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Libro De Poemas
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Текст книги "Libro De Poemas"


Автор книги: Federico Garcia Lorca


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Поэзия


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con púrpuras de mil labios...

La granada es corazón

que late sobre el sembrado,

un corazón desdeñoso

donde no pican los pájaros,

un corazón que por fuera

es duro como el humano,

pero da al que lo traspasa

olor y sangre de mayo.

La granada es el tesoro

del viejo gnomo del prado,

el que habló con niña Rosa,

en el bosque solitario,

aquel de la blanca barba

y del traje colorado.

Es el tesoro que aún guardan

las verdes hojas del árbol.

Arca de piedras preciosas

en entraña de oro vago.

La espiga es el pan. Es Cristo

en vida y muerte cuajado.

El olivo es la firmeza

de la fuerza y el trabajo.

La manzana es lo carnal,

fruta esfinge del pecado,

gota de siglos que guarda

de Satanás el contacto.

La naranja es la tristeza

del azahar profanado,

pues se torna fuego y oro

lo que antes fue puro y blanco.

Las vidas son la lujuria

que se cuaja en el verano,

de las que la iglesia saca

con bendición, licor santo.

Las castañas son la paz

del hogar. Cosas de antaño.

Crepitar de leños viejos,

peregrinos descarriados.

La bellota es la serena

poesía de lo rancio,

y el membrillo de oro débil

la limpieza de lo sano.

Mas la granada es la sangre,

sangre del cielo sagrado,

sangre de la tierra herida

por la aguja del regato.

Sangre del viento que viene

del rudo monte arañado.

Sangre de la mar tranquila,

sangre del dormido lago.

La granada es la prehistoria

de la sangre que llevamos,

la idea de sangre, encerrada

en glóbulo duro y agrio,

que tiene una vaga forma d

e corazón y de cráneo.

¡Oh granada abierta!, que eres

una llama sobre el árbol,

hermana en carne de Venus,

risa del huerto oreado.

Te cercan las mariposas

creyéndote sol parado.

Y por miedo de quemarse

huyen de ti los gusanos.

Porque eres luz de la vida,

hembra de las frutas. Claro

lucero de la floresta

del arroyo enamorado.

¡Quién fuera como tú, fruta,

todo pasión sobre el campo!



CHOPO MUERTO

1920.

¡Chopo viejo!

Has caído

en el espejo

del remanso dormido,

abatiendo tu frente

ante el poniente.

No fue el vendaval ronco

el que rompió tu tronco,

ni fue el hachazo grave

del leñador, que sabe

has de volver

a nacer.

Fue tu espíritu fuerte

el que llamó a la muerte,

al hallarse sin nidos, olvidado

de los chopos infantes del prado.

Fue que estabas sediento

de pensamiento,

y tu enorme cabeza centenaria,

solitaria

escuchaba los lejanos

cantos de tus hermanos.

En tu cuerpo guardabas

las lavas

de tu pasión,

y en tu corazón,

el semen sin futuro de Pegaso,

la terrible simiente

de un amor inocente

por el sol de ocaso.

¡Qué amargura tan honda

para el paisaje,

el héroe de la fronda

sin ramaje!

Ya no serás la cuna

de la luna,

ni la mágica risa

de la brisa,

ni el bastón de un lucero

caballero.

No tornará la primavera

de tu vida,

ni verás la sementera

florecida.

Serás nidal de ranas

y de hormigas.

Tendrás por verdes canas

las ortigas,

y un día la corriente

llevará tu corteza

con tristeza.

¡Chopo viejo!

Has caído

en el espejo

del remanso dormido.

Yo to vi descender

en el atardecer

y escribo tu elegía,

que es la mía.



CAMPO

1920.

El cielo es de ceniza,

los árboles son blancos,

y son negros carbones

los rastrojos quemados.

Tiene sangre reseca

la herida del ocaso,

y el papel incoloro

del monte, está arrugado.

El polvo del camino

se esconde en los barrancos,

están las fuentes turbias

y quietos los remansos.

Suena en un gris rojizo

la esquila del rebaño,

y la noria materna

acabó su rosario.

El cielo es de ceniza.

Los árboles son blancos.



LA BALADA DEL AGUA DEL MAR

1920.

A Emilio Prados. (Cazador de estrellas.)

El mar

sonríe a lo lejos.

Dientes de espuma,

labios de cielo.

-¿Qué vendes, oh joven turbia

con los senos al aire?

-Vendo, señor, el agua

de los mares.

-¿Qué llevas, oh negro joven,

mezclado con tu sangre?

-Llevo, señor, el agua

de los mares.



-¿Esas lágrimas salobres

de dónde vienen, madre?

-Lloro, señor, el agua

de los mares.

-Corazón; y esta amargura

seria, ¿de dónde nace?

-¡Amarga mucho el agua

de los mares!

El mar

sonríe a lo lejos.

Dientes de espuma,

labios de cielo.



ÁRBOLES

1919.

¡Árboles!

¿Habéis sido flechas

caídas del azul?

¿Qué terribles guerreros os lanzaron?

¿Han sido las estrellas?

Vuestras músicas vienen del alma de los pájaros,

de los ojos de Dios,

de la pasión perfecta.

¡Árboles!

¿Conocerán vuestras raíces toscas

mi corazón en tierra?



LA LUNA Y LA MUERTE

1919

La luna tiene dientes de marfil.

¡Qué vieja y triste asoma!

Están los cauces secos,

los campos sin verdores

y los árboles mustios,

sin nidos y sin hojas.

Doña Muerte, arrugada,

pasea por sauzales

con su absurdo cortejo

de ilusiones remotas.

Va vendiendo colores

de cera y de tormenta

como un hada de cuento

mala y enredadora.

La luna le ha comprado

pinturas a la muerte.

En esta noche turbia

¡está la luna loca!

Yo mientras tanto pongo

en mi pecho sombrío

una feria sin músicas

con las tiendas de sombra.



MADRIGAL

1919

Yo te miré a los ojos

cuando era niño y bueno.

Tus manos me rozaron

y me distes un beso.

(Los relojes llevan la misma cadencia,

y las noches tienen las mismas estrellas.)

Y se abrió mi corazón

como una flor bajo el cielo

los pétalos de lujuria

y los estambres de sueño.

(Los relojes llevan la misma cadencia,

y las noches tienen las mismas estrellas.)

En mi cuarto sollozaba

como el príncipe del cuento

por Estrellita de oro

que se fue de los torneos.

(Los relojes llevan la misma cadencia,

y las noches tienen las mismas estrellas.)

Yo me alejé de tu lado

queriéndote sin saberlo,

no sé cómo son tus ojos,

tus manos ni tus cabellos.

Sólo me queda en la frente

la mariposa del beso.

(Los relojes llevan la misma cadencia,

y las noches tienen las mismas estrellas.)

DESEO

1920

Sólo tu corazón caliente,

y nada más.

Mi paraíso un campo

sin ruiseñor

ni liras,

con un río discreto

y una fuentecilla.

Sin la espuela del viento

sobre la fronda,

ni la estrella que quiere

ser hoja.

Una enorme luz

que fuera

luciérnaga

de otra,

en un campo de

miradas rotas.

Un reposo claro

y allí nuestros besos,

lunares sonoros

del eco,

se abrirían muy lejos.

Y tu corazón caliente,

nada más.



LOS ÁLAMOS DE PLATA

Mayo de 1919.

Los álamos de plata

se inclinan sobre el agua.

Ellos todo lo saben pero nunca hablarán.

El lirio de la fuente

no grita su tristeza.

¡Todo es más digno que la humanidad!

La ciencia del silencio frente al cielo estrellado,

la posee la flor y el insecto no más.

La ciencia de los cantos por los cantos, la tienen

los bosques rumorosos

y las aguas del mar.

El silencio profundo de la vida en la tierra,

nos lo enseña la rosa

abierta en el rosal.

¡Hay que dar el perfume

que encierran nuestras almas!

Hay que ser todo cantos,

todo luz y bondad.

¡Hay que abrirse del todo

frente a la noche negra,

para que nos llenemos de rocío inmortal!

¡Hay que acostar al cuerpo

dentro del alma inquieta!

Hay que cegar los ojos con la luz del más allá.

Tenemos que asomarnos

a la sombra del pecho,

y arrancar las estrellas que nos puso Satán.

¡Hay que ser como el árbol

que siempre está rezando,

como el agua del cauce

fija en la eternidad!

¡Hay que arañarse el alma con garras de tristeza

para que entren las llamas

del horizonte astral!

Brotaría en la sombra del amor carcomido

una fuente de aurora

tranquila y maternal.

Desaparecerían ciudades en el viento

y a Dios en una nube

veríamos pasar.



ESPIGAS

Junio de 1919.

El trigal se ha entregado a la muerte.

Ya las hoces cortan las espigas.

Cabecean los chopos hablando

con el alma sutil de la brisa.

El trigal sólo quiere silencio.

Se cuajó con el sol, y suspira

por el amplio elemento en que moran

los ensueños despiertos.

El día,

ya maduro de luz y sonido,

por los montes azules declina.

¿Qué misterioso pensamiento

conmueve a las espigas?

¿Qué ritmo de tristeza soñadora

los trigales agita?...

¡Parecen las espigas viejos pájaros

que no pueden volar! Son cabecitas,

que tienen el cerebro de oro puro

y expresiones tranquilas.

Todas piensan lo mismo, todas llevan

un secreto profundo que meditan.

Arrancan a la tierra su oro vivo

y cual dulces abejas del sol, liban

el rayo abrasador con que se visten

para formar el alma de la harina.

¡Oh, qué alegre tristeza me causáis,

dulcísimas espigas!

Venís de las edades más profundas,

cantasteis en la Biblia,

y tocáis cuando os rozan los silencios

un concierto de liras.

Brotáis para alimento de los hombres.

¡Pero mirad las blancas margaritas

y los lirios que nacen porque sí¡

¡Momias de oro sobre las campiñas!

La flor silvestre nace para el sueño

y vosotras nacéis para la vida.



MEDITACIÓN BAJO LA LLUVIA

3 de enero de 1919.

A José Mora.

Ha besado la lluvia al jardín provinciano

dejando emocionantes cadencias en las hojas.

El aroma sereno de la tierra mojada

inunda al corazón de tristeza remota.

Se rasgan nubes grises en el mudo horizonte.

Sobre el agua dormida de la fuente, las gotas

se clavan, levantando claras perlas de espuma.

Fuegos fatuos que apaga el temblor de las ondas.

La pena de la tarde estremece a mi pena.

Se ha llenado el jardín de ternura monótona.

¿Todo mi sufrimiento se ha de perder, Dios mío,

como se pierde el dulce sonido de las frondas?

¿Todo el eco de estrellas que guardo sobre el alma

será luz que me ayude a luchar con mi forma?

¿Y el alma verdadera se despierta en la muerte?

¿Y esto que ahora pensamos se lo traga la sombra?

¡Oh, qué tranquilidad del jardín con la lluvia!

Todo el paisaje casto mi corazón transforma

en un ruido de ideas humildes y .apenadas

que pone en mis entrañas un batir de palomas.

Sale el sol. El jardín desangra en amarillo.

Late sobre el ambiente una pena que ahoga.

Yo siento la nostalgia de mi infancia intranquila,

mi ilusión de ser grande en el amor, las horas

pasadas como ésta contemplando

la lluvia con tristeza nativa.

Caperucita roja

iba por el sendero ...,

Se fueron mis historias, hoy medito, confuso,

ante la fuente turbia que del amor me brota.

¿Todo mi sufrimiento se ha de perder, Dios mío,

como se pierde el dulce sonido de las frondas?

Vuelve a llover.

El viento va trayendo a las sombras.



MANANTIAL

(FRAGMENTO)

1919

La sombra se ha dormido en la pradera.

Los manantiales cantan.

Frente al ancho crepúsculo de invierno

mi corazón soñaba.

¿Quién pudiera entender los manantiales,

el secreto del agua

recién nacida, ese cantar oculto

a todas las miradas

del espíritu, dulce melodía

más allá de las almas...?

Luchando bajo el peso de la sombra

un manantial cantaba.

Yo me acerqué para escuchar su canto

pero mi corazón no entiende nada.

Era un brotar de estrellas invisibles

sobre la hierba casta,

nacimiento del Verbo de la tierra

por un sexo sin mancha.

Mi chopo centenario de la vega

sus hojas meneaba

y eran las hojas trémulas de ocaso

como estrellas de plata.

El resumen de un cielo de verano

era el gran chopo.

Mansas

y turbias de penumbra yo sentía

las canciones del agua.

¿Qué alfabeto de auroras ha compuesto

sus oscuras palabras?

¿Qué labios las pronuncian? ¿Y qué dicen

a la estrella lejana?

¡Mi corazón es malo, Señor! Siento en mi carne

la implacable brasa

del pecado. Mis mares interiores

se quedaron sin playas.

Tu faro se apagó. ¡Ya los alumbra

mi corazón de llamas!

Pero el negro secreto de la noche

y el secreto del agua

¿son misterios tan sólo para el ojo

de la conciencia humana?

¿La niebla del misterio no estremece

al árbol, al insecto y la montaña?

¿El terror de la sombra no lo sienten

las piedras y las plantas?

¿Es sonido tan sólo esta voz mía?

¿Y el casto manantial no dice nada?

Mas yo siento en el agua

algo que me estremece... como un aire

que agita los ramajes de mi alma.

¡Sé árbol!

(Dijo una voz en la distancia.)

Y hubo un torrente de luceros

sobre el cielo sin mancha.

Yo me incrusté en el chopo centenario

con tristeza y con ansia,

cual Dafne varonil que huye miedosa

de un Apolo de sombra y de nostalgia.

Mi espíritu fundióse con las hojas

y fue mi sangre savia.

En untuosa resina convirtióse

la fuente de mis lágrimas.

El corazón se fue con las raíces,

y mi pasión humana,

haciendo heridas en la ruda carne,

fugaz me abandonaba.

Frente al ancho crepúsculo de invierno

yo torcía las ramas

gozando de los ritmos ignorados

entre la brisa helada.

Sentí sobre mis brazos dulces nidos,

acariciar de alas,

y sentí mil abejas campesinas

que en mis dedos zumbaban.

¡Tenía una colmena de oro vivo

en las viejas entrañas!

El paisaje y la tierra se perdieron,

sólo el cielo quedaba,

y escuché el débil ruido de los astros

y el respirar de las montañas.

¿No podrán comprender mis dulces hojas

el secreto del agua?

¿Llegarán mis raíces a los reinos

donde nace y se cuaja?

Incliné mis ramaies hacia el cielo

que las ondas copiaban,

mojé las hojas en el cristalino

diamante azul que canta,

y sentí borbotar los manantiales

como de humano yo los escuchara.

Era el mismo fluir lleno de música

y de ciencia ignorada.

Al levantar mis brazos gigantescos

frente al azul, estaba

lleno de niebla espesa, de rocío

y de luz marchitada.

Tuve la gran tristeza vegetal,

el amor a las alas

para poder lanzarse con los vientos

a las estrellas blancas.

Pero mi corazón en las raíces

triste me murmuraba:

si no comprendes a los manantiales

¡muere y troncha tus ramas!

¡Señor, arráncame del suelo! ¡Dame oídos

que entiendan a las aguas!

Dame una voz que por amor arranque

su secreto a las ondas encantadas;

para encender su faro sólo pido

aceite de palabras.

¡Sé ruiseñor!, dice una voz perdida

en la muerta distancia,

y un torrente de cálidos luceros

brotó del seno que la noche guarda.

MAR

Abril de 1919.

El mar es

el Lucifer del azul.

El cielo caído

por querer ser la luz.

¡Pobre mar condenado

a eterno movimiento,

habiendo antes estado

quieto en el firmamento!

Pero de tu amargura

te redimió el amor.

Pariste a Venus pura,

y quedóse tu hondura

virgen y sin dolor.

Tus tristezas son bellas,

mar de espasmos gloriosos.

Mas hoy en vez de estrellas

tienes pulpos verdosos.

Aguanta tu sufrir,

formidable Satán.

Cristo anduvo por ti,

mas también lo hizo Pan.

La estrella Venus es

la armonía del mundo.

¡Calle el Eclesiastés!

Venus es lo profundo

del alma ...

. . Y el hombre miserable

es un ángel caído.

La tierra es el probable

paraíso perdido.



SUEÑO

Mayo de 1919.

Iba yo montado sobre

un macho cabrío.

El abuelo me habló y me dijo:

–Ese es tu camino.

¡Es ése!, gritó mi sombra,

disfrazada de mendigo.

¡Es aquel de oro!, dijeron

mis vestidos.

Un gran cisne me guiñó,

diciendo: ¡Vente conmigo!

Y una serpiente mordía

mi sayal de peregrino.

Mirando al cielo, pensaba:

Yo no tengo camino.

Las rosas del fin serán

como las del principio.

En la niebla se convierte

la carne y el rocío.

Mi caballo fantástico me lleva

por un campo rojizo.

¡Déjame!, clamó, llorando,

mi corazón pensativo.

Yo lo abandoné en la tierra,

lleno de tristeza.

Vino

la noche llena de arrugas

y de sombras.

Alumbran el camino,

los ojos luminosos y azulados

de mi macho cabrío.



OTRO SUEÑO

1919.

¡Una golondrina vuela

hacia muy lejos! ...

Hay floraciones de rocío

sobre mi sueño,

y mi corazón da vueltas,

lleno de tedio,

como un "tíovivo" en que la Muerte

pasea a sus hijuelos.

¡Quisiera en estos árboles

atar al tiempo

con un cable de noche negra,

y pintar luego

con mi sangre las riberas

pálidas de mis recuerdos!

¿Cuántos hijos tiene la Muerte?

¡Todos están en mi pecho!

¡Una golondrina viene

de muy lejos!

ENCINA

Bajo tu casta sombra, encina vieja,

quiero sondar la fuente de mi vida

y sacar de los fangos de mi sombra

las esmeraldas líricas.

Echo mis redes sobre el agua turbia

y las saco vacías.

¡Más abajo del cieno tenebroso

están mis pedrerías!

¡Hunde en mi pecho tus ramajes santos,

oh solitaria encina!

Y deja en mi sub-alma

tus secretos y tu pasión tranquila.

Esta tristeza juvenil se pasa,

¡ya lo sé! La alegría

otra vez dejará sus guirnaldas

sobre mi frente herida,

aunque nunca mis redes pescarán

la oculta pedrería

de tristeza inconsciente que reluce

al fondo de mi vida.

Pero mi gran dolor trascendental

es to dolor, encina.

Es el mismo dolor de las estrellas

y de la flor marchita.

Mis lágrimas resbalan a la tierra

y, como tus resinas,

corren sobre las aguas del gran cauce

que va a la noche fría.

Y nosotros también resbalaremos,

yo con mis pedrerias,

y tú plenas las ramas de invisibles

bellotas metafísicas.

No me abandones nunca en mis pesares,

esquelética amiga.

Cántame con to boca vieja y casta

una canción antigua,

con palabras de tierra entrelazadas

en la azul melodía.

Vuelvo otra vez a echar las redes sobre

la fuente de mi vida,

redes hechas con hilos de esperanza,

nudos de poesía,

y saco piedras falsas entre un cieno

de pasiones dormidas.

Con el sol del otoño toda el agua

de mi fontana vibra,

y noto que sacando sus raíces

huye de mí la encina.



INVOCACIÓN AL LAUREL

1919.

A Pepe Cienfuegos.

Por el horizonte confuso y doliente

venía la noche preñada de estrellas.

Yo, como el barbudo mago de los cuentos,

sabía lenguaje de flores y piedras.

Aprendí secretos de melancolía,

dichos por cipreses, ortigas y yedras;

supe del ensueño por boca del nardo,

canté con los lirios canciones serenas.

En el bosque antiguo, lleno de negrura,

todos me mostraban sus almas cual eran:

el pinar, borracho de aroma y sonido;

los olivos viejos, cargados de ciencia;

los álamos muertos, nidales de hormigas;

el musgo, nevado de blancas violetas.

Todo hablaba dulce a mi corazón

temblando en los hilos de sonora seda

con que el agua envuelve las cosas paradas

como telaraña de armonía eterna.

Las rosas estaban soñando en la lira,

tejen las encinas oros de leyendas,

y entre la tristeza viril de los robles

dicen los enebros temores de aldea.

Yo comprendo toda la pasión del bosque;

ritmo de la hoja ritmo de la estrella.

Mas decidme, ¡oh cedros!, si mi corazón

dormirá en los brazos de la luz perfecta.

Conozco la lira que presientes, rosa;

formé su cordaje con mi vida muerta.

¡Dime en qué remanso podré abandonarla

como se abandonan las pasiones viejas!

¡Conozco el misterio que cantas, ciprés;

soy hermano tuyo en noche y en pena;

tenemos la entraña cuajada de nidos,

tú de ruiseñores y yo de tristezas!

¡Conozco tu encanto sin fin, padre olivo,

al darnos la sangre que extraes de la Tierra;

como tú yo extraigo con mi sentimiento

el óleo bendito que tiene la idea!

Todos me abrumáis con vuestras canciones;

yo sólo os pregunto por la mía incierta;

ninguno queréis sofocar las ansias

de este fuego casto que el pecho me quema.

¡Oh laurel divino, de alma inaccesible,

siempre silencioso, lleno de nobleza!

¡Vierte en mis oídos tu historia divina,

tu sabiduría profunda y sincera!

¡Arbol que produces frutos de silencio,

maestro de besos y mago de orquestas,

formado del cuerpo rosado de Dafne

con savia potente de Apolo en tus venas!

¡Oh gran sacerdote del saber antiguo!

¡Oh mudo solemne cerrado a las quejas!

Todos tus hermanos del bosque me hablan;

¡sólo tú, severo, mi canción desprecias!

Acaso, ¡oh, maestro del ritmo!, medites

lo inútil del triste llorar del poeta.

Acaso tus hojas, manchadas de luna,

pierdan la ilusión de la primavera.

La dulzura tenue del anochecer,

cual negro rocío, tapizó la senda,

teniendo de inmenso dosel a la noche,

que venía grave, preñada de estrellas.



RITMO DE OTOÑO

1920.

A Manuel Ángeles.

Amargura dorada en el paisaje,

el corazón escucha.

En la tristeza húmeda

el viento dijo:

–Yo soy todo de estrellas derretidas,

sangre del infinito.

Con mi roce descubro los colores

de los fondos dormidos.

Voy herido de místicas miradas,

yo llevo los suspiros

en burbujas de sangre invisibles

hacia el sereno triunfo

del Amor inmortal lleno de noche.

Me conocen los niños,

y me cuajo en tristezas.

Sobre cuentos de reinas y castillos

soy copa de luz. Soy incensario

de cantos desprendidos

que cayeron envueltos en azules

transparencias del ritmo.

En mi alma perdiéronse solemnes

carne y alma de Cristo,

y finjo la tristeza de la tarde

melancólico y frío.

Soy la eterna armonía de la Tierra,

el bosque innumerable.

Llevo las carabelas de los sueños

a lo desconocido.

Y tengo la amargura solitaria

de no saber mi fin ni mi destino-

Las palabras del viento eran suaves,

con hondura de lirios.

Mi corazón durmióse en la tristeza

del crepúsculo.

Sobre la parda tierra de la estepa

los gusanos dijeron sus delirios.

-Soportamos tristezas

al borde del camino.

Sabemos de las flores de los bosques,

del canto monocorde de los grillos,

de la lira sin cuerdas que pulsamos,

del oculto sendero que seguimos.

Nuestro ideal no llega a las estrellas,

es sereno, sencillo;

quisiéramos hacer miel, como abejas,

o tener dulce voz o fuerte grito,

o fácil caminar sobre las hierbas,

o senos donde mamen nuestros hijos.

Dichosos los que nacen mariposas

o tienen luz de luna en su vestido.

¡Dichosos los que cortan la rosa

y recogen el trigo!

¡Dichosos los que dudan de la Muerte

teniendo Paraíso,

y el aire que recorre lo que quiere

seguro de infinito!

Dichosos los gloriosos y los fuertes,

los que jamás fueron compadecidos,

los que bendijo y sonrió triunfante

el hermano Francisco.

Pasamos mucha pena

cruzando los caminos.

Quisiéramos saber lo que nos hablan

los álamos del río-.

Y en la muda tristeza de la tarde

respondióles el polvo del camino:

–Dichosos, ¡oh, gusanos!, que tenéis

justa conciencia de vosotros mismos,

y formas y pasiones

y hogares encendidos.

Yo en el sol me disuelvo

siguiendo al peregrino,

y cuando pienso ya en la luz quedarme

caigo al suelo dormido-.

Los gusanos lloraron y los árboles,

moviendo sus cabezas pensativos,

dijeron: -El azul es imposible.

Creíamos alcanzarlo cuando niños,

y quisiéramos ser como las águilas

ahora que estamos por el rayo heridos.

De las águilas es todo el azul-.

Y el águila a lo lejos:

–¡No, no es mío!

Porque el azul to tienen las estrellas

entre sus claros brillos

Las estrellas: -Tampoco lo tenemos:

Está sobre nosotros escondido-.

Y la negra distancia: -El azul

lo tiene la esperanza en su recinto-.

Y la esperanza dice quedamente

desde el reino sombrío:

–Vosotros me inventasteis corazones-

Y el corazón: -¡Dios mío!

El otoño ha dejado ya sin hojas

los álamos del río.

El agua ha adormecido en plata vieja

al polvo del camino.

Los gusanos se hunden soñolientos

en sus hogares fríos.

El águila se pierde en la montaña;

el viento dice: "Soy eterno ritmo."

Se oyen las nanas a las cunas pobres,

y el llanto del rebaño en el aprisco.

La mojada tristeza del paisaje

enseña como un lirio

las arrugas severas que dejaron

los ojos pensadores de los siglos.

Y mientras que descansan las estrellas

sobre el azul dormido,

mi corazón ve su ideal lejano

y pregunta:

¡Dios mío!

Pero, Dios mío, ¿a quién?

¿Quién es Dios mío?

¿Por qué nuestra esperanza se adormece

y sentimos el fracaso lírico

y los ojos se cierran comprendiendo

todo el azul?

Sobre el paisaje viejo y el hogar humeante

quiero lanzar mi grito,

sollozando de mí como el gusano

deplora su destino.

Pidiendo lo del hombre, Amor inmenso

y azul como los álamos del río.

Azul de corazones y de fuerza,

el azul de mí mismo,

que me ponga en las manos la gran have

que fuerce al infinito.

Sin terror y sin miedo ante la muerte

escarchado de amor y de lirismo.

Aunque me hiera el rayo como al árbol

y me quede sin hojas y sin grito.

Ahora tengo en la frente rosas blancas

y la copa rebosando vino.



AIRE DE NOCTURNO

1919.

Tengo mucho miedo

de las hojas muertas,

miedo de los prados

llenos de rocío.

Yo voy a dormirme;

si no me despiertas,

dejaré a tu lado mi corazón frío.

¿Qué es eso que suena

muy lejos,

amor? El viento en las vidrieras,

¡amor mío!

Te puse collares

con gemas de aurora.

¿Por qué me abandonas

en este camino?

Si te vas muy lejos

mi pájaro llora

y la verde viña

no dará su vino.

¿Qué es eso que suena

muy lejos,

amor? E1 viento en las vidrieras,

¡amor mío!

Tú no sabrás nunca,

esfinge de nieve,

lo mucho que yo

te hubiera querido

esas madrugadas

cuando tanto llueve

y en la rama seca

se deshace el nido.

¿Qué es eso que suena

muy lejos,

amor? El viento en las vidrieras,

¡amor mío!

NIDO

1919.

¿Qué es lo que guardo en estos

momentos de tristeza?

¡Ay, quién tala mis bosques

dorados y floridos!

¿Qué leo en el espejo

de plata conmovida

que la aurora me ofrece

sobre el agua del río?



¿Qué gran olmo de idea

se ha tronchado en mi bosque?

¿Qué lluvia de silencio

me deja estremecido?

Si a mi amor dejé muerto

en la ribera triste,

¿qué zarzales me ocultan

algo recién nacido?

OTRA CANCIÓN

1919. ( Otoño.)

¡El sueño se deshizo para siempre!

En la tarde lluviosa

mi corazón aprende

la tragedia otoñal

que los árboles llueven.

Y en la dulce tristeza

del paisaje que muere

mis voces se quebraron.

El sueño se deshizo para siempre.

¡Para siempre! ¡Dios mío!

Va cayendo la nieve

en el campo desierto

de mi vida,

y teme

la ilusión, que va lejos,

de helarse o de perderse.

¡Cómo me dice el agua

que el sueño se deshizo para siempre!

¿El sueño es infinito?

La niebla lo sostiene,

y la niebla es tan sólo

cansancio de la nieve.

Mi ritmo va contando

que el sueño se deshizo para siempre.

Y en la tarde brumosa

mi corazón aprende

la tragedia otoñal

que los árboles llueven.

EL MACHO CABRÍO

1919.

El rebaño de cabras ha pasado

junto al agua del río.

En la tarde de rosa y de zafiro,

llena de paz romántica,

yo miro

al gran macho cabrío.

¡Salve, demonio mudo!

Eres el más

intenso animal.

Místico eterno

del infierno

carnal

¡Cuántos encantos

tiene tu barba,

tu frente ancha,

rudo Don Juan!

¡Qué gran acento el de tu mirada

mefistofélica

y pasional!

Vas por los campos

con tu manada,

hecho un eunuco

¡siendo un sultán!.

Tu sed de sexo

nunca se apaga;

¡bien aprendiste

del padre Pan!

La cabra,

lenta te va siguiendo,

enamorada con humildad;

mas tus pasiones son insaciables;

Grecia vieja

te comprenderá.

¡Oh ser de hondas leyendas santas,

de ascetas flacos y Satanás

con piedras negras y cruces toscas,

con fieras mansas y cuevas hondas

donda te vieron entre la sombra

soplar la llama

de lo sexual!

¡Machos cornudos

de bravas barbas!

¡Resumen negro a lo medieval!

Nacisteis juntos con Filomnedes

entre la espuma casta del mar,

y vuestras bocas

la acariciaron

bajo el asombro del mundo astral.

Sois de los bosques llenos de rosas

donde la luz es huracán;

sois de los prados de Anacreonte,

llenos con sangre de lo inmortal.

¡Machos cabríos!

Sois metamorfosis

de viejos sátiros

perdidos ya.

Vais derramando lujuria virgen

como no tuvo otro animal.

¡Iluminados del Mediodía!

Pararse en firme

para escuchar

que desde el fondo de las campiñas

el gallo os dice:

¡Salud!, al pasar.

FIN DE

« LIBRO DE POEMAS»


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