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Corazón de perro
  • Текст добавлен: 15 октября 2016, 04:27

Текст книги "Corazón de perro"


Автор книги: Mijaíl Bulgákov



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Su expresión era la de un bandido fanático.

El doctor hundió delicadamente la aguja en el corazón del perro.

–Vive aún, pero apenas.

–No es el momento de discutir si vive o no —exclamó Filip Filipovich, terrible—. Estoy en la silla. Si muere... Morirá de todas maneras... Al diablo... Hacia las orillas sagradas... Déme la hipófisis.

Bormental le tendió un frasco lleno de líquido en el cual una especie de tapón blanco parecía pender del extremo de un hilo. Con una mano ("Realmente, nadie lo iguala en Europa... ¡Qué hombre!" pensó confusamente Bormental), el profesor asió el taponcito blanco mientras que con la otra mano, armada de tijera, hurgaba entre los hemisferios separados y retiró otro tapón similar. Arrojó en un plato el de Bola y en su lugar colocó el otro; sus dedos cortos, que por milagro se habían vuelto finos y ágiles, se apresuraron para fijarlo mediante un hilo ambarino. Una vez terminada la operación, retiró del cráneo los separadores, una pinza, colocó nuevamente el cerebro en su lugar en la cavidad craneana, retrocedió y preguntó con tono más calmo:

–¿Está muerto, naturalmente?

–El pulso es apenas perceptible —respondió Bormental.

–Aplíquele más adrenalina.

El profesor recubrió los hemisferios con su membrana, colocó exactamente la calota craneana, puso el escalpo encima y rugió:

–¡Cósalo!

Bormental cosió la cabeza en cinco minutos, no sin haber roto tres agujas.

Sobre la almohada, rodeada de sangre, se destacaba ahora la cara apagada y sin vida de Bola con el cráneo coronado por una herida circular.

Filip Filipovich se estiró totalmente, como un vampiro satisfecho; se quitó un guante en una nube de talco y de sudor, luego se arrancó el otro, lo arrojó al suelo y oprimió un botón contra la pared. Zina apareció en el marco de la puerta y volvió enseguida la cabeza para no ver a Bola ensangrentado.

Con sus manos de color de tiza, el Pontífice se quitó el gorro maculado de sangre y le gritó:

–Dame enseguida un cigarrillo, Zina. Y prepárame un baño y ropa limpia.

Con la barbilla apoyada en el borde de la mesa, Filip Filipovich levantó con dos dedos el párpado derecho del perro, miró el ojo moribundo y dijo:

–¡Caramba! Todavía no reventó. Pero de todas maneras no demorará en hacerlo. Es una lástima por el animal, doctor Bormental. Era afectuoso, aunque astuto.

* * *

Diario del Doctor Bormental

Un cuaderno delgado, de formato corriente, redactado por el doctor Bormental. Las dos primeras páginas son cuidadas, letra clara y apretada. Luego, su caligrafía se vuelve más abierta y nerviosa, con numerosos manchones de tinta.

22 de diciembre de 1924. Lunes. Perro de laboratorio de aproximadamente dos años de edad. Macho. Raza: bastardo. Nombre: Bola. Pelo corto, enmarañado, parduzco con manchas rojizas. Cola de color crema. En el flanco derecho, huellas de una quemadura totalmente cicatrizada. Alimentación antes de haber sido encontrado por el profesor: mala; después de una semana: estado completamente satisfactorio. Peso: 8 kgs. ( signos de admiración). Corazón, pulmones, estómago, temperatura...

23 de diciembre. A las 8 y 5 de la noche se realizó por primera vez en Europa una operación por el método del profesor Preobrajenski: ablación bajo anestesia por cloroformo de los testículos de Bola reemplazados por testículos humanos con órganos anexos y conductos seminales extirpados a un hombre de veintiocho años, muerto 4 horas y 4 minutos antes de la operación y conservados en una solución fisiológica estéril, según el método del prof. Preobrajenski.

Inmediatamente después, trepanación de la calota craneana y ablación de la hipófisis, reemplazada por la del individuo antes mencionado.

Para la operación se utilizaron: ocho cubos de cloroformo, una jeringa de alcanfor, dos jeringas de adrenalina.

Observaciones: La experiencia de Preobrajenski con trasplante combinado de la hipófisis y de los testículos tiene por objeto dilucidar la cuestión del injerto de la hipófisis y, a continuación, la de su influencia en el rejuvenecimiento del organismo en el hombre.

La operación ha sido realizada por el prof. F. F. Preobrajenski. Asistente: Dr. I. A. Bormental. Durante la noche que siguió a la operación: el pulso se debilitó varias veces en forma alarmante. Posibilidades de un desenlace mortal. Muy fuertes dosis de alcanfor según el método Preobrajenski.

24 de diciembre. Por la mañana, mejoría. Frecuencia de la respiración: duplicada. Temperatura: 42. Inyecciones subcutáneas de alcanfor y cafeína.

25 de diciembre. Nueva recaída. El pulso se percibe aún; enfriamiento de las extremidades; las pupilas no reaccionan. Adrenalina en el corazón, alcanfor según el método Preobrajenski, solución fisiológica por vía intravenosa.

26 de diciembre. Leve mejoría. Pulso 120, respiración 92, temperatura 41. Alcanfor, alimentación por vía rectal.

27 de diciembre. Pulso 152, respiración 50, temperatura 39,8. Las pupilas reaccionan. Alcanfor subcutáneo.

28 de diciembre. Sensible mejoría. A mediodía, sudación súbita y abundante. Heridas operatorias: sin complicaciones. Curaciones. Manifestación de apetito. Alimentación líquida.

29 de diciembre. Caída repentina del pelo en la frente y en los costados del tronco. Son llamados para consulta: el profesor Vasili Vasilievich Bundariev, titular de la cátedra de dermatología y el director del Instituto de Veterinaria de Moscú. Ninguna literatura anterior registró jamás un caso semejante. Diagnóstico reservado. Temperatura. ( anotaciones con lápiz).

Esta noche, primer ladrido (8h.15). Cambio notable del timbre de voz, tono más grave. En los ladridos "aou-aou" se distinguen las vocales "a-o" con una entonación que en cierto modo se asemeja a un gemido.

30 de diciembre. La caída del pelo adquiere el aspecto de una alopecia general. Al ser controlado el peso, se obtuvo un resultado inesperado —30 kilos—, atribuido al crecimiento (alargamiento) de los huesos. El perro continúa acostado.

31 de diciembre. Apetito colosal. ( Una mancha de tinta en el cuaderno, seguida por una caligrafía apresurada) A las 12 h. 12 el perro ladró claramente A-b-y-r. ( Aquí el cuaderno se interrumpe y más lejos se lee, error cometido sin duda bajo el efecto de la emoción)

1º de diciembre (tachado y corregido) 1º de enero de 1925. Esta mañana fue fotografiado. Encuentra placer en ladrar "Abyr" y repite la palabra con cierta alegría. A las 3 de la tarde ( con letras grandes y destacadas) SE HA REIDO: Zina, la mucama, se desvaneció. Esta noche pronunció ocho veces seguidas la palabra "Abyr-valg", "Abyr".

( Con lápiz, en caligrafía inclinada) El profesor descifró la palabra "Abyr-valg": significa "Glavryba". Hay en esto algo de monstr...

2 de enero. Fue fotografiado con magnesio en el momento en que sonreía. Se levantó y se mantuvo con aplomo sobre sus patas posteriores durante media hora. Tiene casi mi estatura.

( Hay una hoja intercalada en el cuaderno)

La ciencia rusa estuvo a punto de experimentar una considerable pérdida.

Historia de la enfermedad del profesor F. F. Preobrajenski.

A la 1 y 13 minutos de la tarde, el profesor sufrió un síncope. Al caer se golpeó la cabeza con el travesaño de una silla. Temperatura.

En presencia de Zina y mía, el perro (si es que aún, puede llamárselo así) injurió groseramente al profesor Preobrajenski.

6 de enero (Escrito con lápiz, parte con tinta violeta.)

Hoy, después que se le cayó la cola, pronunció muy claramente la palabra "cervecería".

El grabador graba.

Es una criatura del demonio.

Ya no sé qué pensar.

El profesor ya no recibe a nadie. Desde las cinco de la mañana, en la sala de curaciones ocupada por esta criatura, sólo se oyen las groserías más soeces y la expresión "otra copita".

7 de enero. Pronuncia numerosas palabras: "Cochero" "No hay más lugar", "Diario de la tarde", "El paraíso de los niños" y todas las obscenidades que contiene el vocabulario ruso.

Su aspecto es extraño. Sólo le quedó pelo en la cabeza, la barbilla y el pecho. El resto del cuerpo es lampiño, cubierto por una piel fofa. En lo que concierne a los órganos genitales, es casi un hombre. El volumen del cráneo aumentó considerablemente. La frente es baja y huidiza.

Estoy enloqueciendo.

Filip Filipovich no se ha restablecido aún. Soy yo quien se ocupa de la mayoría de las observaciones (grabaciones y fotográficas).

Por la ciudad empezó a difundirse el rumor del experimento.

Consecuencias incalculables. Durante todo el día, el pasaje vecino estuvo transitado por mujeres viejas y por vagabundos. Todavía hay curiosos que esperan bajo las ventanas. Los diarios de la mañana publicaron una información insólita: "Las presuntas noticias acerca de la presencia de un Marciano en el Pasaje Obukhov son totalmente infundadas. Fueron propaladas por los comerciantes de la Sukharevka y serán severamente reprimidas". ¿Qué significa esta historia de marciano? Es una verdadera pesadilla.

Las exageraciones y los disparates prosiguen. Un vespertino publicó la noticia de que había nacido un niño que toca el violín. También publica una ilustración: un violín y mi fotografía con la leyenda "El profesor Preobrajenski, quien practicó una operación cesárea a la madre”.

Es increíble... Dice una nueva palabra: Miliciano.

Al fin de cuentas, la historia del violín fue por culpa de Daría Petrovna; como en un tiempo estuvo enamorada de mí, había sacado mi foto del álbum de Filip Filipovich. Cuando hice salir a los periodistas de la casa, uno de ellos se deslizó en la cocina, etc.

¡Lo que acontece a la hora de las visitas es increíble! Hoy hubo ochenta y dos llamados de la campanilla. El teléfono está desconectado. Todas las mujeres sin hijos han perdido la cabeza: nos acosan...

Reunión del Comité del edificio, bajo la presidencia de Schwonder. ¿Para qué? Ellos mismos lo ignoran.

8 de enero. El diagnóstico ha sido confirmado ya avanzada la noche. Como verdadero hombre de ciencia, Filip Filipovich reconoció su error: el reemplazo de la hipófisis no provoca el rejuvenecimiento sino una hominización completa ( subrayado tres veces). Su sorprendente, asombroso descubrimiento no queda por ello disminuido.

Por primera vez caminó en el departamento. En el corredor, se rió al mirar la ampolla eléctrica. Luego, acompañado por Filip Filipovich y por mí, estuvo en el consultorio. Ya se mantiene firme sobre sus patas ( tachado) sobre sus piernas y parece un hombrecillo deforme.

En el consultorio se rió mucho. Su sonrisa es desagradable, como artificial. Se rascó la nuca, echó una mirada alrededor de él y capté una palabra nueva, pronunciada con claridad: "Burgués". Blasfemó. Blasfema metódicamente, sin detenerse y, manifiestamente, sin razón alguna. Sus groserías tienen un poco el carácter de grabaciones fonográficas: parecería que esta criatura hubiese escuchado alguna vez obscenidades, las habría almacenado inconscientemente en su cerebro y ahora las larga en serie. Pero después de todo, no soy psiquiatra. Esas obscenidades producen una impresión muy penosa a Filip Filipovich. Por momentos olvida su papel de observador frío y metódico de los nuevos fenómenos y parece perder la paciencia. Así, en un momento en que el otro profería groserías, exclamó nerviosamente:

–¡Basta!

Pero sin resultado.

Después del paseo en el consultorio, tuvimos que unir nuestros esfuerzos para hacer regresar a Bola a la sala de curaciones.

A raíz de esto, Filip Filipovich y yo hemos intercambiado opiniones. Debo confesar que por primera vez veía a este hombre inteligente al máximo y tan seguro de sí mismo, dominado por el desconcierto. Tarareando como de costumbre, preguntó. "¿Y ahora, qué vamos a hacer"? y se contestó a sí mismo textualmente: El sastre, sí De Sevilla a Granada...El sastre, querido colega... Yo no entendía nada. Me explicó: "Hágame el favor, Iván Arnoldovich, de ir a comprarle ropa interior, un pantalón y una chaqueta."

9 de enero. Cada cinco minutos (como término medio) su vocabulario se enriquece con una palabra nueva y desde esta mañana forma frases. Se diría que esas frases, congeladas durante mucho tiempo en su conciencia, corren ahora que ha llegado el descongelamiento. Cada palabra nueva queda luego en uso. Desde anoche el grabador registró: "No empujen", "Patán" "Bájate del estribo", "Ya te voy a enseñar", "Reconocimiento de América", "Primus”.

10 de enero. Lo hemos vestido. Aceptó de buen grado la camiseta; hasta se reía alegremente. Rehusó el calzoncillo, protestando con breves gritos roncos "A la cola, hijos de perra, a la cola". Ahora está vestido. Los calcetines le quedan un poco grandes.

( El cuaderno presenta aquí algunos dibujos esquemáticos, que verosímilmente representan las etapas de la transformación de la pata en pie humano.)

La mitad posterior del esqueleto del pie se alarga. Los dedos se desarrollan. Uñas.

Enseñanza sistemática y reiterada del uso de los "toilettes". El servicio doméstico está consternado. Pero hay que reconocer con justicia la capacidad de asimilación de la criatura. Todo marcha muy bien.

11 de enero. Se reconcilió totalmente con los pantalones. Pronunció una larga frase alegre: "Dame un cigarrillo y abotonaré mi bragueta."

En la cabeza, el pelo es suave y sedoso. Casi parece cabello. Pero las manchas rojizas en la parte superior persisten. Apetito colosal. Adora los arenques.

Esta tarde a las 5 se produjo un acontecimiento: por primera vez la criatura pronunció palabras que no eran independientes de los fenómenos ambientes, sino que se relacionaban con ellos. Cuando el profesor le dijo: "No arrojes las sobras al suelo", contestó inesperadamente: "Lárgate, miserable."

Filip Filipovich quedó estupefacto, pero dominándose le dijo:

–Si te atreves una vez más a hablar así, ya sea a mí o al doctor Bormental, te pesará.

Fotografié a Bola en ese preciso instante. Estoy seguro que había comprendido las palabras del profesor. Por su rostro se extendió una sombra de fastidio. Lanzó una mirada de reojo, malhumorado, pero se calmó.

¡Hurra! ¡Comprende!

12 de enero. Se pone las manos en los bolsillos. Ya no dice groserías. Silbó una cancioncilla. Mantiene una conversación.

No puedo evitar asentar algunas hipótesis. Al diablo con los problemas del rejuvenecimiento, al menos por ahora. Hay algo inconmensurablemente más importante: el asombroso experimento del profesor Preobrajenski reveló uno de los enigmas del cerebro humano. Ahora se conoce la función de la hipófisis: es lo que determina la fisonomía humana. Se puede decir que sus hormonas desempeñan un papel preeminente en el organismo: son las hormonas de la fisonomía externa. Un nuevo campo de acción se abre a la ciencia: un homúnculo ha sido creado sin recurrir a las retortas de Fausto. El escalpelo del cirujano ha dado vida a una nueva entidad humana. Profesor Preobrajenski ¡es usted un creador! ( Manchón de tinta).

Pero me estoy extraviando... Decía pues que mantiene una conversación. De acuerdo con mis suposiciones, las cosas ocurrieron así: el injerto de la hipófisis puso en marcha el centro de la palabra en el cerebro del perro y los vocablos fluyeron como un torrente. Creo que estamos frente a un cerebro vivificado, un cerebro cuyas posibilidades han sido liberadas y no a una creación íntegramente nueva. ¡Oh, admirable confirmación de la teoría de la evolución! ¡Oh, cadena sublime desde el perro hasta el químico Mendeleiev! Formulo también otra hipótesis: En el curso del período canino de su vida, Bola acumuló una cantidad de nociones. Todas las palabras con las cuales comenzó a expresarse son palabras de la calle, que había oído y grabado en su cerebro. Ahora, cuando camino por la calle, miro a sus ex congéneres que cruzo con secreto terror. Sólo Dios sabe lo que pueden contener sus cerebros.

Bola leía. Leía ( tres signos de admiración). Me lo hizo comprender el GIavybra: leía, pero comenzando por el final de las palabras. Y también sé donde se encuentra la razón de este extraño hecho: en el cruce de los nervios ópticos en el perro.

En Moscú ocurren cosas que rebalsan la capacidad del entendimiento. Siete comerciantes de la Sukharevka ya fueron detenidos por haber difundido el rumor de que la llegada de los bolcheviques anunciaba el fin del mundo. Daría Petrovna me lo dijo, y hasta me pronosticó la fecha exacta: el 28 de noviembre de 1929, día de San Esteban, mártir, la Tierra, chocará con el Eje celeste... Hasta hay pillos que organizan conferencias. Con esta hipófísis nos hemos metido en un buen lío; sólo tenemos un deseo: salir corriendo del departamento. A ruego de Filip Filipovich me instalé aquí y paso las noches en la sala de espera, con Bola. La sala de curaciones fue transformada en sala de espera. Schwonder tenía razón. El Comité del edificio continúa molestando. Ya no queda un solo vidrio de los armarios sano debido a los saltos de Bola. Nos hemos dado por vencidos.

Filip Filipovich observa una conducta extraña. Cuando le comuniqué mi hipótesis y mi esperanza de que Bola llegue a alcanzar un elevado desarrollo psíquico, se burló de mí y me contestó: "¿Lo cree?" con tono siniestro. ¿Me habré equivocado? ¿Tendría el viejo algo en mente? Mientras me ocupo de la historia clínica, él estudia los antecedentes del hombre cuya hipófisis hemos extraído.

( Hoja intercalada en el cuaderno)

Klim Grigorevich Tchugunkin, veintiocho años, soltero. Apolítico, simpatizante. Juzgado tres veces y sobreseído otras tantas: la primera por insuficiencia de pruebas; la segunda, por causa de sus orígenes sociales; la tercera condenado a quince años de trabajos forzados, con sobreseimiento. Robos. Profesión: ejecutante de balalaika en las posadas.

Estatura baja, conformación débil. Hígado dilatado (alcoholismo). Causa de la muerte: cuchillada en el corazón durante una riña en una cervecería (la Signal-Stop, cerca de la barrera Preobrajenski).

El viejo trabaja sin descanso estudiando la personalidad de Klim. No entiendo por qué. Rezongó algo por el hecho de que no se le había ocurrido examinar detenidamente el cadáver de Klim en el departamento anátomo-patológico. No comprendo lo que busca. ¿Qué importancia puede tener la persona a quien pertenecía la hipófisis?

17 de enero. Estos últimos días no hice anotaciones en el diario. Tenía gripe. Entretanto, Bola ha adquirido su aspecto definitivo.

a) Estructura corporal totalmente análoga a la de un hombre.

b) Peso: 50 kg, aproximadamente.

e) Estatura: baja.

d) Cabeza: pequeña.

e) Comenzó a fumar.

f) Ingiere alimentos humanos.

g) Se viste solo.

h) Se expresa con facilidad.

¡He ahí el trabajo de la hipófisis! ( manchón de tinta).

Termino aquí este diario. Estamos en presencia de un organismo nuevo: hay que estudiar todo desde el comienzo.

Documentos adjuntos: estenogramas de los discursos, grabaciones fonográficas, fotografías.

Firmado: El asistente del profesor F. F. Preobrajenski, Doctor Bormental.

* * *

Una noche de invierno. A fines de enero, en el marco de la puerta de la sala de espera ha sido fijada una hoja de papel blanco en la que se re conoce la caligrafía de Filip Filipovich:

Prohibido comer semillas de girasol en el departamento.

F. Preobrajenski.



Y en grandes letras escritas con lápiz azul por mano de Bormental:

Prohibido tocar instrumentos de música entre las cinco de la tarde y las siete de la mañana.

Luego, la caligrafía de Zina:

Cuando usted vuelva dígale a Filip Filipovich que no sé adónde fue. Fiodor dijo que estaba con Schwonder.

Escrito por Preobrajenski:

¿Tendré que esperar al vidriero durante ciento siete años?

Finalmente, por Daría Petrovna (en caracteres de imprenta) :

ZINA FUE A LA TIENDA, DIJO QUE EL VIDRIERO IBA A VENIR.

El comedor había adquirido su aspecto nocturno debido a la lámpara cubierta por la pantalla roja. La luz se reflejaba en el aparador cuyos espejos trizados habían sido remendados por medio de tiras de papel pegadas en cruz. Inclinado sobre la mesa, Filip Filipovich se hallaba absorbido por la lectura de un periódico de gran tamaño. Tenía el rostro alterado y murmuraba entre dientes breves frases sin ilación. He aquí el articulo que tenía bajo la vista "No cabe duda alguna de que se trata de un hijo ilegítimo (como se decía en la podrida sociedad burguesa). Estas son, pues, las diversiones de nuestra burguesía seudosabia. Un cualquiera puede permitirse el lujo de ocupar siete habitaciones hasta el día en que la espada implacable de la justicia caiga sobre él entre resplandores rojos. Schw...r.

En una habitación vecina alguien tocaba obstinadamente la balalaika con incansable virtuosismo y las sutiles variaciones de "Brilla la luna" venían a agregarse al contenido del artículo, formando en la cabeza de Filip Filipovich una odiosa amalgama. Luego de terminar su lectura escupió vigorosamente por encima de su hombro y se puso a tararear maquinalmente y a media voz:

Brilla la luna... Brilla la luna... Brilla la...Maldita melodía. Ahora también se me contagia a mí.

Tocó el timbre. La cabeza de Zina apareció en la puerta.

–Dile que termine, son las cinco; y por favor, hazlo venir aquí.

Filip Filipovich estaba sentado en un sillón junto a la mesa. Entre los dedos de su mano izquierda sostenía un cigarrillo en cuyo extremo brillaba el punto rojo de la lumbre. Un hombre de pequeña estatura y aspecto poco atractivo se apoyaba en el marco de la puerta. Tenía la cabeza cubierta de cabellos rígidos semejantes a una mata de maleza en un campo desbrozado y una pradera hirsuta le cubría las mejillas. El escaso desarrollo de la frente llamada la atención: casi inmediatamente encima del pelo negro de las cejas separadas comenzaba el cepillo duro de los cabellos.

Vestía una chaqueta agujereada bajo el brazo izquierdo, salpicada de briznas de paja y un pantalón a rayas cuya pierna derecha estaba rota en la rodilla mientras la izquierda ostentaba numerosas manchas moradas. Llevaba al cuello una corbata de violento tono azul, adornada con un alfiler que lucía un falso rubí. El color de esta corbata era tan agresivo que por momentos, al cerrar los ojos cansados, Filip Filipovich veía aparecer en el cielorraso o en la pared un lampo flameante rodeado por un halo azul. Y cuando volvía a abrirlos era cegado nuevamente por el haz de luz que proyectaban desde el suelo los botines charolados del hombre, cubiertos en parte por polainas blancas.

"Parecen galochas", pensó Filip Filipovich, fastidiado, resoplando y sacando una bocanada de humo de su cigarrillo medio apagado. Desde el umbral, el hombre lo observaba con mirada distraída, fumando un cigarrillo cuya ceniza le caía sobre la pechera de la camisa. El reloj de pared colocado junto a una perdiz de madera, indicaba las cinco. El eco de las campanadas se prolongaba aún cuando Filip Filipovich comenzó a hablar.

–Creía haberle dicho ya en dos ocasiones que no duerma en la cocina. ¡Y con mayor razón durante el día!

El hombre soltó una tosecilla ronca, como si quisiera despejarse la garganta y contestó:

–El aire es mejor en la cocina.

Tenía una voz extraña, bronca y que, al misrno tiempo, resonaba como si brotase del interior de un pequeño barril.

Filip Filipovich agitó la cabeza y preguntó:

–¿Dónde encontró ese horror? Me refiero a su corbata.

Los ojos del hombre siguieron la dirección del dedo y miraron amorosamente la corbata por encima de los labios prominentes.

–¿Qué "horror"? Es una corbata de lujo. Me la regaló Daría Petrovna.

–Daría Petrovna le regaló un espanto, así como esos botines: ¡qué son esas inepcias centelleantes? ¿De dónde vienen? ¿Qué le había dicho yo? De comprarse calzado a-de-cua-do; mire lo que lleva en los pies. ¿No me dirá que los eligió el doctor Bormental, supongo?

–Le dije que los quería charolados. ¿Acaso soy peor que el resto de la gente? Vaya a ver por la ciudad, todos tienen botines charolados.

El profesor agitó nuevamente la cabeza y prosiguió, recalcando sus palabras:

–Basta de dormir en la cocina. ¿Comprendido? ¡Qué coraje! Allí molesta. Hay señoras.

El rostro del hombre se volvió huraño y una mueca le hinchó los labios.

–Señoras, señoras... ¡Hágame el favor! Simples sirvientes y se consideran tan importantes como mujeres de comisarios del pueblo. Es esa Zinka quien anda todo el tiempo diciendo chismes.

Filip Filipovich le lanzó una mirada severa.

–¡Le prohibo que llame "Zinka" a Zina! ¿Entendido?

Silencio.

–¿Entendido, le pregunto?

–Entendido.

–Se va a quitar esa porquería del cuello... Usted... En fin, mírese un poco al espejo. Parece un payaso. Y no tire sus colillas en el suelo, se lo repito por centésima vez. ¡Que yo no oiga más un solo insulto en este departamento! Prohibido escupir. Aquí tiene una salivadera. Aprenda a usar correctamente el orinal. Y deje de fastidiar a Zina. Se quejó de que usted está siempre acosándola en la oscuridad. ¿Y quién contestó a un paciente: "¡Qué sé yo, hijo de perra!"? ¿Dónde se cree que está? ¿En un tugurio?

–Usted no deja de reprenderme por todo, papaíto —lloriqueó el hombre.

Las mejillas de Filip Filipovich se encendieron y sus ojos lanzaron destellos.

–¿De dónde saca eso de papaíto? ¿Qué familiaridades son éstas? ¡No quiero volver a oír jamás esas palabras! ¡Llámeme por mi nombre y mi patronímico!

En el rostro del hombre se dibujó una expresión insolente.

–Siempre lo mismo... Prohibido escupir... Prohibido fumar... Prohibido ir allá... Uno parece estar en un tranvía. ¿No puede dejarme vivir un poco? En cuanto a lo de "papaíto", está perdiendo el tiempo. ¿Acaso yo le pedí que me hiciese esta operación?

El hombre ladraba con indignación.

–¡Ésta sí que es buena! Toman un animal, le tajean el cráneo a cuchilladas y todavía se hacen los delicados. ¿Me preguntaron si yo estaba de acuerdo para que me operasen? Además (el hombre alzó la mirada hacia el cielorraso como buscando recordar alguna fórmula), tampoco mis padres fueron consultados. Tal vez tengo derecho a iniciar una acción judicial.

Los ojos de Filip Filipovich se volvieron completamente redondos, el cigarrillo se le cayó de los dedos. "He aquí al hombre", pensó fugazmente.

–¿Se queja de que lo hemos transformado en ser humano? —preguntó arrugando el ceño—. ¿Quizá prefiera seguir revolviendo los tachos de basura? ¿O helarse bajo los portales? Si yo hubiese sabido...

–Siempre me está reprochando algo; la basura, la basura... Y si me hubiese muerto en la mesa de operaciones? ¿Qué me puede contestar, camarada?

–Filip Filipovich! —gritó el profesor, furioso—. Y no soy su "camarada". ¡Es monstruoso!

"Una pesadilla, una verdadera pesadilla", pensó.

–Desde luego... —dijo irónicamente el hombre, cuadrándose sobre sus piernas con gesto de triunfo. No somos camaradas. Ni mucho menos. No hemos estudiado junto en la universidad ni ocupamos departamentos de quince habitaciones con cuartos de baño. Pero ya es tiempo de olvidar todo eso. Hoy toda la gente tiene derecho a...

Palideciendo, Filip Filipovich escuchaba los razonamientos del hombre. Éste se interrumpió y se dirigió ostensiblemente hacia el cenicero, sosteniendo en su mano un cigarrillo mordisqueado. Tenía un aspecto caótico. Aplastó la colilla apoyándole encima repetidas veces el dedo pulgar con una expresión que significaba claramente: "¡Toma, toma y toma!". Después de haber apagado la colilla castañeteó los dientes y se metió la nariz bajo la axila.

–¡Las pulgas se sacan con los dedos! ¡Con los dedos! —exclamó Filip Filipovich iracundo—. Y no comprendo cómo se las arregla para agarrarlas.

–¿Acaso cree que hago cría de pulgas? —se ofendió el hombre—. Aparentemente, son ellas quienes me quieren a mí...

Sus dedos hurgaron en el forro de la manga y sacaron un trozo de algodón rojizo.

Filip Filipovich levantó la vista hacia las guirnaldas del cielorraso y tamborileó sobre la mesa con los dedos. Después de haber matado la pulga, el hombre fue a sentarse en una silla, y apoyó las manos en las solapas de su chaqueta. Bajó la mirada hacia el piso y se puso a contemplar sus botines, lo cual pareció proporcionarle una inmensa satisfacción. Fílip Filipovich lanzó un vistazo a los botines de extremos cuadrados que despedían vivos reflejos, entornó los párpados y prosiguió:

–¿Tiene algo más qué decirme?

–Sí, algo muy simple. Filip Filipovich: necesito un documento de identidad.

Filip Filipovich experimentó un leve estremecimiento.

–¡Humm! ... ¡Diablos! ¡Un documento de identidad! Bueno de una manera u otra se podrá tal vez...

La voz revelaba inquietud y falta de seguridad.

–Perdóneme —contestó el hombre con decisión—, pero ¿qué puedo hacer sin documentos? Usted sabe muy bien que está absolutamente prohibido vivir sin ellos... En primer término, el comité del edificio...

–¿Qué tiene que ver con esto?

–¡Cómo, qué tiene que ver! Cada vez que me encuentro con alguien me preguntan: ¿cuándo vas a ir a registrarte?

–¡Dios mío! —exclamó Filip Filipovich desalentado—, se encuentran, preguntan... Imagino lo que les contesta. Sin embargo le prohibí andar vagando por la escalera.

–¡Vamos, al fin de cuentas no soy un presidiario! (La conciencia que tenía de sus derechos parecía dar mayor brillo a su rubí de pacotilla) "¿Y qué es eso de vagando"? Sus palabras son más bien ofensivas. Camino, como toda la gente, y al decir estas palabras golpeaba el piso con sus botines charolados.

Filip Filipovich calló y desvió la mirada. "Tengo que contenerme", pensó. Fue hasta el aparador y se sirvió un vaso de agua que bebió de un sorbo.

–Muy bien —prosiguió con mayor calma—, sólo es cuestión de palabras, no tiene importancia. Entonces ¿qué le dijo el adorable comité del edificio?

–¿Qué quiere que diga? Y no tiene por que tratarlo de "adorable". Defiende intereses.

–¿Los intereses de quién?... si puedo preguntárselo.

–¡De los trabajadores; todo el mundo lo sabe!

Filip Filipovich. abrió desmesuradamente los ojos.

–¿Por qué? ¿Usted es un trabajador?

–Evidentemente. No soy un inútil.

–Bueno. ¿Qué más necesita el comité para defender sus intereses revolucionarios?

–Usted lo sabe. Tengo que registrarme. Dicen que jamás se ha visto que alguien viva en Moscú sin estar registrado. Pero lo más importante son los documentos militares. No quiero ser un desertor. También están el sindicato, la bolsa de trabajo...

–¿Y puede decirme dónde tengo que registrarlo? ¿En este mantel o en mi pasaporte? Hay que considerar su situación. No olvide que usted es... Hmm... es, digamos, una aparición nueva, una criatura de laboratorio.


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