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Cyteen 2 - El Renacer
  • Текст добавлен: 7 октября 2016, 12:55

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Автор книги: C. J. Cherryh



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Si hubiera aprendido esto antes de cuando lo aprendí, habría sido más feliz.

Buena suerte, Ari. Espero por Dios que aproveches mis consejos.

Estuvo reflexionando sobre ello mucho rato por la noche, en una noche muy solitaria porque Nelly se había ido, y Florian y Catlin no estaban, y se sintió muy mal a la mañana siguiente.

Después descubrió por qué se encontraba mal y por qué le dolía la barriga y tenía ganas de matar a alguien. Pero fue y buscó las cosas en el baño y leyó las instrucciones y lo entendió todo: la doctora Wojkowski le había dejado un folleto con el paquete, un folleto que era muy claro y repetía muchas de las cosas que decía la cinta.

Era más biología de la que pudiera querer en una sola semana, mierda. Y se sintió avergonzada y enfurecida cuando el Cuidador le dijo que el tío Denys la estaba esperando para el desayuno.

–Iré cuando pueda —le gritó al Cuidador.

Y se tomó la pastilla, se aseó y se fue a desayunar.

–¿Estás bien? —le preguntó el tío Denys. Ella lo miró con rabia, pensando que él lo sabía todo, que todo el mundo lo sabía.

–Estoy muy bien —espetó, y comió sin pronunciar palabra mientras él leía los informes de la mañana.

Florian y Catlin volvieron tarde, magullados y cansados, Catlin con las manos todas vendadas y los dos llenos de historias, en qué había consistido el Ejercicio, cómo se había cortado la mano Catlin para conseguir u a pedazo de metal con el propósito de poner una trampa, pero había funcionado y habían sobrevivido todo el curso. Y los jóvenes no sobrevivían.

Ella hubiera querido tener algo que contarles que no fuera la noticia de la pérdida de Nelly. Y no iba a decirles por qué estaba sollozando en el dormitorio y sintiéndose de lo más desgraciada.

Por lo menos, no se lo iba a contar a Florian. Pero separó a Catlin de Florian y le explicó a Catlin lo que pasaba. Catlin la escuchó con atención, hizo una mueca y dijo que bueno, que eran cosas que pasaban; que si uno estaba en una Operación, podía tomar una pastilla y hacer que se adelantara o se atrasara.

Nunca tomes pastillas para azi, le había advertido mamá, pero aquello sonaba muy atractivo.

Valía la pena preguntar. A la doctora Wojkowski, claro, no iba a preguntárselo al doctor Ivanov.

Y era una forma muy fea de aterrizar después de todo lo interesante que había aprendido sobre el sexo. No había derecho.

Justo cuando sus amigos volvían a casa.

Y uno de ellos era un chico y un azi, y ella era su supervisor, lo cual significaba que debía ser responsable.

Mierda.

Mamá había tenido a Ollie. Ari pensaba mucho en él, cuando pensaba en chicos. Ollie era el administrador de LÍNEAS ESPACIALES RESEUNE, hacía el trabajo de mamá. Pero Ollie no le escribía nunca. Y Ari pensaba que habría podido hacerlo si hubiera querido. O mamá nunca había recibido las cartas. O no las había querido.

Eso dolía demasiado. No valía la pena seguir con ello. Sabía lo que pensaba: que mamá no las había recibido nunca. Giraud las había retenido. Y Giraud haría que las cartas no le llegaran a Ollie.

Así que trató de olvidar esa parte del asunto. Sólo quería pensar en Ollie, en lo bueno que había sido con ella, en lo comprensivo y paciente que había sido con mamá; y en cómo mamá estaba triste y a veces venía Ollie y le apoyaba la mano en el hombro, y mamá se sentía mejor y eso era todo.

Estaba Sam. Sam iba a ser grande y fuerte como Ollie. Pero Sam era una de esas personas de las que hablaba Ari senior, esas personas que lo quieren a uno sin ser correspondidos.

Se sintió bien por haberse dado cuenta de eso antes de que Ari senior se lo explicara, como si probara que su predecesora le estaba dando buenos consejos.

Se sentía igual con respecto a Tommy: le gustaba trabajar con él, pero era tozudo, era bueno como primo de Amy y número dos detrás de Amy, y eso significaba que mantener cualquier relación con Tommy arruinaría su amistad con Amy. Esa parte de los consejos de Ari senior también tenía sentido: era complicado.

Había chicos más mayores: Mika Carnath-Edwards, Will Morley, Stef Dietrich, y valía la pena pensar en ellos. Pero Mika era demasiado mayor, eso no funcionaba; Will era un tonto; y Stef iba con Ivgnia Wojkowskí, que tenía la misma edad que él.

Ari suspiró y volvió una y otra vez a lo mismo, y observó a Florian cuando él no se daba cuenta.

Florian era más inteligente y más divertido que los demás. Incluyendo a Sam.

Florian era tan guapo, no con aquella cara de bebé, como Tommy, ni torpe como Sam. Se descubrió observando sus movimientos, mirando la forma de su mandíbula o los brazos o...

Todo.

Era más atractivo que los demás, sencillamente, a pesar de que trabajaba más. Se movía de una forma distinta, mejor que los demás, porque tenía los músculos más trabajados que los de Tommy, y era suave y felino, no como Sam. Y tenía las pestañas largas y los ojos oscuros y una boca armoniosa y una línea del mentón que no tenía nada de niño pequeño.

Era el compañero de Catlin. Formaba parte de un todo de dos y habían estado juntos desde siempre, y dependían el uno del otro de una forma que se relacionaba con cosas que podían matarlo a uno si la pareja fallaba como tal. Esto era más serio que herir los sentimientos de alguien. Y confiaban en ella y dependían de ella de una forma distinta a la de cualquier otra persona, ahora y siempre, mientras Ari viviera.

Así que releyó el consejo de Ari senior una y otra vez cuando estaba sola en su habitación, en silencio, por si los de Seguridad estaban vigilando, y se dijo que tenía que haber alguien seguro, alguien al que no pudiera herir, alguien que no complicara las cosas.

El sexo no era divertido, decidió, era un lío terrible, provocaba calambres y enredaba las cosas y hacía que los mayores desconfiaran unos de otros. Y si una realmente tenía mala suerte o se equivocaba mucho, quedaba embarazada o hacía que sus mejores amigos se odiaran para siempre.

No era justo. No era nada justo.

VII

Llegó la primavera. La primavera número once. Y la potranca se removía en el tanque, un nudo de patas y cuerpo; ya hacía mucho tiempo que era demasiado voluminosa para observarla con las lentes.

Florian estaba encantado, la quiso desde el momento en que empezó a parecerse a un caballo y sera lo llevó al laboratorio y le dejó mirar en el tanque. Y cuando llegó el momento de que naciera, sera dijo que se sentía como si ella hubiera estado embarazada todos esos meses porque había tenido muchísimo trabajo por ella, para hacer todos los papeles, Florian le indicó quién era la mejor persona en AG para ayudarle y quién era lo bastante fuerte para manejar a la potranca e impedir que sera se hiciera daño y quién sabía cómo hacerlo.

Se lo dijo a sera y ella se lo ordenó al personal del laboratorio de AG y aceptó sus consejos inmediatamente. Así que vino Andy, un Andy muy contento, que le estrechó la mano a sera con mucha timidez y dijo amablemente: «Gracias, sera»; porque Andy amaba al caballo y a todos los parientes del caballo, y a sera también le gustaban a pesar de que el caballo le había roto el brazo, y ése probablemente había sido el peor momento de la vida de Andy.

Así que Andy llegó al laboratorio de AG radiante de alegría, y supo que lo que le había dicho Florian en los graneros era cierto, que sera no estaba enfadada con el caballo, a sera también le gustaba y quería hacer más de su especie, sera estaba trabajando para dar a luz a otro, otra hembra, y después iba a montarla y les mostraría a todos lo que el caballo y sus parientes podían hacer.

–Sera —saludó Andy y se inclinó.

–Florian dice que eres el mejor —dijo sera y entonces Florian estuvo seguro de que Andy se daba cuenta de que su sera era la más inteligente, la más buena, la mejor de Reseune.

–No lo sé —murmuró—, no lo sé, sera. Pero la cuidaré lo mejor que pueda.

Así que empezó el trabajo del parto por la noche y ellos vigilaron sin descanso mientras el potrillo se deslizaba por el canal hacia la cama de fibras; y vigilaron mientras los técnicos de AG cortaban el cordón y Andy sacaba esponjas y toallas y secaba a la potranca y la levantaba sobre las temblorosas patitas.

Entonces sera la tocó por primera vez. Sera la acarició y ayudó a secarla, y Florian también ayudó; hasta Andy dijo que ya era suficiente y levantó a la potranca: Andy era muy fuerte y dijo que no había forma de transportarla en un camión al granero, que él podría llevarla.

–Quiero verla —dijo sera.

–Podemos ir caminando —sugirió Florian y miró a Catlin, que se había quedado de pie, aparte, mirando y comprendiendo todo (Florian sabía cómo pensaba Catlin) pero muy extrañada por la emoción detodos, por los bebés y por la preocupación de sera hacia la potranca.

Estaba sana, estaba bien: Florian leía la mente de Catlin; así que no entendía por qué se preocupaba sera. Los bebés venían al mundo. Se suponía que tenían que estar estudiando. Pronto tendrían un Ejercicio.

–Yo iré —dijo Florian a Catlin—. Sera y yo volveremos dentro de una hora.

–De acuerdo —aceptó Catlin. Porque Catlin tenía mucho que estudiar. Porque si él hacía eso, era Catlin la que tendría que salvar al equipo; él sabía que iba a equivocarse, a menos que Catlin le resumiera todo bien y con exactitud.

Pero ni sera ni la potranca tenían la culpa. Los animales no elegían el momento en que nacían; no dudó: el entrenamiento era el entrenamiento y sera era... ella lo era todo. Así que Andy llevó a la potranca colina abajo, hacia el granero, y Florian caminó con sera, contento como ella porque ella estaba contenta, y porque ahora había tres caballos en el mundo, en lugar de dos.

Andy puso a la potranca en un establo pequeño y cálido y trajo el alimento que ya tenían tibio y preparado y dejó que sera se lo diera al bebé, que se quedó de pie sobre las patas temblorosas y empujó con la nariz como si pudiera hacer que la leche bajara más rápido. Sera rió y se alejó un poco, y la potranca la siguió, tropezando.

–Quédese quieta, sera —dijo Andy—. Sostenga el biberón y nada más.

Sera rió y lo sostuvo.

Abajo, en su establo, la yegua relinchó con fuerza y se inclinó sobre la cerca.

–Creo que huele al bebé —comentó sera—. Eso puede ser un problema. O tal vez la acepte después. No lo sé.

–Yo tampoco —dijo Andy.

–Como hay solamente tres —explicó sera– todo es así, los libros no dicen nada sobre un caballo que solamente ha visto a otro caballo en toda su vida.

–Y está preñada —añadió Andy con su voz tranquila, tímido frente a una CIUD—, y ya tiene leche. Y los animales son como los CIUD, sera, tienen su personalidad. No es el mismo psicogrupo y no hay cinta para ellos.

Sera lo miró fijamente, pero no enfadada, sólo como si estuviera un poco sorprendida de que Andy supiera todo eso. Pero era verdad, Florian lo sabía. Un cerdo era un problema, mientras que sus hermanas de carnada no. Dependía de muchas cosas, y cuando los bebés venían como los de los cerdos, con una hembra y un macho, se estaban manejando grupos genéticos mezclados y no se sabia lo que se tenia, como con los CIUD .Al menos, la potranca probablemente sería como con su hermana genética, la yegua, lo cual significaba que iba a ser fácil de manejar.

¡Pumba! En la cerca desde el otro lado de la fila. La yegua relinchaba, con fuerza. Y los azi que estaban allí contemplando al nuevo bebé fueron corriendo hacia el establo de la yegua.

–Esto es muy complicado —dijo sera, preocupada.

–Los animales son así —comentó Andy—. Está bien. Sería bueno que aceptara al bebé. Los animales saben muchas cosas. Es como si nacieran sabiendo.

–Instinto —explicó sera—. Tú deberías diseñar una cinta. Estoy segura de que sabes más que esos malditos libros.

Andy sonrió y rió, avergonzado.

–Soy Gamma, sera, no soy como Florian. Soy Gamma. —Y cuando uno de los técnicos de AG llegó corriendo a decirles que la yegua estaba bien, ellos estaban a punto de trasladar a la potranca a otro establo fuera de allí.

–No, mudémosla pero pasémosla por allá —dijo Andy—. Pero sostenedla. Veamos cómo reacciona. Sera, si hay jaleo, mejor será que esté preparada para subirse a esa cerca y pasar al otro establo. Florian y yo sostendremos al bebé y los muchachos a la yegua, pero no queremos que usted se rompa otro brazo.

–Puedo ayudar a sostenerla.

–Por favor, sera. No sabemos lo que va a pasar. Esté lista para salir de aquí.

–De acuerdo —aceptó sera, y eso era mucho viniendo de ella, pero era que a sera le gustaba Andy y se había dado cuenta enseguida de que Andy tenía sentido común, así era sera. Así que ella se quedó allá mirando ansiosa mientras los técnicos conducían a la yegua junto a la potranca, cada una con una brida para guiarlas.

La yegua tiraba y ellos dejaron que se detuviera y asomara la cabeza por encima de la puerta del establo. Ella olfateó el aire y era un sonido interesante, extraño.

La potranca levantó las orejas y se quedó quieta y hacía el mismo sonido con la nariz.

–Poned a la yegua en el establo de al lado —ordenó Andy a los técnicos—. Veamos lo que pasa durante un rato.

Así trabajaba Andy. A veces no sabía lo que iba a pasar. A veces nadie lo sabía, porque nadie en el mundo lo había intentado nunca. Pero Andy no dejaba que sus animales se hicieran daño y tenía una forma de adivinar lo que iban a hacer a pesar de que no había leído ni un libro en su vida.

–Le está hablando —exclamó sera—, eso es lo que hace.

–Seguro que se están diciendo cosas —dijo Andy—. Los animales hacen algo parecido a darse cinta unos a otros.

–Es que son animales de grupo —dijo sera—. Tiene que ver con todo su comportamiento. Quieren estar juntas, me parece.

–Bueno, la pequeña va a querer a la gente. Son así cuando nacen de los tanques —dijo Andy—. Pero la yegua podría ayudar a este caballito. Ya tiene leche. Y la leche de un animal sano es mucho más beneficiosa que la fórmula. Lo único que me preocupa es cómo actuara la yegua cuando nazca el suyo.

–Política —suspiró sera—. Siempre la política, ¿no es cierto? —Sera estaba divertida y miró a la yegua que asomaba la cabeza sobre la cerca del otro establo—. Miradla. Ah, quiere entrar.

–Alguien tiene que permanecer toda la noche con la yegua —dijo Andy—. Cuando tenemos algo de lo que no sabemos nada, hay que seguir esperando. Pero tal vez la yegua acepte a esta potranca. Y si lo hace, será la mejor ayuda que podamos tener.

Volvieron muy tarde por la colina. Florian no hubiese deseado cambiar ese tiempo con sera y la potranca por el suyo, pero estaba muy preocupado cuando volvió a la habitación, en un apartamento tranquilo y oscuro, y dijo a Catlin:

–Soy yo —cuando abrió la puerta.

–Ummm —murmuró Catlin, desde su sitio y empezó a levantarse apoyada en el brazo—. ¿Problemas?

–Todo está bien. El bebé va muy bien. Hacía mucho que no veía a sera tan contenta.

–Me alegro —dijo Catlin, tan aliviada, así que Florian comprendió que Catlin había estado preocupada por eso todo el día.

–Lo siento, Catlin.

–No te preocupes. Dúchate. Yo te diré cuanto necesitas saber.

Él cerró la puerta, pidió la luz del baño al Cuidador y empezó a desnudarse en el camino al baño mientras Catlin se despertaba un poco. Apenas si se pasó un poco de agua, se puso ropa interior limpia y salió de nuevo, apagó la luz y se sentó en la cama mientras Catlin le explicaba cómo iban a resolver un problema muy difícil al día siguiente. Iban a tener que pasar por un Cuidador y conseguir un Rehén vivo; se lo dijo todo desde la cama, con la voz calmada, coherente, tranquila, que salía de la oscuridad.

Decían que iba a haber tres Enemigos, pero nunca podía estar seguro.

Uno no podía saber lo que controlaba el Cuidador, o si no había algo como un alambre simple, básico, en la puerta, el tipo de trampa en la que se caía cuando uno se concentraba demasiado en los aspectos técnicos.

Tenían que ir a la cocina a las 0400. Así que era cuestión de tragarse el informe, planificar lo que pudieran y dormir el tiempo que les quedara sin tener que salir sin aliento, porque nunca se podía estar seguro, a veces arrojaban algo de lo que no habían hablado y había que hacer frente a un ataque Enemigo antes de haber empezado el Ejercicio.

Catlin nunca perdía el tiempo con los qué y los dónde. En todos los años en que habían trabajado juntos, ella le había enseñado cómo centrar el problema y pensar sólo en eso, calcular rápido, y él estaba ocupado en analizar la cuestión con todos los datos que tenía; así aprendió la geografía del lugar a la luz de la linterna para no molestar a Catlin y estudió cuántos escalones había en ese vestíbulo, cuál era la distancia y cuáles eran los ángulos y la línea de visión en un momento dado.

Uno esperaba que el Servicio de Inteligencia tuviera razón, eso era todo.

Eran ochenta puntos por el Rehén, no decían nada más. En una escala de cien puntos eso significaba que podían perder a uno de los dos. Podían hacerlo si les era necesario, y eso quería decir que tenía que ser él, si se llegaba a este caso: Catlin tenía el mapa mejor guardado en la mente y podría pasar mejor por la última puerta, si él la abría para ella. Pero no se ganaba nada planificando lo que podía ocurrir. Era mejor pensar en cómo conseguir que fuera el Enemigo el que tuviera que ceder.

Él hacía lo que podía, eso era todo.

VIII

Era Catlin al teléfono. Catlin hablando por teléfono. Ari salió volando de la clase del doctor Edwards por el pasillo hacia la oficina. Tan rápido como pudo.

–Sera —dijo Catlin—, vamos a llegar tarde. Florian está en el hospital.

–¿Qué ha pasado? —gritó Ari.

–Se cayó la pared o algo así —respondió ella—. El hospital dijo que tenía que llamarla, sera, él está muy preocupado.

–Dios —suspiró ella—. Catlin, mierda, ¿cómo está?

–Regular. No seenfade, sera.

–Catlin, mierda, quiero un informe ahora mismo. ¿Qué ha pasado?

–El Enemigo tenía un Rehén, teníamos que pasar por un Cuidador y lo hicimos; entramos hasta el fondo, pero el Rehén empezó una maniobra de distracción mientras ellos trataban de poner una Trampa en la puerta. El instructor todavía está tratando de descubrir qué pasó, pero la carga que tenían estalló. Se derrumbó la pared. Toda. En realidad no tenía que hacer eso, tenía que estallar pero era decorado, no un edificio real, debe de haber tocado más de una carga.

–¿No saben lo que pasó?

–Bueno, es que están muertos, sera.

–Ya voy. Voy para el hospital ahora mismo. Espérame en la puerta principal. —Ari se volvió y vio que el doctor Edwards estaba allí. Así que se lo contó. Rápido. Y le pidió que llamara al tío Denys. Y corrió.

—Florian cree que fue culpa suya —dijo Catlin cuando ella llegó a la puerta principal, jadeando, con el estómago revuelto.

–No me dijo que teníais un Ejercicio hoy —protestó Ari. Aquel pensamiento la había rondado durante todo el camino hacia el hospital—. ¡No me lo dijo!

–Estuvo muy bien —explicó Catlin—. No cometió ni un sólo error. No deberían haber estado allí, eso para empezar. —Señaló el pasillo, donde había un hombre de negro hablando con los médicos—. Ese es el instructor. Ha estado haciendo preguntas. El Rehén... tiene trece años, es el único que quedó con vida. Es un lío. Un lío muy gordo. Están preguntando para ver si alguien entendió mal las instrucciones, dónde estaba el equipo de explosivos; creen que estaba contra la pared, justo donde estaban ellos trabajando y no habían montado todas las Trampas que podían haber instalado, así que les quedaban dos cargas más que estaban usando en la puerta. Todo el escenario se vino abajo. Florian se tiró hacia atrás y se cubrió, si no lo hubiera hecho, habría muerto. Por suerte se le cayó la puerta encima antes que los bloques.

Ari pasó por el mostrador con Catlin en dirección a los doctores que estaban hablando con el instructor y más allá, donde estaba Florian, en el salón, sobre una de las camillas. Tenía mal aspecto, blanco y magullado, y sangraba en el hombro, las manos y los brazos, pero le habían limpiado las heridas y le habían puesto un ungüento encima.

–¿Por qué está en el pasillo? —le inquirió Ari al médico que estaba de pie al lado.

–Espera para ir a rayos X, sera. Hay un problema interno.

–Estoy bien —murmuró Florian, los ojos entornados—. Estoy bien, sera.

–Tú... – Estúpido,casi dijo ella. Pero una supervisora no podía decirle eso a un azi que estaba bajo los efectos del trank. Se mordió el labio hasta que le dolió. Le acarició la mano—. Florian, no es culpa tuya.

–Ni suya, sera. Yo quería ir. Con la potranca. Podría habérselo dicho.

–Quiero decir que no fue culpa tuya, ¿me oyes? Dicen que algo estalló. —Se dirigió hacia donde estaban hablando los doctores y el instructor, de frente, directa hacia ellos—. No fue culpa de Florian, ¿verdad? —Le temblaba la voz—. Porque si él tuvo algo que ver, primero fue culpa mía.

–Es sera Emory —informó la doctora Wojkowski al instructor de Seguridad, que miraba a Ari con el ceño fruncido, como si ella fuera una tonta CIUD, que se daba aires—. Supervisora de Florian y Catlin.

El hombre cambió de actitud con rapidez.

–Sera —saludó él, como Catlin, tieso—. Todavía estamos investigando. Necesitamos someter a los dos a psicotest, bajo trank.

–No —dijo ella.

–Joven sera...

–He dicho que no. Déjenlos tranquilos.

–Sera tiene razón —dijo una voz dura, la voz de un hombre vestido de forma corriente, que había llegado desde el otro lado, un hombre que estaba un poco sin aliento.

Era Seely. Nunca había pensado que algún día se alegraría tanto de ver a Seely.

El tío Denys no podía correr. Pero Seely había corrido. Y Florian y Catlin tenían razón: Seely era de Seguridad, Ari lo supo en el momento en que gritó al instructor.

Así todo estaba mucho mejor. Florian tenía un pedazo de metal en la pierna, eso era lo peor, pero ya se lo habían sacado y tenía magulladuras y golpes y seguramente le iba a doler porque habían sacado muchos bloques que estaban sobre la puerta que se le había caído encima.

–Tontos —dijo Seely cuando Ari le preguntó lo que había descubierto después de su conversación con Catlin y con el instructor y el Rehén cuando éste recuperó la conciencia y pudo hablar un poco. Cuando lo oyó, Ari llevó a Seely a la habitación donde Florian estaba recuperándose.

–Díselo a él —dijo mientras Catlin entraba detrás de Seely y se quedaba allí, con los brazos cruzados. Seely la obedeció.

–¿Me oyes? —preguntó a Florian.

–Sí.

–El instructor está suspendido. La cantidad de explosivos que les habían dado excedía la resistencia del decorado. El Rehén intentó una maniobra de distracción de acuerdo con las órdenes mientras el equipo estaba colocando una Trampa en la puerta. El Rehén no sabe lo que pasó en ese momento. Por lo visto los dos que trabajaban en la puerta habían puesto el equipo cerca, probablemente entre los dos, y quizá la distracción, o el tercer muchacho que se les vino encima, dejaron caer la carga con la que estaban trabajando sobre las otras dos que tenían en el equipo.

–No empezaron a hacer la Trampa hasta que nosotros pasamos el Cuidador —explicó Catlin, acercándose a la cama—. Pensaron que podrían escapar y conseguir puntos porque había otro equipo que venía detrás de nosotros. Eso no nos lo dijeron. Estaban trabajando con el Enemigo y se suponía que nos atacarían desde atrás. Pero estaban cumpliendo con el horario que les había dado el instructor y pasamos el Cuidador demasiado rápido.

–¿Demasiado rápido? —murmuró Florian con un parpadeo—. Eso es una locura. ¿Qué se suponía que debía hacer yo?

–Así que el otro equipo trató de improvisar y de poner una Trampa en la puerta, a pesar de que sabían que íbamos más adelantados de lo previsto. Y el Rehén siguió las órdenes, dio una patada al guardia, que aterrizó entre los dos de la puerta y ellos dejaron caer la carga justo en medio del equipo. No fue culpa tuya. No podíamos disparar en la habitación porque estaba el Rehén. Se suponía que él estaría de nuestro lado y debía causarles problemas a ellos. Era un ejercicio de dos equipos. Así que en realidad falló el decorado.

–¿Tú no pusiste una Trampa en la puerta? —le preguntó Seely a Florian.

–No lo sé, no me acuerdo —murmuró Florian. Y luego, con cansancio—: No. No lo hubiera hecho. No había razón para hacerlo. No estaba en el plan.

–No lo hiciste —dijo Catlin—. Yo te cubría, para impedir que el tercer Enemigo que había detrás te Atrapara. Ibas a volar la puerta y llenar la habitación de gas, ¿recuerdas?

Florian hizo una mueca como si le doliera.

–No me acuerdo. Se me fue de la cabeza. Ni siquiera recuerdo el momento en que volé por los aires.

–Es posible —dijo Seely con los brazos cruzados, igual que Catlin. Ari estaba sentada en una silla de respaldo recto y escuchaba. Y se asombraba de lo que veía en Seely—. Tal vez nunca recuperes esos segundos. La explosión te sacudió mucho. Pero estás bien. No fue culpa tuya.

–No hay que colocar las cargas extras debajo de las cargas con que se está trabajando —musitó Florian, confundido.

–No se puede exceder la resistencia del edificio con las cargas en un ejercicio de entrenamiento ni hacer un ejercicio de dos equipos con un factor Murphy en una habitación sin salidas. Es pedir demasiado. El otro equipo se retrasó. Éste es el final del informe. Volverás al entrenamiento la semana que viene. Ellos no.

–Sí, ser —dijo Florian con tranquilidad—. Lo lamento por ellos.

–Necesita cinta —dijo Seely mirando a Ari—. No debería sentirse así. Eso le acarreará problemas en el futuro.

Eso enfureció a Ari, y no era justo. Seely estaba tratando de ayudar.

–Yo decido —replicó ella y tuvo miedo de que él dijera que el tío Denys también decidía. Seely asintió, un gesto breve, correcto.

–Tengo trabajo que hacer si eso es todo, sera —dijo—. Usted ya hace todo lo que hace falta por aquí.

–Gracias, Seely. Muchas gracias. Dile al tío Denys que tal vez me quede aquí a cenar.

–Sí, sera. Seely se fue.

Catlin fue hasta la silla, los brazos todavía cruzados y se sentó.

–Catlin —dijo Ari—. ¿Te hicieron daño?

–No mucho —respondió Catlin—. Mi lado de la habitación no se cayó. —Se atrevió a flexionar el brazo y la muñeca—. Un poco de dolor por el trabajo de mover los bloques. Eso es todo.

–Fue demasiado rápido —dijo Florian, como si todavía tuviera un poco de trank en el sistema—. Es una locura. Era un Cuidador muy viejo.

–Ellos cometieron un error —dijo Catlin con firmeza, una frase tan definitiva como el sol en el cielo—. Nosotros no.

Ari se mordió el labio. Florian había empezado a usar la biblioteca de la Casa. Florian sacaba los manuales de los sistemas de la Casa. Florian sabía muchas cosas que esa gente de la ciudad ignoraba, porque Florian y Catlin nunca dejaban de aprender.

Se fue al vestíbulo, pidió permiso para usar el teléfono y llamó al tío Denys.

–Tío Denys, Florian hizo el ejercicio demasiado rápido. Eso es lo que dicen. Se hizo daño porque era mejor que ellos. Me parece muy injusto, tío Denys. Podría haberse matado. Tres personas han muerto. ¿No haymejores instructores por ahí?

El tío Denys no le contestó enseguida. Luego dijo:

–Tengo el informe de Seely. Concédeme un rato. ¿Cómo está Florian?

–Muy maltrecho. —Y le contó lo que había dicho la doctora Wojkowski y lo que habían explicado Florian y Catlin.

–Estoy de acuerdo contigo. Si eso es lo que dice el informe, vamos a tener que hacer algo. ¿Quieres pasar la noche ahí? ¿Te parece que él lo necesita?

–Quiero hacerlo. Con Catlin.

–De acuerdo —dijo el tío Denys, sin discutir—. Asegúrate de comer algo, ¿me oyes?

El tío Denys la sorprendía algunas veces. Volvió a la habitación, se sentía como si a ella también la hubieran golpeado con algo. Todo había estado tranquilo y en un momento todo se destruía. Y además Seely y Denys, los dos se mostraban razonables cuando ella menos lo esperaba.

–Van a arreglar las cosas —le dijo a Catlin porque los ojos de Florian estaban cerrados—. Acabo de llamar al tío Denys. Creo que el problema proviene de mucho más arriba que el instructor. Me parece que sabéis demasiado para ellos.

–Suena bien —dijo Catlin—. Pero me enfurece, sera. Siguen diciendo que somos un poquito mejores de lo que esperan. Perdieron a esos azi. Todos actuaron bien. No serían los mejores de los Verdes pero no tenían por qué morir. Pasaron todo el vestíbulo con nosotros.

–Mierda —dijo ella y se sentó con las manos sobre las rodillas. Fría de arriba abajo y descompuesta porque no era un juego, lo que hacían nunca era un juego. Catlin había tenido razón desde el principio.

IX

Florian todavía cojeaba un poco, pero estaba mejor cuando entró en el establo con Catlin y Amy y los demás niños. Ari lo vigilaba, lo vigilaba y vio la sonrisa que le iluminó la cara cuando distinguió a la yegua y a la potranca, a las dos potrancas. Una con una cola y una crin claras, la de Ari; y la otra con la crin y la cola negras, ésa era la hija de Caballo.

–¡Mírala! —exclamó Florian. Y se olvidó totalmente de la cojera; y fue y acarició a la yegua en el lomo y la abrazó por el cuello. Y eso impresionó mucho a los chicos. Excepto a Catlin, claro, que sabía que a Florian no le asustaban los caballos.

La yegua había subido mucho en la estimación de Ari. La yegua criaba a los dos bebés, a la que había dado a luz y a la otra que era su hermana genética, lo cual, claro, era incomprensible para la yegua, pero el animal era generoso y las cuidaba a las dos.

–Es enorme —murmuró Amy.

Estaban un poco asustados de las potrancas también. Era la primera vez que se acercaban tanto a un animal, y todavía tenían miedo de que los golpearan, lo cual era prudente porque estaban todos amontonados y se tropezaban unos con otros y todos con los caballos cuando los animales se asustaban. Hasta Catlin, que retrocedió con las manos en la espalda, como una azi, tiesa, cuando Stasi casi la atropella. Maddy aullaba y casi obtuvo un golpe de la yegua y Ari escondió la cara entre las manos y volvió a mirar, y los caballos se habían apartado en la gran arena del granero y los chicos parecían un poco tontos.

–Tienes que ir más poco a poco —aconsejó Andy desde atrás—. No quieren pisaros. Pero huelen raro y por eso investigan.

Los chicos miraron a Andy como si pensaran que estaba jugando o que los había insultado.

–Vamos —dijo Ari a Florian—. Veamos si podemos atraparla.

–Espere, sera —dijo Florian—. Yo puedo.

Era raro salir por fin a la luz y fingir que todos ellos eran amigos de Amy, porque todos sabían que Amy era amiga de ella y ella pensaba que era más difícil que Amy Desapareciera porque su mamá era muy amiga del tío Denys y el tío Giraud. No creía que eso volviera a suceder, pero los chicos se preocupaban y ésa era la historia que había preparado con Amy, porque los chicos seguían preocupados.


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