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Libro De Poemas
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Автор книги: Federico Garcia Lorca


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Поэзия


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Para su primer libro poético, Federico García Lorca (1898-1936) poda ramas y follaje de su frondoso árbol lírico, como él gustaba decir, y entrega a la imprenta la colección más amplia de las que publicó. El sentimental, vehemente, irónico LIBRO DE POEMAS (1921) registra los mundos de introspección del joven poeta con plasticidad metafórica y desgarrado acento elegíaco. La introducción a este volumen establece un sugestivo análisis biográfico del autor, mientras que un riguroso aparato de notas desenmaraña la compleja problemática de la edición de la poesía lorquiana.

LIBRO DE POEMAS

Federico García Lorca

LIBRO DE POEMAS

POÉTICA

PALABRAS DE JUSTIFICACION

VELETA

LOS ENCUENTROS DE UN CARACOL AVENTURERO

CANCION OTOÑAL

CANCION PRIMAVERAL

CANCIÓN MENOR

ELEGIA A DOÑA JUANA LA LOCA

BALADA TRISTE

LA SOMBRA DE MI ALMA

LLUVIA

ELEGIA

EL DIAMANTE

MADRIGAL DE VERANO

CANTOS NUEVOS

ALBA

CANCIÓN PARA LA LUNA

MADRIGAL

EL LAGARTO VIEJO

ENCRUCIJADA

CANCION ORIENTAL

DESEO

MAR

ENCINA

NIDO

OTRA CANCIÓN

EL MACHO CABRÍO

LIBRO DE POEMAS

Para su primer libro poético, Federico García Lorca (1898-1936) poda ramas y follaje de su frondoso árbol lírico, como él gustaba decir, y entrega a la imprenta la colección más amplia de las que publicó. El sentimental, vehemente, irónico LIBRO DE POEMAS (1921) registra los mundos de introspección del joven poeta con plasticidad metafórica y desgarrado acento elegíaco. La introducción a este volumen establece un sugestivo análisis biográfico del autor, mientras que un riguroso aparato de notas desenmaraña la compleja problemática de la edición de la poesía lorquiana.



©1921, Garcia Lorca, Federico

ISBN: 9788420633879

Generado con: QualityEbook v0.35

Federico García Lorca

LIBRO DE POEMAS

( 1921)

A mi hermano

Paquito

POÉTICA

(De viva voz a Gerardo Diego.)

Pero, ¿qué voy a decir yo de la Poesía? ¿Qué voy a decir de esas nubes, de ese cielo? Mirar, mirar, mirarlas, mirarle y nada más. Comprenderás que un poeta no puede decir nada de la Poesía. Eso déjaselo a los críticos y profesores. Pero ni tú ni yo ni ningún poeta sabemos lo que es la Poesía.

Aquí está: mira. Yo tengo el fuego en mis manos. Yo lo entiendo y trabajo con él perfectamente, pero no puedo hablar de él sin literatura. Yo comprendo todas las poéticas; podría hablar de ellas si no cambiara de opinión cada cinco minutos. No sé. Puede que algún día me guste la poesía mala muchísimo, como me gusta (nos gusta) hoy la música mala con locura. Quemaré el Partenón por la noche para empezar a levantarlo por la mañana y no terminarlo nunca.

En mis conferencias he hablado a veces de la Poesía, pero de lo único que no puedo hablar es de mi poesía. Y no porque sea un inconsciente de lo que hago. Al contrario, si es verdad que soy poeta por la gracia de Dios -o del demonio-, también lo es que lo soy por la gracia de la técnica y del esfuerzo, y de darme cuenta en absoluto de lo que es un poema.

PALABRAS DE JUSTIFICACION

Ofrezco en este libro, todo ardor juvenil, tortura y ambición sin medida, la imagen exacta de mis días de adolescencia y juventud, esos días que enlazan el instante de hoy con mi infancia reciente.

En estas páginas desordenadas va el reflejo fiel de mi corazón y de mis ansias teñido del matiz que le prestara, al poseerlo, lc vida palpitante en torno, recién nacida para mi mirada.

Se hermana el nacimiento de cada una de estas poesías que tienes en tus manos, lector, al propio nacer de un brote nuevo del árbol músico de mi vida en flor. Ruindad fuera el menospreciar esta obra que tan enlazada está a mi propia vida.

Sobre su incorrección, sobre su limitación, segura, tendrá este libro la virtud, entre otras muchas que yo advierto, de recordarme en todo instante mi infancia apasionada correteando desnuda por las praderas de una vega, sobre un fondo de serranía.

( 1921)

VELETA

Julio de 1920. ( Füente Vaqueros, Granada.)



Viento del Sur,

moreno, ardiente,

llegas sobre mi carne,

tiayéndome semilla

de brillantes

miradas, empapado

de azahares.

Pones roja la luna

y sollozantes los álamos cautivos, pero vienes

¡demasiado tarde!

¡ya he enrollado la noche de mi cuento

en el estante!

Sin ningún viento,

¡hazme caso!

gira, corazón;

gira, corazón.

Aire del Norte,

¡oso blanco del viento!

llegas sobre mi carne

tembloroso de auroras

boreales,

con tu capa de espectros

capitanes,

y riyéndote a gritos

del Dante,

¡oh pulidor de estrellas!

pero vienes demasiado tarde.

Mi almario está musgoso

y he perdido la llave.

Sin ningún viento,

¡hazme caso!

gira, corazón;

gira, corazón.

Brisas, gnomos y vientos

de ninguna parte.

Mosquitos de la rosa

de pétalos pirámides.

Alisios destetados

entre los rudos árboles,

flautas en la tormenta,

¡dejadme!

tiene recias cadenas

mi recuerdo,

y está cautiva el ave

que dibuja con trinos

la tarde.

Las cosas que se van no vuelven nunca

todo el mundo lo sabe,

y entre el claro gentío de los vientos

es inútil quejarse. ,

¿Verdad, chopo, maestro de la brisa?

¡es inútil quejarse!

Sin ningún viento,

¡hazme caso!

gira, corazón;

gira, corazón.

LOS ENCUENTROS DE UN CARACOL AVENTURERO

Diciembre de 1918. ( Granada.)

A Ramón P. Roda.

Hay dulzura infantil

en la mañana quieta.

Los árboles extienden

sus brazos a la tierra.



Un vaho tembloroso

cubre las sementeras,

y las arañas tienden

sus caminos de seda

–rayas al cristal limpio

del aire.-

En la alameda

un manantial recita

su canto entre las hierbas.

Y el caracol, pacífico

burgués de la vereda,

ignorado y humilde,

el paisáje contempla..

La divina quietud

de la Naturaleza

le dio valor y fe,

y olvidando las penas

de su hogar, deseó

ver el fin de la senda.

Echó a andar a internóse

en un bosque de yedras

y de ortigas. En medio

había dos ranas viejas

que tomaban el sol,

aburridas y enfermas.

Esos cantos modernos,

murmuraba una de ellas,

son inútiles. Todos,

amiga, le contesta

la otra rana, que estaba

herida y casi ciega:

cuando joven creía

que si al fin Dios oyera

nuestro canto, tendría

compasión. Y mi ciencia,

pues ya he vivido mucho,

hace que no lo crea,

yo ya no canto más...

Las dos ranas se quejan

pidiendo una limosna

a una ranita nueva

que pasa presumida

apartando las hierbas.

Ante el bosque sombrío

el caracol se aterra.

Quiere gritar. No puede.

Las rams se le acercan.

¿Es una mariposa?,

dice la casi ciega.

Tiene dos cuernecitos,

la otra rana contesta.

Es el caracol. ¿Vienes,

caracol, de otras tierras?

Vengo de mi casa y quiero

volverme muy pronto a ella.

Es un bicho muy cobarde,

exclama la rana ciega.

¿No cantas nunca? No canto,

dice el caracol. ¿Ni rezas?

Tampoco: nunca aprendí.

¿Ni crees en la vida eterna?

¿Qué es eso?

Pues vivir siempre

en el agua más serena,

junto a una tierra florida

que a un rico manjar sustenta.

Cuando niño a mí me dijo,

un día, mi pobre abuela

que al morirme yo me iría

sobre las hojas más tiernas

de los árboles más altos.

Una hereje era tu abuela.

La verdad te la decimos

nosotras. Creerás en ella,

dicen las ranas furiosas.

¿Por qué quise ver la senda?

gime el caracol. Sí creo

por siempre en la vida eterna

que predicáis...

Las ranas,

muy pensativas, se alejan,

y el caracol, asustado,

se va perdiendo en la selva.

Las dos ranas mendigas

como esfinges se quedan.

Una de ellas pregunta:

¿Crees tú en la vida eterna?

Yo no, dice muy triste

la rana herida y ciega.

¿Por qué hemos dicho, entonces,

al caracol que crea?

Porque... No sé por qué,

dice la rana ciega.

Me lleno de emoción

al sentir la firmeza

con que llaman mis hijos

a Dios desde la acequia...

E1 pobre caracol

vuelve atrás. Ya en la senda

un silencio ondulado

mana de la alameda.

Con un grupo de hormigas

encarnadas se encuentra.

Van muy alborotadas,

arrastrando tras ellas

a otra hormiga que tiene

tronchadas las antenas.

El caracol exclama:

hormiguitas, paciencia.

¿Por qué así maltratáis

a vuestra compañera?

Contadme lo que ha hecho.

Yo juzgaré en conciencia.

Cuéntalo tú, hormiguita.

La hormiga medio muerta,

dice muy tristemente:

yo he visto las estrellas.

¿Qué son estrellas?, dicen

las hormigas inquietas.

Y el caracol pregunta

pensativo: ¿estrellas?

Sí, repite la hormiga,

he visto las estrellas.

Subí al árbol más alto

que tiene la alameda

y vi miles de ojos

dentro de mis tinieblas.

E1 caracol pregunta:

¿pero qué son estrellas?

Son luces que llevamos

sobre nuestra cabeza.

Nosotras no las vemos,

las hormigas comentan.

Y el caracol: mi vista

sólo alcanza a las hierbas.

Las hormigas exclaman

moviendo sus antenas:

te mataremos, eres

perezosa y perversa.

El trabajo es tu ley.

Yo he visto a las estrellas,

dice la hormiga herida.

Y el caracol sentencia:

dejadla que se vaya,

seguid vuestras faenas.

Es fácil que muy pronto

ya rendida se muera.

Por el aire dulzón

ha cruzado una abeja.

La hormiga agonizando

huele la tarde inmensa

y dice: es la que viene

a llevarme a una estrella.

Las demás hormiguitas

huyen al verla muerta.

E1 caracol suspira

y aturdido se aleja

lleno de confusión

por lo eterno. La senda

no tiene fin, exclama.

Acaso a las estrellas

se llegue por aquí.

Pero mi gran torpeza

me impedirá llegar.

No hay que pensar en ellas.

Todo estaba brumoso

de sol débil y niebla.

Campanarios lejanos

llaman gente a la iglesia.

Y el caracol, pacífico

burgués de la vereda,

aturdido a inquieto

el paisaje contempla.

CANCION OTOÑAL

Noviembre de 1918. ( Granada.)

Hoy siento en el corazón

un vago temblor de estrellas,

pero mi senda se pierde

en el alma de la niebla.

La luz me troncha las alas

y el dolor de mi tristeza

va mojando los recuerdos

en la fuente de la idea.

Todas las rosas son blancas,

tan blancas como mi pena,

y no son las rosas blancas.

que ha nevado sobre ellas.

Antes tuvieron el iris.

También sobre el alma nieva.

La nieve del alma tiene

copos de besos y escenas

que se hundieron en la sombra

o en la luz del que las piensa.

La nieve cae de las rosas

pero la del alma queda,

y la garra de los años

hace un sudario con ellas.

¿Se deshelará la nieve

cuando la muerte nos lleva?

¿O después habrá otra nieve

y otras rosas más perfectas?

¿Será la paz con nosotros

como Cristo nos enseña?

¿O nunca será posible

la solución del problema?

¿Y si el amor nos engaña?

¿Quién la vida nos alienta

si el crepúsculo nos hunde

en la verdadera ciencia

del bien que quizá no exista

y del mal que late cerca?

¿Si la esperanza se apaga

y la Babel se comienza

qué antorcha iluminará

los caminos en la Tierra?

¿Si el azul es un ensueño

qué será de la inocencia?

¿Qué será del corazón

si el amor no tiene flechas?

¿Y si la muerte es la muerte

qué será de los poetas

y de las cosas dormidas

que ya nadie las recuerda?

¡Oh sol de las esperanzas!

¡Agua clara! ¡Luna nueva!

¡Corazones de los niños!

¡Almas rudas de las piedras!

Hoy siento en el corazón

un vago temblor de estrellas

y todas las rosas son

tan blancas como mi pena.

CANCION PRIMAVERAL

28 de marzo de 1919. (Granada.)

I

Salen los niños alegres

de la escuela,

poniendo en el aire tibio

del abril, canciones tiernas.

¡Qué alegría tiene el hondo

silencio de la calleja!

Un silencio hecho pedazos

por risas de plata nueva.

II

Voy camino de la tarde

entre flores de la huerta,

dejando sobre el camino

el agua de mi tristeza.

En el monte solitario,

un cementerio de aldea

parece un campo sembrado

con granos de calaveras.

Y han florecido cipreses

como gigantes cabezas

que con órbitas vacías

y verdosas cabelleras,

pensativos y dolientes

el horizonte contemplan.

¡Abril divino, que vienes

cargado de sol y esencias,

llena con nidos de oro

las floridas calaveras!

CANCIÓN MENOR

Diciembre de 1918. ( Granada.)

Tienen gotas de rocío

las alas del ruiseñor,

gotas claras de la luna

cuajadas por su ilusión.

Tiene el mármol de la fuente

el beso del surtidor,

sueño de estrellas humildes.

Las niñas de los jardines

me dicen todas adiós

cuando paso. Las campanas

también me dicen adiós.

Y los árboles se besan

en el crepúsculo. Yo

voy llorando por la calle,

grotesco y sin solución,

con tristeza de Cyrano

y de Quijote, redentor

de imposibles infinitos

con el ritmo del reloj.

Y veo secarse los lirios

al contacto de mi voz

manchada de luz sangrienta,

y en mi lírica canción

llevo galas de payaso

empolvado. El amor

bello y lindo se ha escondido

bajo una araña. El sol

como otra araña me oculta

con sus patas de oro. No

conseguiré mi ventura,

pues soy como el mismo Amor,

cuyas flechas son de llanto,

y el carcaj el corazón.

Daré todo a los demás

y lloraré mi pasión

como niño abandonado

en cuento que se borró.

ELEGIA A DOÑA JUANA LA LOCA

Diciembre de 1918 . (Granada.)

A Melchor Fernández Almagro.

Princesa enamorada sin ser correspondida.

Clavel rojo cn un valle profundo y desolado.

La tumba que te guarda rezuma tu tristeza

a través de los ojos que ha abierto sobre el mármol.

Eras una paloma con alma gigantesca

cuyo nido fue sangre del suelo castellano,

derramaste tu fuego sobre un cáliz de nieve

y al querer alentarlo tus alas se troncharon.

Soñabas que tu amor fuera como el infante

que te sigue sumiso recogiéndo tu manto.

Y en vez de flores, versos y collares de perlas,

te dio la Muerte rosas marchitas en un ramo.

Tenías en el pecho la formidable aurora

de Isabel de Segura. Melibea. Tu canto

como alondra que mira quebrarse el horizonte

se torna de repente monótono y amargo.

Y tu grito estremece los cimientos de Burgos

y oprime la salmodia del coro cartujano,

y choca con los ecos de las lentas campanas

perdiéndose en la sombra tembloroso y rasgado.

Tenías la pasión que da el cielo de España,

la pasión del puñal, de la ojera y el llanto.

¡Oh princesa divina de crepúsculo rojo

con la rueca de hierro y de acero lo hilado!

Nunca tuviste el nido, ni el madrigal doliente

ni el laúd juglaresco que solloza lejano.

Tu juglar fue un mancebo con escamas de plata

y un eco de trompeta su acento enamorado.

Y sin embargo, estabas para el amor formada,

hecha para el suspiro, el mimo y el desmayo,

para llorar tristezas sobre el pecho querido

deshojando una rosa de olor entre los labios.

Para mirar la luna bordada sobre el río

y sentir la nostalgia que en sí lleva el rebaño

y mirar los eternos jardines de la sombra,

¡oh princesa morena que duermes bajo el mármol!

¿Tienes los ojos negros abiertos a la luz

o se enredan serpientes a tus senos exhaustos...?

¿Dónde fueron tus besos lanzados a los vientos?

¿Dónde fue la tristeza de tu amor desgraciado?

En el cofre de plomo, dentro de to esqueleto,

tendrás el corazón partido en mil pedazos.

Y Granada te guarda como santa reliquia,

¡oh princesa morena que duermes bajo el mármol!

Eloísa y Julieta fueron dos margaritas

pero tú fuiste un rojo clavel ensangrentado

que vino de la tierra dorada de Castilla,

a dormir entre nieve y cipresales castos.

Granada era tu lecho de muerte, Doña Juana,

los cipreses tus cirios, la sierra tu retablo.

Un retablo de nieve que mitigue tus ansias,

¡con el agua que pasa junto a ti! ¡La del Dauro!

Granada era tu lecho de muerte, Doña Juana,

la de las torres viejas y del jardín callado,

la de la yedra muerta sobre los muros rojos,

la de la niebla azul y el arrayán romántico.

Princesa enamorada y mal correspondida.

Clavel rojo en un valle profundo y desolado.

La tumba que te guarda rezuma to tristeza

a través de los ojos que ha abierto sobre el mármol.



¡CIGARRA!

3 de agosto de 1918. ( Fuente Vaqueros, Granada.)

A Maria Luisa.

¡Cigarra!

¡Dichosa tú!,

que sobre el lecho de tierra

mueres borracha de luz.

Tú sabes de las campiñas

el secreto de la vida,

y el cuento del hada vieja

que nacer hierba sentía

en ti quedóse guardado.

¡Cigarra!

¡Dichosa tú!,

pues mueres bajo la sangre

de un corazón todo azul.

La luz es Dios que desciende

y el sol

brecha por donde se filtra.

¡Cigarra!

¡Dichosa tú!,

pues sientes en la agonía

todo el peso del azul.

Todo lo vivo que pasa

por las puertas de la muerte

va con la cabeza baja

y un aire blanco durmiente.

Con habla de pensamiento.

Sin sonidos...

Tristemente,

cubierto con el silencio

que es el manto de la muerte

Mas tú, cigarra encantada,

derramando son te mueres

y quedas transfigurada

en sonido y luz celeste.



¡Cigarra!

¡Dichosa tú!,

pues te envuelve con su manto

el propio Espíritu Santo,

que es la luz.

¡Cigarra!

Estrella sonora

sobre los campos dormidos,

vieja amiga de las ranas

y de los oscuros grillos,

tienes sepulcros de oro

en los rayos tremolinos

del sol que dulce te hiere

en la fuerza del estío,

y el sol se lleva tu alma

para hacerla luz.

Sea mi corazón cigarra

sobre los campos divinos.

Que muera cantando lento

por el cielo azul herido

y cuando esté ya expirando

una mujer que adivino

lo derrame eon sus manos

por el polvo.

Y mi sangre sobre el campo

sea rosado y dulce limo

donde claven sus azadas

los cansados campesinos.

¡Cigarra!

¡Dichosa tú!,

pues te hieren las espadas invisibles

del azul

BALADA TRISTE

(PEQUEÑO POEMA

Abril de 1918. (Granada.)

¡Mi corazón es una mariposa,

niños buenos del prado!.

que presa por la araña gris del tiempo

tiene el polen fatal del desengaño.

De niño yo canté como vosotros,

niños buenos del prado,

solté mi gavilán con las temible;

cuatro uñas de gato,

Pasé por el jardín de Cartagena

la verbena invocando

y perdí la sortija de mi dicha

al pasar el arroyo imaginario.

Fui también caballero

una tarde fresquita de mayo.

Ella era entonces para mí el enigma,

Estrella azul sobre mi pecho intacto.

Cabalgué lentamente hacia los cielos,

era un domingo de pipirigallo,

y vi que en vez de rosas y claveles

ellá tronchaba lirios con sus manos.

Yo siempre fui intranquilo,

niños buenos del prado,

el elladel romance me sumía

en ensoñares claros:

¿Quién será la que coge los claveles

y las rosas de mayo?

¿Y por qué la verán sólo los niños

a lomos de Pegaso?

¿Será esa misma la que en los rondones

con tristeza llamamos

estrella, suplicándole que salga

a danzar por el campo?...

En abril de mi infancia yo cantaba,

niños buenos del prado,

la ellaimpenetrable del romance

donde sale Pegaso.

Yo decía en las noches la tristeza

de mi amor ignorado,

y la luna lunera ¡qué sonrisa

ponía entre sus labios!

¿Quién será la que corta los claveles

y las rosas de mayo?

Y de aquella chiquita, tan bonita,

que su madre ha casado,

¿en qué oculto rincón de cementerio

dormirá su fracaso?

Yo solo con mi amor desconocido,

sin corazón, sin llantos,

hacia el techo imposible de los cielos

con un gran sol por báculo.

¡Qué tristeza tan seria me da sombra!

niños buenos del prado,

cómo recuerda dulce el corazón

los días ya lejanos...

¿Quién será la que corta los claveles

y las rosas de mayo?



MAÑANA

7 de agosto de 1918 . (Fuente Vaqueros, Granada.)

A Fernando Marchesi.

Y la canción del agua

es una cosa eterna.

Es la savia entrañable

que madura los campos.

Es sangre de poetas

que dejaron sus almas

perderse en los senderos

de la Naturaleza.

¡Qué armonías derrama

al brotar de la peña!

Se abandona a los hombre

con sus dulces cadencias,

La mañana está clara.

Los hogares humean,

y son los humos brazos

que levanta la niebla.

Escuchad los romances

del agua en las choperas.

¡Son pájaros sin alas

perdidos entre hierbas!

Los árboles que cantan

se tronchan y se secan.

Y se tornan llanuras

las montañas serenas.

Mas la canción del agua

es una cosa eterna.

Ella es luz hecha canto

de ilusiones románticas.

Ella es firme y suave

llena de cielo y mansa.

Ella es niebla y es rosa

de la eterna mañana.

Miel de luna que fluye

de estrellas enterradas.

¿Qué es el santo bautismo,

sino Dios hecho agua

que nos unge las frentes

con su sangre de gracia?

Por algo Jesucristo

en ella confirmóse,

por algo las estrellas

en sus ondas descansan.

Por algo madre Venus

en su seno engendróse,

que amor de amor tomamos

cuando bebemos agua.

Es el amor que corre

todo manso y divino,

es la vida del mundo,

la historia de su alma.

Ella lleva secretos

de las bocas humanas,

pues todos la besamos

y la sed nos apaga.

Es un arca de besos

de bocas ya cerradas,

es eterna cautiva,

del corazón hermana.

Cristo debió decirnos:

“Confesaos con el agua

de todos los dolores,

de todas las infamias.

¿A quién mejor, hermanos,

entregar nuestras ansias

que a ella que sube al cielo

en envolturas blancas?”

No hay estado perfecto

como al tomar el agua,

nos volvemos más niños

y más buenos: y pasan

nuestras penas vestidas

con rosadas guirnaldas.

Y los ojos se pierden

en regiones doradas.

¡Oh fortuna divina

por ninguno ignorada!

Agua dulce en que tantos

sus espíritus lavan,

no hay nada comparable

con tus orillas santas

si una tristeza honda

nos ha dado sus alas.

LA SOMBRA DE MI ALMA

Diciembre de 1919 . (Madrid.)

La sombra de mi alma

huye por un ocaso de alfabetos,

niebla de libros

y palabras.

¡La sombra de mi alma!

He llegado a la línea donde cesa

la nostalgia

y la gota de llanto se transforma

alabastro de espíritu.

(¡La sombra de mi alma!)

El copo del dolor

se acaba,

pero queda la razón y la sustancia

de mi viejo mediodía de labios,

de mi viejo mediodía

de miradas.

Un turbio laberinto

de estrellas ahumadas

enreda mi ilusión

casi marchita.

¡La sombra de mi alma!

Y una alucinación

Me ordeña las miradas.

Veo la palabra amor

desmoronada.

¡Ruiseñor mío!

¡Ruiseñor!

¿Aún cantas?

LLUVIA

Enero de 1919. ( Granada.)

La lluvia tiene un vago secreto de ternura,

algo de soñolencia resignada y amable.

Una música humilde se despierta con ella

que hace vibrar el alma dormida del paisaje.

Es un besar azul que recibe la Tierra,

el mito primitivo que vuelve a realizarse.

El contacto ya frío de cielo y tierra viejos

con una mansedumbre de atardecer constante.

Es la aurora del fruto. La que nos trae las flores

y nos unge de espíritu santo de los mares.

La que derrama vida sobre las sementeras

y en el alma tristeza de lo que no se sabe.

La nostalgia terrible de una vida perdida,

el fatal sentimiento de haber nacido tarde,

o la ilusión inquieta de un mañana imposible

con la inquietud cercana del dolor de la carne.

El amor se despierta en el gris de su ritmo,

nuestro cielo interior tiene un triunfo de sangre,

pero nuestro optimismo se convierte en tristeza,

al contemplar las gotas muertas en los cristales.

Y son las gotas ojos de infinito que miran

al infinito blanco que les sirvió de madre.

Cada gota de lluvia tiembla en el cristal turbio

y le dejan divinas heridas de diamante.

Son poetas del agua que han visto y que meditan

lo que la muchedumbre de los ríos no sabe.

¡Oh lluvia silenciosa, sin tormentas ni vientos,

lluvia mansa y serena de esquila y luz suave,

lluvia buena y pacifica que eres la verdadera,

la que amorosa y triste sobre las cosas caes!

¡Oh lluvia franciscana que llevas a tus gotas

almas de fuentes claras y humildes manantiales!

Cuando sobre los campos desciendes lentamente

las rosas de mi pecho con tus sonidos abres.

El canto primitivo que dices al silencio

y la historia sonora que cuentas al ramaje

los comenta llorando mi corazón desierto

en un negro y profundo pentagrama sin clave.

Mi alma tiene tristeza de la lluvia serena,

tristeza resignada de cosa irrealizable.

Tengo en el horizonte un lucero encendido

y el corazón me impide que corra a contemplarle.

¡Oh lluvia silenciosa que los árboles aman

y eres sobre el piano dulzura emocionante.

Das al alma las mismas nieblas y resonancias

que pones en el alma dormida del paisaje!



SI MIS MANOS PUDIERAN DESHOJAR

10 de noviembre de 1919. ( Granada.)

Yo pronuncio tu nombre

en las noches oscuras,

cuando vienen los astros

a beber en la luna

y duermen los ramajes

de las frondas ocultas.

Y yo me siento hueco

de pasión y de música.

Loco reloj que canta

muertas horas antiguas.

Yo pronuncio tu nombre,

en esta noche oscura,

y tu nombre me suena

más lejano que nunca.

Más lejano que todas las estrellas

y más doliente que la mansa lluvia

¿Te querré como entonces

alguna vez? ¿Qué culpa

tiene mi corazón?

Si la niebla se esfuma

¿qué otra pasión me espera?

¿será tranquila y pura?

¡¡si mis dedos pudieran

deshojar a la luna!!



EL CANTO DE LA MIEL

Noviembre de 1918. ( Granada.)

La miel es la palabra de Cristo,

el oro derretido de su amor.

El más allá del néctar,

la momia de la luz del paraíso.

La colmena es una estrella casta,

pozo de ámbar que alimenta el ritmo

de las abejas. Seno de los campos

tembloroso de aromas y zumbidos.

La miel es la epopeya del amor,

la materialidad de lo infinito.

Alma y sangre doliente de las flores

condensada a través de otro espíritu.

(Así la miel del hombre es la poesía

que mana de su pecho dolorido,

de un panal con la cera del recuerdo

formado por la abeja de lo íntimo.)

La miel es la bucólica lejana

del pastor, la dulzaina y el olivo,

hermana de la leche y las bellotas,

reinas supremas del dorado siglo.

La miel es como el sol de la mañana,

tiene toda la gracia del estío

y la frescura vieja del otoño.

Es la hoja marchita y es el trigo.

¡Oh divino licor de la humildad,

sereno como un verso primitivo!

La armonía hecha carne tú eres

el resumen genial de lo lírico.

En ti duerme la melancolía,

el secreto del beso y del grito.

Dulcísima. Dulce. Éste es to adjetivo.

Dulce como los vientres de las hembras.

Dulce como los ojos de los niños.

Dulce como la sombra de la noche.

Dulce como una voz.

O como un lirio.

Para el que lleva la pena y la lira,

eres sol que ilumina el camino.

Equivales a todas las bellezas,

al color, a la luz, a los sonidos.

¡Oh! Divino licor de la esperanza,

donde la perfección del equilibrio

llegan alma y materia en unidad

como en la hostia cuerpo y luz de Cristo.

Y el alma superior es de las flores.

¡Oh licor que esas almas has unido!

El que to gusta no sabe que traga

un resumen dorado del lirismo.

ELEGIA

Diciembre de 1918. (Granada.)

Como un incensario lleno de deseos,

pasas en la tarde luminosa y clara

con la carne oscura de nardo marchito

y el sexo potente sobre tu mirada.

Llevas en la boca to melancolía

de pureza muerta, y en la dionisíaca

copa de tu vientre la araña que teje

el velo infecundo que cubre la entraña

nunca florecida con las vivas rosas

fruto de los besos.

En tus manos blancas

llevas la madeja de tus ilusiones,

muertas para siempre, y sobre tu alma

la pasión hambrienta de besos de fuego

y tu amor de madre que sueña lejanas

visiones de cunas en ambientes quietos,

hilando en los labios lo azul de la nana.

Como Ceres dieras tus espigas de oro

si el amor dormido to cuerpo.tocara,

y como la virgen María pudieras

brotar de tus senos otra vía láctea.

Te marchitarás como la magnolia.

Nadie besará tus muslos de brasa.

Ni a tu cabellera llegarán los dedos

que la pulsen como las cuerdas de un arpa.

¡Oh mujer potente de ébano y de nardo!

cuyo aliento tiene blancor de biznagas.

Venus del mantón de Manila que sabe

del vino de Málaga y de la guitarra.

¡Oh cisne moreno!, cuyo lago tiene

lotos de saetas, olas de naranjas

y espumas de rojos claveles que aroman

los nidos marchitos que hay bajo sus alas.

Nadie te fecunda. Mártir andaluza,

tus besos debieron ser bajo una parra

plenos del silencio que tiene la noche

y del ritmo turbio del agua estancada.

Pero tus ojeras se van agrandando

y tu pelo negro va siendo de plata;

tus senos resbalan escanciando aromas

y empieza a curvarse tu espléndida espalda.

¡Oh mujer esbelta, maternal y ardiente!

Virgen dolorosa que tiene clavadas

todas las estrellas del cielo profundo

en su corazón ya sin esperanza.

Eres el espejo de una Andalucía

que sufre pasiones gigantes y calla,

pasiones mecidas por los abanicos

y por las mantillas sobre las gargantas

que tienen temblores de sangre, de nieve

y arañazos rojos hechos por miradas.

Te vas por la niebla del otoño, virgen

como Inés, Cecilia, y la dulce Clara,

siendo una bacante que hubiera danzado

de pámpanos verdes y vid coronada.

La tristeza inmensa que flota en tus ojos

nos dice tu vida rota y fracasada,

la monotonía de tu ambiente pobre

viendo pasar gente desde tu ventana,

oyendo la lluvia sobre la amargura

que tiene la vieja calle provinciana,

mientras que a to lejos suenan los clamores

turbios y confusos de unas campanadas.

Mas en vano escuchaste los acentos del aire.

Nunca llegó a tu oído la dulce serenata.

Detrás de tus cristales aún miras anhelante:

¡Qué tristeza tan honda tendrás dentro del alma

al sentir en el pecho ya cansado y exhausto

la pasión de una niña recién enamorada!

Tu cuerpo irá a la tumba intacto de emociones.

Sobre la oscura tierra brotará una alborada.

De tus ojos saldrán dos claveles sangrientos

y de tus senos rosas como la nieve blancas.

Pero tu gran tristeza se irá con las estrellas,

como otra estrella digna de herirlas y eclipsarlas.



SANTIAGO

(BALADA INGENUA)

25 de julio de 1918. ( Fuente Vaqueros, Granada.)

I

Esta noche ha pasado Santiago

su camino de luz en el cielo.

Lo comentan los niños jugando

con el agua de un cauce sereno.

¿Dónde va el peregrino celeste

por el claro, infinito sendero?

Va a la aurora que brilla en el fondo

en caballo blanco como el hielo.

¡Niños chicos, cantad en el prado

horadando con risas el viento!

Dice un hombre que ha visto a Santiago

en tropel con doscientos guerreros.

Iban todos cubiertos de luces,

con guirnaldas de verdes luceros,

y el caballo que monta Santiago

era un astro de brillos intensos.

Dice el hombre que cuenta la historia

que en la noche dormida se oyeron

tremolar plateado de alas

que en sus ondas llevóse el silencio.

¿Qué sería que el río paróse?

Eran ángeles los caballeros.

¡Niños chicos, cantad en el prado

horadando con risas el viento!

Es la noche de luna menguante.

¡Escuchad! ¿Qué se siente en el cielo,

que los grillos refuerzan sus cuerdas

y dan voces los perros vegueros?

-Madre abuela, ¿cuál es el camino,

madre abuela, que yo no to veo?

-Mira bien y verás una cinta

de polvillo harinoso y espeso,

un borrón que parece de plata

o de nácar. ¿Lo ves?

-Ya lo veo.

-Madre abuela, ¿dónde está Santiago?

–Por allí marcha, con su cortejo,

la cabeza llena de plumajes

y de perlas muy finas el cuerpo,

con la luna rendida a sus plantas,

con el sol escondido en el pecho.

Esta noche en la vega se escuchan

los relatos brumosos del cuento.

¡Niños chicos, cantad en el prado,

horadando con risas el viento!

II

Una vieja que vive muy pobre

en la parte más alta del pueblo,

que posee una rueca inservible,

una virgen y dos gatos negros,

mientras hace la ruda calceta

con sus secos y temblones dedos,

rodeada de buenas comadres,

y de sucios chiquillos traviesos,

en la paz de la noche tranquila,

con las sierras perdidas en negro,

va contando con ritmos tardíos

la visión que ella tuvo en sus tiempos.


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