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Libro De Poemas
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Текст книги "Libro De Poemas"


Автор книги: Federico Garcia Lorca


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Поэзия


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Ella vio en una noche lejana

como ésta, sin ruidos ni vientos,

al apóstol Santiago en persona,

peregrino en la tierra del cielo.

-Y comadre, ¿cómo iba vestido?-

le preguntan dos voces a un tiempo.

-Con bordón de esmeraldas y perlas

y una túnica de terciopelo.

Cuando hubo pasado la puerta,

mis palomas sus alas tendieron,

y mi perro, que estaba dormido,

fue tras él, sus pisadas lamiendo.

Era dulce el Apóstol divino,

más aún que la luna de enero.

A su paso dejó por la senda

un olor de azucena y de incienso.

-Y comadre, ¿no le dijo nada?-

le preguntan dos voces a un tiempo.

-Al pasar me miró sonriente

y una estrella dejóme aquí dentro.

-¿Dónde tienes guardada esa estrella?-

le pregunta un chiquillo travieso.

-¿Se ha apagado -dijéronle otros-

como cosa de un encantamiento?

-No, hijos míos, la estrella relumbra,

que en el alma clavada la llevo.

-¿Cómo son las estrellas aquí?

–Hijo mío, igual que en el cielo.

-Siga, siga la vieja comadre.

¿Dónde iba el glorioso viajero?

-Se perdió por aquellas montañas

con mis blancas palomas y el perro.

Pero llena dejóme la casa

de rosales y de jazmineros,

y las uvas verdes de l.a parra

maduraron, y mi troje lleno

encontré a la siguiente mañana.

Todo obra del Apóstol bueno.

-¡Grande suerte que tuvo, comadre!-

sermonearon dos voces a un tiempo.

Los chiquillos están ya dormidos

y los campos en hondo silencio.

-¡Niños chicos, pensad en Santiago

por los turbios caminos del sueño!

¡Noche clara, finales de julio!

¡Ha pasado Santiago en el cielo!

La tristeza que tiene mi alma,

por el blanco camino la dejo

para ver si la encuentran los niños

y en el agua la vayan hundiendo,

para ver si en la noche estrellada

a muy lejos la llevan los vientos.

EL DIAMANTE

Noviembre de 1920. ( Granada.)

El diamante de una estrella

ha rayado el hondo cielo,

pájaro de luz que quiere

escapar del universo

y huye del enorme nido

donde estaba prisionero

sin saber que lleva atada

una cadena en el cuello.

Cazadores extrahumanos

están cazando luceros,

cisnes de plata maciza

en el agua del silencio.

Los chopos niños recitan

su cartilla; es el maestro

un chopo antiguo que mueve

tranquilo sus brazos muertos.

Ahora en el monte lejano

jugarán todos los muertos

a la baraja. ¡Es tan triste

la vida en el cementerio!

¡Rana, empieza tu cantar!

¡Grillo, sal de tu agujero!

Haced un bosque sonoro

con vuestras flautas. Yo vuelo

hacia mi casa intranquilo.

Se agitan en mi cerebro

dos palomas campesinas

y en el horizonte, ¡lejos!,

se hunde el arcaduz del día.

¡Terrible noria del tiempo!

MADRIGAL DE VERANO

Agosto de 1920. ( Vega de Zujaira.)

Junta tu roja boca con la mía,

¡oh Estrella la gitana!

Bajo el oro solar del mediodía

morderé la manzana.

En el verde olivar de la colina,

hay una torre mora

del color de tu carne campesina

que sabe a miel y aurora.

Me ofreces en tu cuerpo requemado,

el divino alimento

que da flores al cauce sosegado

y luceros al viento.

¿Cómo a mí te entregaste, luz morena?

¿Por qué me diste llenos

de amor tu sexo de azucena

y el rumor de tus senos?

¿No fue por mi figura entristecida?

(¡Oh mis torpes andares!)

¿Te dio lástima acaso de mi vida,

marchita de cantares?

¿Cómo no has preferido a mis lamentos

los muslos sudorosos de un San Cristóbal campesino, lentos

en el amor y hermosos?

Danaide del placer eres conmigo.

Femenino Silvano.

Huelen tus besos como huele el trigo

reseco del verano.

Entúrbiame los ojos con tu canto.

Deja tu cabellera

extendida y solemne como un manto

de sombra en la pradera.

Píntame con tu boca ensangrentada

un cielo del amor,

en un fondo de carne la morada

Estrella de dolor.

Mi pegaso andaluz está cautivo

de tus ojos abiertos,

volará desolado y pensativo

cuando los vea muertos.

Y aunque no me quisieras te querría

por tu mirar sombrío

como quiere la alondra al nuevo día,

sólo por el rocío.

Junta tu roja boca con la mía,

¡oh Estrella la gitana!

Déjame bajo el claro mediodía

consumir la manzana.

CANTOS NUEVOS

Agosto de 1920. ( Vega de Zujaira.)

Dice la tarde: “¡Tengo sed de sombra!”

Dice la luna: “Yo, sed de luceros.”

La fuente cristalina pide labios

y suspiros el viento.

Yo tengo sed de aromas y de risas,

sed de cantares nuevos

sin lunas y sin lirios,

y sin amores muertos.

Un cantar de mañana que estremezca

a los remansos quietos

del porvenir. Y llene de esperanza

sus ondas y sus cienos.

Un cantar luminoso y reposado

pleno de pensamiento,

virginal de tristezas y de angustias

y virginal de ensueños.

Cantar sin carne lírica que llene

de risas el silencio.

(Una bandada de palomas ciegas

lanzadas al misterio.)

Cantar que vaya al alma de las cosas

y al alma de los vientos

y que descanse al fin de la alegría

del corazón eterno.

ALBA

Abril de 1919. ( Granada.)

Mi corazón oprimido .

siente junto a la alborada

el dolor de sus amores

y el sueño de las distancias.

La luz de la aurora lleva

semilleros de nostalgias

y la tristeza sin ojos

de la médula del alma.

La gran tumba de la noche

su negro velo levanta

para ocultar con el día

la inmensa cumbre estrellada.

¡Qué haré yo sobre estos campos

cogiendo nidos y ramas,

rodeado de la aurora

y llena de noche el alma!

¡Qué haré si tienes tus ojos

muertos a las luces claras

y no ha de sentir mi carne

el calor de tus miradas!

¿Por qué te perdí por siempre

en aquella tarde clara?

Hoy mi pecho está reseco

como una estrella apagada.



EL PRESENTIMIENTO

Agosto de 1920. ( Vega de Zujaira.)

El presentimiento

es la sonda del alma

en el misterio.

Nariz del corazón,

palo de ciego

que explora en la tiniebla

del tiempo.

Ayer es lo marchito,

el sentimiento

y el campo funeral

del recuerdo.

Anteayer

es lo muerto.

Madriguera de ideas moribundas,

de pegasos sin freno.

Malezas de memorias

y desiertos

perdidos en la niebla

de los sueños.

Nada turba los siglos

pasados.

No podemos

arrancar un suspiro

de lo viejo.

El pasado se pone

su coraza de hierro

y tapa sus oídos

con algodón del viento.

Nunca podrá arrancársele

un secreto.

Sus músculos de siglos

y su cerebro

de marchitas ideas

en feto

no darán el licor que necesita

el corazón sediento.

Pero el niño futuro

nos dirá algún secreto

cuando juegue en su cama

de luceros.

Y es fácil engañarle;

por eso,

démosle con dulzura

nuestro seno.

Que el topo silencioso

del presentimiento

nos traerá sus sonajas

cuando se esté durmiendo.

CANCIÓN PARA LA LUNA

Agosto de 1920.

Blanca tortuga,

luna dormida,

¡qué lentamente

caminas!

Cerrando un párpado

de sombra, miras

cual arqueológica

pupila.

Que quizá sea...

(Satán es tuerto)

una reliquia.

Viva lección

para anarquistas.

Jehová acostumbra

sembrar su finca

con ojos muertos

y cabecitas

de sus contrarias

milicias.

Gobierna rígido

la Faz divina

con su turbante

de niebla fría,

poniendo dulces

astros sin vida

al rubio cuervo

del día.

Por eso, luna,

¡luna dormida!

vas protestando

seca de brisas,

del gran abuso

la tiranía

de ese Jehová

que os encamina

por una senda

¡siempre la misma!

Mientras Él goza

en compañía

de Doña Muerte,

que es su querida..

Blanca tortuga,

luna dormida,

casta Verónica

del sol que limpias

en el ocaso

su faz rojiza.

Ten esperanza,

muerta pupila,

que el Gran Lenin

de tu campiña

será la Osa

Mayor, la arisca

fiera del cielo

que irá tranquila

a dar su abrazo

de despedida,

al viejo enorme

de los seis días.

Y entonces, luna

blanca, vendría

el puro reino

de la ceniza.

(Ya habréis notado

que soy nihilista.)



ELEGÍA DEL SILENCIO

Julio de 1320.

Silencio, ¿dónde llevas

tu cristal empañado

de risas, de palabras

y sollozos del árbol?

¿Cómo limpias, silencio,

el rocío del canto

y las manchas sonoras

que los mares lejanos

dejan sobre la albura

serena de tu manto?

¿Quién cierra tus heridas

cuando sobre los campos

alguna vieja noria

clava su lento dardo

en tu cristal inmenso?

¿Dónde vas si al ocaso

te hieren las campanas

y quiebran tu remanso

las bandadas de coplas

y el gran rumor dorado

que cae sobre los montes

azules sollozando?

El aire del invierno

hace su azul pedazos,

y troncha tus florestas

el lamentar callado

de alguna fuente fría.

Donde posas tus manos,

la espina de la risa

o el caluroso hachazo

de la pasión encuentras.

Si te vas a los astros,

el zumbido solemne

de los azules pájaros

quiebra el gran equilibrio

de tu escondido cráneo.

Huyendo del sonido

eres sonido mismo,

espectro de armonía,

humo de grito y canto.

Vienes para decirnos

en las noches oscuras

la palabra infinita

sin aliento y sin labios.

Taladrado de estrellas

y maduro de música,

¿dónde llevas, silencio,

tu dolor extrahumano,

dolor de estar cautivo

en la araña melódica,

ciego ya para siempre

tu manantial sagrado?

Hoy arrastran tus ondas

turbias de pensamiento

la ceniza sonora

y el dolor del antaño.

Los ecos de los gritos

que por siempre se fueron.

El estruendo remoto

del mar, momificado.

Si Jehová se ha dormido

sube al trono brillante,

quiébrale en su cabeza

un lucero apagado,

y acaba seriamente

con la música eterna,

la armonía sonora

de luz y mientras tanto,

vuelve a tu manantial,

donde en la noche eterna,

antes que Dios y el tiempo,

manabas sosegado.



BALADA DE UN DIA DE JULIO

Julio de 1919.

Esquilones de plata

llevan los bueyes.

-¿Dónde vas, niña mía,

de sol y nieve?

-Voy a las margaritas

del prado verde.

-El prado está muy lejos

y miedo tienes.

-Al airón y a la sombra

mi amor no teme.

-Teme al sol, niña mía,

de sol y nieve.

-Se fue de mis cabellos

ya para siempre.

-¿Quién eres, blanca niña?

¿De dónde vienes?

-Vengo de los amores

y de las fuentes.

Esquilones de plata

llevan los bueyes.

-¿Qué llevas en la boca

que se to enciende?

-La estrella de mi amante

que vive y muere.

-¿Qué llevas en el pecho

tan fino y leve?

-La espada de mi amante

que vive y muere.

-¿Qué llevas en los ojos,

negro y solemne?

-Mi pensamiento triste

que siempre hiere.

-¿Por qué llevas un manto

negro de muerte?

-¡Ay, yo soy la viudita

triste y sin bienes.

Del conde del Laurel

de los Laureles!

-¿A quién buscas aquí

si a nadie quieres?

-Busco el cuerpo del conde

de los Laureles.

-¿Tú buscas el amor,

viudita aleve?

Tú buscas un amor

que ojalá encuentres.

-Estrellitas del cielo

son mis quereres,

¿dónde hallaré a mi amante

que vive y muere?

-Está muerto en el agua,

niña de nieve,

cubierto de nostalgias

y de claveles.

-¡Ay! caballero errante

de los cipreses,

una noche. de luna

mi alma te ofrece.

-¡Ah! Isis soñadora.

Niña sin mieles,

la que en bocas de niños

su cuento vierte.

Mi corazón te ofrezco,

corazón tenue,

herido por los ojos

de las mujeres.

-Caballero galante,

con Dios te quedes.

Voy a buscar al conde

de los Laureles.

-Adiós, mi doncellita,

rosa durmiente,

tú vas para el amor

y yo a la muerte.

Esquilones de plata

llevan los bueyes.

Mi corazón desangra

como una fuente.



IN MEMORIAM

Agosto de 1920.

Dulce chopo,

dulce chopo,

te has puesto

de oro.

Ayer estabas verde,

un verde loco

de pájaros gloriosos.

Hoy estás abatido

bajo el cielo de agosto

como yo bajó el cielo

de mi espíritu rojo.

La fragancia cautiva

de tu tronco

vendrá a mi corazón

piadoso,

¡rudo abuelo del prado!

Nosotros

nos hemos puesto

de oro.



SUEÑO

Mayo de 1919.

Mi corazón reposa junto a la fuente fría.

(Llénala con tus hilos,

araña del olvido.)

El agua de la fuente su cancióh le decía.

(Llénala con tus hilos,

araña del olvido.)

Mi corazón despierto sus amores decía.

(Araña del silencio,

téjele tu misterio.)

El agua de la fuente lo escuchaba sombría.

(Araña del silencio,

téjele to misterio.)

Mi corazón se vuelca sobre la fuente fría.

(Manos blancas, lejanas,

detened a las aguas.)

Y el agua se lo lleva cantando de alegría.

(¡Manos blancas, lejanas,

nada queda en las aguas!)

PAISAJE

Junio de 1920.

Las estrellas apagadas

llenan de ceniza el río

verdoso y frío.

La fuente no tiene trenzas.

Ya se han quemado los nidos

escondidos.

Las ranas hacen del cauce

una siringa encantada

desafinada.

Sale del monte la luna,

con su cara bonachona

de jamona.

Una estrella le hace burla

desde su casa de añil

infantil.

E1 débil color rosado

hace cursi el horizonte

del monte.

Y observo que el laurel tiene

cansancio de ser poético

y profético.

Como la hemos visto siempre

el agua se va durmlendo,

sonriyendo.

Todo llora por costumbre.

Todo el campo se lamenta

sin darse cuenta.



Yo, por no desafinar,

digo por educación:

"¡Mi corazón!"

Pero una grave tristeza

tiñe mis labios manchados

de pecados.

Yo voy lejos del paisaje.

Hay en mi pecho una hondura

de sepultura.

Un murciélago me avisa

que el sol se esconde doliente

en el poniente.

¡Pater noster por mi amor!

(Llanto de las alamedas

y arboledas.)

En el carbón de la tarde

miro mis ojos lejanos,

cual milanos.

Y despeino mi alma muerta

con arañas de miradas

olvidadas.

Ya es de noche, y las estrellas

clavan puñales al río

verdoso y frío.



NOVIEMBRE

Noviembre de 1920.

Todos los ojos

estaban abiertos

frente a la soledad

despintada por el llanto.

Tin

Tan,

Tin

Tan.

Los verdes cipreses

guardaban su alma

arrugada por el viento,

y las palabras como guadañas

segaban almas de flores.

Tin

Tan,

Tin

Tan.

El cielo estaba marchito.

¡Oh tarde cautiva por las nubes,

esfinge sin ojos!

Obeliscoy chimeneas

hacían pompas de jabón.

Tin

Tan,

Tin

Tan.

Los ritmos se curvaban

y se curvaba el aire,

guerreros de niebla

hacían de los árbolus

catapultas.

Tin

Tan,

Tin

Tan.

¡Oh tarde,

tarde de mi otro beso!

Tema lejano de mi sombra,

¡sin rayo de oro!

Cascabel vacío.

Tarde desmoronada

sobre piras de silencio.

Tin

Tan,

Tin

Tan.

PREGUNTAS

Mayo de 1918.

Un pleno de cigarras tiene el campo.

–¿Qué dices, Marco Aurelio,

de estas viejas filósofas del llano?

¡Pobre es tu pensamiento!

Corre el agua del río mansamente.

–¡Oh Sócrates! ¿Qué ves

en el agua que va a la amarga muerte?

¡Pobre y triste es tu fe!

Se deshojan las rosas en el lodo.

–¡Oh, dulce Juan de Dios!

¿Qué ves en estos pétalos gloriosos?

¡Chico es tu corazón!



LA VELETA YACENTE

Diciembre de 1920. ( Madrid.)

El duro corazón de la veleta

entre el libro del tiempo

(una hoja la tierra y otra hoja el cielo) .

Aplastóse doliente sobre letras

de tejados viejos.

Lírica flor de torre

y luna de los vientos,

abandona el estarribre de la cruz

y dispersa sus pétalos,

para caer sobre las losas frías

comida por la oruga

de los ecos.

Yaces bajo una acacia.

¡Memento!

No podías latir

porque eras de hierro...

mas poseíste la forma;

¡conténtate con eso!

y húndete bajo el verde

légamo,

en busca de tu gloria

de fuego,

aunque te llamen tristes

las torres desde lejos

y oigas en las veletas

chirriar tus compañeros.

Húndete bajo el paño

verdoso de tu lecho,

que ni la blanca monja,

ni el perro,

ni la luna menguante,

ni el lucero,

ni el turbio sacristán

del convento,

recordarán tus gritos

del invierno.

Húndete lentamente,

que si no, luego,

te llevarán los hombres

de los trapos viejos.

Y ojalá pudiera darte

por compañero...

este corazón mío

¡tan incierto!



CORAZON NUEVO

Junio de 1918. ( Granada.)

Mi corazón, como una sierpe,

se ha desprendido de su piel,

y aquí la miro entre mis dedos

llena de heridas y de miel.

Los pensamientos que anidaron

en tus arrugas ¿dónde están?

¿dónde las rosas que aromaron

a Jesucristo y a Satán?

¡Pobre envoltura que ha oprimido

a mi fantástico lucero!

Gris pergamino dolorido

de lo que quise y ya no quiero.

Yo veo en ti fetos de ciencias,

momias de versos y esqueletos

de mis antiguas inocencias

y mis románticos secretos.

¿Te colgaré sobre los muros

de mi museo sentimental,

junto a los gélidos y oscuros

lirios durmientes de mi mal?

¿O te pondré sobre los pinos

–libro doliente de mi amor-

para que sepas de los trinos

que da a la aurora el ruiseñor?



SE HA PUESTO EL SOL

Agosto de 1920.

Se ha puesto el sol. Los árboles

meditan como estatuas.

Ya está el trigo segado.

¡Qué tristeza

de las norias paradas!

Un perro campesino

quiere comerse a Venus, y le ladra.

Brilla sobre su campo de pre-beso,

como una gran manzana.

Los mosquitos -Pegasos del rocío

vuelan, el aire en calma.

La Penélope inmensa de la luz

teje una noche clara.

Hijas mías, dormid, que viene el lobo,

las ovejitas balan.

¿Ha llegado el otoño, compañeras?

dice una flor ajada.

Ya vendrán los pastores con sus nidos

por la sierra lejana,

ya jugarán las niñas en la puerta

de la vieja posada,

y habrá coplas de amor

que ya se saben

de memoria las casas.



PAJARITA DE PAPEL

Julio de 1920.

¡Oh pajarita de papel!

águila de los niños.

Con las plumas de letras,

sin palomo y sin nido.

Las manos aún mojadas de misterio

te crean en un frío

anochecer de otoño, cuando mueren

los pájaros y el ruido

de la lluvia nos hace amar la lámpara,

el corazón y el libro.

Naces para vivir unos minutos

en el frágil castillo

de naipes que se eleva tembloroso

como el tallo de un lirio,

y meditas allí ciega y sin alas

que pudiste haber sido

el atleta grotesco que sonríe

ahorcado por un hilo,

el barco silencioso sin remeros ni velamen,

el lírico

buque fantasma del miedoso insecto,

o el triste borriquito

que escarnecen, haciéndolo Pegaso,

los soplos de los niños.

Pero en medio de tu meditación

van gotas de humorismo.

Hecha con la corteza de la ciencia

te ríes del destino,

y gritas: Blanca Flor no muere nunca,

ni se muere Luisito.

La mañana es eterna, es eterna

la fuente del rocío.

Y aunque no crees en nada dices esto,

no se enteren los niños

de que hay sombra detrás de las estrellas

y sombra en tu castillo.

En medio de la mesa, al derrumbarse

tu azul mansión, has visto

que el milano te mira ansiosamente:

Es un recién nacido,

una pompa de espuma sobre el agua

del sufrimiento vivo.

Y tú vas a sus labios luminosos

mientras ríen los niños,

y callan los papás, no se despierten

los dolores vecinos.

Así pájaro clown desapareces

para nacer en otro sitio,

así pájaro esfinge das tu alma

de ave fénix al limbo.

MADRIGAL

Octubre de 1920. ( Madrid.)

Mi beso era una granada,

profunda y abierta;

tu boca era rosa

de papel.

El fondo un campo de nieve.

Mis manos eran hierros

para los yunques;

tu cuerpo era el ocaso

de una campanada.

El fondo un campo de nieve.

En la agujereada

calavera azul

hicieron estalactitas.

mis te quiero.

El fondo un campo de nieve.

Llenáronse de moho

mis sueños infantiles,

y taladró la luna

mi dolor salomónico.

El fondo un campo de nieve.

Ahora maestro grave

a la alta escuela,

a mi amor y a mis sueños

(caballitos sin ojos) .

Y el fondo es un campo de nieve.



UNA CAMPANA

Octubre de 1920.

Una campana serena

crucificada en su ritmo

define a la mañana

con peluca de niebla

y arroyos de lágrimas.

Mi viejo chopo

turbio de ruiseñores

esperaba

poner entre las hierbas

sus ramas

mucho antes que el otoño

lo dorara.

Pero los puntales

de mis miradas

lo sostenían.

¡Viejo chopo, aguarda!

¿No sientes la madera

de mi amor desgarrada?

Tiéndete en la pradera

cuando cruja mi alma

que un vendaval de besos

y palabras

ha dejado rendida,

lacerada.



CONSULTA

Agosto de 1920.

¡Pasionaria azul!

Yunque de mariposas.

¿Vives bien en el limo

de las horas?

(¡Oh, poeta infantil,

quiebra tu reloj!)

Clara estrella azul,

ombligo de la aurora.

¿Vives bien en la espuma

de la sombra?

(¡Oh, poeta infantil,

quiebra tu reloj!)

Corazón azulado,

lámpara de mi alcoba.

¿Lates bien sin mi sangre

filarmónica?

(¡Oh, poeta infantil,

quiebra tu reloj!)

Os comprendo y me dejo

arrumbado en la cómoda

al insecto del tiempo.

Sus metálicas gotas

no se oirán en la calma

de mi alcoba.

Me dormiré tranquilo

como dormís vosotras,

pasionarias y estrellas,

que al fin la mariposa

volará en la corriente

de las horas

mientras nace en mi tronco

la rosa.



TARDE

Noviembre de 1919.

Tarde lluviósa en gris cansado,

y sigue el caminar.

Los árboles marchitos.

Mi cuarto, solitario.

Y los retratos viejos

y el libro sin cortar...

Chorrea la tristeza por los muebles

y por mi alma.

Quizá

no tenga para mí Naturaleza

el pecho de cristal.

Y me duele la carne del corazón

y la carne del alma.

Y al hablar,

se quedan mis palabras en el aire

como corchos sobre agua.

Sólo por tus ojos

sufro yo este mal,

tristezas de antaño

y las que vendrán.

Tarde lluviosa en gris cansado,

y sigue el caminar.



HAY ALMAS QUE TIENEN..

8 de febrero de 1920.

Hay almas que tienen

azules luceros,

mañanas marchitas

entre hojas del tiempo,

y castos rincones

que guardan un viejo

rumor de nostalgias

y sueños.

Otras almas tienen

dolientes espectros

de pasiones. Frutas

con gusanos. Ecos

de una voz quemada

que viene de lejos

como una corriente

de sombras. Recuerdos

vacíos de llanto

y migajas de besos.

Mi alma está madura

hace mucho tiempo,

y se desmorona

turbia de misterio.

Piedras juveniles

roídas de ensueño

caen sobre las aguas

de mis pensamientos.

Cada piedra dice:

¡Dios está muy lejos!



PRÓLOG0

24 de julio de 1920. ( Vega de Zujaira.)

Mi corazón está aquí,

Dios mío.

Hunde tu cetro en él, Señor.

Es un membrillo

demasiado otoñal

y está podrido.

Arranca los esqueletos

de los gavilanes líricos

que tanto, tanto lo hirieron,

y si acaso tienes pico

móndale su corteza

de hastío.

Mas si no quieres hacerlo,

me da to mismo,

guárdate tu cielo azul

que es tan aburrido.

El rigodón de los astros.

Y lo Infinito,

que yo pediré prestado

el corazón de un amigo.

Un corazón con arroyos

y pinos,

y un ruiseñor de hierro

que resista

el martillo

de los siglos.

Además, Satanás me quiere mucho.

Fue compañero mío

en un examen de

lujuria, y el pícaro

buscará a Margarita

–me lo tiene ofrecido-.

Margarita morena,

sobre un fondo de viejos olivos,

con dos trenzas de noche

de estío,

para que yo desgarre

sus muslos limpios.

Y entonces, ¡oh Señor!

seré tan rico

o más que tú,

porque el vacío

no puede compararse

al vino

con que Satán obsequia

a sus buenos amigos.

Licor hecho con llanto.

¡Qué más da!

Es lo mismo

que tu licor compuesto

de trinos.

Dime, Señor,

¡Dios mío!

¿Nos hundes en la sombra

del abismo?

¿Somos pájaros ciegos

sin nidos?

La luz se va apagando.

¿Y el aceite divino?

Las olas agonizan.

¿Has querido

jugar como si fuéramos

soldaditos?

Dime, Señor,

¡Dios mío!

¿No llega el dolor nuestro

a tus oídos?

¿No han hecho las blasfemias

babeles sin ladrillos

para herirte, o te gustan

los gritos?

¿Estás sordo? ¿Estás ciego?

¿O eres bizco

de espíritu

y ves el alma humana

con tonos invertidos?

¡Oh Señor soñoliento!

¡Mira mi corazón

frío

como un membrillo

demasiado otoñal

que está podrido!

Si tu luz va a llegar

abre los ojos vivos

pero si continúas

dormido,

ven, Satanás errante,

sangriento peregrino,

ponme la Margarita

morena en los olivos

con las trenzas de noche

de estío,

que yo sabré encenderle

sus ojos pensativos

con mis besos manchados

de lirios.

Y oiré una tarde ciega mi

¡Enrique! ¡Enrique!

lírico,

mientras todos mis sueños

se llenan de rocío.

Aquí, Señor, te dejo

mi corazón antiguo,

voy a pedir prestado

otro nuevo a un amigo.

Corazón con arroyos

y pinos.

Corazón sin culebras

ni lirios.

Robusto, con la gracia

de un joven campesino,

que atraviesa de un salto

el río.

BALADA INTERIOR

16 de julio de 1920. ( Vega de Zujaira.)

A Gabriel.

El corazón

que tenía en la escuela

donde estuvo pintada

la cartilla primera,

¿está en ti,

noche negra?

(Frío, frío,

como el agua

del río.)

El primer beso

que supo a beso y fue

para mis labios niños

como la lluvia fresca,

¿está en ti,

noche negra?

(Frío, frío,

como el agua

del río.)

Mi primer verso,

la niña de las trenzas

que miraba de frente,

¿está en ti,

noche negra?

(Frío, frío,

como el agua

del río.)

Pero mi corazón

roído de culebras,

el que estuvo colgado

del árbol de la ciencia,

¿está en ti,

noche negra?

(Caliente, caliente,

como el agua

de la fuente.)

Mi amor errante,

castillo sin firmeza

de sombras enmohecidas,

¿está en ti,

noche negra?

(Caliente, caliente,

como el agua

de la fuente.)

¡Oh, gran dolor!

Admites en tu cueva

nada más que la sombra.

¿Es cierto,

noche negra?

(Caliente, caliente,

como el agua

de la fuente.)

¡Oh corazón perdido!

¡Requiem aeternam!

EL LAGARTO VIEJO

26 de julio de 1920. ( Vega de Zujaira.)

En la angosta senda

he visto al buen lagarto

(gota de cocodrilo)

meditando.

Con su verde levita

de abate del diablo,

su talante correcto

y su cuello planchado,

tiene un aire muy triste

de viejo catedrático.

¡Esos ojos marchitos

de artista fracasado,

cómo miran la tarde

desmayada!

¿Es éste su paseo

crepuscular, amigo?

Usad bastón, ya estáis

muy viejo, don Lagarto,

y los niños del pueblo

pueden daros un susto.

¿Qué buscáis en la senda,

filósofo cegato,

si el fantasma indeciso

de la tarde agosteña

ha roto el horizonte?

¿Buscáis la azul limosna

del cielo moribundo?

¿Un céntimo de estrella?

¿O acaso

estudiasteis un libro

de Lamartine, y os gustan

los trinos platerescos

de los pájaros?

(Miras al sol poniente,

y tus ojos relucen,

¡oh, dragón de las ranas!,

con un fulgor humano.

Las góndolas sin remos

de las ideas, cruzan

el agua tenebrosa

de tus iris quemados.)

¿Venís quizá en la busca

de la bella lagarta,

verde como los trigos

de mayo,

como las cabelleras

de las fuentes dormidas,

que os despreciaba, y luego

se fue de vuestro campo?

¡Oh, dulce idilio roto

sobre la fresca juncia!

¡Pero vivid! ¡Qué diantre!

Me habéis sido simpático.

El lema de "me opongo

a la serpiente" triunfa

en esa gran papada

de arzobispo cristiano.

Ya se ha disuelto el sol

en la copa del monte,

y enturbian el camino

los rebaños.

Es hora de marcharse.

Dejad la angosta senda

y no continuéis

meditando.

Qué lugar tendréis luego

de mirar las estrellas

cuando os coman sin prisa

los gusanos.

¡Volved a vuestra casa

bajo el pueblo de grillos!

¡Buenas noches, amigo

don Lagarto!

Ya está el campo sin gente,

los montes apagados

y el camino desierto;

sólo de cuando en cuando

canta un cuco en la umbría

de los álamos.



PATIO HÚMEDO

1920

Las arañas

iban por los laureles.

La casualidad

se va tornando en nieve,

y los años dormidos

ya se atreven

a clavar los telares

del siempre.

La quietud hecha esfinge

se ríe de la muerte

que canta melancólica

en un grupo

de lejanos cipreses.

La yedra de las gotas

tapiza las paredes

empapadas de arcaicos

misereres.

¡Oh, torre vieja! Llora

tus lágrimas mudéjares

sobre este grave patio

que no tiene fuente.

Las arañas

iban por los laureles.



BALADA DE LA PLACETA

1919

Cantan los niños

en la noche quieta:

¡Arroyo claro,

fuente serena!

LOS NIÑOS

¿Qué tiene tu divino

corazón en fiesta?

YO

Un doblar de campanas

perdidas en la niebla.

LOS NIÑOS

Ya nos dejas cantando

en la plazuela.

¡Arroyo claro,

fuente serena!

¿Qué tienes en tus manos

de primavera?

YO

Una rosa de sangre

y una azucena.

LOS NIÑOS

Mójalas en el agua

de la canción añeja.

¡Arroyo claro,

fuente serena!

¿Qué sientes en tu boca

roja y sedienta?

YO

E1 sabor de los huesos

de mi gran calavera.

LOS NIÑOS

Bebe el agua tranquila

de la canción añeja.

¡Arroyo claro,

fuente serena!

¿Porque te vas tan lejos

de la plazuela?

YO

¡Voy en busca de magos

y de princesas!

LOS NIÑOS

¿Quién te enseñó el camino

de los poetas?

YO

La fuente y el arroyo

de la canción añeja.

LOS NIÑOS

¿Te vas lejos, muy lejos

del mar y de la tierra?

YO

Se ha llenado de luces

mi corazón de seda,

de campanas perdidas,

de lirios y de abejas,

y yo me iré muy lejos,

más allá de esas sierras,

más allá de los mares,

cerca de las estrellas,

para pedirle a Cristo

Señor que me devuelva

mi alma antigua de niño,

madura de leyendas,

con el gorro de plumas

y el sable de madera.

LOS NIÑOS

Ya nos dejas cantando

en la plazuela,

¡arroyo claro,

fuente serena!

Las pupilas enormes

de las frondas resecas

heridas por el viento

lloran las hojas muertas.

ENCRUCIJADA

Julio de 1920.

¡Oh, qué dolor el tener

versos en la lejanía

de la pasión, y el cerebro

todo manchado de tinta!

¡Oh, qué dolor no tener

la fantástica camisa

del hombre feliz: la piel

–alfombra del sol– curtida.

(Alrededor de mis ojos

bandadas de letras giran.)

¡Oh, qué dolor el dolor

antiguo de la poesía,

este dolor pegajoso

tan lejos del agua limpia!

¡Oh, dolor de lamentarse

por sorber la vena lírica!

¡Oh, dolor de fuente ciega

y molino sin harina!

¡Oh, qué dolor no tener

dolor y pasar la vida,

sobre la hierba incolora

de la vereda indecisa!

¡Oh, el más profundo dolor,

el dolor de la alegría,

reja que nos abre surcos

donde el llanto fructifica!

(Por un monte de papel

asoma la luna fría.)

¡Oh dolor de la verdad!

¡Oh dolor de la mentira!



HORAS DE ESTRELLAS

1920

El silencio redondo de la noche

sobre el pentagrama

del infinito.

Yo me salgo desnudo a la calle,

maduro de versos

perdidos.

Lo negro, acribillado

por el canto del grillo,

tiene ese fuego fatuo,

muerto,

del sonido.

Esa luz musical

que percibe

el espíritu.

Los esqueletos de mil mariposas

duermen en mi recinto.

Hay una juventud da brisas locas

sobre el río.

EL CAMINO

No conseguirá nunca

tu lanza

herir al horizonte.

La montaña

es un escudo

que lo guarda.

No sueñes con la sangre de la luna

y descansa.

Pero deja, camino,

que mis plantas

exploren la caricia

de la rociada.

¡Quiromántico enorme!

¿Conocerás las almas

por el débil tatuaje

que olvidan en tu espalda?

Si eres un Flammarión

de las pisadas,

¡cómo debes amar

a los asnos que pasan

acariciando con ternura humilde

tu carne desgarrada!

Ellos solos meditan dónde puede

llegar tu enorme lanza.

Ellos solos, que son

los Budas de la Fauna,

cuando viejos y heridos deletrean

tu libro sin palabras.

¡Cuánta melancolía

tienes entre las casas

del poblado!

¡Qué clara es tu virtud! Aguantas

cuatro carros dormidos,

dos acacias,

y un pozo del antaño

que no tiene agua.

Dando vueltas al mundo,

no encontrarás posada.

No tendrás camposanto

ni mortaja,

ni el aire del amor renovará

tu sustancia.

Pero sal de los campos

y en la negra distancia

de lo eterno, si tallas

la sombra con to lima

blanca, ¡oh, camino!

¡Pasarás por el puente

de Santa Clara!



EL CONCIERTO INTERRUMPIDO

1920.

A Adolfo Salazar.



Ha roto la armonía

de la noche profunda,

el calderón helado y soñoliento

de la media luna.

Las acequias protestan sordamente

arropadas con juncias,

y las ranas, muecines de la sombra,

se han quedado mudas.

En la vieja taberna del poblado

cesó la triste música,

y ha puesto la sordina a su aristón

la estrella más antigua.

E1 viento se ha sentado en los torcales

de la montaña oscura,

y un chopo solitario -el Pitágoras

de la casta llanura-

quiere dar con su mano centenaria,

un cachete a la luna.

CANCION ORIENTAL

1920.

Es la granada olorosa

un cielo cristalizado.

(Cada grano es una estrella,

cada velo es un ocaso.)

Cielo seco y comprimido

por la garra de los años.

La granada es como un seno

viejo y apergaminado,

cuyo pezón se hizo estrella

para iluminar el campo.

Es colmena diminuta

con panal ensangrentado,

pues con bocas de mujeres

sus abejas la formaron.

Por eso al estallar, ríe


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