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Cyteen 2 - El Renacer
  • Текст добавлен: 7 октября 2016, 12:55

Текст книги "Cyteen 2 - El Renacer"


Автор книги: C. J. Cherryh



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Sonaba como una pelea. Eso parecía. Ella se dio cuenta. Era una de las pocas veces en que el tío Denys había hablado con ella de Trabajar a la gente, pero al tío Denys se le daban bien aquellos trucos y ella estaba segura de que sabía lo que decía.

El Enemigo hace trampa, decía Catlin siempre.

Eso la preocupaba, la preocupaba saber si el jurado hacía trampa o no.

–Sera —le había susurrado Catlin al oído aquella noche cuando todos se habían ido a la cama: Florian y Catlin en sus jergones, ella en su cama con el brazo levantado otra vez—, sera, ¿de qué lado estamos en esto?

Florian era quien hacía las preguntas generalmente. Y ésa era una de las mejores preguntas de Catlin, una de las mejores que recordaba.

Y Catlin esperó mientras ella lo pensaba. Luego ella hizo un gesto para que Catlin se acercara y le murmuró:

–Del mío. De mi lado. Eso es todo. No prestéis atención a lo que os digan los demás, la Regla sigue en pie. No pueden decir que soy otra, todo lo demás no importa.

Así que Catlin y Florian se relajaron.

Ella miró los papeles que le había dado el tío Giraud para estudiar lo que podían preguntarle los jueces y los periodistas y pensó que le hubiera gustado relajarse también.

III

Aquella mañana había muy poca actividad en el Ala Uno y probablemente ocurría lo mismo en todo Reseune, y si había un vídeo portátil, aunque fuera muy viejo, que no estuviera alquilado o prestado en algún lugar de la Casa, estaba muy bien escondido.

Justin y Grant tenían uno, con la puerta de la oficina cerrada, algunos de los diseñadores jóvenes estaban reunidos en el vestíbulo, abajo, pero los que de alguna manera estaban involucrados en el proyecto se habían encerrado en sus oficinas a solas o con sus colegas más cercanos, y nada se movía. Ni siquiera había llamadas telefónicas.

Las cámaras eran las oficiales de la Corte Suprema, sin teatro, sólo la cobertura sencilla, no comercial, que permitía la Corte.

Los abogados habían entregado algunos documentos a los empleados y la Corte preguntó a uno de ellos si había ausencias o faltas en el caso.

Negativo.

Había una chica muy joven sentada de espalda a las cámaras, en la mesa junto a Giraud, sin moverse, nada inquieta al parecer mientras pasaba la rutina de la apertura del caso.

Escuchaba, supuso Justin. Probablemente con el ceño fruncido de esa forma memorable.

Los servicios informativos habían estado atareados apenas aterrizó el avión y una sola cámara del equipo oficial instalada en el vestíbulo de recepción del aeropuerto les había dado la primera visión de Ari Emory; no se permitían preguntas hasta que terminara la sesión en el juicio.

Ari se había quedado allí, de pie, de la mano del tío Giraud, la otra mano escayolada, vestida con un traje celeste muy infantil, con Catlin y Florian, tiesos, de uniforme negro a su lado. Parecían niños disfrazados y obstinados en imitar a la vieja Ari, hasta que una pieza del equipo hizo un ruido extraño y los ojos se pusieron alerta y los cuerpos se tensaron como si los moviera un sólo músculo.

–Eso impresionará a todo el mundo —había murmurado Justin a Grant—. Mierda. Son ellos, nadie puede dudarlo. No importa el tamaño que tengan.

Los servicios informativos habían recurrido a los archivos después de eso para comparar la primera Ari, con la segunda y los dos Florian y las dos Catlin, a partir de viejas fotos de los noticiarios y mostraron un trío tan parecido a ése que era como si hubieran tomado dos fotos una detrás de otra con un leve cambio de luz. Ari con otro traje, de pie junto a Geoffrey Carnath en lugar de Giraud Nye.

–Dios mío, hasta la expresión —había murmurado Justin, refiriéndose al ceño fruncido en la cara de Ari. En la cara de las dos Ari. La forma de mantener la cabeza erguida—. ¿Le enseñaron eso?

–Tal vez —había dicho Grant, impertérrito—. Todas esas cintas de habilidad. Podrían referirse a algo más que al manejo del lápiz, ¿no te parece? Pero muchos de nosotros desarrollamos gestos espontáneos.

No en un CIUD, había sido la objeción interna de Justin. Mierda, tienen que habérselo enseñado. Cintas de habilidad. Aprendizaje muscular. Se puede conseguir eso de una excelente actriz.

O de Ari misma. No se sabe qué cosas pudo haber grabado Olga. ¿Están haciéndolo a ese nivel con el chico Rubin?

Miró a esa niña tranquila, atenta, sentada a la mesa frente al jurado. No habían dejado que Florian y Catlin se sentaran con ella. Sólo Giraud con su equipo de abogados.

—Reseune se niega a permitir que el jurado examine los archivos e informes genéticos —observó el presidente del tribunal—. ¿Es así?

—No necesito recordar al jurado —respondió Giraud, mientras se ponía en pie– que se trata del grupo genético de un Especial...

Los miembros del tribunal y el tío Giraud hablaban sin cesar y Ari escuchaba, escuchaba con mucha atención y recordaba que no debía moverse ni agitar las manos: el tío Giraud le había dicho que no lo hiciera.

Estaban hablando de genética, de fenotipos, huellas dactilares y análisis del dibujo de la retina. Ya habían hecho todos los análisis cuando se presentó en la oficina de identificación del juzgado, todos excepto el de la muestra de piel.

–Ariane Emory —dijo el presidente del tribunal—, ¿podrías ponerte en pie con tu tío, por favor?

Ella se levantó. No tenía que seguir el protocolo, dijo el tío Giraud, el jurado no esperaba que supiera de leyes. Sólo tenía que mostrarse muy educada con ellos porque ellos sí sabían de leyes, eran los abogados que resolvían todos los casos difíciles de la Unión y había que mostrar mucho respeto.

–Sí, ser —dijo Ari e hizo una pequeña inclinación de cabeza como había hecho Giraud y se dirigió hacia el foro, donde tuvo que levantar la mirada para observarlos. Había nueve. Como los cancilleres. Había oído hablar de la Corte en las cintas. Ahora estaba allí. Era interesante.

Pero le hubiera gustado que no fuera su caso.

–¿Te llaman Ari? —preguntó el presidente del jurado.

–Sí, ser.

–¿Cuántos años tienes, Ari?

–Me faltan cuatro días para cumplir los nueve.

–¿Cuál es tu número de CIUD, Ari?

–CIUD 201 08 0089, pero no es R. —El tío Giraud le había dicho eso en el papel que había estudiado.

El presidente examinó sus documentos y hojeó algunos papeles y luego levantó la mirada de nuevo.

–Ari, ¿has crecido en Reseune?

–Sí, ser. Ahí es donde vivo.

–¿Cuándo te pusieron ese yeso en el brazo? Contesta cualquier cosa sobre tu accidente, le había dicho Giraud. Así que ella respondió:

–Me caí del caballo.

–¿Cómo sucedió?

–Florian, Catlin y yo nos escapamos de la Casa y fuimos a la ciudad; y yo monté al caballo y él me tiró sobre la cerca.

–¿Es ese caballo auténtico?

–Sí. Los laboratorios lo hicieron. Es mi favorito. —Ari se sentía bien al recordar aquel fugaz instante antes de caerse sobre la cerca, y el presidente estaba interesado, así que ella dijo—. No tuvo la culpa. No es malo. Lo asusté y saltó. Así que me caí.

–¿No tenía que haber alguien vigilándote?

–Seguridad.

El presidente puso una cara extraña, como si ella hubiera dejado escapar más de lo que era conveniente; y todos los jueces pensaban lo mismo y a algunos les parecía muy gracioso. Pero eso tal vez podía descontrolarse y hacer que alguien se enojara, así que decidió que debía ir con cuidado.

–¿Vas a la escuela?

–Sí, ser.

–¿Te gustan los maestros?

Estaba tratando de Trabajarla, pensó Ari. Sin duda. Puso su mejor cara.

–Sí, me gustan mucho.

–¿Te va bien en los exámenes?

–Sí. Me va bien.

–¿Entiendes lo que es ser una R?

Esa era la pregunta trampa. Ari quería mirar al tío Giraud, pero pensó que eso les diría demasiado. Miró directamente al presidente.

–Quiere decir que legalmente soy la misma persona.

–¿Sabes lo que significa «legalmente»?

–Quiere decir que si lo certifican, nadie puede decir que yo no soy yo y llevarse las cosas que son mías sin ir a juicio; y soy menor de edad. No soy mayor y no sé lo que voy a necesitar de todo eso o lo que quiero, así que tampoco es justo que me hagan un juicio.

Eso lo atrapó.

–¿Alguien te indicó que dijeras eso?

–¿Le gustaría que alguien dijera que usted miente sobre quién es? ¿O que fueran y le quitaran sus cosas? Pueden saber muchas cosas acerca de una persona cuando registran todo lo que tiene, y no está bien hacerle eso a alguien, especialmente si es una niña. Pueden dominarlo psicológicamente si saben todo lo que tiene.

Atrapado de nuevo.

—Dios —dijo Justin y levantó los ojos al cielo después de ver cómo Giraud llevaba a Ari de nuevo a su asiento.

–Desde luego, les ha contestado —dijo Grant.

Mikhail Corain contempló con ira el vídeo desde su oficina y se mordió el labio hasta que lo hizo sangrar.

–Mierda, mierda, mierda —gritó a su ayudante—. ¿Cómo vamos a manejar eso? Han aleccionado a esa niña.

–Una niña no puede tener prioridad frente a la seguridad nacional —dijo Dellarosa.

–Tú lo dices, yo lo digo, la pregunta es ¿qué va a hacer el jurado? Todos esos fósiles de mierda entraron en el sistema bajo el ala de Emory, el presidente es un viejo amigo de Ari. Llama a Lu en Defensa.

–¿Otra vez?

–Otra vez, mierda, dile que es una emergencia. Sabe perfectamente bien lo que quiero, si no, te vas hasta allá. No, no importa, yo iré. Consigue un coche.

«... no deje de ver la audiencia en el vídeo»,decía la nota de Giraud, sólo eso. El secretario Lu la veía, con el puño bajo el mentón, el pulso acelerado, los codos sobre una carpeta abierta llena de fotos y borradores en sucio.

Una niña de ojos brillantes con un brazo escayolado y un arañazo en el mentón. Eso sería bueno para la opinión pública.

Las notas no eran tan sobresalientes como las de la primera Ari. Pero con todo eran impresionantes.

Corain había hecho sus llamadas desde el momento en que tuvo conocimiento de la existencia de la niña. Y Lu no pensaba contestarle, no hasta que hubiera visto la conferencia de prensa que se ofrecería después de la audiencia. El resultado de esa conferencia era algo seguro, o eso pensaba él.

Y eran de máximo interés los niveles de audiencia de los servicios informativos esa noche.

Había sido una excelente idea que Giraud Nye se apoyara en Catherine Lao de Información, una excelente idea que Lao se apoyara en los servicios informativos. Lao era una vieja amiga íntima de Ariane Emory.

Mierda, la vieja coalición parecía extrañamente llena de vida, así, de pronto. Antiguas amistades resurgían súbitamente. Emory no había sido una amiga, no del todo. Pero un viejo militar cínico, tratando de asegurar la supervivencia de la Unión, sólo eso, se encontraba mirando una pantalla de vídeo y pensando cosas que hacía poco tiempo parecían imposibles.

Tonto, se dijo.

Pero sacó un pedazo de papel y redactó una nota para los abogados del Departamento de Defensa:

Las implicaciones militares de los archivos Emory tienen más peso que otras consideraciones: hagan un borrador para pasar los Archivos Emory de Secretos a Ultrasecretos y prepárense a invocar la Ley de Secretos Militares para una acción legal.

Y a su ayudante: Necesito ver a Harad. Muy urgente.

Lo cual daba por sentado, claro, que no fallaría nada en la conferencia de prensa.

IV

—Ari —dijo el presidente del jurado—. ¿Podrías acercarte al estrado?

Era después del almuerzo y el presidente la llamaba después de la declaración de Giraud.

Así que ella caminó con mucha calma y dignidad, al menos toda la que podía conseguir con el brazo en cabestrillo y el yeso, y el presidente le dio un papel al alguacil.

–Ari —dijo el presidente—, la Corte va a certificar tu identidad. No hay duda de quién fue tu madre genética y eso es lo único que se discute hoy en el juicio. Tienes derecho al número de CIUD de tu madre genética. En cuanto a la designación R, que es un problema aparte, vamos a emitir una certificación provisional, eso significa que tu cédula no la tendrá porque Reseune es un Territorio Administrativo y tiene derecho a determinar si eres una hermana o una réplica, y en este caso, eso depende de los derechos especiales de la autoridad de Reseune. Este jurado no considera que existan motivos para desatender esos derechos en un asunto interno cuando no hay ningún tipo de demanda por parte de otros parientes.

»Tienes derecho a todas las propiedades y archivos registrados bajo tu número de ciudadana: todos los contratos y obligaciones requerimientos de actuación y otros instrumentos legales que no hayan prescrito en el momento de la muerte de tu predecesora seguirán en vigencia de ahora en adelante, todos los contratos que fueron firmados por tu tutor legal en tu nombre desde ese momento y hasta ahora son efectivos, todos los títulos que están bajo custodia a nombre de Ariane Emory bajo este número son válidos, y los individuos dentro de este Acto se consideran legalmente idénticos, exceptuando la condición de menor bajo custodia.

»Registrado, por unanimidad. Se toma esta determinación y se hace efectiva desde esta hora y en esta fecha.

Cayó el martillo. El alguacil trajo el papel y los jueces lo firmaron y lo sellaron. Decreto de Certificación,decía en el frente. Con su nombre: Ariane Emory.

Ari suspiró y se lo entregó al tío Giraud cuando él se lo pidió.

–Sigue siendo estúpido —murmuró ella.

Pero estaba muy contenta de tenerlo y deseaba quedárselo, no fuera a ser que el tío Giraud se descuidara y lo perdiera.

Los periodistas no se portaron mal con ella. Ari se alegró de eso también. Calculó con rapidez que no había enemigos entre ellos, sólo mucha gente con agendas y gente con cámaras; así que les dijo a Catlin y a Florian:

–Tranquilos. Está bien. —Y se sentó en la silla que le ofrecieron cuando ella dijo que estaba cansada y le dolía el brazo.

También podía balancear las piernas. Sé natural, le había dicho Giraud. Muéstrate amistosa. No seas mala con ellos: te van a poner en las noticias y toda la Unión sabrá que eres una buena chica y que nadie debería hacerte juicios ni promulgar Leyes de Descubrimiento contra ti.

Eso tenía sentido.

Así que ella se sentó allí y ellos escribieron preguntas y se las pasaron al periodista más viejo, preguntas como:

–¿Cómo te rompiste el brazo? —Todo de nuevo.

–Ser Nye, ¿podría decirnos qué es un caballo? —preguntó alguien, en voz alta, y ella pensó que era divertido, claro que la gente sabía lo que era un caballo si veía las cintas. Pero fue buena y dijo:

–Yo les responderé. Se llama Caballo, y además es un caballo. Es como... —Se levantó y levantó la mano y decidió que no era lo bastante alto—. Dos veces más alto que eso. Y marrón y negro, y a veces parece como si bailara. Florian lo sabe. Florian lo cuidaba antes. En la Tierra los montaban, pero hay que tener una brida y una montura. Yo traté de hacerlo sin eso. Así fue cómo me caí. Pumba. Por encima de la cerca.

–Debió de dolerte, ¿no?

Ella balanceó las piernas y se sintió cada vez mejor: los había Atrapado. Le gustaba más cuando no escribían las preguntas. Era más fácil Trabajarlos.

–Un poco. A veces me duele más ahora. Pero me quitarán el yeso dentro de unas semanas. Pero volvieron a escribir las preguntas.

–¿Tienes muchos amigos en Reseune? ¿Juegas con otros chicos y chicas?

–A veces. —No digas cosas malas, había dicho Giraud—. Pero sobre todo con Florian y Catlin. Ellos son mis mejores amigos.

–Quisiera insistir sobre este aspecto —dijo alguien—. Ser Giraud, ¿podría añadir algo más sobre eso?

–Ari —dijo Giraud—. ¿Quieres contestar? ¿Qué haces para divertirte?

–Ah, muchas cosas. Encontrar cosas y Caza Estelar y construcciones. —Volvió a balancear las piernas y miró a Florian y a Catlin—. ¿Verdad?

–Sí —dijo Florian.

–¿Quién los cuida? —fue la siguiente pregunta.

–Nelly. Mi mamá me la dejó. Y el tío Denys. Vivo en su casa.

–En lo referente a la anterior pregunta... —insistió la mujer.

Giraud leyó la siguiente pregunta.

–¿En qué materia andas mejor?

–Biología. Mi mamá me la enseñaba. —De nuevo a eso. Las noticias llegaban a Fargone—. Le envié cartas. ¿Puedo decirle hola a mi mamá? ¿Llegará a Fargone?

A Giraud no le gustó eso. Hizo un gesto con el ceño fruncido. No.

Ella sonrió, una sonrisa muy amplia, mientras todos los periodistas hablaban al mismo tiempo.

–¿Les parece que llegará? —preguntó ella.

–Claro que sí —dijo alguien—. ¿Quién es tu mamá, querida?

–Mi mamá es Jane Strassen. Es casi mi cumpleaños. Casi tengo nueve. ¡Hola, mamá!

Porque el odioso Giraud no podía detenerla. Porque Giraud le había dicho que todos en la Unión estarían de su parte si se portaba como una niña buena.

–En cuanto a lo anterior...

–Dejemos eso para la próxima conferencia de prensa —propuso el tío Giraud—. Tenemos preguntas que ya fueron presentadas en el orden correcto. Atengámonos a los hechos. Por favor. Aceptamos dar esta conferencia de prensa después de un día muy agitado para Ari, y no está aquí para contestar cualquier tipo de preguntas. No hoy.

–¿Jane Strassen? ¿La directora de LÍNEAS ESPACIALES RESEUNE?

–Sí, la famosa Jane Strassen, con meritoria carrera en su campo, me siento en la obligación de decirlo porque la doctora Strassen se lo merece. Podemos darles el material que nos soliciten sobre su carrera y sus trabajos. Pero sigamos el protocolo, por favor. Tranquilidad, que la niña recupere el aliento, por favor. Su vida familiar no es una cuestión pública, no debe serlo. Podrán preguntarle acerca de eso dentro de unos años. Ahora es una niña cansada que tiene que contestar muchísimas preguntas y tengo miedo de que no terminemos con todas si no respetamos el orden. Ari, la pregunta siguiente es: ¿qué pasatiempos tienes?

El tío Giraud los estaba Trabajando y ellos lo sabían. Ella podía detenerlo, pero sería provocar un problema con el tío Giraud, y no deseaba eso. Había hecho todo lo que quería. Ahora estaba a salvo y era consciente de ello, porque Giraud no se atrevería a hacer nada delante de toda aquella gente que podía decir cosas y llevarlas incluso hasta mamá, y que además averiguaba cosas.

Ella sabía lo de la libertad de prensa: Estaba en las cintas de Civismo.

–¿Pasatiempos? Estudio astronomía. Y tengo un acuario. El tío Denys me consiguió unos guppies. Vienen de la Tierra. Se supone que hay que matar a los malos y se pueden conseguir algunos con colas muy lindas. Los peces del estanque los matarían. Pero yo no hago eso. Los pongo en otra pecera porque no quiero que se los coman. Son interesantes. Mi maestra dice que algunos vuelven al antiguo tipo. Mi tío Denys va a conseguirme más peceras y dice que los puedo poner en el desván.

–Los guppies son unos pececitos —explicó el tío Giraud.

La gente de fuera de Reseune ignoraba muchas cosas, decidió Ari.

–Los guppies son fáciles —dijo—. Cualquiera puede tenerlos. Son bonitos y no comen mucho. —Se cambió de posición en la silla—. No son como el caballo.

V

Había una atmósfera extraña en el restaurante del corredor Norte —en la actitud del personal y de los encargados, en el hecho de que el comedor barato estuviera atestado y tomara reservas para la media tarde– y sólo los muy afortunados y los muy vivos se habían dado cuenta al hacer las reservas para la cena de que el extravagante Cambios debía de ser el único restaurante con mesas libres. Cinco minutos más, había dicho Grant, borracho de alegría y habríamos comido unos bocadillos en casa.

En cambio tomaron cócteles, entremeses y cerdo al horno con fruta importada en un restaurante lleno de gente del personal del Ala Uno que se gastaba el dinero y bebía más de la cuenta y se acurrucaba para murmurar ideas furtivas que no eran del todo de celebración ni de confianza, sino más bien parte de una sensación de oportunidad, la sensación de que después de estar pendientes de cada una de las sílabas que salieran de la boca de una nenita de pocos años y sentir que estaba en un peligro mucho mayor del que ella misma podía comprender, algo había llegado a término, el proyecto que había monopolizado sus vidas durante años había desplegado alas inesperadas y demostrado... Dios sabía qué: algo como de alquimia; o algo más sencillo, totalmente humano.

Extraño, pensó Justin, haberse sentido tan inquieto como un propietario, y tan afectado personalmente cuando el proyecto se sentó en el borde de una silla frente a toda la Unión, balanceando los pies como cualquier niña corriente, y llevó la conversación constantemente de una charla brillante a una inteligencia pensativa y de nuevo a la charla.

Sin daño y a flote.

El resto de la clientela de Cambios tal vez se asombrara al ver a la facción Warrick en la cena de esa noche, un caso molesto y sorprendente, como tener un secreto de estado sentado a la mesa; hubo miradas y Justin sabía que habría comentarios en la mesa de Suli Schwartz.

–A lo mejor creen que queremos hacernos notar —dijo a Grant mientras se tomaban la sopa.

–Tal vez —admitió Grant—. ¿Te importa? A mí no. Justin rió sin humor.

–Sigo pensando...

–¿Qué?

–Durante toda la entrevista pensaba... ¿Qué pasará si ella sale con algo como: «Mi amigo Justin Warrick»?

–Mmmm, esa niña tiene demasiado tacto para eso. Sabía lo que hacía. Palabra por palabra.

–Estás muy seguro, ¿verdad?

–Sí.

–Dicen que sus notas no alcanzan el nivel de las de Ari.

–¿Tú qué crees?

Justin miró el florero sobre la mesa, el único ramo de geranios rojos, brillantes y ajenos a ese mundo azul.

–Creo que es una luchadora. Si no lo fuera, se habría vuelto loca. No sé lo que es, pero a veces creo, Dios, ¿por qué mierda no pueden considerarlo un éxito y dejar que la pobre chica crezca en paz? Y después pienso en el caso de la clon de Bok y se me ocurre... ¿qué pasaría si realmente la dejaran crecer como quisiera? ¿Y si la vuelven loca con sus malditas hormonas y sus malditas cintas? ¿Y si paran ahora y ella no puede...?

–¿Integrar los grupos? —preguntó Grant. Un término de psicología azi. El punto culminante, el momento en que se conseguían los resultados en una pirámide ascendente de estructuras lógicas.

Tenía sentido, de una forma extraña; se relacionaba con el concepto que flotaba en la mente de Justin. Pero no eso. No para una CIUD, que aprendía las estructuras de valores mediante la contradicción y se encerraban luego en matrices, al menos si Emory tenía razón y Hauptmann y Poley estaban equivocados.

–Dominar la contradicción —dijo Justin. Directo de la teoría de Emory, opuesto a la teoría de Hauptmann y Poley—. Controlar las hormonas. No al contrario.

Grant levantó el vaso de vino y lo miró.

–Un vaso de esto. Dios. Revelación: ¡acepta la teoría de la contradicción! —Y luego miró rápidamente a Justin, serio, rígido y preocupado—. ¿Crees que funciona, por las razones que daba Emory?

–No lo sé. Ya no lo sé. —La sopa cambió .de sabor en su boca, adquirió un gusto metálico y desagradable por un segundo; pero después de otra cucharada, la sensación se desvaneció. La cordura se instaló de nuevo en él, una profunda sensación de lástima por una niña en una situación muy comprometida—. Sigo pensando... si le sacan el programa ahora... ¿Dónde tendrá el centro? Cuando te pasas la vida en un remolino, y luego el viento muere, toda esa quietud, esa paz terrible...

De pronto no estaba hablando de Ari y se dio cuenta. Grant lo estaba observando, preocupado, y Justin se sintió de golpe en un momento claro y frío: la luz de la lámpara, Grant, el perfume de los geranios, en un vacío negro donde los otros rostros colgaban en una existencia separada, iluminada por las lámparas.

–Cuando la contradicción se detiene —dijo—, cuando no existe, uno se siente como si hubiera perdido el contacto con las cosas. Que nada tiene sentido. Como si todos los valores perdieran sus diferencias y no hubiera uno más importante que otro. Y uno no puede moverse. Así que se inventa una presión para obligarse a moverse. Se inventa un estado de contradicción. Incluso el pánico ayuda. Sin eso, uno se convierte en lo que se convirtió la clon de Bok, se desvanece en todas las direcciones sin conseguir los estímulos que necesita.

–Un momento de cambio —comentó Grant—. Sin un supervisor que le ayude. Ya he pasado por eso. ¿Estamos hablando de Ari? ¿O me estás diciendo otra cosa?

–CIUD —suspiró Justin—. CIUD. Podemos resolver mediante pensamiento contradictorio nuestros estados de contradicción, subdivisiones interminables. Hacemos un túnel entre realidades. —Se terminó la sopa y tomó un sorbo de vino—. Cualquier eventualidad te puede poner en ese estado, como un holograma roto: cualquier pedazo de la matriz evoca la contradicción. El sabor del zumo de naranja. A partir de hoy, el perfume de los geranios. Uno registra los recuerdos para recuperar los cambios hormonales porque cuando el viento se detiene y nada se mueve, uno vuelve a estados muy antiguos para poder mantenerse, ¿entiendes lo que digo? Porque cuando para el viento, no queda nada. La clon de Bok se convirtió en música. Buena. No grandiosa. Pero la música es emoción. La fluctuación emocional a través de un sistema matemático de tonos y claves. Contradicción y estado de cambio para un cerebro que podría haber manejado el hiperespacio.

–Pero a la clon de Bok nunca le disminuyeron la presión —repuso Grant—. Siempre era noticia, siempre, hasta el día en que murió.

–Pero era presión caótica, retorcida, una confusión encima de otra. Eres brillante. Eres un fracaso. Nos estás fallando. ¿Nos puedes decir por qué eres un fracaso?Me pregunto si alguien se preocupó por poner un lazo de alegría en los grupos profundos de la clon de Bok.

–¿Cómo es posible hacer eso si siempre que ponemos eso en nuestros grupos eminentemente sensibles, terminamos al borde de la psicosis? —dijo Grant—. Creo que le enseñas al sujeto a disfrutar de las curvas de adrenalina. O a encontrar placer a partir de la contradicción misma en lugar de sacarlo de los bancos de datos.

El camarero retiró con habilidad los platos hondos de la sopa y sirvió más vino en los vasos.

–Creo —dijo Justin, incómodo– que acabas de definir a un masoquista. O alguna otra cosa. —Su mente volvía una y otra vez a su situación personal, a Jordan, a la niña en el tribunal de justicia, a las líneas frías y verdes de sus programas en los monitores, a la sociedad protegida, cuidadosamente presionada y despresurizada de la ciudad, donde las cargas estaban calculadas y había un sistema de operaciones humano, manejado por humanos, que impedía la saturación.

Placer y dolor, encanto.

Buscó el vaso de vino y mantuvo la mano quieta al beber, lo apoyó de nuevo cuando los camareros trajeron el plato principal.

Y mientras masticaba el primer trozo y Grant se quedaba en silencio, mucho rato, seguía pensando.

Dios, pensó, ¿necesito estar aterrorizado para pensar bien?

¿Me estoy dirigiendo hacia la locura o es que me estoy acercando a algo importante?

–Estoy tentado —le dijo a Grant finalmente—. Quisiera hacerles una sugerencia en cuanto a Ari.

–Dios —suspiró Grant y tragó lo que tenía en la boca a toda prisa—. Van a perder el aliento. Estás hablando en serio. ¿Qué les sugerirías?

–Que consigan otro maestro para Ari. Al menos un maestro más, alguien menos paciente que John Edwards. Si ya ha captado la forma en que actúa Edwards, Ari no va a superar sus límites, ¿no te parece? Tiene demasiada aprobación y muy poco afecto en su vida. ¿Qué te interesaría más a ti de los grupos de Edwards? Es un tipo muy bueno, muy buen maestro, hace maravillas para interesar a los alumnos; pero si eres Ari Emory, ¿para qué trabajarías? ¿para conseguir la atención de Edwards, o para tener buena nota en un examen?

Las cejas de Grant saltaron en un asombro genuino.

–Tal vez tengas mucha razón .

Mierda, sé que tengo razón. Si no, ¿qué andaba buscando en mi oficina? —Y Justin recordó lo que había pensado cuando hicieron las reservas, que Seguridad podía encontrarlos, que Seguridad podía poner un micrófono incluso en el maldito geranio. La idea lo recorrió de arriba abajo con su acostumbrada fluctuación de adrenalina. Una pequeña. Un recuerdo de que estaba vivo—. La niña quiere atención, eso es todo. Y acaban de darle la dosis de adrenalina más fuerte que haya tenido en años con esa entrevista. Todos estaban prestándole atención. Está más contenta que en toda su vida de personita manipulada. ¿Cómo va a competir Edwards con eso cuando Ari vuelva? ¿Qué le puede ofrecer para mantenerla interesada en los estudios? ¿Qué puede competir con ese tipo de experiencia? Necesitan a alguien que pueda interesarla, no a alguien que esté interesado en ella. —Meneó la cabeza y aplicó el cuchillo a la carne—. Mierda. En realidad no es asunto mío, ¿no crees?

–Te aconsejaría que no te metieras en camisa de once varas —dijo Grant—. En tu lugar ni se lo mencionaría a Yanni.

–El problema es que nadie quiere ser el blanco de su descontento —declaró Justin—. Nadie quiere estar en una situación tan comprometida. Ari siempre fue temperamental, de esos temperamentales fríos, claro. Del tipo que sabe esperar. No estoy seguro de adonde podría llegar, no la conocí tan a fondo. Pero los mayores sí, ¿no es cierto?

VI

Salieron del coche mientras Seguridad se derramaba a raudales por las puertas del otro, y avanzaron por el camino hacia las puertas de vidrio, el tío Giraud detrás de ella y Florian y Catlin muy cerca para protegerla de los empujones de Seguridad y de los periodistas.

Vio que las puertas se abrían a pesar de que no atisbaba por encima de los hombros que la rodeaban. A veces la asustaban, a pesar de que en realidad habían ido para verla a ella y de que trataban de protegerla.

Tenía miedo de que la pisotearan, estaban tan cerca, y ella todavía estaba dolorida y llena de moratones.

Habían dado una vuelta en coche y habían visto los muelles y el Volga que desembocaba en la Bahía Swigert, y habían visto el puerto espacial y otros sitios que Ari hubiera querido examinar de cerca, pero el tío Giraud había dicho que había demasiada gente y era muy difícil.

Como en el hotel, donde habían pasado la noche en una gran suite,todo un piso para ellos solos; y donde la gente se había amontonado en el vestíbulo y alrededor del coche. Eso la había asustado. La asustaron en el Salón del Estado, donde la detuvieron en las puertas, que empezaron a cerrarse mientras ella todavía estaba allá, pero Catlin sacó una mano y las paró y pasaron, todos.

El Salón del Estado fue la primera cosa que vieron a fondo porque siempre había toda esa gente que los seguía por todas partes y todos los periodistas.


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