Текст книги "Cyteen 2 - El Renacer"
Автор книги: C. J. Cherryh
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Научная фантастика
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–Mantenimiento se portó bien —dijo Catlin—. Les pedimos que pusieran las cajas en la cocina, no importa lo que tuvieran dentro y las examinamos una por una antes de ordenarlas. Estamos calentando el almuerzo.
–Muy bien —dijo ella—. La clase anduvo bien. Sin problemas. —Y se fue por los salones hasta la oficina a dejar la bolsa con sus cosas.
Su oficina, y ella había ido automáticamente al dormitorio. Pero ahora había espacio para todo. Extrajo el manual y llevó la bolsa a través de las habitaciones de Florian y Catlin hasta su dormitorio.
Poca-cosa estaba allí, encima de la cama, como siempre. Ella la levantó y pensó que sería realmente horrible por parte del tío Denys poner un espía en ella. La levantó y la dejó apoyada en las almohadas, como siempre.
Y se sentó y se quitó los zapatos y extrajo las pastillas de la bolsa, la receta que había causado tanto alboroto en la farmacia que por poco llega tarde a clase, y no importaba lo que dijera su tarjeta ni lo que el sistema de la Casa les indicara que estaba autorizada a tener.
—Setenta y cinco —dijo Florian mirando el frasco de pastillas después del almuerzo. Bocadillos de jamón y queso. Nada quemado—. Sí. Está bien para una dosis profunda.
–¿Queréis ver lo que tengo que deciros? —Había hecho imprimir las cosas y tenía el escrito sobre la falda—. Le pedí al Cuidador que no pasara ninguna llamada, no quiero ruidos. Lo tengo todo en la lista. Pero preferiría que la repasarais.
Pasó el papel; ellos lo leyeron, uno después del otro.
–Parece razonable —observó Catlin—. No tengo objeciones.
–No veo ningún problema —dijo Florian—. Si no hay cinta para hacer, no tardaremos ni un minuto.
Todavía la asustaba. La asustaba más que cualquier otra cosa.
Pero hizo lo que decía el papel. Tomaron las pastillas y ella siguió las instrucciones, y luego los dejó dormir.
–Y fue a la oficina, cerró la puerta y usó el teclado con Base Uno porque no quería que hubiera ningún ruido en el apartamento mientras ellos estaban tan lejos.
Le dijo a Base Uno que había llevado a cabo la rutina.
Y Base Uno escribió:
Esta Base reconoce sus tarjetas desde ahora.
Leyó hasta tarde porque quería estar segura de que Catlin y Florian despertaban antes de que ella se fuera a dormir. Repasó los datos de Ari senior bajo las palabras Geoffrey Carnath.Y claro que había entendido al tío Denys cuando él le explicó lo que había pasado. Repasó todo, hasta el final, hasta que Ari se fue de esa casa. Leyó las cosas más feas y se quedó allí, sintiéndose extraña, muy extraña, como si fuera algo malo, pero nadie había muerto. Eso era lo peor, cuando alguien moría.
Entonces, tal vez Desaparecerían a alguien más.
Y estaba furiosa. Furiosa con esas cosas que había hecho el tutor de Ari hacía tanto tiempo, cosas que no estaban allí, hasta el momento en que Ari acudió con Florian y Catlin a Seguridad, alegando que su tío estaba abusando de Florian.
Así era como lo había escrito Seguridad. Pero ella sabía lo que había pasado. En cierto modo. No podía formar una imagen en su mente, pero de todos modos lo sabía.
Y Ari hablaba de llevarse bien con su tutor.
Yo lo habría matado. Como habría matado al tío Denys si me hubiera perseguido. No se juega con Seguridad. No se juega con Seely. Ni con Denys.
Pero, ¿dónde estaría ahora? Metida en graves problemas.
En muy graves problemas.
Se sintió enferma. Había sabido que estaba acorralada, muy adentro de sí. La seguridad de Geoffrey Carnath había ganado a la de la primera Ari. Seguramente había habido pelea. Algo debió de pasar en ese momento.
Florian y Catlin habían sido arrestados. Ari había terminado en el hospital.
Ari, hospital,escribió para esa fecha.
Sedantes,dijo el sistema. Por orden de Geoffrey Carnath.
Florian, seguridad.
Un médico lo había visto. Estaba desequilibrado, igual que Catlin. Y les habían pasado cintas, a los dos. Consiguió los números de esas cintas.
Buscó el caso a través de los archivos durante una hora y rastreó las órdenes de mudanza y la reunión del consejo de Familia en la que el personal superior, sabiendo lo que había pasado, había concedido a Ari senior un apartamento propio con una llave exclusiva, porque ella lo había pedido y amenazaba con acudir a las agencias de noticias, y Geoffrey Carnath era demasiado problema para que toda la Familia peleara contra él por el asunto de su tutoría.
Verdadero. Todo era verdadero para Base Uno. Todo aquello le había sucedido a la primera Ari.
Se hablan llevado a mamá. Pero el tío Denys y el tío Giraud no habían hecho lo mismo que Geoffrey Carnath. Se quedó sentada allí mucho rato, observando la pantalla, y después empezó a buscar algunas de las palabras que aparecían en el informe.
Se sintió muy aliviada cuando Florian la llamó por el Cuidador y le dijo que estaba despierto y bien, que solamente tenía un poco de sueño.
–Estoy aquí —murmuró Catlin después, un poco confusa; pero Catlin llegó al salón antes que Ari. Se apoyó en la pared—. ¿Algún problema?
–No —respondió Ari—. Nada por ahora. Duerme tranquila, Catlin. Todo está bien. Voy a hacerme la cena sola. Te llamaré si te necesito.
Catlin asintió y volvió a su habitación.
Había muchas cosas en el apartamento. Lo descubrieron cuando empezaron a registrarlo, mucha ropa de Ari senior que era muy bonita pero demasiado grande todavía.
Ari senior había sido, un poco más grande arriba. Y más alta. Eso también era extraño, calcular frente al espejo la altura que tendría más adelante. Algún día.
Había joyas. Cosas carísimas. Mucho más que las de mamá, sobre todo oro, algunos eran rubíes, ahí sobre la cómoda, todos estos años, pero ¿quién iba a robarlos en la Casa?
Para guardar el vino había un sitio más alto de lo que ella podía alcanzar, vino que seguramente no se había echado a perder, ella lo sabía, y que probablemente sería muy bueno ahora; y había whisky y otras cosas en el bar, cosas que no debían de haberse estropeado por todos esos años de espera.
Había una gran biblioteca de cintas. Muchas hablaban de la Tierra y de Pell. Muchas eran de cosas técnicas. Muchas, de entretenimiento. Y muchas de ésas tenían un rótulo que indicaba: «Para mayores de veinte años.» Y títulos que la pusieron nerviosa y la avergonzaron.
Cosas sexuales. Muchas.
Sintió lo mismo al mirar los cajones de Ari senior en el dormitorio, porque era algo privado, y a ella le molestaría mucho que se lo hicieran si fuera mayor y hubiera muerto; no le habría gustado que una niña de doce años registrara los cajones y descubriera que tenía esas cosas en la biblioteca, pero al mismo tiempo era interesante y la asustaba. La primera Ari había dicho que no había nada malo en los pensamientos que tenía, que era solamente porque era muy joven y que debía ir con cuidado para no portarse como una tonta.
Pero que estaba bien cuando una era mayor.
Ella recordaba cómo se sentía con lo de la primera cinta. Cerró la puerta y se preguntó qué habría en estas cintas, y si serían como aquella otra. Eran cintas E, sólo eso. No eran profundas ni nada por el estilo. No podían hacerle daño.
Si eran suyas, como todo lo que había en el apartamento, entonces podía hacer lo que quisiera con ellas, cuando se instalara, cuando estuviera segura de que estaba a salvo allí.
No era como ser estúpida con la gente,porque con la gente el sexo podía lastimarla.
Se suponía que los niños eran curiosos. Y no había forma de que nadie averiguara que las estaba usando. Sólo Catlin y Florian, y ellos no iban a tocar sus cosas. Ahora podía tener intimidad, auténtica intimidad, y el tío Denys no sabría nada al respecto.
Cuando se instalara. No había que usar cintas de entretenimiento cada vez que uno tenía ganas, como no había que comer todo lo que uno quería. Primero había que hacer el trabajo.
Incluso si uno se ponía a pensar en lo interesante que sería y en lo que había que descubrir, y en cómo se había sentido con la cinta de aprendizaje.
Mientras tanto, iba a mantener el armario cerrado.
—Está bien, adelante —dijo, y pasó a Amy y a Maddy por los guardias de Seguridad y las llevó en el ascensor. Usó su tarjeta en la puerta y las dejó entrar. El Cuidador le dijo que Florian y Catlin no estaban, que habían ido a las clases para aprender a arreglarse y a disfrazarse, como ella les había ordenado.
Vio que Amy y Maddy se miraban y observaban la gran habitación de enfrente, realmente impresionadas.
Algo le dijo que no debía dejar que nadie viera todo el apartamento donde vivía o cómo estaban diseñadas las cosas. Sabía que Catlin se preocuparía por eso. Pero les enseñó la mitad, que era la habitación grande de enfrente, la cocina y el comedor con el jardín de invierno, donde todavía no crecía nada, y otra vez la habitación delantera y la otra ala, donde estaba la gran sala de estudio hundida y el bar y después su oficina y su dormitorio y los dormitorios que habían sido de Florian y de Catlin (y que ahora eran de ellos otra vez).
Ellas se impresionaron mucho por todo al principio y cuando ella dijo que había habitaciones al otro lado de la cocina, sobre todo oficinas y todo eso. Y más sobre el jardín. Pero sólo recorrieron esa parte, otro salón con más habitaciones más adelante. Lo miraron y a ella le pareció que estaban muy raras.
Eso la molestó. Estaba acostumbrada a entender a la gente, y ahora no alcanzaba a captar lo que estaban pensando, excepto tal vez que estaban preocupadas porque podía haber algo peligroso en todo eso, o en ella, o en el tío Denys.
–Ya no tenemos por qué encontrarnos en los túneles —dijo ella—. Podemos hacerlo aquí y no hay forma de que averigüen lo que hacemos porque Florian y Catlin registraron todo el apartamento para que nadie nos pueda espiar. Ni siquiera el tío Denys.
–Pero pueden averiguar quiénes somos —objetó Amy—. Quiero decir, que me conocen a mí y a Maddy, tal vez a Sam, pero no a todos.
Así que era eso. Se preguntó de nuevo cuánto debía decirles, sobre todo a Maddy. Eso la preocupaba. Pero había algunas cosas que sí debían saber, porque ella no quería que tuvieran ideas equivocadas.
–Está bien —les dijo y después respiró hondo y decidió confiarles un gran secreto—. Mirad, he arreglado las cosas para que si Seguridad hace algo contra alguno de vosotros o vuestras familias, yo lo sepa en cuanto suceda.
–¿Cómo puedes hacer eso? —preguntó Maddy.
–Por mi ordenador. La Base que tengo. Mi nivel de acceso es mayor que el vuestro, tal vez no mayor que cualquiera que pueda poner una marca e impedir que sepa algo, pero he arreglado mi Base para que cuando haya información a la que no tengo acceso, me diga lo que está pasando.
–¿Cómo? —preguntó Maddy.
–Porque estoy en el Sistema de la Casa. Porque tengo una Base altísima y una serie de accesos que en general los niños no tienen. Las tengo con este lugar. Muchas cosas. No os preocupéis. Los tengo muy controlados. Si algo entra en el sistema, algo que se refiera a vosotros, el sistema me lo dirá enseguida.
–¿Cualquier cosa?
–No los asuntos privados. Todo lo relacionado con Seguridad. Y os voy a decir otra cosa. —Otro suspiro. Ari metió las manos debajo del cinturón y pensó con mucho cuidado en lo que estaba diciendo y en lo que dejaba traslucir; pero Amy y Maddy eran las jefas de la banda—. Si contáis esto a alguien, os mato. Pero vosotras dos no tenéis por qué preocuparos. Ninguno de mis amigos tiene por qué preocuparse. Sé por qué pasaron las Desapariciones y no creo que vuelvan a ocurrir. Excepto en el caso de que yo lo pida. Si hubiera alguien a quien yo realmente quisiera perder de vista... Y eso no me va a pasar con ninguno de vosotros, siempre que seáis mis amigos.
–¿Por qué hubo Desapariciones? —preguntó Amy.
–Porque... (Porque esas cosas tenían que pasarme. Como a Ari senior. Eso explica la mayor parte de mi vida. La mayor parte.) —Se encogió de hombros—. Porque se suponía que yo no debía saber ciertas cosas y mis tíos pensaban que esa gente me las diría.
Ellas permanecieron en silencio un rato. Después Amy dijo, con mucho cuidado:
–¿Hasta tu mamá?
Ari volvió a encogerse de hombros.
–Mamá, Valery, Julia Strassen. —Quería dejar el tema—. Sé por qué lo hicieron. Eso es todo. (Mi mamá aceptó irse. Pero no voy a decirle eso a nadie. Pensarían que no me quería.Y no es verdad.)Sé muchas cosas. Ahora tienen que cuidarse, porque sé que no pueden hacerme lo que quieran porque si me hacen algo de ahora en adelante, saben que voy a quejarme, que me acordaré. Y me voy a acordar si Atrapan a cualquiera de mis amigos, porque sé quienes son y ellos saben hasta dónde pueden llegar conmigo.
–¿Quiénes son? —preguntó Amy.
–Mis tíos. El doctor Ivanov. Mucha gente. Porque soy una R de Ariane Emory. Esta es la razón. Este lugar le pertenecía a ella. Ahora es mío porque soy una R. Todo lo que era de ella ahora es mío. Como antes había una Catlin y un Florian y murieron, hicieron una réplica para mí.
Eso les dio cosas en qué pensar. Sabían lo de las réplicas. Sabían muchas cosas, como lo de Florian y Catlin. Pero no entendían cómo encajaban todos los datos.
–Os voy a decir —continuó ella mientras las tenía Atrapadas– por qué no quieren que me enfade. Reseune me necesita, porque si soy una R tengo derecho a muchas cosas que ellos desean, y porque si soy menor pasará un tiempo hasta que los enemigos de Ari puedan hacer algo contra mí, por la ley, porque si mis tíos me hacen más cosas de las que ya me han hecho, se van a meter en un lío terrible, ellos saben que me voy a defender. No me olvido de lo de mamá. No me olvido de muchas cosas. Así que no van a molestar a mis amigos. Podéis estar seguras.
La miraron sin decir nada. No eran tontas. Tal vez Maddy era superficial y le faltaba sentido común, pero no era tonta cuando se trataba de hacer encajar las cosas; y Amy era la más inteligente de sus amigos, de eso no había duda. Siempre había sido así.
–Estás hablando en serio —suspiró Amy.
–Claro que sí.
Amy gruñó y se sentó en el gran sillón con las manos entre las rodillas. Y Maddy también se sentó.
–Esto no es un juego —dijo Amy, levantando la vista—. Ya no es un juego, ¿verdad?
–Nada es un juego ahora.
–No sé —murmuró Amy—. No sé. Dios, Ari, aquí cabrían camiones enteros. ¿No hay nadie de noche, o algo así? ¿No tienes miedo?
–¿Por qué? Puedo pedir cualquier cosa a Mantenimiento, como si estuviera en casa del tío Denys. Seguridad nos cuida noche y día. Cocinamos, limpiamos, hacemos todo. Nos las arreglamos solos. El Cuidador nos despertaría si hubiera algún problema.
–Apuesto a que denoche viene alguien —dijo Maddy.
–No. No es fácil engañar al Cuidador; ni siquiera Mantenimiento puede entrar sin que alguno de nosotros lo controle. Así manejamos la Seguridad. Porque mis Enemigos también son reales. No es un juego. Si algo entra aquí sin permiso, muere. En serio. Muere. —Se sentó al otro lado del sillón—. Así que esto es mío. Todo. Y no pueden poner espías. Florian y Catlin lo registraron de punta a punta. Podemos reunimos tantas veces como queramos y no tenemos que preocuparnos por Seguridad. Podemos hacer muchas cosas aquí, sin mayores que estén encima.
–Nuestras madres lo sabrán —objetó Amy—. Seguridad se lo va a decir.
–Estamos seguras —insistió Ari.
–Pero tal vez no les guste —dijo Amy.
–Bueno, tampoco les gustaría lo de los túneles, ¿no os parece? Eso no te asustaba.
–Esto es diferente. Van a saber que estamos aquí. Saben que la gente se mete en problemas, Ari, mi mamá está preocupada porque voy mucho contigo, está muy preocupada y no quería que tomara el asunto de los guppies, ¿te acuerdas?
–Dijo que le parecía bien.
–Todavía está preocupada. Creo que alguien habló con ella.
–Entonces, te va a dejar. No le importará.
–Ari... esto es diferente. Muy diferente. Va a pensar que sin mayores nos vamos a meter en líos. Y realmente nos puede pasar. Podrían decir que fuimos nosotros. Y nos iríamos a Fargone. Así, puff, en un abrir y cerrar de ojos.
Así que de pronto Ari intuyó lo que les pasaba a Amy y a Maddy, aunque no alcanzara a captar todo el problema.
–No vamos a meternos en líos —replicó ella—. Nos meteríamos en muchos problemas si nos encontraran en los túneles. Ya os he dicho que sabré inmediatamente si está sucediendo algo en Seguridad. Y Florian y Catlin son Seguridad. Descubren muchas cosas, incluso cosas que no están en el sistema.
–No son Seguridad de verdad —replicó Maddy—. Son niños.
–Desde que mataron a esos azi, son Seguridad, ahí es donde aprenden todo. Lo pone en sus tarjetas-llave. Y trabajan en operaciones de oficina durante muchas de las horas en que están allí. Operaciones reales. Pueden entrar y salir y descubren muchas cosas.
Como la grabación en cinta en mi apartamento.Pero no iba a decirles nada de eso tampoco.
–Nuestras madres no saben lo de los túneles —dijo Amy—, pero sabrán que venimos aquí.
–No, si no se lo decís de entrada. Seguridad no correrá a contárselo el primer día, ¿no os parece? Entonces podéis decirles que hace tiempo que lo estáis haciendo y no habrá problema. ¿O no hacemos eso siempre para conseguir lo que queremos? No seas tonta, Amy.
Todavía parecían preocupadas.
–¿Sois mis amigas? —preguntó ella, mirándolas a los ojos—. ¿O no?
–Somos tus amigas —decidió Amy. La habitación estaba en silencio. Nada se movía.
Y ella se sintió un poco fría por dentro, como si algo fuera diferente y ella fuera realmente mayor, y estaba creciendo más a cada momento, más rápido que Amy, más rápido que cualquier persona que conociera. Estaba haciendo el curso a otra velocidad, pensó y recordó el momento en que Florian llegó al vestíbulo demasiado rápido, demasiado rápido para el otro equipo.
Florian, que había tenido apenas un cuarto de segundo para darse cuenta de que aquello ya no era un Ejercicio e iban a morir de verdad.
Tengo que portarme bien,pensó. No quiero que nadie se vuelva loco de miedo. No quiero que se asusten.
Así que les habló como siempre, saltó y les preparó bebidas sin alcohol y les mostró el bar y el congelador.
Y todo lo que había en el armario que se abría desde allí. El vino y todo.
–¡Señor! —exclamó Maddy—. Podríamos celebrar una fiesta con todo esto.
–Creo que no —decidió Ari, terminantemente. Porque aquel armario de vino era algo muy caro, y Maddy no iba a pagarlo con su dinero, claro que no; además, pensó, una Maddy Strassen borracha, con risitas y payasadas alrededor de la Base Uno era algo que podía asustar a cualquiera. Sin mencionar a los otros amigos, como los chicos a los que Maddy andaba siempre rondando.
Maddy pensaba que era una vergüenza que no pudieran hacerlo.
Amy dijo que las madres olerían el alcohol cuando volvieran, y se meterían en serios problemas y tal vez Ari también, por darles el alcohol.
Y ésa era la diferencia entre Maddy y Amy.
Esa noche llegó un mensaje del tío Denys a la Base Uno. Decía: «Por supuesto que te estoy controlando, Ari. Lo has hecho muy bien. Sabía que lo harías.»
Ella le contestó así: «Mensaje a Denys Nye. Claro que sabía que me estabas controlando. No soy tonta. Gracias por enviarme mis cosas. Gracias por ayudarme. Me olvidaré del enfado la semana que viene, tal vez. Tal vez tarde dos semanas. Grabarme fue un truco asqueroso.»
Eso lo Trabajaría bien. Que se preocupara.
III
El nombre del Probador era Will, un tipo Gamma, un supervisor de almacenes en el tiempo en que no hacía pruebas, sencillo como el pan y totalmente tranquilo y claro en cuanto a los procesos internos que los azi Gamma solían pasar por alto completamente.
Si hubiera sido CIUD, habría sido muy flemático: mayor, experimentado. Y tozudo.
–Quiero verte en mi oficina —decía el mensaje de Yanni, y Justin se había armado de valor y había ido hacia allí con sus notas y su Anotador a sentarse a escuchar mientras Will GW 79 repetía ante él y Yanni lo que ya le había dicho al supervisor de Pruebas.
Eran buenas noticias. Buenas noticias, no importaba cómo las mirara ni desde qué lado las considerara.
Cuando volvió de la oficina, Justin informó a Grant, que le escuchó con tanta ansiedad como él había mostrado poco antes.
–Dijo que le ha ido bien. Por qué me llamó Yanni... parece que Will le pidió a su supervisor que diera todo el programa. Le gusta. Su informe médico está totalmente limpio. No hay reacciones hiper, no hay variaciones. Su presión sanguínea está igual que cuando estaba en R&R. Quiere terminar el programa. El comité lo va a considerar.
Grant se levantó de donde estaba sentado y abrazó a Justin durante un momento. Después, a dos pasos de distancia, declaró:
–Ya te lo decía.
–Eso no quiere decir que el comité vaya a aprobarlo. —Justin trataba desesperadamente de mantener el equilibrio mental y de no ir demasiado lejos y creer que las cosas estaban funcionando. Disciplina, equilibrio. Las cosas no marchaban tan bien cuando se asentaban las cenizas. Siempre había desastres, circunstancias que no se habían previsto, y los cambios de humor de Administración. Se daba cuenta de que las manos tendían a llenarse de temblores y el estómago a anestesiarse cuando empezaba a creer que todo iba a funcionar bien. Mierda. Quería que funcionara, lo quería con tanta pasión... Y eso era peligroso—. Mierda, ahora tengo miedo yo.
–Ya te lo decía. Te dije que yo no tenía miedo. Deberías creerme, CIUD. ¿Qué comentó Yanni?
–Dijo que le hubiera gustado más que el Probador no se mostrara tan positivo al respecto. Dijo que las adicciones se sienten bien al principio...
–Ah, ¡que se vaya a la mierda! —Grant levantó los brazos y caminó los tres pasos posibles por la repleta oficina—. ¿Qué mierda le pasa?
–Yanni es Yanni, eso es todo. Y está hablando en serio. Es un punto que él tiene la obligación de...
Grant se dio la vuelta y se apoyó sobre el respaldo de la silla.
–Yo también hablo en serio. Ya sabes que esto me afecta mucho. No van a saber nada que el Probador no pueda decirles; ya hicieron la prueba en los ordenadores de Sociología, que crean lo que dice, mierda.
–Bueno, a mí también me afecta, pero eso no quiere decir que Yanni vaya a votar en contra. Y tuvo un proceso limpio. Al menos tuvo eso.
Grant lo miró con una expresión claramente agitada. Pero respiró hondo, reprimió sus sentimientos y se tranquilizó en una transición de emociones que solamente era posible para un actor o un azi.
–Sí, tuvo eso. Lo aclararán. Tendrán que usarlo tarde o temprano.
–No tienen por qué hacer nada —admitió él, sintiendo el tirón de la forma brusca en que Grant había cerrado la comunicación—. Ya lo probaron. Pero alguna esperanza de que...
–Fe en mis creadores —repitió Grant con calma—. Mierda, esto merece una celebración. —Lo dijo con alegría, con una sonrisa brillante—. No me sorprende, claro. Lo sabía antes de que lo probaran. Te lo dije. ¿No es cierto?
–Me lo dijiste.
–Así que alégrate. Te lo mereces.
Había que intentarlo. Tenían montañas de trabajo que hacer y la oficina no era un lugar apropiado para discutir sutilezas. Pero sí en el trayecto por el cuadrángulo hacia la oscuridad, un atajo no muy controlado y con avisos contra los problemas que podía ocasionar el clima y un banco de nubes detrás del Ala Dos.
–Empezaste a decir una cosa esta tarde —dijo Justin. Sentía el camino. Y la soledad—. Acerca de Yanni.
–No dije nada de Yanni.
–Claro que sí. ¿Estuvo molestándote por algo?
–Yanni y su conservadurismo. Eso es todo. Sabe más que lo que dice. Mierda. Sabe que la cosa está pasando las pruebas. Pero tiene que encontrar algo negativo.
–No te pongas en blanco. Estabas a punto de decir algo. Los secretos me ponen nervioso, Grant, ya lo sabes.
–No sé de qué hablas. No hay secretos.
–Vamos. Te acabas de poner a 180. ¿Por qué no lo dices?
Unos pasos en silencio. Después:
–Estoy tratando de acordarme. En serio. Mentira.
–Dijiste que había algo que te afectaba.
–¿Eso? —Una risa corta, leve—. Me afecta que sean tan obtusos.
–Lo estás haciendo de nuevo —insistió Justin con calma—. De acuerdo. Me voy a preocupar en privado. No importa. No te preocupes. No te metas.
–A la mierda.
–A la mierda. Sí. ¿Qué te pasa? ¿Te molestaría decírmelo?
Más pasos en silencio.
–¿Es una orden?
–¿Qué mierda quiere decir eso de «orden»? Te he hecho una pregunta. ¿Te molesta que te pregunte? —Justin se detuvo en el camino que cruzaba el sendero procedente del Ala Dos, en elfrío de la tarde con el brillo de los relámpagos a lo lejos—. ¿Algo relacionado con Yanni? ¿Fue Yanni? ¿O fui yo quien dijo algo?
–Eh, me alegro de que haya salido bien. Estoy contento. En serio. No me sucede nada malo. Nada relacionado contigo, o con Will.
–Adicciones. ¿Fue ésa la palabra clave?
–Ya hablaremos de esto en otro momento.
–¿Hablar dónde? ¿En casa? ¿Te parece seguro?
Grant suspiró y se fijó en el murmullo del trueno y en la luz temblorosa de los relámpagos sobre el horizonte del Ala Dos. Era un clima peligroso. Era una tontería arriesgarse a salir al exterior en el camino del viento que se lo llevaría todo... muy pronto.
–Es la frustración —dijo—. De que no crean a Will. De que sepan tanto porque son CIUD.
–Deben ir con cuidado. Por Will mismo, si no por otra cosa. Por los otros programas que está probando...
–Los CIUD son un mal necesario —dijo Grant con placidez, con tranquilidad, frente al trueno distante—. ¿Qué haríamos los azi sin ellos? Enseñarnos a nosotros mismos, supongo.
Grant estaba bromeando. Aunque en realidad aquello no era una broma. Justin se daba cuenta de eso.
–Piensas que no van a escucharlo.
–No sé lo que van a hacer. ¿Quieres saber qué es lo más molesto de ser azi, supervisor mío? Saber lo que es correcto y de sentido común y estar seguro de que no van a escucharte.
–Este no es un problema exclusivo, diría yo.
–Diferente. —Grant hizo sonar los dedos sobre el pecho—. Hay formas y formas de escuchar. Siempre me escuchan cuando no te escuchan a ti. Pero no lo hacen en la forma en que te escuchan a ti. Ni a Will, claro.
–Están interesados en su seguridad. Escuchar no tiene nada que ver con eso.
–Tiene mucho que ver. No creen en su palabra.
–Porque él está metido en el problema.
–Porque un azi está siempre metido en el problema y bien lejos de los lugares donde se toman las decisiones. Yanni está metido en el problema y tiene que ser muy subjetivo con sus opiniones CIUD y sus diseños CIUD, ¿acaso lo descalifica eso? No. Lo convierte en un experto.
–Yo te escucho.
–Mierda, no me dejaste tocar esa rutina.
–Por tu bien, Grant, por tu bien. —De alguna forma eso salió mal a medio camino—. Bueno, lo siento, pero me importa. Eso no es un CIUD que trata de hacer valer su rango. Es un amigo que necesita de tu estabilidad. ¿Qué te parece?
–Bastante falso.
–Eh. —Tomó a Grant por el hombro—. Si quieres, agrédeme con otros recursos, ¿de acuerdo? No hablemos del trabajo por el que yo incluso arriesgaría mi cordura y digamos que estás desilusionado porque no confío en mi propio juicio al respecto. Te daría cualquier cosa. Te dejaría...
–Ese es el problema.
–¿Dónde?
–Déjame.
–Amigo, Grant. Mierda, estás en pensamiento contradictorio, ¿no?
–Eso debería calificarme para dirigir algo, ¿no crees? Apenas probamos que somos tan locos como los CIUD, conseguimos los papeles y estamos calificados para no escuchar a los Probadores azi.
–¿Qué ha pasado? ¿Qué ha pasado, Grant? ¿Quieres decírmelo y aclarar las cosas?
Grant miró un rato la oscuridad.
–Frustración, eso es todo. Me... rechazaron una solicitud para ir a Planys.
–Mierda.
–No soy su hijo. No... —Grant respiró despacio una, dos, tres veces—. No estoy calificado de la misma manera. Mierda, no quería decírtelo. No esta noche.
–Dios. —Justin lo cogió por los hombros y lo abrazó un momento. Lo sintió luchar por recuperar el control, por conseguir respirar.
–Estoy tentado, quisiera decir que quiero cinta —dijo Grant—. Pero una mierda si voy a decirlo. Mierda, mierda. Lo que hacen es jugar a política. Ellos... ellos pueden hacerlo, eso es todo. Tu proyecto funciona. Celebrémoslo. Quiero emborracharme, amigo. Bien borracho. Estaré bien. Es la ventaja de la contradicción, ¿no? Todo es relativo. Tú trabajaste mucho para esto, los dos trabajamos. No me sorprende en absoluto. Sabía que funcionaría. Pero me alegro de que se lo probaras.
–Voy a ir a ver a Denys de nuevo. Dijo... Grant se separó de él, con dulzura.
–Dijo que tal vez. En algún momento. Cuando todo se tranquilizara. «En algún momento» no es ahora, evidentemente.
–A la mierda con esa niña.
Las manos de Grant le lastimaron los brazos.
–No digas eso. Ni siquiera lo pienses.
–Elige muy mal los momentos para hacer las cosas. Muy, muy mal. Por eso están tan nerviosos.
–Eh. Ella no elige los momentos. Ella no elige los momentos, nunca. ¿Recuerdas?
Un rugido de truenos. Los relámpagos incendiaron el oeste, sobre los acantilados. De pronto, sonó la alarma del perímetro. Un gemido en la noche. Llegaba el viento, un viento como para quebrarlo todo.
Justin y Grant se cogieron mutuamente de la manga y corrieron hacia el refugio, hacia la seguridad, donde las luces amarillas de alarma formaban un rayo estable sobre la entrada.
IV
—¿Postre? —preguntó el tío Denys. En Cambios, al mediodía, el lugar en que ella había aceptado verlo. Y Ari negó con un gesto.
–Pero come tú, si quieres. No me importa.
–Puedo saltármelo. Café solamente. —Denys tosió y removió el azúcar que había puesto dentro—. Estoy tratando de comer menos. Quiero adelgazar. Tú eras un buen ejemplo antes.
Quinto y sexto intento de despertar simpatía. Ari lo miró sin parpadear.
Denys sacó un papel del bolsillo y lo puso sobre la mesa.
–Esto es tuyo. Ha pasado. Probablemente mejor sin ti, este año.
–¿Soy una Especial?
–Claro. ¿No te lo dije? Ésa es una razón por la que quería hablar contigo. Esto es un fax solamente. Hubo, hubo un poco de debate al respecto. Deberías saberlo. Catherine Lao será tu amiga pero no puede dominar a la prensa, no en lo que se refiere al nombramiento de un Especial. El último argumento fue tu ventaja. La posibilidad de que pudieras necesitar la protección, antes de la mayoría de edad. Usamos muchos favores políticos para conseguir que pasara. No es que tuviéramos otra alternativa, ni que la quisiéramos, claro.
Séptimo.
Ella se estiró, cogió el fax y lo desdobló. Ariane Emory, decía, y muchas palabras finas y elaboradas con la firma de todo el Concejo.
–Gracias —dijo—. Tal vez me gustaría verlo en las noticias.








