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Cyteen 2 - El Renacer
  • Текст добавлен: 7 октября 2016, 12:55

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Автор книги: C. J. Cherryh



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–¿No te cansaste de los caballos después de lo que te pasó?

–No. Si los vierais... Voy a montar a la mía. Se puede hacer, lo hacen en la Tierra, sólo hay que entrenarlos.

–No te irás a romper otro brazo, ¿no? Ella sonrió y meneó la cabeza.

–No. Ya he estudiado cómo se hace.

–¿Cómo?

–Primero hay que acostumbrarlos a una silla de montar y una brida, y después a que lleven un peso sobre el lomo. Entonces no se asustan cuando una persona se sube. Pero son inteligentes, por eso son tan distintos de otras cosas, no son como los escamados o algo así, piensan en lo que van a hacer. Eso es lo más hermoso de todo. Tú los miras y ellos te miran a ti y entonces sabes que están pensando cosas que tú no sabes. Y son tibios y juegan y hacen cosas como la gente, solamente porque pueden pensar.

–¿Podríamos conseguir imágenes de eso?

–¿Qué te parece, tío Giraud?

–Creo que sí —dijo él.

II

El tío Giraud estaba contentísimo con la sesión en Novgorod, Ari se dio cuenta de eso en el vuelo de vuelta. Ella, Florian y Catlin se sentaron delante, en el lugar de siempre, y tomaron bebidas sin alcohol y miraron por las ventanillas mientras Giraud, los secretarios y el personal se sentaban atrás y trabajaban, pero había risas, muchas risas.

Y por eso Giraud le había comprado cosas, pensó ella. Y eso estaba bien. A veces casi se ablandaba frente a Giraud. Eso también estaba bien. Hacía que Giraud estuviera tranquilo. Y aprendió a hacerlo también, comportarse muy bien con gente que sabía que era el Enemigo, y hasta sentir algo por ellos a veces; eso no significaba que ya no pensara Atraparlos, porque siempre harían algo que le recordaría quiénes eran. Cuando se era pequeño, uno tenía que esperar, eso era todo. Ella se lo había contado a Catlin y Florian, y colocó a Catlin frente a un espejo y la hizo practicar sonrisas y risas hasta que Catlin consiguió hacerlo sin que se notara mucho que estaba mintiendo.

Catlin tenía cosquillas en las costillas. Eso sí que era un descubrimiento. Catlin tenía vergüenza de eso y decía que, de todos modos, nadie se iba a acercar tanto a ella. No le gustó que Ari y Florian se rieran de eso. Pero después decidió que en parte era divertido y se rió con su risa verdadera, que era una sonrisa a medias, sin sonido. La otra era falsa, porque Catlin sabía cómo dominar los músculos y moverlos a su voluntad.

Catlin se había reído con su risa verdadera cuando se vio vestida con la blusa transparente en la tienda de Novgorod y se le encendieron los ojos como cuando Florian le enseñaba algo que había aprendido en electrónica. Catlin había aprendido algo nuevo.

Después, Catlin se volvió hacia la dueña de la tienda, con sus modales fingidos y actuó como Maddy Strassen, lo cual resultó divertidísimo, diría mamá, imitó hasta la forma ondulante en que se movía Maddy cuando se volvió frente al espejo para mirarse los pantalones de satén. Era una imitación de Maddy. Ari casi se moría de risa, sobre todo cuando vio la cara de Giraud. Pero Giraud era rápido, especialmente cuando ella le guiñaba el ojo, y nadie se dio cuenta.

Florian se había quedado quieto en la puerta de la sección de los hombres, portándose como un azi, lo cual significaba que también él estaba muerto de risa, porque Florian no tenía que practicar para reírse. Lo hacía. Lo que le costaba era no hacerlo y evitar que todos se dieran cuenta de lo que estaba haciendo Catlin.

Las cosas estaban mucho mejor en Novgorod y había mucha menos presión. Ari se dio cuenta de eso. Giraud dijo que pensaba que ahora iba a haber un mercado para las cintas sobre animales que la gente no podía tener, que era realmente una buena idea, y que obtener doscientos cincuenta créditos por un guppy de moda significaba que había un mercado para muchas cosas, y a la mierda si iban a ceder la concesión, y tal vez había un mercado para los koi también, y la gente que había comprado peceras y sistemas de filtros por encargo especial para Reseune y sus laboratorios de investigación tal vez iban a querer invertir en toda una nueva división de productos.

–Así es como funciona —dijo él—. Todo está relacionado.

Había mineros que vivían en pequeñas burbujas marrones en medio del desierto y se gastaban fortunas en peceras para guppies, especialmente los que tenían colores brillantes y compraban algas verdes, muy verdes, porque les gustaban los colores y el sonido del agua, allí donde no había nada excepto paisaje rosado y azul acero. En Reseune, la gente decía que era el contacto con un ecosistema amistoso, y que era bueno para la gente: los mineros juraban que el aire que salía de los tanques hacía más saludable el entorno. Reseune afirmaba que se debía a que la gente se sentía más saludable y les daba un sentido de relación con todo lo que era verde y brillante en la Tierra.

Giraud decía solamente que eso significaba dinero, y que tal vez podía buscar en los bancos genéticos y en las historias para ver si había algo más que se pudiera vender.

Mientras tanto, no venía mal que la gente pensara en ella como la niña que ponía todo eso al alcance de todos.

Ese era Giraud, cierto. Pero ella estaba haciendo lo mismo cuando aprendía a sonreír para las cámaras. Había conocido a la canciller de Información, Catherine Lao, que llevaba una corona de trenzas y era rubia como Catlin, pero que tenía unos cien años, y la canciller Lao había sido amiga de Ari senior y estaba muy contenta de ver cómo estaba creciendo, había dicho la canciller, muy contenta de verla con tan buen aspecto.

Ari intentaba que la gente no le cayera bien de entrada: era peligroso, porque impedía apreciar aspectos que debería ver. Ari senior le había dicho eso, pero estaba relacionado con algo que ella ya sabía en su interior. De todos modos, la canciller Lao le gustaba mucho; ya que se mostraba más amistosa con ella que con Giraud, a pesar de que trataba de ocultarlo; eso era un contraste que Ari podía tener en cuenta y hacía que todos fueran más fáciles de captar, y la hacía pensar que la canciller Lao era alguien que tal vez llegaría a apreciar mucho.

No le molestaba que la canciller Lao fuera canciller de Información, es decir, de toda la red de noticias, entre otras cosas, y de las bibliotecas y las publicaciones y la educación estatal.

Estaba el almirante Gorodin, que era de Defensa, y Defensa había protegido sus posesiones de la gente; era muy distinto de Lao, a medio camino con respecto a muchas cosas, ni amistoso ni agresivo, pero sí muy interesado y algo así como nervioso con Giraud, pero se acercaba a ella como si la conociera desde hacía mucho tiempo.

Hasta había conocido a Mikhail Corain, que era el Enemigo, y lo había saludado y él había tratado de portarse bien. Estaban en el Salón del Estado, ante todas las cámaras. El canciller Corain parecía sufrir indigestión, pero dijo que tenía una hija de la edad de Ari y que esperaba que disfrutara de su viaje a Novgorod, ¿quería ser canciller en el futuro?

Eso estaba muy cerca de las ideas que Ari tenía y que no pensaba contar ni a Giraud ni a Denys, así que respondió que no lo sabía, que de momento estaba ocupada con el trabajo que le daban en la escuela y eso hizo que los periodistas se rieran e hizo reír a Corain, una risa como la de Catlin haciendo de Maddy, y después el canciller retrocedió y dijo que iba a ser mejor que el mundo fuera con cuidado.

Y él también, pensó ella, un poco preocupada porque las últimas palabras habían sido un poco desagradables y deseaba haber pensado en algo bien rápido para Atraparlo frente a las cámaras. Pero ignoraba lo que estaba pasando y no sabía de qué hablaba él,y el tío Giraud había dicho que lo que había hecho estaba bien, así que ella suponía que era cierto.

Y después el vuelo en avión, y el aterrizaje en Reseune; y los periodistas que la esperaban en el aeropuerto, así que Amy y Tommy salieron en el vídeo. Ella sonrió para las cámaras, no tenían que hacerle una entrevista, solamente querían unas fotos, así que las tomaron y después la gente de las cámaras guardó todo el equipo para tomar su vuelo de LINEAS AÉREAS RESEUNE de vuelta a Svetlansk, donde tenían que informar acerca de un gran escamado que había atravesado un conducto de petróleo. A ella le habría gustado verlo, quería ir, pero el tío Giraud dijo que había faltado ya demasiado a las clases y que tenía que ir a ocuparse de su potranca.

–¿Está bien? —le preguntó ella, asustada.

–Bueno, yo no lo sé —dijo el tío Giraud. La Trabajaba, no había duda de eso. Pero era para algo bueno—. Hace una semana que no te preocupas de ella.

No esperó el equipaje. Tomó el autobús con el tío Giraud, Florian, Catlin, Amy y también Tommy; y ni siquiera fueron a casa, primero pasaron por el laboratorio.

La potranca estaba bien, dijo el laboratorio: pero el supervisor le dio todo un paquete de fichas y dijo que tenía que ponerse al día.

Era una trampa. Miró a la potranca en el monitor; se parecía cada vez menos a una persona y cada vez más a un caballo. Le pareció excitante.

Resultaba excitante ir a la oficina de Denys y conseguir permiso para llevar a Amy y a Tommy a casa, porque ahora tendrían allí su equipaje y quería darles sus regalos.

–No desordenes las cosas —dijo el tío Denys, porque Nelly estaba trabajando con bebés durante el día y volvía solamente por las noches; y eso quería decir que Seely, Florian y Catlin tenían que encargarse de gran parte de la limpieza. No le importaba mucho lo que hiciera Seely, pero sí le importaba lo de Florian y Catlin, así que tuvo mucho cuidado—. Dame un abrazo —dijo el tío Denys—, y pórtate bien.

Se había olvidado de comprar un regalo para el tío Denys. Estaba avergonzada. Hizo una nota para pedir algo a la tienda de exquisiteces en el Ala Norte y lo cargó a su propia tarjeta porque tenía una asignación.

Algo como un kilo de café. Eso le iba a gustar y no le importaría que no viniera de Novgorod.

Además, tenía que comprar algo de eso para ella también.

Así que pidió a Base Uno que lo comprara y lo mandara a la oficina del tío cuando fuera ella, tan fácil como hablar al Cuidador.

Amy y Tommy estaban muy impresionados.

Estaban muy contentos con sus regalos. Ella los llevó a su habitación y no les enseñó las otras cosas, no está bien presumir de lo que uno tiene y los demás no, habría dicho el tío Denys.

El tío Denys tenía razón. Y era inteligente.

A Tommy le encantó el pullóver. Lo admiró un buen rato.

Amy dudó un poco frente a la cajita, como si pensara que una cajita tan pequeña no iba a ser tan espléndida como un regalo grande, hasta que la abrió.

–Es verdadero —le comentó Ari, sobre el broche. Y la cara de Amy se iluminó toda. Amy no era bonita. Iba a ser alta y delgada y de cara larga, y tenía que tomar cinta para no encorvarse, pero por un instante pareció hermosa. Y se sintió hermosa, supuso Ari, y eso provocaba la diferencia.

Deseó que Amy tuviera la misma asignación que ella para comprar cosas bonitas.

Después, tuvo una idea.

E hizo una nota para pedirle al tío Denys que Amy se ocupara del proyecto de los guppies, Amy lo conocía bien y era muy inteligente para decidir lo que se debía criar y se le daban muy bien los números.

Ella ya tenía demasiado trabajo con la potranca y quería volver a tener sólo unos pocos peces en una pecera de su habitación, y no tener que hacer nada con los feos.

III

Justin soltó las maletas en el dormitorio y se tiró boca abajo sobre la cama. Perdió la noción de todo hasta que se dio cuenta de que tenía una manta encima y de que alguien estaba intentando que se metiera en la cama.

–Vamos. —Era la voz de Grant—. Te vas a congelar. Vamos.

Entonces se despertó a medias y buscó la almohada y se la colocó bajo la cabeza.

–¿Un mal vuelo? —preguntó Grant, sentado en el borde de la cama.

–Maldito avioncito; tenían una tormenta terrible sobre Tethys y tuvimos que pasar por debajo de las nubes, y estuvimos saltando sin parar.

–¿Tienes hambre?

–Mierda, no. Lo que quiero es dormir.

Grant se fue, apagó las luces y lo dejó en paz.

Recordaba eso vagamente por la mañana, cuando oyó ruido en la cocina. Se descubrió en ropa de calle, sin afeitar.

Y el reloj marcaba las 0820.

–Dios —murmuró. Apartó la manta y a tientas buscó el baño y la cocina, en este orden.

Justin se pasó una mano por el cabello y buscó una taza en el armario, tratando de no dejarla caer.

Grant le sirvió la mitad de la taza que se había preparado.

–Puedo hacérmela solo —protestó Justin.

–Claro que sí —dijo Grant, siguiéndole la corriente, y empujó la silla—. Siéntate. No creo que vayas a trabajar hoy. ¿Cómo está Jordan?

–Bien —murmuró—. Bien. Muy bien, de verdad. —Se sentó y apoyó los codos sobre la mesa para asegurarse de que la taza estaba donde creía antes de tomar un sorbo, porque sus ojos se negaban a trabajar—. Tiene muy buen aspecto. Y Paul también. Tuvimos una sesión detrabajo grandiosa, lo de siempre, hablamos mucho, no dormimos casi nada. Fue maravilloso.

No mentía. Los ojos de Grant se enturbiaron y se sintió realmente aliviado por un momento. Grant había sabido algo la noche anterior, en el aeropuerto, pero parecía que sólo ahora lo creía realmente; como siempre, habían dudado el uno del otro, habían dudado de cada palabra hasta que descubrieron las pequeñas señales que les confirmaban que las cosas eran tal como parecían.

Y después Grant miró el reloj e hizo una mueca.

–Mierda. Uno de nosotros tiene que ir. Yanni está cazando cabezas esta semana.

–Iré yo —dijo Justin.

–Tú no sirves para nada. Quédate. Descansa. Justin meneó la cabeza.

–Tengo que entregar un informe. —Se tragó el resto del café de golpe—. ¡Señor! Ve tú primero. Voy a reunir los documentos y después iré para allá. Envía un mensaje a Yanni. Dile que voy. Tengo que arreglarlo todo, me revolvieron todos los papeles en Descon.

–Ya voy. —Grant dejó caer lo que le quedaba del café en la taza de Justin—. Tú lo necesitas más. Parece que es un alimento indispensable para los CIUD.

Mierda. Se había negado a hablar la noche anterior, mientras Grant se desesperaba por conseguir noticias, y ahora le robaba el café del desayuno.

–Te compensaré de algún modo —dijo a Grant que ya estaba en la otra habitación—. Consigue una reserva en Cambios para esta noche.

Grant sacó la cabeza por la puerta.

–¿Tan bueno fue?

–Sociología desplazó el diseño TR hasta diez generaciones y todavía estaba limpio. Jordan dijo que estaba claro como el agua.

Grant golpeó el marco de la puerta y sonrió.

–¡Pequeño bastardo! ¡Podrías habérmelo dicho! Justin levantó una ceja.

–Tal vez sea un hijo de puta, amigo mío, pero te aseguro que no soy un bastardo. Y ahora hasta Giraud va a tener que reconocerlo.

Grant se arrojó a la sala de nuevo, gritando:

–¡Es tarde, mierda! ¡No hay derecho! Un momento después, se abrió la puerta de entrada y se cerró inmediatamente después.

No había tiempo para repasar las cosas esa mañana, ni siquiera trabajando los dos hombro con hombro en la misma oficina. Grant escribía en el teclado y de vez en cuando dictaba algo al Anotador, un murmullo de fondo constante, mientras Justin pasaba el escánerde fax sobre sus notas y las de Jordan y la transcripción de las sesiones de toda la semana, pulsaba las teclas cuando era más rápido, para seleccionar, editar y manejar casi catorce horas de transcripción constante que terminaron transformadas en cinco temas principales con el rastreador de palabras clave del ordenador. Y eso todavía podía dejar de lado cosas o colocarlas en ficheros equivocados, así que no se podía tirar nada: Justin creó un sexto tema para lo No Clasificado y mantuvo la máquina en Tabulación Automática, para que archivara las direcciones originales de la información.

Ya tenía listos dos trabajos preliminares y un informe cerca de la última lectura cuando Grant lo sacó de su profunda concentración y le dijo que tenían diez minutos para ir al restaurante.

Justin se frotó los ojos con las manos, archivó el trabajo, se estiró y flexionó los hombros que había tenido rígidos durante más tiempo de lo que había creído.

–Lo de Rubin está casi listo —dijo.

Pero ése no fue el tema de la conversación con Grant durante el camino a través del Ala Norte hasta la puerta de Cambios, y siguieron hablando mientras se sentaban a la mesa, un pequeño respiro para encargar las bebidas y después más charla, otro descanso para pedir el almuerzo y de nuevo a lo mismo.

–Lo próximo —dijo él– es conseguir que Yanni acepte el plan.

–Yo puedo hacer la prueba —sugirió Grant.

–A la mierda con eso. Por supuesto que no. Grant levantó una ceja.

–No me preocuparía en absoluto. En realidad, sería un excelente sujeto, ya que no podrían actuar sobre mí sin que yo lo detectara, comprendo muy bien los principios del asunto, mucho mejor que la División de Prueba.

–Pero eres totalmente subjetivo al respecto. Grant suspiró.

–Siento curiosidad. Me gustaría saber qué se siente. No entiendes a los CIUD. Es bastante... bastante atractivo.

–Seductor, dirás y eso me preocupa. Tú no necesitas motivación, amigo mío, unas vacaciones, tal vez.

–Un paseo por Novgorod —suspiró Grant—. Claro. Pero todavía quiero ver eso cuando lo termines.

Justin frunció el ceño, un gesto significativo, calculado. Todavía había que preocuparse por los errores; y hablar con Seguridad de la habilidad de Grant para absorber un programa era algo que ninguno de los dos quería hacer.

La mirada decía: Claro que quieres y si lo interiorizas, compañero, te voy a romper los dientes.

Grant le sonrió, una sonrisa amplia y lenta, que quería decir: Maldito bastardo CIUD, yo me puedo cuidar solo.

Los labios más tensos: Mierda, Grant.

Una sonrisa más amplia, los ojos entornados: Lo discutiremos más tarde.

–Hola —dijo una voz joven y el corazón de Justin le saltó en el pecho.

Miró a la jovencita que se había detenido junto a la mesa, una jovencita lujosamente vestida, con ropa que de alguna forma, de un día para otro, parecían haberle desarrollado la sombra de una cintura; olió un perfume que hizo que el corazón le diera un brinco con pánico recordado, y miró una cara que era la de una niña seria, tímida, una niña a la que ya se le marcan los pómulos; ojos oscuros y sombríos y acentuados por una leve sombra color violeta.

–Hola —saludó Justin.

–Hace mucho que no te veo.

–No. Supongo que he estado muy ocupado.

–Yo estoy ahí. —Ella señaló el área del restaurante que quedaba al otro lado del arco—. Te he visto entrar pero ya había empezado mi bocadillo. Se me ocurrió venir a saludarte.

–Me alegro de verte —dijo él y controló la voz al máximo, se las arregló para sonreír alegremente; esa niña podía leer en las personas más rápido que cualquier ordenador de Seguridad—. ¿Cómo te va en las clases?

–Demasiado trabajo. —Los ojos de ella se encendieron, pero no mucho—. Ya sabes que el tío Denys me va a dejar tener un caballo, pero tengo que hacerlo nacer; y diseñar todos los documentos. Es una forma de hacerme estudiar. —Hizo un dibujo en la mesa con el dedo—. Tengo el asunto de los guppies. —Una risita—. Pero se lo cedí a Amy Carnath. Era demasiado trabajo y ahora ella ha metido también a su primo. Y... ¿y tú? ¿Qué haces?

–Un estudio para el gobierno. Y una cosa que es para mí solo. Yo también he estado trabajando mucho.

–Me acuerdo de cuando viniste a mi fiesta.

–Yo también me acuerdo.

–¿En qué Ala trabajas?

–Estoy en Diseño.

–¿Grant también? —Hizo un movimiento de los ojos oscuros en dirección a Grant.

–Sí —respondió Grant.

–Estoy empezando a estudiar eso —explicó ella. El dedo empezó a trazar líneas de nuevo. La voz era baja, ya no tenía un tono infantil. Era una expresión seria, diferente, un tono de voz distinto del que utilizaba para dirigirse a las cámaras—. Sabes que soy una R, ¿no?

–Sí —contestó él con calma, ah, con tanta calma—. Ya lo sabía.

–Mi predecesora era bastante hábil en diseño. ¿La conociste?

¡Dios! ¿Qué le digo?

Sí, pero no muy a fondo. Era mucho mayor que yo. (Mejor no crear misterios.)Fue mi maestra durante un corto período.

Levantó la mirada, a medias sorprendida, con el destello evidente de un pensamiento.

–Es raro, ¿no? Ahora sabes mucho más que yo. Ojalá pudiera tomar una cinta y aprenderlo todo de golpe.

–Es demasiado para aprender en una sola cinta.

–Ya lo sé. —Otra risita suave—. Ya sé a donde acudir si tengo preguntas, ¿no te parece?

–Eh, no puedo ayudarte con tus deberes, tu tío me arrancaría la piel a tiras.

Ella se rió, golpeó el borde de la mesa con el dedo.

–Se te enfría el almuerzo. Mejor será que vuelva al laboratorio. Me alegro de verte. A ti también, Grant.

–Sí, yo también me alegro —murmuró Justin.

–Sera —se despidió Grant.

Ella continuó su camino.

Justin la siguió con la mirada hasta que tuvo la seguridad de que se había ido, y después dejó escapar un suspiro y apoyó la frente en las manos.

–Dios. —Y miró a Grant—. Está creciendo mucho, ¿no te parece?

–Ha sido una cortesía —dijo Grant—. No creo que fuera nada más que eso.

–Sí —aceptó Justin y recuperó el control, levantó el tenedor y pinchó un poco de jamón, decidido a no prestar atención al mareo que sentía en el estómago—. No iba con mala intención. Es una buena chica, una chica muy agradable. —Comió un bocado—. Jordan y yo estuvimos hablando del asunto. Mierda, me gustaría ver sus notas.

Grant hizo un movimiento de miedo con los ojos hacia la pared. Recuerda los micrófonos y las cámaras.

Están usando el otro... —siguió Justin, obstinado: Rubin no era una palabra que usaran en el restaurante– ... el otro sujeto para ver hasta dónde se puede salvar una situación. Y no tendremos los resultados hasta dentro de quince años, mierda.

–Un poco tarde —murmuró Grant.

Un poco tarde para hacer nada por Ari, quería decir Grant; y lo miró con el ceño fruncido como para decirle: Por Dios, no hablemos de esto, no aquí.

Era una medida sensata, nada más.

–Sí —dijo Justin como si contestara la última pregunta y comió otro bocado y bebió algo para engullirlo. Tenía mucha hambre después del accidentado vuelo: el servicio de comidas había sido muy precario. Y había sudado tanto en la terminal que ahora sentía un apetito insaciable.

–Da las gracias a Yanni —dijo Grant cuando caminaban por el cuadrángulo al aire libre para volver a la oficina—, y llama a Denys como ellos esperan. Por nosotros.

–Ya tenía intención de hacerlo —dijo Justin.

Y era verdad. Tal vez quería decir otra cosa, pero ahora dudaba.

Y todo estaba en las transcripciones de Planys.

Su opinión y la de Jordan, la de ambos, por lo que valiera para una Administración preocupada por su propia supervivencia.

IV

Por los túneles y gracias a la manipulación que hizo Florian de la llave, hasta el área de servicio de ventilación por un camino que no implicaba el uso de tarjetas-llave, siempre tenían que llegar primero porque nadie más sabía cómo abrir la puerta del sitio en que se encontraban; y debían ser los últimos en irse, porque Florian y Catlin eran los mejores para limpiar y asegurarse de que no quedaran posibles huellas que los obreros pudieran advertir.

Usaron muchos de esos escondrijos. Los tenían codificados, así que Ari sólo tenía que decir: número 3, y Amy le pasaba el dato a Tommy y a Maddy, y Tommy sacaba a Sam de la escuela del puerto.

Así que esperaron el golpe en la puerta y todos llegaron juntos: Amy, Tommy y Sam. Maddy estaba con ellos. Y una niña llamada Stasi Morley Ramírez, que era la razón por la que se habían citado en un lugar que no usaban muy a menudo.

Stasi era amiga de Amy y de Maddy, pero Maddy se había ido de la lengua, eso era lo que había pasado.

Stasi tenía miedo de estar ahí, tenía mucho miedo, y Ari se quedó de pie con las manos en las caderas, mirándola fijamente, con Catlin a la izquierda y Florian a la derecha, y la luz de la linterna sobre la lata que había enfrente. Eso hacía que su sombra fuera enorme y las caras de ellos impresionantes, y Ari lo sabía. Había practicado todo aquello con el espejo y sabía el aspecto que ofrecía en ese momento.

–Siéntate —ordenó a Stasi, y Amy y Tommy la sentaron sobre una gran tubería de agua que usaban para sentarse, mientras Florian se ponía detrás de ella. Stasi era la única que estaba sentada. Era un truco psicológico, claro.

–Cuando vienes aquí —dijo Ari—, la cosa funciona así. O votamos para que entres o te ves metida en problemas muy serios, Stasi Ramírez. Y ahora ya tienes muchos problemas porque no nos gusta perder un lugar de reunión. Y si se lo cuentas a Seguridad, yo me encargaré personalmente de ti, haré que os manden a tu mamá y a ti fuera de Reseune y no volverás nunca. ¿Entendido? Stasi asintió. Enfáticamente.

–Pues dinos por qué quieres entrar.

–Os conozco a todos —dijo Stasi, desesperada, retorciéndose para mirar a Amy, a Maddy y a los demás desde donde estaba sentada.

–No conoces a Sam.

–Lo conozco —declaró Stasi—. Lo conocí en la Casa.

–Pero no eres amiga suya. Y Maddy no puede votar, ella es la que te trae. Y Amy y Tommy no pueden, porque son tus amigos. Así que sólo quedamos yo, Sam, Florian y Catlin. Nosotros decidimos. ¿Qué piensas, Catlin?

–¿Qué sabe hacer? —preguntó ella con voz monótona.

–¿Qué sabes hacer? —repitió Ari.

–¿A qué te refieres? —preguntó Stasi, ansiosa—. ¿Qué quieres decir?

–Como arreglar cables o memorizar cosas o engañar a un Cuidador o sacar cosas del laboratorio. Los ojos de Stasi se ensancharon cada vez más.

–Catlin y Florian saben hacer todo eso. También saben matar a gente, de verdad. Te cortan la cabeza conun alambre. Pop. Ya está. Sam sabe conseguir herramientas y alambre y otras cosas. Maddy consigue cosas de oficina. —Un parpadeo—. Tommy nos trae de todo, y no voy a decirte lo que hacemos Amy y yo. ¿Qué nos puedes ofrecer?

Stasi parecía cada vez más desesperada.

–Mi mamá y mi papá son los dueños de Ramírez. Muchas cosas, supongo. ¿Qué necesitáis?

Ella sabía eso. Ramírez era un restaurante en el Salón Norte.

–Mmm —calculó—. Cuchillos y cosas así.

–Podría hacerlo —dijo Stasi con ansiedad—. O comida. O cualquier otra cosa de ese tipo. Y mi tío es controlador de vuelo. Puedo conseguir cosas de las líneas aéreas.

–De acuerdo. De momento está bien. Aquí está el resto. Si entras y haces cualquier estupidez y te atrapan, no debes hablar sobre nosotros. Debes decir que estabas sola. Pero lo importante es que no te atrapen. Y no traigas a nadie, a nadie sin preguntar. Y no hables con nadie de nosotros. ¿Comprendido?

Stasi asintió con seriedad.

–¿Lo juras?

Stasi asintió.

No hablaba mucho. Como Sam. Era buena señal.

–Yo voto que sí —dijo Ari. Y Sam asintió. Ella miró a Catlin y a Florian.

No les parecía mal. Catlin siempre tenía el ceño fruncido cuando pensaba y consideraba los pros y los contras.

–Dicen que está bien —decidió Ari.

Así que todos se subieron a la tubería y se sentaron. Estaba limpio. Florian y Catlin siempre se aseguraban de que el lugar para sentarse estuviera limpio, porque si no, la gente se daría cuenta de que andaban por lugares polvorientos.

Florian y Catlin se pusieron en cuclillas donde estaban de pie y se relajaron.

Empezaron a trabajar. Ella iba a contarles cosas sobre el viaje a Novgorod, Sam tenía puesto el pullóver nuevo, como Tommy, y Maddy llevaba el echarpe, pero el broche de Amy era demasiado caro para llevarlo a clase. Así que todos hablaron de la fiesta que iba a dar Maddy, la fiesta a la que todos estaban invitados, y Maddy estaba contenta porque Stasi había entrado y porque al menos de momento era alguien importante en el grupo.

Era cierto que Maddy se había desarrollado pronto. Su manera de sentarse y la forma en que llegaba la luz a la improvisada mesa lo demostraban, y siempre estaba coqueteando con los chicos y moviéndose para provocarlos.

Tommy lo tomaba bien. A Sam le molestaba mucho: el pobre Sam había crecido mucho y estaba en un estadio un poco incómodo y torpe porque crecía tanto, decía Tommy; Sam siempre se golpeaba la cabeza contra el techo y las cosas, como si se equivocara con respecto a su propia altura. Era tan rápido como Florian en todo lo referente a arreglar aparatos, sus manos eran tan hábiles que resultaba impresionante mirarlo y podía resolver problemas mecánicos con mucha rapidez.

Sam estaba enamorado de ella, o algo así. Sam siempre había estado enamorado de ella, como si quisiera ser un amigo especial, pero ella nunca lo dejaba, porque no se sentía cerca de Sam; y la ponía de mal humor ver cómo se tomaba en serio a Maddy y cómo se preocupaba por eso, como si supiera que en realidad no formaba parte de la Casa y que vivía cerca de la ciudad, que Maddy era rica y que las cosas nunca llegarían a nada en realidad, no más que el asunto de Sam con ella.

Un año atrás más o menos, Ari se dio cuenta de que ninguno de ellos estaba haciendo las cosas en serio, pero Sam había nacido serio y Maddy estaba en eso desde que había aprendido la diferencia entre un chico y una chica.

Ella sabía la diferencia. Cuando se criaban guppies y se estudiaban caballos, uno se daba cuenta de cómo funcionaba eso y de por qué los chicos y las chicas se perseguían mutuamente.

No estaba muy interesada. Estaba resentida por el proceso. Hacía que todos se comportaran como estúpidos, y era una complicación cuando trataba de ordenar la situación con la gente.

Después, vio cómo Maddy fingía un tropiezo al salir y rozaba a Florian con el muslo.

Uno no podía empujar a Florian: cuando la gente tropezaba con él, se asustaba. Pero se recuperó pronto y alargó el brazo para sostenerla, y ella tuvo suerte de no darse contra la pared porque Florian había aprendido en Novgorod a no reaccionar mal cuando estaban en medio de una multitud.

Maddy se las arregló para pasarle una brazo por el hombro y rió y fingió recuperar el equilibrio antes de salir por la puerta.

Lo que Maddy no vio fue la extraña mirada que Florian le dirigió cuando ella le dio la espalda para irse.

Pero Ari sí la vio. Cuando Florian se dio la vuelta para mirarla a ella, todavía conservaba aquella mirada, como si pensara que lo habían Atrapado de una forma vaga y no estuviera seguro de haber reaccionado bien.

Ari no lo ayudó. Y dudaba que Catlin entendiera la situación.

V

Había pasado mucho tiempo desde la última vez que Justin había entrado en la oficina de Denys. El recuerdo de la última visita lo golpeó con fuerza: el hombre corpulento en el escritorio, cada detalle de la habitación.


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