Текст книги "Esposa por una semana"
Автор книги: Kelly Hunter
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Прочие любовные романы
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Hallie tomó una camisa para doblarla, pero las manos no cooperaban. Tenía que saberlo.
–¿Lo ha firmado?
–Sí, lo ha firmado.
¡Menos mal! Hallie suspiró aliviada. Había pensado por un momento que podría haberle estropeado el negocio totalmente. Raro si no era así, ¿por qué estaba tan callado?
Sí, claro. La urna.
–Yo esto ya he guardado la urna. He pensado llevarla como equipaje de mano, Es muy frágil.
Él cerró los ojos y maldijo entre dientes.
–Y tiene mucho valor —se apresuró a añadir ella—. Creo que cuando te la valoren te llevarás una agradable sorpresa. También es funcional.
Al oír eso, él abrió los ojos y la miró con incredulidad.
–Aunque no lo digo porque espere que esto la uses de esa manera. Puedes usarla como un jarrón normal. Podrías poner flores.
–Flores—repitió él.
–Tal vez flores secas —le sugirió ella.
–Lo tendré en cuenta.
Ella asintió.
–Sí, bueno, me alegro de que todo este asunto de la urna funeraria no te estropeara del todo el viaje. Creo que, dadas las circunstancias, sería mejor si no acepto tu dinero. Quiero decir, que con la ropa que me compraste y el viaje
–¿Qué quieres decir con que no debes aceptar el dinero? Tienes que aceptarlo —Nick la miró con rabia—. Hicimos un trato.
Era cierto. Hallie se mordió el labio y miró hacia otro lado.
–Necesitas ese dinero para seguir estudiando.
El diploma. Hallie suspiró. En ese momento el diploma no parecía tener tanta importancia. Tal vez no fuera importante, después de todo.
–Estoy pensando en posponer mis estudios.
–¿Por qué?
–Tengo una idea.
–¡Que Dios se apiade de nosotros! —murmuró Nick—. Continúa —añadió, con resignación.
–Voy a montar mi propio negocio.
–¿Qué clase de negocio?
–Quiero empezar a negociar con piezas de arte asiático, con cerámica, para ser más exactos. Tengo conocimientos sobre el tema. Sé lo que quiero y creo que se me dará bien.
Pensó que él se iba a reír de ella, pero no lo hizo.
–¿Tendrás capital suficiente para empezar? —le preguntó—. ¿Te bastará con diez mil libras?
–Empezaré poco a poco. Entraré en contacto con algunos coleccionistas y veré lo que quieren comprar. Entonces trataré de conseguir las piezas que me pidan.
–Porque si necesitas más, estoy dispuesto a financiar tu negocio.
–¿Lo harías? ¿Incluso después de los problemas que te he dado?
–Sí. Tienes madera de triunfadora, hagas lo que hagas. Ya te lo he dicho antes.
A Hallie se le llenaron los ojos de lágrimas. Se lo estaba poniendo muy difícil. Aquel hombre que tenía delante no se parecía en nada a sus hermanos. Él le había enseñado lo que era la libertad, el respeto y la igualdad. Si al menos se hubiera enamorado también de ella
Pero no había sido así. Y si se hacían socios jamás podría ocultar sus sentimientos hacia él.
–Gracias —le dijo ella con voz ronca—. Tu apoyo significa mucho para mí, pero necesito hacer esto sola.
Nick asintió.
–Lo comprendo. Pero si necesitas ayuda en algún momento, llámame.
–Claro.
Jamás. Cerró la maleta. Ya tenía todo listo.
–Voy a echar de menos a Kai y a los Tey. Y a ti —dijo con emoción, pero consiguió sonreír—. Me he divertido mucho aquí. Ha sido toda una aventura.
–Muy a lo Lara Croft —dijo él.
–Preferiría ser Indiana Jones. Es por el sombrero —añadió Hallie al ver la cara de sorpresa de Nick.
–Te imagino con el sombrero —le dijo él—. Te imagino sólo con un sombrero —la miró con expresión intensa.
–Primero el collar, ahora el sombrero.
Hallie se dijo que lo soportaría. Sus hermanos siempre le decían que era capaz de bromear con el conversador más hábil.
–El collar era espectacular —dijo con un suspiro—. Pero no son los accesorios lo que me impresiona.
–¿Ah, no?
–No —estaba muy cerca de ella—. No llevas los anillos puestos.
–Están en el baño. No me he olvidado de ellos. Sólo es que
No había podido dejárselos puestos; era incapaz de seguir con aquella charada.
Él entró en el cuarto de baño y salió con los anillos en la mano.
–Quieres que me los ponga —dijo ella con el corazón en un puño.
Por supuesto que quería. Pensándolo bien, aquello no había terminado todavía.
–No. No tienes por qué ponértelos si no quieres —dijo Nick en voz baja—. El caso es que he estado pensando en lo que voy a hacer ahora. Yo también tengo un plan —suspiró ruidosamente—. Quiero que te quedes con los anillos.
–¿Me los das? —Hallie desvió la mirada y se echó a temblar—. Sabes que no puedo aceptarlos.
–No te los voy a dar —le puso la mano en el hombro y le dio la vuelta para que lo mirara.
Al notar que ella estaba temblando, le tomó la mano y le acarició el dedo anular.
–En realidad, supongo que lo que quiero es regalártelos, técnicamente hablando, pero hay una condición —sonrió de medio lado, con mirada vacilante—. Y es que me tienes que aceptar a mí también.
–Yo ¿Cómo?
–No puedo dejar que te marches —dijo en voz baja—. No quiero. Así que creo que te vas a tener que casar conmigo de verdad.
–Yo ¿Quieres casarte conmigo?
–Ése es el plan —dijo él—. Claro, depende de ti, de que tú aceptes. Y me sentiría mejor si dejaras de temblar como una hoja.
–Mis hermanos te van a matar—dijo ella con desmayo—. Sólo nos conocemos desde hace una semana.
–¿Eso es un «Sí»?
–Te volveré loco.
¡Pero qué locura! Hallie no podía librarse de la alegría que amenazaba con ahogarla. ¡Nick la amaba! ¡Quería casarse con ella! En lugar de dejar te temblar, temblaba mucho más.
–¿Eso ha sido un «Sí»? —quiso saber él—. Me lo tomo con un «Sí». Pero voy a necesitar una declaración de amor también; sólo para estar seguro.
–¿Quieres oírme decir que te amo?
–Es una parte crucial del plan —le dijo él.
–Te amo —dijo ella mientras agarraba su bello y querido rostro con las dos manos—. Sí, me casaré contigo —añadió mientras él la abrazaba—. Y seré la mejor esposa de un empresario que hayas visto jamás.
–¡No!
Se echó a reír y la tomó en brazos para llevarla a la cama.
–No quiero que seas la esposa de un ejecutivo —dijo con una voz que la llenó de emoción—. Lo único que quiero es a ti.
Jasmine, John y Kai los despidieron a la mañana siguiente. Aquellas personas tan estupendas no parecían socios en los negocios, sino más bien familia.
–Gracias —dijo Hallie con cariño mientras le daba la mano a John—. Gracias por tu hospitalidad y por tu amabilidad. Ha sido un placer conocerte.
Se volvió hacia Jasmine mientras Nick se despedía de John.
–Voy a echarte mucho de menos —le dijo mientras abrazaba a la joven—. Estaremos en contacto.
Kai estaba junto a la puerta, un poco apartado de Jasmine y de su padre, esperando para llevarlos al aeropuerto.
–Gracias por acompañarme ayer —le dijo Hallie—. Te lo agradezco mucho —añadió mientras le daba un beso en la mejilla—. ¿Al final te vas a marchar al continente?
El joven sonrió.
–Tal vez de visita.
–A lo mejor deberías pensar en llevarte un acompañante de viaje.
Kai sonrió de nuevo.
–Cuídate, Hallie.
Nick le dio un abrazo a Jasmine y las gracias a Kai. Habían vivido tantas emociones juntos, los cinco, que las mentiras y las medias verdades ya no parecían apropiadas. Jamás habían sido lo más apropiado, pensaba Hallie con pesar; desde luego que no. Pero no quería estropearlo todo en el momento de marcharse, de modo que cerró la boca y no dijo nada de su matrimonio ficticio con Nick. Además, se consoló pensando que la próxima vez que los viera estarían casados de verdad.
Nick se unió a ella a la puerta y Hallie se habría dado ya la vuelta para marcharse de no haber sido por Jasmine, que había retirado un paquete envuelto en papel rojo brillante de la mesa de la entrada y se lo ofrecía en ese momento.
–Para ti y para Nick —dijo con emoción—. De parte mía y de mi padre.
Con todo el jaleo y la emoción de los últimos días, a Hallie se le había olvidado comprar algo para ellos. ¡Qué metedura de pata!
–Yo esto la verdad es que no esperaba un regalo de despedida —dijo con timidez.
–Ábrelo —dijo Jasmine.
Cuando lo abrió contempló con asombre el pequeño caballo de jade que tanto le había gustado.
–¡Oh, Dios mío! —susurró y miró a Nick, pero vio que estaba tan asombrado como ella.
¿Qué clase de regalo de despedida era aquél? ¿Acaso se habían vuelto locos?
–No sé qué decir —dijo Hallie sin mentir—. Es precioso. Pero no es un regalo de despedida.
–Claro que no —la pícara sonrisa de John Tey era muy parecida a la de su hija—. Es un regalo de bodas.
Capítulo 10
El vuelo número 28 de Hong Kong a Heathrow aterrizó a las cinco de una tarde gris y de viento, pero ni el tiempo ni la brusquedad del aterrizaje consiguieron atenuar la felicidad de Hallie. Iba peinada, arreglada, fresca y elegante con su bonito traje color tabaco y su camisola rosa, como la auténtica esposa de un empresario. Sus zapatos hacían juego con la camisola, llevaba un bolso de Hérmes y a Nick a su lado. Era la mujer que lo tenía todo y todo lo que tenía era lo que siempre había soñado.
Pero eso no quería decir que fuera una pusilánime.
–No puedo creer que no me contaras que le habías dicho a John que no estábamos casados —le dijo mientras miraba el caballito de jade que llevaba en el bolso.
–Te lo iba a decir —dijo Nick—, en cuanto te pidiera en matrimonio y aceptaras. Pero quería dejar pasar un rato para que estuvieras bien segura de que te estaba pidiendo en matrimonio porque quería que fueras mi esposa, no sólo porque acabara de descubrir la tapadera.
¡Ah! Resultaba desconcertante darse cuenta de lo bien que la conocía Nick.
–Entonces, cuando estaba a punto de contártelo, me distraje.
–¿Con qué?
–¿No te acuerdas? —suspiró soñadoramente, pero en sus ojos había un brillo de satisfacción—. Pero qué deprisa se olvida una esposa de esas cosas
Hallie no se había olvidado. Y se sonrojó al pensar en la pasión con que habían hecho el amor.
–Después de eso.
–Después de eso no era capaz de pensar ya —dijo Nick.
Fue Hallie la que suspiró entonces. Era casi imposible seguir enfadada con él cuando se mostraba tan encantador, que era la mayor parte del tiempo, pero no quería sentar un precedente.
–Somos socios —dijo ella en tono firme—. Espero que compartas estas cosas conmigo.
–¡Ah! —Nick parecía algo incómodo—. Hay algo más que seguramente debería comentarte antes de pasar por la aduana y acceder a la terminal —añadió Nick.
Ella se detuvo y lo miró con suspicacia. Nick sonrió y la tomó entre sus brazos para seguidamente besarla, sin importarle la gente que pasaba por su lado. Cuando terminó de besarla, ella se sintió aturdida y excitada, pero en absoluto distraída.
–¿Qué estabas diciendo? —le susurró ella.
–Clea ha venido a recibirnos.
–¿Y? —para Hallie no era un problema—. Me gusta tu madre.
–Y a mí —dijo Nick—. Sólo pensé que te gustaría saberlo.
Después de pasar por la aduana, cruzaron finalmente las puertas de la sala de llegadas.
–Allí está —dijo Nick.
Y allí estaba Clea, espléndidamente vestida de seda magenta y lima y con un bolso de leopardo a juego con los zapatos.
–¡Lo sabía! —exclamó Clea cuando se acercó a Hallie—. Sabía que haríais una pareja estupenda. Las madres sabemos estas cosas.
Hallie se echó a reír mientras Nick soportaba de buen grado el abrazo entusiasta de su madre.
–Te vas a casar con él, ¿verdad, querida? —dijo Clea cuando la abrazó a ella—. Deja que te mire bien. ¡Pues claro que sí!
–¿Se lo has dicho tú? —le preguntó Nick—. Yo no se lo he dicho.
–Parece que las madres perciben estas cosas, Nick.
–Espera a tener hijos. Tú también lo verás —dijo Clea—. ¡Ay, me vais a dar unos nietos preciosos!
Pero Hallie no parecía escucharla. Estaba mirando a un hombre de pelo negro que estaba apoyado en una columna a cierta distancia de ellos. Era alto y atlético y los miraba con atención. Nick observó con fatalidad y calma al hombre que en ese momento se apartaba de la columna y lo miraba fijamente con sus fieros ojos color ámbar como los de un gato salvaje.
–Creo que estás a punto de conocer a Tristán —dijo Hallie.
Ya se lo había imaginado.
–Parece un poco enfadado. ¿Le dejaste una nota?
–Juraría que se la dejé justo debajo del tostador.
–Entiendo.
Tristán había dejado de mirarlo a él y en ese momento tenía la vista fija en la urna funeraria envuelta en papel que Nick llevaba debajo del brazo.
–Sabe lo de la urna—murmuró Hallie.
–Eso es por la Interpol.
–Veo que no te estás tomando esto en serio, Nick.
–Confía en mí, sí que me lo tomo en serio.
Por lo que le había dicho Hallie, sus hermanos siempre habían querido protegerla. E independientemente de que él quisiera casarse con ella, no se podía negar que se la había llevado a Hong Kong de manera fraudulenta, que la había seducido y que había permitido que se metiera, sin protección alguna, en la guarida de un mañoso local.
Tristán se dirigió hacia ellos.
–Vas a salir corriendo, ¿verdad? —dijo Hallie con pesar—. Es lo que hacen siempre.
–En absoluto.
Nick apartó la vista de su hermano para esbozar una sonrisa tranquilizadora. Entonces Tristán llegó adonde estaban ellos, saludó a Clea con un cortés movimiento de cabeza antes de echarle a su hermana una mirada tan fulminante como furibunda. Fue entonces cuando se volvió hacia Nick.
–Bien —empezó a decir Tristán en tono sombrío—. ¿Qué tal el viaje?
–¡Basta! —exclamó Hallie mientras se adelantaba y se colocaba delante de él, con los brazos en jarras y echando chispas por los ojos—. Sé amable con él.
Tris miró a su hermana y se fijó en los anillos que llevaba puestos. Nick vio una expresión de obstinación en su rostro que le resultó familiar, pero también detectó amor.
–¿Por qué?
–¡Porque es mío, por eso! Porque lo amo y me voy a casar con él y vamos a tener bebés. ¡Así que apártate!
–¿Bebés? —repitió Tristán.
–Preciosos y adorables bebés —dijo Clea, que esbozó una sonrisa maternal—. Y muy pronto.
–¿Cómo de pronto? —preguntó Tristán mirando a su hermana.
Nick volteó los ojos con incredulidad.
–No tan pronto —dijo en tono firme—. Más adelante —tomó a Hallie de la mano y tiró de ella para llevarla a su lado—. Por favor —dijo en tono seco—, no hace falta que me ayudes.
–Pero
–No —silenció sus protestas con una mirada de advertencia—. En Hong Kong te dejé que llevaras la voz cantante, pero no tienes que salir en defensa mía aquí. No necesito tu protección —dijo en voz baja—. No quiero tu protección. Esta vez no. Tú, sobre todo tú, deberías entenderlo.
–Bien —Hallie lo miró con una mezcla de frustración y socarronería—. Es todo tuyo.
–Difícil, ¿verdad? —Nick se inclinó y la besó en los labios porque no se pudo resistir—. Ten un poco de fe. Tal vez nos llevemos bien.
–No es tan fácil que Tris se lleve bien con nadie —dijo Hallie, que miró a su hermano con fastidio.
–No lo presiones, Hallie. Tu hermano te quiere. Sólo quiere lo mejor para ti.
–Es lógico que tú digas eso —dijo ella con callada certidumbre.
Nick miró el amado y bello rostro de Hallie con una sonrisa en los labios.
–Pues no lo olvides —dijo él antes de besarla de nuevo.
Fin