. Ese momento de dolorosa gratitud usted no tardó en olvidarlo, querida muchacha. Pero le aseguro que no tengo ninguna intención de hacer daño y que quizá John Shade no se aburrirá demasiado con mis notas, a pesar de las intrigas y la basura.

A causa de estas maquinaciones me vi enfrentado con problemas de pesadilla en mis esfuerzos por conseguir que las gentes vieran tranquilamente -sin que se pusieran en seguida a gritarme y atropellarme– la verdad de la tragedia, una tragedia en la cual yo no había sido un "testigo casual", sino el protagonista y la principal víctima, aunque sólo fuese potencial. Toda esa batahola terminó por afectar el curso de mi nueva vida y me obligó a trasladarme a este modesto chalet de montaña; pero conseguí obtener, poco después del arresto, una entrevista, quizá dos, con el prisionero. Estaba ahora mucho más lúcido que cuando se desplomó, sangrando, en los peldaños de mi entrada, y me contó todo lo que yo deseaba saber. Haciéndole creer que podría ayudarlo en el proceso, le obligué a confesar su odioso crimen: su manera de engañar a la policía y a la nación haciéndose pasar por Jack Grey, escapado de un manicomio, que había tomado a Shade por el hombre que lo había hecho encerrar. Pocos días después, ay, frustró a la justicia abriéndose la garganta con una navaja que había recogido de un cajón de basuras no vigilado. Murió, no tanto porque desempeñado ya su papel en la historia no veía razón para seguir viviendo, sino porque no podía sobrevivir a su última plancha: haber matado a quien no debía cuando su verdadero blanco estaba allí delante. En otras palabras, su viJa no terminó con un leve chisporroteo del mecanismo, sino con un gesto de desesperación humanoide. Basta. Exit Jack Grey.

No puedo recordar sin un estremecimiento la semana lúgubre que pasé en New Wye antes de irme, lo espero, para siempre. Viví en un temor constante de que los ladrones me privaran de mi tierno tesoro. Algunos de mis lectores quizá se rían cuando sepan que trasladé con apresuramiento la valija negra a una caja de hierro vacía que había en el estudio de mi propietario, y que pocas horas más tarde saqué de nuevo el manuscrito y durante varios días lo usé, puede decirse, distribuyendo las noventa y dos fichas en mi persona, veinte en el bolsillo derecho de mi chaqueta, otras tantas en el izquierdo, un paquete de cuarenta contra la tetilla derecha y las doce preciosas con las variantes en el bolsillo interior izquierdo de la chaqueta. Bendije mis estrellas reales por haberme enseñado labores de esposa, porque cosí los cuatro bolsillos. Así, a pasos prudentes, entre enemigos engañados, circulé, blindado de poesía, armado de rimas, robustecido por el canto de otro hombre, rígido de fichas, en fin, a prueba de balas.

Hace muchos años -cuántos, no quisiera decirlo– recuerdo que mi nodriza zemblana me decía, siendo un hombrecito de seis años presa del insomnio del adulto: " Minnamin. Gut mag alkan. Pern dirstan" (mi querido, Dios da el hambre, el Diablo la sed). Creo, buenas gentes, que muchos de ustedes en esta bella sala tienen tanta hambre y tanta sed como yo, y que haría bien en detenerme, buenas gentes, aquí mismo.

Sí, es preferible que me detenga. Mis notas y yo mismo estamos agotados. Señores, he sufrido mucho, más de lo que cualquiera de ustedes puede imaginar. Ruego que la bendición del Señor caiga sobre mis infortunados compatriotas. Mi obra está terminada. Mi poeta ha muerto.

– ¿Y usted, qué hará de usted mismo, pobre Rey, pobre Kinbote? -me preguntará quizá una voz joven y dulce.

Dios me ayudará, espero, a librarme de todo deseo de seguir el ejemplo de otros dos personajes de esta obra. Seguiré existiendo. Quizá adopte otros disfraces, otras formas, pero trataré de existir. Me encontrarán tal vez en otra Universidad, bajo la apariencia de un viejo ruso feliz, saludable, heterosexual, un escritor en el exilio, sansfam, sansfuturo, sanspúblico, sansnada salvo su arte. Tal vez me una a Odón para una nueva película: Evasión de Zembla(baile en el palacio, bomba en la plaza del palacio). Quizá me complazca en los simples gustos de los críticos y teatros y cocine una pieza, un melodrama a la antigua con tres personajes principales: un loco que trata de asesinar a un rey imaginario, otro loco que se imagina que es ese rey, y un distinguido y viejo poeta que se encuentra por casualidad en la línea de fuego y perece en el choque entre las dos ficciones. ¡Oh, puedo hacer muchas cosas! Si la historia lo permite, puedo volver a mi reino recobrado, y con un gran sollozo saludar la costa gris y el reflejo de un techo bajo la lluvia. Puedo esconderme y gemir en un manicomio. Pero ocurra lo que ocurra, cualquiera que sea el escenario, alguien, en alguna parte, se pondrá tranquilamente en camino, alguien se ha puesto ya en camino, alguien todavía muy lejos compra un billete, sube a un autobús, a un barco, a un avión, ha aterrizado, se dirige hacia un millón de fotógrafos y pronto llamará a mi puerta, un Gradus más grande, más respetable, más competente.


ÍNDICE



Los números en itálicas remiten a los versos del poema y a los comentarios respectivos. Las mayúsculas G., K., S. designan a los tres personajes principales de esta obra.


A., Barón: Oswin Affenpin, último barón de Aff, traidor de opereta, 286.

Acht, Iris: célebre actriz muerta en 1888; mujer apasionada y poderosa, favorita de Thurgus III (q. v.), 130. Murió oficialmente por su propia mano; extraoficialmente, estrangulada en su camarín por un camarada actor, un joven gothlandés celoso que ahora, a los noventa años, es el miembro más viejo y menos importante del grupo de las Sombras (q. v.).

Alfin, Rey: apodado El Vago, 1873-1918, reinó a partir de 1900; padre de K.; monarca amable, bondadoso, distraído, interesado sobre todo en automóviles, aparatos voladores, barcos de motor y, en cierta época, en caracolas; se mató en un accidente de aviación, 71.

Andronnikov y Niagarin: dos expertos soviéticos en busca de un tesoro enterrado, 130, 681, 741; ver Corona, Joyas de la.

Amor, Romulus: poeta mundano y patriota zemblano, 1914-1958, su poema citado, 80; ejecutado por los extremistas.

Aros: bonita ciudad de Zembla oriental, capital del ducado de Conmal; en un tiempo, alcaldía del apreciable Ferz ("reina de ajedrez") Bretwit, primo del tío abuelo de Oswin Bretwit (q. v.), 149-286.

B., Barón: suegro involuntario del Barón A. y viejo amigo imaginario de la familia Bretwit (q. v.), 286.

Bera: cadena de montañas que divide la península longitudinalmente; descripta con algunos de sus picos centelleantes, pasos misteriosos y laderas pintorescas, 149.

Blawick: Ensenada Azul, agradable estación balnearia de la costa occidental de Zembla, casino, golf, frutos de mar, barcos de alquiler, 149-

Blenda, Reina: madre del Rey, 1878-1936, reinó a partir de 1918, 71.

Boscobel: sitio de la residencia real de verano, bello lugar de dunas y pinedos de Zembla occidental, dulces valles impregnados por los más amorosos recuerdos del autor; hoy (1959) "colonia nudista"… sea esto lo que sea, 149-596.

Botkin, V: erudito norteamericano de origen ruso, 894; king bot, larva de una mosca extinguida que se criaba en los mamuts y que se cree aceleró su fin filogenético, 247; fabricante de botas, 71; bot, pluf y boteliy, panzón (ruso); botkin o bodkin, estilete danés.

Bregberg: ver Bera.

Bretwit Osivin: 1914-1959, diplomático y patriota zemblano, 286. Ver también en Odevalla y Aros.

Campbell, Walter: nacido en 1890, en Glasgow; preceptor de K., 1922-1931, amable gentilhombre dotado de un espíritu flexible y rico; buen tirador y campeón de patinaje; ahora en Irán; 130.

Conmal, Duque de Aros: 1855-1955, tío de K, el hermanastro mayor de la Reina Blenda (q. v.); noble parafraseador, 12; su versión de Timón de Atenas, 39-130; su vida 7 su obra, 962.

Corona, Joyas de la: 130-681; véase Escondite.

Charles II: Charles Xavier Vseslav, último rey de Zembla, apodado el Bienamado, nacido en 1915, reinó de 1936 a 1958; sus armas, 1; sus estudios y su reino, 12; destino funesto de sus predecesores, 62; sus partidarios, 70; sus padres, 71; su dormitorio, 80; su fuga del palacio, 130; y a través de las montañas, 149; alusión a su compromiso con Disa, 275; pasaje subrepticio por París, 286; y por Suiza, 408; visita a Villa Disa, 433; evocación de la noche en las montañas, 597-662; su sangre rusa y las Joyas de de la Corona (q. v. a toda costa), 681; su llegada a los EE. UU., 691; carta a Disa, robada, 741; y citada, 768; su retrato discutido, 894; su presencia en la biblioteca, 949; identidad casi revelada, 991; Solus Rex, 1000. Véase también Kinbote.

Disa, Duquesa de Payn, de Great Payn y Mone: mi encantadora, pálida, melancólica Reina, fantasma visitante de mis sueños, yo visitante de los suyos; nacida en 1928; su álbum y sus árboles favoritos, 49; casada en 1949, 80; sus cartas en un papel etéreo con una filigrana que no puedo descifrar, su imagen me tortura durante el sueño, 433.

Embla: vieja y pequeña ciudad con una iglesia de madera rodeada de pantanos de turba en la punta más triste, más solitaria y más septentrional de la brumosa península, 149-433.

Emblem: en zemblano significa "en flor"; bonita bahía con rocas azuladas y negras curiosamente estriadas y una lujuriosa proliferación de brezos en sus suaves laderas, en la parte más al sur de Zembla Occidental, 433-

Escondite: potaynik (q. v.).

Falkberg: pico rosa, 71; cubierto de nieve, 149.

Flatman, Tbomas: 163 7-1688, poeta inglés, erudito y miniaturista, desconocido por el viejo trapalón, 894.

Fleur, Condesa de Fyler: elegante dama de honor, 71-80-433.

G.: véase Gradus.

Garh: hija de un granjero, 149-433. También, pequeño cuidador de gansos de rosadas mejillas, encontrado en un camino rural al norte de Troth en 1936, y de quien el autor se acuerda claramente sólo ahora.

Glhternttn, Monte: espléndida montaña de la cadena Bera (q. v.); lástima que ya no pueda escalarlo ahora, 149.

Gordon: véase Krummholz.

Gradus, Jakob: 1915-1959; alias Jack Degree, de Grey, d'Argus, Vinogradus, Leningradus, etc.; chapucero y matón, 12-17; linchador de inocentes, 80; su acercamiento sincronizado con el trabajo de S. en el poema, 120-131; su elección y tribulaciones pasadas, 171; la primera etapa de su viaje, de Onhava a Copenhague, 181-209; a París, y su encuentro con Oswin Bretwit, 286; a Ginebra y conversación con el pequeño Gordon en casa de Joe Lavender, cerca de Lex, 408; llamada al cuartel general desde Ginebra, 469; su nombre en una variante, y su espera en Ginebra, 596; a Niza y su espera allí, 697; su encuentro con Izumrudov en Niza y descubrimiento de la dirección del Rey, 741; de París a New York, 873; en New York, 949; el desatino culminante, 1000.

Griff: viejo granjero montañés y patriota zemblano, 149.

Grindelwod: bonita ciudad de Zembla Oriental, 71-149.

Rodinski: aventurero ruso, muerto en 1800, conocido también con el nombre de Hodyna, 681; vivió en Zembla de 1778 a 1800; autor de un célebre pastiche y amante de la princesa (después Reina) Yaruga (q. v.), madre de Igor II, abuela de Thurgus (q. v.).

Igor II: reinó de 1800 a 1845, rey sabio y benévolo, hijo de la Reina Yaruga (q. v.) y padre de Thurgus III (q. v.); una sección muy privada de la galería de cuadros del palacio, accesible solamente al monarca reinante, pero donde un adolescente curioso puede introducirse fácilmente por la Alcoba P, contenía las estatuas de cuatrocientos mariquitas favoritos de Igor, de mármol rosa, con ojos incrustados de vidrio y varios detalles retocados, notable exhibición de parecido y de arte de mala calidad, obsequiado más tarde por K. a un potentado asiático.

K.: véase Charles II y Kinbote.

Kalixhaven: pintoresco puerto de la costa occidental, a pocas millas al norte de Blawick (q. v.) 171; muchos recuerdos agradables.

Kinbote, Charles, Doctor: amigo íntimo de S., su consejero literario, editor y comentador; primer encuentro y amistad con S., Prólogo; su interés por los pájaros de Appalachia, 1; su afable pedido de que S. utilizara sus historias, 12; su modestia, 34; su falta de biblioteca en la gruta timoniana, 39; su certeza de haber inspirado a S., 42; su casa en Dulwich Road y las ventanas de la casa de S., 47; el Profesor H. contradicho y corregido, 61-71; sus angustias y sus insomnios, 62; el mapa que trazó para S., 71; su sentido del humor, 79-91; su certeza de que la palabra "irídula" es un invento de S., 109; su fatiga, 120; sus actividades deportivas, 130; su visita al subsuelo de S., 143; su confianza en que el lector apreciará la nota, 149; recuerdo de infancia y del Orient Express, 162; su pedido de que el lector consulte una nota posterior, 169; su discreta advertencia a G, 171; sus observaciones sobre las críticas y otras salidas apoyadas por S., 172; su participación en ciertas festividades en otra parte, habiendo sido excluido de la fiesta de cumpleaños de S., después de volver a su casa, y su hábil maniobra al día siguiente, 181; su conocimiento acerca de la fase " poltergeist" de Hazel, 230; ¿pobre quién?, 231; sus esfuerzos fútiles por hacer abandonar a S. el tema de la historia natural e inducirle a hablar sobre el curso de su obra, 238; su recuerdo de los muelles de Niza y Menton, 240; su extrema cortesía con la mujer de su amigo, 247; su limitado conocimiento de los lepidópteros y el negro brillo de su naturaleza señalado como una Vanessa oscura de alegres reflejos, 270; su descubrimiento del plan de la Sra. S. para escamotear a S. a Cedarn y su decisión de ir también, 288; su actitud hacia los cisnes, 319; su afinidad con Hazel, 334-348; su paseo con S. al lugar cubierto de mala hierba donde estaba en un tiempo el granero embrujado, 347; su objeción a la actitud frívola de S. con respecto a celebridades contemporáneas, 376; su desprecio por el Profesor H. (no figura en el índice); su memoria agotada, 384; su encuentro con Jane Provost y el examen de encantadoras instantáneas tomadas a orillas del lago, 385; su crítica del pasaje entre los versos 403 y 474, 403; su secreto adivinado o no adivinado por S., sus revelaciones a S. acerca de Disa y reacción de S., 471; su discusión con S. sobre los prejuicios, 470; su discusión consigo mismo sobre el suicidio, 493; su sorpresa al comprobar que el nombre francés de un árbol melancólico es el mismo que el de otro en zemblano, 501; su desaprobación de ciertos pasajes frívolos del Canto Tercero, 5022; sus opiniones sobre el pecado y la fe, 549; su probidad de editor y su sufrimiento espiritual, 550; sus observaciones sobre cierta estudiante y sobre el número y la naturaleza de las comidas compartidas con los Shade, 579; su alegría y su asombro ante un profético encuentro de sílabas en dos palabras adyacentes, 596; su aforismo sobre el asesino y el asesinado, 597; su cabaña de troncos de Cedarn y el pequeño pescador, un muchacho de cutis de miel, desnudo salvo un par de blue jeansrotos, con una pierna arrollada, frecuentemente alimentado de turrón y nueces, pero entonces empezó la escuela y cambió el tiempo, 609; su aparición en casa de los H., 629; su crítica severa de los títulos hechos con citas, de La Tempestad, etc., como " Pálido Fuego", etc., 671; su sentido del humor, 680; evocación de su llegada a la casa de campo de la Sra. O'Donnell, 691; su apreciación de un chiste y sus dudas con respecto al presunto autor, 727; su odio a la persona que hace avances y después traiciona a un corazón noble e ingenuo, contando historias indecentes sobre su víctima y persiguiéndola con bromas brutales, 741; su incapacidad, debida a algún bloqueo psicológico, o al temor de un segundo G., de viajar a una ciudad situada a sólo sesenta o setenta millas, donde seguramente hubiese encontrado una buena biblioteca, 747; su carta del 2 de abril de 1959 a una dama que la guardó bajo llave entre los tesoros de su villa cerca de Niza cuando fue ese verano a Roma, 768; servicio divino por la mañana y paseo por la tarde con el poeta que habla al fin de su obra, 802; sus observaciones sobre un milagro léxico y lingüístico, 803; pide prestada una colección de cartas de F. K. Lane al propietario del motel, 810; su entrada en el cuarto de baño donde su amigo estaba sentado en el tub afeitándose, 887; su participación en una discusión en la sala de profesores acerca de su parecido con el Rey, y su ruptura final con E. (no figura en el índice), 929; él y S. se tuercen de risa leyendo ciertos pasajes de un libro de texto del Profesor C. (no figura en el índice), 929; su triste gesto de fatiga y de amable reproche, 937; viva evocación de un joven profesor de la Universidad de Onhava, 957; su último encuentro con S. en la glorieta del poeta, etc., 991; recuerdo de su descubrimiento del jardinero erudito, 998; su fracasado intento de salvar la vida de S. y su éxito en el salvamento del manuscrito, 1000; sus arreglos para hacerlo publicar sin la ayuda de dos "expertos", Prólogo.

Kobaltana: estación de montaña, en otro tiempo de moda, cerca de las ruinas de unos viejos cuarteles, ahora lugar frío y desolado de acceso difícil y sin importancia, pero que todavía es recordado en las familias militares y en los castillos forestales, no en el texto.

Kronberg: montaña rocosa coronada de nieve con un hotel confortable, en la cadena de Bera, 70-130-149.

Krumtnholz, Gordon: nacido en 1944, prodigio musical y divertido favorito; hijo de la famosa hermana de Joseph Lavender, Elvina Krummholz, 408.

Lane, Franklin Knight: abogado y estadista norteamericano, 1864-1921, autor de un fragmento notable, 810.

Lavender, Joseph S.: véase O'Donnell, Sylvia.

Mandevil, Barón Mirador: primo de Radomir Mandevil (q. v.); experimentador, loco y traidor, 171.

Mandevil, Barón Radomir: nacido en 1925, hombre a la moda y patriota zemblano; en 1936, paje del trono de K., 130; en 1958, disfrazado, 149-

Marcel: personaje central, maniático, desagradable y no siempre verosímil, mimado por todo el mundo en A la Recherche du Temps Perdu, 181-691.

Marrowsky: un juego de palabras rudimentario, derivado del nombre de un diplomático ruso de comienzos del siglo IX, el Conde Komarovski, famoso en las cortes extranjeras por pronunciar mal su propio nombre -Makarovski, Macaronski, Skomorovski, etc.

Multraberg: véase Bera.

Niagarin y Andronnikov: dos "expertos" soviéticos todavía en busca de un tesoro enterrado, 130-681-741; véase Corona, Joyas de la.

Mitra e Indra: islas mellizas de las costas de Blawick, 149-

Nodo: hermanastro de Odón, nacido en 1916, hijo de Leopold O'Donnell y de una zemblana disfrazada de muchacho; fullero y traidor despreciable, 171.

Odevalla: bonita ciudad situada al norte de Onhava, en la Zembla oriental, en otro tiempo alcaldía del honorable Zule ("torre de ajedrez") Bretwit, tío abuelo de Oswin Bretwit (q. v., q, v., como dice el cuervo), 149-286.

Odón: seudónimo de Donald O'Donnell, nacido en 1915, actor de fama mundial y patriota zemblano; conoce por K. el pasaje secreto pero tiene que irse al teatro, 130; conduce a K. en auto desde el teatro hasta el pie del Monte Mandevil, 149; se encuentra con K. cerca de la gruta marina y se escapa con él en una lancha de motor, ibid.; dirige una peíícula en París, 171; se aloja en casa de Lavender, en Lex, 408; no debería casarse con esa actriz de cine trompuda, de pelo desordenado, 691; véase también O'Donnell, Sylvia.


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